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De ese modo recordé la referida anécdota que siempre contaba mi padre, sucedida en mi bautizo. Tenía yo apenas unos días de existencia y al parecer era enorme; para colmo, y como hacía un calor infernal en esas fechas veraniegas, me llevaban medio tapado -todo lo que permitía ver kilos y kilos se grasa cayendo por mis costados-. Así, cuando iban a echarme el agua de la pila, preguntó a mi madre el cura de la iglesia de Chamartín:
-"Señora... ¿Eso muerde?"-
A lo que mi progenitora respondió: -"No. Solo impresiona, pero aún no tiene dientes"-
Replicando el diácono -"Si es así, me atrevo a darle el agua con la mano"- Quedose un momento parado el cura, y luego prosiguió con las siguientes palabras (antes de bautizarme): -"No se preocupe, que con esa cara de bestia... Este le llega a ministro"-.
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La anécdota que hoy recojo quizás nos sirva para poder comprobar como en España el inconformismo con los mandatarios y el poco aprecio que siempre se ha tenido por los dirigentes, es un hecho ancestral e histórico. No una circunstancia de hoy ni del mañana. Ya que hasta en los tiempos de mayor bonanza y en los días de más prosperidad, la confianza del pueblo hacia quienes nos gobiernan, ha sido casi siempre nula. Tanto que -por llevar la contraria al régimen- solo en nuestro país se ha gritado "Viva las cadenas"; sustituyendo un sistema constitucional, por ese monarca llamando "El deseado" (Fernando VII) -que había traicionado a su padre, regalado el reino a Napoleón, engañado y machacado a todos los ciudadanos de bien, acabando con las garantías parlamentarias y judiciales de nuestra primera Constitución-. Ello, porque el español en su mayor esencia es anarquista de nacimiento; todo lo que significa que venera a aquel que termine con el Régimen establecido (sea el sistema vigente, bueno, malo -o "mediopensionista"-).
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ABAJO: Foto de mi séptimo cumpleaños en 1968 y con mis amigos alemanes (yo de amarillo y a la izquierda). Hasta los seis años había vivido en España y no conocía otra forma inteligencia mayor a la del perro callejero; chuchos que cuando uno se agachaba para atarse los cordones de los zapatos, salían despepitados. Nunca supe por qué esos canes pueblerinos echaban a correr cuando cualquiera hacía ademán de acercarse al suelo; hasta que un amigo me comentó que "consistía en una medida de prevención", por si cogías una piedra para tirársela. Aquello me pareció un milagro intelectual y así se lo transmití a ese amiguete; quien para ampliar mis conocimientos, me explicó que lo mismo -o algo semejante- sucedía con otras especies. Para demostrarlo, me llevó ante un palomar y me dijo que hiciera el gesto de dar un tiro: Colocando brazos y manos como si tuviera una escopeta. Realicé lo que me pidió y los pájaros ni se inmutaron. Al momento me dió una garrota que él llevaba y me instó a que hiciera el mismo ademán, pero usando el palo como si fuera un arma (apuntando). En ese momento y antes de poder llegar a terminar esta postura, la mayoría de las palomas habían echado a volar, creyendo que el gran bastón era realmente una escopeta.
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Tras ello mi amigo replicó: -"Ves... Eso es la evolución de Darwin, resumida en un escopetazo: Cuando los pájaros ven que tienes algo largo entre las manos y que les apuntas, salen huyendo; pero sino llevas nada, ni se inmutan. Esto debe venir desde el arco y las flechas, hasta hoy; por eso también temen a una garrota..."-.
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Me quedé maravillado, sorprendido y hasta embrujado del evolucionismo de Darwin. Tanto que después de aquella experiencia, cuando andaba por Trujillo -o por su vecina Madroñera-, solía llevar un garrote para hacer el referido ademán. Comprobando cada vez que podía como las aves echaban a volar si se les apuntaba con un objeto semejante a una flecha -o una escopeta-. Algo que parecía mágico y explicaba la famosa teoría del pensador inglés por la cual sobrevivían las especies que mejor se adaptaban.
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En este estado filosófico y con seis años me madaron a Alemania por primera vez, donde la comunicación con aquellos niños germanos y tan educados, era harto difícil. Pues "esa gente" por aquel entonces pertenecía a otra civilización; un mundo regido por la constancia y la laboriosidad, no por la capacidad de adaptarse (tal como nos enseñaban en España, donde el problema era subsistir). Digo por ello, que hasta mi primer contacto con los alemanes, conocía un entorno en el que se invitaba a "evolucionar en plan Darwiniano". Ya que una de las dotes del individuo que más admiraban los españoles eran su capacidad de adaptación; enseñando a pequeños y mayores que lo mejor en la vida era aguantar -y si se podía, más que un buzo bajo el agua-. Observando como una de las virtudes más destacadas personales, la de mimetizarse con la Sociedad; ello, hasta convertirse en lider de uno de sus grupos (todo lo que significaba el éxito).
Evidentemente esta educación hispana era puro evolucionismo ("Darwinismo reptiliano..."); generado una inteligencia muy semejante a la que desarrollaron las palomas o los perros callejeros -quienes huían ante una situación de peligro-. Pero a mi llegada a Alemania hube de preguntarme si la adaptación era inteligencia o listeza. De ello percibí lo que significaba una civilización y su relación con las palabras que creaba cada cultura. Ya que en nuestro idioma se distingan perfectamente ambos conceptos (listo e inteligente), algo que no sucede en otras lenguas. En los que para definir al lúcido y distinguirlo del pensador, a veces cuesta mucho; tal como sucede en japonés, donde inteligencia se dice "buena cabeza" (ii-atama) y para describir a alguien muy listo -pero que carece de profundidad y de pensamiento- siempre me veo obligado a decirles que "es rápido de cabeza, pero que no la tiene buena" (atama wa hayai demo ii ja nai). Todo lo que les produce risa y hasta les impresiona, porque entre los nippones no es tan común separar al inteligente del listo, tal como en España no se diferencia al valiente del temerario. Estas distintas culturas y diferentes civilizaciones, son las que fui viendo y viviendo; y de las que -en gran parte- se forjó lo que fui y lo que soy. De todo ello hablamos en el artículo que aquí comienza.
