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SOBRE ESTAS LINEAS: Balconada de la Quinta Miranda; finca de recreo de los Condes de Miranda en Carabanchel, que heredó Eugenia de Montijo a mediados del siglo XIX. En la foto (tomada del libro "Recuerdos de Carabanchel" V.V.A.A., editado por el Ayuntamiento de Madrid) podemos aún ver la balconada de esta quinta, que se decoraba con capiteles procedentes de la Casa de los Salvajes. Palacete que erigieron los Zapata hacia 1550, en la madrileña plaza que lleva su nombre (del Conde de Miranda). Al parecer, hacia 1780 reformaron la antigua casa-palacio de Madrid y llevaron los capiteles y el derribo hasta su villa de Carabanchel; donde fueron así colocados (en forma circular y en balaustradas). Mas tarde, Próspero Merimeé, también aprovechó algunas de estas piedras, para decorar de manera romántica el jardín de Quinta Miranda.
.BAJO ESTE PÁRRAFO: Uno de los capiteles que se consiguieron salvar tras el triste derribo de la Quinta Miranda, que se llevó a cabo hacia 1970. Como ya hemos repetido, una parte de esta finca la fue regalada a Nicolás Santafé hacia 1900 por la Emperatriz Eugenia; aunque tras morir ella en 1920, los herederos de la Casa Montijo hubieron de vender la finca y palacio a un convento (hacia 1930). Quedaron los herederos de Santafé como vecinos de aquella Quinta y al deberse vender en conjunto ambas propiedades (en 1969), recogieron los capiteles y piedras del jadín y de la Villa que pudieron conservar -en el anverso, esta piedra tiene un extraño blasón del que mas abajo hablamos, pareciendo ser el escudo de los Trastamara-.
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Si algo se ha perdido en el pasado y de cuanto a sucedido -previamente, a nuestra existencia-, ello son las memorias y los recuerdos... Siempre deseé que alguno de los abuelos de mis padres, hubiesen dejado escritas sus memorias; pero tristemente no fue así (o al menos nunca se encontraron). Esto, porque vivieron una de las épocas mas turbulentas de la Historia de España, que comprendió: La Regencia de Ma.Cristina, con Espartero intentando que una madre devolviera el trono a su hija; infinidad de Guerras Carlistas, al mando de un tío pretendiendo quitar el reino a su sobrina. La subida al trono de Isabel; La I República, cargada de vicisitudes (por no decir desastres). Tras ella, La Restauración con la muerte de la reina Mercedes y poco después la del Alfonso XII (que solo llegó a vivir para dejarnos un heredero póstumo). De quien nacería un "monarca nacido", único rey desde el claustro materno que conoció Europa: Alfonso XIII. Que muere en el exilio y con quien vivimos, regencias y años de inestabilidad en España y en el Mundo (la Gran Guerra); pasando por una Dictadura, una Dictablanda y llegando a La II República.... Para colmo la Guerra Civil y paro de contar, por no deprimirnos...
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De tal manera, algunos de mis bisabuelos que nacieron hacia 1850 y murieron sobre 1931; en apenas ochenta años de vida tuvieron: Regencias diversas, tres subidas al trono y dos abdicaciones; una restauración, dos repúblicas y hasta una dictadura y una dictablanda. Todo ello "aderezado y cocinado" con la pérdida de Colonias en el 98, una primera República -desastrosa- y varias Guerras (Carlistas, africanas, en filipinas, cubanas y hasta la Primera Mundial)... . Vamos, que en ocho décadas, España pudo "gozar" de todos los sistemas de gobierno habidos y por haber, probar todas las armas (hasta en sus propios pellejos); a la vez que expulsar, recibir, e inventar: Nuevos estadistas, Jefes de Estado, toda forma de gobierno, ver caer un Imperio Colonial y lo que hiciera falta.... Algo que quizás llevó tristemente a esta nuestra tierra a una enorme confusión, tanto como para llegar a enfrentarse en una terrible guerra fraticida, poco después (en 1936).
