domingo, 6 de marzo de 2011

LORENZO DÍAZ: El último tertuliano


SOBRE ESTAS LINEAS: Foto de Lorenzo Díaz en su página web, en la que podemos consultar su obra escrita, sus colaboraciónes y últimos trabajos: http://www.lorenzodiaz.com/web/index_new.asp?Tipo=BIen
BAJO ESTAS LINEAS INCLUIMOS LA IMAGEN DE UN LIBRO DE LORENZO DÍAZ QUE HABLA DE LAS TERTULIAS; LOS CAFÉS Y LAS TABERNAS.
Como ya dijimos en entradas anteriores, es Lorenzo Díaz uno de los últimos "tertulianos puros", criado y recriado en la cultura que nos dejó y legó la Generación del Medio Siglo; transmitiendo la herencia de la de El 27, la de El 14 y la de El 98. Tiene en sí las características del tertuliano perfecto: Una rapidez instantánea en el comentario, un enorme caudal de datos que combina con su dominio de "las culturas hispanas" (desde la más intelectual, hasta las totalmente cotidianas o de folklore). Y sobre todo, una gran ironía, memoria y agilidad en el lenguaje, para practicar el "sofismo tertuliano" (usando sus conocimientos para convencer a quien le atiende, "demostrando científicamente" sus ideas). A ello se le suma, una voz muy llamativa y alegre, que junto con su risa pegadiza y de cascarrabias, hacen de Lorenzo uno de los últimos componentes de una maravillosa etapa cultural que se inició tras la Edad Romántica (pero que actualmente está muriendo): La cultura de los cafés y las tertulias, o la "Era de los bohemios" -una segunda Edad de Oro de las artes españolas (que comprende desde 1870 hasta 1970, aproximadamente)-.
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Fotografía de la pintora Betsy Westendorp, quien me presentó a Lorenzo Díaz hace unos treinta años. Betsy es una de las personas que más me ayudó y que siempre me puso en contacto con personas interesantes del mundo del arte y de la cultura. La conocí hace mas de cuarenta y tres años (cuando tenía yo unos seis) porque sus hijas eran compañeras y amigas íntimas de mis hermanas, tanto como su ahijado fue entonces mi compañero de pupitre. Tras ello, cuando fuí más mayor y supo de mi vocación por la guitarra, me aconsejó que continuara con la carrera de Derecho y me sacara las oposiciones (como "buena madre"). Pese a ello, nunca dejó de presentarme a periodistas, artistas y personalidades que conocía en el mundo del arte (animándome siempre a seguir con mi música). Betsy Westendorp y sus hijas, son, a más de mi "familia adoptiva" en el arte, unas personas maravillosas por su bondad, elegancia y buen gusto. VER: http://www.betsywestendorp.com/spanish/spanish.htm

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Hemos intitulado esta entrada como "el último tertuliano", queriendo aludir claramente a la figura de "el último mohicano"; el representante de una época y heredero de una "casta", que -creemos- ya toca a su término. Puesto que Lorenzo es el claro exponente de la cultura de los cafés y de las tertulias, esa que defendían y describían como "la mas auténtica", los artistas y literatos de las generaciones comprendidas entre 1880 y 1980. Una cultura a la que pertenecieron personajes tan importantes como, Joaquín Costa y Leopoldo Alas "Clarín", de la que tomaron el relevo: Valle-Inclán, Pio Baroja y los Machado (entre otros). Heredada luego por Ramón Gómez de la Serna, por Verdaguer o Eugenio D´Ors; potenciada y reverenciada por Ortega, Manolete, Zuloaga, Belmonte y Rusiñol. Seguida por Lorca, Alberti, Neruda y por cuantos frecuentaron La Residencia de Estudiantes (o por casi todos los miembros de El 27). Continuada por los escritores y pintores del Medio Siglo -entre ellos: Cela, Martín Santos, Ana María Matute, o Delibes-... .  Una cultura de las artes y las letras, que -a nuestro entender-, ahora expira tras haber sido "aparcada" a principios de los años ochenta. Cuando las costumbres cambiaron y las gentes dejaron de salir a las tertulias y a los cafés, para dirigirse hacia las discotecas y los pubs, en busca de "colocación permanente" y del gran "meneo" en el cuerpo (moviendo el esqueleto, aunque evitando todo ejercicio de la mente durante su ocio).