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A).-SOBRE LA INTELIGENCIA EVOLUTIVA Y SOBRE EL PENSAMIENTO: .
1./- Del amor hispano por los revolucionarios:
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Intitulamos del modo que leemos estos primeros epígrafes continuando con las ideas expuestas en los pies de foto -sobre este párrafo-. Donde explicábamos que existe un modo de inteligencia evolutiva, que consiste principalmente en desarrollar la capacidad de adaptación (lo que en español se clasifica como listeza). Frente a otro tipo de intelecto, que parte desde el estudio y del pensamiento, plenamente ajeno a los conceptos de adaptación o éxito social. Tanto, que ese segundo modo de inteligencia -la auténtica- comunménte va en contra de muchas de las normas de su época, por lo que normalmente es no logra amoldarse a su entorno. Un hecho que hemos podido ver en infinidad de genios, quienes a lo largo de la Historia han sufrido persecución, o han sido condenados al ostracismo; tan solo por pensar de un modo distinto al de su tiempo. Ejemplo de ello pueden ser Copérnico, Galileo o Servet (en el Renacimiento), al igual que en la Antigüedad lo fueron: Aristarco y Esopo -como filósofos- o Budha y Jesucristo -como maestros espirituales-.
Mucho he reflexionado acerca del por qué en nuestra nación la inteligencia que más se valora es la listeza y que personalmente denomino como "Darwiniana" (por no decir "reptiliana"). Pero creo que hay antecedentes históricos y costumbres ancestrales, que pueden explicar por qué el hispano o el ibérico, adora la capacidad de adaptación del individuo. Ello siempre que esa facilidad para acomodarse se refiera al entorno interno; pues si el español se amolda a una Sociedad o a un grupos extranjero, puede llegar a ser considerado un "chaquetero". Es decir, que comunménte el hispano infravalora a aquel que es muy querido en el exterior, o se comporta como acostumbra a hacerse en otros paises (entendiendo, que de algún modo se ha vendido al enemigo). Por el contrario, adora al que intenta ser líder en su territorio, siempre y cuando luche contra los poderes establecidos. Ello, hasta que aquel que logra éxito pleno; momento en el cual pasa a ser un mandatario más y por lo tanto un nuevo tirano... .
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Lo que hemos expuesto en el párrafo anterior implica que el españolito de a pié normalmente solo venera al revolucionario, o al que se arriesga (como hace con el torero). Aunque una vez que este ha logrado triunfar y llega a gobernarle, lo considera un nuevo dictador, que ha venido a sustituir a su malvando antecesor. Este es un dogma social ibérico, que se repite como las "falsetas" en el flamenco; variando pero perfeccionándose y mejorando con el paso de los siglos. Un sentimiento atávico -que no precisa ser enseñado-, por el cual los hispanos piensan que todo el que nace en una élite, o llega hasta "arriba" en la Sociedad, es un depredador. Algo que en mi opinión se debe a nuestra compleja Historia -como explicaremos a lo largo del artículo que leemos-.
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Pese a lo antes dicho, nuestra Nación -muy al contario de otras- cuando más ha callado y aguantado, ha sido mientras vivía bajo las fauces de un tirano, al que todos odiaban y temían. Fuera este un monarca o un general, absolutista o dictatorial; de los que su gran mayoría murieron en la cama, sin apenas resistencia y pudieron disponer de su magnánimo poder como les venía en gana. Por el contrario, cuando España se vió gobernada por individuos de cierta "modernidad liberal", el pueblo instó a subirse a la chepa del mandatario, aprovechando que no era tan duro. Destacando así en nuestra Historia periodos en que los tuvimos dirigentes dedicados a la cultura -o con aficiones muy personales-, a los que sus súbditos infravaloraron y tomaron casi como idiotas. Siendo este el caso de: Felipe IV, el de Carlos III, Fernando VI y de Alfonso XII; todos ellos, grandes reyes y que promovieron etapas de oro (al menos literarias y artísticas).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Escultura de Viriato que actualmente da nombre a la plaza principal en la ciudad de Zamora. El modelo del artista zamorano Eduardo Barrón, fue premiado en Italia en 1884; época en la que el estudio de este pesonaje histórico tuvo un destacado avance; siendo dado a conocer Viriato por la arqueología romántica, como paradigma de la cultura ibérica. Finalmente, aquel pastor lusitano que luchaba contra la invasión romana se hizo famoso entre el pueblo, habiendo sido adoptado "hijo" de múltiples lugares peninsulares. Estableciendo como uno de sus emplazamietos de origen, a Zamora -o bien a Tras os Montes-; aunque no falta quienes lo consideran de Mérida o de la Lusitania baja (junto al Tajo) tanto como quienes afirman que era procedente de tierras del Guadiana (y hasta celtíbero).
