miércoles, 25 de abril de 2012

RECUERDOS DE "EL CAFÉ GIJÓN"

Al LADO: Imagen del Periodista y escritor Mauro Muñiz en la presentación de uno de sus muchos libros que fueron galardonados con prestigiados premios. Nacido en Gijón y muy vinculado al Instituto Jovellanos, colabordor de ABC donde se hizo famoso por su columna "Señor Presidente", fue uno de esos casos extraños que produce Asturias de hombre con criterio y con crítica individualizada y aislada. Tanto que mientras vivía Franco era un conocido militante de Izquierdas (lo que le valió expedientes, despidos y mil problemas) pero tras la muerte del dictador, poco a poco se fue escorando hacia la Derecha, terminando casi en el lado opuesto al que comenzó... . Ejemplo clásico del "iberismo numantino", siempre en la individualidad y en la rebeldía, tuvo enorme celo por defender su ideología de justicia. Tanto que narraba como llegó a dirigir un periódico en 1969 que tan solo salió a la luz en una ocasión (ya que tras su primer número fue suspendido y prohibido en un día... ¡Toda una proeza!). En la presente entrada rendimos un pequeño homenaje a este simpático gijonés ya desaparecido, asiduo de las tertulias madrileñas de los sesenta y setenta, e isustituible en las reuniones de El Café Gijón.

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BAJO ESTAS LINEAS: La casa de mis padres recién construida en 1968. ¡Era entonces toda una modernidad, pero los vecinos la llamaban "El Bunker"!. Como estaba a las afueras de Madrid ello impedía ya a mi progenitor frecuentar tanto el Gijón; pues antes de veniros a vivir a ella, fácil era pasar una tarde o una mañana a tomarse un cafelito por el Paseo de Recoletos. Pero al mudarnos a Pozuelo, el café quedaba "un poco lejos", lo que motivó que decidieran trasladar algunas de sus tertulias al jardín de casa. Ello pronto se convirtió en un contubernio, donde las reuniones a veces se prolongaban hasta altas horas de la madrugada -y en ocasiones durante días, puesto que había un cuarto preparado para todo aquel que por la "castaña" u "otros motivos intransferibles", no pudiera regresar hasta su casa-. Uno de los lugares preferidos para reunirse al principio con los pintores, poetas y amigos del Gijón, era un patio sito tras el estanque que vemos en la foto, pues el ruido del agua cayendo por las bancadas impedía a vecinos y ajenos escuchar "el contubernio". Mas parte pasaron a la parte principal, donde yo solía acompañar a los poetas con mi guitarra, interpretándoles comunmente de fondo en sus recitativos la música que más me gusta: Recuerdos de la Alhambra (para todo aquel que desee escucharla, recomendamos esta magistral versión de Johannes Moller, http://www.youtube.com/watch?v=dUZQhW10K8w donde podrá entender las buenas tardes que pasábamos con los de El Gijon, compartiendo amistad y arte).