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Pero pasemos a Lorenzo Díaz, a quien conocí hace casi treinta años, en casa de la pintora Betsy Westendorp. Yo tendría entonces unos veinte años y él "algunos más"; aunque, sobre todo: Los dos teníamos, treinta menos que ahora. Fue aquella, una cena a la que también asistió el escritor asturiano Marino Gómez-Santos, por lo que recuerdo que la primera parte de la veleda se centró en la figura de Leopoldo Alas "Clarín". Debido a que Gómez-Sántos había escrito una de las biografías más importantes y extensas sobre aquel escritor; estuvo comentando que  el padre (y el tio) de mi abuelo, habían sido amigos y discípulos predilectos del creador de La Regenta. Algo conocía de todo ello (por lo oído en casa) y cambiamos impresiones sobre Don Leopoldo Alas, del que Gómez-Santos lo sabía todo; mientras Lorenzo recuerdo que comenzó a realizar algunos comentarios divertidos e interesantes sobre la figura de La Regenta y las sociedades decimonónicas. La cosa es que nos pusimos pesados hablando de Alas "Clarín" y en aquel momento Lorenzo Díaz, desvió sabiamente la conversación, explicando que aquello que sucedía en " La Regenta" era algo muy "reciente" y que aún se vivía en "la calle". Tanto, que era casi igual a lo que había ocurrido recientemente entre el actor más famoso de Europa y una principiante actriz española. Se refería a uno de los galanes de mayor importancia que tuvo el cine francés en los setenta (del que omitimos el nombre, por lo que hemos de narrar ) y una danzarina que entonces comenzaba a salir en las pantallas del destape hispano; quienes vivían un extraño romance...
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Aquello acaparó la atención de todos y con gran arte, Lorenzo, comenzó a explicar como el poder de las mujeres sobre los hombres y su significado a lo largo de la Historia, no era solo un tema del ayer, y que lo narrado en Vetusta era pura sociología ibérica. Aquello era "el día a día" hispano;  exponiendo que la mencionada actriz española, significaba una "Regenta de los ochenta" (una nueva Ana Ozores, de "Clarín"). Capaz de enamorar a todos, dominarlos y hacerles infélices, a la vez que generaba un estado de insatisfacción y envidia plena, en todo el país (incluoso en sí misma)... . El asunto se puso divertido y continuó narrando el tertuliano Lorenzo que esa joven actriz (entonces) de Murcia, había enamorado locamente al cineasta más famoso de Europa, y lo dominaba como a un perrillo faldero. Tanto que cuando no atendía a sus órdenes, entraba en cualquier supermercado, compraba una lata de fabada, para  meterla en su bolso y así -con el bolso cargado de peso, girándolo con gran inercia-, le daba "collejas" en el cogote, gritando como una loca: -"¡O me llevas a cenar a Maxim´s esta noche, o no vas a recibir de mí más que bolsazos de fabada, en una semana...!"-. Eso mientras estaban los dos en la playa del Mar Menor, a plena luz del día y ante la atónita mirada de cuantos les rodeaban.
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Aquello -nos explicaba Lorenzo Díaz-, era un caso claro de "nueva Regenta" murciana; una evidencia de que "las cosas" no habían variado tanto como pensábamos. Y el hecho que demostraba todo ello, era que en cualquier lugar y reunión de nuestro país, solo se hablaba de esta relación entre el actor francés y la mencionada bailarina. Opinando todos, reopinando, despellejando, criticando y envidiando (sobre todo; pues tanto él como ella, eran dos auténticos "apolineos", dignos de criogenizarse para que no envejecieran...). Así llegó pronto a convencernos, con su "sofismo tertuliano", de que lo que nosotros hacíamos era lo mismo que en el libro de Clarín realizaban los ciudadanos de Vetusta (exactamente lo mismo): Cotillear, envidiar, intrigar e intentar reírse de la situación.  Al ver un galán del cine, de tal fama y categoría, tratado como "un peluche" por una veinteañera; que le maltrataba en público y hasta le propinaba bolsazos (con lata de fabada, incluida). Verdaderamente puedo decir que la cena paso de estar bastante aburrida, a convertirse en un foro más que divertido, en el que todos opinaban y comparaban situaciones. Añadiendo unos que era verdad y que poco o nada habían cambiado las cosas desde que "Clarín" escribiera su "Regenta"; mientras otros, discutían y decían que nada tenía que ver aquella Ana Ozores, con la actriz murciana que había enamorado al mas famoso Galán de Europa... .   Terminó la velada a altas horas y llevé a Lorenzo hasta su casa, justo frente al Parque de El Retiro. Ello  porque me cayó fenomenal desde esta noche y además, porque solo hay una cosa que este periodista y sociólogo no sabe, ni sabrá nunca hacer: Conducir.