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Pese a todo, sí puede demostrarse que habitó en las Villuercas (junto a la las estribaciones de Guadalupe). Aunque luchó contra Roma primero en Andalucía y más tarde organizando sus hordas desde sistemas como Sierra Morena. Pero parece ser que su lugar de refugio preferido era el famoso Mons Afrodisios; un "pico venusino" citado por Apiano y que Schulten identifica con el puerto cacereño de San Vicente. Muy cerca de este lugar y muy de niño me inculcaron el cariño hacia este personaje; debido a que desde los cinco años mis padres me llevaban a pasar las vacaciones de invierno en una casa, próxima a las Villuercas (entre Trujillo y Madroñera). Allí, los pastores con los que continuamente hablábamos y convivíamos, me enseñaron quien fue Viriato. Señalándome una montaña que de lejos se divisaba (a unos treinta kilómetros de donde estábamos), indicándome que allí se encontraba la tumba de aquel otro pastor que se hizo general.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Fotografía del monte situado entre Miajadas y Trujillo, llamado Puerto de Santa Cruz de la Sierra; donde la leyenda extremeña recuerda que fue enterrado Viriato. Aún conservo en la memoria el primer día que escuché esa historia, cuando tenía yo unos seis o siete años. Estábamos reunidos en un chozo, junto a la lumbre; y todos -en su mayoría ganaderos- narraban historias de Viriato (cuentos, invenciones o curiosidades en las que el lusitano era el protagonista). En un momento yo pregunté con voz alta: -"¿Y quién era ese Viriato?"-. Los presentes me miraron con cara de extrañeza y uno de ellos me sacó del chozo tomándome fuertemente por el brazo e imprecando por qué si iba a diario a la escuela, nadie me había enseñado la historia de aquel guerrero lusitano. Tras ello me señaló este pico en imagen (de Santa Cruz) y que se veía perfectamente desde el lugar en que estábamos (llamado Las Infantas). Mientras, ese hombre que me instruía, me dijo literalmente:
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-"Viriato era un `pastol´ que llegó a general. `Extremeñu´ de pura cepa y era un tio `cojonuísimo´ que se las hizo `pasal putas´ a los romanos. Que poco más y no llegan a conquistarnos gracias a él. Y en `esí´ monte que se ve a lo `leju´ y que `si´ llama de Santa Cruz; allí está enterrado con `doh cojoneh´"-.
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Al escuchar estas palabras y saber que me estaban hablando de un hombre que vivió estas tierras más de dos mil años atrás, quedé maravillado. Desde entonces mi mente comenzó a soñar y a meditar sobre los campos de Extremadura... . Pensando en Roma, en Viriato y hasta en Tartessos. Sueños como el de Escipión, que han dado sentido a mi vida interior, y que fueron naciendo de aquellas leyendas y de esas tierras maravillosas cacereñas -cuyo otoño es prodigioso y cuya primavera es una de las más bellas del Mundo (tan solo comparable con la de Japón)-.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías de las vistas que se pueden disfrutar junto a Solana de Cabañas y a Cabañas del Castillo, en las cumbres de las Villuercas. En la superior podemos ver los riscos en los que se debieron resguardar los iberos a la entrada de Roma (entre ellos Viriato). En la inferior, el valle que dominan estas estribaciones que culminan en los famosos puertos San Vicente y Miravete; cuya vista alcanza hasta la provincia de Badajoz. En la imagen de abajo he marcado con una flecha el lugar del Puerto de Santa Cruz, donde dice la leyenda que fue enterrado Viriato -al fondo en la foto, podremos ver la Sierra de Montánchez, muy próxima a Mérida y quizás los montes de Alange, ya en Badajoz-.
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El hecho cierto es que los lusitanos, baeturios y vettones pudieron resguardarse en estos parajes que vemos, haciéndose invencibles a los romanos; no solo por lo encrespado de la zona y por dominar desde allí la vigía de cientos de kilómetros. Sino además por tener el lugar fauna y flora suficiente para subsistir sin problema alguno (miel y cabras, fundamentalmente); a más de ser muy rico en minas. Todo lo que convirtió estos montes cercanos a Guadalupe, históricamente un punto fundamental para guarecerse. Ello no solo por sus rocosas cumbres, sino fundamentalmente por contener yacimientos de metales. Posibilitando las fraguas y hererrías para crear armas obtenidas directamente desde los minerales extraídos en lugares muy cercanos (como Logrosán).
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Continuando con el modo en que conocí a Viriato a través de los pastores de Madroñera, seguiré relatando como tras aquel descubrimiento en la reunión del chozo, regresé a casa -sita a un par de kilómetros de donde paraban los rebaños y a unos cuatro de Trujillo-. Nada más llegar, conté a mi hermano mayor (Mario) cuanto me habían narrado y él quedó asombrado con la historia. Salimos ambos a la puerta, a ver el campo y le señalé aquella montaña en la que se decía que estaba enterrado el general lusitano; mientras, él no daba crédito a mis palabras. Tras ello, comenzó a hablarme de Viriato y me obligó a aprenderme los nombres de los traidores que le mataron, de los que aún recuerdo se llamaban: Ditalcos, Audax y Minuros. También me enseñó que desde el asesinato del pastor guerrero llevado a cabo por sus más cercanos colaboradores, existe esa máxima que dicta; "Roma no paga a traidores". Habida cuenta que los romanos instigaron a los comandantes de Viriato a perpetrar el crimen, que -según me contó- realizaron escondiéndose en unas cortinas y esperando a que durmiese, para clavarle un cuchillo en el cuello (pues nunca se quitaba la coraza). Aunque trás aquella traición, los criminales no fueron pagados con honra ni dinero alguno, sinó con una misma moneda.
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Entonces fue cuando me enamoré del personaje ibérico, preguntando a mi hermano por qué le mataron y qué motivos llevaron a que le hicieran tal afrenta. A lo que él me contó que por aquel entonces ya estaba casi conformada la paz con Roma y había llegado al punto de que lograsen hacer una provincia semi-independiente a la Lusitania, al mando de Viriato y bajo la vigilancia de Roma. Elegido como Dux de los lusos, firmó un primer tratado que fue quebrantado por los latinos. Pese a lo cual volvió a vencerles, tanto que poco antes de su asesinato Roma se veía en la necesidad de acceder a los deseos del pastor y general, quien pensaba lograr que esta zona de Iberia quedase más o menos libre del ejército enemigo, como aliada y solo bajo el mando ibérico. Pero trás el éxito logrado por Viriato y sintiendo que le iban a reconocer como Dux, ello suscitó la envidia y la mezquindad de los más cercanos. Tanta, que sus principales comandantes le mataron mientras dormía... .
