Deseo dedicar este trabajo a Francisco Bustamante Alonso; cuyas importantes crónicas y libros sobre Colloto, han logrado recuperar gran parte del pasado ovetense. Quien entre sus muchas aportaciones a la Historia de Oviedo, ha conseguido revivir la memoria de mi bisabuelo, José Cima; manteniendo su recuerdo de un modo que ningún otro familiar hizo. Por cuanto, los sucesores de Cima y de los Fernández-Roces, deberemos agradecer siempre a Francisco Bustamante, esa enorme labor documental desarrollada durante años. Una obra y estudios que me llevan a considerarle el mejor descendiente de mi bisabuelo -José Cima- y de su sobrino -Pepín Rodríguez-; pues en Colloto, todos somos familia.
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ESTA ES LA TERCERA PARTE.
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EL ARTÍCULO puede leerse enteramente o bien de forma resumida (siguiendo las letras destacadas en rojo y la negrilla).
SOBRE ESTAS LINEAS: Precioso “retrato a óleo fotográfico” de mi abuela Pepita Cima, hecho por Duarte en 1931; cuatro años después de su fallecimiento y uno antes de que muriese su padre (José Cima). Me envió esta imagen mi primo Juan Gómez-Morán Argüelles, al que agradecemos mucho cuantas aportaciones nos va entregando. Acerca de la “instantánea al oleo”, conforme nos explica Wikipedia en la página sobre su fotógrafo: “En Oviedo Ramón García Duarte consolidó su fama como gran retratista (..) En sus elaborados retratos, muchas veces retocados a lápiz o al óleo, contó con la colaboración de pintores y dibujantes como Augusto Junquera, Dionisio Muñoz de la Espada y José Prado Norniella” (34) . Muy importante es la mención al pintor de Colloto José Prado Norniella, cuya memoria recuperó Bustamante Alonso en un libro editado unos años atrás -ver cita (24) - . Lo que indica que Duarte estaba muy vinculado a Colloto, no solo debido a su doble parentesco con los Cima (que nos transmitió también Bustamante). Al ser el fotógrafo primo lejano de los Vallaure, pero principalmente por estar casado con Amparo de las Alas-Pumariño; hermana de Nicanor y de Armando de las Alas Pumariño Troncoso de Sotomayor -ver (35) -. Recordemos que este segundo cuñado de Duarte, era consuegro de José Cima; cuyo primogénito (también llamado Armando) contrajo matrimonio con Isabel Cima.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías de los hijos de Pepita Cima y Luis Gómez-Morán. Al lado, dos hermanos de mi padre; mi tíos Jose María y Juan Gómez-Morán Cima, con unos once y doce años, en 1940 (Juan a nuestra derecha y Chema a la izquierda). Los dos menores de Pepita Cima, no pudieron tener recuerdo alguno de su madre; que murió cuando Chemari tenía menos de tres años y el pequeño tan solo unos meses. La vida -que siempre envía un milagro hasta en los peores momentos- les mandó “dos nuevas progenitoras”; tal como narra mi primo Jose Ma. Gómez-Morán Albornoz. Comentando la fortuna de su padre y del pequeño Juan, al ser recogidos por las hermanas mi abuelo (Ángeles y Lucila). Quienes dedicaron toda su vida a criar y dar un hogar, a estos dos niños huérfanos. A diferencia de los tres hijos mayores de Pepita, que tuvieron un destino más severo y pasaron a vivir en internados -entre ellos se encontraba mi padre-. Abajo; los cinco hermanos Gómez-Morán Cima y dos de sus mujeres; fotografiados en la playa de Luanco, durante el verano de 1952 (poco después de que falleciera su padre, por lo que visten luto). En imagen, aparecen de nuestra derecha a izquierda: Chema (Jose Ma., el cuarto de los hermanos); Mario (mi padre, que era el segundo); mi madre (recién casada); Juan (el más pequeño); Margarita (primera mujer de Luis); Arturo (el tercero de los hermanos,); Luis (el mayor, recién casado).
Como dijimos en los capítulos anteriores, mi abuela era la preferida de su padre (José Cima); al ser la última de seis hermanos y haber nacido cuando él contaba ya cincuenta y ocho años -en 1900-. Principalmente fue la más querida por su bondad y su dedicación a las obras de caridad; pero también porque nació ciega, sin recuperar la vista hasta los nueve años (cuando en 1909 lograron en la clínica Barraquer operar su invidencia). Tras ello, Pepita Cima sintió un gran interés por ayudar a los más desfavorecidos; dedicándose desde los quince años a obras de caridad y la enseñanza de los más pobres. En 1920 se casó con mi abuelo Luis Gómez-Morán y tuvieron cinco hijos (Luis, Mario, Arturo, Jose Ma. y Juan); al poco de nacer el último, ella falleció de una infección -el 4 de diciembre de 1927-. Años después, su cuerpo apareció incorrupto y quisieron estudiar su caso para canonizarla; pero no pudo seguirse el curso de su beatificación -por diversos motivos- .
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: De nuevo, dos imágenes del mausoleo de los Gómez-Morán, obra de Víctor Hevia en el cementerio de San Salvador de Oviedo. A continuación voy a relatar lo que sucedió en aquel sepulcro hace unos años; ya que completa los muchos “misterios” de mi abuela Pepita (querida por todos y a la que quisieron canonizar). Narraré los hechos tal como me los transmitió mi primo José Ma. Gómez-Morán Albornoz (al que agradezco que me haya informado). Cuanto voy a resumir, no pude presenciarlo, por encontrarme viviendo entonces en Japón. Asimismo, antes de mi relato, pido disculpas a los familiares de mi tío Juan, por expresar tantos pormenores de un sepelio; pero creo que lo sucedido en el entierro de aquel hermano de mi padre es algo que debiera conservarse en el recuerdo.
Ya dijimos que mi abuela apareció incorrupta al reformarse el mausoleo de los Gómez-Morán, tres años después de su muerte. Nadie se atrevió a volver a abrir su féretro, aunque muchos fueron los que tenían un gran interés por saber si después de casi un siglo, permanecería intacta -tal como apareció la última vez-. Tan solo pudo averiguarse, hace seis años -en 2014-; cuando falleció mi tío Juan y en este panteón no había capacidad para ningún cuerpo más. Entonces se pensó que, al no haberse tocado nunca el de mi abuela Pepita, existía una probabilidad de lograr un espacio; solo si ella se hallaba en el estado de un inhumado cien años atrás. En este caso habría la posibilidad reducir sus restos y facilitar un lugar a su hijo Juan. De ese modo abrieron el sarcófago de mi abuela y la hallaron totalmente “reducida”, logrando introducir cuanto de ella quedaba en el de mi tío (al que dejó en el Mundo con tan solo meses). Fue así como se produjo el segundo milagro; ya que nunca se había tocado aquel féretro, pensando que estaba incorrupta. Pero como si en el último viaje, estuviera esperando a su hijo menor; ambos fueron así enterrados juntos. Cuanto narro, lo describe mi primo Jose Ma. Gómez-Morán; añadiendo que al comenzar aquel sepelio, el cielo estaba claro y normal. Pero en el momento de inhumarles juntos y antes de cerrar el panteón, se desató una tormenta terrible, con rayos y truenos, teniendo que refugiarse los asistentes bajo techado. A los pocos minutos, volvió la calma. Todos quedaron extrañados, ante lo que primo Jose María expresa: “De esa forma, una madre recibe y abraza por toda una eternidad a su hijo pequeño, con el que tanta falta de unión y abrazos tuvo en vida”.
E) : SIDRA CIMA:
E – 1) Industrias Cima:
Industrias Cima sobrevivió hasta nuestros días, gracias a la familia Suarez-Zuloaga. Quienes compraron prácticamente la totalidad de la empresa, a los herederos de José Cima; tras haberse constituido como una Sociedad en 1942 -diez años después del fallecimiento de su creador y pasada la Guerra Civil-. Así fue como milagrosamente la firma de nuestro bisabuelo quedó en manos de una de las sagas más inteligentes del mercado y de la cultura. Hablamos de los herederos del famoso pintor (Ignacio Zuloaga), cuya primogénita estaba casada con el famoso industrial Enrique Suárez Rezola. Hombre con una enorme intuición para los negocios; que a comienzos de los años cuarenta, se asocia con la familia Soriano, de Manila, para crear la cervecera San Miguel en España. Así fue como, tras adquirir Industrias Cima, pudo reflotar la firma; al unificarla con San Miguel. Convertida en una sola empresa, que ha continuado viva hasta nuestros días gracias a la gran tenacidad y perseverancia de sus descendientes; en especial a Ramón Suárez Zuloaga.
Más adelante (en el apartado E-3) hablaremos de la familia Suarez-Zuloaga y su relación con Industrias Cima; pues en este epígrafe deseamos resumir algunos textos que nos hablan de la empresa, antes de que falleciese su creador -mi bisabuelo José-. A continuación, recogeremos diversas fotografías y comentarios sobre Sidra Cima, tomados de periódicos, libros y artículos de fondo. Las imágenes que incluyo, serán principalmente las que tomé en Gijón; durante la exposición “País de Sidra”, celebrada en el centro cultural Jovellanos en 2018 (al que agradecemos nos permita divulgarlas). A ellas, sumaremos algunas más que nos envió Bustamante Alonso, el cronista de Colloto que nos ha permitido realizar esta biografía de mi bisabuelo, ofreciéndonos infinidad de fotografías y datos .
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba y al lado, Dos imágenes publicitarias de Sidra Cima; tomadas en la exposición “País de Sidra”; celebrada en el centro cultural Jovellanos de Gijón, en 2018 -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. En ellas podemos observar que la modelo de Industrias Cima era claramente mi abuela Pepita; hija menor de José Cima.
Abajo, retrato póstumo de mi Pepita Cima (pintado por Martín Sáez), donde se aprecia el parecido con las mujeres de los referidos anuncios.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de la exposición “País de Sidra”, celebrada en el centro cultural Jovellanos en 2018 de Gijón (al que agradecemos nos permita divulgarlas). Al lado, subida a la exposición, mi mujer junto a uno de los carteles anunciadores.
Abajo, entrada a las salas donde se llevó a cabo el evento mencionado. Mi mujer (Chiho) junto al panel de recepción de visitantes.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, una botella de Sidra Cima envasada en los años en que vivía José Cima; tal como se mostraba en la mencionada exposición.
Abajo, las salas y vitrinas del centro cultural Jovellanos de Gijón, durante este evento.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, mi mujer observa y fotografía numerosos enseres expuestos sobre la industria de mi bisabuelo.
Abajo, vitrinas dedicadas a Sidra Cima, con infinidad de reseñas en libros y periódicos. En imagen recogemos algunas fotografías de José Cima en prensa y publicaciones de la época.
BAJO ESTAS LINEAS: Documentos y objetos de Industrias Cima, expuestos en el mencionado evento del Centro Cultural Jovellanos de Gijón.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, dos primeras hojas del tríptico publicitario de la exposición “País de Sidra”, celebrada en el centro cultural Jovellanos en 2018 de Gijón (al que agradecemos nos permita divulgarlo)
Abajo, siguientes páginas del mismo tríptico. En este ya se habla de cómo en 1884 Cima logra una fórmula para poder champanizar la sidra, consiguiendo exportarla a todo el Mundo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, continuación del mismo tríptico. En esta parte se narra el modo en que la sidra vivió su edad dorada a fines del siglo XIX y comienzos del XX, lo que motivó una ola de costumbrismo en El Principado. Potenciando y divulgando la canción asturiana, su literatura y la pintura con estampas rurales. Surgiendo un renacimiento del arte y el folklore en esta región española. Termina mencionando que gracias a José Cima y a sus procedimientos de champanización, se logró exportar a ultramar este producto. Añadiremos que en 1912 se facturaban más de diez millones de pesetas en sidras achampanadas, para enviar fuera de España (entre las que Cima producía casi dos millones y medio de botellas).
Abajo, última página del referido tríptico, donde vemos una de las etiquetas de José Cima.
