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Como decíamos en la entrada anterior, lo difícil en Japón no es vender un botijo, algo relativamente sencillo; ya que aunque solo fuera por la cantidad de japoneses que hay y por la curiosidad que siempre tienen, imposible sería no encontrar uno que lo adquiera. El problema, tras el primer botijo vendido es poder llegar a que te compren el segundo; ello porque aquel "artefacto de alta tecnología ibérica" viene sin instrucciones, por lo que si nadie les explica como ha de usarse, se desesperan y comienzan a comentarse unos a otros que han adquirido un "artilugio incomprensible". De ello he visto ejemplos tales como el de un cocinero nippón que se gastó casi mil euros en una pata de jamón ibérico de primera clase, de la que con sorpresa supe que estaba cortando como si se tratara de un madero (a "serrucho" y a 90 grados...). Es decir, como si de un jamón de York se tratase, sacando lonchas de arriba abajo y en pura vertical, frente al hueso... . Por todo ello, comprensible es que desde el vino a la tinaja y desde el porrón a la paellera, siempre haya quien deba explicar detenidamente como ha de usarse -tomarse o degustarse- cada cosa. Pues de lo contrario podemos encontrarnos alguien que usa la paella como "gong" colgada sobre la cocina y para llamar a los hijos con su sonido (debido a que no sabe qué hacer con tan bonito cacharro). Tanto como quienes se comen la corteza del queso, una vez metida en el horno y rellena de arroz -lo que hace no mucho comí por primera vez en Japón. Tratándose de una torta del Casar vaciada, que probé con gran asombro, pues ciertamente estaba muy buena la corteza rellena y puesta al horno, con arroz blanco...-.
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Consecuentemenete y en referencia a lo que digo, recuerdo como hace ya casi dos décadas mandamos por correo unas paelleras con el fin de poderlas enseñar como muestras para importación. El hecho es que las pararon en frontera y hasta allí se acercó el director del negocio, a preguntar a las autoridades por qué no dejaban pasar las "paellas" (sartenes-paelleras). La contestación fué que se trataba de objetos para cocina y no podían entrar en Japón sin pasar por control alimenticio. A lo que el buen directivo -quien necesitaba tenerlas ese día como muestras-, les replicó que para nada era lo que pensaban; que se trataba de marcos de fotos para hacer una exposición de imágenes culinarias... . Tras todo ello, terminó diciéndoles: -¡Pero Udes. ha visto alguna vez una sartén así!- . Tan seriamente lo expuso y en tono tan adusto que aquellos funcionarios japoneses de fronteras quedaron perplejos y pidiendo perdón por su error, entregando las "paelleras" y comentando que se habían confundido, porque en algo se les parecía mucho a las sartenes.
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...Y en este ambiente, hace ya casi veinte años, mucho antes de que internet se divulgara y fuera tan común el ir y venir de gentes desde Europa a Asia; Sunwa deseó abrir una delegación dedicada a la cultura y al comercio con España. Así fue creado el centro comercial Powerdio -del que fuimos elegidos para coordinar desde Europa-; un tiempo desde el que hace ya "la friolera" de unos diecisiete años. La idea empresarial de Sunwa trataba en primer término de exportar la jardinería española y llegar a crear el concepto de patio entre los japoneses; para poder construir en el país del Sol Naciente un tipo de terrazas -o jardines interiores- inspirados en los interiores españoles. Allí, y en ese berenjenal (nunca mejor dicho, pues la cosa iba de huertas y plantaciones), nos vimos metidos. Consecuentemente, los proveedores que teníamos que buscar en España eran de lo más variopinto; tanto que habían de ser fabricantes de materiales de construcción, herreros, ceramistas, carpinteros y largo etcétera, entre los que se encontraban los creadores de mobiliario urbano -e incluso los almacenistas de derribos y construcciones-.