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Esta historia que hoy recojo, casi medio siglo después de que me fuera enseñada y que viví con apenas seis años -a muy pocos kilómetros de donde se sabe habitó el lusitano y del lugar en que se dice que está enterrado-. Ha sido uno de los hechos que más marcó mi vida intelectual. Sintiendo desde entonces la llamada de la arqueología, junto al misterio del pasado (como destino inevitable que nos rodea y nos imprime el carácter, la cultura y nuestra forma se ser).
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2./- Venerar al que se adapta y adorar a quien rompe el sistema:
.Después de ralatar la historia de Viriato (héroe por revolucionario y por traicionado), no llegamos a entender bien la idiosincrasia española. Pues, podríamos demostar que nuestra Nación ha rendido culto a quienes mayor grado de adaptación social han logrado (aunque fueran de lo más rastrero). Pese ser también muy cierto, que ha venerado a los que más se han opuesto al poder (aunque su postura fuese absolutamente irracional). De tal modo vemos históricamente, que junto a figuras como Antonio Pérez (el secretario sin escrúpulos ni moral de Felipe II), aparecen otras como la de Juan Lanuza (el Justicia de Aragón que se dejó matar por defender los fueros y proteger al miserable de Antonio Pérez). Extraños hechos que se repiten siglo tras siglo, donde observamos como los idealistas hispanos llegan a delirar; dando protección y nido a individuos cuya moral no existe y con un comportamiento aberrante. Unas pautas que curiosamente se dan en casi todas las sublevaciones y revoluciones, de las muchísimas encabezadas por estas gentes de Iberia; para quienes llega un punto, en el que todo vale -o en que el fin justifica cualquier medio-. Pasando del sueño de libertad al delirio del libertinaje; o de la necesidad de autoridad a la locura del autoritarismo.
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Llegado a este punto debemos plantearnos por qué se produjo continuadamente en nuestro país este grado de incertidumbre moral. Tanto como para confundir una turba agitadora con un ejército liberal; a un golpista con un libertador; a un guerrillero sanguinario, con un héroe y a un inquisidor, con un hombre santo. Todo lo que se explica por el hecho anteriormente referido, a través del cual comunmente se ha entendido que el más inteligente era el que mayor capacidad de adaptación tiene; o que el mejor, es el más valiente. Unos conceptos demoledores desde el punto de vista intelectual, habida cuenta que la verdadera inteligencia se adelanta a su tiempo y pocas veces se adapta a su Sociedad. Del mismo modo que no hay por qué exigir un enorme valor, al hombre de gran cabeza.
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Siendo así y poniendo como ejemplo los animales que gustan en nuestras tierras; hemos de decir que al parecer el español, lo que más ha valorado fue a quienes se comportaban como perros (fieles o falderos), o bien como un toro (terriblemente fieros). Los primeros, simbolizados en aquellos que logran amoldarse a todo y que como el perrillo siempre acompañan y protegen al amo. Un tipo de hacer cortesano, del que hay manifiesto testimonio hasta en época medieval, cuando algunos de los más cercanos al soberano le rendían pleitesía de esta manera. Tanto es así que uno de los lemas más famosos llegó a ser el dado a Roa, cuando Enrique IV entrega esta ciudad a Don Beltrán de la Cueva; escribiendo en su escudo la leyenda: "quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can" (ver imágenes bajo las de estos párrafos, en el siguiente epígrafe). En contrapartida a aquellos "cánidos", están los españoles que de manera visceral se oponen a todo y luchan contra cualquiera. Tal como realiza el toro bravo, que siendo herbívoro y sin necesitar carne para alimentarse; embiste contra cuanto que se le interponga. Dos comportamientos o dos totems que regulan la escala de valores del bien y del mal a lo largo de la Historia hispana.
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ARRIBA: Imagen junto a la reproducción de la famosa estela de Solana de Cabañas, en el municipio de Cabañas del Castillo. Mi mujer al lado de Gregorio, el alcalde, guía y maestro de ceremonias arqueológicas; en cuyo restaurante y mientras su esposa nos preparó los típicos platos extremeños, él debatió y nos narró las historias de Viriato. Contadas y guardadas de primera mano; pues tal como decían los sabios, desde el siglo segundo a.C. y hasta hoy, tan solo hay unas ochenta generaciones (cuatro por centuria). Todo lo que supone que cuarenta abuelos habrían narrado estos relatos a sus nietos, quienes a su vez los contarían a sus descendientes; llegando así hasta nosotros las leyendas de Viriato tan solo dictadas por cuatro decenas de generaciones, a lo largo de dosmil doscientos años.
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Revivo mi sueño de Viriato frecuentemente (al que tanto admiraba y al que sigo cuando estoy en España), viajando junto a mi mujer por los lugares que el pastor lusitano frecuentó. Y hace apenas un año, paré a comer en Solana de Cabañas, tras visitar Berzocana (población de las Villuercas donde fuimos a estudiar su tesoro ). Tras degustar la magnífica gastronomía extremeña que prepara la mujer del alcalde, pude hablar y entablar amistad con su marido -quien además de un arduo trabajador por el pueblo, es guía y asesor de vicisitudes arqueológicas-. Así me encontré con un tipo genial, de nombre Gregorio Solano y con una edad muy cercana a la mía; quien igualmente compartía el sueño de Viriato (narrado por los lugareños). Estuvimos charlando horas sobre el general y pastor lusitano, del que Gregorio sabe mucho, e intuye más. Luego, tras subir a ver la réplica de la famosa estela de Solana en el lugar cercano donde fue hallada (la mal denominada por algunos "estela de Logrosán"); pude comprobar que una copia de aquella losa tartessia estaba en Japón. Todo lo cual colmó mi alegría.