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En el coche me comentó que estaba dirigiendo entonces el programa cultural de radio nacional "El Ojo Crítico" y me pidió música para escucharla. Le envié una cinta de mi Tartessos (entonces recien compuesto) que emitió muy cortesmente; fué la primera vez que oí mi música en la radio y aún recuerdo la alegría de escucharla. Días más tarde, me dijo que iba a emitir otra vez obra en otro programa suyo y que me llevara una cinta a la radio, donde íbamos a charlar sobre tauromaquia (era precisamente un coloquio sobre Ignacio Sánchez Megías, del que se celebraba el centenario). Pero me "engañó" y me pidió que también llevase la guitarra a la emisora. Con gran sorpresa, estando en el aire y hablando sobre los toros en la Historia Antigua (Creta y etc.), dijo Lorenzo a toda la audiencia que iba yo a tocarles en directo la guitarra y allí hice lo que pude por tres veces (pues nada llevaba preparado). Yo creo que ese día Lorenzo no recibió una gran impresión de mi persona, pero por aquel entonces era yo un chico de veintidós años, "recien salido" de la mili y terminando tercer curso de Derecho (lo que me impedía tener siquiera horas para estudiar guitarra). Pese a ello, yo nunca he sido un intérprete y tan solo me limité a tocar en Japón mis obras, porque nadie las interpretaba.
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Pero pasemos a Lorenzo, que en casa también entabló amistad con mis hermanos y mis padres: Con mi hermana Mico, por socióloga. Con Tere, por vivir casi al lado y por afinidad de amistades.  Y con Mario, por "las risas que juntos hacían" y los cotilleos que se intercambiaban. Finalmente, se acercaba "Loren" cománmente cada temporada a las reunioncillas y a comer las cosas que le preparaba mi padre. Quien aprovechaba la venida del gastrónomo para cocinar y disfrutar siempre de algo nuevo. Lo mejor eran sus paellas, que cuando se hacían para Lorenzo,  debían prepararse al menos con tres jornadas de antelación (y una caja de vino). Me explico: Se compraba el jueves, una caja de vino junto a todos los pescados y mariscos, que el viernes por la tarde se ponían a cocer hasta sacar lo que él llamaba "el fumé". Mientras salía o no el famoso "fumé" que tardaba unas quince horas al fuego; había de vigilarse y en cada viaje a la cocina con este fin, se le daba un trago al vinito (para catarlo y ver si era bueno)
; pues los dos eran "caldos": Uno, el que se había traído para beber el domingo y el otro, con el que hacía el areoz (por lo que había de probarse todo muy bien, ya que venía Lorenzo Díaz). Una vez obtenido el "fumé" a altas horas de la madrugada del viernes, el sábado por la tarde se comenzaba a preparar la paella, troceando los calamares, los carabineros y todo cuanto se le iba a echar en el arroz. Esta preparación igualmente duraba horas, en las que también se abrían unas botellitas, para inspirarse en la buena elaboración de los ingredientes.
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Finalmente, el domingo de mañana, se recogía a Lorenzo y en esa hora ya se ponía todo a cocinar, mientras se abría y probaba el vino, que se iba a degustar con la paellita... . Pero como siempre venía Lorenzo con algunas botellas y había que ser muy cortés; lo mejor entonces era, que nos termináramos aquel vinito que se había comprado el jueves para el arroz y que bebiéramos del que el ilustre gastrónomo traía como obsequio. Este solía ser el ritual (con algunas variaciones) de la paella; tras el que se producía la tertulia, en la que Lorenzo intercambiaba datos, cotilleos y "nuevas" con toda la familia... . Por cierto, que un día quiso impresionar mi padre al gastrónomo y le preparó la paellita cocinada con agua de Vichy Catalán, diciéndo: -"Te voy a cocinar un arroz.... Un arroz, que no has comido en tu vida"-. Cuando lo probamos, concluimos todos que además de no haberlo comido nunca en su vida, jamás lo iba a comer (ni Lorenzo, ni nadie). Porque aquello era lo mas terrible de todo cuanto habíamos catado en nuestra existencia.
