lunes, 23 de diciembre de 2013

VEGA-INCLÁN, EL GRAN BENIGNO (parte II): Sobre la generosidad, la simpatía y la bondad.

ESTA ES LA SEGUNDA PARTE DE LAS QUE DEDICAREMOS A VEGA-INCLÁN Y TAMBIÉN EL CAPÍTULO 2 DE NUESTRA NUEVA SERIE DENOMINADA "El pan de hoy". 
Para ver el Primero pulsar: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2013/11/vega-inclan-el-gran-benigno-capitulo-i.html
ARTÍCULOS QUE ASÍ INTITULAMOS, EN EL DESEÓ DE RENDIR HOMENAJE A QUIENES NOS HAN LEGADO GRANDES TESOROS ARTÍSTICOS E IDEAS. HOMBRES Y PUEBLOS (CULTURAS O GENTES), QUE CON SU TRABAJO, SU INTELIGENCIA Y SU ESFUERZO, LOGRARON DEJARNOS UNA MARAVILLOSA HERENCIA -PESE A LO QUE, EN NUMEROSAS VECES, HAN QUEDADO EN EL OLVIDO-. LO QUE EN GRAN PARTE, ES NUESTRO PAN DE HOY, NACIDO EN OCASIONES DEL HAMBRE DE AYER. DESEANDO POR ELLO COMENZAR DESTACANDO LA FIGURA BENIGNO DE LA VEGA-INCLÁN. UNO DE LOS GRANDES MECENAS ESPAÑOLES, QUIEN SE ENCUENTRA ENTRE LOS QUE MÁS HICIERON POR EL PROGRESO CULTURAL E INDUSTRIAL DE NUESTRO PAÍS (EN UNOS AÑOS EN LOS QUE ESPAÑA SE HALLABA HUNDIDA Y DERRUIDA).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Busto en bronce de Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, cuyo original fue realizado por Mariano Benlliure en 1930 (propiedad del Museo del Romanticismo, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En el retrato vemos a quien donó parte de sus fondos a diferentes instituciones, generando así diversos museos; entre los que destacó el llamado antaño Romántico -sito en la calle San Mateo, de Madrid-. Escultura que hoy encontraremos a la entrada de esta institución, que durante años fuera la oficina y lugar de trabajo de Don Benigno. Allí y antes de subir a la primera planta, hallamos la presente estatua, cuyo pedestal dicta: AL MARQUÉS
 DE LA VEGA-INCLÁN, QUE CONSAGRÓ SU VIDA AL ARTE ESPAÑOL. En el artículo de hoy trataremos de nuevo sobre los logros y donaciones que realizó aquel que fuera el primer "secretario de turismo" de España (nombrado por Canalejas y Alfonso XIII "Comisario Regio" y cuya finalidad fue promocionar la cultura y las Bellas Artes de nuestras tierras por todo el Mundo). Tanto como a completar algunos datos sobre su labor en museo hoy denominado del Romanticismo (todo ello desde los recuerdos y comentarios que de niño escuché sobre Benigno de la Vega-Inclán  -algunos de los que de mayor pude conformar y confirmar-).
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ABAJO: Entrada principal del mencionado museo dedicado al movimiento Romántico y al siglo XIX, tal y como se encuentra en nuestros días (donde se celebran de común exposiciones, destacando actualmente la del pintor portugués Domingos Sequeira). Previamente a tratar sobre esta institución, y a relatar algunas de las donaciones o las fundaciones realizadas por el marqués de la Vega-Inclán; deseamos comenzar mencionando diversos hechos que se han ido sucediendo (mientras preparamos nuestros artículos): Siendo muy de destacar y de valorar el aviso de dos familiares que hace algunos días nos han facilitado datos y fotografías, para mejorar, ampliar y continuar con nuestros estudios y escritos acerca de los "recuerdos, añoranzas y semblanzas".
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Debiendo agradecer sobremanera la donación de documentación y fotos que me han hecho mi prima MariSol Santafé y su marido, el arquitecto Javier Casanueva. Quienes con el mayor de los cariños me han recopilado más de un centenar de fotos familiares -en su mayoría anteriores a los años treinta-; entregándome asimismo decenas de documentos y notas pertenecientes a mis abuelos, a los tíos, a sus padres, a los comunes bisabuelos y etcétera. Todo con el fin de que las conservemos y de que sirvan para ampliar estas notas y artículos que voy redactando. De tal manera, deseo expresamente hoy agradecer la generosidad de mis primos (Casanueva Santafé), de los que más tarde también hablaré, puesto que como dicta el título de este artículo, la generosidad suele ir siempre acompañada de simpatía y de bondad.
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Siendo así, esta rama de la familia Santafé (los Casanueva), no solo fueron conocidos en Madrid por su enorme generosidad, sino también por sus historietas. Muchas veces motivadas por el gran número de hermanos que eran, o de lo que allí observaban sus famosos vecinos de la casi hoy desaparecida colonia madrileña de Welingtonia . Puesto que vivían pared con pared junto a Vicente Aleixandre y Conchita, al lado de Carmen Conde y Antonio Oliver; o muy cerca de Sebastián Miranda (entre otros). Anécdotas que sobre ellos llegaban a nuestros oidos cargadas de curiosidades culturales y de las repetidamente tuve noticia en diversos foros y lugares de España -en los que en numerosas ocasiones oí hablar de sus padres o abuelos, narrando las virtudes generosas de los Casanueva, pero también sus divertidas peripecias (de las que más tarde podré recoger algunas)-.
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1-. "Sobre la generosidad, la simpatía y la bondad". ANTES DE COMENZAR:
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Hemos subtitulado de este modo nuestro segundo artículo sobre Vega-Inclán, porque recuerdo que mi tío Martín repetía de continuo que si hubiera de clasificarse entre alguna de las especies conocidas al famoso Don Benigno, aquella habría de ser la de un "caballero de los pies a la cabeza". Tras ello recapacitaba y seguía comentando que: -"Sobre todo, y principalmente, Vega-Inclán era más que "un caballero de los pies a la cabeza, un conquistador de la cabeza a los pies" (generoso y saleroso como nadie)"-. Luego, apostillaba el pobre tío Martín, que ello se debía de seguro a tratarse de un miembro "del grupito" de Alfonso XIII -al que mi padre apodaba "el acachondado", como si de una nueva versión de Empecinado se tratase- . Eran esos los momentos en los que mi progenitor -o mi hermano- aprovechaban para preguntarle con picardía sobre "la vida alegre" de los años veinte. Instantes de los que recuerdo que las conversaciones que mantenían empezaban a subir de tono, envolviéndose en metáforas, "parábolas" e hipérboles; por lo que para mí resultaban practicamente indescifrables (sin saber del todo que en cuanto decían, solo procuraban  "censurárme" por lo que cotilleaban).
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Así, mientras mi persona -que por entonces tendría doce o trece años- intentaba pillar alguna de las "referencias" que soltaba en clave el tío Martín, haciendo reir a todos los mayores. Ellos se divertían con las susodichas aventuras del pasado narradas por aquel hermano de nuestro abuelo; al que día sí y día también, tiraban de la lengua, por ver si les contaba las intimidades y picardías de la Belle Epoque. Ya que por aquel entonces "las alegrías" estaban prácticamente en desuso en nuestro país, pues hablamos del comienzo de los años setenta; en los que se charlaba aún sobre los espectáculos de "señoritas" que hubo en el Madrid de principios de siglo (cinco o seis décadas antes), recordándolos con verdadera "admiración".
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De tal manera, en mi memoria tengo tardes en las que conversaban acerca de estas cosas y en las que el tío Martín narraba anécdotas, de las cuales casi nunca me enteraba. Pues todo estaba relatado en clave, a menos que me escondiera en un lugar desde donde oir lo que decían libremente, al saber que ya no merodeaban por allí menores (sin "ropa tendida" -tal como se referían a mí-). Así un día les pesqué hablando de una famosa cupletista llamada "La Chelito", sobre la que narraban que su número de teatro trataba simplemente de intentar encontrarse una pulga, que "le picaba por doquier". Explicando cómo aquella Chelito luchaba contra el insecto en el escenario, tal como el domador pelea con las fieras (buscándolo a toda prisa por sus ropas y sacando de vez en cuando algunas de sus carnes). Los espectadores ante la visión de tan rollizas y tersas partes corporales se levantaban dando gritos, con grandes ovaciones y aplausos, tras hacer los más divertidos comentarios.