Acerca de este cambio de propiedad, desde la familia Cima a los descendientes del pintor Zuloaga; el tríptico de la empresa “San Miguel - Industrias Cima” narra su pasado, con las siguientes palabras: “INDUSTRIAS CIMA es una de las empresas más antiguas de Asturias ya que sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XlX, cuando la fundó José Cima García, nacido en Colloto en el año 1843 y emigrado a Cuba con 13 años, convirtiéndose así en uno de los grandes impulsores de la industria asturiana” (...) “Pronto se dio cuenta de que una de las cosas que más anhelaban los asturianos de su patria residentes en Cuba era la bebida autóctona: la sidra” (...) “Regresó a España con abundante capital para instalar en su localidad natal una moderna fábrica de sidra en 1875, que promocionó la industria del sector en Asturias, aunque destinando la mayor parte de la producción a ultramar: Cuba, Argentina, México, Estados Unidos…” (...) “Hasta esta fecha, sin embargo, la sidra era materia delicada por su elaboración, no resistía las diferencias de presión atmosférica. La sidra a la manera tradicional, como se producía en Asturias, no podía ser enviada a Cuba” (...) “Por aquel entonces guardaba celosamente el “secreto” de la champanización de la sidra. Obtuvo un gran éxito con la popular marca Real Sidra Asturiana, participando en la Exposición Universal de Barcelona de 1888” (...) En Cuba este nuevo concepto de sidra alcanzó gran popularidad y su consumo no se limitaba solamente a los asturianos residentes en la Isla, sino, a todo el mundo.” (36)
“José Cima combinó su faceta empresarial con la de mecenas, teniendo muchos reconocimientos a lo largo de su trayectoria, como la Gran Cruz del Mérito Agrícola. También fue alcalde de Oviedo en 1930.” (...) “En el año 1942 Industrias Cima se constituye en Sociedad Anónima con la participación accionarial de la familia Zuloaga, entre otros, y será durante la década de los sesenta, concretamente en abril de 1967, con el apoyo de Don Ramón Suárez Zuloaga, cuando se materialice la distribución de la cerveza San Miguel para Asturias, generándose así un vínculo muy estrecho entre Industrias Cima y San Miguel”. -SIC cita (36) -
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, anuncio del primer local especializado en Sidra Cima; situado en los Bajos del Casino de Oviedo (Calle San Juan 10). Fue abierta en 1884; era una preciosa tienda de licores y bebidas, donde se servían “lunchs” (tal como dictan los anuncios de época). Ya dijimos que el Casino y su restaurante estaban regentados por mi otro bisabuelo -José Gómez Morán-; de cuanto deducimos que desde 1884 existió una relación comercial entre José Cima (padre de mi abuela paterna) y José Gómez Morán de Labandera (padre de mi abuelo Luis). Asimismo, creemos que los “lunchs” descritos en los anuncios de la tienda abierta por Industrias Cima; se servirían en ella llamada “fonda del Casino”. Sobre este local dedicado a la venta de sidra y licores, que se publicita en este recorte de imagen.
Abajo, anuncio de otros productos que fabricaba Industrias Cima. En este caso, dulce de manzana. También tuvieron calvados y numerosas bebidas derivadas de este fruto (zumos, sidras naturales etc). La foto fue tomada en la exposición “País de Sidra”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, anuncio de sidra Cima en prensa de la época.
Abajo, cartel publicitario de Cima, con sidra y dulce de manzana; la foto fue tomada en la exposición “País de Sidra”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotos de diversos anuncios de Sidra Cima
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Hoja con una publicación en la que se anuncia la sidra Cima. Al lado, detalle de la publicidad; abajo la vitrina de la exposición “País de Sidra”, donde se exhibían esos documentos.
Acerca de la firma “Cima”, el artículo de ASTURIAS MUNDIAL (29) nos dice en algunos de sus párrafos: “Tuvo sus fracasos, incluido un embarque a Cuba que se malogró en el viaje. Pero no cejó. Y como narra José Miguel Ruiz Andrade "no tardó mucho tiempo en combinar la fórmula precisa, y la sidra, sin perder nada de sabor y su aroma de manzanas frescas, se “champanizaba” en una reacción química natural que asombró a los más expertos sidreros asturianos." Y así nació la Real Sidra Asturiana. En Cuba, el nuevo producto se popularizó enseguida. Los consumidores no eran ya los asturianos, sino todo el mundo. Poder apagar la sed con “champagne”, cuya cantidad de alcohol no pasa de cuatro grados y medio, menos que cualquier cerveza. Un “Champagne” perfumado por el aroma singular de la manzana y un “champagne” que costaba la décima parte que el de uva, constituyó para los que viven en la caliginosa tierra cubana, la solución de un problema primordial de vida. Así, en pocos años, la demanda de aquel mercado excedió a la producción pasando de un millón de botellas las que José Cima enviaba cada año” SIC
Sobre ello, Bustamante añade: "Parece ser que en Cuba consigue una fórmula con la que se puede champanizar la sidra, algo que nadie había logrado en España. Es un gran aficionado a la química y pese a todo parece que la empresa no prospera. Está casi arruinado, pero llegan buenas nuevas; ha conseguido hacer llegar la sidra a Cuba sin ningún contratiempo, después de -al menos- un primer envío en el que las botellas, por el gas, llegaron abiertas." (...) "Sería José Cima, el primero en crear una sidra al champagne, diseminando el nombre de Colloto durante aquellos años por lejanos lugares como: Estados Unidos, Japón o Egipto, por poner unos ejemplos" SIC (30) (...) "sidra Cima, pionera en Asturias, cuyos inicios se sitúan en octubre de 1875. Su éxito fue fulgurante y ya en 1880 la Casa Real autoriza que sea la única “sidra real”. Recordemos que esta bebida fue alabada por Alfonso XII y por los miembros del gobierno francés en años posteriores" (...) “Su despegue llega en 1884 tras la exportación. En abril de 1884 en los bajos del casino de Oviedo abren el primer establecimiento dedicado a esta sidra. Seguirá elaborándose hasta 1932; pero tras la muerte de José Cima ya no se hace con la misma calidad y continúan vendiéndola con la misma etiqueta hasta finales de siglo XX” SIC (31) .
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dedicamos las imágenes siguientes a enseres y objetos de oficina, de sidra Cima Al lado, carta de Industrias Cima, firmada por su yerno Luis Vallaure.
Abajo, otra carta de Industrias Cima, igualmente firmada por Luis Vallaure Canella en 1898.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, libreta con publicidad de Sidra Cima en la que se expresa el slogan “obras son amores”. Observemos que se anuncia como bebida extremadamente higiénica; ello concuerda con las modas de la época, cuándo se había descubierto el mundo microbacteriano. Algo que sucede, tras la expansión de la tuberculosis en las ciudades del siglo XIX y las múltiples epidemias de cólera en esa centuria (extendidas por toda Europa desde 1833 a 1885). Fue entorno a la última pandemia de este mal (1884), cuando se descubre el bacilo de Koch que provocaba la tuberculosis y la vacuna del cólera (inventada por el valenciano Dr. Ferrán). Tras ello, todo el mundo urbano e industrial incide en combatir los microbios -que hasta entonces no se conocían-. Creando una arquitectura con grandes ventanales, para la ventilación, enseñando que había de aplicarse lejías y desinfectantes en las limpiezas, o anunciando este tipo de bebidas. Debido a que los pozos y las fuentes (en pueblos o ciudades); carecían de salubridad -estando una gran parte infectados por enfermedades contagiosas-.
Abajo, cartas y material de oficina de Industrias Cima, tal como se exponían en “País de Sidra” (la misiva fechada en 1912, fue redactada a máquina y vuelve a estar firmada pos Luis Vallaure).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, sello de José Cima en el que aparecen dos “botellas cruzadas” al modo que se hacía con las espadas en el siglo XIX (esta imagen también nos la hizo llegar Bustamante Alonso)
Abajo, un pliego de acciones que pude fotografiar en el despacho de la familia Suárez-Zuloaga. Se trata de una hoja accionarial que se dividía en 53 participaciones. Es del año 1943, cuando Industrias Cima se constituye en Sociedad; figurando la firma de Florentino Carreño como presidente. El capital social era de tres millones de pesetas; que podemos calcular en unos nueve millones de euros hoy -cálculo que hacemos partiendo de la inflación estructural equivalente a seiscientas veces; en base a que un ministro en 1943 ganaba entre 2000 y 2500 pesetas al mes; lo que puede equipararse a unos 8000 euros de nuestros días (1.333.333 ptas)-. En el pliego que vemos, determina que salieron tres mil acciones a mil pesetas cada una; la acción completa, se dividiría en cincuenta y tres participaciones de 18,86... pesetas. Lo que traducido a cifras de la actualidad sería, la acción completa unos 9000 euros y la participación en 169,81... euros -como documento bursátil, habríamos de llevarlo a “enteros” (1 entero = 5 pesetas); unos doscientos Enteros la acción completa y unos cuatro Enteros, cada participación-
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, logotipo de Sidra Cima. Añade “anti-térmica y reconstituyente”. Era normal en la época vender este tipo de productos como una bebida saludable y vitaminada. Algunas empresas, en este intento de publicitar sus productos como médicamente recomendables; llegaron a la estafa, al incluir en sus etiquetados que combatían el cólera y otras enfermedades infecciosas (caso del Licor Benedictine, el ron Negrita, o el anís El Mono).
Abajo, membrete de carta y sobre de Sidra Cima (la imagen anterior y esta fueron tomadas en la exposición “País de sidra”).
Por su parte, un artículo de La Nueva España, habla con las siguientes palabras acerca de Cima y su sidra: “José Cima García, definido por la Enciclopedia Asturiana como «un benemérito impulsor de la industria asturiana», nació en Colloto. El empresario pasó su juventud trabajando en Cuba y regresó a su pueblo natal hacia 1885, con la intención de instalar una fábrica moderna que fuese un referente para la región. El indiano comenzó a producir sidra achampanada alrededor de 1890, y desde los primeros años la empresa distribuyó su producción por Cuba, México, Estados Unidos, Brasil y Argentina. «Fue una empresa emblemática de la producción sidrera y de otras bebidas asociadas, dentro de lo representativa que es la sidra en la región», señala María Fernanda Fernández.
Industrias Cima fue un revulsivo económico para el pueblo. Casi todos sus habitantes estaban vinculados a la fábrica de una forma u otra. «En aquel edificio trabajó infinidad de gente de Colloto, y muchas mujeres», asegura Marina Fernández, empleada allí desde su juventud” (…) “En la época de la prensa de la manzana se juntaban 60 personas. En tiempos más flojos, había 20 o 25 trabajadores», recuerda esta vecina de Colloto, que continúa trabajando para esta empresa, que ahora es una distribuidora de bebidas y tiene una nave en el polígono industrial de Silvota” (32) .
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos dibujos míos con botellas de sidra Cima; y el modelo original, desde el que los hice. Arriba, lápiz; al lado, la botella dibujada; abajo, rotulador y lápiz -en la parte baja de la etiqueta se puede leer que los dibujos están dedicados a Bustamante Alonso-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, hoja de periódico que me hizo llegar Bustamante Alonso; donde se recogen la labores en la fábrica de Cima de Colloto.
Abajo, detalle de la página anterior, donde vemos el descargado de manzanas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, otra foto recogida en la misma página, en la que se observa el trabajo artesanal en Sidra Cima (de la que se dice, es la mejor del Mundo).
Abajo, texto de la hoja de periódico que nos hizo llegar Bustamante y donde se habla de la fábrica de Cima en Colloto.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, foto del mismo texto, donde vemos el embotellado de la sidra.
Abajo, el final de la producción, etiquetado y venta en cajas de madera; foto del artículo que comentamos. Es importante observar que se empaquetaba en cajas de madera, lo que demuestra que se trataba de una bebida cara -el envase en madera hoy en día se utiliza tan solo para vinos o champagnes de alto precio-.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Diversas fotos tomadas en El Museo del Pueblo Asturiano de Gijón, al que agradecemos nos permita divulgarlas. Arriba, barricas, de un lagar que se conserva en el referido museo. Al lado, prensa del mismo lagar expuesto; al lado se sitúa mi mujer para que comprendamos el tamaño de esta maquinaria centenaria, hecha en madera y piedra. Abajo, mi mujer junto a las barricas, para observar la enorme capacidad que tenían algunas de estas cubas de sidra.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, una botella de sidra Cima, saliendo de la envasadora. Foto que me hizo llegar un biznieto del pintor José Prado Norniella.
Abajo, diversas etiquetas de Sidra Cima, tal como se exhibían en la exposición “País de sidra”, Gijón 2018.
A continuación, recogemos lo que escribe Jose Miguel Ruiz Andrade acerca de José Cima y su fabricación de sidra; en un magnífico artículo que incluimos enteramente en cita (33) SIC :
“En Cuba la sidra se popularizó enseguida. Los consumidores no eran ya los asturianos, sino todo el mundo. En el escenario y ambiente sociopolítico definidos creció José Cima García. En aquella Cuba se hizo hombre, encaró la vida, conoció su primer amor furtivo y poco a poco fue prosperando en la naturaleza singular de los indianos españoles que supieron hacer fortuna. Fue un joven de decente inteligencia, persuasivo, tenaz y hábil en el trabajo. No sintió desconfianzas para vivir en poblados cercanos o distantes e investigar técnicas agrícolas nativas; y escuchaba con pasmo a los señores de las partidas...A los viejos de la Manigua. De esos respetables longevos -jefes de vecindarios-, en núcleos agrícolas urbanos o selváticos oyó gran cantidad de charadas que les fueron recitando. Lo forjaban como para perpetuar la usanza de la costumbre lugareña. Y, José Cima, bienquisto como amigo, como un sujeto más de la respectiva colectividad apuntaba, escribía cuanto le interesaba.
