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ARRIBA: Foto reciente de Plaza de España; donde se muestra la gran arquitectura que hacían, tan solo cien años atrás. Un momento en que maestros como Palacios, del Busto, Adaro, López Sallaberri, Saínz de la Lastra o Aníbal Gónzalez; participaban en las exposiciones universales, dejando edificios como el que vemos en imagen. Pese a la importancia de la arquitectura española del sigo XIX, tan solo fueron reconocidos muy pocos profesionales; como sucede con los modernistas catalanes (especialmente Gaudí). Esta plaza, diseñada por Aníbal González es un prodigio del neomudéjar, y logró acrecentar la belleza de Sevilla; junto a otros magníficos pabellones, levantados para el mismo evento -en el famoso Parque de Maria Luisa-. Pese a ello, hace tan solo cuarenta años, numerosos críticos los consideraban un “revival” o una reconstrucción; sin darle mucho valor (por “tratarse de una copia” al estilo antiguo). Aunque en nuestro tiempo podemos ver el resultado del gran arte, cada vez más apreciado. En este edificio realicé mi servicio militar y cuando lo observaba, sentía la importancia de vivir en un entorno bello. Porque no significaba lo mismo habitar de una construcción levantada tan solo con fines de utilidad (fea y cuadriforme). Que hacerlo dentro de este maravilloso pabellón, donde todo lo que mirabas tenía un enorme equilibrio y calidad arquitectónica. Allí fui feliz en mi juventud y pase un año precioso; disfrutando de todas las maravillas de Sevilla, mientras tocaba mi guitarra con gran inspiración y el ánimo de muchos.
AL LADO: Otra foto de una “chochona” militar, que era obligado comprar tras la Jura de Bandera, para regalar a la novia (de no tenerla, a tu madre o hermana). Se la traje a mi progenitora, que la guardó durante toda la Mili en su cuarto. Después desapareció y probablemente cayó en manos de algún niño cruel, que la “descuartizaría”. Como solía suceder con este tipo de muñecas.
IV) CUARTEL GENERAL, EN SEVILLA:
a- ) Primeros días:
Tras “la jura”, nos daban una semana de permiso, en la que regresábamos a casa (con la referida muñeca Chochona) para descansar un poco. Transcurridos aquellos días, había que incorporarse al destino -ya como soldados-; donde debíamos estar al menos trece meses más. Me mandaron al Cuartel General de la II Región Militar, sito en Plaza de España; evidentemente gracias al “enchufe” que me consiguió el referido Juan Carlos. Íntimo amigo de mi padre y de uno de los generales más importantes del momento; del cual omitiremos nombre y apellido, por respeto y por cariño. Así fue como ingresé a finales de octubre en Capitanía de Sevilla, donde me destinaron al archivo de Secretaría de Justicia (teóricamente, por mis conocimientos de Derecho). Recuerdo que la primera noche -tras la llegada- fue infernal, debido a las bromas y novatadas de los veteranos. Una idiotez que nunca pude entender se tolerase en el ejército; ya que las “gracias” eran aberrantes y hasta peligrosas. Meses después, cuando trabajé de “archivero” en Justicia, tuve que revisar expedientes relacionados con estas novatadas, que llegaban a ocasionar muertes (por encerrar a un chico en una taquilla y tirarla al mar; o al dispararle -teóricamente- con balas de fogueo).
Aunque sea asqueroso recordarlo, voy a narrar algunas bromas tan “divertidas y ocurrentes” que nos hicieron esa primera noche; el uno de noviembre de 1982. Aun recuerdo, como si fuera hoy, el modo en que me despertaron; hacia las tres de la madrugada. Batiendo dos cubiertos de campaña junto a mis orejas, al modo de castañuelas; aunque al ver que no salía de la litera, me pincharon directamente con el tenedor en la cabeza. Yo llegaba de Madrid y el resto de mis compañeros de reemplazo, también venían de un largo viaje; algunos de tierras tan lejanas como Galicia. La mayoría se había despedido de su novia unas horas antes; y el que no la tenía, venía de dejar a la familia (que quedaba bastante preocupada). En esa situación y en el día inicial de Cuartel, llegaban los veteranos más “chuscos” e imbéciles y se llevaban a los recién incorporados, al retrete y duchas. Allí nos obligaban a desnudarnos, para comenzar pasándonos por agua helada (estábamos en noviembre y esa noche salía fría como la escarcha). Tras ello, nos echaron azafrán encima y colorante amarillo; por lo que quedamos del tono de un plátano; tapándonos las vergüenzas como podíamos (ante las risas de aquellas eminencias intelectuales veteranas). Después, llegaba la jura de bandera con un calzoncillo lleno de zurraspas; y si no besabas el gayumbo, te daban más palos que a una pelota de tenis. La siguiente gracia era echarte tinta roja, para ponerte de los colores de España; y finalmente, de esa guisa, hacerte bailar hasta que no podías más.
Si en alguna de las cosas no se obedecía, tal como aquellos chuscos veteranos ordenaban; los golpes y tortas caían a montones (zurrando con toallas mojadas, para no dejar marcas). Así tragamos todos esa humillación que todavía recuerdo con asco. Deseando a quienes me hicieron pasar por aquello, para divertirse un ratito; que la vida les haya ido muy mal (fatal). Pues no se puede ser más idiota, mas cerdo, ni mas cruel; que aquellos compañeros. Quienes solo por haber entrado unos meses antes, fueron capaces de obligarnos a besar un calzoncillo lleno de caca y a realizar guarrerías. Lo vivido en esa primera noche, me confirmó que una de las peores cosas de La Mili eran algunos de los compañeros; lo que también sucedía en el colegio. Donde un puñado de matones y gilipollas profesionales, marcaban sus normas y campaban a sus anchas. Pese a ello, en el ejército, se iba con más cuidado. Pues al cumplir los “servicios de armas” empuñabas una metralleta o un fusil cargado; por lo que nunca llegaban a pasarse excesivamente, ya que podía haber un pirado al que se le escapase un tiro fortuito (en un momento de rencor). Así, el abuso y el matonismo se acababa pronto, sobre todo cuando ya tenías que ir regularmente al cuarto de centinelas, para realizar las guardia (con el Cetme o la Zeta al hombro).
Tras aquellas novatadas, quedamos todos con el pelo azafranado de color banana y a los “doncellos”, se nos reconocía rápido. Debido a ese extraño aspecto amarillento, del segundo día, el sargento nos mandó a la peluquería para que nos quitasen los cabellos anaranjados. Donde tuvieron que pasarnos la maquinilla al uno; quedando todos casi calvos. Así fue como salí a la calle, el primer fin de semana; con la piel color de azafrán y el pelo prácticamente al “cero”, llegando bastante deprimido a casa de Juan Carlos. Al verme tan decaído, su mujer -que se llamaba Esperanza-; me preguntó lo que me pasaba y tras narrar las asquerosas experiencias, me dijo que no me preocupase. Que me pusiera de paisano, porque esa misma tarde íbamos a ir a la Calle Pagés del Corro, a un bar donde siempre estaba Pepe Lemus. Un famoso escultor que me presentaría, ya que le encantaba la guitarra y estaba muy bien relacionado. Dicho y hecho. Como ellos vivían en Los Remedios, tardamos cinco minutos en llegar a Salado esquina Pagés. Donde la mujer de Juan Carlos me enseñó la estatua de Rodrigo de Triana, comentando que era obra del artista que íbamos a conocer. A muy pocos metros de aquel monumento, se hallaba un garito en cuya barra estaba el referido Pepe Lemus; que era encantador.
Tras saludarnos y hablar, me preguntó:
- “Bueno, niño. ¿Y tú qué tipo de guitarra tocas?. ¿Clásica o flamenca?”-
A lo que yo respondí, que era clásico.
Después de mi contestación, el escultor dio un sorbito a su cerveza; la dejó en la barra y mirándome poniendo cara de interesante, aseveró con voz de sevillano profundo:
-“Claro... Se nota perfectamente que eres clásico; no hay más que ver el corte de pelo que llevas”-
A mí me dio la risa; pero Esperanza, que en ese momento estaba bebiendo. Echó el líquido por los ojos... No podía parar de soltar carcajadas y le reprendió a Lemus:
-“Hombre Pepe. No le digas esas cosas al niño que está en la Mili y le acaban de pelar a cuenta de las novatadas”-
Sin saber qué contestar, el pobre escultor, un poco avergonzado añadió:
-“¿No me dirás tú que el peinado no es clásico?. Tan clásico que es `melitá´...”-
Todos echamos a reír de nuevo, mientras el dueño del bar, que nos oía tras la barra; comentó:
-“Si es que Pepe es así; un fenómeno para los comentarios sobre moda”-
La tarde transcurrió entre bromas y anécdotas de Pepe Lemus, que era una buenísima persona. Días después me lo volví a encontrar en aquel local, junto a su estatua; y me dijo que había oído mi “maqueta” de Tartessos, dándome la enhorabuena porque le encantaba. Desde esa segunda vez, pasó a llamarme siempre “maestro”; algo que le agradecí enormemente, pues me animaba a tocar diariamente durante horas (pese a estar en plena Mili).
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Fotos del monumento a Rodrigo de Triana, en la plaza de La Milagrosa, esquina a Pagés del Corro. Esta obra de José Lemus, trae a mi recuerdo el día que le conocí en un bar que frecuentaba, frente a la estatua. Era una persona encantadora, que hasta admitía chistes sobre su escultura; ya que algunos le preguntaban por qué había puesto unos dedos tan grandes al descubridor. Contestando:
-“Oye, `quillo´. A ti cómo se te pondría la mano, si tuvieras que señalar el primero `pa´ América. ¡Pues así se le quedó el `deo´ a Rodrigo!”-.
b- ) Secretaría de Justicia:
Como ya narré, gracias a mi “enchufe” me destinaron a este departamento militar de Capitanía; donde los mandos eran personas cultas y muy agradables, al tratarse de jurídicos del ejército. Una oposición que me había planteado preparar, tras terminar la carrera (cuando deseaba casarme con esa novia, ya finiquitada). Recuerdo a mi comandante de Justicia, con gran cariño; que se llamaba Antonio Esquivias (a cuyo tío intentó asesinar la ETA un año antes). Que cuando podía departía con otro gran amigo suyo, destinado en el despacho contiguo y de igual graduación por entonces (apellidado Troncoso, también muy amenazado por los terroristas). En lo que se refería al archivo de Secretaría, estaba dirigido por un policía nacional, llamado Ramos y que era una persona excelente. Aunque me puse a trabajar de un modo, que pronto decidieron prescindir del Sr.Ramos y me cargaron el mochuelo, de dirigir el referido departamento.
En él tuve entre otros compañeros, a Santiago Palomero Plaza, desgraciadamente fallecido hace dos años. Quien por entonces era soldado, pero más tarde fue un famoso arqueólogo; durante decenios director del Museo de Segróbriga y del Museo Sefardí de Toledo. Así que las conversaciones en aquel tugurio, eran sobre música (principalmente flamenca, que le encantaba a mis superiores) o de arqueología, con Santiago Palomero. Allí, dejé en un armario mi guitarra, que tocaba en todo rato libre (horas de la comida, descanso etc); viniendo a escucharla y charlar a nuestro archivo, lo “mas granado” de Capitanía. Cuartel donde estaban destinados los soldados con mejor curriculum y las carreras más valiosas de cada reemplazo (además de algunos enchufados, como era mi caso). Asimismo, subían soldados “libres” a los despachos; que se trataba de chicos sin destino fijo en Capitanía. Llegando así pronto a estar entre nosotros, Higinio Aceituno; originario de El Campillo de la Jara, junto a Guadalupe. Cuya bondad suplía toda otra virtud; pues era tan generoso y sacrificado, que cuanto hacía valía más que todo trabajo de cualquier otra eminencia.