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Sobre ello, le oí contar al tío Martín, que una de las noches en la que la pobre terminaba su numerito enseñando uno de los pechos -como era habitual-. Un ajeno a la metrópoli queriendo más de lo que se podía enseñar, gritó con bravura desde un palco: -"¡La otra, la otra. Queremos ver la otra!"-. Tras lo cual la actriz quedó cohibida, pues el guión solo estipulaba que debía sacar a "pasear", una por noche. Pero tales eran las voces de aquellos fans pidiendo ver "a la vecina no presentada", que la bella se hallaba asustada y en un duro tránsito ante tanta demanda. Así, debatiéndose dubitativa la pobre por si debía o no ampliar el "numerito", y viendo muchos que todo parecía un exceso, la escena de tensa espera fue arreglada por un señor de los pies a la cabeza, que gritó muy alto y en tono grave:
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-"¡Pero hombre, cállate ya!. ¿Aún no sabes que tiene las dos iguales?. Vuelve mañana y verás la otra"-. Tras lo que se oyó otra voz que exclamaba: -"Claro... La de los días pares"-. Echando a reir todo el teatro y liberando así a la actriz de ampliar su sesión; logrando de paso apagar las iras de aquellos cavernícolas, que al parecer desde las gradas estaban a punto de tirarse de cabeza al patio de butacas (por ver más de cerca a la famosa Chelito y a su "pulga amaestrada").
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BAJO ESTAS LINEAS: El hermano de mi abuelo, Martín Santafé, en un posible autorretrato fotográfico hacia 1918. Esta preciosa foto es una de las muchas que me hicieron llegar mis primos Ma.Sol y Javier Casanueva Santafé.
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Estas y muchas otras cosas escuchábamos a tío Martín, quien nunca daba el nombre del caballero o del amigo que había protagonizado el tránsito; aunque sí nos narraba las historias como si hubiera sido un hecho a recordar en unas oposiciones -por cuanto las contaba con tanta parsimonia y exactitud, como vacías de inventiva y alegría-. Pues todo en él era así; ya que parecía el padre del despiste y el abuelo de lo imprevisto. Lo mismo te soltaba lo de la Chelito, que al día siguiente y cuando le decías que te ibas a Stuttgart en verano, te preguntaba con cara muy seria cómo y para qué tenías previsto ir allí. Tras explicarle que en avión y a aprender alemán, volvía a cuestionarte si en Astorga hablaban tan bien el tedesco como para enseñarlo y que cuándo habían abierto el aeropuerto de la capital maragata... .
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Nunca supe si hacía esas cosas de broma o en serio, aunque todos suponíamos que se trataba de ironías decimonónicas; pero cuando te preguntaba algo semejante a lo que me planteó el día de Stuttgart, podías quedarte maravillado de sus razonamientos. Aunque todo ello, claro está, sucedía tras tomarse el tío Martín unas "copitinas"; en lo más que un aficionado, era un amateur de talla olímpica. Y es que el hermano de nuestro abuelo, como había sido "jubilado nato" (cual un San Ramón, desde sus primeros días) tras adoptar como profesión la de soltero; no llevaba foto alguna de boda -o de novia- en el bolsillo. Muy por el contrario, portaba una imagen del día en que inaguraron las destilerías DYC, en Segovia. Algo que enseñaba como un gran trofeo y como si se tratase de su recuerdo de boda, mostrándola en esa "carpetilla hortera" que todos tenemos en las carteras (hecha en plasticucho y donde ponemos una foto; puesto que nadie sabe si aquella solapa asquerosa y transparente, es para un carnet, para la licencia de armas o simplemente para darnos calor en verano).
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Sea como fuere, no he podido aún hacerme con aquella instantánea del tío Martín junto a un grupo de colegas en la inaguración de las Destilerías DYC. Foto que de seguro aún existe, pues la guardaba como oro en paño en memoria de la ocasión en que le invitaron sus grandes amigos segovianos -el día en que abrían el negocio-. Imagen a la que él tenía un enorme cariño, aunque nosotros también le guardábamos un recuerdo inolvidable, pues mi padre afirmaba que se trataba de la primera foto en blanco y negro en la que había visto colores. Habida cuenta que -según decía mi progenitor- si te fijabas bien, unos tenían la nariz roja, otros morada y el resto de color azul; por lo que podía considerarse una de las instantáneas a blanco y negro más curiosas y sugerentes de la Historia (al menos en lo que se refería a destilados).
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Aunque no he podido hacerme con la referida instantánea en DYC; tal como he dicho y gracias a mis primos MariSol Santafé y a su marido Javier Casanueva; me han llegado hace apenas unos días unas preciosas fotos familiares, entre las que destaco abajo algunas del tío Martín (quien, como venimos hablando recordaba con gran admiración y cariño a Benigno de la Vega-Inclán).
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ARRIBA: El tío Martín arreglando una de sus máquinas de escribir en casa de sus padres, antes de 1920. La afición de Martín Santafé por los ingenios y las modernidades de entonces, le llevó a ser un gran experto de las imprentas, los libros y las maquinas -como la que vemos arreglar y que posiblemente aún conserve mi tio Manolo en su despacho (para poner telegramas...)-. Pero ese afán de "modernidad" sobre todo despertó su interés por la fotografía. De tal modo que desde principios de siglo XX coleccionó y tuvo un gran número de cámaras, logrando tomar con ellas imágenes magníficas en albúminas, cristales argentados y diversas formas de instantánea -que por entonces eran tecnología punta-. Afortunadamente la colección de máquinas fotográficas, de cristales y de negativos y de positivados, en gran parte se conservó. Muchas de ellas han ido a parar a manos de mis primos Ma.Sol Santafé y de su marido Javier Casanueva, quienes por fortuna las han mejorado y catalogado, mientras siguen estudiándolas con gran cariño -pasando gran parte de aquellas a soporte digital (de las que me han hecho llegar las copias referidas, que desde hoy presentaremos ilustrando nuestros recuerdos)-.
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ABAJO: Otra foto de mi tioabuelo Martín, en este caso hacia 1920 y en el exterior de la casa de su hermano Angel, en el Puerto de Sagunto (donde mi abuelo estaba destinado como ingeniero de Minas). Sostiene a sus dos primeros sobrinos -Conchita y Angel (los hermanos mayores de mi madre)- que con apenas dos o tres años, ya estaban bastante malhumorados... . Esta imagen me ha sido igualmente facilitada por Javier Casanueva y Ma.Sol Santafé, a los que agradecemos su atención.
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2-. "Sobre la generosidad, la simpatía y la bondad" en los tiempos de Vega-Inclán: CUANDO AÚN PROLIFERABAN EN ESPAÑA LOS GENIOS Y PREMIOS NOBEL:

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Tal como decíamos, el tío Martín de común contaba sus batallitas, pero casi sempre callaba sobre los protagonistas de las truculentas historias (por ser en unas ocasiones indecentes, y en otras, impensables). Siendo como fuera, cada domingo de los que comía en casa de mis padres, aparecía con nuevos relatos; entre los cuales por ejemplo nos repetía siempre que habíamos de hablar bien el español y con la claridad del castellano, pero nunca con la exactitud del madrileño. Puesto que, al parecer, le molestaba sobremanera el acento de Madrid (de chulapo, tal como entonces se decía). Así para advertirnos que no se debía hablar de ese modo, contaba que había tenido un mecánico que siempre decía "natural", en lugar de contestar afirmativamente con un: "Sí", "claro" ó "por su puesto". De tal modo era este "chulapo" tan "natural" de Madrid por los cuatro costados, que siempre les comentaba antes de que salieran de caza: -"Dígale a los Sres., que si quieren uno ´pa` cazar, pero ´pa` cazar bien, que aquí me tienen. Que yo lo mismo saco la pieza de día, que de noche. Que me es igual a plena luz, que en la oscuridad; a plena noche, ´caga` oscuro, o ´caga` claro"- .