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Pero tristemente, nadie dejó un cuaderno de memorias (al menos en mi familia); digo tristemente porque pienso y creo que con la verdad particular de lo que cada uno (y cada cual) vive y siente, puede hacerse ese puzzle que se llama la "verdad histórica" -compuesta y construida por las diferentes verdades que cada persona ha percibido, pensado o intuido...-. Pues tal como decía Machado: "La Verdad, tu verdad, vente conmigo a buscarla...". Tanto es así y tal importancia podría tener la aparición de ciertas memorias, que cuando hace unos años me puse en contacto con Carmen Huertas (duquesa viuda de Canalejas), lo que más le interesaba era saber si el abuelo de mi madre, había podido dejar escritos algunos documentos, que "ampliaran" los conocimientos sobre José Canalejas.
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Ella no daba crédito a que cuanto yo sabía de "aquellos tiempos", me hubiera sido transmitido oralmente desde niño, por gentes que casi lo habían vivido. Creyendo que quizás había algo escrito, que aún desconocían, referente a los Canalejas. No fue así y un dia hablando con esta persona que intentaba ordenar los archivos sobre su antepasado, me explicó que el mismo Mario Méndez Bejarano (otro primo del estadista asesinado en 1912), había redactado unas extensas memorias, que su viuda o hijas, guardaban con celo. Parece ser que se atrevieron a conservarlas hasta que comenzaron "los registros domiciliarios" y entonces, se vieron obligadas a quemarlas...
Por ello, nunca sabremos si realmente hubo unas memorias que se perdieron y que alguien leyó antes de tener que deshacerse de ellas; pues a veces cuanto me contaron de pequeño eran hechos que solo podrían saber personas con unos conocimientos plenos sobre la época y sobe los personajes que la vivieron. Lo que hoy voy a relatar es uno de estos casos, en los que me fue transmitida la procedencia de ciertas "piedras" que había en el palacio de la Emperatriz Eugenia de Montijo, en Carabanchel (llamada Quinta de Miranda). Debido a que estos capiteles y escudos de granito, vinieron a parar hacia 1970 a casa de mi padre, en los años en los que la villa de la Emperatriz fué derruida y su jardín destruido. El hecho parte y nace, de que -como ya dijimos- el abuelo de mi madre (Nicolás Santafé) parece que fué banquero y persona de confianza de los Montijo, desde su estancia en Francia -hacia 1865-. Tanto que sobre el año 1900, le regaló la Emperatriz una parte de su palacete de Carabanchel, con una casa incluida, para pasar allí temporadas juntos.
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Dicha zona de Villa Miranda, tenía el jardín compartido; jardín que había decorado Próspero Merimée a mediados del siglo XIX, inspirándose en modelos del romanticismo. Para ello, había tomado varios modelos de arqueología (que era la pasión de Don Próspero), tanto que construyó una gruta y excavó la villa romana que había bajo las zonas de aquel palacete. Hallando diversos mosaicos romanos, que mas tarde publicaría De Rada en el Catálogo de las Antiguedades de Madrid. Desde luego, no sabemos quién o quienes le informaron a Merimeé de la existencia de una villa romana bajo la casa de los Montijo; aunque muy posiblemente, la familia de los Condes de Miranda, conocían la existencia de este yacimiento, desde que heredan la finca y realizaron las obras de reconstrucción de esa casa suya de recreo (hacia 1780).
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Si encontrase en breve las litografías contenidas en "el de Rada", sobre estos mosaicos romanos de Carabanchel, las fotografiaré y mostraré. Pues en ello se ve que la casa de época romana, que hubo bajo los cimientos del palacete de los Montijo, era de gran importancia. Algo que no es raro, pues en la vega del Manzanares (o del Guadarrama) vivieron desde tiempos remotos, los familiares de los nobles hispanorromanos mas importantes. Tanto que allí tuvieron fincas las familias de emperadores de origen hispano, como los de Teodosio -recordemos que la villa de Carranque, a pocos quilómetros de Carabanchel, se considera propiedad de un tio de este conocido emperador, que se dice nació en Coca (Segovia)-.