En el referido archivo de Justicia, pasábamos buenos momentos; debatiendo y con la guitarra. Aunque de vez en cuando, surgían verdaderos culebrones con los casos que nos llegaban y los que revisábamos, cuando solicitaban expedientes antiguos. Entre los viejos juicios que debimos recuperar, recuerdo el del crimen de Los Galindos; al pedirlo la Revista Interviú. Leyéndolo de punta a cabo, con el fin de informarnos y de cotillear... . Sobre los procesos diarios que nos enviaban; destacaré uno apodado “el caso Viriato”. Comenzado por una diligencia previa, donde se relataba que un cabo había sufrido graves heridas de mordedura en el pene; a consecuencia del ataque de una cabra, mientras orinaba en tierras cercanas a Portugal. Esta fue la primera entrega, para archivar; todo lo que ya resultaba curioso. Aunque días después se amplió el expediente; habida cuenta que en el hospital militar donde fue atendido el lesionado, manifestaban que esas heridas graves en el pene, no parecían producidas por mordedura de un rumiante (cabra, oveja o similar). Sino, que a juicio del médico, eran señales causadas por dientes humanos. Aquello se puso más que interesante; resolviéndose en pocos días. Cuando el que casi perdió “la honra” en el duro trance, confesó lo que había sucedido: Contando, que tras prometer una propina a un pastor portugués, para que le hiciera una “chupadita” -mientras pastaba su rebaño en terrenos pacenses-. Al no querer pagar finalmente el cabo, tanto como aquel ganadero pedía. El agresor, aprovechó cuando tenía el miembro viril cerca de la boca y decidió morderle. Todo lo que quedó archivado como “el caso Viriato”, por lo de pastor y lusitano.
c- ) Arrestos, paquetes y soluciones:
De ese modo, en el famoso local de Secretaría de Justicia “nuestro” se pasaba bien y se reunían todo tipo de eminencias, destinados en nuestro cuartel. Jóvenes ingenieros, médicos, doctores en Historia, Derecho y matemáticas; filósofos, arquitectos y licenciados de gran preparación. Que dejaban más que alto el listón de Capitanía General; donde estábamos los más enchufados y los más destacados. Allí tocaba yo la guitarra y discutíamos con libertad, sobre lo divino y lo humano, durante nuestras horas de descanso. También había alguno más burro que un arado de titanio, entre los que habían logrado el destino gracias a esos enormes enchufes (hasta con cuatro tomas). Ese era el caso del que llamaban “El Cucli”, por lo bestia; compañero que se empeñaba salir conmigo de vez en cuando, a beber “un tanque” -como se llamaba a los dobles de cerveza por entonces-. Así pues, en una de esas escapadas, mientras estábamos frente al cuartel de la Avenida de la Borbolla; al pasar “El Cucli” junto a una garita y ver que había alguien dentro. Soltó a toda voz:
- “¿Tienes guardia?... . ¡`Pos´ te la mamas!”-.
Cual fue nuestra sorpresa, cuando del interior de aquella “caseta” en vez de salir un centinela, apareció un capitán; de dos metros de altura y con más cara de perro que Schwarzenegger enfadado. Nos quedamos inmóviles y de pronto ese mando preguntó:
-“¡¿Que me mamo, el qué?... ¿Quién ha dicho eso?!”-
Gracias a Dios, “El Cucli” reconoció su culpa, mientras el capitán le tomaba los datos, para denunciarle y que le arrestasen. Estábamos más firmes que una vela; pensando que nos iba a caer un paquete de cuidado; cuando ese mando de facciones perrunas se dirigió a mí, diciendo:
-“A ti no te denuncio; por la cara de gilipollas que tienes”-
Tras lo que no se me ocurrió más que responder, expresándole muchísimas gracias. Lo que parece le enfadó y soltó gritando:
-“¿Gracias por qué?. Por no tomar tus datos o por decirte que tienes cara de gilipollas. Seguro que no soy el primero... .”-
No volví a responderle. No sabía qué decir. Allí me quedé, más firme y más tieso que el bigote de Dalí enfoscado con escayola. Mientras, el pobre “Cucli” entregaba su filiación; para que le metieran en el calabozo.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba y al lado, dos dibujos míos de Medina Azahara; yacimiento arqueológico que se encuentra en la subida al Cerro Muriano, en Córdoba. Abajo, La Giralda; también dibujada por mí hace algunos años. Más abajo podemos leer lo que dijo Esperanza al general, sobre La Giralda y mi capitán... .
Acerca de los arrestos y problemas, uno de los días que peor lo pasé fue cuando me tocó de servicio “plantón water”; llegando después a casa de Juan Carlos y Esperanza, derrotado. Ella me preguntó lo que sucedía y le comenté que me habían asignado aquella misión tan bonita (de ir revisando y limpiando letrinas). Pero que uno de los capitanes me tenía tirría (al verme a diario con la guitarra), por lo que sabiendo que estaba allí destinado, cogió una piedra pómez y dijo:
-“¿Oye Gómez, tú ves esta piedra... Que se llama casi como tú?. Pues vas frotar con ella los urinarios, hasta que les quites todas las manchas amarillas. Y si no quedan más blancos que la leche; no sales del plantón water”-
Así fue y así lo hice. Frotando sin guantes -porque no tenía-; uno tras uno, todos los mingitorios (palabra que debe proceder de “minga”, pues sino no entiendo la “N” intercalada que lleva). En total debían ser quince urinarios verticales, donde tardé más de veinte minutos por cada uno, quitando las famosas manchas amarillas... . Allí, dale que pego, arrodillado, con la piedra “gómez” como decía el capitán. Mientras los soldados hacían uso del resto de mingitorios, donde uno no estaba limpiando... .
Tras aquella jornada tan bella, que jamás olvidaré. Llegué a casa de Juan Carlos y Esperanza (donde me tenían acogido), narrando lo que me había pasado y ella estaba indignada. Así que después de bebernos unas cervezas y poner a caldo a mi capitán; Esperanza expresó de forma tajante que ese “hijoputa” se iba a enterar. Yo, sin saber lo que pasaba; no me di cuenta de que fue por el listín de números, aunque muy pronto oí que llamaba a alguien por teléfono. La sorpresa fue enorme, cuando escuché que preguntaba si aquello era “Capitanía General”, y que quería hablar con el señor “tal”. Pronto le pasó el telefonista con el referido general, mientras a mí me comenzaban a dar los siete males, pensando lo que Esperanza podía decirle. Mis peores presagios se cumplieron cuando ella comenzó a comentarle:
-“Tengo aquí al soldadito Angel; que ha venido hecho puré. El pobre... El niño... ¿Sabes lo que ha hecho el hijoputa de su capitán”-. Y comenzó a contarle todo lo del plantón water, la piedra “gómez” etc.etc.. Para rematar la faena, continuó diciendo el nombre completo del susodicho mando, añadiendo que era -“un regalito de Pascua y que todos decían que tenía esa mala uva por `cornúo´; que tenía un par de cuernos como la Giralda cada uno y luego la pagaba con los soldaditos”-.
Tras oír aquello, yo me quedé aterrado. Aunque Esperanza, feliz; colgó el teléfono, despidiéndose del general y manifestó que ya estaba “to arreglao” que al día siguiente iban a arrestar a ese tío cabrito, por lo que me había hecho. Me comenzó un sudor fío por todo el cuerpo y le manifesté que me encontraba indispuesto; que salía un momento a tomar el aire. Bajé a la calle absorto; marchaba por el barrio de Los Remedios errante, sin saber dónde ir, ni qué hacer. No podía creer lo que había sucedido. Así, entré en un bar y me tomé tres vinos seguidos; al pedir el cuarto me dijo el camarero que no le gustaba servir tanto a un soldado, que mejor me marchase... . Avergonzado y aterrorizado como estaba -por lo vivido-, salí de allí y me fui a dormir la mona. A la mañana siguiente, me desperté con taquicardias y me situé como cada día en formación, para pasar lista de Capitanía. Sabía que algo iba a pasar, aunque no podía prever si el capitán me iba a fusilar o si la orden llegaría directamente desde el general. Al poco rato, tras recibir la tarjeta y romper filas, se me acercó un soldado comunicándome que debía subir al despacho principal. Allí me dirigí, con las piernas temblorosas y pensando en lo peor. Finalmente entré, me puse firmes (como pude, porque era un saco de nervios) y viéndome en ese estado, el ayudante de campo del general, me dijo:
-“Tú, que pasa. Que eres tonto; es que no puedes ni ir al water sin que se entere el jefe”-
Expliqué que se trataba de un mal entendido, que jamás se me habría ocurrido hablar mal del capitán de la Compañía; que estaba muy agotado tras limpiar los urinarios y que Esperanza había llamado de “motu proprio”, sin mi consentimiento. Que a mí, ni se me hubiera ocurrido molestar al general. Aquel teniente coronel, era una buena persona (se llamaba Bartolomé Aznar), comenzó a reír; preguntando si había sido todo cosa de la mujer de Juan Carlos. Le tuve que confesar que así fue; solo una idea de ella, telefoneando a Capitanía para presentar la referida “protesta” y poniendo a caldo a mi capitán. Me hizo referencia a lo de “los dos cuernos como La Giralda cada uno”; ante lo que yo respondí que a un madrileño, eso ni se nos ocurría... . Mientras exponía mi apología; todo yo, temblaba como un cerdo frente a un saco de trufas. Tras mis explicaciones, me preguntó sobre los platos que cocinaba Esperanza, cuyas recetas se publicaban en ABC los fines semanas. Reconocí que le ayudaba a escribir esas reseñas, para luego hacer las fotos; y que como premio, me comía aquellas muestras que se veían en ABC. El teniente Coronel se levantó, haciéndose el enfadado y dijo en alto a todos los presentes:
- “Mira el soldadito... . Así no adelgaza este golfo. Pues me vas a traer el lunes que viene los platos que haga Esperanza, para el ABC. Te buscas un `taper´ o me los envuelves. Pero desde la próxima semana vamos a ser nosotros quienes nos comamos las recetas de Esperanza”-.
El resto de ayudantes que estaban en el despacho previo al del general, aprobaron con gran alegría el gesto del Tte. Coronel Aznar. Y mientras salía de allí, me decían:
- “Niño, ya sabes o que tienes que hacer. Venir con las muestras de cocina del ABC; para picar aquí los lunes un poquito y que nos alegre la mañana”-.
SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, varias imágenes de esos platos de la mujer de Juan Carlos, que se publicaban en el ABC con el nombre de Cocina Andaluza de Esperanza. (agradecemos a la Hemeroteca ABC, nos permita divulgarlas). Preparábamos cada sábado una de estas hojas, y los domingos se fotografiaban; luego, había que comerse lo cocinado. Al saber el Tte. coronel ayudante del general, que era yo quien finalmente los degustaba, me obligó a llevarle alguno en un taper, para probarlo. Así entré en amistad con aquel buen hombre, que se llamaba Bartolomé Aznar y siempre me decía que tenía que conservar un gran recuerdo de La Mili; para contarlo a todos.
Del modo descrito, terminó el asunto de la protesta. Nunca se comentó nada más en el cuartel; ni siquiera el referido general se quejó, cuando semanas más tarde me citó para a verle -por un asunto que a continuación relato-. Aunque al volver a casa, Esperanza me preguntó si le habían “metío ya un paquete” al capitán del plantón water. Le comenté lo sucedido y que el coronel Aznar quería probar sus recetas publicadas en ABC. No atendió a mis palabras; se quedó pensativa y me respondió que si en el ejército no le hacían “na” a ese capitán, había que mandarle al Loqui de Triana. Yo no sabía qué era lo de El Loqui y ella me comentó que se trataba de un trianero con mucha gracia, que si le dabas mil pesetas, le soltaba un bofetón al que tú elegías. Me quedé perplejo, y pese a mi negativa, Esperanza siguió contando que el loquillo tenía varias tarifas; por ejemplo: Dar un pellizco en plena calle, eran doscientas pesetas y el doble si se trataba de una mujer. Por hacer un “amago” (ademán de pegar, pero sin dar), te cobraba quinientas. Y por soltar un buen “guantaso”, había que pagarle normalmente mil pesetas. Finamente, para casos menores; trescientas por dar un beso -a hombre o mujer-; al que paraba y se abrazaba El Loqui. Pasando a contarle que era un primo suyo, al que no había visto desde tiempo atrás; sin dejarle en paz hasta que el besuqueado reconocía el inventado parentesco.
Añadió Esperanza que ese loquillo era de toda confianza, porque cuando -alguna vez- le cogía la policía, jamás daba el nombre de quien le había encargado el “trabajo”. Tanto era así, que una vez le mandaron propinar varios pellizcos a la mujer del jefe de policía (gorda y fea de campeonato); pasando varios días en comisaría, sin “cantar”. Por lo que a juicio de la mujer de Juan Carlos, debíamos mandar al Loqui de Triana cerca del cuartel; que esperase al capitán de mi Compañía y le soltase un bofetón, que lo dejase tumbado en la calle. Porque así iba a aprender ese “joputa” a meter “soldaitos” al plantón water... .Yo, escuchaba aquello con admiración y horror; sin dar crédito a la existencia del Loqui y a una profesión tan extraña. Aunque ella me explicó que era de gran utilidad para los impagos y para gente como el capitán ese mío, que había “nasío sieso y torsío”. Siguió narrando que el famoso Loqui era tan profesional, que llegó a hacer “un amago” a un príncipe extranjero muy famoso, en la piscina del Hotel Afonso XIII; aunque ese trabajo costó miles y miles de pesetas... . Por lo que me seguía proponiendo encargarle un buen bofetón; ya que siendo ella de Triana y yo un soldado, seguro que El Loqui me hacía un precio.
Tras negarme al tortazo pagado y ni siquiera a hacerle “un amago”; Esperanza se fue de nuevo para el teléfono y cogió el listín, llamando a alguien. Yo volví a temblar, cuando dijo:
-“¿Capitanía General?. ¿Sí?. Pues que me pasen con el despacho del General, que soy Esperanza la mujer de Juan Carlos”-.
A mí en ese momento me entraron sudores hasta en las uñas; me dieron arcadas del horror y volví a sentir más miedo que un viejo en una fábrica de ataúdes... . Luego; escuché como seguía hablando, y saludaba:
-“Hola Olo, soy Esperansa”-.