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Tan escatológico individuo ponía como ejemplo el tío Martín, para enseñarnos que no se debían coger acentos y menos algunos como el de Madrid. Pues tan malas podían ser sus consecuencias, como las que sufrió este "chulapo" que siempre contestaba "natural" en vez de "sí" -y entre amigos "naturaca"-. Ya que al ir a inscribir un hijo suyo al Registro Civil, tras haberle preguntado el funcionario si el niño era legítimo, no tuvo mejor idea que contestarle con tono adusto y casi enfadado: -"¡ Natural !"-. Por lo que tuvo que ir años después a corregir la partida de nacimiento de su nene, al que habían inscrito como -"Hijo: ¡Natural!"-.
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Pese a ello, cuando aquel individuo quería vengarse de tanta exigencia idiomática y sacar de sus casillas al tío Martín, no tenía más que mencionarle los "celindros" del coche, o hablar de como volaba de bien el "licotero". Tras lo que ambos se enzarzaban en una contienda de consecuencias imprevisibles y que terminaba con el tío trinando cuando le decían aquello de: -"Don Martín, si es que yo digo ´celindros` por que no me sale pronunciar lo de cilindros, que me suena mucho a tabaco. Vamos, que me suena como a ´celindrines`..."-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Mis primos Javier Casanueva y MaSol Santafé, junto a Chiho (mi mujer) en el momento en que nos hacían entrega de las copias de fotos y de algunos documentos de la familia (en su sala de música, donde también guardan las cámaras del tío Martín). 

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ABAJO: Mi prima Ma.Sol, dándonos algunos de sus documentos y legajos, con el fin de que podamos ampliar y documentar mejor las cosas que escribo sobre la familia. 
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Hablando de cuanto venimos relatando con mis primos Ma.Sol Santafé y Javier Casanueva, surgió -entre conversaciones y cotilleos- una curiosa circunstancia. Coincidencia que vivimos hace más de treinta años en casa de mis padres y junto a Carmen Conde, un día en que vino a cenar mi primo Angel Santafé (quien es profesor contrabajista y hermano de Ma.Sol). Noche en la que la recién nombrada por entonces académica "de la R.A.E.", al enterarse que mi primo era nieto de Enrique Casanueva, no podía creerlo. Ello porque fueron sus vecinos en la calle y colonia Wellingtonia durante casi veinte años; cuando la poetisa y su marido (Antonio Oliver Belmás) vivían en la segunda planta del chalet contiguo al de los Casanueva, y propiedad de Conchita y Vicente Aleixandre -sito hoy en la calle Vicente Aleixandre, 5-. Tanto hablaron de todo ello mi primo Angel y la escritora, que aún puedo recordar aquella tarde en la que charlaban interminablemente de su vecindad, memorizando la poetisa casi todo sobre aquel tiempo feliz para ellos (donde disfrutó de una magnífica etapa de su vida, junto a su Marido y los Aleixandre). Y aunque habían pasado ya décadas de aquello, lo tenía todo en su memoria, pese a los años transcurridos desde su "traslado" a su último piso de Madrid -el de Ferraz 67; donde se mudaron entre otros motivos, por la situación de enfermedad que sufría Antonio Oliver antes de fallecer-.
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Charlaban de aquellos divertidos años compartidos también con los Casanueva, en Wellingtonia; comentando la magnífica vecindad y el buen carácter de los Casanueva, pero escurriendo en algunos momentos el "bulto" en torno a algunos sucesos sobre chiquilladas. Pues parece ser que entre los dos chalets, el más requerido de todos no era el escritor que terminó Premio Nobel (Aleixandre), ni menos la poetisa a la que hicieron primera mujer de la R.A.E. (Carmen Conde). Sino que el centro de los litigios y bromas fue el pobre chucho que Vicente Aleixandre tenía de común a su lado y al que siempre llamaban Sirio (fuera cual fuera el canino de turno). Un nombre "culteranista", de seguro debido a que Sirio es la estrella principal de la Constelación del Can Mayor (la que regulaba el calendario egipcio). Todo lo que suponía quizás algo tan poético, como para que con el recuerdo de aquel astro pudieran sustituir -en parte- el espíritu de cada perrito, una vez que fallecía. De tal manera, en cuanto se les moría el can a los poetas, compraban otro al que llamaban del mismo modo. Algo que por ser poco normal, resultaba un hecho relevante para los niños del vecino (los Casanueva); quienes durante los meses en los que el chucho ya había aprendido su nombre, siempre le podían llamar haciéndole venir hasta la verja medianera, con el fin de soltarle un par de pedradas.
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De tal forma, la inteligencia de cada nuevo Sirio se probaba haciendo la media entre el tiempo en que aquel perrillo había tardado en aprender su nombre y el que necesitaba para entender que cuando los niños del chalet contiguo le nombraban, nunca debía de acercarse a la valla (so pena de recibir un cantazo en el lomo, o en la cresta...). Aunque al parecer, el culpable de esa terrible trama siriaca era sin duda Javi -al que podemos ver en una de las fotos anteriores-, quien además parece que nunca llegó a ser descubierto. Tanto, que cuando alguna vez necesitaba trabajos de literatura para el cole, llamaba a la puerta del vecino, poniendo cara de bueno y decía: -"Oye Vicente. ¿Tú sabes algo de Dón Alvaro y la fuerza del Sino"-. Tras ello, y a los pocos días, aparecía el que fue Premio Nobel cargando con los tomos que especialista en el duque de Rivas de la R.A.E. le había dado a Aleixandre, como documentación necesaria para que Javi (el terror de Sirio) sacara un diez en literatura. Y todo gracias a que los perros no hablan, porque si los canes pudieran comentar algo de lo vivido a sus dueños, Javi (hoy don Javier Casanueva) no hubiera aprobado en su vida la Lengua, ni menos la Literatura (y para mí que siquiera hubiese pasado ni "el dictado").
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ARRIBA: Un ejemplar de poemas de Vicente Aleixandre dedicado a mi prima Marisol y a su marido Javier (en el día de su boda) por el autor, quien fue vecino y amigo durante decenios en el chalet de Wellingtonia. En la dedicatoria: "A MARISOL Y JAVIER, DESEÁNDOLES MUCHA FELICIDAD A TRAVÉS DE LA VIDA. DE SU AMIGO, DESDE QUE NACIERON: VICENTE" . Evidentemente, cuando leemos tan cariñosas palabras, comprendemos que ninguno de los perros llamados "Sirio", llegaron a transmitir a su dueño algo de lo vivido con el joven vecino -de costumbres "trogloditas" durante su infancia...- .
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ABAJO: El Mundo es más pequeño de lo que nadie pudiera imaginar (lo escribe quien reside largas temporadas en Japón, donde he coincidido con quienes menos pudiera pensarse). Un caso de esas estrechas coincidencias lo viví al saber que los Casanueva compartían amistad, vecindad y hasta "perro", con Conchita y Vicente Aleixandre (junto a Carmen Conde y su marido). De lo que me enteré cuando comencé a trabajar con la escritora, quien entre los años 1982 y 1989, me pidió que "musicara" a guitarra y voz sus poemas. Un proyecto en el que estuvimos trabajando juntos durante más de un lustro, aunque las obras nunca llegaron a grabarse (pese a haberse estrenado con éxito repetidamente, en España y en París). Así y tal como arriba narro; una tarde, mientras preparábamos un ballet con argumento de ella y música mía -obra años después desaparecida en una inundación-, vino a nuestra casa mi primo Angel Santafé, para "ayudarme con el solfeo" (quien es hoy catedrático de contrabajo). Allí se enteró Carmen Conde de que sus vecinos de siempre, eran la familia de mis primos... .