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Pero sigamos con la Quinta de Miranda: Como decíamos, hacia 1750 fué remodelada y mejorada esta propiedad por los Condes de Miranda (antepasados de los Montijo), quienes hicieron nuevos jardines, estanques y construyeron una gran villa. Para ello, parece que usaron los restos del palacio suyo de Madrid y que tambien remodelaron. Este palacete estaba en la Plaza del Conde de Miranda, sito junto a la Nunciatura (próxima a la Plaza Mayor). Allí se sabe que en la segunda mitad del siglo XVIII, esa familia derriba una parte de la llamada Casa de los Salvajes para rehacerla. Siendo ella, uno de los primeros edificios civiles estilo Renacimiento, levantados en Madrid (hacia 1550). En su lugar y aprovechando restos y parte de la portada, los Miranda, reconstuyeron un segundo palecete neoclásico, que hasta hace menos de treinta años estuvo en este lugar. Mi hermano opinaba que aquella segunda Casa de los Salvajes podía ser obra de Ventura Rodriguez. De niño llegué a ver su interior -cuando abrián y cerraban las puertas de un almacén que allí se ubicaba-; viéndose que su escalera y techos eran claramente del estilo de Villanueva o de Don Ventura. Pero comencemos por el principio, para comprender la historia a la qué nos refrerimos:
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Una de las familias principales de nuestra capital fue la de los antepasados de estos condes de Miranda y de Montijo, que llevaron el apellido de Zapata. Aquellos Zapata, parece que fueron de origen aragonés e intervinieron en la Reconquista y repoblación de la zona de Madrid; haciéndose finalmente Regidores perpetuos de la Villa. Hacia 1431, establecen su castillo en las cercanías de Barajas y toman en ese siglo, los títulos del condado de este pueblo (que hoy es el del auropuerto) y el de condes de la Alameda. Allí desde ese Castillo de Barajas, ejercieron su poder, siendo hombres de confianza de los reyes. De entre ellos destacó por su valor, Juan de Zapata ("El arriesgado"); tercer señor de Barajas, copero real de Enrique IV y, luego, ayo del príncipe Juan; que cuidaba del hijo de los reyes Católicos, a fines del siglo XV.
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Pero resultó que aquellos eran señores "de verdad"; con sentimientos feudales caballerescos y por lo tanto, a la llegada de la nueva dinastía Austria, el hijo de este niñero del Príncipe Juan de Trástamara (quien también se llamó Juan Zapata) se unió a los Comuneros. Los lideró y luchó con Bravo, Padilla y Maldonado en gran parte de sus gestas, hasta el punto de que fue apresado junto a ellos, en Villalar (el 23 de abril de 1521); cuando derrotó el Emperador Carlos a los caballeros y cortó las cabezas de los lideres sublevados. Pero era tanta la fuerza de Juan Zapata (Regidor de Madrid y señor de Barajas), que no se atrevieron a ejecutarle y ni siquiera a apresarle por mucho tiempo. Así, un año después de Villalar, fué liberado y perdonado, aunque se le castigó a que su escudo fuera destruido y a que su villa en Barajas fuese derruida. Parece ser pues, que en este año de 1522, se obligó a esta familia de los Zapata (que regía la Villa), a abandonar su residencia en el castillo y a trasladarse hasta el centro de la ciudad -donde pudieran ser vigilados, sin atrincherarse ni hacerse fuertes contra las tropas del rey, como habían realizado en la Alameda de Barajas-.
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De tal manera, también se destruyó "su castillete", elevado en la actual Puerta del Sol, que parece se llamó así, en memoria de los Comuneros de Madrid, quienes se dice, tuvieron como emblema un pendón que lucía la figura de este astro rey. Siendo esta Puerta del Sol, el punto en el que los sublevados se hicieron fuertes contra el emperador Carlos, se ordenó allí destruir los restos de la fortaleza y humillar el escudo de los Zapata. Parece que fué en estos años siguientes, cuando los hijos y descendientes del tal Juan Zapata, se construyen dos palacetes en el centro de la ciudad, en lo que serían luego las Plazas del Conde de Barajas y en la contigua, del Conde de Miranda. Puesto que el condado de Miranda fue igualmente de los Cárdenas y Zapata, caballeros ilustres, descendientes de estos Zapata, señores de Barajas y que ocuparon altos cargos en la corte desde el siglo XVI.