Tras ello me hizo un gesto, “por lo bajini”, señalando que del otro lado estaba el Tte. coronel Bartolomé Aznar, alias “Olo” para los amigos. Me quedé estupefacto, porque la pesadilla parecía no terminar. Aunque muy pronto se arregló todo cuando ella comenzó a decir:
-“El `soldaito´es un bendito. Más bueno que el pan. Porque el capitán ese es un regalito de Pascua; mira tú que le he dicho a Angelito que lo mejor era mandarle al Loqui... . Y el niño no ha querido... Más bueno que es `mi soldaito´. Que no me digas tú, que el asunto no es para hacerle al menos `un amago´ .- (4)
Del otro lado del teléfono, se oían las risas del referido “Olo”, que solo decía:
-“ ¡No al Loqui no nos lo mandes!.¿Me van a traer tus recetas; o no?.”
Respondiendo Esperanza:
-“Que sí, que sí; que el niño te las lleva el próximo lunes. Mejor aún, te las hago llegar mañana mismo; te voy a preparar unas `papás aliñás´ y un `menuo´, que te van a encantar”-
Y así, terminaron todos los problemas... .
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, dos imágenes de la guitarra que llevé a La Mili, que hoy está en manos de mi primo Javier Gómez-Morán (al que agradezco la haya cuidado y me facilitase estas fotos). Creo recordar que era una flamenca de Manolo Contreras, construida en los años setenta; a la que adorné con numerosos sellos de Capitanía y del archivo de Justicia, además de las firmas de amigos.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: La misma guitarra. Al lado, detalle de algunos de sus sellos, que todavía conserva; entre estos podemos ver el de Secretaría de Justicia y el del Archivo general de la II Región Militar. Abajo, en su funda (ya debe tener más de medio siglo).
d- ) Chófer del general:
Se acercaban las Navidades y llevaba más de mes y medio en el cuartel de Sevilla. Fue entonces cuando nos comunicaron que en breve llegaban los soldados del siguiente reemplazo; que nos salvaban de ser “novatos” y ponía a aquellos infelices en nuestro lugar. Además, eso suponía ser “padre”; tal como se decía en La Mili -que era como la vida misma- . Donde los siguientes en venir eran tus “hijos” (y así sucesivamente); para convertirte en abuelo, aquellos que entraban seis meses después; haciéndote “bisabuelo” quienes venían cuando ya te quedaban solo tres meses de Servicio Militar. “Jubilándote” de bisabuelo, como sucedía en la propia existencia; donde los que más vivían, se iban al otro mundo tras conocer unos meses a sus bisnietos. Toda una lección filosófica... .
En ese primer reemplazo -seguido al nuestro-, llegaba el hijo de uno de los generales más importantes de la época. Del que omito el nombre por su relevancia (y por respeto), aunque será fácil de localizar, si decimos que era el más cercano a la Casa Real. Un alto mandatario originario de Asturias, también íntimo amigo de Juan Carlos y Esperanza (que -como ya sabemos- me tenían acogido en su casa). Así que el hijo de este famoso general, venía también a Capitanía y a vivir con los referidos anfitriones, tan cercanos al padre. Recuerdo que se llamaba Miguel y que le advertí como -bajo ningún concepto-, podía dormir la primera noche en el cuartel; so pena de ser humillado y vejado por los veteranos. No sé cómo logramos sacarle, pero es seguro de que lo hice; y la misma tarde que llegó, le conseguí un pase para pernoctar fuera. Lo que le salvó de las novatadas. Por lo demás, nada más entrar, me consultó el medio para obtener un destino en Madrid (donde tenía trabajo y novia). Le informé de que la única solución era pedirlo en la Sección Cartográfica del Ejército -argumentando ser cartógrafo o geógrafo-. Después de aquello, poco recuerdo de él, ya que apenas estuvo siete días en Sevilla; logrando pronto el traslado a la capital de España (como hacían otros tantos). Aunque sí me viene a la memoria, que tenía como proyecto hacerse mánager del que entonces se llamaba “Milikito” -quien luego pasó a conocerse como Emilio Aragón-. De lo que deduzco, que el referido Miguel, se forró tras La Mili; habida cuenta el éxito de su representado. También me acuerdo que le encantaba la música y tocaba el piano; por lo que pasábamos buenos ratos hablando sobre este arte.
Poco después, llegaban las Navidades y al compañero Miguel le habían mandado a Madrid. Yo, volví a sentirme un poco solo y Esperanza -al verme decaído- comentó que me encontraba muy desanimado. Aunque el motivo era que “me quedaba más Mili que al palo de la bandera”; pues mi fecha de licenciamiento era el 16 de enero del año 84 y nos encontrábamos en diciembre del 82. Así, que viéndome decaído, me propuso vestirme “de bonito” -quitarme el uniforme- para ir al “bingo del Rio Grande”, donde estaban unos íntimos amigos del general; a los que me deseaba presentar. Le comenté que los soldados no podíamos ir a juegos de azar; ante lo que Esperanza afirmó:
-”Eso son `chuminás´. Tú te vienes conmigo al bingo del Rio Grande y te presento a los que más quiere tu general, que verás cómo te enchufan y te mandan `pa´ Madrid”-
Nunca había entrado en un bingo, ni jamás volví a hacerlo. Pero aquella noche debía estar protegido por el “ala de un ángel”, ya que me tocaron dos líneas y un bingo. Además, encontré a mi comandante Antonio Esquivias, a la entrada del local (sito frente a la Torre del Oro, del otro lado del Guadalquivir). Así fue como tras cada línea y el bingo que gané; mandé una ronda de gin-tonic e invité a varios cartones, a esos amigos de mi general. Quienes estaban asombrados de mi suerte y de mi gentileza; acercándose a mí en varias ocasiones, para darme las gracias -con gran cariño-. Terminó la velada binguera y lo pasamos bastante bien; aunque al día siguiente, nada más pasar lista en el cuartel, me llamaron de nuevo; para ir al despacho del general. Yo no estaba muy seguro de lo que me iban a decir, pues los soldados teníamos prohibido entrar a jugar. Aunque nada más llegar frente a él, me mandó “descanso” (dejar de estar firmes) y me dijo que unos amigos suyos habían comentado que yo era un hombre de enorme suerte. Tuve que reconocer que en la noche anterior así había sido y pedir perdón por ir a un bingo (fuera de horas reglamentarias). Ante todo lo que el general replicó:
-“Nada de perdones. Ha sido muy útil. Yo estoy muy amenazado por la ETA; soy uno de los primeros de la lista, para un atentado. Hace un mes se han cargado a mi amigo Víctor Lago. Y ¿Tú sabes lo que hacía Napoleón cuando le advertían que estaba en peligro?”-.
Yo, que nada entendía, ni nada podía responder; asentí con la cabeza y con gesto dubitativo, dando a comprender que no sabía “ni Pamplona”, pero deseaba conocer “algo”. Ante lo que el general continuó con tono adusto, pero animado:
-“Pues colocaba al lado suyo a un tipo con suerte. Porque para Napoleón lo principal era la gente de buen azar y siempre se rodeaba de personas con muy buena fortuna”-
Estaba perplejo y no comprendía muy bien lo que quería decirme el general; aunque pronto me enteré, al oírle expresar.
-“Sé que tienes carnet de conducir. Baja a cocheras y que te hagan el militar para llevar coches del ejército. Luego, cuando tengas el documento, te presentas a Olo (Teniente Coronel Aznar) y se lo dices. Que te van a nombrar chófer mío para Madrid y el próximo día 22 salimos hacia allí. Así pasarás las Navidades junto a tu familia”-.
No supe qué añadir y le aseguré que le daría muchísima suerte; por la cuenta que me tenía... . Vi como, ante mi última frase, él torcía un poco “el morro”; tras ello salí del despacho para tramitar el referido permiso de conducción. Estaba pletórico. Regresaba a Madrid, a pasar las Navidades junto a mi familia.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, foto de mi carnet militar de conducir; documento que perdí, cuando me lo robaron en Sevilla (antes robaban hasta a los soldados...). Al lado y abajo, pendón que llevábamos en el coche y que me regaló el general al terminar La Mili. Luego supe que se trataba de una "badera coronela" del Regimiento I, Inmemorial del Rey, Don Juan de Austria. Donde teníamos aparcamiento para dejar durante las noches el coche "camuflado" del general y al que me destinaron, en caso de movilización, tras licenciarme.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Alférez del Inmemorial del Rey, luciendo una bandera coronela, como la del estandarte que arriba vimos. El Inmemorial de Don Juan de Austria se considera el primer regimiento español de la Historia, cuyo origen se remonta a la toma de Sevilla por Fernando III el Santo (a mediados del siglo XIII). Es uno de los más antiguos de Europa y allí parece que se formó el hermano de Felipe II, que finalmente ganó la batalla de Lepanto (con solo veinticuatro años). La lámina pertenece al archivo real, colección Teatro Militar de Alfonso Taccoli; duque de Parma, que dibujó los uniformes militares en época de Carlos III.
e- ) Navidad “militar”:
Tras salir del despacho del general, fui a “cocheras”, donde facilité una foto mía de carnet (de la serie que más arriba recojo), para que me hicieran el permiso de conducir en el ejército. Me aseguraron que en un par de días lo tendrían preparado; por lo que muy pronto estaría listo y regresaría a Madrid. Tras ello, volví a mi despacho de destino, en Secretaría de Justicia; debiendo comunicar al comandante jefe que me largaba a la capital, como chófer del general (siendo baja durante todas las Navidades; desde el 20 de diciembre al 10 de enero, aproximadamente). Tras darle la noticia con gran alegría a mi superior mayor; Antonio Esquivias López-Cuervo manifestó que no le gustaba nada. Comentó después que a su tío le habían puesto una bomba, año y medio antes, muriendo el soldado de escolta y conductor. Por lo que aquella novedad, no le agradaba nada; ya que hacía un mejor servicio en su despacho. Yo afirmé que no había peligro; a lo que él contestó con cara de preocupado:
-“Angelito; estamos cayendo casi cincuenta al año, sin distinción (soldados, generales, policías, guardias civiles y familiares). Es prácticamente un muerto a la semana... . Cuídate mucho y cree que no me hace ninguna gracia que te marches como conductor especial para Madrid. El general está en el punto de mira de esa gente y nunca se sabe”-.
Finalmente, decidieron que había bastante riesgo en el viaje y era mejor trasladar el coche con un solo conductor; para no levantar sospechas. Además, dictaron que en este vehículo fuera tan solo la mujer del general. Viajando él de incógnito, en otro medio, del que no se daba información. A mí, me ordenaron trasladarme en avión desde Sevilla a Madrid; y debido a ello el recorrido por carretera tuvo que hacerlo en solitario el compañero (que se “mosqueó” conmigo, pues éramos dos los conductores para Madrid). Recuerdo que el coche oficial estaba camuflado -un SEAT Supermirafiori 131 color azul- y se guardaba en el parking del Regimiento Inmemorial, de Madrid (en el Paseo de Moret). Allí había que ir cada dos días, a recoger llaves y vehículo; que se inspeccionaba siempre antes de arrancar, pese a estar en el recinto militar. Teníamos determinadas órdenes, como la de vestir de corbata y de paisano; para no levantar sospechas de vehículo militar. Asimismo, estábamos obligados a no dar información alguna sobre destinos (aunque nos preguntase un superior). Cuando realizábamos servicio de conductor, no debíamos perder jamás el coche de vista; sin apartarnos y vigilando a su lado cuando se bajaban los pasajeros -para que nadie se acercase-. Por su parte, el general venía vestido de calle y ocupaba el asiento delantero, si no había otras personas; con el fin de no aparentar ser un chófer y su mando. Recuerdo que él, entonces, vivía muy cerca del Cuartel Inmemorial (en el Paseo San Francisco de Sales), por lo que era fácil llevarle y traerle; a más de conducir por Madrid, ya que teníamos pases que nos permitían circular por las calles que la policía cortaba.
También me acuerdo de que cómo entrábamos y salíamos del Inmemorial; siempre vigilando maleteros y los bajos; pasando espejos por si había un “artefacto”. Al recoger el coche (camuflado) no debíamos dar explicaciones más que al los mandos de guardia y normalmente me confundían con un oficial -por ir de corbata y sacar un vehículo del parking del cuartel-. Algo que me hacía enorme ilusión; por lo que dejaba que todos se cuadrasen ante mí, sin advertirles que yo era un simple soldado. Se ponían como una vela, cuando metían el espejo para inspeccionar los bajos, pidiendo permiso con enorme respeto al abrirme la maleta; lo mismo sucedía mi paso (creyendo que yo era un teniente o un capitán). Pudiendo disfrutar de estos saludos durante bastantes mañanas, hasta que un día encontré de guardia a uno de estos sargentos, que se ponían tan firmes y efusivos ante mí. Entré haciéndome el despistado, medio cabizbajo; y cuando se volvió a cuadrar a mi presencia, le dije que descansase... . Tras ello, le entregué la documentación, para recoger las llaves del coche. Pero al ver aquel hombre que yo era un soldado conductor; no sé que le dio en el cuerpo, que me quería casi fusilar. Comenzó a gritar:
-“Este mamón... . Si es un recluta... Y llevo una semana cuadrándome cada vez que pasa. ¡Le mato; le mando a galeras!. Y lo que más me fastidia, es que siempre me dice que `descanse´, haciendo la señal con la manita...”.-
Ante esta escena, sin saber qué hacer; eché a correr por todo el parking, con las llaves del coche en la mano, argumentando que me esperaba el general y no podía retrasarme. Que si quería meterme en el calabozo, ya me arrestaría en otra ocasión (siempre que el general no me necesitase). La cosa se terminó, porque al oficial de guardia le dio la risa y dijo al sargento que eso le pasaba por ser “tan pelotillero”.