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A los pocos días de estos hechos y viendo que entre los nuestros, muchos nos llamábamos Ángel y éramos músicos, recordó la poetisa que tenía una obra dedicada a los ángeles músicos. Tanta gracia le hizo la coincidencia y tan divertido lo pasábamos trabajando juntos, que en cuanto pudo encontrar esa obra me trajo el original holográfico, para dedicármelo. En la imagen, el final de aquella poesía donde escribe sobre los ángeles músicos, que me dedicó: "A mi amigo, otro Ángel músico, con mi cariño y admiración". Al lado y bajo aquellas palabras, su foto sobre la que escribió: "Para Angel, melodicamente, 1986".
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3.- "Sobre la generosidad, la simpatía y la bondad": COSAS DE CÓRDOBA.
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De estas y otras mucha cosas (que poco o mucho tienen que ver con Benigno de la Vega-Inclán) estábamos hablando con los primos MaSol y Javier, cuando en un momento de la conversación, apareció por casualidad la figura del abuelo de ellos. Me refiero al progenitor de la madre de los Casanueva (la Sra. que habitaba junto al chalet de los Aleixandre), quien fue hija un famoso notario de Córdoba llamado don Antonio Muñoz... . Bueno... Digamos que muy conocido por sus correrías y amistades, entre las que se encontraban el pintor Julio Romero de Torres y Rafael "El Guerra". Había sabido yo -a través de otras personas- sobre la existencia de este "antecesor" del primo Javier, del cual se narraban múltiples historietas en Madrid. Por lo que aproveché y mostrando gran interés comencé a preguntarle sobre su abuelo. Saliendo pronto aquella curiosa amistad del notario y el torero, debida en gran parte al asesoramiento de leyes que el primero proporcionaba; todo lo que correspondida el maestro con grandes consejos sobre féminas. Ello, bajo la participación plena de Antonio Muñoz en la tertulia Guerrita, un club que abrió en Córdoba aquel matador tras retirarse del toreo, cuando hubo de vivir de sus negocios y del campo (a fines del siglo XIX).
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Descubrí, mientras íbamos hablando y con gran sorpresa, que algunas de las cosas que mi primo Casanueva narraba de su abuelo -junto a Guerrita-, me habían sido contadas por algunos de los miembros de aquel club taurino y por otros amigos del famosísimo torero. Concretamente por Aurelio Segovia y Mora-Figueroa, un conocido abogado nacido en Jerez a principios del siglo XX, quien había ejercido gran parte de su carrera en París. El mencionado Aurelio (del que ya hablé en alguna ocasión anterior) era un entusiasta de mi guitarra y pasaba horas escuchándola. Estaba muy mayor por aquel entonces (hablo de mediados de los años ochenta), pero entre rasgueo y rasgueo -al que atentamente atendía-, siempre nos contaba anécdotas vividas en su juventud.
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Comentando de continuo las habidas en el Club Guerrita de Córdoba, en el cual participaba con apenas veinte años y donde conoció al referido notario, Antonio Muñoz. Amigo y "asesor jurídico" del Guerra, ya que a diario tenía que aconsejar al torero que no siguiera en el empeño de separarse de su mujer (que creo recordar, se llamaba Isidra -o Isidora-). Debido a que aquel diestro -retirado-, de común llegaba al club-tertulia más enfadado que un mono con zapatos; afirmando a gritos que el peor morlaco al que se había enfrentado, era la tal Isidra. Tras lo que repetía una y mil veces a don Antonio Muñoz, que le preparase los papeles de separación; todo lo que el notario cortaba advirtiendo que sus posesiones estaban bajo el régimen de gananciales y que de hacerlo así, la mitad iba a ser para su mujer. Momento este en el cual El Guerra se volvía medio loco, exclamando a voces: -"¿Y la ´mitá pa` ella...?. ¡Pero cuando a bajado al ruedo la Isidra a "atorea", si ella no ha "atoreao" nunca!"-.
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El referido Aurelio Segovia me comentaba que esos momentos eran los únicos en los que el matador se ponía como fuera de sí, mientras sus amigos intentaban calmarle y quitarle la idea de la separación de la cabeza. Luego y para tranquilizarle, parece que le llevaban muchas tardes al estudio del pintor Julio Romero de Torres; de cuyas modelos -se dice- estaba el notario Muñoz ocupado comunmente en preparar y cerrarles los "castings"... . Por lo demás, parece que al famoso diestro no le gustaba mucho "atorear" en Madrid mientras estuvo activo; por lo que sus compañeros de "club" le tiraban de la lengua en cuanto aparecía un madrileño por la tertulia Guerrita, preguntándole: -"Oye Guerra, dile a este que viene de `Madrís´ por qué no ´atoreabas` mucho por allí"-. A lo que el veterano matador siempre contestaba: -"Quiyo, es que de Despeñaperros ´pa arriba`, son ´tos` alemanes"- . Frase de El Guerra que me contó de primera mano Aurelio Segovia, pero que también oí comentar a mi tía Lolita Casanueva; quien afirmaba que lo "de Despeñaperros ´pa` arriba, ´tos` alemanes", era una "sentencia" que de común decía el torero a su abuelo -Antonio Muñoz-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Un dibujito a lápiz de Rafael Guerra Bejarano (Guerrita) pintado por mí. El famoso diestro de fines del siglo XIX, tan solo toreó unos diez años, pese a lo que consiguió ser uno de los más nombrados y recordados matadores de su tiempo. Una fama que creció con las vivencias y sus anécdotas tras el retiro (sucedido en 1889); principalmente llevadas a cabo en el Club taurino y tertulia que mantuvo hasta su muerte (en 1941). Destacaban entre las amistades de El Guerra, el rey Alfonso XIII y sus más cercanos (entre ellos Benigno de la Vega-Inclán); aunque al parecer una de las que tanto admiraba y quería al simpático diestro, era la "novia vitalicia" del marqués de Vega-Inclán (la andaluza María Belén López-Cepero y Aguado). A través de Aurelio Segovia y Mora-Figueroa, ya a mediados de los años ochenta, escuché de primera mano varias anécdotas de este conocido torero; del cual fue durante más de tres décadas "asesor legal" y amiguete, el referido Antonio Muñoz (notario de Córdoba).
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ABAJO: Otro de los curiosísimos amigos (o conocidos) del Marqués de la Vega-Inclán, dicen que era ese escritor denominado por entonces: "El raro hombre de Getafe". El tío Martín también se refería al él como una persona "extraña", pues al parecer Juan Bautista Amorós y Vázquez de Figueroa (alias Silverio Lanza), era muy "estrambótico". Iba bastante por las tertulias y reuniones de la Bolsa de Madrid, sobre todo desde que en 1893 crean su nueva sede (en la actual Plaza de la Lealtad); fecha en la que entró como "bolsista" Vega-Inclán. Un puesto -que afirmaba el tío Martín- había conseguido el referido don Benigno, tras abandonar el ejército y gracias al "patrocinio" de Nicolás Santafé, junto al banco que ellos dirigían (El Hipotecario). Sea como fuere, parece que el marqués de la Vega y Silverio Lanza tenían bastante en común, por lo que se divertían juntos en las reuniones de La Bolsa. Una amistad compartida de vivencias comunes ya que este escritor también se retiró del ejército por las mismas fechas (en su caso para irse a vivir a Getafe) y pertenecía igualmente a una conocida familia de prestigiadísimos militares. Así y hacia 1890, ambos cambiaron repentinamente de rumbo, para dedicar su vida al arte; aunque en el caso de Silverio Lanza fue de un modo más extraño y casi rocambolesco (tal como en ocasiones nos comentaba el tío Martín).