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Este segundo palacete (de los Miranda), como dijimos, se llamó la Casa de los Salvajes por tener dos figuras de "momos" en su entrada, adornando la entrada (quizás por no poder blasonarla); considerándose uno de los primeros edificios civiles estilo Renacimiento, construido en Madrid. Aunque hacia 1780 fue remodelado, dejando solo parte de la fachada exterior y derribando el patio o claustro, para reformarse por un arquitecto neoclásico (probablemente Ventura Rodríguez). Aquel palacio estuvo en pié hasta principios de los años ochenta, pero tristemente hacia 1988 se derribó, para levantarse algo que nada tuvo que ver con el bello edificio que tenía esta plaza del Conde de Miranda, hace apenas veinticinco años.
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Pero de manera muy distinta, cuando lo reforman a fines del siglo XVIII los condes de Miranda su casa, llevaron sus viejas piedras del antiguo patio renacimiento de la Casa de los Salvajes, hasta la finca de recreo que tenían en Carabanchel (la que se llamaría Quinta Miranda y heredaría la Emperatriz Eugenia de Montijo a mediados del siglo XIX). Entre otras cosas, porque se decía que entre estas piedras, se encontraba el escudo que había mandado destruir Carlos V. Blasón que se negaron a destruir y que arrancaron del castillo de Barajas, para esconder en la nueva residencia (en palacio de los Condes de Miranda). No sé si ello es verdad y si el escudo que tenían era tan antiguo, pues el que estuvo en casa de mis padres, yo ví (y conocí) puedo atestiguar que parecía cientamente Renacimiento y no tardo-gótico (como hubiera correspondido de ser el del Castillo de Barajas -edificio terminado por los Zapata, hacia 1475-). Fuera leyenda o verdad, el hecho es que cuidaron y conservaron aquel escudo de granito, de forma redonda y que contenía tres zapatitos en sotuer; como si se tratara del que no habían destruido en tiempos de Carlos V (cuando así lo ordenó la justicia).
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Pese a los enfrentamientos contra el Emperador, entre esta familia y La Corona después hubo gran entendimiento (rodeado de hechos ciertos y algunas leyendas). Entre las segundas destaca lo que se dice sobre Felipe II, narrando la leyenda, que al perder a su esposa Isabel de Valois; se enamoró de una tal "Elena" (hija de un montero real de Madrid). Obligando a casarse a uno de sus capitanes (Zapata) con aquella mujer que él amaba. Cuenta la curiosa historia, que el rey (o el padre de Elena) regalaron a la mencionada amante de Felipe II, una casa conocida hoy como de las Siete Chimeneas (sita en la plaza del Rey). Pero que poniéndose "muy pesada" la susodicha amada, el monarca decide casarla con uno de los Zapata; para que no pretendiera al trono, ni pudiera distorsionar la linea de sucesión real, con un bastardo (recordemos, que por aquel entonces acababa de morir el príncipe Don Carlos y que aún no había nacido quien sería Felipe III).
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El marido que buscaron a Elena, la amada por Felipe II, fué el capitán Zapata. Quien tras el desposorio, marchó enviado a los tercios de Flandes (sin poder siquiera consumar el matrimonio), muriendo nada mas llegar a estas tierras. Poco después, vendría a España la nueva esposa del rey (Mariana de Austria) y se dice que Elena apareció muerta (al igual que su padre), en extrañas circunstancias, dentro de esta Casa llamada Siete Chimeneas. No se sabe si algo hay de cierto en aquello, pero siempre, los madrileños han afirmado que sobre el tejado de esta casa pasea el fantasma de aquella mujer que amó Felipe II y que se dice fue posiblemente asesinada (por celos, por envidias, o, por su propia mano).
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Pese a ello, estas historias solo son leyendas, pues La cuestión históricamente cierta es que Diego Zapata (conde de Barajas), era el mayordomo de Felipe II. Tanto como, su mujer (María Riederer von Paar) fué la dama principal de Margarita de Austria. Desconociéndose si algo puede haber de verdad en cuanto se dice sobre Siete Chimeneas y una amante de Felipe II (relacionada con los Zapata); ha de pensarse, que aquella "historieta" se asienta mas bien en el hecho de que en los mentideros madrileños se cometase que la primera dama de la reina (María Riederer de Zapata), antes había servido al rey y pudo ser entonces su amante... Sin olvidarnos, de que el mencionado Conde de Barajas (Diego Zapata) era primo de la princesa de Éboli; quien sí se vió envuelta en mil escándalos y asesinatos, relacionados con su relaciónes de espía y amante de Felipe II y del intrigante Antonio Pérez...