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Tal como decíamos, el problema al exportar algo a Japón no es venderlo sinó que quienes lo compren sepan darle su uso. De ello, si importamos hasta el pais nippón queso de Cabrales (o de La Peral, tal como bien desea el presidente de COASA -mi amigo Marino González-); lo más importante de todo es enseñar a los japoneses a comerlo y a guardarlo. Pues de lo contrario, el primer dia que abrieran en un apartamento de Tokio una pieza de Cabrales -desconociendo su manera de mantenerlo, o sus recetas-, podríamos estar ante un caso de abandono del hogar, por parte de todos los miembros de una familia; además de ante una denucia del vecindario... . Ello, habida cuenta de las "propiedades oloríficas" del queso azul asturiano, que son "insuperables" y que en un hogar de treinta metros cuadrados puede suponer un verdadero caos -Más aún cuando de por sí a los japoneses les llama la atención mucho el olor a queso, debido a que no están acostumbrados a consumir productos lácteos-.
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De aquí que el reto de Powerdio para vender todo tipo de artesanía española, hasta tinajas, fuentes, bancos, e incluso las farolas; era verdaderamente importante. Pues no nos referimos a esos farolitos que hay en los centros comerciales normales, ni a las fuentecillas de cinco litros. Sinó se pretendió comercializar estas otras farolas de estilo decimonónico, que se multiplican por las calles de las grandes ciudades hispanas. Lámparas fernandinas, cuyo diseño debió ser lo único bueno que hizo aquel rey "felon"; que son preciosas y en las que si nos fijamos bien veremos como tienen el logotipo de las dos "F" cruzadas, junto al VII -signos del monarca de la anticultura-. Y dejenme llamar así a Fernando VII, al que apodaron "El deseado"; porque ese rey, cuando debía abrir y mantener una universidad, lo que decidía era que se construyera en aquella villa o lugar, una plaza de toros -para conseguir populismo y así además no tener que costear la enseñanza, ni apoyar económicamente a los estudiantes-. Algo que por entonces casi todos aplaudían; no solo porque ello suponía que habría fiestas y tauromaquias por doquier, sinó porque a la vez era muy seguro que de la ciudad donde se cerraba una universidad, desaparecían los profesores y los sabios -que tan molestos son para la convivencia y como ciudadanos...- .
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Pero volvamos a Powerdio, donde como decimos, lo difícil no era solo colocarle a un japonés una partida de tinajas, sinó explicar para qué sirve cada una de ellas -¡Pues vaya usted a convencer a un señor nacido en Takasaki (por ejemplo) de que en el jardín es mucho mejor tener tinas en cerámica de metro y medio de altura, que una colección de enanitos (con Blancanieves incluida)!-. A todo esto, para comunicarse con aquellos había que perfeccionar el idioma y no tener vergüenza de explicar lo que fuera y como fuera. Algo imposible, pues el japonés -tal como dice el chiste-, "Solo se llega a dominar cuando es muy bajito y no sabe karate". De lo que las reglas nemotécnicas y el aprendizaje del como se dice "porrón, tinaja, barrica" o "pesa romana" (y hasta "trillo de campo" en japonés), se hacía imprescindible.
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El hecho es que en unos meses supe palabras que ni los mismos japoneses habían escuchado en su vida, ya que aquí hacía cien años que nadie había trillado, quinientos que no se bebía el licor en un artilugio como un porrón o un pellejo, y más de un milenio desde que no pesaban las mercancías en balanzas tipo "romanas". De tal modo, cuando se acercaba un japonés a preguntarme "qué era eso, o lo otro", tras explicarle que se trataba de un trillo (por ejemplo), aquel solía quedarse pensando en la palabra pronunciada, comentando que había oído tal voz, pero de niño y por boca de su abuelo. Por lo que después debía exponerle el funcionamiento y función del trillo; narrando cómo antiguamente se recolectaba el trigo, separándose la simiente gracias a aquel artículo llamado en japonés "dakoku, o sori". A veces, y tras media hora explicándoles la trilla, la recogida de la semilla y exponiendo hasta que los burros se pueden alimentar solo con la paja que se sacaba al trillar...; me quedaba mirando al ínclito en cuestión y le preguntaba: -"¿Pero vas a comprar el trillo?"-. A lo que aquel decía: -"No, pero este centro comercial es muy divertido"-. Por lo que había de entenderse que mi misión estaba cumplida, puesto que nada hay mejor que interesar a los clientes sobre los productos que uno desea importar..