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Decíamos en el pié de imagen de El Guerra, que entre las amistades de aquel diestro se hallaban algunos de los más cercanos a Alfonso XIII; lo que también oí comentar en numerosas ocasiones al tío Martín. Quien no solo hablaba sobre algunas de las anécdotas del torero con el mencionado notario Antonio Muñoz (bisabuelo de los Santafé Casanueva), sinó que también recordaba un sucedido famoso ocurrido entre aquel y Vega-Inclán, mientras cazaban con el entonces rey de España. Narrando que en una mañana de invierno y mientras le esperaban para llegar a los puestos, vieron que se acercaba Guerrita en traje corto, con un "marsellés" (abrigo) en tono vino y con un sombrero cordobés del mismo color (todo bermejo). Observándole venir así vestido -ropa no muy apropiada para cazar- y estando aún lejos, le gritó Alfonso XIII: -"¡Oye Guerra...! . Veíamos un personaje de colorado y como no sabíamos quién eras, creímos que se trataba de un Cardenal"-. A lo que el diestro replicó -"¿Cardenal yo?... Si yo en lo mío, soy el Papa... ¡Pero el papa ´aliñá`! "-.
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Y como digo -o como escribo-, los domingos que coincidían en casa de mis padres, Aurelio Segovia con mi tío Martín (junto a otros cercanos a sus quintas); mientras charlaban con mi padre y mi hermano, no dejaban de contarse los unos a los otros anécdotas de El Guerra, en las que repetidamente aparecía el mencionado notario de Córdoba y otros amigos comunes. Atribuyendo muchas de estas historietas vividas junto al torero, a narraciones transmitidas por los amigos de Nicolas Santafé (el padre de mi tío), entre los que destacaba Vega-Inclán (quien al parecer se divertía muchísimo con las frases lapidarias del diestro cordobés). Historias del Guerrita entre las que recuerdo especialmente una, que me hizo verdaderamente gracia y que contaba en ocasiones Aurelio:
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Narraba ese abogado que en una corrida de Ronda estuvo fatal. Trás su estrepitoso fracaso en ese afamado ruedo, se supo que Rafael Guerra se dirigió el lunes a primera hora a un puesto de telégrafos (con el fin de mandar "un cable", como entonces se decía). Allí, pidió al encargado de telegramas que con toda prontitud transmitiera un mensaje que iba a dictarle, para envíar a Madrid (al diario ABC -creo recordar-). Así, y preparándose para hacerlo, el telegrafista comenzó a copiar lo que el diestro le dictaba, y que decía: -"Plaza de toros de Ronda, ganadería de Contreras, seis toros. En el primero y cuarto, Frascuelo; vuelta al ruedo y vuelta, sin éxito. El segundo y quinto para Emilio Torres (Bombita), una oreja y regular. En el tecero y sexto, Rafael Guerra (Guerrita) fantástico y el mejor"-. En ese momento, aquel que escribía, levantó la cara y mirando con extrañeza al que le dictaba, le dijo: -"Maestro, eso no es verdad... . Si Frascuelo y Bombita ayer estuvieron superior"-. A lo que El Guerra en tono adusto le contestó: -"¿Y quíen paga el telegrama: Frascuelo, Bombita, o yo?"-.
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Así era como aquellos domingos en casa de mis padres, cuando asistían andaluces (como Aurelio y otros de su quinta), no se cansaban de contar anécotas, entre las que destacaban los referidos a Rafael Guerra -de las que Segovia sabía tantas-. Un día, ya asombrado, le pregunté a Aurelio Segovia porqué estuvo tan ligado de ese matador cordobés y me confesó que su padre le había educado en la veneración a Guerrita. Tan partidarios eran de ese torero, que no admitían el éxito de Belmonte, afirmando que "Ber" había traido el "mal fario" a los ruedos. Ello porque Belmonte, había sustituido en su fama y prestigio a Rafael Guerra, lo que no podía soportar el retirado matador de Córdoba, ni menos sus seguidores.
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Tanto era así, que todo aquel que comentaba a Guerrita que Belmonte era el nuevo genio, -llegado para revolucionar las plazas y los toros-, recibía la misma frase por respuesta: -"¿Te gusta Ber...?. Po vete a verlo pronto; que ese no dura mucho. Es carne de matadero"-. La profecía de la "corná final" de Belmonte (al que denominaban "Ber... Ber...mude") nunca se produjo; por lo que hubo hasta algunos ganaderos seguidores de Rafael Guerra, que no quisieron que el nuevo dueño de los ruedos diera un pase a sus reses. Le veían mal y le llamaban "Ber"... "Bermudez" (para no mentar la "bicha" y el verdadero nombre). Afirmando Aurelio Segovia que su familia vendió la ganadería para que no los torease "Bermudez", que tenía "mu mar fario"... . -evidentemente y como podemos leer, estos conflictos y ese mundo lleno de gracia y de cultura no es el mismo al que hoy tenemos; pudiéndose comparar aquella afición y pugnas, con las peleas actuales entre los seguidores del Real Madrid y el Barcelona (o del Betis y el Sevilla) carentes de ironía e ingenio-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Tal como decimos, Benigno de la Vega-Inclán tenía "algunas" coincidencias con Silverio Lanza (Juan Bautista Amorós y Vázquez de Figueroa). Ambos pertenecían a una distinguida familia de militares, aunque hacia 1890 los dos deciden dejar su carrera en el ejército para dedicar su vida a la cultura. Pese a ello, la trayectoria del segundo -Silverio Lanza- fue más que peculiar, extraña -logrando convertirse desde Getafe en uno de los maestros de Ramón Gómez de la Serna y de algunos escritores del 98 y del 14 (Novecentistas)-.
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En la imagen superior, propiedad del archivo del Museo Romántico (al que agradecemos nos permita divulgar la foto) está fotografiado el padre de Benigno de la Vega-Inclán (Miguel, primer marqués de la Vega-Inclán). Quien, igualmente fue hijo de otro general vallisoletano: Benigno de la Vega-Inclán Enriquez, ministro de la guerra y cuatro veces laureado. Por su parte, Miguel -padre del segundo Benigno y segundo marqués (sobre el que hoy escribimos)- fue también Capitán General, tres veces laureado y gran cruz de Carlos III, además de otras condecoraciones. No tan ilustre era la familia de Silverio Lanza, pese a lo cual sus antecesores eran algunos de los más destacados hombres de la Armada -Acerca de la importancia de esta familia vallisoletana en el seno del ejército, podemos consultar la obra recientemente publicada: "LA AVENTURA DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, teniente coronel de caballería, Comisario Regio de Turismo y Cultura"; de Jose Ma. de Campos Setién (ED. AMBITO 2007)-.
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ABAJO: Plaza y campanario (antes minarete) del pueblo cordobés de Bujalance. En esta preciosa población, sita a unos sesenta kilómetros de la capital provincial, tenía sus tierras y palacetes la familia de Silverio Lanza -los Amorós y los Vázquez de Figueroa-. Lugar donde pasaba también largas temporadas el escritor, cuando decidía abandonar su retiro en Getafe. El motivo de sus visitas a Bujalance parece que no estaba tan relacionado con mantener y revisar las rentas, sino más bien en el deseo de contactar con los ideólogos del progresismo más filosófico de entonces. Un liberalismo que en gran parte nace en tierras de Córdoba (y de Ronda) de manos de los krausistas; quienes a través de idearios como el de Joaquín Costa, de ideologías como las de Giner de los Rios y de iniciativas político-filosóficas (como las de los Canalejas); llegó a regerenar en gran parte España durante La Restauración.
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Siendo así, no es de extrañar el interés de Silverio Lanza por visitar y pasar temporadas en sus tierras cordobesas, donde se estaba gestando gran parte del Regeneracionismo (surgido en principalmente del pensamiento andaluz y de la filosofía post-kantiana importada unos decenios antes, desde Alemania). En un momento en el que poblaciones como Sevilla y Cordoba, Lucena, Luque, Priego (incluso el mismo Bujalance) eran la cuna de personajes tan destacados como los Canalejas, Romero de Torres, Mario Méndez Bejarano y un larguísimo etcétera de liberales, artistas y pensadores -quienes por entonces lograron que nuestra nación se regenerase (al menos durante unos decenios)-.