Recogí aquella mañana al general y le narré lo que me había sucedido (para que no me arrestaran). Él no podía parar de reír y me preguntaba si me sentía tan feliz al ver como se cuadraban ante mí los superiores. Le confesé que sí, que había sido una experiencia maravillosa. Debió pensar que lo mío era de campeonato. Por lo que, acto seguido, me ordenó que pusiera el aire acondicionado en el Supermirafiori. Yo, no sabía qué hacer; pues no se me había ocurrido estudiar el manual del vehículo (tal como era mi obligación). Sin poder decirle nada, ni encontrar respuesta; le advertí que estábamos en plenas Navidades y que el aire de Madrid era fresco y maravilloso; bajando la ventanilla del coche. Aquel general (famoso por duro) se me quedó mirando con ojos de asalto; afirmando que tenía yo una cara como un piano. Que tan solo sabía encender el coche y bajar las ventanillas, sin haber leído nada sobre su funcionamiento. Tuve que reconocerlo, aunque toda aquella reprimenda no me supuso gran problem; pues le hizo gracia lo de que el aire de Madrid en diciembre, no se podía comparar con el aire acondicionado.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos noticias de esos años -agradecemos al diario El País, nos permita recogerlas-. Arriba, página del 19 de marzo de 1980, con el atentado al general Esquivias, perpetrado en el barrio madrileño de Salamanca; en pleno centro de a ciudad y frente al Colegio de El Pilar. Iba dirigido contra él y su ayudante de campo, que salieron ilesos; aunque allí murió su soldado escolta y conductor (José Ramírez, de diecinueve años). Abajo, portada del diario El País (5 de noviembre de 1982) con el atentado de ETA, donde murió el general Lago Román. Este amigo y compañero de mi general, era el jefe de la división acorazada Brunete; fue asesinado cuando Felipe González entraba en La Moncloa, con el fin de desestabilizar la democracia.
Pocos días más tarde, entorno al 20 de diciembre: me nombraban “chófer para Madrid” de uno de los militares más amenazados del momento. Nunca pensé que podía pasarme algo, pero con el paso del tiempo reconocí que hubo un riesgo. Peligro que quizás evitamos en Madrid, gracias a que mi compañero y yo éramos más que cautos. Tras esta experiencia, siempre he tenido la cabeza muy alta, por haber protegido a quienes eran la autoridad y el mando, en un Estado de Derecho. Sintiendo un profundo desprecio por todos los que “disculpan” -de un modo u otro- a los asesinos y coautores de esa masacre que vivimos, durante los años llamados “de plomo”. Cuyas víctimas mortales mientras yo estaba en el Cuartel General (protegiendo a altos mandos) fueron unas cincuenta y cinco. A todos los muertos y a sus familias, mi homenaje; pues había podido tocarme a mí. En cita final (*12) , recogemos la lista de asesinados por ETA desde septiembre de 1982, al 15 de diciembre del 83, fechas en las que pudimos haber caído cualquiera de nosotros -principalmente, soldados cercanos a generales de importancia-.
A quienes quieran consultar la lista general de esas víctimas, facilitamos esta página de wikipedia: Asesinatos cometidos por ETA desde la muerte de Francisco Franco
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Asesinatos_cometidos_por_ETA_desde_la_muerte_de_Francisco_Franco
Pese a todo, días después me castigó el destino, por haber tenido tanta jeta. Fue una ocasión en que llevé al general hasta El Corte Inglés de Preciados. Recuerdo que ese año era el primero en que se cerraba la Calle Mayor, accediendo a Sol gracias a la documentación militar. Debido a ello, me advirtió de que estaba claro, que el nuestro se trataba de un vehículo oficial; porque casi no había otro coche en ese área. Debiendo tener especial vigilancia. Pero al poco de bajarse del coche el pasajero, vinieron a hablar conmigo unas chicas monísimas extranjeras; preguntando donde estaba la Puerta del Sol. Con gran amabilidad, les acompañé unos cien metros, para indicarles el mejor camino a tan bellas ninfas; aunque cuando me di la vuelta, me percaté de que había dejado el vehículo solo y sin mirar si alguien se acercaba a él. Me dieron los siete males, pensando que debía decirle lo sucedido al general, pues podía tratarse de una trampa, para colocarnos un artefacto. No llevábamos espejo de revisión en la maleta y no sabía qué hacer. Entré en un mar de dudas y me dije a mi mismo:
-“Tienes, tres opciones: Si comunicas lo que ha pasado; vendrán del Inmemorial y haya o no algo abajo, te caerá un paquete; como el que pueden haber colocado en el coche. Si no dices nada; quizás palmemos dos... . Si arrancas el coche y lo mueves un poquito; seguro que no hay objeto alguno adherido y se te quita la angustia”.
Así lo pensé y así o hice. Me caía un sudor frío en las sienes y di al contacto; luego puse la primera y frené de golpe. Más tarde, di la marcha atrás y volví a dejarlo donde estaba. La cosa no fue a más... . Afortunadamente.
En lo que respecta a las conversaciones con el general, eran muy interesantes; pues se trataba de una persona verdaderamente culta. Le encantaba el tema de Tartessos y me recomendó una gran cantidad de bibliografía sobre Historia y Arqueología. Aunque no estaba muy de acuerdo conmigo, cuando yo no quería quedarme con su pistola; explicándole que tenía miedo de que se me disparase. Algo que le enfadó una noche, cuando le llevé a cenar al Cocinero Feliz (un restaurante de Capel); donde me dijo que le habían comunicado teníamos una amenaza bastante grave. Me quiso dejar el arma y yo le repliqué que si la disparaba, seguro que me daba en los cataplines. No le gustó el chiste... .
Por último, narraré como fue el Fin de Año de esas Navidades; ya que al día siguiente celebraban el Santo y él y su padre. Ambos, de origen pacense y bastante “impacientes”, aunque el general afirmaba que su progenitor tenía aún peor carácter (lo cual debía ser un record). Por lo que estaba obligada toda la familia, ir a comer con el abuelo cada Primero de Año. Así, debíamos salir en dos coches hacia Badajoz, a las seis de la mañana. Una hora en que los hijos regresaban de celebrar la el 31 de diciembre y todos bostezábamos (ya que nadie había dormido antes de las dos). El viaje duraba seis o siete horas de ida y otras tantas de vuelta, cruzando Talavera y con la N-5 en un solo carril. Tras llegar a la capital extremeña, los dos chóferes comíamos en un cuartel (había pollo, al ser uno de enero); mientras el resto lo hacía con su abuelo y creo que lo pasaba mucho peor que nosotros... .
En aquel trayecto de unas catorce horas, solo se oían protestas de los hijos y reproches sobre aquella primera jornada del año, que siempre estaba fastidiada por el cabeza de familia. Aunque nadie faltaba a la cita por temer que si no iban, el abuelo repitiera lo que hizo unas navidades en que se negaron a celebrar así su santo. Presentándose en viejecito en Madrid, en un taxi; viniendo con ese medio desde Badajoz, para comer con la familia unos días después. Broma, que les había costado treinta mil pesetas de taxi y el consabido regreso del visitante, debiendo devolverle a su lugar de residencia. Por todo cuanto entendí, el motivo de ese viaje tan imprescindible cada primero de enero; ya que de no hacerse, el abuelito se plantaba en Madrid, fuera como fuese. También comprendí lo que comentaba el general, sobre el carácter de su padre; aún peor que el suyo... .
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: fotos de varios personajes que conocí en mi etapa de La Mili; en Sevilla. Arriba, el gran flamencólogo y cantaor aficionado, Amos Rodríguez Rey. Al lado, El Pali; famoso cantante de Sevillanas que no dejaba de tomar "bacalao con tomate". Abajo, El Beni de Cadiz (Benito Rodríguez Rey), hermano de Amos y un artista tan genial como toda la familia.
f- ) Acostumbrado al ejército:
Al regresar a Sevilla, después de pasar las Navidades 1982-83 como chófer del general en Madrid; comprendí que La Mili solo tenía un secreto, y ese era acostumbrarse. Hacer tu vida, como si nada extraño ocurriera; saliendo por las tardes, para llevar una existencia plena y normal. Iba a las bibliotecas y asimismo me movía entre los aficionados a la guitarra, dándoles a conocer mi ballet Tartessos. Llegando un día en que me propusieron presentarlo en la Plaza del Cabildo. Al referido estreno, asistieron numerosas personas interesadas en escucharlo; entre las que destacaba un cantante llamado Benito Rodríguez Rey. Hombre con más gracia que Tarzán con corbata, de enorme bondad y con una gran inteligencia. Quien tras escuchar la obra, se acercó a mí y me dijo: -“Maestro, tiene Ud. que ir a ver a mi hermano; Amos. Es flamencólogo y le va a encantar lo que Ud. compone”-. Después, me entregó una nota que contenía la dirección donde me esperaban, para oírme tocar “mi Tartessos”. Terminó apostillando: -“Por cierto yo soy El Beni de Cái; si no estuviera cuando visites a mi hermano; le dices que vas de mi parte”-.
No pude esperar ni una sola jornada y al día siguiente me dirigí hacia el lugar que aquel Benito me había señalado. Iba vestido de soldado, con la guitarra en mano y bastante nervioso, por conocer al famoso flamencólogo. Llegué a la calle y número señalados (Arfe, 24) y allí no había portal; tan solo un bar que ponía “El colmaito de Cái”. Di una y otra vuelta; sin hallar la dirección, hasta que entré a preguntar en el referido colmado; donde tras la barra, estaba un señor con mandil friendo pescado. A él dije:
-“Por favor. ¿Sabe Ud. dónde puedo encontrar a Don Amós Rodríguez Rey?”-
Aquel hombre se dio la vuelta y con gran elegancia, sacándose el mandilón; me respondió:
-“Aquí me tiene, `pa´ lo que le haga falta”-
Pregunté entonces si era el hermano de El Beni; y en ese momento sacó la cabeza desde la trastienda el susodicho Benito, que dio un grito de exclamación, comentando:
-“¡Pero que pronto has `venio´!”-.
Tras lo que dirigiéndose a Amós, le explicó que era yo el que había hecho esa música de “los Tartezzo” a la guitarra. Mientras; el hermano mayor solo estaba atento por si me gustaban las acedías fritas, que le salían muy bien. Asentí, confirmado que me encantaban y así fue como mientras Amos preparaba el pescado y yo afinaba la guitarra; El Beni buscaba un buen finito, para entonarlo todo.
Aquella tarde fue una de las que más me he reído en mi vida. Con las anécdotas de El Beni, decoradas por su hermano. Finalmente, quedaron en presentarme a un tal Pulpón, que era un agente de artistas; al cual no le hacían falta máscaras (según El Beni). Pues tenía tal pinta, que en Carnaval solo se ponía una goma de lado a lado en las orejas. Aunque se asustaban `tos´, al ver una “careta” tan horrible. Varias tardes más pasé junto a Amós y El Beni en aquel “colmaito”; dos personas magníficas. Alguna vez se acercó también el referido Pulpón, que no era tan feo y resultaba un hombre agradable. Quien me dijo muy serio y casi triste, que la guitarra flamenca ya había entrado en crisis; más aún la clásica. Porque la gente joven solo quería Pop o Rock; tanto que en Andalucía empezaban a tocar todo en fushion (mezcla de flamenco con sonidos modernos). Una fusión de folklore con otros géneros -principalmente jazz y blues- que habían exigido hasta a Paco de Lucía. Lo que prometía un triste augurio a un ballet compuesto para guitarra clásica; por mucho que fuera de los “Tartezzo...” .
Por todo lo que narro, mi recuerdo de El Beni y de Amos, no puede ser mejor. Y las tardes que pasé junto a ellos, fueron suficientes para darme por pagado en mi profesión de compositor. Así recomiendo, a quienes tengan un momento, consultar la cita (5) abriendo los enlaces que contiene; donde pueden ver programas de televisión y reseñas de estos dos hermanos maravillosos. Sobre los que contaré una última anécdota. Pues sabido es que El Beni murió en 1992 (diez años después de cuanto narro) y Amós quedó muy solo tras el fallecimiento del benjamín familiar. Cuatro años después -en 1996-, durante una comida con sus amigos; sintiéndose indispuesto, se llevó la mano al corazón. Los que le acompañaban, se preocuparon; aunque el menos interesado por ese mal era Amós, ya que muy pocas ganas tenía de vivir. Al rato, quienes estaban a su lado, vieron que se desfiguraba y parecía sudoroso, con cara de dolor, inclinándose sobre un costado. Fue entonces cuando uno de los comensales le preguntó:
- “¿Amos. Quieres que llamemos a un médico?”-.