Sin lugar a dudas, era un hombre observador y estudioso, vio que sus coterráneos, los muchos asturianos que allí vivían, echaban de menos la bebida clásica de Asturias, la sidra, el dulce jugo de la manzana. La sidra natural en Asturias no podía ser enviada a Cuba. Era un delicado licor de oro que se ennegrecía y agriaba apenas salía de la tierra asturiana. Ni a Madrid podía enviarse. Era un producto cuyo consumo tenía que limitarse a la región que la producía. No representaba ni para el labrador ni para el sidrero riqueza alguna. José Cima reunió sus ganancias y regresó a Asturias. Con nuevos conocimientos, obsesionado por la visión de aquella riqueza que había adivinado, comenzó sus estudios y ensayos. Los más prácticos sidreros asturianos se burlaron de él, tomándole por loco. Porque ¿cómo hacer de la sidra un producto de tráfico y de exportación, si en el lagar mismo, el menor movimiento que tuviera la bota, bastaba para que la sidra se malease?
En Cuba, el nuevo producto se popularizó enseguida. Los consumidores no eran ya los asturianos, sino todo el mundo. Poder apagar la sed con "champagne", cuya cantidad de alcohol no pasa de cuatro grados y medio, menos que cualquier cerveza. Un "Champagne" perfumado por el aroma singular de la manzana y un "champagne" que costaba la décima parte que el de uva, constituyó para los que viven en la caliginosa tierra cubana, la solución de un problema primordial de vida. Así, en pocos años, la demanda de aquel mercado excedió a la producción pasando de un millón de botellas las que José Cima enviaba cada año. Un esplendido negocio para que no tuviese seguidores e imitadores. El protagonista de este relato no puso trabas a las nuevas fábricas. Se limitó a mantener el prestigio de su marca "REAL SIDRA ASTURIANA", perfeccionando cada día los procedimientos de fabricación. ¿Para qué entretenerse en competencias si no daba abasto a las demandas? ¿Para qué hacer propaganda en la Península ni buscar nuevos mercados, si el consumo era creciente en el mercado que él monopolizó? ¿Para qué luchar con los demás asturianos que siguieron su ejemplo, ni con los franceses y los yanquis productores de manzanas, que quisieron y no pudieron imitar su producto? Las sidras de esta marca hicieron tal revolución en las costumbres familiares, que desde entonces a hoy y en el futuro, constituyen en muchas casas -como podemos y se podrá comprobar aun en el devenir-, el factor indispensable con que se celebran los sucesos agradables, prefiriendo esta sidra a los "champagnes" o a los subtitulados y homologados “cavas”; tanto por la enorme economía, como por sus efectos saludables, pues todo lo más que esta bebida puede producir, es la locuacidad sin contención y el buen humor. Ciertamente que desconocía tan especial tino empresarial de nuestro personaje” (33) .
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, diferentes “vitolas” de botellas Cima, tal como se exhibían en la exposición “País de Sidra”.
Abajo, etiqueta más común y oficializada de Sidra Cima.
Abajo, etiquetas de Cima, tal como se exhibían en la exposición “País de Sidra”.
BAJO ESTAS LINEAS: Stand de Industrias Cima en la Exposición Universal de Buenos Aires (1910/11) donde logró un enorme éxito. A este gran evento asistieron varios familiares, junto a José Cima; quien también fue acompañado de secretarias y empleados, para atender la clientela y el stand. En nuestra biografía del industrial decíamos: “Hasta Argentina viajó con varios de sus familiares, empleados y al menos dos secretarias -naturales de Colloto-. Regresó a Asturias tan solo una de ellas, debido que la segunda encontró en Buenos Aires el amor y fundó allí una familia (hecho que se menciona como curiosidad en la prensa de la época)” (ver parte primera A-2).
A continuación incluyo unos textos que me hace llegar mi primo Jose Ma. Gómez-Morán, editados en la revista LA SIDRA (44) ; que refieren lo siguiente sobre Cima:
“Don José Cima García, que retornado de Cuba, creó una moderna fábrica en el Camín Real y que algunos estudiosos lo citan ya desde el año 1884 como pionero en comercializar el novedoso método de gasificarla (...) obteniendo con ello un gran éxito, logrando que el nuevo producto fuese solicitado no solamente por los paisanos del Centro Collotense de La Habana, sino también por todos los asturianos y demás emigrantes residentes en las Américas, asegurando así un consumo mucho más generalizado a todos los habitantes del llamado nuevo continente, además de evitarse con el invento un par de problemas importantes que tenían con la sidra natural: uno de ellos la conservación de tan preciado y nostálgico líquido por aquellas cálidas tierras y el otro, el generado con la vecería de los manzanos. Citó esta innovación Dionisio Pérez en su Guía del Buen Comer español en 1929 que escribió: “… hoy la producción y exportación de sidra es importante, gracias al invento de un ciudadano ejemplar, Don José Cima, que logró encontrar el procedimiento de gasificarla, convirtiendo la sidra natural en delicioso Champagne” (...) Este industrial collotense de Uviéu, obsequió a los soldados del Regimiento del Príncipe, con un envío a Melilla de 1.000 botellas de Sidra Cima, tras recibir el Gran Premio de Honor en la Exposición de Buenos Aires y habérsele concedido la Gran Cruz del Mérito Agrícola en España.” (44a)
El artículo anterior (de Miguel A. Fuente Calleja, editado en junio de 2014 en la revista “La Sidra”) recoge de nuevo el hecho de que la exportación de la sidra se logró gracias a la champanización y distribución que logró Cima. Asimismo menciona que este empresario regaló a los soldados destinados en Melilla mil botellas, cuando fue condecorado con la Gran Cuz al Mérito Agrícola (en 1912). Más abajo, recogemos otro texto (en este caso de Manuel G. Busto) editado en el mismo ejemplar de “La Sidra”. Donde su autor habla unas barricas que habían quedado abandonadas en los lagares de Cima; tras entrar en crisis la empresa (en 1940). Estos barriles viejos, fueron aprovechados por un enólogo francés, para fabricar un maravilloso calvados. De las cuatro mil quinientas botellas que obtuvieron con aquel licor; sobrevivió una de ellas hasta hace unos años, que pudo degustar quien escribió el artículo -comentándolo en las palabras que a continuación recogemos-. A todo ello, hemos de añadir que Industrias Cima, en su día también fabricaba y distribuía aguardiente de sidra (calvados) -además del dulce de manzana-.
“En el año 1941 en los llagares de Sidra Cima (Cualloto) Jean Petit, maestro aguardentero francés, dejó una sidra envejecer en dos barricas de madera, haciendo construir en Xixón un gran alambique. Lamentablemente la inesperada muerte del maestro, casi interrumpe la destilación. Treinta y cinco años después el hijo de este francés vino siguiendo su estela y buscó un sitio donde pudiera dedicarse a su profesión. En ese mismo momento la empresa sidrera Cima había empezado su declive lo que supuso la venta de su marca a otras industrias asturianas. En esos momentos, el hijo de Jean Petit habló con los empleados más antiguos de Cima que recordaban a su padre, y buscando algunos enseres, descubre dos barricas semi-olvidadas en las viejas instalaciones. Era el año 1979. En dicho año se embotellaron 4.650 botellas y solamente unas pocas llegaron por casualidad hasta el presente.” (44b)
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, diversas publicaciones que se exponían en “País de Sidra” donde se elogia la magnífica labor empresarial de José Cima.
Abajo, una de estas publicaciones, intitulada “La labor de José Cima.
BAJO ESTAS LINEAS: Otro de estos libros expuestos, que antes vimos. En detalle, aquí podemos leer la historia de la sidra al champán.
BAJO ESTAS LINEAS: Stand de Sidra Cima -junto al de Casas y Muñiz- en la feria de Muestras de Asturias, 1929 (imagen expuesta en “Páis de Sidra”, propiedad del Museo del Pueblo Asturiano, Gijón).
Para terminar este epígrafe y antes de recoger una serie más de fotografías de Industrias Cima, comentaremos que el libro “Asturias Industrial” de Rafael Fuertes Arias, impreso en 1902 -ver cita (6) -. Narra los pormenores de esta empresa instalada en Colloto; describiendo que en 1900, su capital social era de un millón doscientas mil pesetas. Asimismo añade Rafael Fuertes que contaba con setenta y dos empleados fijos (doce mujeres y el resto hombres) y producía por entonces un millón cuatrocientas mil botellas. El precio en fábrica de cada caja de 12 botellas era de 15 pesetas y el de 24 medias botellas, 17,5 pesetas. Partiendo de estas cantidades declaradas por Cima en el año 1900; podemos calcular que produciría unas cuatrocientas mil medias botellas, a 0,75 pesetas unidad; y un millón de botellas (de 750 ccl.) cuyo coste era de 1,25 pesetas cada. Estas cifras suponen una facturación superior al millón y medio de pesetas, en el año 1900 (300.000 ptas. en medias botellas y 1.250.000 ptas. en las de 750 ccl.)
Para calcular la equivalencia a nuestra época, esta facturación declarada por Cima en el año 1900 -con un millón cuatrocientas mil botellas año fabricadas; vendidas por más de un millón y medio de pesetas-. Hemos de observar la inflación estructural graduada; conociendo la diferencia de valores en los ciento veinte años que nos separan. Partiendo de que los precios en artículos esenciales durante 1900, eran los siguientes:
Productos Precios 1900 Precios 2020
Pan (1 kilo) 0,25 ptas 2 euros = 333,3... ptas
Leche (litro) 0,20 ptas 1 euros = 166,6... ptas
Patatas (1kilo) 0,10 ptas 1 euros = 166, 6... ptas
Huevos (12) 1 pta 1,5 euros = 250 ptas
Cebollas (1kl) 0,20 pta 3 euros = 500 ptas
Aceite (litro) 0,5 ptas 3 euros = 500 ptas
Coche Ford 9.000 ptas 27.000 e. = 4.500.000 ptas.
Sueldo medio 100 ptas 1200 eur. = 200.000 ptas
Sueldo ministro 600 ptas 6000 eur. = 1.000.000
Debido a ello, podemos calcular que el pan ha multiplicado su precio por 1333. La leche lo hizo por 833. Las patatas han subido en su valor 1666 veces. Los huevos tan solo multiplicaron su precio por 250. Sin embargo la cebollas aumentaron su valor 2500 veces. El aceite subió por 1000 en su precio. Un coche medio cuesta 500 veces más. Finalmente, el salario medio subió por 2000; desde las 100 pesetas mes a las 200.000 (que son 1200 euros). Y el sueldo de un ministro es 1666 veces mayor; desde las 600 pesetas que cobraban en 1900, a los 6000 (o bien 8000) euros que ganan hoy; que se corresponde con más de un millón de pesetas. La media es por lo tanto una subida de mil veces en la media de todos los productos y salarios; desde 1900 al 2020. Pese a ello y debido a la diferencia de mercados, sería más justo calcular una inflación estructural que dobla los precios cada siete años; por lo que entre 1900 y 2020 habría un 20000% de subida de precios. Es decir, doscientas veces más. De tal manera el millón y medio de pesetas que facturaría Cima vendiendo un millón cuatrocientas mil botellas en 1900; vienen a equipararse a tres cientos millones de pesetas (300.000.000 ptas), que son un millón ochocientos mil euros (1.800.000 euros de hoy). Una cifra aproximada que obtenemos, si actualizamos esa facturación anual de sidra Cima; que se trataba de un artículo caro por entonces, pero no tanto; tal como se observa en el panel siguiente:
Productos Precios 1900 Precio medio fábrica botella sidra Cima 1 peseta
Pan (1 kilo) 0,25 ptas 4 kilos de pan = hoy 6 euros (aprox)
Leche (litro) 0,20 ptas 6 litros de leche = hoy 6 euros (aprox)
Patatas (1kilo) 0,10 ptas 10 kilos de patatas = hoy 10 euros (aprx)
Huevos (12) 1 pta 1 docenas huevos = hoy 1 euro (aprx)
Cebollas (1kl) 0,20 pta 5 kilos cebollas = hoy 15 euros (aprx)
Aceite (litro) 0,5 ptas 2 litros aceite = hoy 6 euros (aprx)
Coche Ford 9.000 ptas 1 coche de calidad = hoy 27.000 euros.