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ABAJO: La estela de Solana de Cabañas (pieza original propiedad del M.A.N.); fechada en el final del Bronce (entre los sigos IX al VII a.C.) y hallada en las tierras que habita el famoso Gregorio Solano. La foto fue tomada en los días de inaguración del "reformado" Museo Arqueológico Nacional (hace apenas unos meses), al que agradecemos nos permita divulgar la imagen. Como podemos ver, representa en su parte central, un guerrero (semitumbado o muerto) y su escudo. Sobre aquellos, la espada, lanza, casco y espejo (como objetos votivos o de guerra). En la zona baja y rota de la losa, vemos tallado el carro -del que más se distinguen, las cuatro ruedas-.
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Según narra Gregorio, la aparición en estos lugares de losas funerarias como la que vemos, mucho tendría que ver con Viriato. Y pese a que esta pieza es tartessia (o de final del Bronce), antecediendo cinco siglos al pastor lusitano; mucha razón tienen sus palabras el alcalde de Solana. Pues lo que demuestra esa estela es que esta zona de las Villuercas fue poblada por "señores feudales" o guerreros, ya desde la Edad del Bronce. Quienes debieron ser jefes de tribus perfectamente organizadas; tanto como para que sus súbditos o familias venerasen sus líderes en esta forma (grabando en piedra su efigie, junto a las armas, enseres y su carro). Cuanto relaciono personalmente con el mundo tartessio; habida cuenta la proximidad de las Villuercas a la Turdetania o (a través del Guadiana) y a la magnífica situación geográfica de estos montes. Una civilización tartessia cuyo heredero directo (como general lusitano, o baeturio) pudo ser Viriato.
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B). ESPAÑA, CRISOL (de culturas) QUE NO SE APAGA.
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1./- "El síndrome de Viriato" (como paradigma de El Quijote):
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La historia de este héroe ibérico narra como fue traicionado por los suyos, cuando había logrado llevar a Roma hasta un acuerdo de paz; poco antes de haber sido reconocido como Dux de los lusitanos y en cierto modo, independiente. Aunque previamente ya fue engañado por los romanos, quienes -antes- trás haber firmado un armisticio y tolerado que Viriato se estableciera como jefe de sus tierras; inmediatamente iniciaron una nueva guerra, sin aviso ni motivo y de la manera más sibilina. Batallas que volvieron a perder los invasores; por lo que cuando ya se veían los latinos en la necesidad de rendirse y de conformar un nuevo tratado de paz, decidieron comprar a los comandantes más cercanos del lusitano, para que le asesinaran. Así lo hicieron y seguramente los tres lugartenientes iberos que matan a su general no cometen esta traición por lograr los bienes económicos que los romanos les prometieron; sino por envidia y con el afán de ocupar el puesto de Viriato. Aunque tras aquella tropelía, se dice que los invasores actuaron de nuevo con enorme astucia "no premiando a traidores"; todo lo que descabezaría definitivamente a las hordas antes gobernadas por el héroe de Lusitania.
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De tal manera, en la leyenda de Viriato se observa el argumento, nudo y desenlace de la "tragedia ibérica"; un problema social que se ha repetido ininterrumpidamente durante nuestra Historia. Donde primeramente surge la trama, en la que el más valiente y audaz, se hace lider de una facción que se opone a un poder infinitamente más fuerte. Después, se llega al nudo; por el cual aquel héroe -casi temerario-, hastiado y sin ganas de mayores victorias, decide aceptar las condiciones del enemigo (o del poderoso) para lograr un acuerdo y no permanecer indefinidamente en guerra. Pero finalmente el triste desenlace se sucede: Pues como el líder no es precavido -ni menos malicioso-, por lo que se ha rodeado de perros falderos y de aduladores (sin moral, ni ideales). Quienes pactan con el contrario para acabar definitivamente con él, intentando suplantarle. Todo lo que lleva a la tragedia final: Al desastre de los traidores, junto a los cuales caen también cuantos fielmente siguieron al héroe.
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Evidentemente, la leyenda antes resumida puede asimilarse o compararse a las vidas de los más ilustres españoles: Desde Pedro I, a Juana la Beltraneja; y de Alvaro de Luna, al Condeduque de Olivares (pasando por el duque de Lerma, el marqués de Leganés o el de Siete Iglesias). En lo que respecta a guerreros y santos, se puede asemejar a las experiencias de muchos otros: De El Cid, a la San Juan de la Cruz; y de Hernán Cortés a Fray Luis de León; o de Santa Teresa, al Empecinado... . Aunque aquella trama, nudo y desenlace "viriatense", lo que realmente recuerda es a "El Quijote Español"; ya que se trata de un caballero idealista y un Espartaco libertador, quien por su intento de hacer justicia, termina crucificado (o traicionado por sus Judas; los más cercanos a él). Siempre fiel sirviente de su causa, tan valiente como devoto de su obra y misión; finalmente acaba engañado por quienes más confiaba. Todo lo que sucede cuando el personaje (el héroe, o el santo) ha logrado ya ser un individuo de enorme relevancia social. Momento en el que los mediocres y los perrillos falderos, pactan con el poderoso, consiguiendo derrocarle y destruirle.