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Sea como fuere, aquellos hechos son los que vieron las piedras que hacia 1780 los Condes de Miranda, llevaron desde el palacio del centro de Madrid, hasta su villa de Carabanchel (mientras un arquitecto neoclásico arreglaba y recostruía aquella casa llamada de los Salvajes). Mas tarde, estos capiteles, basas y escudos, fueron colocadas en una balconada y en una columnata que presidía la entrada del palacio de Quinta Miranda, que luego heredarían los abuelos de la Emperatriz Eugenia de Montijo. De tal manera, algunas de esas piedras, también se reutilizaron en el jardín que hacia 1840 decoraría Próspero Merimeé en esta finca de Carabanchel. Autor que dicen, se inspiró en la madre de la Emperatríz Eugenia, para escribir su libro Carmen; debido a que aquella Manuela de Kirkpatrik, era una verdadera mujer de carácter. Aunque muchos otros, comentan que aquel carácter "carmensiano" estaba inspirado en la propia Eugenia de Montijo y en el se su hermana Paca (quienes eran modelicamente romanticas, masculinas, cultas y atrevidas, para aquella época). Tanto era así, que dice la Historia sobre cuando los prusianos invadieron París: Que el único "hombre sentado en su silla" y que no huyó del Congreso y del Gobierno francés, fué la emperatriz Eugenia. Una verdadera Carmen romántica, sentada en el trono de Napoleón y mas valiente que cualquier "toreador"....
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Pero llegaron los años en los que Carabanchel se convirtió en un barrio de Madrid y la especulación decidió barrer con las fincas y villas de recreo, que hasta entonces habían poblado ese que fue un maravilloso monte cargado de palacios, junto a la Corte... Entre ellas cayó la Quinta Miranda y hasta mi tío Martín (el único hijo vivo de mi bisabuelo), hubo de deshacerse del resto de Miranda, que les habían regalado (adherido a esta finca de los Montijo). Las excavadoras derribaron el palacete y el jardín hacia 1970 y los familiares no pudieron (pudimos) ver lo que hacían, por la depresión que sentían al ver caer centenares de años de Historia. Pese a ello, mi padre se quiso acercar hasta aquella obra, e ir recogiendo las pocas piedras que se salvaban y algunas decoraciones del jardín. Se hizo con numerosas basas, algunos capiteles y hasta con el famoso escudo de los Zapata (que puso en su nueva casa).
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Pese a ello, estas historias solo son leyendas, pues La cuestión históricamente cierta es que Diego Zapata (conde de Barajas), era el mayordomo de Felipe II. Tanto como, su mujer (María Riederer von Paar) fué la dama principal de Margarita de Austria. Desconociéndose si algo puede haber de verdad en cuanto se dice sobre Siete Chimeneas y una amante de Felipe II (relacionada con los Zapata); ha de pensarse, que aquella "historieta" se asienta mas bien en el hecho de que en los mentideros madrileños se cometase que la primera dama de la reina (María Riederer de Zapata), antes había servido al rey y pudo ser entonces su amante... Sin olvidarnos, de que el mencionado Conde de Barajas (Diego Zapata) era primo de la princesa de Éboli; quien sí se vió envuelta en mil escándalos y asesinatos, relacionados con su relaciónes de espía y amante de Felipe II y del intrigante Antonio Pérez...
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Sea como fuere, aquellos hechos son los que vieron las piedras que hacia 1780 los Condes de Miranda, llevaron desde el palacio del centro de Madrid, hasta su villa de Carabanchel (mientras un arquitecto neoclásico arreglaba y recostruía aquella casa llamada de los Salvajes). Mas tarde, estos capiteles, basas y escudos, fueron colocadas en una balconada y en una columnata que presidía la entrada del palacio de Quinta Miranda, que luego heredarían los abuelos de la Emperatriz Eugenia de Montijo. De tal manera, algunas de esas piedras, también se reutilizaron en el jardín que hacia 1840 decoraría Próspero Merimeé en esta finca de Carabanchel. Autor que dicen, se inspiró en la madre de la Emperatríz Eugenia, para escribir su libro Carmen; debido a que aquella Manuela de Kirkpatrik, era una verdadera mujer de carácter. Aunque muchos otros, comentan que aquel carácter "carmensiano" estaba inspirado en la propia Eugenia de Montijo y en el se su hermana Paca (quienes eran modelicamente romanticas, masculinas, cultas y atrevidas, para aquella época). Tanto era así, que dice la Historia sobre cuando los prusianos invadieron París: Que el único "hombre sentado en su silla" y que no huyó del Congreso y del Gobierno francés, fué la emperatriz Eugenia. Una verdadera Carmen romántica, sentada en el trono de Napoleón y mas valiente que cualquier "toreador"....
