Foto mía tocando en un pequeño concierto en Japón (año 2010). En mi opinión, el concierto de guitarra nunca debería superar las cincuenta personas de aforo y se debiera celebrar en donde la guitarra tenga un sonido que conserve sus raíces; unidas al patio y al mundo hispano-mediterráneo. Quizás así consigamos promover de nuevo entre los jóvenes el interés por la música culta.
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Pues es que nacimos cuando aún un "concierto" era solo de violines, violas y cellos (o, a lo máximo de percusión clásica). Y es que en esos años sesenta en los que vine al Mundo aún vivían personajes como Igor Stravinsky y no hacía tanto que había muerto Don Manuel de Falla: Gloria de las artes y el sonido; de seguro el mejor compositor que ha dado nuestra España, tanto como posiblemente el más grande de los músicos del siglo XX. Pese a todo, fueron aquellos años sesenta cuando no se sabe si por el disco, el afán de perfección en los intérpretes; debido a la difusión de la música como objeto de consumo (no de disfrute), o "el vestirse" todos los clásicos de "tiralevitas" para subirse a un escenario a ver quien lo hacía mejor... . No se sabe si por todo aquello, tristemente la música culta fue muriendo siendo sustituida por la pop y etc.... Hasta llegar a la decadencia de hoy en el que el fantasma de la música culta persigue a la juventud, que en su tremenda ignorancia muchos tienen maravillosos equipos de sonido, pese no saben si Bach es un desodorante o un ambientador.
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Y es que parece evidente que el interés por la música clásica (también llamada culta) ha decaido a cotas abismales; algo que en un principio puede parecernos "asunto sin importancia", pero que de seguro va a terminar dejando sordos a una generación que vaga por las calles portano unos "cascos" cuyo sonido parece el de una minitaladradora. Auriculares que llevan metidos en sus orejas una mayoría de jóvenes y que impide que nadie se acerque a ellos, por lo incómodo de su chasquido; pero que en su mayoría usan como tapones de cera inseparables (impermeables, impersonables e impresenables). Por cuanto antes de quedar sordo oyendo tal "chunda chunda", les diremos que es una pena morir sin haber escuchado maravillas como la Suite Nº 3 de Bach y sus conciertos de Brandenburgo; la 9ª y la 6ª de Beethoven, las melodías de Häendel, las orquestaciones de Brahms, las deformacines de Debussy y el nacionalismo de Manuel de Falla (o la belleza del Concierto de Aranjuez y del Concertino de Bacarisse).
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Pero curiosamente, en esta nuestra época para llegar a escuchar aquellas obras que antes hemos mencionado, solo se precisa apretar un botón (sin más). Aunque antes (antaño), la gente teníamos que ahorrar meses para comprar el disco, o para llegar a ver el esperado concierto que pasaba en nuestras vidas como una hora de gloria (que a veces se recordaba por siempre). Pese a lo fácil que se halla la música en internet, ya nadie o casi nadie escucha a los clásicos; quizás por eso mismo, porque está al alcance de todos y ya nada cuesta. Las estadísticas y los números hablan y si mirásemos el porcentaje de entre aquellos quienes tienen un aparato (ordenador, móvil etc), que les permite oír música y los que escuchan algún clásico, el resultado sería = épsilon. Habiendo quedado la música clásica (entiéndase culta) en un armario que parece el de los disfraces de las fiestas de los abuelitos y que por aburrimiento, sorpresa o pereza, nadie ya abre (o que solo interesa quienes se quieren dedicar a este mundo).
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Lo más curioso es que el pop el rock y otros movimientos son los únicos que se escuchan; tanto que puede oirse en las noticias de las emisoras nacionales (TV o Radio) la comparación de grupos de Rock de finales del siglo XX con los compositores clásicos. Llegando a decirse con toda normalidad que "fulanito" es el Mozart del siglo XX (ello sin tener en cuenta que en ese siglo que nos antecede vivieron -solo en España- figuras como: Manuel de Falla, Joaquín Rodrigo, Salvador Bacarisse, Granados o Turina...). Podríamos pensar que todo ello se debe a un complot contra lo culto, aunque caeríamos en la triste "baza" del inquisidor, quien nunca se da cuenta de que los hechos sociales suceden por algo (no porque la gente se "acomplote" o se "acomplete").
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Y es que mucho de esta decadencia y "muerte" del mundo clásico en la música se ha motivado por el perfeccionismo y la manía de hacer todos lo mismo y mejor cada vez. Puesto que lo perfecto es contrario a lo bueno. De ello, que muchos imperfectos cantantes del pop o del rock, nos hayan podido ganar la partida a los de "lo culto". Simplemente por ello: Por ser imperfectos y carecer de manierismos, haciendo las cosas a "la pata la llana y como salen". Ya que el ver a un hombre vestido de frac, subido en una tarima de un teatro, normalmente con una gran dosis de stress escénico, e interpretando siempre cosas muy parecidas (con una exactitud milimetrica); puede llegar a ser aburridísimo. Así, nos podíamos plantear si Beethoven, o Chopin eran personajes con carácter de profesor (o de maetros), parecido al que hoy nos imponemos entre los músicos. Pregunta sobre la que llegaremos pronto a la conclusión de que tanto uno como el otro eran del "pop" (en su estilo y en su época), generando revoluciones "antisociales o antiacademicistas" en su arte.
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Consecuetemente, quizás el único mundo del clásico que se ha salvado de esta situación de desinterés entre los jóvenes, está en la guitarra y ello seguramente por efecto del flamenco (y porque los guitarristas suelen interpretar sin partitura, algo que ya llena de rescura y cambios a un sonido). Figuras como Paco de Lucía -que ha revolucionado todo el sistema de pulsación, acordes, armonías y medidas flamenco-clásias- y cuantos le han precedido y seguido en el flamenco clásico desde fin de siglo XX, han creado una escuela en la que puede decirse que estamos ante algo similar a la Italia del Renacimiento (salvando las distancias y refiriéndose a la guitarrra). Centenares de chicos jóvenes existen (sin ser apenas escuchados) cuya calidad es inimaginable y en una magnitud y perfección que este fin del siglo XX y principios del XXI ha sido sin lugar a dudas un Siglo de Oro de la Guitarra (como lo fueran en las letras el de la Generaciónes del 98 y del 27). Aún no conocemos cual es el siginificado y magnitud de figuras como Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar, pero el tiempo y la historia les juzgarán y de seguro junto a ellos a los compositores que hubo en la España del siglo XX, que ocuparan el Olimpo de los sonidos. Todo ello, porque su perfeción no necesita de lo perfecto sinó de lo inalcanzable (muchas veces pleno de defectos).
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Animémonos pues, que quizás el mundo de la música culta reviva gracias a quienes llevan lo popular al terreno del clasicismo.
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