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Estos hechos y leyendas (la de El Quijote y la de Viriato) calaron en el espíritu ibérico de tal modo, que España ha sufrido desde siempre un verdadero "síndrome de Viriato". Creyendo la mayoría de sus grandes líderes, que antes o después serán traicionados y derribados -si no se adaptan o logran corromperse-. Por lo que en múltiples ocasiones valorarán más al que se amolda a todo poder, que al que lucha indefinidamente contra aquel. Debido a lo que narramos, en nuestra nación se ha estimado sobremanera a quienes logran mantenerse, tener éxito y permanecer; en las más distintas situaciones o con los más diferentes regímenes y reyes. Lo que, en verdad, puede tener un gran mérito; pero no debe dejar dudas de la falta de escrúpulos de aquellos individuos que -como Godoy, por ejemplo- eran capaces de acomodarse a todo. Tristemente, esa carencia de principios llevó a que se forjasen en nuestras tierras gobiernos y reyes como Fernando VII, quien logra traicionarse hasta a sí mismo (derrocando la Constitución que le había propiciado la recuperación del trono). Un monarca que no contento con las tropelías políticas que realizó, se atrevió a masacrar a la mayoría de los grandes héroes de la Independencia; teniendo un comportamiento indigno, a la par que inhumano, con generales de la talla y la valía de Juan Martín (el Empecinado).
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ARRIBA: Portada de una de las ediciones de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós editorial Nivola), en que se narra la terrible historia de El Empecionado (Juan Martín). Guerrero incansable procedente de un pequeño municipio de la Ribera del Duero -llamado Castrillo-, llegó a mandar como general las tropas españolas liberando gran parte de Castilla y persiguiendo hasta los Pirineos a las de Napoleón (allí vencidas y expulsadas). Tras sus repetidas victorias y su inmaculada Hoja de Servicios; su fidelidad a la Constitución jurada (Cádiz, 1912) le convierte en un personaje incómodo para quienes "reinstauraban" el absolutismo en España, siendo expulsado a Portugal por Fernando VII -al considerarlo un liberal, adherido a la Carta Magna derogada por el rey-.
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Pese a ello, al poco tiempo, se le invita a volver a su tierra y cuando se aproxima a su lugar natal es apresado en las cercanías de Roa de Duero -aprovechando que alguno de los regidores de esta zona, le odiaba-. No atendiendo a la jurisdicción militar, ni mucho menos a las solicitudes que la Chancillería y autoridades vallisoletanas demandaron al monarca; ve Fernando VII oportunidad para acabar con él, debido a la inquina que un corregidor de esas poblaciones del Duero le tenía. Lo hacen preso en Roa, con el mayor de los desprecios por su rango; llegando a encerrarlo en una jaula de palos. Así en un cajón de madera, el héroe era paseado, con el fin de humillarlo; mostrándolo en estas condiciones a los habitantes de las tierras que había liberado de los franceses -mientras niños y gandules aprovechaban para insultarle, apedrearle y hasta para orinar sobre él-.
Finalmente le condenan a pena capital y es llevado a la horca, lo que el reo consideró un último ultraje (pidiendo ser fusilado como su condición militar le permitía). Debido a ello, en un ataque de ira antes se subir al cadalso, se soltó de los amarres que le prendían; logrando golpear a varios de los soldados que le tenían preso y no consiguiendo escapar por muy poco. Aunque finalmente, las decenas de guardias que custodiaban su ejecución, lograron hacerse con aquel valeroso general; al que colgaron, tras haberle atado una soga por todo el cuerpo -enmaromado y como un vil salteador de caminos (para vergüenza de nuestra Nación y del recuerdo de aquella época)-.
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BAJOS ESTAS LINEAS: La que fué preciosa villa de Roa de Duero (actual sede de la denominación vinícola de la Ribera), ardió varias veces a lo largo de su historia. La mayor destrucción la recibió por mano de los franceses, quienes pretendieron no dejar edificio en pié en el interior de cuanto fue su recinto amurallado (al ofrecer gran resistencia a Napoleón). Liberada gracias a la valentía de sus hombres y con la ayuda de El Empecinado -vecino de una población próxima (Castrillo)-; después del choque con las tropas napoleónicas, se vió muy mermada por la terrible destrucción monumental y arquitectónica de "la francesada". Aunque siglos antes había sido conocida por su belleza, haciéndose famosa cuando fue entregada al favorito de Enrique IV; como obsequio de este extraño rey, a su asesor: Don Beltrán Alburquerque (del que se decía yacía con el monarca, o bien que lo hacía con la propia reina).
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Así fue dada Roa al conocido Beltrán de la Cueva, del que la Historia afirma era el padre de Juana; la verdadera heredera del trono de Castilla y a la que su tía Isabel (la católica) apodó "La beltraneja" -argumentando que su progenitor no fue su hermano Enrique IV, sino el referido don Beltrán-. Historias fraticidas, de traiciones y usurpaciones; que enrevesaron las tierras castellanas. Sumidas por entonces en guerras civiles y en problemas de sucesión; que provocaron finalmente la desaparición de la dinastía española (la de Trastamara que en 1517 es sustituida por los Habsburgo).
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Jugó también un importante papel Roa en el momento de este cambio dinástico que mencionamos; habida cuenta que estaba a medio camino entre Laredo y Madrid. Debido a ello, el Cardenal Cisneros -por entonces regente- paró en las fechas en que se esperaba al nuevo rey (1517), en esa población burgalesa; cuando el séquito se dirigía a Cantabria para recibir a Carlos V (con el fin de coronarlo como Carlos I de España). Pero dicen los lugareños que aquella noche en la que el prelado de Torrelaguna iba a dormir en Roa, le dispusieron una cena con truchas recién pescadas en el próximo rio Duero, emponzoñando una que le sirvieron. De ese curioso modo cuentan aún muchos de los vecinos de Roa que murió el conocido Cisneros (señalando incluso el meandro donde se pescó la trucha). Envenenado por órden de los erasmistas o de los flamencos, quienes no deseaban que su señor -don Carlos- se viera sometido al control o al yugo de aquel famoso cardenal.