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Todavía recuerdo la cara de Lorenzo al probar aquella paella cocinada con Vichy Catalán; era todo un "poema épico" y nos miraba, sin saber qué hacer; preguntándose por qué le había tocado a él aquella experiencia... . Mientras, el gesto de cachondeo generalizado en la familia era terrible; nos mirábamos sin saber como comunicar a mi padre que aquello que habia cocinado era un "insuperable" (por asqueroso). De tal manera, Lorenzo quedó en suspense unos segundos, mientros todos mirábamos aquella carita de dolor que ponía al tragar la paella cocinada con agua de Vichy Catalán... Poco después ya rompimos a reir, diciendo: -"Lorenzo, puedes tirarla, no te preocupes, no hace falta que te comas eso"-. El pobre, respiró... . Mi padre, por su parte, ni se inmutó y solo comentó: -"Pues ya sabemos que la paella no se puede hacer con agua de Vichy Catalán. Qué raro, yo creí que iba a salir buenísima y muy saladita"-... . Miro a su plato y prosiguió: -"Aunque no está tan mal, del todo"-. Así que como la había hecho él,  hasta se tomó un plato; eso sí, bien regado con vino para quitarle el sabor que tenía (una mezcla de sabor a agua de mar, con jarabe de balneario). Todo ante las carcajadas de los asistentes, que no podíamos ingerir ni un gramo de aquel "invento".
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Tenía nuestro Lorenzo costumbre de venir por casa al menos una vez por temporada y en las comidas y en las sobremesas, hemos disfrutado de buenas tertulias y de mejores chascarrillos.  Ello, hasta que la casa, se "deshizo" y fuimos ya faltando de este Mundo algunos de la familia -que no debieran de haberse ido tan pronto-. Por ello, ya me cuesta mucho llamarle para vernos; aunque no hace "tanto", tuvimos un último encuentro en casa del Editor Ramón Acal, donde comimos divertidos. Allí recuerdo que entre las cosas que Lorenzo contaba, narró una verdaderamente divertida (que espero no se me enfade por desvelarla, pues es bastante privada):
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Empezamos a comentar en ese almuerzo que Lorenzo siempre ha tenido unas novias y unas mujeres impresionantemente bellas. La más famosa entre aquellas fué, Conchita García Campoy; pero su primera mujer debió de ser muy guapa (pues su primera su hija, lo es) y otras tantas que le he visto, siempre eran verdaderamente atractivas. En ese momento, el gastrónomo nos confesó una "terrible" historia, a cuantos compartíamos mesa. Contando que una de las más "llamativas" compañeras de su vida, fue su novia durante la universidad, con quien estudiaba sociología. Narraba que era espectacular en su altura y sus proporciones, tanto que habiendo llegado a su facultad un nuevo y anciano profesor francés (jubilado de La Sorbona), se quedó prendado de ella. Parece ser que tanta fue la insistencia del vejete y tanta fama tenía aquel catedrático de Francia, que Lorenzo terminó harto de uno y del la otra (del profesor y de la novia, que bobeaba con el anciano). Hecho este que aprovechó el viejecito para llevarse a Paris a aquella "prenda", prometiéndole colocación y honores en La Sorbona. Pero el asunto no terminó bien, porque la mujer del catedrático francés, se enteró de "aquello" y se puso por medio. El anciano amante gabacho llegó a intentarlo todo para poder llevar a cabo su vida con la joven "importada" desde España y cuando ya no pudo más, viendo que su mujer le iba a impedir "comenzar" una nueva relación, se cepilló a su esposa (en el mal sentido de la palabra; porque la asesinó, para poder vivir junto a aquella ninfa hispana). Aunque parece ser que el asunto no terminó mal del todo, porque le absolvieron o le cayeron pocos años (por demencia senil o por la edad) y salió pronto de la cárcel, para poder continuar con su romance... .
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Y es que... . Lo que no le pase (o no sepa) Lorenzo Díaz, es difícil que a alguien le pase (o alguien lo sepa)... . 

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