Sueldo medio 100 ptas 1 sueldo medio hoy 1200 euros
Sueldo ministro 600 ptas 1 sueldo alto cargo hoy 6000 euros
Acerca del precio de la botella de sidra cima (entre 1,25 pesetas la botella entera y los 0,75 céntimos la media); en el panel comparativo anterior, comprendemos que se trataba de un producto medio. Que valía lo mismo a unos 4 kilos de pan (que hoy podemos tasar en 6 euros); 6 litros de leche (cuyo valor actual sería también 6 euros), 10 kilos de patatas (que hoy costarían unos 10 euros); una docena de huevos, que entonces estaban muy caros. 5 kilos de cebollas, que hoy valdrían 15 euros; y 2 litros de aceite, cuyo precio actual podemos calcular en 6 euros. Por su parte, con nueve mil botellas de entonces se compraría un coche “Ford T”; y con el sueldo de un ministro se tendría para seiscientas botellas; mientras un asalariado normal, podría comprarse cien mensuales. Las condiciones de mercado y de vida eran completamente distintas; por lo que se hace imposible ajustar una equivalencia y menos equiparar costes. Principalmente por una diferencia en el poder adquisitivo general; al no existir gastos ni enseres que en nuestros días son comunes -electricidad, gasolina, teléfonos etc.-. Además, en 1900, una gran mayoría se auto abastecían en huertos propios o con ganadería doméstica, criada en casa. Fabricando sus propias carnes, embutidos, sus panes, verduras y etc.. Todo ello hace que el mercado actual y el de hace ciento veinte años, no pueda equipararse. Aunque con las cifras que hemos dado antes, es posible hacernos cierta idea; si multiplicamos la inflación desde entonces, con una subida de costes tasada en doscientas veces. Lo que supone una variación estructural que dobló los precios cada siete años. Así pues, sabiendo que una botella de sidra Cima de 750 ccl. costaba en fábrica 1,25 pesetas -en el año 1900-. Determinamos que supondría actualmente unos doscientas cincuenta pesetas (1,5 euros de hoy). Un gasto que infinidad de personas se podían permitir, por mucho que doblase los precios en venta minorista, o los triplicase en la exportación.
Sobre los beneficios que pudo reportar esta firma en 1900; sabemos que al producir un total de millón cuatrocientas mil botellas, al coste de una peseta; facturaron aproximadamente 1.400.000 pesetas anuales. Calculando un beneficio neto entorno al 10% del total; ello supone unas ganancias de ciento cuarenta mil pesetas al año. Lo que multiplicado por el coeficiente de inflación estructural calculada (doscientas veces), equivaldrían a unos veintiocho millones de pesetas actuales. Por cuanto aquellas 140.000 pesetas de beneficio neto en 1900; equivaldrían a unos 168.000 euros hoy. Finalmente añadiremos que el capital social de Industrias Cima declarado ese año de 1900, era de un millón doscientas mil pesetas; lo que ajustado con el mismo baremo de inflación, supone que actualmente el capital social de Cima sería de doscientos cuarenta millones de pesetas (1.440.000 euros).
Al lado, portada de “Asturias Industrial” estudio descriptivo de la industria asturiana en su época. Obra de Rafael Fuertes Arias, impreso en Gijón 1902.
Al lado, página de “Asturias Industrial” sobre la que ya dijimos, narra los pormenores de Industrias Cima. En ella se expresa que el capital social en 1900 era de un millón doscientas mil pesetas. Con setenta y dos empleados fijos (doce mujeres y el resto hombres), producía ya en 1900 un millón cuatrocientas mil unidades, que vendía entre 15 y 17,5 pesetas la caja (de doce botellas enteras, o de 24 medias). Ello ya hemos visto que supone una facturación de un millón cuatrocientas mil pesetas en el año 1900 y unos beneficios netos de unas ciento cuarenta mil pesetas. Tal como hemos dicho, la inflación estructural marca que los precios han subido desde entonces unas doscientas veces. Por lo que esa facturación de 1.400.000 de pesetas, equivale a 28.000.000 de hoy (1.680.000 euros; además, unos beneficios de 10%, y que suponen 140.000 pesetas, serían actualmente 28.000.000 de pesetas (168.000 euros).
Al lado, reseña de periódico en la que se explica cómo José Cima viajaba durante los inviernos al otro lado del Atlántico. Embarcaba desde Santander a La Habana; desde allí visitaba varios puntos de mercado en Estados Unidos y El Caribe, principalmente Thampa. Tras su viaje anual, regresaba por Londres y París, donde acudía a atender a sus distribuidores. Este modo de vida, en que pasaba casi cuatro meses al año en El Caribe o viajando por Hispano América; era según él su secreto de salud y lo que le mantenía tan joven. Así vivió casi noventa años, sin pasar inviernos en Europa; viajando a América desde noviembre a febrero y regresando por París y Londres. Hemos de destacar que en su más temprana juventud, cuando trabajó para los Fernández-Roces en Cuba (entre los trece y veintisiete años) tuvo que vivir en Thampa y en zonas fracófonas de El Caribe; aprendiendo perfectamente inglés y bastante francés -la noticia que vemos en imagen, nos la hizo llegar también Bustamante Alonso-.
Al lado, anuncio del diario El Carbayón (fundado y dirigido por el consuegro de Cima, Rogelio Jove) que nos mandó Bustamante Alonso. En su primera página observamos que en esta tienda de Cima, sita en Los bajos del Casino, se servían “Lunchs achampanados” -publicado el 23 de septiembre de 1884, cuando se abre ese local, en la Calle San Juan 10 (Bajos del Casino)-.
Al lado, otro anuncio de la misma sede de Cima, abierta en este año, en los bajos del Casino de Oviedo. En este caso la primera página de El Carbayón 25 de junio de 1884; que también nos fue enviada por Bustamante.
Al lado, reseña sobre la apertura de a famosa tienda de Industrias Cima, en los bajos del Casino, cuya foto volvemos a recoger abajo.
Abajo, tienda de Jose Cima (regentada por Toral) abierta en 1884 en los bajos del Casino -calle San Juan 10- (imagen tomada del libro “Album Anunciador de Asturias; Luarca 1893 -imprenta La Económica- pag. 20).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, artículo publicado por un diario nacional en noviembre 1920, que nos hizo llegar Bustamante Alonso. Relata sus éxitos empresariales y termina añadiendo que este empresario debería ocupar altos cargos en el gobierno de España. Como sabemos, tan solo quiso ser concejal de Oviedo; mandato que mantuvo unos cincuenta años, llegando al final de sus días a ser alcalde (durante tan solo treinta días y con el fin de patrocinar de su bolsillo un proyecto de remodelación en la plaza de la catedral de Oviedo -donde precisamente vivía-)
Abajo, etiqueta de una de las muchas “falsificaciones” de sidra al champagne Cima, que surgieron en la época. En este caso, la marca de Avilés llamada Peña Santa, se firma como M. Cima y en verdad estaba creada por Muñiz y Casas (quienes finalmente se asocian a Industrias Cima, tal como se muestra en la foto de su Stand de la feria de Muestras de Asturias, 1929; que vimos unas imégenes antes).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Curioso abridor de vino, con navaja; que regalaba Industrias Cima a comienzos del siglo XX.
E – 2 ) Pasión por la química y la “fórmula Cima”:
Muchas de sus biografías, consideran a José Cima químico; tanto es así, que en algunas ocasiones se refiere a él con esta profesión, Bustamante Alonso (quien más conoce su historia). Pese a ello, sabemos que no estudió la carrera y que sus conocimientos de química fueron autodidactas; considerándose en la familia que nacieron cuando en Cuba tuvo que buscar soluciones, mejorando la calidad de los productos que comerciaba (para que no se pudriesen el tabaco ni las bebidas naturales). Un hecho que debió darle enormes conocimientos en enología, en tratamientos de productos agrarios y en química experimental. Pues sabido es que quienes se forman de manera autodidacta, aunque tienen unas enormes lagunas sobre lo que todos conocen; pueden llegar a descubrir lo que nadie sabe. Al utilizar métodos propios; debiendo caminar a solas y crear “atajos científicos”, con el fin de resolver aquello que nadie le enseña. Para que lo comprendamos mejor; el autodidacta es como el que viaja sin mapa y está obligado a explorar -no conociendo dónde va-; pudiendo perderse, pero también logrando llegar a lugares desconocidos en muchas ocasiones. Mientras, el que se adscribe a una tendencia universitaria o estudia por procedimientos convencionales; tan solo obtendrá deducciones propias y nuevas teorías, si es un gran genio (de los que muy pocos proliferan en esta vida).
Sea como fuere, José Cima tuvo pasión por la química; trasladando al mundo agrario esa ilusión. Algo que junto a su tenacidad, le valió finalmente la Gran Cruz al Mérito Agrícola; concedida por Alfonso XIII en 1912 (por su método inigualable de champanización). Además de esta dedicación a la “alquimia de las bebidas”; Bustamante Alonso me comunicó que otra de sus aficiones fue la de inventar; tanto, que entre sus ideas estaba la de un mini-refrigerador transportable (para enfriar botellas en el campo o en el mar). Nevera que -al parecer- no se llegó a fabricar, debido a su alto coste; aunque según descubrió Francisco Bustamente, llegó a ser patentada por la firma Cima. Muchas otras parece que fueron sus aportaciones al mundo de las innovaciones industriales, aunque ninguna tuvo tanto éxito como la famosa “fórmula”, para champanizar sidra de manzana. Un sistema que -se cree- solo enseñó a su hijo Arturo (el único varón, entre sus vástagos), al que quiso convertir en un gran químico. Para ello, le envió a estudiar a Burdeos, donde logró Arturo Cima acabar la carrera (pues, al parecer, tenía dificultades en España para terminar sus estudios). Finalmente y al regresar su hijo de Francia, puso en sus manos la manufacturación y proceso de crear la sidra al champán, dejando que dirigiera el departamento de fabricación. Tras ello, Industrias Cima levantó y mantuvo un Gran Laboratorio en el centro de Oviedo; construido en 1901 por el magnífico arquitecto Juan Miguel de la Guardia y que desde 1909 regentaba Arturo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, Arturo Cima (hacia 1930); era el único hijo varón de José y tras la muerte de su padre, su negativa a explicar el proceso de fabricación de la sidra al resto de la familia, fue la causa de un enorme conflicto en la empresa. Afirmaba que no existía fórmula alguna y que el secreto se limitaba a “echar una meshadina” a cada barrica. Reclamando sus socios y parientes, que no les entregaba el secreto de la champanización; se llegó a un pleito, en que Arturo siguió manteniendo la inexistencia de una “fórmula”. Debido a esta situación, la sidra y las Industrias Cima, entraron en quiebra. Afortunadamente, poco después fueron compradas por la familia Suárez Zuloaga (nietos del famoso pintor y del propietario de la San Miguel), que las recuperaron. Principalmente, gracias a Ramón Suárez Zuloaga; que dio vida de nuevo a la empresa, logrando que Industrias Cima exista hasta nuestros días -siendo una de las firmas más antiguas de España-.
Abajo, José Cima junto a su hijo Arturo, el día de su homenaje en Colloto (1925)
Según nos narró Bustamante Alonso; para que Arturo tuviera una empresa propia -cuando acabó sus estudios- su padre abrió el primer Gran Laboratorio de Oviedo (en 1909). Un centro de investigaciones químicas, dotado con los mejores medios de la época; tan solo comparable a los institutos franceses. El edificio aún permanece en pié, como un centro social y está ubicado junto al actual parque de Los Patos. Aquel Gran Laboratorio no fue suficiente para que Arturo Cima se independizase y finalmente el centro de química se vendió al Ayuntamiento de Oviedo; que lo compró con gran interés -pues sus instalaciones no tenían parangón en España-. Debido a ello, Arturo sigue ligado principalmente a la fabricación de sidra y en 1932 -tras la muerte de su padre-, Industrias Cima queda en plena responsabilidad suya. Pero las hermanas en vida y sus maridos (hijas y yernos de Cima); decidieron que la empresa debía de gestionarse entre todos. Principalmente al observar que tras la muerte del fundador, la sidra había perdido su sabor y características. Según se desprende de cuanto recoge Bustamante en sus escritos; poco después de fallecer José Cima, la sidra sufrió un enorme declive en su calidad. Bajando en condiciones óptimas de consumo y paladar, por lo que socios y parientes reclamaron a Arturo que se fabricase como se hizo en vida del padre. Argumentaban algunos familiares, que este hijo -con dirección plena en la firma- había empeorado el producto; sin aplicar correctamente “la fórmula” que el fundador le había legado.
Considerando los descendientes del industrial, que fue el único varón de los Cima, quien heredó los secretos del sistema de champanizar; sin comunicar el proceso a ninguna de sus hermanas (ni a sus cuñados). Todo lo que generó un enorme malestar, cuando a los pocos años de fallecer el padre, se observó que la calidad del producto bajaba tanto. Unos pensaron que se debía al desinterés de Arturo, queriendo quedarse solo en la empresa. Otros creyeron que aquel que guardaba “la fórmula”, no deseaba que Sidra Cima prosperase, para crear ese hermano una nueva fábrica -ya que conocía todos los entresijos de la industria-. Finalmente, hubo quienes pensaron que la pérdida de condiciones en la sidra, era fruto de la falta de conocimientos prácticos del heredero; quien aunque hubiera estudiado el proceso, no sabía aplicarlo (al menos por sí solo). De ese modo, cuando muere el padre, ya nadie sabría embotellar esa bebida, con iguales propiedades; ni menos conseguir la calidad que Cima le daba.