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Pero llegaron los años en los que Carabanchel se convirtió en un barrio de Madrid y la especulación decidió barrer con las fincas y villas de recreo, que hasta entonces habían poblado ese que fue un maravilloso monte cargado de palacios, junto a la Corte... Entre ellas cayó la Quinta Miranda y hasta mi tío Martín (el único hijo vivo de mi bisabuelo), hubo de deshacerse del resto de Miranda, que les habían regalado (adherido a esta finca de los Montijo). Las excavadoras derribaron el palacete y el jardín hacia 1970 y los familiares no pudieron (pudimos) ver lo que hacían, por la depresión que sentían al ver caer centenares de años de Historia. Pese a ello, mi padre se quiso acercar hasta aquella obra, e ir recogiendo las pocas piedras que se salvaban y algunas decoraciones del jardín. Se hizo con numerosas basas, algunos capiteles y hasta con el famoso escudo de los Zapata (que puso en su nueva casa).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Un capitel procedente de Quinta Miranda, derribada hacia 1970, reutilizado en casa de mis padres, como adorno en la chimenea. Podemos observar que se trata de un estilo Renacimiento italiano del siglo XVI, muy diferente al español. Mi hermano Mario, opinaba -en base al estilo de estos capiteles-, que la primera Casa de los Miranda, pudo ser realizada por un arquitecto italiano, hacia 1550.
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Tristemente, mi padre incluyó en la arquitectura de la nueva casa, gran parte de los capiteles traídos desde Quinta Miranda. Y digo tristemente, porque no se pudieron luego recuperar y allí se quedaron, adosados en ese chalet, sin saberse el fin que habrán tenido (pues no pudimos sacarlos)... Por su parte, el escudo de los Zapata, que decían era el que Carlos V había ordenado destruir tras la revuelta de los Comuneros; también quedó entre las paredes de aquella casa de mi padre, que fué también luego derribada... Desconozco qué habrá sido de ellos (aunque advertí al que lo compraba del valor de estas piedras), del mismo modo que fue imposible fotografiar aquel blasón, ya que estaba desgastadísimo y era de granito (lo cual impedía ver el zapato central, laureado, como emblema de esta familia que tanto había contribuido a la Historia de la Villa y Corte).
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Tristemente, mi padre incluyó en la arquitectura de la nueva casa, gran parte de los capiteles traídos desde Quinta Miranda. Y digo tristemente, porque no se pudieron luego recuperar y allí se quedaron, adosados en ese chalet, sin saberse el fin que habrán tenido (pues no pudimos sacarlos)... Por su parte, el escudo de los Zapata, que decían era el que Carlos V había ordenado destruir tras la revuelta de los Comuneros; también quedó entre las paredes de aquella casa de mi padre, que fué también luego derribada... Desconozco qué habrá sido de ellos (aunque advertí al que lo compraba del valor de estas piedras), del mismo modo que fue imposible fotografiar aquel blasón, ya que estaba desgastadísimo y era de granito (lo cual impedía ver el zapato central, laureado, como emblema de esta familia que tanto había contribuido a la Historia de la Villa y Corte).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Lugar donde estaba ubicado el famoso escudo de los Zapata, en la fachada de la casa de mis padres. El mencionado escudo de tipo italiano, en redondo, de granito y laureado, no pudo recuperarse por estar situado en lugar muy alto y adosado a la pared exterior.