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Tras haber narrado algunas de las anécdotas históricas sucedidas en Roa, recomendamos observar con detenimiento la orla de su escudo; que guarda un curioso lema en que se conmemora la entrega de esta ciudad a Beltrán de la Cueva (duque de Alburquerque). Pudiéndose leer en la "faja" que rodea su blasón, el lema: "QUIEN BIEN QUIERE A BELTRÁN, BIEN QUIERE A SU CAN". Todo lo que refiere que aquel que había regalado la ciudad a Don Beltrán de la Cueva, lo hizo por quererle como a su perro. O bien, rememorizando la fidelidad del duque de Alburquerque a Enrique IV; un rey ultrajado por su familia y despreciado por muchos. Quizás debido a su afición a los lupanares o a tendencias bisexuales, que le llevarían a contraer endemias. Problemas por los cuales su hermana Isabel -la católica- afirmó que no era el padre de su hija Juana ("La Beltraneña"; logrando Isabel así arrebatar el trono a su joven sobrina). Todo lo que muestra y demuestra muchas de las palabras que antes deciámos; indicando que en España tan solo se valora y premia a quienes actuan como el perro, o bien como el toro... .
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2./- El problema de la anarquía hispana:
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Estos y otros hechos -referidos anteriormente-, de seguro han fomentado la creencia de que en nuestro país, todo aquel que nos gobierna es un inmoral. Una leyenda negra que ha crecido bajo una histórica carencia absoluta de garantías judiciales en nuestra Nación. Habida cuenta que desde la instauración de la Inquisición -y hasta su derogación a mediados del siglo XIX-, cualquier súbdito podía ser detenido sin cargos, tan solo bajo la sospecha de herejía. De lo que aquel que se enfrentase al poder político, si finalmente no se le encontraba delito ni culpa; podía ser perseguido por el Santo Oficio (juzgado y sometido a interrogatorio de una forma mucho más cruel y terrible que por la jurisdicción civil). Siendo así, se entiende que el que se oponía al poderoso haya quedado en España como un héroe; hiciera lo que hiciese y fueran sus motivos los que fuesen. Aunque este individuo se tratase de un enajenado o de un sanguinario; puesto que el riesgo que corría era tan grande, que convertía en mito a todo aquel que fuera en contra del Sistema.
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Aunque en mi entender, el origen de esta idealización del hispano hacia el que se opone al poder, es mucho más lejana y no nace tan solo del problema de las garantías procesales que la Inquisición aniquiló. Ya que si reflexionamos, veremos que la figura del propio Viriato procede del mismo problema de enaltecimiento del que se enfrenta al más fuerte (o al gobernante). Habida cuenta que los iberos coetáneos del pastor lusitano, tan solo se oponían al invasor debido a su esencial formación mercenaria (realmente sin una intención verdadera de liberar a su pueblo o de mejorar su Sociedad). Simplemente haciendo frente al colonizador, paro no ser ellos sometidos (la casta de guerreros). Hecho que les llevaba a abandonar a los suyos y echarse al monte, para actuar en bandas y ejercer el terror del "concursare" (forma de ataque posteriormente conocida como guerrilla, realizada por gentes que no forman ejércitos ni plantean batallas; sino que actúan como salteadores, llegando a ser profesionales de aquellos "asaltos").
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Debido a lo que refiero, para los iberos la llegada de los latinos no era más que otra de las muchas invasiones recibidas; tras más de medio milenio de choques con "visitantes". Puesto que la Península solo había visto venir colonizadores -con deseos de dominio-, durante toda la Edad del Hierro: Primero helenos y fenicios (desde el siglo VIII a.C); y más tarde los Cartagineses (tras el VI a.C.), que doblaron el poder púnico en Iberia aculturando practicamente todo el litoral Mediterráneo y gran parte del Centro y Sur. Así llegamos al final del siglo III en que los habitantes de nuestras costas y mesetas finalmente se encuentran con la aparición de Roma. Lo que consideraron una invasión más, tras centenares de años en conflicto con los distintos "visitantes" anteriores -a los que comunmente sirvieron, o con los que tuvieron que convivir y aliarse-.
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Pese a todo, el problema por el cual los iberos no pudieron hacer frente común, ni expulsar definitivamente a los colonos que iban apareciendo, proviene de su carencia de unidad política, o de una liga cívica y común. Ya que incluso entre ellos mismos se hacían la guerra; debido a que muchas tribus procedían de hordas invasoras, afincadas en nuestras tierras. Por lo que nunca fueron capaces de rechazar -ni menos de echar del todo- a los referidos "visitantes" (al ser el origen de muchos que se decían autóctonos, también migratorio). Colonos o invasores, en su mayoría llegados en barco y que pese a su debilidad inicial (durante la Edad del Bronce y final de Hierro), siempre encontraron reyezuelos peninsulares que les apoyaban y a pequeños jefes prerromanos; muchos dispuestos a prestarles servicio como mercenarios (incluso atacando a otros iberos vecinos). Debido a lo que hemos expuesto, cuando los romanos invaden Hispania, en vez de encontrarse un territorio unido y un lugar organizado, se vieron frente a centenares de tribus; tan variopintas como dispersas y a cual más fiera, anárquica y desorganizada (sirviendo cada soldado fielmente a su señor, pero nunca a un poder general y comunmente establecido). Por todo lo que tardaron casi doscientos años en llegar a conquistar la Península -mientras la Galia fue vencida en unos decenios-.