El resultado fue que en solo dos años -tras a muerte del creador-, el problema entre parientes y socios entró en crisis, sin solución. Por lo demás, la visión general que quedó entre los descendientes sobre los referidos hechos; fue que su padre -José Cima- conociendo las limitaciones de su hijo Arturo, quiso protegerle (dejándolo al mando de la familia). Por considerar que sus hijas no necesitaban tanta ayuda; al haberse casado todas con personas de gran valía (abogados del Estado, notarios, jueces y buenos empresarios). Mientras, el único varón del industrial adolecía de grandes condiciones intelectuales; por lo que quizás el padre se culpaba, dejando todo en sus manos -recordemos que también se sentía responsable por la falta de salud de algunas de sus hijas; que achacaba al parentesco entre él y su mujer-. Sea como fuere; al morir José Cima, se produjo un conflicto entre hermanos y poco después llegó la Revolución del 34, viniendo más tarde la Guerra Civil. Finalmente, a comienzos de los años cuarenta se intentó reflotar la marca, pero los descendientes entraron en pleito, solicitando la mencionada “fórmula” a Arturo. Quien seguía afirmando que no había “fórmula” alguna y que el secreto era -“echar una meshadina en cada barrica”- (aquí el que no entienda el bable, que tire de diccionario, pues no estoy dispuesto a traducir lo que significa “echar una meshadina”
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, fotografía y necrológica de José Cima en un periódico de 1932. Se destaca el altruismo y filantropia, que mantuvo durante su vida como empresario. Falleció a los ochenta y nueve años de edad -la imagen me fue enviada también por Bustamante Alonso-.
Abajo, Gran Laboratorio creado por José Cima, para su hijo Arturo en 1909. Años más tarde, estas magníficas instalaciones de química y el edificio, serían adquiridos por la ciudad de Oviedo. Actualmente es un centro social, mantenido en este precioso inmueble, obra del arquitecto Juan Manuel de la Guardia -se halla en el paseo y parque llamado “de los Patos”-.
Cuanto conozco acerca de Industrias Cima y de su sidra, lo hemos recogido en anteriores epígrafes (ver parte primera y segunda); aunque hemos de incluir un último dato. Un triste hecho que describe al modo en que dejó de producirse la sidra -con la fórmula Cima- y la situación en que la fábrica, instalaciones y firma, dejaron de pertenecer a la familia. Ya hemos narrado que tras morir mi bisabuelo, se produjo un gran descenso en calidad del producto; comenzando los problemas entre asociados. Fue entonces cuando se solicitó a Arturo -único hijo varón, que había heredado el mando- enseñase a sus socios el método de champanizar; para volver a fabricar la misma bebida que se embotellaba antes de fallecer el padre. Como este único hermano, se negó a dar más explicaciones. Finalmente, la familia llega a pleito; al poco tiempo de acabar la Guerra Civil; cuando la marca y lo que se vendía como Sidra Cima, muy poco tenía que ver con lo que se embotellaba en vida de su inventor. Los pormenores del pleito podremos leerlos en la sentencia dictada por el supremo en 1941; cuyo texto comienza del siguiente modo:
“Jurisprudencia del Tribunal Supremo // Sentencia de 16 de abril de 1941.-propiedad industrial-. “Los padres de los litigantes y coherederos idearon una fórmula que les permitió dedicarse a la fabricación de Sidra y Champagne, cuya elaboración comenzaron lanzando al mercado un producto con dicha denominación y bajo la marca: "Real Sidra Asturiana" -José Cima García-, que les fue otorgada en 1899. Muchos años después de que la fábrica funcionase con pleno éxito, entró en ella el demandado don Arturo Cima, uno de los hijos del inventor. La elaboración había plasmado en una efectividad real e indudable, de cuyos más insignificantes pormenores hubo de ser forzosamente informado D. Arturo por su padre. La fórmula y el conocimiento que de la misma debe tener el demandado no puede circunscribirse en lo abstracto de la nomenclatura de una simple fórmula química, sino que abarca en su contenido todo un complejo sistema de elaboración del producto definitivo. Los demandantes reclaman la entrega de la fórmula química...” (28) .
El demandado -Arturo Cima- siguió manifestando que no había fórmula secreta alguna. Lo que probablemente era cierto; debiéndose la situación a que nadie era ya capaz hacer esa sidra al champagne, tal como su inventor la fabricaba. Aunque en verdad, todo ello -al menos- demostraba la desidia de ese único hijo; que desde 1899 había dirigido la empresa y al morir su padre en 1932, era incapaz de crear un producto con igual calidad. La falta de sensatez de este hijo, que se había erigido como presidente heredero; debió de ser solo comparable a su carencia de conocimientos sobre el proceso de la champanización. Ni que decir tiene que tras esta sentencia que recogemos antes; la familia quedó muy dividida y se decidió sacar a Bolsa la firma, por ver si así se reflotaba. El milagro sucedió, cuando van adquiriéndo la Sociedad Anónima los posteriores fundadores de la cervecera San Miguel en España. Me refiero al yerno y a los hijos del pintor Zuloaga; quienes pronto sanean la firma Cima e incluso vuelven a fabricar la sidra, logrando producirla con una gran calidad. Todo ello sucede después de 1942, cuando Industrias Cima se constituyó como nueva Sociedad, con una gran participación de estos descendientes de Ignacio Zuloaga. Quienes irán recuperando la marca; hasta que en los años sesenta Ramón Suárez Zuloaga logra que San Miguel y Cima -unidas-, formen un gran emporio distribuidor de bebidas; que a día de hoy continúa como empresa de gran éxito.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Copia de las tres hojas en las que actualmente, “Industrias Cima – San Miguel”, narra su historia y su pasado -ver cita (36) -. La primera (arriba) está dedicada a José Cima. En la segunda (al lado y abajo) se explica la adquisición de Industrias Cima por la familia Suarez-Zuloaga; quienes fundaron la cervecera San Miguel en España. Afortunadamente, la firma de mi bisabuelo cayó en manos de los Zuloaga, que se empecinaron en potenciarla, para que subsistiera. Todo lo que fue más que difícil, tras el cierre de Cuba y la expropiación de empresas por parte de Fidel Castro (desde 1959). Fue entonces, cuando Ramón Suárez Zuloaga luchó indefinidamente, logrando que Industras Cima sobreviviera hasta nuestros días.
E – 3 ) Ramón Suarez Zoluaga, el redentor de Industrias Cima:
Desde comienzos de este artículo hablábamos del modo en que el emporio de José Cima pasó a manos de la familia Zuloaga; cuando en 1942, se constituye en Sociedad Anónima (con un capital social de tres millones de pesetas). En nuestros anteriores párrafos y en imágenes anteriores recogíamos las palabras de este tríptico de Industrias Cima (editado por San Miguel), donde se explica que fue: "una de las empresas más antiguas de Asturias ya que sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XlX, cuando la fundó José Cima García" (..) que crea “ en su localidad natal una moderna fábrica de sidra en 1875, que promocionó la industria del sector en Asturias, aunque destinando la mayor parte de la producción a ultramar: Cuba, Argentina, México, Estados Unidos…” (...) “En el año 1942 Industrias Cima se constituye en Sociedad Anónima con la participación accionarial de la familia Zuloaga, entre otros, y será durante la década de los sesenta, concretamente en abril de 1967, con el apoyo de Don Ramón Suárez Zuluaga, cuando se materialice la distribución de la cerveza San Miguel para Asturias, generándose así un vínculo muy estrecho entre Industrias Cima y San Miguel”. -SIC cita (36) -
Nada sabía yo -un par de años atrás-, de cuanto arriba leemos; y jamás pude imaginar que la familia de mi amigo “Nacho” era la que conservaba la firma de mi bisabuelo. Aunque que estudié con Ignacio Suarez-Zuloaga (hijo de Ramón) durante más de una década, en el mismo colegio y curso. Pese a todo y a la gran amistad que me unió siempre a “Nacho” (y a su mujer, persona también de enorme cultura); nunca conocí que ellos gestionaban Industrias Cima. Tan solo un día vi algo relativo a la firma, visitando el despacho de la Fundación Zuloaga; en cuyas paredes colgaba un panel con acciones -cuadro que fotografié y que tenemos en dos imágenes de este artículo-. Mientras tomaba su foto, mi amigo Ignacio me explicó que se trataba de una sociedad antigua, que habían unificado a la San Miguel; creo que no comenté que era la de mi bisabuelo -porque no venía a cuento, en la reunión que manteníamos-. Pasó el tiempo y durante la Semana Santa de 2018, coincidí en el Museo de Bellas Artes de Sevilla con Ignacio Suárez-Zuloaga, que lo visitaba junto a su mujer -Margarita Ruyra de Andrade-. Con gran regocijo por vernos allí, charlamos sobre numerosos temas y le presenté a mi amigo François Peugheol; arquitecto francés al que habíamos llevado a Sevilla y con quien estábamos el museo. Al final del encuentro nos propusieron los Suárez-Zuloaga ir a Zumaya, donde conservan la antigua casa de su bisabuelo (Ignacio); porque se celebraba un homenaje del pueblo gitano a este pintor. Mi mujer dijo tener un enorme interés en conocer al nieto de Ignacio Zuloaga (Ramón, padre de mi compañero “Nacho”) y así fuimos a pasar un par de días invitados a Santiago-etchea; la antigua villa-caserío del artista, en su tierra natal.
Llegamos a Zumaya la víspera del homenaje. Era festivo y mediodía; les comenté a nuestros anfitriones por el móvil, que estábamos muy cerca, pero mi amigo Ignacio comunicó que se encontraban en Misa (junto a su mujer y su padre). Así, nos dirigimos hacia Loyola, donde logramos verles mientras salían del templo (hogar de San Ignacio). Fue entonces cuando conocimos a Ramón Suárez Zuloaga. Solo ver el modo en que se iba de la iglesia, despidiéndose y charlando con todos; resultaba muy llamativo. Sus gritos y risas se oían desde el exterior... . Al fin llegó hasta nosotros, ayudado por sus hijos. Estábamos esperándoles en un escalera exterior y tras saludarnos unos a otros, se oyó decir a Ramón en voz muy alta:
-¿Es que queréis que me mate?. ¡Hay un escalón como un pino!...-
Le tomé del brazo riendo, explicando que no habíamos visto ese obstáculo (insalvable para él); pero al cogerle por el codo, él profirió en voz muy baja una frase, diciéndome al oído:
- Por favor, que me tome de la mano tu mujer, que está estupenda. Yo te agradezco el detalle; pero me alegra más pecar un poco. Además, ahora es momento, porque vengo de misa.... Así si me mato en este escalón, cogido del brazo de una señora como la tuya; me voy al cielo de cabeza...-.
SOBRE ESTAS LINEAS: Retrato de Ramón Suárez Zuloaga, con unos diez años de edad y vestido de cazador, pintado por su abuelo hacia 1944 -poco antes de que el artista falleciera-. Este niño que vemos en imagen, es al que tanto quería conocer mi mujer -gran admiradora de Ignacio Zuloaga- para charlar con él sobre su abuelo. Pudimos verle cuando fuimos invitados por su hijo Ignacio a un homenaje, que el pueblo gitano realizaba al pintor (en Zumaya, abril de 2018). Quedé admirado de su sentido del humor, vitalidad y entereza. Ramón tenía por entonces ochenta y cuatro años, sufría un cáncer terminal y le quedaban cinco meses de vida; pese a ello, no dejaba de hacer chistes, mirando a toda mujer bella que se le cruzaba. Hablando con él, durante uno de los desayunos, le pregunté qué fue de Industrias Cima; porque tenía noticias de que la había absorbido su empresa (la San Miguel). Tras aquella frase mía, quedó pensativo y se extrañó; después de un instante en silencio, respondió cerrando los ojos:
-¿Industrias Cima?. ¡Si tú supieras lo que yo he luchado por reflotar esa empresa!-.
Fue la única vez que le vi ponerse serio; pero al rato, cuando le dije que yo era biznieto de José Cima, volvió la alegría a su cara. Narrándome el modo en que logró mantener en pié la firma de mi bisabuelo. Pese a todo, en su primera respuesta, noté el enorme sacrificio que debió hacer para que Industrias Cima no se hundiera.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, de nuevo el pliego de acciones de Bolsa de Industrias Cima que pude fotografiar en la oficina de la Fundación Zuloaga. Fue la primera vez que tuve noticia acerca de quienes mantenían todavía la firma (logrando que sobreviviera; casi siglo y medio después de su fundación). Se trata de una de las empresas más antiguas de España, que gracias a la familia Zuloaga continúa en funcionamiento.
Abajo, caricatura dibujada por mi, de Ignacio Suárez-Zuloaga; compañero de colegio y amigo desde la infancia. Es el hijo de Ramón Suárez Zuloaga, empresario que reflotó Industrias Cima y por lo tanto el actual heredero legal de esta firma. Un hecho que no conocí hasta hace un par de años (cuando coincidí con su padre en Zumaya).