Pese a ello, he conseguido al menos fotografiar, uno de los capiteles de la Antigua Casa de los Salvajes -donde se dice nació el famoso capitán Zapata, marido de la amante de Felipe II; tanto como gran parte de los Condes de Barajas y de Miranda-. En las imágenes que incluyo de este, espero que se pueda ver con alguna claridad el escudo de esa familia tan legendaria de Madrid, que curiosamente lleva a un lado el pendón de los Trástamara y el castillo de Castilla. Lo que hace pensar que realmente pudiera ser alguna piedra relacionada con el blasón del Condado de Barajas; unido en su significado a la fidelidad de esta familia a Da. Juana I (tanto como al cuidado por Juan Zapata, del último príncipe Trástamara -el príncipe Juan, hijo de los reyes Católicos-). Llegando a poder creerse que realmente estas piedras, tenían mención o referencia a la revuelta de los Comuneros...
BAJO ESTAS LINEAS: Parte posterior del capitel de Villa Miranda, que hemos visto fotografiado al principio. Curiosamente, en la zona trasera y oculta, esta piedra, tiene labrado un escudo, que parece a todas luces el de Enrique IV -o el de los Trastamara-. Apreciéndo en su cuartel de la izquierda, el pendón de los Trastamara de Castilla, con los Dragones y La Banda -a mas del Castillo-. En el lado opuesto, parece que llevase el León y otra banda cruzada, propia de esta casa que terminó con Juana I. Ello, hace pensar que seguramente pueda tratarse de un blasón procedente del Castillo de Barajas, regido por Juan Zapata, copero mayor de Enrique IV y ayo del príncipe Juan. Escudos que mandó destruir el Emperador Carlos I, al ordenar en 1522 derribar y arrasar el castillo de Barajas - como castigo, por haberse sumado la familia Zapata a la revuelta de los Comuneros-.
.Lo mas increíble, a mi modo de ver; es que la Historia que hoy narro, me fué transmitida oralmente por quienes la habían oido generación tras generación en la Quinta Miranda y muchos de ellos no habían podido ni siquiera comprobar su veracidad (posteriormente, la fui contrastando con crónicas sobre Madrid y relatos antiguos). El último en escucharla de la bisabuela Carolina (la mujer de Nicolás Santafé, quienes pasaban temporadas en la Quinta Miranda) fué mi hermano y mi madre, que me la narraron. Yo, realmente no la creía del todo, hasta que años mas tarde pude comprobar que cuanto decían era cierto: Que el escudo de los Zapata era un emblema prohibido por Carlos V; que había una leyenda relacionada con Siete Chimeneas y con Felipe II (tanto como que la Casa de los Salvajes, había sido remodelada hacia 1780, para llevar a Carabanchel parte de sus piedras). Basas y capiteles que luego utilizó Próspero Merimeé para decorar el jardín de la casa de Carabanchel.
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Hoy, cuando ya en la plaza del Conde de Miranda, no existen ni salvajes, ni piedra alguna que recuerde este palacio. Cuando en Carabanchel, aquella otra villa -llamada Quinta de Miranda-, es solo el Parque y Resicencial Eugenia de Montijo. Aún hay quienes conservamos en la memoria que hubo un tiempo en los que las leyendas tuvieron su razón histórica. Pues no hay que olvidar que la familia Zapata (los antecesores madrileños de la Emperatriz de Montijo), fueron los mas valientes señores feudales de Madrid y los mas seguidos y queridos en la Villa. Tanto que tras Torrelobatón, en Villalar, el emperador Don Carlos, no se atrevió a acabar con la vida de Juan Zapata, ni a tenerle preso por mas de unos meses. Haciendo pronto a sus descendientes Condes de Miranda, de Barajas, de La Alameda, de Loeches etc..
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Puesto que aquella familia, se dice, que escondía un valor y una capacidad de riesgo, inconmensurable. Curiosamente, la Emperatriz Eugenia parece ser que tuvo estas cualidades tan arraigadas en su familia, que demostró en Francia. Aunque no hay que olvidar que a su padre (Cipriano de Portocarrero, conde de Teba), le faltaba un brazo, una pierna y un ojo; perdidos todos luchando contra los prusianos y a favor de Napoleón. Por su parte, la abuela de la emperatriz (Francisca Portocarrero, condesa de Montijo), sufrió persecución y fue encarcelada, por escribir libros herejes y traducir obras que la Inquisición penaba, sin arrugarse ante el Santo Oficio.