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos actuales del interior en las tiendas de Powerdio. Como puede apreciarse, se venden productos de primerísmo órden hispanos, que van desde el mejor aceite de oliva, a la artesanía de gran calidad -como la más refinada carpintería española, trabajada en maderas especiales-. Frente a esos objetos de alta gama o lujo, se complementa el Centro Comercial con artesanía popular, que se vende en otras zonas o tiendas de Powerdio. Sobre algunos objetos curiosos y variopintos hispanos que los clientes piden -tanto como del medio para venderlos-, tratamos a continuación en nuestro artículo.
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Para comunicarse en el pais del Sol naciente, lo único bueno del idioma japonés es que su sonido (fonética) es tan parecido al español, que a veces uno ya confunde hasta qué lengua está hablando. Recuerdo como un día, degustando una fabada con amigos en España, cuestionó un nippón si aquella carne que contenía "el plato de cuchara" era de cerdo. El hecho es que para preguntar -"¿es de cerdo?"- en el idioma de Japón, comunmente se dice: -"¿Butá, no?"-. Así lo pronunció el comensal y al oir aquello, el cocinero que había preparado las fabes y que se encontraba junto a él, le dijo con tono muy severo: -"Hombre sale mucho mejor a leña, pero ahora hacemos todos las fabes con butano"-. Yo atendía perplejo al diálogo, sin comorender lo que hablaban y antes de que pudiera intervenir entre ellos, el extranjero volvió a señalar un pedazo de chorizo de su plato, preguntando de nuevo si era de cerdo (diciendo: -"¿buta,no?"-). A lo que quien lo había cocinado le confirmó repetidamente que era "de butano", todo con "butano". Tras ello, se volvió hacia mí el cocinero y me expuso: -"Oye esto de japonés debe ser muy parecido al español, porque llevo media hora hablando con este tío y nos entendemos perfectamente... Vamos, que hasta me ha preguntado la diferencia entre las fabes hechas en leña y en cocina..."-. No sabiendo qué contestarle y sin desear explicarle que le estaban preguntando sobre el tipo de carne, simplemente afirmé que eran los dos muy inteligentes y que por eso se habían entendido tan perfectamente...
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Lo que arriba expongo no es un hecho aislado ni un caso excepcional, puesto que el problema a veces nace cuando se está hablando en español y ellos creen que es japonés lo que se dice (y viceversa). Tanto que a veces oyen palabrotas y voces malsonantes, que confunden con vocablos nippones, mientras lo se está hablando es español. Me contaba mi amigo Paco de Antequera -guitarrista también afincado en Japón, y que tristemente murió hace diez años-, que cuando cerraba los ojos en el tren o en el metro de Tokio (sobre todo cuando tenía sueño), siempre oía a los de alrededor hablando el español. Tanto es así, que me llevó a hacer la prueba y una vez subidos a un transporte público me confirmó como parecía que unos decían: -"Paco, vamos a quedar mañana a tomar algo"-; mientras los restantes japoneses del vagón contestaban: -"No mañana no que es muy mal dia..."-. Ello todo con sonido a un buen acento de Málaga y confirmándome que parecían andaluces charlando, sobre todo unos que venían en el pasaje de los que decía Paco: -"Mira si aquel parece que es de Lepe y está diciendo ´barcón y zordao`. Y el otro de más allá, tiene pinta de ser de Estepa y de ir hablando de sus ´mantecaos`. ¿No lo oyes?. ¿Si dicen ´polvorón` y todo?..."-. Después, pudimos comprobar que los mencionados viajeros de delante, estaban hablando de un tal Paul Varrón... .