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La gran mayoría de ellos eran de tendencias izquierdistas sin ser hegelianos ni partidarios de Marx; pues el marxismo aún no había entrado en nuestra Sociedad con suficiente raigambre. Por lo que aquellos primeros progresistas liberales sublimaban sus utopías en base a reconstruir la Nación sobre el recuerdo de una España culta, mágica y cívica (como lo fuera en el pasado). De ello, que tuvieran como gran pasión, el estudio de las costumbres locales, del arte de cada región y las diferencias culturales de cada zona o provincia española. Terminando por crear algo muy ajeno a lo que se entendió más tarde como progresista (o de izquierdas), dado que en su filosofía perseguían lograr el bien del pueblo culturizándolo (sin buscar simplemente el beneficio material y el progreso en base a la riqueza). De todo cuanto nació una élite científica, artística, política y humanista; de la que surge el segundo Gran Siglo de Oro Español; dando como fruto -entre otras- las generaciones del 98, del 14 y del 27 (muchas de ellas nacidas directamente del pensamiento, de la estética y tierras, andaluzas).
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Como voy relatando, sobre aquellos hombres de la España de La Restauración y de comienzos del siglo XX, se hablaba de continuo durante las tertulias de los domingos, en casa de mis padres. Destacando lo que se narraba de personajes tan "extraños" como el antes referido Silverio Lanza. Un individuo que "teniéndolo todo" por entonces: Siendo militar consagrado, de familia adinerada, de conocido abolengo y prestigiosa profesión; un día lo dejó, para irse a Getafe... . Nunca se supo por qué motivos se dió de baja para siempre en la Armada con el fin de dirigirse a esta población madrileña, donde pasó el resto de sus días meditando (según decía...) . Al parecer, cuando le preguntaban a don Silverio sobre esta "huida getafiana", contestaba que todo sabio para llegar a serlo había de ir a un lugar como el que él había elegido; puesto que allí su sabiduría se cultivaba. Habida cuenta que el conocimiento necesitaba de soledad y ascetismo; de tal modo aquel que no tuviera su templo de retiro, nunca conseguiría llegar al conocer absoluto y en plenitud. Siendo así, debió sentirse como un Lama tibetano (o como un monje Getafense), por lo cual decidió que el mejor lugar para meditar era esta población junto a la capital. Pueblo comunicado por varios trenes y en cuya calle principal habitaba este literato (antes capitan de barco), quien en verdad se llamaba Juan Bautista Amorós y Vázquez de Figueroa -aunque se hacía nombrar por don Silverio-.
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De tal modo, decía el tío Martín que "Silverio" frecuentaba como "raro escritor", los ambientes de La Bolsa madrileña, en el los que a comienzos del siglo XX era normal que sus directivos tuvieran casa de verano en Carabanchel. Ya que esa población que hoy es un barrio de Madrid, hasta entonces había sido lugar de villas para descanso -al menos desde el siglo XVII-. Por lo que esas segundas viviendas en Carabanchel de los adinerados "capitalinos", eran tan comunes como hoy puedan serlo los lujosos chalets de la costa mediterránea. A todos ellos les preguntaba Silverio Lanza el por qué de Carabanchel, si era mucho más sano el aire de Getafe. Además, allí donde el escritor vivía, un hombre podía lograr alcanzar el conocimiento, pues su retiro y reposo se hacía sin fama, ni menos con gentes conocidas que merodeasen sus casas. Por lo demás, el estado de anonimato de todo intelectual frente al pueblo y gentes de Getafe, le permitían hacer "sport" por las calles. Ello, porque Silverio Lanza odiaba la gimnasia, pero advertía que los sportsman eran muy sanos y buenos, habiendo de hacerse "sport" a diario por las calles (ya que era una buena costumbre). Pues mientras los que practicaban gimnástica, solo alimentaban la musculatura deformando el cuerpo; pero el caballero sano y normal, había de hacer lo que él denominaba "sport" (es decir: Deporte).
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Por último (y según comentaba nuestro tío Martín), eran famosos los grandes discursos culinarios de aquel al que llamaban "el raro hombre de Getafe"; quizás para diferenciarlo o compararlo con el Yetti -monstruo comunmente denominado "el extraño hombre de las nieves", quien habitaba en el Tibet; tierra de retiro, aunque algo más lejana y "elevada" que el lugar elegido por don Silverio-. Y parece que entre sus homilías sobre cocina se distinguía considerar al huevo como la esencia primera de la comida; tanto que por ser el ejemplo claro y el descendiente más cercano del "ovo primigenio", era aquel un símbolo del "alfa y omega". Siendo así, manifestaba que el huevo frito era el estado perfecto de aquel, convertido en alimento que no se puede dividir; pues al romperlo -mejor con un trozo de pan-, la yema desprende la esencia misma de la Creación (que ha de ser tan solo para un individuo, al resultar el principio mismo del "uno" o del "alfa"). De ello, compartir un huevo frito, era idea que cualquier mente inteligente puede ver como una obscenidad; tanto que convertía tan maravilloso manjar, en algo inapetecible, deslucido y sin higiene. Muy por el contrario, si nos ponían aquel "ovo primigenio" bien fritito, con un cachito de pan -o bien con una patatilla-; al notar su calor y romperlo e hincarle el diente, nos sentíamos frente al mismo eterno (convirtiendo al instante su esencia en la "omega" atemporal). Te todo ello, don Silverio dedujo qué los huevos fritos perfectos habían de salir de la sartén con forma triángular; dejando en su centro un círculo ovoide que -a modo de pestañas- hicieran ver en la yema, el ojo del Creador y su contorno (el triángulo de la Creación).
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ARRIBA: Fotografía de Mario Méndez Bejarano, en sus archivos del Ateneo de Sevilla. Este sevillano (al parecer de origen lucense), era primo hermano de José Canalejas Méndez y uno de sus más próximos ideólogos. Amigo del estadista que fue asesinado siendo Presidente del Consejo -y quizás el más querido de sus primos-, Méndez Bejarano estaba en 1912 nombrado para ocupar el cargo de ministro de enseñanza y cultura (cartera que nunca lográ desempeñar, pues al poco se produjo el atentado de la Puerta del Sol). De ideología krausista y enormemente progesista, puede ser considerado uno de los primeros andalucistas, compartiendo entre otros con los Machado -Demófilo (Antonio padre), Antonio y Manuel-, el estudio en profundidad del arte, la Historia y la cultura de esta tierra. Algunos mantienen que estaba emparentado con Rafael Guerra Bejarano (Guerrita, el torero -lo que no hemos podido comprobar-), aunque sí frecuentaba las tertulias de este y sobre todo las del pintor Romero de Torres. Por lo demás, pertenecía a la generación de filósofos andaluces progresistas, que gestaron el gran cambio que supuso la Restauración.
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Por su parte, Mario Méndez Bejarano era también familia de los pintores sevillanos Cabral Bejarano (y de sus hijos Cabral-Aguado Bejarano); en cuyo taller estudiaron entre otros los hermanos Bécquer (Gustavo Adolfo y Valeriano Domínquez). Un estudio de pintura donde se fraguó parte del liberalismo y el progresismo decimonónico; habida cuenta que tanto los Cabral-Bejarano, como la mayoría los asistentes a sus clases y tertulias, iban a las sesiones de pintura y cultura para realizar en ellas proxelitismo de las ideas que por aquel entonces se consideraban más avanzadas. Un progresismo que -como decimos-, en Andalucia y en gran parte de España, desde mediados del siglo XIX se convierte practicamente en ideologías krausistas, unidas a un culturalismo nacionalista. Filosofía política que en el Sur peninsular manaba sobre todo de la "fuente" de Lucena; hablamos de las familias Méndez y la Canalejas, cuyo primer introductor fue Francisco de Paula Canalejas, tío y maestro del que llegó a primer ministro.