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Del mismo modo que su antepasado Rodrigo de Zapata, fue quien plantó el estandarte español ante los muros de San Quintín, haciendo rendir la plaza -mientras, en la retaguardia, un Felipe II temeroso ante la única batalla a la que asistió en toda su vida; veía al mismo San Lorenzo, pidiéndole construir un monasterio...-. Aunque pocos años antes, el primer Conde de Miranda (padre de aquel Rodrigo Zapata), fue enviado a París de embajador. Siendo allí tan conocido por hombre arriesgado y temerario, que afirmaban, se atrevía a decir al propio rey francés, que había de convertirse al catolicismo. Tanta era su fama de "porfión", que al ser asesinado Enrique IV (en mayo de 1610), culparon a este embajador español de matar al propio monarca. Consiguiendo el conde de Miranda, salir de aquella "terrible confusión" y regresar a Madrid, para terminar sus días en aquella Casa de los Salvajes (cuyo nombre quizás tenía también mucho que ver con el carácter indomable de quienes la habitaban -no solo con la decoración de sus blasones-).
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Algunas de esas piedras que vieron a estos hombres y decoraron su casa, son las que podemos ver aún en las fotografías (en su mayoría, se perdieron). Pese a ello, pude oír de segunda o tercera fuente, la historia que sobre ellas contaban sus dueños. Algo que no desearía se perdiera del todo. Al igual que la memoria de aquellos que tanto hicieron por la Villa y Corte de Madrid.
Hoy, cuando ya en la plaza del Conde de Miranda, no existen ni salvajes, ni piedra alguna que recuerde este palacio. Cuando en Carabanchel, aquella otra villa -llamada Quinta de Miranda-, es solo el Parque y Resicencial Eugenia de Montijo. Aún hay quienes conservamos en la memoria que hubo un tiempo en los que las leyendas tuvieron su razón histórica. Pues no hay que olvidar que la familia Zapata (los antecesores madrileños de la Emperatriz de Montijo), fueron los mas valientes señores feudales de Madrid y los mas seguidos y queridos en la Villa. Tanto que tras Torrelobatón, en Villalar, el emperador Don Carlos, no se atrevió a acabar con la vida de Juan Zapata, ni a tenerle preso por mas de unos meses. Haciendo pronto a sus descendientes Condes de Miranda, de Barajas, de La Alameda, de Loeches etc..
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Puesto que aquella familia, se dice, que escondía un valor y una capacidad de riesgo, inconmensurable. Curiosamente, la Emperatriz Eugenia parece ser que tuvo estas cualidades tan arraigadas en su familia, que demostró en Francia. Aunque no hay que olvidar que a su padre (Cipriano de Portocarrero, conde de Teba), le faltaba un brazo, una pierna y un ojo; perdidos todos luchando contra los prusianos y a favor de Napoleón. Por su parte, la abuela de la emperatriz (Francisca Portocarrero, condesa de Montijo), sufrió persecución y fue encarcelada, por escribir libros herejes y traducir obras que la Inquisición penaba, sin arrugarse ante el Santo Oficio.
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Del mismo modo que su antepasado Rodrigo de Zapata, fue quien plantó el estandarte español ante los muros de San Quintín, haciendo rendir la plaza -mientras, en la retaguardia, un Felipe II temeroso ante la única batalla a la que asistió en toda su vida; veía al mismo San Lorenzo, pidiéndole construir un monasterio...-. Aunque pocos años antes, el primer Conde de Miranda (padre de aquel Rodrigo Zapata), fue enviado a París de embajador. Siendo allí tan conocido por hombre arriesgado y temerario, que afirmaban, se atrevía a decir al propio rey francés, que había de convertirse al catolicismo. Tanta era su fama de "porfión", que al ser asesinado Enrique IV (en mayo de 1610), culparon a este embajador español de matar al propio monarca. Consiguiendo el conde de Miranda, salir de aquella "terrible confusión" y regresar a Madrid, para terminar sus días en aquella Casa de los Salvajes (cuyo nombre quizás tenía también mucho que ver con el carácter indomable de quienes la habitaban -no solo con la decoración de sus blasones-).
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Algunas de esas piedras que vieron a estos hombres y decoraron su casa, son las que podemos ver aún en las fotografías (en su mayoría, se perdieron). Pese a ello, pude oír de segunda o tercera fuente, la historia que sobre ellas contaban sus dueños. Algo que no desearía se perdiera del todo. Al igual que la memoria de aquellos que tanto hicieron por la Villa y Corte de Madrid.