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De tal manera y como explico, muchos son los parecidos entre España y el Japón; algo que no solo concierne a las similitudes fonéticas de su idioma, sinó que fundamentalmente reside en el sentido de la vida y en el del humor. Sobre lo primero y entorno a las creencias, tenemos con el país asiático muchas coincidencias. Fundamentalmente en las formas en las que las amas de casa disponen los altarcillos y santuarios, para que Dios nos ayude en el hogar y en la familia (lo que loe romanos llamaban "lares"). De ello, para los japoneses -especialmente para las mujeres mayores- resulta maravilloso cualquier santo o imagen que nosotros tengamos por muy milagrera. En especial les encantan las estampitas, las medallas y algunas esculturitas de vírgenes; entre las que prefieren las de El Pilar y la de El Rocío -seguramente por la publicidad sobre sus milagros que andaluces y aragoneses ya llevan años prodigando en esas tierras donde el Sol nace-. Siendo también muy bien acogidos el San Judas Tadeo (patrón de los imposibles) y sobre todo el San Pancracio, del que saben, sirve para la loteria y para la suerte -siempre que se le ponga bien el perejil-. De ello, en la tienda es muy importante que algunos objetos sean de este tipo y hay que explicarles que tan milagrosas como las pilas benditeras españolas, no hay otras en el Mundo. Sobre todo las que vendemos hechas por Emilio Moreno -uno de los mejores ceramistas que hay en España-, y que deben ser tener grandes dotes, pues se distribuyen bastante bien. Ajeno a la religión, está el tema de la suerte y de las costumbres ancestrales para evitar el "mal fario". Algo que también les encanta a los japoneses; divirtiéndoles mucho llevarse a casa artículos como la "mano de fátima", o las aldabas y llamadores de puertas que evitan la entrada del "mal de ojo" en el hogar.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, un rincón del Centro comercial en la tienda primera, donde se venden llamadores de puerta, algunos sobradamente conocidos por su uso contra el mal fario. Estas son las "manos de fátima", tanto como las "aldabas de mano", que se usaban y se utilizan aún en algunos lugares para hacer huir al "Mal de Ojo" del hogar. Esas y otras historias y costumbres ancestrales les encantan a los japoneses, quienes sin creer en las meigas saben que "haberlas hay las" y por si acaso, mejor es poner algo para evitar malos influjos... . Sobre ese tema siempre les expongo que una eficaz tecnología que les podemos exportar es de este tipo; ya que timbres y porteros automáticos los pueden fabricar en cualquier otro país, pero esas aldabas con manos que evitan el mal fario, son solo un producto del Mediterraneo.
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BAJO Y JUNTO ESTAS LINEAS: Al lado una mecedora de madera de olivo y un costurero. Yo les explico a los japoneses que mucho mejor que regalar a la abuelita una pantalla de plasma (de esas de metro y medio por un metro), con la que va a terminar perdiendo la pobre viejecita el tiempo y la vista. Infinitamente más adecuado, es regalarle este "set" de un precioso costurero con su mecedora, en el que la abuelita va a hacer ejercicio (meciéndose) y unos preciosos objetos de encaje y lana, que ejercitarán las manos y su mente... . Se me quedan mirando sin saber muy bien a veces si les hablo de broma, pero al rato se dan cuenta de que lo que digo es tan cierto como la vida misma, pues antaño los viejecitos eran mucho más listos (seguramente gracias a no ver tanta televisión). Para finalizar les comento que la alfombrilla y las zapatillas van incluidas de regalo y en el "set"... .Abajo, igualmente otro ejemplo de "alta tecnología ibérica"; en este caso se trata de tejidos de esparto (gienenses), un artículo milenario en la Península Ibérica. Puede producirnos mucha risa hablar del esparto como "alta artesanía" española, pero lo único cierto es que la belleza y la calidad de los artículos hechos con este material, supera cualquier otra imitación. Los japoneses conocen bien cual es la calidad de los objetos que compran y saben que una cesta -o una bolsa- de esparto español, es casi indestructible; mientras, las malas imitaciones, aún siendo mucho más baratas apenas duran unos años. Alfombrillas, bolsas, cestas -e incluso cortinas en este material-, son algunos de los artículos que más solicitan en Japón.
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ABAJO: Raspadores antiguos cazos y pucheros, tanto como objetos hechos por nuestro magnífico artesano de la madera de olivo (quien se llama hasta Óliver de nombre). Estos y otros, son muchos de los tesoros que guarda Powerdio.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: El centro comercial está regentado por varias personas entre las que destacan hoy: Hagiwara-san, Motegi-san, Kawaguchi-san, Matsuda-san. En la foto, al lado: Las Sras. Motegi y Matsuda prueban y catan las sardinas en aceite, el aceite de oliva y la sal, recién llegadas de España; junto a ellas, el Sr. Hagiwara (sentado). Abajo, clase de arreglo florál impartida por la Sra. Motegi; a su lado y a nuestra derecha, la Sra. Kawaguchi.
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