Tras aquella salida triunfal en la iglesia de Lozoya y el primer encuentro con Ramón; todo fueron bromas, junto a comentarios divertidos por parte de este Zuloaga. Cuya salud ya era muy precaria; pero conservaba tanto sentido de humor, pretendiendo hacernos ver que nada malo le sucedía (siquiera los achaques de la edad). Fue esa tarde cuando me dispuse a ensayar un poco con la guitarra; para tocarla al día siguiente, mientras se celebraba el homenaje al pintor. Pero aquella antigua casa del pintor -donde estábamos invitados- está enteramente construida en maderas nobles, por dentro. Debido a ello, la reverberación de la guitarra era tremenda y su volumen aumentaba como en el interior de un auditorio. Así fue, como al poco de estar ensayando; salió de su habitación Ramón, pidiendo a su hijo que no pusiera tan alto el volumen, diciendo:
- ¡¡Por favor !! . ¡Baja un poco el tocadiscos, que se me mueven hasta los muebles del cuarto! -
Comprendí que mi música estaba molestando muchísimo al padre (además, enfermo) y con gran vergüenza me fui hasta él; para comunicarle que no era un tocadiscos. Explicando que se trataba de mi guitarra. Fue entonces cuando Ramón sacó toda su sorna y gracia, respondiendo:
- ¿Que eres tú...?. ¿Que tú tocas así?. ¡Oye, esto es genial!. ¡Pero una maravilla!. Nada, nada. ¡Tocas de “P” Madre!. Ni se te ocurra parar... -
Nos dio a todos la risa y el divertido Ramón comenzó a preguntarnos a qué venía tanta juerga; sin querer entender que la situación era casi surrealista. Fue entonces cuando me acordé de una anécdota que narraba mi padre, con la que explicaba que una buena respuesta, podía solucionarlo todo. Aquello sucedió durante otra Feria de Sevilla, cuando les tiró una botella de vino un gamberro. Ante esa situación, vestidos de traje y totalmente manchados; se volvieron hacia el agresor. Observando que era un borracho con dos lentes que parecía Topollillo; un amigo de mi progenitor le recriminó muy enfadado:
- “No voy a pegar a un borracho, aunque nos haya empapado de tinto; menos aún si es un pobre ebrio y con esas gafas”-
Fue entonces cuando aquel que les había lanzado el vino, se quitó los lentes “culo de vaso” que llevaba y replicó:
- “¡Pues ya no las llevó, así que a ver si te atreves a darme!”-
No sabiendo qué hacer ante esa bestia y atemorizados; sacó mi padre sus gafas de leer y poniéndoselas, replicó:
- “Por favor, haga usted lo mismo. No pegue a un hombre bebido y con lentes...”.-
La respuesta cayó en gracia al que les había lanzado el vino y hasta les pidió perdón. Porque como decía mi padre: “Un verdadero señor es aquel que siempre tiene un recurso de buen humor”. Tal como siempre hacía Ramón.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Tres imágenes de Santiago-etchea; villa en Zumaya del pintor Zuloaga (conservada por sus descendiente) Arriba, salones de la casa, conservados al modo en que los vivió y dejó el Ignacio Zuloaga.
Al lado, despacho del artista, con su autorretrato y dibujos de varios amigos (Gregorio Marañon, Azorín etc). La acústica en el interior de este caserío recubierto de maderas nobles, es inigualable.
Abajo, en el exterior de Santiago-etchea; tocando la guitarra y ensayando, junto a Margarita Ruyra de Andrade y su marido, Ignacio Suarez-Zuloaga (bisnieto del pintor).
Pasamos una agradable noche y a la mañana siguiente -mientras me despertaba-, oía unas carcajadas, que también reverberaban, debido a la estructura de la casa. Nos acicalamos y bajamos a desayunar; allí estaba Ramón, en la mesa y con su juerga desde primera hora (contando chascarrillos). En ese momento fue cuando le pregunté acerca de Industrias Cima y le cambió la cara; se quedó como parado. Me dijo aquello de: -”¿Industrias Cima... ¡Si tú supieras cuánto he luchado para reflotar esa empresa!-. En sus palabras y rostro entendí que mantener la firma había sido un Calvario para él; tal como luego me fue contando. Pero al comentarle que yo era bisnieto de José Cima, se quedó reflexionando; aunque muy pronto se mostró tremendamente alegre. Seguramente pensando lo mismo que le decíamos mi mujer y yo: -“Esto parece algo del más allá”-.
Horas después fuimos todos hacia el monumento a Ignacio Zuloaga en Zumaya, donde se celebraba el homenaje al pintor (37) . El evento (pleno de autoridades) estaba presidido por el nieto del artista (Ramón) y dirigido por su bisnieto (Ignacio Suarez-Zuloaga, junto a su cultísima mujer: Margarita Ruyra de Andrade). Allí llegamos con Ramón, que deseaba sentarse junto a Chiho -mi esposa-; sobre la que no paraba de comentarme que “estaba estupenda”. Así esperando y al acercarse el momento del evento, cuando se agolpaba el gentío para ver el homenaje; aquel divertido personaje que era Ramón, comenzó a gritar:
-¡“Visca Zumaya”-
Mientras; los transeúntes que pululaban por la zona, comentaban si ese nieto de Ignacio Zuloaga sería catalán. A lo que su hijo Ignacio, hacía por explicar que eran “cosas de la edad”... . Pero nada de eso, fue parte de la juerga que montaba el divertido Ramón; quien seguía con su grito de guerra. De ese modo y a golpe de “visca Zumaya”; se llegó hasta el momento en que el pueblo gitano rindió su homenaje al “tito Ignacio”, como llamaban al pintor. La estampa era tan entrañable, como pintoresca. Allí, junto al monumento a Zuloaga, estaba su nieto y los representantes romanís erromintxelas (su patriarca y diversas personalidades de todos los mundos). Unidos y brindando por el “tito Ignacio”; el artista que tanto quiso y ayudó a los gitanos. El resto del día fue tan divertido como el comienzo. Tras una magnífica comida que la familia Suarez-Zuloaga no sirvió en Santiago-Etchea; cogimos la guitarra y los vasco-flamencos que asistían al acto, organizaron un “tablao”, hasta que cayó la noche. Mientras yo, intervenía con mis piezas clásicas, a la vez que Ignacio y Margarita leían recortes de periódico; narrando numerosas anécdotas simpatiquísimas de Ignacio Zuloaga.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotos de Ramón Suárez Zuloaga, sentado en el monumento a Ignacio Zuloaga (en Zumaya); el día del homenaje que comentamos. A su lado, mi mujer; con la que estaba encantado... . Hablando con ella, comentó que lo más destacado que recordaba de su abuelo, era su buen sentido del humor; un rasgo que heredó del artista. Este simpático Ramón, fue quien reflotó y mantuvo Industrias Cima. Afortunadamente pudimos conocerle en abril de 2018; seis meses después falleció de la grave enfermedad que convalecía.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías con camiones de Industrias Cima en la actualidad; arriba en Llanes y abajo en Gijón. Ambas imágenes fueron tomadas en el año 2018 unas semanas después de haber conocido a Ramón Suárez Zuloaga. A ello se debe la sonrisa de mi mujer, cuando encontró uno de estos vehículos en las calles de Gijón; recordando cómo nos habíamos divertido con su familia, en Zumaya.
E – 4 ) El edificio Industrias Cima
La “nueva” fábrica de sidra fue levantada por José Cima en 1925 y encargada a los arquitectos Francisco Casariego y Manuel del Busto. Tan solo hay constancia de que la obra fuera del primero; tal como aparece en los numerosos textos que refieren este edificio o en las biografías del industrial. Pese a ello, como muy bien señala la Enciclopedia de Oviedo -ver cita (3) - en su proyecto trabajaron dos arquitectos; por lo que deducimos que el segundo fue Manuel del Busto, quien por esos años realizaba un chalet en Colloto; el de Arturo Cima (hijo de José). En lo que se refiere a Francisco Casariego Terrero (1890-1958), tal como expone la Enciclopedia de Oviedo (38) fue un arquitecto y pintor que trabajó principalmente en esta ciudad; cuñado de Vaquero Palacios, con el que colaboró en numerosos proyectos.
Hemos de mencionar, que además de sus muchas obras en Asturias, entre las que se encuentra esa fábrica de Cima; Casariego construye asimismo barrios sociales. Su influencia en la vida de mi padre fue muy determinante, ya que mi progenitor era un gran amigo de sus hijos: Pedro y Francisco Casariego (también arquitectos). Ambos orientaron a mi progenitor en la idea de estudiar esa carrera y además le inculcaron ciertas nociones de vivienda social. Unos hechos, que unidos al veraneo de la familia Cima en Gijón, en un gran edificio levantado junto a la barriada de Celestino Solar (ciudadela social que veían desde la ventana -tal como narrábamos en la parte segunda-). Influyó de manera decisiva en su vocación para dedicarse a la política habitacional. Debido a ello, cuando mi padre termina la carrera de arquitecto, se especializó en urbanismo y pasó a ser adjunto a cátedra del también asturiano José Fonseca en la Politécnica de Madrid. Donde, tras veinte años de docencia y la jubilación de Fonseca Lamedo, le sustituyó en su cátedra; impartiendo durante más de cuarenta años esta asignatura -que tristemente fue anulada en la universidad, al jubilarse él-. Asimismo, esta vocación por la política habitacional que inculcaron los Casariego y José Fonseca a mi progenitor; le llevó a ser alto comisionado de Naciones Unidas; representando a España en la Fihuat y en diversas organizaciones Internacionales -ver su biografía en Wikipedia y otras cita (39) - .
SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, el edificio de Industrias Cima tal como lo conservó la familia Suárez-Zuloaga; hasta que en 1993 la envasadora San Miguel, decide venderlo. Como podemos observar, hasta entonces había respetado su esencia arquitectónica (tejado, lineas y fachadas pintadas en verde); llegando a fines del siglo XX tal como los diseñaron Casariego y Del Busto en 1925 -la imagen nos fue enviada por Bustamante Alonso-.
Abajo, esquinazo entre las calles Principado y Cavo Noval proyectado por Manuel del Busto en los años veinte y acabado en 1928. Este edificio es el que -a mi juicio- inspiró el diseño de la nueva fábrica Cima. Acerca del regionalismo, dice Rosa Fáes en su tesis doctoral dedicada a Manuel del Busto: “Podemos considerar al arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo como el principal representante de la arquitectura regional, sobre todo desde el punto de vista del estudio teórico de nuestra tradición e historia de la arquitectura (..) Su gran amigo y colaborador, Francisco Casariego, se adscribe también, en un primer momento, a la versión montañesa de la arquitectura regionalista; siendo su principal aportación la casa situada entre las calles Uria e Independencia, realizada en 1926 y una serie de edificios en la calle Cabo Noval, reaizados hacia 1923 (…) Manuel del Busto contribuye al regionalismo urbano con una serie de casas, las situadas en la calle Cabo Noval, nº 12 y Principado, nº4, así como el proyecto realizado en 1922 para una casa emplazada en en la calle de Argüelles, nº 35; esquina a la plaza de Ia Escandalera. Como ejemplos montañeses rurales son numerosas las obras realizadas por Julio Galán y Manuel del Busto, siendo la casa para Bernaldo de Quirós, en Somió (Gijón), la mejor aportación de este último” (40)
BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, Industrias Cima rehabilitada hace algunos años. En su “reconstrucción” se eliminaron los tejados y los colores originales. A mi juicio, se ha desvirtuado la esencia de la edificación; que partía desde un estilo regionalista. Quizás el verde no sea hoy en día un tono muy elegante; como tampoco pueden resultar los antiguos tejadillos de su zona alta. Pese a ello, aquellos detalles se corresponden con el movimiento que seguían sus arquitectos, que se inspiraba en la arquitectura popular. Un estilo nacido desde filosofías krausistas, importadas por Sanz del Rio y que culminó Giner de los Ríos en su Institución Libre de Enseñanza. Donde se explicaba el beneficio de visitar periódicamente el campo; junto a la salud espiritual y corporal, que se lograba en el mudo rural. Admirando esas teorías neo-krausistas, el folklore y las costumbres de los pueblos. Por lo que atendiendo a este costumbrismo idealizado, nace el movimiento arquitectónico regionalista; que unido al ecléctico, siguieron Francisco Casariego y Manuel del Busto. Creemos que al rehabilitarse Industrias Cima, solo se han observado las trazas racionalistas que tenía el edificio, prescindiendo de su carácter popular (regionalista).
Continuando con el edificio Cima de Colloto y su segundo arquitecto, deducimos que aquel “otro” técnico que lo proyectó, fue Manuel del Busto Delgado (La Habana 1847, Oviedo 1947) (41) . Quien al mismo tiempo estaba dirigiendo el proyecto del chalet de Arturo Cima en Colloto (inagurado igual año que Industrias Cima). He de destacar que Manuel del Busto era amigo y coetáneo de José Cima; nacido en Cuba a mediados del siglo XIX (cuatro años después que mi bisabuelo). Del Busto tenía padres asturianos y se trasladó a Oviedo en los años en que regresa Cima (hacia 1871). Logró ser considerado uno de los mejores arquitectos en la España en su época; construyendo edificios con la importancia del Centro Asturiano en La Habana, el Banco Herrero de Oviedo o El teatro Palacio Valdés de Avilés (ciudad natal de sus progenitores).