Y él respondió
- “YES”-
Sus amigos, muy alarmados le dijeron:
- “¿Cómo que yes?. Si tú no has hablado nunca inglés”-
Contestando el interesado:
- “PUES ME VOY A MORIR EN INGLÉS...”-
Fue así, entre risas y asombro; cuando decidieron llamar a una ambulancia, que llegó pronto, pero encontró al pobre Amós ya difunto. Y es que, tal como él quería; se murió en inglés. Pues era, además de un filósofo y un sabio; un hombre absolutamente genial.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, dos fotos comparativas mías de 1982. Antes y después de entrar en La Mili. Abajo, mi cartilla militar; donde figuran los números que tuve en cada destino (133 de la 2º, en Cerro Muriano; 136 en Capitanía General).
Otro de los personajes que conocí en esos días de Sevilla, fue El Pali; un cantaor de sevillanas que no paraba de comer bacalao con tomate, acompañado de una cañita. Estaba normalmente en una taberna muy cercana al “Colmaito de Cai”, situada tras el antiguo edificio de Correos. Sentado de frente y con la silla vuelta (como los vaqueros), aducía que así no le molestaba la barriga. Comentaba que no salía de ese bar, porque había nacido unos metros más “pa allá”; en la antigua Casa de la Moneda -situada en un precioso callejón que separaba la Catedral y la Torre del Oro-. Un día quise saber por qué le llamaban “El Pali” y me respondió, que era por soltar una buena paliza a “`to´ el que le hacía esa pregunta tan idiota”. Tras ello, sonrió y dijo que de niño era como una vaina; “más canijo que un palillo” y que por eso -o por apellidarse Palacios-, se había quedado con el mote. También supe que falleció en 1989, seis años más tarde de verlo por última vez en aquel lugar; “él tomando bacalao y yo `vestío de soldao´” (como decía con tanta guasa). Aún le recuerdo sentado igual que siempre, en la silla vuelta; junto a la acera, hinchándose a bacalaito con tomatito. Al que quiera conocerlo, o de nuevo oír sus sevillanas; le invito a visitar los enlaces de Youtube en cita (6) junto a su biografía en Wikipedia.
El tiempo fue pasando y mientras yo me había adaptado a esa vida militar; llegó la primavera, que en Sevilla comienza al inicio de febrero. Momento en que nos quitaron la gabardina y desde estas fechas lucíamos el uniforme a cuerpo. Fue entonces cuando una tarde, regresé a casa y me dijo Esperanza que debíamos ayudar a una viejecita, que estaba “mu apurá”. Como de costumbre, antes que nada me fui a la ducha y me eché el agüita, que en Andalucía es preciso tomar de continuo desde que el Sol inicia sus primeros combates. Tras ello, me arreglé y ya de paisano, fui hacia donde me esperaba aquella anciana a la que llamaban tita Emilia. Se encontraba junto a un par de amigas; estaba llorosa y como desencajada. Al entrar en la salita, dijo Esperanza con voz muy fuerte y segura:
- “Ya está aquí; el `soltaito´ Angelito. Es el Perry Mason de los cuarteles. El asesor `melitá´ de los generales. Sabe más de leyes, que la abuela de Dios y te va a solucionar esto en un plis-plas”-
Al oír aquello, yo no sabía que cara poner y me di la vuelta; para que no viesen que me daba la risa. Luego, la mujer de Juan Carlos continuó explicando que la tita Emilia, no había tenido nunca teléfono; pero al recibir una mejor pensión, decidió colocarlo. En eso vino un instalador que le puso la linea y “el aparato” -como se decía entonces, pues ahora este sustantivo refiere algo más sexual que mecánico-. Así que la pobre viejecita estaba muy contenta y decidió darle cien pesetas de propina al trabajador, por hacer todo bien. Con tan mala fortuna, que echó mano al bolso y le soltó quinientas; sin darse cuenta. Eran los dos billetes mas usados y su tamaño se parecía; tan solo se diferenciaban en que uno tenía color ocre y el otro azul (el de 500). Cien pesetas hoy equivaldría a 60 céntimos; pero por entonces valía lo mismo que diez euros, mientras quinientas podemos valorarlas en unos cincuenta. Siguió Esperanza narrando que días después, viendo tita Emilia el monedero, reparó en el terrible error. Por lo que muy preocupada y necesitando el dinero, llamó a Telefónica para encontrar al referido instalador y que le devolviera 400 de las 500 pesetas regaladas. Tras algunas gestiones, en la central; le respondieron que ni podían decirle el nombre del trabajador, ni menos ponerle en contacto. Porque -además- aquello era una empresa pública, donde no se admitían propinas.
Fue desde ese momento, cuando todas las noches sonaba su “aparato”; a la una, a las dos, las tres, cuatro y cinco de la mañana. Sin parar de hacerlo ninguna madrugada. Estaba segura de que era la venganza del hombre aquel (que se habría llevado una reprimenda); y ella buscaba una solución jurídica al tema. Yo, me quedé pensativo; haciéndome el interesante. Tras lo que contesté, con tono de sabio:
-“Lo único que tiene que hacer Ud. es descolgar el teléfono cuando vaya a dormir y colgarlo cuando se levante. En unos días ese impertinente dejará de molestarla, al ver que su linea siempre comunica”-.
Pero la tita Emilia, reaccionó con enfado; afirmando:
-“Sí claro... . Y quien paga la luz y la factura de teléfono. Porque aquello no para de sonar `ti-ti-ti-ti...´, una vez que se descuelga”-
Fue imposible convencerla, de que el “aparato” no era un grifo; por donde se escapaba la llamada y la electricidad. Así que se marchó muy disgustada de mis consejos. Tanto que unos días después, cuando me encontró en Los Remedios tomando cabrillas -caracoles- con otros soldados en la terraza de un bar; me gritó:
-“¡Túuuu... . Perry Mason. Ven `pacá´!”-.
Me acerqué, un tanto avergonzado; mientras mis amigos se preguntaban a qué venían esos gritos y el mote. Pero cuando llegué hasta tita Emilia, me dijo en tono siniestro:
-“Tú `mu´ listo no eres; no... . Mira que te has `metío´ donde cobran menos por la ración de cabrillas. ¿Pero sabes por qué son tan baratos allí los caracoles?. Porque se los compran a gitanos que los recogen en las lápidas del cementerio. ¡Ojú, qué `malange´ tiene eso que te estás comiendo!”-.
¡Se me atragantó hasta El Pelargón que me habían dado de niño!. ¡Madre mía, que vieja más rara esa tita Emilia!. Parecía la reencarnación de la madre de Muza. No me extrañó que el instalador de telefónica terminase hasta el gorro de la señora... .
Al regresar a casa, conté a Esperanza lo sucedido y rápidamente apostilló:
-“¡Ea...¡. Pues vamos a hacerle nosotros también una llamadita a tita Emilia esta noche. Porque no te creas tú que el teléfono le suena a cuenta del que se lo puso. Está medio barrio harto de esa bruja”-.
Así era Esperanza y así era la Sevilla de entonces. ¡Qué arte!.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos partes de un extenso artículo que publiqué en el Diario Informaciones de Madrid, mientras hacía La Mili. Intitulado “Qué significa España”, trataba sobre la etimología de esta palabra y su sentido como un lugar unido desde los tiempos más remotos. Explicando que -a mi juicio- España, Hispania, Iberia y Hesperia; significan originariamente: Occidente. Fue uno de los muchos artículos que escribí y publiqué durante mi época de Mili, pese a que mi capitán decía que los soldados no podían hacer públicas sus ideas... .
Para los interesados en lo que escribo sobre arqueología e Historia Antigua, recomiendo consultar los siguientes enlaces:
TARTESSOS Y LO INVISIBLE EN EL ARTE:
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/
SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS:
http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com/
Más famosos había en esa Sevilla clásica y a muchos de ellos visitaba mi padre, junto a Juan Carlos. Quienes pertenecían a un círculo de humor llamado La Archi-Academia; situado detrás de una huevería, en el mercado de la Puerta de la Carne. El presidente de la citada tertulia era Paco Gandía (7) y se reunían los jueves en ese local donde se vendían derivados de la gallina; para contar anécdotas y chistes. Al llegar, te preguntaban si eras o no archi-académico; pues de no ser miembro de honor, había que entrar por la zona de los pollos, que olía a corral más que un Avecrem caducado. Yo nunca tuve el honor de asistir a tan ilustres reuniones, donde Paco Gandía dirigía las conversaciones; en las que intervenían los más reconocidos inteectiales del momento. La mayoría aficionados y algunos profesionales del humor. Uno de los días en que fueron Juan Carlos y mi padre, me narraron la historia de Paco Gandía. Que reconocía haber trabajado como pintor de brocha gorda diecisiete años, sin abrir la lata jamás. Porque todos los clientes le contrataban para que contase chistes y nunca tuvo que pintar “na”. Así afirmaba haber “sío” el único “ortónomo”, al que nadie le había “explotao”.
Otro de los ilustres sevillanos que se visitaban en esos días, era Vicente El Traga (que tristemente murió en navidad de 1982). Quien tenía una taberna donde habían disfrutado de las mejores juergas, ilustres invitados como: Omar Shariff, Charlon Heston, Peter O´Toole, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, la princesa Soraya, la duquesa de Kent, Mel Ferrer, Audrey Hepburn y largo etcétera (8) . Al parecer uno de los grandes secretos del famoso “traga-tapas” era que tenía el aparato de discos desenchufado. Por lo que cuando echabas la moneda, le decías a Vicente lo querías oír y te lo cantaba a voz pelada. Más curioso era el bar de El Peregil, donde algunos ilustrados comentaban que Perejil se escribía con “J”; respondiendo el dueño del local, que él se llamaba: Pepe Pére Gil... . Quien también hacía maravillas con la máquina de discos (tan común en los años setenta y ochenta). Porque era un gran cantaor y cuando la ponías en funcionamiento, cantaba sobre el sonido del aparato; dejando a todos absortos (9) .
Pasaron así los meses y dediqué el resto de los días a leer sobre Tartessos, a escribir, a tocar la guitarra y componer. Publiqué numerosos artículos, entre ellos dos muy extensos en el Diario Informaciones de Madrid; que de nuevo me valieron la reprimenda del capitán de mi Compañía. Quien me advirtió que los soldados no podíamos escribir en medios públicos; por lo que decidí enviar cuanto sacaba a la luz a los generales y altos mandos del cuartel, sin hacer ni caso a tan absurdas advertencias. El tiempo seguía corriendo y se cumplió un año desde mi llegada a Sevilla. Ya de “bisabuelo”, creyendo que me quedaban varias semanas de Mili, fui informado de una gran noticia: El Capitán General se jubilaba y decidió licenciarnos a todos con él. Era a fines de noviembre de 1983 y aquello nos quitaba un mes de Servicio; así, que fui a por ropas de paisano, entregué el equipo militar y en una hora estaba fuera del cuartel -de nuevo, ciudadano-.
Con mi cartilla en la mano y libre para siempre; regresé a Madrid una semana más tarde, donde pude volver a la Carrera. Aunque esta vez deseaba hacerme profesor de Historia del Derecho. Para ello, preparé una tesis sobre la justicia en la Protohistória; del cual desarrollé un primer paper en 1984, llamado Las leyes de Tarschisch”. Unas doscientas cincuenta hojas que entregué al entonces decano de la Facultad (Gustavo Villapalos) a través del Vicedecano (José Martín Blanco). No sé en qué manos cayó, ni sé por qué no lo llevé a Propiedad Intelectual antes de darlo a conocer; ya que meses después me lo encontré publicado -calcado en gran parte-. Años más tarde, pude conocer al editor que lo había imprimido, al que narré lo que me había pasado. Quien me dio la razón, me pidió disculpas; pero pronto volvió a hacer una nueva edición del libro plagiado. Todo ello me mostró y demostró que había gente mucho peor fuera de La Mili, que aquellos pocos que me hicieron la vida un tanto imposible en el ejército. Pero esto ya es otra historia, que contaremos en otra ocasión.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes más de mi Cartilla Militar, sellada y preparada para licenciarme. En la foto, he borrado el nombre y marca del referido capitán, con el que tuve algún problema. Curiosamente pone que ingresé el 15 de octubre, para decir más tarde que el periodo total de Servicio miliar era 1 año y 3 meses (total quince meses; los que discurrieron desde el 15 de septiembre de 1982 y el 15 de enero de 1983).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, famoso estoque de Don Juan de Austria, regalado por el Papa tras su victoria en Lepanto (propiedad del Museo de la Armada Española, a la que agradecemos nos permita divulgar su foto). Acerca de este mandoble, viví una anécdota que ya he narrado en otras ocasiones. Sucedió en verano de 1971; cuando tenía diez años y se cumplía el 400 aniversario de la Batalla de Lepanto. Momento en que la Armada decidió mandar el espadón de Juan de Austria a Viena, para que desfilase en la gran celebración del cuarto centenario de esa victoria. La persona que custodiaba la espada era un familiar mío y no se le ocurrió otra idiotez mayor, que hacer una fiesta para degustar melones, que él partiría con el referido estoque. A tal evento inexplicable fui invitado (como sobrino lejano) y al ver hacer gajos varias piezas, con la espada histórica; me negué a comer. Dije que aquello me parecía una barbaridad (pues golpeaban la mesa con la hoja, al partir la fruta) y el anfitrión decidió que yo era un niño repipi. Sin tener en cuenta mi edad, se dirigió a mí con las palabras: -“anda guapo, vete con tus papás”-; invitándome a salir de su casa. Mis padres confirmaron que aquello era una burrada, a más de una guarrería; porque ese arma había salido de una tumba. Siempre me acordé de los sucedido y doce años más tarde, al ver que mi destino final era El Regimiento Inmemorial I, Don Juan de Austria (donde también había guardado el coche del general). Pensé que quizás esa Mili tan buena, fue gracias al amparo de Juan de Austria; por no haber comido de aquellos melones cortados por un salvaje, que usó así su estoque en una fiesta. Abajo, dibujo mío con un chiste, que lo dice todo sobre La Mili y lo que pasábamos los chicos en esas fechas; mientras las mujeres no tenían obligación alguna y terminaban siempre un año antes la carrera.