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Nos llega la noticia de que el Café Gijón está pasando algún "apurillo" y que de ello depende quizás su pervivencia.
Claro está que la crisis nos afecta a todos, pero muy triste sería que Madrid se quedara sin uno de los lugares con más encanto intelectual y con mayor solera cultural. De ello, nos atrevemos a hacer una propuesta, que como tal ha de ser seguro imbécil. Puesto que ya los griegos decían que lo más fácil es dar consejo; a lo que ha de añadirse que el aconsejar no solo carece de dificultad alguna, sinó que además es gratis. Por lo que no costando nada y siendo tan sencillo, habría de considerarse idiota a todo el que se atreve a opinar en caso ajeno. Aunque lo peor que tiene el asunto es que además, el aconsejado ha de quedar agradecido -pese a que comunmente como se queda es boquiabierto, al escuchar o leer tanta insensatez-. Pero como tantos años llevo de consejero en una empresa japonesa, ya debe ser esta una profesión adquirida y de ello me atrevo a dar consejo.
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El mio sería convertir al Gijón en un club, con unas cuotas reguladas en diferentes tipos (conforme lo que cada pagador desee recibir); por medio de las que sus "miembros" pudieran tener algunos privilegios en el café. Y no entrercomillo "miembros" por un motivo raro ni sensual, sinó porque realmente cuando hablo de club, no me refiero a un lugar con instalaciones cerradas, ni a cambiar el Gijón o a limitarlo. Sino simplemente a utilizar sus salones, o comedores para crear "ambientes culturales". Es decir, poder presentar libros, dar conciertos, recitales e incluso conferencias en ellos; en actos bien organizados y al modo antiguo. Refiriéndome al "modo antiguo" a una forma clásica de estos eventos: El llamado Salón francés. Donde se organizaban recitales en reuniones, mientras los asistentes podían estar tomando sus cafelitos, sus tapas o su copitas y participaban charlando con el músico. Fiestas donde escuchaban conferencias, recitativos de poemas o presentaciones y lecturas de libros, organizadas del mismo modo. Algo que se podría hacer en el Gijón creando un club con esta finalidad, que permitiera continuar la actividad del café pero a la vez diferenciar a un un público respetuoso y relajado, que quisiera asistir a estos eventos. Sin ruidos, pero también pudiendo disfrutar de la música o de la poesía y la literatura, degustando un vasito de vino, un te o un cafelito (con tostadas o tapitas). Y es que así el arte es muy distinto, y los artistas, conferenciantes y poetas, podrían quizás volver a tomar contacto con el público. Pues no es lo mismo sentarse en una sala a escuchar lo que nos dicen o lo "que nos tocan" (menuda expresión), que ir a un salón donde poder charlar relajadamente con un escritor, un músico o un poeta.
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Pero volvamos a las tertulias del Gijón y a alguna de las tardes que se trasladaban hasta casa de mis padres sus componentes. De ello recuerdo una muy en especial que se celebró en una noche de verano, cuando en Madrid tiene ese problema de que a veces "refresca". Debió de ser en 1984, cuando tenía yo veintidós años y al poco tiempo de haber terminado la mili -tras quince meses en Sevilla en los que no paré de leer sobre Tartessos y de tocar la guitarra (dentro y fuera del cuartel)-. Era uno de esos atardeceres de Julio, en los que tras regar, todo huele a flores y a hierba; cuando al caer la noche se hace verdaderamente incomparable el "tacto" del aire en nuestra tierra. Sobre ello, en Japón muchas veces les digo y les cuento a quienes vienen a escucharme tocar: -"En España la guitarra suena diferente, porque el aire es más denso y el viento más fino; por eso el cielo es tan azúl y tan rosa y por ello mi país es una nación de pintores. De pintores y de guitarristas, porque allí la guitarra se puede tocar más suave"- (muchos japoneses se quedan pensativos, seguros de que les estoy engañando, pero todos sabemos que lo que digo es verdad. Tan cierto como lo antes manifestado: "Que lo peor del verano en Madrid es que por las noches refresca"...).
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Continuemos con ese atardecer de verano de hace casi treinta años, donde hasta casa de mis padres se llegaron los amigos de una tertulia de periodistas. Los capitaneaba Pepe Quereda; habitante del Café Gijón, con residencia en su barra y pasaporte en vigor entonces para entrar en todas sus mesas. Y es que Pepito era "un fiera" pues cuando uno menos se lo esperaba se arrancaba a recitar, normalmente sus versos de "Melancolía". Para ello, si estaba yo cerca me pedía: -"Angelito toca Recuerdos de la Alhambra"-, y si veía que "el patio" se ponía un tanto serio rápidamente le echaba culpa a la música, solicitando: -"Nene, cámbiame el fondo a unas Soleares, que me estás dejando a la gente ´deprimía`..."- . En estas lides estábamos cuando ya había entrado la noche y "la fresca", decidiendo los periodista asistentes hacer menos caso a las artes y más a su profesión comenzando a hablar de sus experiencias y vivencias. Muchos de ellos eran de la radio, quienes comenzaron a comentar historias y anécdotas que en sus años de trabajo en ese medio habían pasado; siendo tales los sucesos que relataban que aún puedo recordar algunos. Refiriéndose la mayoría a concursos y concursantes que antaño participaban en los muchos programas de radiofonía, donde las personas llamaban por teléfono o bien se presentaban a premios de cante, de adivinanzas, de conocimientos y etc.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, dedicatoria de José Quereda a mi padre y abajo: Contraportada del libro "Diente de León". A la izquierda podemos ver su retrato en dibujo del pintor Miguel Granados (amigo de Pepe y de mi familia y del que algún día hablaremos, pues de este "personaje" puede escribirse un libro sobre sus anécdotas e historias).