A nuestro juicio, Industrias Cima estuvo plenamente proyectado bajo la estética de Manuel del Busto, aunque Francisco Casariego realizó y dirigió la obra. Una conclusión a la que llegamos observando sus trazas arquitectónicas y estéticas; donde veremos iguales líneas a las de Del Busto en edificios coetáneos (entre 1910 y 1930). Cuando ese arquitecto estaba dominado por gustos regionalistas y racionalistas; aunando la arquitectura popular norteña, con los modos alemanes de la época. Una mezcla que en nuestros días podrá ser incompresible, pero que en los años veinte conformó lo que se denominaba eclécticismo; movimiento que conjuntaba el clasicismo con la última moda y lo rural con lo abstracto. Uniendo la estética de un caserío a la de una factoría alemana de la época; que es cuanto expresa la nueva fábrica de Cima, levantada en 1925.
Nuestra teoría es que al proyectar Industrias Cima se tomó como modelo otro edificio que Manuel del Busto por entonces levantaba en Oviedo: La esquina entre las calles Cabo Noval y Principado. En imágenes siguientes podemos ver esta magnífica construcción, que ese arquitecto termina en 1928; cuya estética y lineas son casi las mismas que el de Colloto. Pese a ello, otras edificaciones de Manuel Del Busto en Oviedo ya eran muy similares a la posterior fábrica de Cima; algo que se observa en los tres inmuebles levantados en las calles Suárez de la Riva, Principado y Fruela (terminadas entre 1009 y 1911). Donde se halla El Banco Herrero, encargado a este arquitecto por Policarpo Herrero y que se culmina con un total de tres magníficas construcciones de Manuel del Busto (aun en pie). Observando las imágenes más abajo, vemos que la inspiración de la nueva fábrica de Industrias Cima (terminada en 1925), procede claramente de las casas que proyectó por entonces en Oviedo este arquitecto nacido en La Habana. Aunque sabemos que la obra de Colloto fue dirigida principalmente por Francisco Casariego; colaborador de Manuel del Busto y mucho más joven que este maestro suyo. Todo cuanto expresamos, significa que en su reciente rehabilitación (realizada ya en el siglo XXI); se deberían haber conservado las lineas originales y los colores de la fábrica Cima. Como se hizo en las casas de Calle Fruela, que continúan con sus tejados y fachadas, tal como se levantaron a comienzos del siglo XX. Pintadas en rojo y verde; tonos que quizás no resultan hoy muy elegantes, pero que se corresponden con el estilo regionalista que seguían sus arquitectos.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, parte lateral y posterior de Industrias Cima, tal como se encuentra en nuestros días (en la zona baja podemos ver a Bustamante Alonso hablando con mi mujer, lo que nos sirve para prporcionar la escala de tamaños).
Al lado, fachada lateral del edificio, frente a Calle Real.
Abajo, zona posterior, vista desde la entrada por Caleyuca.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes que me envió Bustamante Alonso, donde podemos ver la fábrica Cima en su estado original y tal como la conservó Ramón Suárez Zuloaga. Al lado, el edificio tal como se proyectó por Casariego y Del Busto.
Abajo, fotografía tomada en los años cincuenta, donde el único cambio que se aprecia es el cartel de San Miguel (que sustituye al de Cima). Como dijimos, gracias a la familia Suárez-Zuloaga la edificación se había conservado perfectamente hasta 1993 (cuando la envasadora San Miguel decide desprenderse del inmueble). Observemos los preciosos tejados que adornaban las dos naves laterales y la última planta, que no contrastaban con los edificios populares de Colloto (estando en la misma linea que el hórreo que todavía pervive a su lado).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: dos fotografías de la casa que Manuel del Busto hizo en la Calle Principado 3 de Oviedo; proyectada para el indiano Victoriano Pérez y terminada en 1909. Este financiero conocido de mi bisabuelo, estableció allí su vivienda y las oficinas de su empresa: Hijos de Victoriano Pérez (tal como hizo Cima en su casa frente a la catedral). Al lado, fachada lateral del esquinazo entre las calles Suárez de la Riva y Principado. Al final de la imagen vemos el Banco Herrero, también obra de Manuel del Busto (1911).
Abajo, frente de este magnífico edificio terminado en 1909; en el que a mi juicio, también se inspiró mi bisabuelo para levantar su fábrica.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, esquinas de las calles Fruela (frente) Principado y Suárez de la Riva, con obras de Manuel del Busto. En primer término el Banco Herrero y detrás dos edificios más: La Casa Victoriano Pérez y la de Ricardo Cangas (frente a ella); en cuyos bajos estaban los grandes almacenes Fontela.
Abajo, la casa de Ricardo Cangas (foto de época), recogida y descrita por Rosa Faes en su tesis doctoral sobre Manuel del Busto, (40) (pags 191 y ss); quien la considera coetánea a las anteriores. Diciéndonos la autora: “aunque de esta obra no se conoce documentación alguna para su estudio en profundidad, ni la fecha de su realización, por su tratamiento y tipología de fachada la incluyo entre las realizadas en la primera década del presenté siglo” (pag 193).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías del Banco Herrero en los años en que fue ampliado por Manuel del Busto (hacia 1911) Al lado, su fachada y abajo su entrada principal. Según leemos en la tesis de Rosa Faes (pag 438 y ss), esta obra fue una ampliación, ocupando dos solares colindantes a las antiguas oficinas del Herrero.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Estado actual del chalet en Colloto, mandado construir por Arturo Cima y su esposa Silvina Faes. Obra de Manuel del Busto, fue proyectado en 1925 y terminado en 1926; poco antes de que este arquitecto regresase a La Habana, para terminar el magnífico edificio del Centro Asturiano. En el escudo de su fachada podemos observar la fecha de finalización del edificio, junto a las iniciales “C” y “F”, que sin duda significan “Cima y Faes” (los apellidos de sus propietarios). Dos hechos obligan a pensar que Industrias Cima también sería proyectado por Manuel del Busto, junto a Francisco Casariego (quien finalmente ejecuta y dirige la obra). Primeramente el estilo de esta fábrica Cima, tan parecido al de los edificios de Manuel del Busto. La segunda es que en el mismo año este arquitecto hizo el chalet de Arturo Cima (hijo del industrial). Todo ello corrobora la idea que expresa la enciclopedia de Oviedo, al afirmar que Industrias Cima fue realizado por Casariego en colaboración con otro técnico, del que no cita nombre. Un segundo arquitecto que con seguridad fue su maestro, Manuel del Busto.
E – 5 ) El legado de José Cima:
Concluimos esta tercera parte, con un epígrafe donde hablaremos sobre qué fue y qué quedó de cuanto hizo José Cima. Aunque antes de desarrollarlo, añadiremos que se nos hace necesario crear un capítulo más; una parte cuarta donde expondremos quienes eran los emprendedores de Colloto (que acompañaron en época y trabajo a mi bisabuelo). Volviendo a este tercer artículo, y para terminarlo; considero necesario dejar algunos conceptos claros, así como plantearnos cuál fue el legado de mi bisabuelo. En primer lugar, hemos de exponer que este empresario no era un “indiano”, propiamente dicho. Pues su negocio y sede estuvo siempre centrado en Asturias, y más concretamente en Colloto. Donde abrió su fábrica de sidra hacia 1875, creando Industrias Cima; marca que ha pervivido hasta nuestros días y se considera una de las firmas más antiguas de Asturias -y de España-. Allí, en su factoría de Colloto, Cima se mantuvo hasta su muerte y durante unos cincuenta años; con unos treinta trabajadores fijos y otros sesenta temporales -que contrataba en época de recogida y prensado de manzana-. Así pues, su negocio y a las personas dio empleo directo, no se encontraban en el otro lado del Atlántico, sino en Asturias. Siendo cosa muy diferente que exportase sidra por casi toda Ibero-América, tanto como a Estados Unidos y a diversos países del Mundo (entre los que se encontraba Japón y Filipinas, pero también Reino Unido, Alemania o Francia).
Lo que hemos expuesto excluiría como “indiano” a José Cima, aunque sí fue “americano” por su carácter, sus amigos y -principalmente- por su formación e información. Procediendo de los años que vivió en ultramar, toda la inspiración industrial, sus conocimientos de idiomas y empresa, e incluso la cartera de clientes. Pese a ello, no era un “indiano” propiamente, porque tan solo emigra durante su juventud; viviendo en Cuba y Thampa unos tres lustros -desde los doce a los veintiocho años-. Regresando en 1871 definitivamente a Asturias, para casarse y crear un emporio en su pueblo natal. Pese a lo dicho, verdad es que -normalmante- cada año, solía pasar el invierno en El Caribe; viajando desde allí a Estados Unidos, para regresar de su periplo anual por Inglaterra y Francia. Unas travesías que realizaba periódicamente con el fin de revisar sus exportaciones, reuniéndose con sus distribuidores europeos y americanos. Pero ello no significa que fuera un “indiano”, pues su empresa y fuente de ingresos estuvo siempre en España.
La afirmación de que mi bisabuelo no era un “indiano”, porque se mantuvo en Oviedo, sin vivir en ultramar. No nace de que, tristemente, el término “indiano” tuviera un significado peyorativo; principalmente desde fines del siglo XVIII. Cuando se escriben obras satíricas como “Los indianos de hilo negro” (de J. Julián de Castro); un entremés hoy desconocido, pero que tras su publicación en 1793 divulgó desde los escenarios la idea de que los “indianos” eran gente avara y maleducada. Unos estereotipos acerca del que viajaba a América, originados por dos motivos: El primero y fundamental la envidia; el segundo, la calificación de “nuevo rico” a todo aquel que lograba fortuna en el Nuevo Continente (lo fuera o no). Ese desprecio nacional hacia los criollos y los llegados de Iberoamérica; propagó en multitud de colonias ideas independentistas o contra la metrópoli -principalmente desde fines del siglo XVIII-. Debido a que los empresarios, militares y funcionarios que echaron raíces en el otro lado del Atlántico; cuando regresaban a la Península, se veían vilipendiados en sus lugares de origen. Donde, en vez de admirar su éxito y gestas, les trataban como horteras. Palabra que algunos creen procede de “tienda de hortelano”; pese a lo que yo considero su etimología está en la voz “ultra-marinera”. Es decir, que “comerciante de ultramar” sería la etimología de un adjetivo tan despectivo como, “Hortera”. Pero regresando al mal trato que en ocasiones tuvieron aquellos “indianos” al regresar; diremos que lo peor fue la sospecha generalizada sobre oscuros negocios y las falsas acusaciones de “negreros” (depositadas sobre todo aquel que lograba triunfar en América). Una infamia generalizada, pues en España se conoce perfectamente quienes traficaron con los pobres esclavos; debido a que nuestras leyes no permitían ese comercio. Sabiendo de aquellos españoles que entraron en ese terrible mercado humano; que trataban principalmente con ingleses y portugueses, quienes sí se dedicaban a la venta de personas -de un lado al otro del Atlántico-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, portada del entremés “Los indianos de hilo negro” de J. Julián de Castro (1793); obra satírica de teatro donde se ridiculizaba a los que emigraban a las Américas para hacer fortuna. Desde entonces, la expresión “indiano de hilo negro” quedó como un modo más que peyorativo para referirse a quienes regresaban ricos de ultramar.
Abajo, preciosa fotografía hecha por Nogales, en México (1906); propiedad de El Oriente, de Asturias, expuesta por el Museo del Pueblo, de Gijón -al que agradecemos nos permita divulgarla-. En ella vemos varias hijas de indianos asturianos (pertenecientes a la familia Sánchez Noriega), ataviadas como princesas aztecas, en un carnaval.
Como decimos, la imbecilidad nacional era ya una constante vital el siglo XVIII; nacida principalmente de la envidia. Por lo que se despreciaba a los “indianos”, como norma de “elegancia”; lo que genera animadversión entre las élites criollas de América y va provocando un rechazo paulatino hacia la metrópoli. Todo lo que culmina en la siguiente centuria, donde se produce la independencia de las colonias, junto a interminables guerras civiles (las Carlistas). Fundamentalmente debido al carácter español -de un lado y el otro del Atlántico, pues eran hermanos-; pero también, al mal gobierno de los peores monarcas de la Historia (Fernando VII y su hija Isabel II). Dicho esto, entenderemos que gran parte del espíritu de independencia nacido en la Hispano-América desde finales del siglo XVIII; se debió en parte al mal orden instaurado por esos reyes, pero también al peor trato que sufrían los compatriotas asentados en ultramar. Quienes con sus empresas y su trabajo enriquecían las arcas nacionales, mandando dinero y mercancías al rey o a cuantos vivían en tierras de la Corte. Pese a lo que eran llamados “indianos de hilo negro” y “americanitos”; ello si hacían allí fortuna, porque si no lograban dinero se les denominaba “americano del pote” o bien “emigrante con maleta de agua”.