IV) OTRAS MILIS, OTRAS VIDAS:
a- ) La Mili de mi hermano Mario:
Mi hermano tuvo un Servicio militar muy diferente al mío; bastante duro y con mala suerte. Fundamentalmente debido a que lo hizo cuando era mayor; entró con veintisiete años y salió casi con veintinueve. Antes de ello, se examinó de IMEC durante varios veranos, intentando ser Alférez o Sargento; pero no aprobó por gordito. Después, esperó a terminar la carrera, para intentar otro medio de hacerla; preparando alguna oposición al ejército o bien con un enchufe soberano. Pero cuando quiso darse cuenta, tenía ya veintiséis años y había terminado de estudiar arquitectura. Por lo tanto, no le concedían más prórrogas, aunque pidió la exención de un año más, aduciendo que estaba preparando el doctorado; tan solo para buscar una fórmula que le permitiera acceder de oficial o suboficial. Aunque al no ser deportista y fumar, le fue imposible pasar los exámenes requeridos. Así, que con veintisiete años en 1979, ya tiró la toalla y entró en sorteo; tocándole también la II Región Militar (Andalucía, igual que me sucedería a mí años más tarde).
Mi madre estaba verdaderamente preocupada de que ingresase tan mayor y la hiciera de soldado; por lo que pidió a su primos militares que le echasen un cable (un enchufe, como se decía). Asimismo, la situación política de esos años era muy agitada -por no decir peligrosa- y mi progenitora tenía miedo de que sucediera “algo” (tal como pasó en 1981, con El Golpe del 23 de febrero; mientras mi hermano estaba en el ejército). Ella había vivido la guerra de niña en Sagunto, donde su padre era director de los Altos Hornos y fue ejecutado; tras un juicio sumarísimo y sin cargos -el 21 de agosto, al mes de iniciarse la Contienda Civil española-. Poco después, mi abuela también murió a consecuencia de lo que pasaron en Valencia, y mi madre quedó huérfana con solo doce años. Un trauma infantil que jamás logró superar. Debido a ello, tenía horror por lo que mi hermano podría vivir en La Mili; y aquella situación de nervios le llevó a sufrir un ictus cerebral. Sucedió en primavera del 79; el día en que telefoneó un primo suyo, comentando que había encontrado buen destino en Sevilla para La Mili de Mario. Recuerdo que estábamos en casa de mis padres y vino a comer mi primo Arturo -que por entonces terminaba la carrera de ingeniero en Madrid-. Ella se quedó como dormida en la mesa y creímos que se había desmayado. Al verla inmóvil, Arturo me ayudó a tumbarla en un sofá; y al observar que durante un tiempo no se despertaba (ni daba señales de recuperarse) llamamos a un médico. La recogieron y entró directamente en cuidados intensivos. Entonces no había scaners, ni medios de auscultación cerebral; por lo que determinaron que la situación de alteración vivida, le había producido esas lesiones. Estuvo semanas en el hospital y meses en cama; finalmente se recuperó, aunque tardó años en restablecerse.
Todo ello, llevó a que mi hermano retrasase más la entrada en el ejército, alargando la espera hasta el último reemplazo; incorporándose en noviembre de 1979, casi con veintiocho años. Le tocó ir igualmente al Cerro Muriano; donde en los permisos y fines de semana que le permitieron bajar a Córdoba, fue atendido con enorme cariño por mis tíos Arturo y Pepita (junto a sus hijos: Arturo, Francisco, Luis y Mario). Pese a ello, ya era muy tarde para incorporarse a filas y le resultaba difícil verse rodeado de chavales, que en su mayoría tenían diez años menos. Asimismo, con esa edad y su carrera terminada, era más que incómodo hacer lo que a un chico de dieciocho no costaba apenas esfuerzo. Pero nunca protestó y siempre consideró que La Mili era muy educativa; porque en ella comprendías a los demás, veías como vivían los más vulnerables y debías tratar con todos -de igual a igual-. Comentando que te daba la oportunidad de vivir en un lugar lejano al de origen, fuera de tu entorno y ajeno a tu grupo social o familiar. Lo que te facilitaba conocerte a ti mismo, experimentar nuevas vivencias y estudiar temas a los que no habías podido acceder antes. Así fue como mi hermano se especializó en pintura andaluza del siglo XVII, durante su estancia en el Servicio Militar.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes de mi primo Arturo y de sus padres (mis tíos, Arturo y Pepita). Arriba, una divertida fotografía tomada hacia 1958, en el Circo Price de Madrid; donde le vemos junto a mis padres y mis tres hermanos. Mario, en primer término -a nuestra derecha- y en el centro Arturín, con cara de admiración; boquiabierto y posiblemente emocionado por lo que sucedía en la pista. Al lado, foto de la boda de mi primo Arturo, celebrada en los días en que mi hermano Mario estaba en La Mili y por ello no pudo asistir (verano de 1980). En imagen y tras la novia, mi padre junto a mi tío Luis. En el centro, sobre el novio; sus hermanos, Luis y Francisco. Como padrino, el tío Arturo. Abajo, imagen muy posterior; tomada en noviembre de 1991, durante la boda de mi hermano Mario. Mis tíos Pepita y Arturo; junto a su segundo hijo, Francisco.
Tras cumplir Mario la instrucción en el CIR del Muriano, a cuya Jura de Bandera asistió mi madre todavía convaleciente y en silla de ruedas. Fue destinado a la Sección Logística número II; donde se necesitaba un arquitecto. Aunque tras llegar al cuartel, cambiaron al coronel; y de ser un regimiento cómodo, paso a convertirse en uno duro. Así pues, todo se le torció al pobre y tuvo que hacer allí de arquitecto, de aparejador, de niñera y hasta de centinela perpetuo; pues por su edad y labor, guardaba las laves del polvorín. En este estado y sin poder salir mucho, un día le otorgaron libres los tres días de un puente. Salió un jueves, para regresar al cuartel un lunes; aunque antes de darle ese permiso, le advirtieron que debía regresar “pelado” (pues tenía bastante mata en la cabeza). Fue a casa de Esperanza y Juan Carlos -como yo hice años más tarde-; donde les comentó que necesitaba buscar una peluquería. Pero le advirtieron que ya era tarde y al día siguiente celebraban el patrón, siendo después sábado; por lo que estaría todo cerrado durante esos tres días -entonces no se trabajaba en festivo-.
Así fue como la misma Esperanza se ofreció a cortarle el pelo; y no sabiendo como agradecerlo, mi hermano invitó a unas cervecitas en el bar más cercano. Después de tomarlas, volvieron a casa y ella sacó unas tijeras del año catapún. Le puso una batita encima y en la cocina, se dispuso a rebajarle el cabello que sobraba. Mi hermano decía que notaba como si le mordiera un bicho de vez en cuando; aunque ella no paraba de decir -“`Tate´ quieto; no te vaya a cortar una oreja”-. A la media hora le comunicó que ya se había terminado el “pelao” y cuando él fue a verse a un espejo, no podía creerlo. Tenía más boquetes en la cabellera que los clientes del indio Jerónimo. No le había dejado ni un solo centímetro sin un mal tajo y se le veía la piel en todos aquellos trasquilones. Parecía un tiñoso, con el pelo arrancado a mechones y no se atrevía ya ni a salir a la calle. En esta situación, llamó por teléfono a mi padre narrándole lo sucedido, advirtiendo de que si entraba así el lunes en el cuartel, le llevaban directamente al calabozo o al hospital (pensando que tenía tiña o lepra).
Mis padres, muy preocupados, le dijeron que tomase un avión al día siguiente (sábado); que llamarían a un amigo peluquero en Madrid, para que le igualase esa escabechina que le habían hecho en la cabeza. Recuerdo que fui a recogerle al aeropuerto de Barajas y salió del avión con las solapas del abrigo subidas hasta arriba, llevando además una boina de mujer, que le había dejado Esperanza (a cuadros, para mayor “dolor”). Al entrar en el coche, se descubrió y parecía el sobrino de Nosferatu... . ¡Madre mía, que trasquilones; como si le hubiera mordido un mono enfadado!. Al verlo mis padres y hermanas, no podían parar de reír; mientras el pobre se lamentaba de su triste estado. Jamás habíamos conocido una cabellera así; parecía que le habían pillado los indios Siux, un día de tormenta. ¡Qué horror era aquello!. Ante tal situación, mi padre llamó a un conocido suyo, un famoso peluquero (Jesús Cacho); advirtiendo de la urgencia y que debía ayudar a su hijo. Pronto se personó el referido profesional en nuestra casa; quien al verlo, exclamó:
-“Yo voy a ha hacer lo que pueda. Pero esto no tiene arreglo. Lo mejor es darle con betún de zapatos en los agujeros; y pedirle que no sude, porque sino se le extiende el betún por toda la cabeza”-.
En ese momento se me ocurrió una gran idea; les comenté que tenía un rotulador marrón y que quizás era mejor solución que el betún -para tapar los boquetes-. Tras ello, el peluquero intentó apañarlo, sin mucho éxito y yo fui rellenando lo que faltaba a rotulador. Al día siguiente (domingo) salió mi hermano para Sevilla, con el rotulador en mano; vigilando que no se le despintasen los agujeros. Se llevó un espejito para mirarse cada vez que podía y así estuvo semanas, hasta que le creció el pelo. Siempre me agradeció la idea; porque lo del betún hubiera sido el remate. Ya que de sudar o ir a la ducha, se le habría extendido por el resto de la cabeza.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de Mario. Arriba, en una chalupa de Sirinagar (Cachemira), durante su viaje de fin de carrera (verano de 1978). Dentro de la canoa; en primer término estoy yo (con camisa rosa); en medio, Sylvia Brias Westendorp, y al fondo mi hermano. Al lado, Mario en 1955, con unos tres años. Abajo, otra vez, mi hermano en Sirinagar (Cachemira), sujetando unos lotos. Al finalizar su carrera en 1978 nos fuimos a La India, Nepal y Cachemira; porque pensaba que más tarde ingresaría en La Mili. Finalmente no entró hasta año y medio después; por lo que se alistó ya muy mayor.
Pese a todo, también mi hermano pasó buenos momentos en el ejército y se rió bastante durante el año y medio que allí estuvo (pues en su época eran casi diecisiete meses). Narraba que siempre que salía iba a ver museos y con ello se especializó en pintura barroca andaluza; tras visitar cada sábado y domingo, iglesias o pueblos con buenos retablos. De ese modo, conoció la obra de pintores inédita de esa época y como casi nadie pudo hacerlo; aprovechando su estancia en La Mili. Gracias a los conocimientos que adquirió en este tiempo; cuando más tarde regresó a Madrid, se convirtió en uno de los grandes expertos en el tema. Fundando un centro de estudios de arte y antigüedades, que -como carrera- no existía por entonces en España. Bajo estas lineas recojo un artículo suyo del ABC donde trata sobre Las Hiladeras de Velázquez y una reseña, que habla de la apertura del curso académico del centro de estudios de arte que creó (tras incorporarse a la vida civil).