Entre los asistentes a la cena recuerdo que estaba un asturiano llamado Mauro Muñiz, periodista y sindicalista a quien creo le afeitaba los bigotes Hanna-Barbará; pues era tal cual el pistolero de sus dibujos (cayéndole por lados de la cara dos mostachos que parecían dos gatos persas enfurecidos). Simpático como nadie, comentó que uno de los problemas mayores que tuvo en esos programas de radio sucedió tras dar el premio en un concurso de canción española. Puesto que el ganador recibía (además de una suma de dinero) el derecho de ir a cantar a la televisión, recientemente estrenada por aquel entonces. Así fué cuando Mauro, felicitando al que había vencido con el pasodoble "Julio Romero de Torres", le advirtió de que cuando lo cantara en la tele, no podía hacer el gesto de ponerse a torear en el momento que la letra decía -"Fue a Sevilla, a copiar las maravillas, de Murillo y Rafael"-. El ganador del concurso, se quedó parado y le replicó en tono adusto: -"¿Pero oiga es que Ud. no sabe por quién lo dice la leltra?"-. Mauro no daba crédito y le volvió a aconsejar que en la televisión en ese momento no toreara, que no era ni propio ni menos eso lo que el letrista refería. Pero antes de que terminara la frase el listo concursante le preguntó: -"¿Es que Ud. no conoce a Fermín Murillo?". Entonces, el periodista quedó perplejo y no entendiendo la pregunta, le dijo extrañado: -"¿Fermín Murillo?"-. A lo que el inteligente vencedor del concurso replicó: -"¡¡Espero que al menos sepa quién es Rafael el Gallo!!. ¡Porque trabajando en la radio, parece mentira no conozca Ud. a Fermín Murillo; un torero tan famoso...!"-.
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Fue también Mauro el que comentó uno de los casos deportivos más insólitos conocidos; se trataba de un ciclista español de los años cuarenta-cincuenta, quien había participado más de dies veces en el Tour de Francia. Desconozco el nombre (él lo mencionó, pero mi memoria no llega para tanto) y al parecer fue uno de los ciclistas más fotografiados hasta entonces en la llamada Vuelta a Francia, aunque siempre llegaba entre los últimos. La razón de esa gran cantidad de fotos se debía a que en las semanas de competición engordaba bastantes kilos, tantos como para que a los galos les llegara interesar ver de continuo imágenes de él en los periódicos. Aunque el motivo de aquella gordura, al igual que aquello que le llevaba a apuntarse anualmente en el Tour, no era otro más que en los menús de carretera (y por las noches) daban pollo -"rara y cara avis" aún en España por aquel entonces-. Le encantaba el pollo y abusaba tanto de las bolsas y las cenas, que salia con seis u ocho kilos de más. Siendo por ello uno de los deportistas más fotografiados hasta entonces en el Tour (aunque llegara el último), pues nadie podía creer que tras semanas dando la vuelta a Francia en una bici un ser humano pudiera engordar un solo gramo... . Pero así era la España de entonces.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, la casa de mis padres recién terminada hacia 1968, como podemos observar era de lo más moderna. Abajo: A la derecha, el soneto que Pepe Quereda siempre recitaba en toda tertulia. De su libro Diente de León, nunca dejaba de rapsiodarlo (estuviera donde estuviese) y nada más verme con la guitarra ya estaba declamándolo. En nuestra entrada de hace unos meses, hablábamos también sobre algunas anécdotas de José Quereda. PARA LOS INTESERADOS VER: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2011/01/fauna-y-flora-de-el-cafe-gijon-vi-la.html