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Este desorden y ese individualismo les dio la fuerza a los habitantes prerromanos; un hecho real e histórico que va contra del principio generalmente enseñado y entendido, a través del cual la fuerza se logra con la unión. Pero en el caso de Iberia sucedía lo contrario: Que era infranqueable e inconquistable precisamente por su anarquía, su desunión, su desorganización y por la imposibilidad de que nadie lograse que sus habitantes actuasen bajo un solo mando. De tal manera, cuando Roma firmaba la paz con una zona, al pronto se sublevaban otros dominios hispanos; a la vez que tropas latinas se veían atacadas de continuo por salteadores incontrolados, quienes actuaban con la técnica de "concursare" (lo que más tarde se conoció como guerrilla y que se siguió realizando en España hasta el tiempo de los Maquis). Un modo de protegerse, de vivir y de resistir que les hacía incontrolables, bajo un sistema de vida que no era nuevo en Iberia. Ya que la Península había resistido así y durante centenares -o miles- de años a la llegada de colonizadores (logrando de esta anárquica forma que el ajeno nunca llegase a conquistarlos del todo).
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Los hechos antes referidos además propiciaron la inexistencia de una cultura ibérica (compacta y propiamente dicha); componiendo un mundo prerromano peninsular consistente en un "poupurri" de tribus de muy diferente origen (celtas y galaicos, túrdulos y etc). Todos ellos unidos por cuanto intentaban no ser dominados por los extranjeros, quienes les denominaron iberos. Peninsulares que en verdad fueron indoeuropeos mezclados con gentes autóctonas muy antiguas (algunas de origen neolítico); aunque en su gran mayoría procedían de la fusión de los habitantes de la zona, con colonos del Bajo Bronce o del Hierro -como los griegos, fenicos y cartagineses-. Un panorama nacional que ya en el siglo III a.C. mostraba como Hispania era un Crisol de culturas en donde de manera semejante al final de un saco (o de un Continente), se habían depositado los residuos de decenas de civilizaciones llegadas hasta Iberia -desde el tercer al primer milenio a.C. (huyendo de catástrofes, llegados a guerrear o buscando metales)-.
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BAJO ESTAS LINEAS: Podríamos decir (sin temor a equivocarnos) que la última cultura peninsular -propiamente autóctona-, fue la del Vaso Campaniforme; pues las despúes surgidas se producen por efecto de acuturación a manos de colonos -fundamentalmente mediterraneo orientales-. Pero el Vaso Campaniforme se inicia sin aparentes influencias externas y desde comienzos del tercer milenio a.C. (hacia el 2800). Comenzando en zonas cercanas a nuestra Extremadura; para finalizar unos mil años después, con la llegada a la Península del primer Bronce. De tal modo, durante este tiempo y desde la zona del Tajo -del atlántico lusohispano-, florece una civilización que procedía de la megalítica y que pronto se divulga por toda Europa.
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Una cultura que hemos de suponer originada desde el dolmenismo -por evolución de sus constructores-, quienes lograrían desarrollarla y expanderla. Civilización que a mi entender nace de la búsqueda de metales preciosos y del ámbar, lo que motivaría que muy pronto el Campaniforme se divulgase desde el Alentejo, al resto de Europa. Llegando a las Islas Británicas hacia el 2500 a.C., a la vez que a las costas de Francia y a los actuales Paises Bajos; arribando un poco más tarde a Germania o hasta el Báltico, bajando por el Danubio -para expanderse poco después por Rusia y otras zonas del Este continental-.
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Pese a su importancia, muy pocos son los que valoran esa gran civilización, cuyo origen se debería -en mi opinión- a la gran riqueza de nuestras tierras en cobre. Yacimientos que precisaban metalúrgicos de lugares lejanos; lo más probable de Egipto, aunque quienes vendrían a comerciarlo serían navegantes de Creta o Chipre -durante la época en que los primeros construían las Pirámides y los segundos los palacios o ciudades minóicas-. Debido a ello, la etapa del "Vaso Campana" coincide con el periodo que comprende el uso generalizado del cobre (calcolítico); hasta la que se difunde por el Mediterráneo la aleación de este metal con el estaño -la Edad del Bronce-. Un final del campaniforme que podemos fechar en nuestro área sobre el 1800 a.C.; con la aparición de nuevos colonos en busca de minas de casiterita; originándose -entre otras-, la cultura del El Argar pleno (III) en Almería.
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Por cuanto decimos, las dos grandes civilizaciones propiamente peninsulares fueron: La megalítica y la del Vaso Campaniforme. La primera (dolménica) se inicia en la zona de Alentejo y Extremadura (a la vez que en Bretaña) antes del quinto milenio a.C.; e igualmente se extiende por toda Europa a través de vías marítimas, llegando poco despúes a las Islas Británicas y hasta los confines de Rusia. Del mismo modo, que desde el 2800 a.C. lo hicieron los cuencos en forma de campana; cuyos hallazgos comunmente se acompañan con puntas de cobre, flechas y armas denominadas palmelas (en forma de hoja). La importancia arqueológica del Campaniforme es tal, que marca todas las dataciones occidentales, hasta la aparición del Bronce Pleno. Pese a lo cual, en España (ni en Portugal) en mi opinión, se le da la debida importancia -sin enseñar a todos que se trata del inicio de la cultura en Europa-. Unas civilizaciones unidas y conformadas en estos dos tipos de sociedades comunes a todo el Continente -ya desde el quinto milenio a.C.-: Las megalitistas y las del Vaso Campaniforme.
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En la imagen: Figuración expuesta en el Museo Arqueológico Nacional, donde se simula como debió ser originalmente el enterramiento hallado en Fuente Olmedo (Valladolid), perteneciente a la cultura del Vaso Campaniforme -circa 2300 a.C.-. Podemos observar en ella, al reyezuelo, antes de ser inhumado, colocado en posición fetal. Junto a aquel, dos cuencos votivos, su puñal y un enorme ajuar de flechas y puntas (cuyos originales se conservan en el Museo Fabio Nelli de Valladolid). Agracedemos al M.A.N., nos permita divulgar la fotografía.
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