Para ampliar sus estudios sobre el barroco andaluz durante el año y medio de cuartel, se hizo socio de una academia (o un ateneo sevillano; del que no recuerdo el nombre); donde impartían conferencias los fines de semana. Contaba una anécdota genial, ocurrida en una de esas ponencias; que tuvo lugar a finales de junio -cuando “la caló” hace estragos en Andalucía-. Lo narraba tal como sucedió, en un acto llevado a cabo en el típico foro antiguo; con estrado central, escalera y gradas de madera (un aula magna común en cualquier universidad de entonces). Allí comenzó la conferencia, con un presidente que la presentaba, dos individuos a cada lado, y el que la pronunciaba en el centro. Al poco de empezar la charla, se oyó a alguien del público que bajaba por las escaleras. La madera sonaba y chiscaba, por lo que cada paso que daba aquel indiscreto asistente, parecía un martillazo. Todos pensaron que se trataba de alguien que salía del recinto, por encontrarse indispuesto. El conferenciante, tras esos ruidos interminables en los escalones, decidió parar el discurso. Pero aquel hombre no cesó en su bajada; siquiera aceleró un poco los pasos. Mientras, todos quedaron en silencio y tan solo se oían aquellos pies, que golpeaban la madera con poca decisión y mucho peso -pues se trataba de una persona muy gruesa y de corbata; con apariencia de “serio”-. Por fin llegó el inadecuado visitante hasta el lugar de salida, pero en vez de irse hacia la puerta, caminó al estrado; donde estaba el conferenciante y los directivos (con caras muy molestas). Así fue como se acercó hasta la mesa presidencial, para tomar una jarrita con agua; y sirviéndola en el vaso del ponente, comenzó a beber... . Al ver aquello, todos empezaron a murmurar; aunque pronto aquel hombre exclamó:
-“¡Perdonen; pero es que estaba sequito!”-
La conferencia no pudo seguir y la convocaron para horas después; porque el público no paraba de reír.
Dicen que ese espontáneo, era un revienta-charlas; lo que es posible, pues en mi juventud conocí un “jode-conciertos”. Era lo contrario de la “cla” y te lo mandaba la competencia. Le vi “actuar” en un recital de guitarra de Segundo Pastor, al cual un enemigo debió enviarle “el roncador”. Un provocador pagado y cuya misión era molestar durante las representaciones clásicas. De tal modo, cuando el maestro Pastor comenzó a tocar La Alcarria (una de sus obras); aquel reventador de actos se hizo el dormido y comenzó a roncar a todo pulmón. Ante esta situación insalvable (porque se sentaba en filas delanteras), se acercó un sobrino -o nieto- del guitarrista; que al terminar la tercera interpretación, aplaudió muy fuerte y junto a las orejas al que simulaba estar soñando. Viendo el chaval como aquel hombre no despertaba, comenzó a gritar: -“Se está haciendo el dormido; es para machacar el concierto”- . Gracias a eso, lograron echarle y Segundo Pastor pudo continuar tocando; pero de no haber estado el chico, no sé yo lo que hubiera pasado; pues nadie se atrevía a despertar y expulsar al “roncador”.
Para terminar, añadiremos un último mal trago que vivió mi hermano en La Mili. Sucedió cuando decidió ir junto a los amigos de cuartel, a una piscina cercana sita en las Tres Mil Viviendas. Ya les habían advertido que allí robaban hasta a los soldados, pero era la más próxima y como subían siete en el coche; decidieron bañarse allí. A su llegada, aparcaron el vehículo a la sombra; un poco distanciado de la entrada. Disfrutaron de una magnífica tarde, pero al salir se encontraron que les habían robado las cuatro ruedas, dejándolo sostenido sobre ladrillos. Fueron a la comisaría a denunciar los hechos y lo primero que le preguntó la policía era si habían abierto el motor, para comprobar que estaba bajo el capó... . Llenos de angustia, regresaron; pero con gran alegría vieron que no faltaban más que los referidos cuatro neumáticos, que pudieron reponer en unas horas. Al narrar este sucedido, decía mi hermano que observar su coche en el aire y sobre ladrillos, era la sensación arquitectónica más extraña que había vivido.
Tras aquel susto, se hizo muy precavido y le advirtieron que en esos días robaban a los conductores el reloj en los semáforos; parando al lado con una moto y arrancándolo de la muñeca (entonces no había aire acondicionado y todos llevaban la ventanilla abierta). Por lo que decidió ponerse el “peluco” en la mano derecha, para que así ningún extraño le cogiera del brazo cuando conducía y se lo quitase. Pero sucedió que en un semáforo, se puso junto a él un motorista fumando. Sin extrañarle ver a un tío con ciclomotor y un cigarrillo, ni le hizo caso. Aunque aquel sujeto, pronto le dio con la brasa del pitillo en el antebrazo, que sacaba por la ventana. Mi hermano, al sentir que le quemaban, se llevó la otra mano donde le dolía. En ese momento aprovechó el de la moto para cogerle de la muñeca derecha, quitarle el reloj y marcharse diciendo: -“Eso `ta pasao´, por zurdo o por listo”-.
Eran otros tiempos. Recuerdo que en esos días fue a Sevilla el rey Juan Carlos y comenzó a saludar, uno a uno, a los miles de personas que se agolpaban frente a él. En un momento se dio cuenta que le faltaba el Rolex; se lo había mangado alguno de los que vinieron darle la mano tan efusivamente. No me extrañaría que hubiera sido el de la moto; aquel ingenioso golfo, que había ideado lo de quemar con una colilla en el brazo izquierdo, a los conductores precavidos que se ponían “el peluco” en la derecha.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos páginas de ABC, donde se publicó una reseña y un artículo de mi hermano (agradecemos a ABC, nos permita divulgarlas). Arriba, noticia en que se menciona el inicio del curso académico del centro de estudios de arte y antigüedades que él fundó tras regresar de Sevilla. Abajo, un estudio sobre Las Hilanderas y su problema de restauración, donde explica que esta obra tiene una parte alta que no es suya. Trozo del cuadro ajeno a Velázquez, añadido posteriormente, para que hiciera pareja con otro; una parte que debería taparse (porque lo descompone). Años más tarde así se hizo y hoy lo podemos ver sin estas zonas “falsas”. Mi hermano aprovechó los quince meses de Mili para ver repetidamente las iglesias y museos de Sevilla; viajando también por sus pueblos, para conocer el arte barroco. Se convirtió así en un especialista en esta época, fundando a su regreso a Madrid un centro de estudios sobre el tema.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de mi padre en la Milicia de La Granja, durante los veranos de 1944 a 1946. Estuvo allí reclutado, para luego hacer las prácticas como alférez en el mismo regimiento. Narraba que desde el día de su ingreso en filas; tenían el uniforme de movilización, preparado por si España se veía obligada a entrar en la II Guerra Mundial. Finalmente y por fortuna, no participó nuestro país en esa segunda gran guerra.
b- ) La supresión de La Mili:
Después de cuanto he narrado, resultará extraño verme afirmar que La Mili era muy útil y que jamás debieron haberla quitado. Otra cosa hubiera sido acortarla y, sobre todo, ponerla obligatoria tanto para hombres como para mujeres. Reconvertirla en un Servicio Militar de al menos seis meses, que los estudiantes pudieran realizar en dos veranos y donde se trabajase en favor de tres causas -a elegir-:
-Ecológica, con destino en el campo y en el Mar (cuidado de bosques y playas).
-Social y cultural, para ayudar a mayores o a reconstruir pueblos y monumentos.
-De seguridad. Para aquellos que desearan un destino más militar; dedicado a guardar costas, ayudar turistas y cientos de servicios de protección del ciudadano, que buena falta hacen.
Con este sistema, el contingente en jóvenes movilizados sería de unos cien mil al año; personas que no estarían de botellón, sino aprendiendo a defender y a defenderse; dedicados a ayudar y ayudarse, mutuamente. Además, si cada nación de las que componen La Alianza Atlántica, tuviera unos cien mil jóvenes movilizados; este organismo contaría con más de tres millones soldados de reemplazo; unidos al millón y medio de profesionales del ejército Lo que haría reflexionar muy mucho a todo aquel que intentase “tocar”, o intimidar a un territorio de OTAN (o cercano).
Sea como fuere, en verdad sabemos que la intención de todos es que jamás se produzca una guerra en España. Pero, tristemente, este deseo solo puede evitarse con un ejército fuerte, que disuada a cualquier nación de invadirnos. Pues aunque no queramos pensarlo; hay decenas de países pretendiendo acabar con la civilización y la cultura occidental. Para los que entrar a saco en nuestras ciudades y fronteras, sería una gran hazaña. Debiendo mantenernos cada día más que precavidos; pues vivimos en un Mundo que progresivamente se va haciendo más pequeño y más armado. Donde las fronteras se alcanzan en pocos minutos; teniendo el enorme problema de las diferencias de riqueza entre Norte y Sur. Junto a la difusión de bombas de todo tipo, que ya manejan naciones de enorme peligro para occidente; incluyendo armamento nuclear.
Por todo ello, lo que hizo el Sr. Aznar al “quitar La Mili” en el 2001; quizás para ganar el voto de los jóvenes. Fue además de una irreverencia histórica; poner en riesgo futuro a la nación. Ya que antes de abolir el Servicio Militar, teníamos unos doscientos mil hombres movilizados. Lo que a cualquier país cercano, le haría pensar muy mucho mirarnos con malas intenciones; y menos proponerse invadirnos. Asimismo, califico de “irreverencia histórica” la supresión de la Mili; mirando sus casi trescientos años de historia. Al haber sido creada antes de Carlos III, para la defensa nacional e instituida obligatoria por mi tío bisabuelo José Canalejas. Que poco después sería asesinado; entre otros motivos, por haber dictado esa ley que exigía a todos ir a La Mili, quitando posibilidad de redención económica (tal como se hacía). Pues antes de su edicto de alistamiento integral; se podía contratar un soldado profesional para que cumpliera el Servicio Militar, sustituyendo al que pagaba. Por lo tanto, quienes iban las guerras, eran esos que no tenían dinero para costearse la redención de su Mili; y los reservistas solo se contaban entre los que habían cumplido en el ejército, por falta de dinero.
Regresando a Canalejas, meses después de publicarse el referido decreto de reemplazo obligatorio -en 1912- (10) ; murió de un tiro en la cabeza, que le disparó un anarquista llamado Manuel Pardiñas (contratado por alguien al que nunca se encontró). En el bolsillo del terrorista se halló una nota que dictaba “Conflagración Mundial”; refiriéndose a la guerra que las fuerzas antisistema de la época estaban preparando y estalló en 1914. Lo más probable es que aquella ley general de obligatoriedad para La Mili, influyó de forma decisiva a conjurar el asesinato. Pensando quienes lo planearon, que tras el reclutamiento íntegro de los ciudadanos masculinos -sin posibilidad de librarse pagando-; España ya no decidiría participar en conflagraciones. Siendo fácil imaginar lo que hubiera sucedido de nuestro país, de tener presencia en la Gran Guerra del 14; con un ejército que solo obligaba luchar a quienes no podían costearse un soldado de redención. Lo que, a mi juicio, pronto habría provocado una situación similar a la vivida en la Rusia del Zar, en 1918. Por todo ello, a mi entender, uno de los principales motivos del atentado a Canalejas; fue haber dictaminado el Servicio Militar obligatorio, frenando así la entrada de nuestra nación en contiendas -especialmente en la Primera Guerra Mundial; que en 1912 ya preparaban los anarquistas y comunistas, para acabar con las monarquías-.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, José Canalejas Méndez (dibujo mío); quien en 1912 y mientras era presidente del gobierno, instituyó La Mili obligatoria, para acabar con las guerras (a las que hasta entonces, solo iban los pobres; que no podían pagar un "soldado de redención"). Abajo, mi abuelo Angel Santafé, vistiendo de rayadillo con unos dieciocho años, en 1910. Cuando todavía se libraban del Servicio Militar, comprando la “redención” y se iba un día a Jurar Bandera -de esta guisa-.
Ante lo expuesto, hay que plantearse si es moral que solo los profesionales, cumplan con la defensa de la Nación. Pues de otro modo, se evitaría que nuestro país participase en conflictos, a los que únicamente van militares, enviados por voluntad política (sin someterse las participación bélica al juicio de la población general, que vive ajena al mundo de la guerra). Un “limbo castrense” que puede costar muy caro a largo plazo, a nuestra civilización. Que ha decidido separar al ejército, de la realidad civil. Considerando las democracias occidentales, simples funcionarios, a aquellos que defienden la Nación y mueren por la patria. Asalariados del Estado, que reciben un sueldo y actúan como profesionales de las armas; teniendo que arriesgar sus vidas en contiendas libradas contra otras naciones. Todo lo que moralmente es inaceptable, ya que la Sociedad no puede contratar bajo ese pacto laboral a ningún trabajador. Pero asimismo, es peligrosísimo; pues de llegar al poder quienes no atiendan fielmente a los intereses de España, puede llevarnos a beligerar contra países a los que nunca deberíamos enfrentarnos -por razones de inferioridad armamentística, estrategia o de equilibrio geopolítico-. Es decir, mientras halla Mili obligatoria, no habrá guerras, a menos que nos ataquen. Pues mientras España no entre en conflictos bélicos ajenos a nuestros intereses, no estaremos en peligro.
Por lo demás y a mi juicio, en un futuro no muy lejano, se verá la nueva moda de un ejército únicamente profesional; tan moral y ético como las luchas de gladiadores en los anfiteatros romanos. Ya que la defensa del territorio junto a la de los valores de nuestra civilización y cultura, no compete a unos pocos a los que se contrata. Sino a la totalidad de la población; que son los responsables de lo que se hace y sucede en el país. Siendo deber de todos los ciudadanos, velar por la integridad de la nación. Constituyendo una absoluta inmoralidad que se circunscriba esa labor a unos profesionales; cuya misión debería ser dirigir a quienes tienen que cumplir con esa obligación de defender su país. Es decir; los militares están para coordinar a los ciudadanos en esa labor, no para ser los únicos en cargar con esa misión.