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ABAJO: Mi bisabuelo Manuel Cobo Canalejas, junto a su hija (mi abuela Concepción Cobo da Riva, con unos veinte años), en la Ciudad Encantada de Cuenca -posiblemente la mujer a la derecha y de pié, sea una hermana de mi bisabuelo, aunque no puedo confirmarlo-. La foto está tomada en 1913, después del atentado en que muere José Canalejas, valedor y líder de Manuel Cobo (quien llevaba su despacho de abogados mientras el político ocupaba cargos públicos, regresando mi bisabuelo al juzgado cuando Canalejas cesaba o dimitía). Parece ser que el asesinato de su primo y amigo fue un durísimo golpe, tanto que al poco tiempo contrajo una enfermedad estomacal, de la cual murió.
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Como explicábamos al describir el carácter de estos hombres que vivieron el Romanticismo y la Restauración, su ideología y filosofía fue plasmando los innumerables cambios sociales, culturales y científicos que tuvo esa etapa histórica. Plena de convulsiones y transformaciones, pues no hay que olvidar que cuando nace la generación de mi bisabuelo (a mediados del siglo XIX), España aún conservaba colonias, el único medio artificial de transporte existente era el ferrocarril -apenas sin presencia-; los barcos de madera se propulsaban a vela y ni siquiera se editaba prensa diaria. A su muerte, ocurrida en 1916, existían los aeroplanos y los vapores de acero, las gentes se movían en coche por las carreteras; se había inventado el telégrafo y la radio, tanto como los periódicos poblaban todas las tertulias y hasta las barberías. La Rusia del Zar se había convertido ya en la futura Unión Soviética y en Europa se luchaba a bombazos (con los primeros aviones y carros de combate).
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Es decir, fueron estos hombres nacidos hacia 1850 la "generación puente" entre el Mundo Antiguo -que desde hacía milenios se trasladaba en diligencias, carros o con naves a vela- y el Contemporáneo -movido por motores de "explosión" en transportes de acero-. El tránsito entre una etapa y otra, que en España se sucede prácticamente en cincuenta años (entre 1850 y 1900); y debió ser tan duro que aquellos que lo vivieron, hubieron de desarrollar unas armas culturales y filosóficas inimaginables -para poder soportar los cambios sociales, científicos y cívicos-. De todo ello nacieron filosofías como la que nos referimos de Krause, que sería importada desde Alemania principalmente por Sanz del Rio y por Giner de los Rios. Ideología de la cual surge el movimiento de regeneración que triunfa politicamentre encabezado por Canalejas. Tristemente, tras el asesinato de José Canalejas, aquella tendencia sucumbe; ya que ni Romanones pudo ser líder de un verdadero liberalismo, ni García Prieto o Francos Rodríguez, fueron respetados como debieron serlo. De tal manera, tras 1912 los verdaderos progresistas pasaron a ser fundamentalmente marxistas (careciendo de la moderación que el izquierdismo krausista marcaba y de la religiosidad o creencias que este filósofo alemán y bondadoso, promulgaba).
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Para que comprendamos la situación de entonces, aunque nos pueda parecer incierto, un ejemplo del mejor progresista y liberal de principios de siglo XX fue Benigno de la Vega-Inclán. Quien en su ideología altruista dona casi todos sus bienes y colecciones al Estado, con el fin de crear museos, culturizar a las gentes y generar turismo en las ciudades más bellas de España. En ese empeño y función de mejorar a los españoles, fue nombrado en 1911 por José Canalejas Comisario Regio de Turismo (primer secretario de Estado para este fin). Puesto que ocupó hasta la llegada de Primo de Rivera; así en 1921, el marqués de la Vega-Inclán traslada sus oficinas al palacio de la Calle San Mateo 5, donde continúa con su labor como mecenas y promotor de turismo de España, comenzando a proyectar lo que en un futuro será el actual Museo del Romanticismo.
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4.- VEGA-INCLÁN Y EL ROMANTICISMO: El regeneracionismo cívico y el equilibrio cultural que llevó a cabo don Benigno, frente a los movimientos liberales más radicales del siglo XIX.
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Este último epígrafe es en verdad la conclusión de cuanto narrábamos en los anteriores, que por sí mismos no tenían más función que poder mostrar (de algún modo y de manera divertida) cómo eran las gentes y la Sociedad de fines del XIX y comienzos del XX. Pues cuanto de genial tenían los españoles de hace cien o ciento cincuenta años, quizás se debía en gran parte a la situación terrible que vivieron. Ya que su patria (nuestra España) se hallaba en un estado de putrefacción incompresible e incalculable, desde hacía décadas. Una desintegración que había comenzado con las primeras pérdidas de colonias en ultramar a fines del XVIII, seguida por la invasión francesa y culminada por la llegada de Fernando VII tras la desaparición de Napoleón. Y aunque la guerra de la Independencia se gana; mientras, se van sucediendo las independencias de cuanto quedaba del imperio español. Todo lo que continuó con la regencia y posterior coronación de Isabel II sobre un trono que intentaron arrebatarle su tío, su hermana, su madre; e incluso, su marido (que la odiaba tanto como los familiares más cercanos -antes citados-).
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Traspasaron así la mitad del siglo XIX los españoles, centuria en la que se habían matado entre ellos por millares en las numerosas guerras civiles (carlistas), decidiendo finalmente echar a la monarquía de España. Declarando una primera República en la que el desarraigo y la desvertebración fue tal, que Alicante atacaba con sus barcos de la armada a Barcelona; mientras Málaga hacía lo mismo con Cartagena y con otros puertos españoles del Mediterráneo. Por su parte, en esos días Jumilla se intentaba proclamar Estado Independiente, ya que Albacete deseaba declarar la guerra a sus provincias vecinas, a la vez que Cartagena pensaba conseguir pronto ser considerada cantón federal y libre de Murcia: Un cuasi-país en la República hispana... .
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Como podremos haber leido en los párrafos anteriores, los tres primeros tercios del siglo XIX en nuestra nación no fueron una locura porque ningún loco es capaz de hacer -menos aun pensar- las barbaridades que en aquellos años realizaron los españoles. Pese a todo, tras el fin de la Primera República y con La Restauración se llegó al acuerdo de regenerar esta nación -que había sido una de las más poderosas de la Tierra, para llegar a convertirse en aquel centenio en un verdadero detritus-. A todo ello lo que más contribuyó fue la transformación del progresismo radical, en un progresismo moderado y culto, capaz de pactar con los conservadores para sacar de la miseria cívica al pais que gobernaban. Por su parte algunos de los conservadores igualmente cambiaron hacia miras más liberales, pudiendo conformarse una estabilidad en la que muchos acordaban que lo único importante era culturizar a las gentes y darles una capacidad económica suficiente como para que pudieran vivir con todas sus necesidades cubiertas.
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Esta ideología que pretendía hacer nacer el Cuarto Estamento, convirtiendo el proletariado -y la mayor parte de la población- en una gran Clase Media, es la que fundamentaba los cimientos del Regeneracionismo. Ideas que eran compartidas por grupos de progresistas y de conservadores, ya que ambos podían acordar como mejor fin, el de enriquecer a los pobres (unos en el intento de suprimir la miseria y otros, incluso en el de aumentar sus riquezas). Sea como fuere, la idea de hacer ricos a los pobres era el principio del krausismo regeneracionista español y distaba mucho de otros movimientos progresistas de la época, que buscaban como fin primero empobrecer a los ricos para igualar la sociedad (una medida de dudosa efectividad, por cuanto ello podía suponer a su vez empobrecer más a los pobres). Siendo así, muchos de los más potentados y algunos de los más nobles se permitían ser los adalides del progresismo (entre los que se encontraban personajes como le Emperatriz Eugenia de Montijo, miembros de la casa de Alba o el famoso Romanones). Lo que en verdad era cierto en muchos casos, siendo un claro ejemplo de ello Benigno de la Vega-Inclán, quien conforme a su filosofía e ideología, dedicó su vida y bienes al pueblo y a la cultura.