Toda esta falta de respeto hacia quienes habitaban en colonias, no tenía en cuenta que la mayor parte de la riqueza existente en España durante los siglos XVIII y XIX, procedía de América. Principalmente de las empresas allí creadas por emigrantes nacionales. Quienes con enorme esfuerzo, soportando peligros y enfermedades tropicales, lograban el éxito; enviando a su tierra natal el dinero que atesoraban en tierras del Atlántico. Pese a ello, no se reconoció debidamente el valor que tuvieron “los indianos”; porque la envidia es un gran rasgo del ibero, demostrado ya desde tiempos romanos -cuando mataron a su caudillo Viriato o al general Sertorio-. Pero siguiendo con aquellos que emigraron a América, diremos que no resulta tan extraño comprender que en el siglo XIX decidieran independizarse de España una parte de ellos (a los que llamaban criollos). Pues así fue como tristemente se marchan de nuestra nación: Paraguay en 1811; Chile en 1816; Argentina en 1818; Colombia en 1819; Perú en 1821; Venezuela en 1821; México en 1821; Ecuador en 1822; Centro América en 1823; Bolivia en 1828; Uruguay en 1828; y largo etc. . Principalmente debido al rey que gobernaba por entonces: Fernando VII, con seguridad el peor de nuestra Historia. Aunque también por el estado general en que se encontraba nuestro territorio; inmerso en pronunciamientos e injusticias.
Pese a cuanto narramos, muchos de esos emigrantes y emigrados hasta América, se negaron a seguir las ideas independentistas; aunque también deseaban evitar las guerras coloniales. Esos de los que hablamos, fueron principalmente los que fueron llamados finalmente “indianos”; que viajaban de continuo por ultramar, llevando y trayendo dinero (siempre al tanto de sus negocios). Comúnmente vilipendiados; por considerar “poco elegantes” sus empresas; gracias a ellos sobrevivió la economía de nuestro país y se compensó la balanza de pagos española durante todo el siglo XIX. Siendo absolutamente de destacar que la enorme mayoría de ellos opta por apoyar siempre a la corona y mantenerse fiel al reino de España. Viéndose obligados a regresar a la Península, cuando se declara la independencia en el territorio en que estaban asentados.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías de los edificios frente a la catedral de Oviedo; antes de que se derribasen las casas que conformaban lo que se llamaba plazuela de Alfonso IV -imágenes que me hizo llegar Bustamante Alonso-. En febrero de 1930, siendo alcalde José Cima, el ayuntamiento acuerda demoler estos inmuebles; para crear una gran plaza frente a la catedral. A mi juicio, aquella decisión no fue acertada, pues la arquitectura que vemos en imágenes, resulta costumbrista y preciosa. La demolición se llevó a cabo convenciendo a mi bisabuelo de que financiase la compra de esas viviendas, para tirarlas. Él tenía por entonces ochenta y siete años; pagó de su bolsillo la expropiación de los edificios cuyos soportales vemos en foto. Quizás pensaba que sería uno de los grandes legados que podía dejar en su lugar de nacimiento. Aunque -en mi opinión- sus asesores le “confundieron”; sin informarle, ni conocer la importancia que tenían estas casas que “desde siempre” rodeaban la catedral. Al lado, fachada de los inmuebles que rodeaban la catedral hasta 1930; que se expropiaron para crear una gran plaza. Abajo, mercado de madreñas que se colocaba en los soportales de estas casas, demolidas en 1930.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otras fotografías de los edificios frente a la catedral de Oviedo, antes que se derribasen (antigua plaza de Alfonso IV) -imágenes que me hizo llegar Bustamante Alonso-. Al lado, de nuevo, el mercado de madreñas. Abajo, frente de la antigua plazuela; con las casas que fueron tristemente tiradas.
Raro es que ninguno de esos “indianos” de los que hablamos optase por apoyar las facciones independentistas; y más extraño fue, que siempre se mantuvieran fieles a la corona. Pagando sumas inimaginables, para mantener al funcionariado y al ejército del rey, en zonas como Cuba. Así fue como estos a los que despectivamente llamaban en la metrópoli “americanitos”; lograban mantener la soberanía española en tierras de ultramar. Presentando -además- todas las opciones que permitieran un acuerdo; pretendiendo que no se produjeran guerras y tratando de evitar cualquier forma de independencia. De ese modo actuaron todos los que tuvieron intereses en Cuba; desde las familias Fernández-Roces al propio José Cima; desde los Argüelles del Busto a Pepín Rodríguez. Y destacando entre aquellos, los dos hermanos González del Valle Carvajal (Anselmo y E.Martín); que intentaron toda solución para que Cuba se mantuviera española -buscando acuerdos y pactos con ambas partes-. Así fue como los indianos (empresarios, intelectuales o juristas); actuaron al unísono en favor de España y buscando lo mejor para las tierras donde tenían sus intereses. Intentando la paz en Cuba y pretendiendo todo acuerdo; pues de prolongarse la guerra, o de sucederse una independencia traumática, les podrían expropiar sus empresas. Embargando sus bienes y llegando a expulsarles de la nueva república, que por entonces naciese.
Por fortuna no sucedió así y cuando Cuba se independiza de la metrópoli (quedando durante dos años bajo la “tutela” de Estados Unidos); las industrias y emporios de españoles no fueron incautados -tal como hubiera permitido el Derecho de Guerra-. Todo ello se debió a las buenas relaciones entre los americanos y los españoles asentados en la isla. Es más, esos “indianos” fueron quienes intermediaron entre la nueva República Cubana y Estados Unidos; quedando al margen los políticos de Madrid, que habían llevado a nuestra nación a El Desastre (de 1998). Sin haber escuchado las voces de los que residían en El Caribe; quienes desde 1860 llevaban hablando sobre la necesidad de abolir la esclavitud y otorgar una autonomía de gobierno a la isla caribeña. Un proyecto que planteaba E.Martín González del Valle y que le valió el ostracismo junto a la destituición de sus cargos. Idea que pocos años después intentó llevar a cabo su amigo, José Canalejas; quien en 1897 viajó hasta La Habana, con la bandera de a Autonomía. Pretendiendo una paz que ya era imposible, debido a los oscuros intereses estadounidenses.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías de la plaza de la catedral de Oviedo, tal como se encuentra actualmente; tras varias reformas que comenzaron con el derribo de las casas que había frente al templo.
Sea como fuere, aquellos “indianos” no solo se mantuvieron fieles a la corona, sino que lograron mediar con los nuevos dueños de la isla desde 1898 (refiriéndonos a las élites antillanas que vencen y gobiernan allí, tanto como a Estados Unidos). Además, gracias a las aportaciones de estos emigrantes desde América, la balanza de pagos española se salvó durante la segunda mitad del siglo XIX; años en que la ruina se cebaba con nuestra nación (debido a guerras civiles y a repetidas pandemias, como el cólera). Constituyendo todo ello un ejemplo de honradez, superación y lealtad. Sin que se conozcan casos de “indianos” que apoyasen la causa independentista; pese a que cualquier asentado en la isla que hubiera seguido la escisión, habría tenido un seguro beneficio. Pero en caso de producirse la guerra o la ruptura con España; existía el gran peligro para todos aquellos que apoyasen a la corona, que les incautasen sus bienes y sus emporios. Tal como repetimos, los indianos se mantuvieron fieles a la metrópoli y más tarde lograron incluso salvar sus negocios; gracias a las buenas relaciones que también tenían con Estados Unidos. Creando entre 1898 y 1903 más de doscientas sociedades (fundadas por estos emigrados), que intermediaban entre la nueva República de Cuba, España y América del Norte.
Este fue el modo en que empresarios como José Cima, lograron mantener sus negocios durante las sucesivas guerras y la independencia en la isla (acaecidas entre 1868 y 1898). Consiguiendo superar además, todo tipo de dificultades; entre las que destacaron epidemias como las de cólera -de 1865 y 1885-. A ellas, se sumaron numerosas crisis sucedidas posteriormente; refiriéndonos a hechos tan terribles como la Primera Guerra Mundial (1914/1919) o a la famosa bancarrota del año 29. Pese a todo, esos “indianos” continuaron en su empeño y gracias a su labor, España se salvó -económicamente hablando-. En su mayor parte por el tesón y la obra de empresarios asentados en Asturias, entre los que destacaron personas como: Los González del Valle, los Masaveu, los Vidal Quadras o Policarpo Herrero. Junto a un largo etcétera de enormes genios de las finanzas; que lograron hacer de nuestro país una potencia europea en 1925 (aunque en 1898 era la nación más pobre de su entorno, incluyendo a Portugal). Un milagro conseguido en cinco lustros por esta generación de compatriotas, nacidos a mediados de siglo XIX; que superaron todas las dificultades, vivieron innumerables guerras y sufrieron las enfermedades más virulentas. Vivencias y experiencia que les llevaron a optar por una posición de equilibrio y lealtad. Pero sobre todo, tomando una posición de gran inteligencia, sin querer participar en la Primera Guerra Mundial; argumentando que la nuestra era una nación pobre y apartada de los intereses de Europa.
Cuanto superaron y lograron aquellos nacidos a mediados del XIX, nunca fue valorado suficientemente; sobre todo por las generaciones que les precedieron. Nos referimos a los españoles venidos al Mundo después de 1880; quienes al no ver guerras en su territorio -ni gestas bélicas-, idealizaron las confrontaciones. Llegando a considerar la guerra como un modo de higienizar la Sociedad; tal como afirmaba Ramón Ma. del Valle Inclán. Aunque no serán los miembros del 98 quienes ensalcen la lucha, ni la conflagración; a excepción de este miembro menor (llamado en verdad Ramón Valle Peña que fue primero carlista, luego belicista y finalmente comunista). Porque fueron los jóvenes gestados a fines del XIX; los que a comienzos de siglo XX fomentaron y crearon los “ismos” filosóficos o artísticos (entre los que se hallaban el comunismo, el “nacional socialismo” y el fascismo). Idealizando la lucha y la batalla; considerando que la pérdida de Cuba y el siglo XIX español, fue obra de cobardes o de tontos. Así pues, como tristemente aquellos que no reconocen su Historia, están condenados a repetirla. Esta generación aparecida después de 1880, que vivió en paz y progreso; sin sufrir las guerras, enfermedades, ni las penalidades de sus padres. Fue polarizando la Sociedad Española que logró gobernar desde comienzos del siglo XX. Llevando gradualmente al país hacia tendencias maximalistas, que siempre se buscan la confrontación. Llegando de nuevo a una guerra civil en 1936; tal como había sucedido repetidamente durante la centuria anterior. Fue así como se destruyó todo el legado de quienes -como mi bisabuelo- habían logrado paz y progreso para España; trabajando desde la Restauración de 1874, para convertir a nuestra nación en una potencia mundial a comienzos del siglo XX.
Si tenemos alguna duda sobre cuanto expreso, recordaremos quiénes eran los líderes de esa España de la Restauración; que desde 1874 hasta 1923, habían decidido perdonarse mutuamente y vivir en paz. Encabezados por personajes como Cánovas del Castillo y Sagasta; siguiendo ideologías propiamente españolas como El Regeneracionismo (social, pero no marxista y profundamente patriota); o bien, un conservadurismo culto e historicista. Un pensamiento político que manaba de mentes tan privilegiadas como: Joaquín Costa, Sanz del Río, Giner de los Ríos, Montero Ríos, Melquiádes Álvarez, Alonso Martínez, Francisco Silvela, Bravo-Murillo, Fernández-Villaverde; y otros tantos entre los que destacaron personajes con la preparación de José Canalejas o Antonio Maura. Frente a estos nombres de relevancia universal, bastará comparar quienes entran a gobernar España tras 1923 (momento en que La Restauración realmente acaba, cuando Alfonso XIII traiciona el pacto alcanzado por su padre en 1874). Unos nuevos dirigentes, nacidos en su mayoría después de 1880 y que vivieron durante ese periodo de estabilidad y progreso, logrado por sus antecesores. Pese a las facilidades que sus padres les concedieron; este relevo de mandatarios estuvo encabezado por personas tan mediocres como agresivas. Careciendo de la formación humanística, profesional y filosófica, que gozaban los políticos anteriores. Así fue como, idealizando la lucha y la confrontación; estos jóvenes que comienzan a dirigir la nación desde comienzos del siglo XX, la llevaron gradualmente hacia una polarización; defenestrando todo lo logrado por sus padres y abuelos. Quienes en 1874 acordaron la paz y el perdón; logrando el progreso para España, pese a cuantas penalidades y conflictos sociales se vieron obligados a soportar.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Nuevamente, fotografías de lo único que llegó de José Cima a sus nietos Gómez-Morán Cima (mi padre y sus hermanos). Quienes de su abuelo tan solo recibieron algunos terrenos en Colloto; prados que han guardado como oro en paño hasta nuestros días Al lado, la casita junto al parque, considerada el hogar natal de Pedro Fernández-Roces Cima. Abajo, parque donde se halla esta casa antigua. Este paseo se construyó hace algunos años sobre las “pumaradas” donde tenía sus cultivos la empresa de José Cima.
ESTA HA SIDO LA TERCERA PARTE.
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