En aquella reunión cuando se mencionaron los premios radiofónicos, hubo decenas de anécdotas, hasta los que tristemente la memoria ya no me alcanza. Aunque sí recuerdo a uno de los asistentes que comentó tres historietas que le habían sucedido y que tenían verdadera gracia. La primera era sobre una pregunta, en la que se cuestionaba lo siguiente a varios participantes en un concurso: -"Famoso general y noble francés que tras morir fué devorado por las ratas"-. Evidentemente, la respuesta era Napoleón, pero todos los presentes se quedaron callados y muy pensativos si tener respuesta. Mientras, el tiempo corría y los concursantes se miraban preguntándose quién podría ser; hasta que en un momento, un señora lista y pizpireta preguntó con tono muy seguro, sabiendo que posiblemente acertaba: -"¿Pudo ser el barón de Roquefort?"-. La carcajada en el estudio de radio y entre los oyentes parece ser que fue monumental.
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No menos lista y pizpireta debió ser aquella otra que concursando en un prorgrama de cobertura nacional le cuestionaron qué era el cloruro sódico. Ella se quedó parada y muy triste por no saberlo, pidiendo al presentador que le proporcionara alguna pista (ya que necesitaba la olla express que regalaban al que acertara la pregunta). El paciente periodista -que creo era, Boby Deglané- accedió a darle más datos y para hacerlo fácil le dijo que se trataba de algo blanco que se tenía en todas las cocinas; pero aquella concursante no era capaz de dar con el cloruro sódico. Tras ello, le dijo que estaba guardado en una caja, que se esparcía y que era como granitos. A lo que la mujer volvió a replicar que no sabía de qué se podía tratar. Ya cansado, el presentador le advirtió que le iba a dar una pista infalible diciendo: -"Señora, pero si es lo que Ud, usa y echa a diario en la cocina y seguro que su marido le pide que se lo lleve a la mesa y le ponga más, unos granitos blancos que siempre le pide que le traiga su marido, y que está en un botecito..."-. Viendo que la pobre ama de casa no era capaz de resolverlo ya le dijo: -"¿Que le echa Ud. a los huevos?"-. A lo que la otra contestó: -"¡Ya caigo...!. ¡Qué dificil era! . Polvos de talco."-.
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Evidentemente, si uno se presenta a un conscurso de ámbito nacional y sabe que millones de peronas le han oído comentar lo de los polvos de talco, pues quizás tenga que comprarse un traje de buzo para poder salir a la calle al día siguiente. Aunque no le debió pasar lo mismo a la pobre mujer que telefoneó a un concurso sobre el que también comentó mi hermana Ma. José en aquella reunión; quien había oído otro caso insòlito por la radio. Al parecer se trataba de resolver una adivinanza a cambio de que le regalaran al que telefonease acertando, una gran cesta de Navidad llena de frutas. Para ello la pregunta a descifrar era: "Parte del cuerpo humano con nombre de fruta, que tienen los hombres pero del que carecen las mujeres". La oyente que llamó, se hacía la remolona y solo decía: -"Mire, yo se lo digo fuera de antena, pero es que me da vergüenza, me da vergüenza..."-. Los presentadores le advirtieron de que no había por qué avergonzarse y que el concurso era el concurso, así que diera la respuesta o dejara paso a otro. En tanto aprieto se vió, que la señora ya muy mayor respondió: -"El platanito"-. A lo que los que dirigían el programa respondieron: -"No señora, no y después de esto ya no hace falta que nos llame nadie más... Era la nuez"-.
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Estas y otras eran de las cosas que se hablaban en las noches de verano, junto a gentes de El Gijón, en un jardín que ya no existe y entre personas que ya no están. Pero todo ello existió y como tal está (al menos en mí). Puesto que la vida no es más que la memoria; los recuerdos, y de entre aquellos, lo que uno desee sentir. Por lo que de gran importancia sería que al menos se pudiera conservar aquel café que hoy parece ser está en peligro de desaparecer; porque como un día se cierre, junto a él se cerrarán parte de las memorias de algunos de los mejores que puplularon por nuestras tierras.

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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, en el jardín que comentábamos de casa de mis padres, mi mujer y yo el día de nuestra boda. ABAJO: Las últimas tertulias y reuniones ya las hicimos con japoneses; en ellas mi padre a veces intentaba explicar a los nippones lo que estudiaba sobre el indescifrable idioma ibérico, pero aquellos no entendían nada. Recuerdo un día, en los que tras varios minutos de exposición sobre los estudios de iberismo, uno de los asistentes japonés, tomó el cuaderno de mi padre con todos los apuntes y le empezó a darle cabezazos a la carpeta. Mi progenitor no daba crédito y me preguntaba literalmente: "¿Por qué se había liado el nippón a darle cornadas a sus estudios?". Yo tuve que explicarle que se trataba de una actitud de respeto a lo que aquel se quedó pensativo y me dijo: -"Vamos... Que este señor no se apellida Mihura"-. Y es que en verdad, Mihura es un apellido japonés. EN LA IMAGEN: Mi padre (a la derecha) y en el centro una pariente japonesa junto a mi mujer (a la izquierda). Foto de una reunioncilla, cercana ya a los últimos días de mi progenitor. Pese a ello, veamos con qué arte sujeta la botellita; con igual garbo con el que organizaba las tertulias todavía.
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