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ARRIBA: Grabado de Villegas y Cordero que se expone en el Museo del Romanticismo, donde se representa el famoso Banquete de los Progresistas de 1863 (agradecemos a esta institución nos permita divulgar la imagen). Fue esta una reunión de liberales y demócratas, tras la que se vió que ya la monarquía de Isabel II estaba herida de pleno, al observar como el pueblo español se hallaba absolutamente disociado con su Casa Real. Poco después de aquel se sucederían los intentos por mantener a la reina en su trono, y los posteriores de implantar una monarquía nueva -o electa-, tras lo que llega la fracasadísima I República (que apenas duró once meses). Después de todo ello, una parte de los monárquicos entienden que hay que cambiar el país y se llegan a hacer progresistas, logrando aislar a las facciones más retrógradas, equilibrando así a la nación, beneficiado al pueblo para regenerar la Nación. Entre estos hombres de enorme tradición y con grandes ideales de progreso, se hallaba Benigno de la Vega-Inclán; a los que en gran parte se debió la estabilidad tenida en La Restauración -al menos hasta la muerte de Canalejas- .
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ABAJO: Precioso cuadro de Antonio María Esquivel que presenta el Museo del Romanticismo en sus primeras salas -al que agredecemos nos permita divulgar su imagen-, donde podemos ver a la reina Isabel II paseando junto a su marido (Francisco de Asís). Tal como escribimos, estos dos monarcas llegaron a ser odiados por los movimientos progresistas de mediados del siglo XIX, en especial entre los románticos, quienes sentían una animadversión especial hacia Francisco de Asís (quizás por la extraña relación existente entre él y su cónyuge). Poetas o pintores como Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano, o los Cabral Bejarano manifestaban abiertamente su rechazo hacia la monarquía, todo lo que de algún modo provocó un progresismo radical que trajo las terribles consecuencias de la I República. Finalmente esos sentimientos extremos fueron equilibrados por las gentes de la siguiente generación (los de la Restauración), quienes procuraron crear una nación en paz, basada en pactos y acuerdos entre las diferentes ideologías.
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Un caso de este tipo de hombre con mentalidad culta y abierta es el de Benigno de la Vega-Inclán, que siendo uno de los mejores amigos de Alfonso XIII, creó un museo como el del Romanticismo donde se recogen las obras de los Cabral Bejarano y de los Becquer; rindiendo homeneja a las principales figuras del romanticismo (sin atender a su ideología o carácter). Este sentido de la pluralidad y del respeto, unido a la comprensión de que aquellas personas que vivieron el medio siglo XIX, pudieron terminar odiando una casa real que tan solo planteaba guerras y conflictos fraticidas. Hizo que figuras como las de los Bécquer tuvieran un lugar preferente en este museo; y ya tan solo fueron recordadas en su verdadero carácter de hombres románticos, pintores y poetas (quedando al margen y en el olvido sus problemas políticos motivados por el periodo que tuvieron que vivir).
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Como vamos exponiendo, el claro ejemplo del regeneracionista fue aquel hombre que deseaba culturizar al pueblo y cubrir sus necesidades, tal como el Ideario de Joaquín Costa marcaba, con su famosa frase "escuela y despensa". Tras ello mandaba también Costa cerrar con "doble llave el sepulcro del Cid" una frase que claramente indicaba a los nobles, caballeros o militares -y hasta a los señoritos españoles- que se olvidaran de las antiguas andanzas y glorias, para poner los pies sobre el suelo y comenzar a reconstruir un país hundido. Una labor que, sin duda, algunos (como Benigno de la Vega-Inclán) supieron realizar de un modo inmejorable. Tanto que si en España hubiera habido cien Benignos como aquel, de seguro el país no hubiera entrado en la crisis social que vivió en el primer tercio del siglo XX, ni menos en lucha de clases que se produjo tras la muerte de Canalejas (principalmente con la llegada de Primo de Rivera). Ello, porque una élite consagrada a enseñar a quienes no han tenido oportunidades de aprender y dedicada a que muchos sean educados y vivan como ellos; llega a generar una nacion rica y culta.
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Este sin duda fue el intento que pretendió Maria Victoria Eugenia, la mujer de Alfonso XIII, quien desde 1905 quiso importar la democracia inglesa a España siguiendo con el modelo semejante al de Sagasta y Cánovas, para lograr asentar definitivamente un partido Conservador y otro Laborista (liderando ese "ala izquierda"  Canalejas). Bipartidismo que de haber triunfado, de seguro hubiera integrado definitivamente a España en Europa, evitando además toda confrontación nacional. Aunque, por tristeza, parece que a los españoles lo que más les divierte es la experimentación política y en vez de copiar modelos que probadamente funcionan (como el inglés o el norteamericano), prefieren y prefirieron inventar "su propia democracia".
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Evidentemente, el Regeneracionismo no pretendía inventar; tanto que Unamuno daba poca credibilidad a los inventos españoles y alentaba a que las nuevas ideas llegaran de fuera... (quizás eso es lo que expresaba con esa incompresible frase de "que inventen ellos"). Ya que el hecho cierto es que como decía Ramón Gómez de la Serna "los experimentos se hacen con Casera" (tal como exclamó en el Café Gijón cuando un camarero derramó media botella de champagne al abrirla experimentando un nuevo método de apertura). Todo lo que indica claramente que más nos valía (y nos vale) no inventar tanto y haber seguido el modelo inglés -tal como pretendía Maria Victoria Eugenia-. Pues muchos fueron los partidos e ideas nuevas creadas en esa España de principios de siglo, que -como a día de hoy-, se cubría de mil colores e ideologías y "paises"  (impidiendo ser definitivamente gobernada). Pese a ello, frente a quienes siempre sembraron la discordia pensando que en "río revuelto hay ganancia de pescadores"; estuvieron hombres como Benigno de la Vega-Inclán. Que dedicó su vida a la concordia; quien en el museo que finalmente abre en lo que fueron sus oficinas (y con gran parte de sus fondos particulares de colección), rindió homenaje a los liberales, a los progresistas y a los más republicanos; colgando junto a ellos los retratos de reyes y reinas. Todo lo cual no es en sí mimo más que la verdad de la Historia y de la cultura;  la del momento en que tuvieron que vivir y convivir gentes de muy diferentes ideas, estratos y hasta intenciones.
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SOBRE ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Arriba, Gustavo Adolfo Bécquer fallecido, pintado por su amigo Vicente Palmaroli (hacia 1870). Abajo, lienzo de Valeriano Domínguez Bécquer, titulado "baile de campesinos en Soria" (1864). El Museo del Romanticismo -al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes- y como no podía ser menos, rinde homenaje a ambos hermanos que murieron en plena juventud y en 1870. Queridos y admirados en la historia por Benigno de la Vega-Inclán (quien era un joven de doce años cuando fallecen), los integró en el periodo que vivieron tan solo cuarenta años después de su desaparición; sin separarlos de quienes eran sus adversarios y enemigos políticos.


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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, lienzo de Manuel Cabral y Aguado Bejarano, titulado LA COPLA; abajo otro cuadro del mismo autor llamado PATIO DE CABALLOS (hacia 1860, agradecemos al Museo del Romanticismo nos permita divulgar las imágenes). Cabral Bejarano (padre de Manuel Cabral y Aguado Bejarano) fue el maestro de Valeriano Domínguez y de Gustavo Adolfo Becquer. Como hemos dicho, en el estudio sevillano de los Cabral Bejarano, se fraguaban los más terribles contubernios antimonárquicos y se presentaban las ideologías más progresistas del medio siglo XIX hispano. Por su parte, esta familia (compuesta al igual que la de los Machado, por: Antonio padre y Manuel y Antonio -hijos-) fueron los creadores del Museo de Bellas Artes de Sevilla, dando a conocer a pintores hasta entonces ignorados como Valdés Leal, o Llanos Valdés. Queridos y admirados por Benigno de la Vega-Inclán, en el Museo del romanticismo se conservan varias obras de Manuel y Antonio Cabral, Aguado Bejarano. Estas labores de cultura y de justicia histórica, como las del marqués de Vega-Inclán, fueron algunas de las que más beneficiaron a las élites españolas, logrando estabilizar su Sociedad a comienzos del siglo XX.

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