ABAJO: Parte de un curioso cartel que encontré en las calles de Segovia, donde se dice “peligro, pacifistas” y vemos un activista de la paz lanzando un “molotov de flores”. Reflejo de la verdad sobre los movimientos actuales, contrarios a la defensa nacional; sufragados fundamentalmente por países que desean debilitar a Occidente. Algo que se demuestra al observar, como tras cien días de invasión en Ucrania; ningún grupo pacifista se ha movilizado. Siquiera los ecologistas ha protestado por la contaminación bélica y por la posibilidad de un conflicto nuclear. Todo lo que muestra y demuestra, que estos grupos y sus ideologías, vienen patrocinados por aquellos países que intentan minar la fuerza y la economía occidental. Utilizando a personas muy idealistas, para fines absolutamente contrarios a los que parecen seguir. Es decir, ciertos países, contrarios a los intereses de la OTAN; apoyan a grupos pacifistas, con el fin de desarmar a nuestras naciones. Para posteriormente dirigirlas y atemorizarlas, bajo una amenaza bélica. De igual manera que se influye en la opinión pública, para impedir que se abran centrales nucleares; con la única intención de que dependamos del gas y del petróleo, de aquellos que pagan la difusión de ese tipo de ideas anti-nuclear. Pero, como hemos enseñado al comienzo del capítulo (al iniciar la parte primera); la vida es muy parecida a la fábula de “La Vaca, el zorro y la caca”. Por lo que cuando te obligaban a hacer La Mili, no perjudicaban una etapa de tu vida; sino te protegían durante el resto de ella.
c- ) Otras vidas en el ejército:
Con el tiempo hemos vuelto a valorar lo que significan nuestras Fuerzas Armadas. Sus conceptos de honor, sacrificio e idealismo; que se habían deteriorado enormemente debido a la mentalidad de Mayo del 68 y al progresismo posmoderno de los setenta. Donde se extendió la idea de que un militar era un dictador y un policía, un opresor. Hasta que la vida mostró la verdad a fines del siglo XX y nos enseñó que no había mayor garante que el ejército, ni mejor protector que las Fuerzas de Orden Público. Tanto fue así, que en cada catástrofe vivida -desgracia o hecho inesperado; inundación, incendio, volcán o epidemia-. Allí estaba el ejército, en primera fila; sacando a los damnificados de los ríos, salvándoles de las llamas o facilitando que las enfermedades no se extendieran. Siempre fieles y al servicio de todos, sin pedir nada a cambio y sufriendo terriblemente; aunque sin protesta alguna. Este es el valor de las Fuerzas Armadas y lo que deberían aprender los jóvenes. Para lo que sería imprescindible servir unos meses en ellas; un periodo tras el que se sentirían orgullosos de pertenecer a una organización tan idealista, como eficaz, y tan útil como bien estructurada.
Pero la vida ha decidido que los chicos, ya no hacen falta para defender a su nación; siquiera para realizar un servicio de limpieza y cuidado de los bosques, evitando incendios. Ni tampoco de ayuda a los mayores, o en la reconstrucción de pueblos y monumentos. Todo lo que haría de esos veinteañeros, personas mucho más activas y positivas. Sin que se sientan tan alienados como para perder su tiempo y salud, en las calles, plazas y playas (o en las discotecas); de botellón y en actitudes más que pueriles. Pudiendo haber sido muy útiles para servicios ecológicos, sociales y culturales; lo que les hubiera reportado una lección en la vida y un gran recuerdo de esos meses en el ejército. Pues no hay nada peor que la sobreprotección; ni nada más triste que sentirse yermo e ineficaz; algo que está sucediendo como mal generalizado entre nuestra juventud. Quienes al ver su existencia sin sentido. No pudiendo plantearse retos y al no encontrarse verdaderamente útiles; caen en el alcohol y en el consumo de sustancias horribles. Entrando en un infierno, del cual es más que difícil salir.
SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes de mi tío el coronel Santiago Rodríguez-Santafé. Él y casi todos sus hermanos, fueron militares y buenísimas personas (al igual que su padre, sus tíos, su abuelo y su bisabuelo; mi tatarabuelo Angel -una saga de generales de los que más tarde hablamos-). Arriba y al lado, fotografías en sus misiones humanitarias, como piloto de los Cascos Azules de la ONU.
Al lado y abajo, unas preciosas imágenes de los días en que mi tío Santiago Rodríguez Santafé comenzaba su carrera militar, en Ifini Sahara.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos míos de uno de mis grandes amigos; también militar: Cali Andreu. Uno de los hombres más buenos que he encontrado en la vida. Muchas veces, he narrado estas historias de mi Mili, durante las reuniones que organiza en su preciosa casa de Villar. Donde él y su mujer -Nicole-, terminan llorando de risa, al escuchar mis experiencias en el ejército. A Cali le encanta mi historial militar; cree que me deberían proponer para un premio del soldado enchufado jubilado, con distinción caqui.
d- ) Otra época:
En este apartado último, narraré la historia de mi tatarabuelo Angel Rodríguez Tejero; al que llamaron el general de los pinceles. Pues de joven quiso ser pintor, y al no obtener éxito en la Academia ni en los diferentes centros de estudio donde se matriculó. Decidió finalmente alistarse en el ejército, con O´Donnell, e irse a Tetuán. En esa campaña de África, cumplió la extraña misión de subir a los montes, para dibujar la situación de las tropas enemigas. Todo lo que se transmitía en muy poco tiempo al mando superior y servía para ir situando a las guarniciones españolas, conforme los norteafricanos avanzaban. Su labor fue tan útil, que muy pronto llegó a comandante, graduación con la que regresó de Tetuán. Una vez en España, se dedicó a la vida militar y participó en numerosas guerras carlistas, logrando la victoria para las fuerzas liberales. Finalmente, pudo seguir pintando y dibujando; publicando sus láminas en numerosos libros y en La Ilustración Española. Tras ser nombrado general; ocupó las plazas de Tarifa y de Palma de Mallorca, como gobernador militar (11) . A continuación recojo su foto y algunos de sus dibujos.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, mi tatarabuelo Angel Rodríguez Tejero, como general. Abajo, imagen de mi tatarabuelo -hacia 1898-, junto a sus dos hijos (Carolina y Juan) y a mi bisabuelo Nicolás Santafé -a la izquierda-. Delante y asomados al balcón; mi abuelo Ángel Santafé y sus hermanos menores, Ma.Teresa y Martín. .
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado, La Puebla de Arganzón (1875). Abajo, jinetes carlistas (1875)
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado, soldados custodiando ganado (1875). Abajo, batalla de Treviño (1875).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más del general Ángel Rodríguez Tejero, publicados en La Ilustración Española. Al lado, ejército del Norte (1875). Abajo, ermita de San Forerio, donde comenzó la batalla de Treviño (1875).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado, fuerte del ejército del Norte. Abajo, el general Quesada condecorando (1875).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos obras más del general Ángel Rodríguez Tejero. Al lado, estampa militar a acuarela, recientemente subastada en Ansorena. Abajo, llegada a Laguardia, publicada en La Ilustración Española
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado, puente cortado en Cenicero. Abajo, toma de cenicero y Laguardia (1875).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más del general Ángel Rodríguez Tejero, publicados en La Ilustración Española. Al lado y abajo, imágenes de las Guerras Carlistas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dibujos de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado, imágenes de las Guerras Carlistas. Abajo, voluntarios de Zurbano y de Alcanadre.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos más de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado y abajo, imágenes de las Guerras Carlistas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, portada de La Ilustración Española. Abajo, llegada del duque de la Torre en las guerras carlistas. Por el general Ángel Rodríguez Tejero,
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dibujos de mi tatarabuelo Ángel, publicados en La Ilustración Española. Al lado y abajo, imágenes de las Guerras Carlistas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos dibujos de Vitoria, durante las guerras carlistas, pintados por mi tatarabuelo Ángel y publicados en La Ilustración Española.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Acuarela del general Ángel Rodríguez Tejero, llamada “Paseo”, donde vemos a dos mujeres frente a La Alhambra.
ESTA HA SIDO LA SEGUNDA, PARA LLEGAR A LA PRIMERA; PULSAR:
http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2022/06/memorias-de-la-mili-cuarenta-anos.html
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CITAS:
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(4): Para quienes quieran saber más de El Loqui; en estos enlaces tienen un artículo de Antonio de Burgos, y otro de Jose Luis Garrido Bustamante donde el autor refiere el caso del día en que pellizcó el trasero de la mujer del jefe de policía.
Del Loqui al Loco de Los Remedios
ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO
http://www.antonioburgos.com/abc/2006/08/re080806.html
Jose Luis Garrido Bustamante. Tipos y personajes curiosos de ayer. (II)
http://elblogdegarridobustamante.blogspot.com/2009/08/tipos-y-personajes-curiosos-de-ayer-ii.html
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(5): BENI DE CADIZ Y AMOS RODRÍGUEZ REY. TERTULIA EN CAI; CAMINOS DEL FLAMENCO.mp4
https://www.youtube.com/watch?v=EVoRsY1UMJs
BORNOS... BENI DE CADIZ 1990 manoloavion
https://www.youtube.com/watch?v=qfWVcwPl0yA
BORNOS... BENI DE CADIZ
Beni de Cádiz y el Loco de la Colina
https://www.youtube.com/watch?v=VkDvbB2RG2U
Amos y el Beni (1992 y 1996)
.
Biofrafías:
https://es.wikipedia.org/wiki/Am%C3%B3s_Rodr%C3%ADguez_Rey
https://es.wikipedia.org/wiki/Beni_de_C%C3%A1diz
.
(6): El Pali; Francisco Palacios
https://www.youtube.com/watch?v=EOmGfPi6zS4
https://es.wikipedia.org/wiki/El_Pali
.
(7): Paco Gandía:
https://www.youtube.com/watch?v=RM0mEI_m-mI
https://www.youtube.com/watch?v=dLa0r9IPwRk
https://www.youtube.com/watch?v=ZPEb9Sj4gjQ
https://www.youtube.com/watch?v=xBuRZCYFQP4
.
(8): TABERNA DE EL TRAGA Vicente, El Tragatapasy su hermano Eduardo
https://www.diariodesevilla.es/sevilla/Picaros-artistas-mano_0_1158784578.html
Vicente El Traga: Noches de bohemia
https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi-vicente-traga-noches-bohemia-201806300825_noticia.html
.
(9): Pepe El Pere Gil
https://es.wikipedia.org/wiki/Pepe_Peregil
https://www.youtube.com/watch?v=st1L--QwAiA
https://www.youtube.com/watch?v=dgK9TbWDTag
.
(10): La redención militar y el edicto de reclutamiento por reemplazo obligatorio, de José Canalejas:
https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Reclutamiento_y_Reemplazo_del_Ej%C3%A9rcito
.
(11): General Angel Rodríguez Tejero:
Biografías:
Wikipedia
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Rodr%C3%ADguez_Tejero
Biografía:
http://bibliotecavirtual.malaga.es/es/consulta/registro.cmd?id=16232
Láminas:
http://www.albumsiglo19mendea.net/cas/autoriamasdeuna.php?pag=4&texto=Rodriguez%20Tejero%2C%20Angel
Biografía:
https://acami.es/portfolio/biografia-angel-rodriguez-tejero/
ANGEL RODRÍGUEZ TEJERO (1837-1908): El General de los pinceles -y su saga-.
http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2019/08/angel-rodriguez-tejero-1837-1908-el.html
.
(*12): FUENTE, WIKIPEDIA: Asesinatos cometidos por ETA desde la muerte de Francisco Franco
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Asesinatos_cometidos_por_ETA_desde_la_muerte_de_Francisco_Franco
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ASESINADOS POR ETA DESDE EL SEPTIEMBRE DE 1982, AL 15 DE DICIEMBRE DE 1983.
22 de septiembre de 1982 Emilio Fernández Arias Bilbao Vizcaya Asesinado por dos tiros a bocajarro mientras hacía gestiones Brigada de la Armada
5 de octubre de 1982 Juan Carlos Ribeiro de Aguiar Nalda Bermeo Vizcaya Tiroteado en la carretera que une Bermeo con Baquio. Su asesinato nunca fue asumido por ningún comando, aunque se sospecha de ETA Civil, de origen portugués
8 de octubre de 1982 Alberto Toca Echevarria Pamplona Navarra Tiroteado mientras hablaba en su despacho de la mutua Aspeyo con el médico José Luis Sinués Marti. Director de Asepeyo
9 de octubre de 1982 José Jiménez Mayoral Irún Guipúzcoa Tiroteado mientras esperaba al autobús después de salir del trabajo Capitán retirado de la Guardia Civil
15 de octubre de 1982 Gregorio Hernández Corchete Leiza Navarra Ametrallado cuando salía del cuartel después de haber ido a una revisión de su arma para ir a cazar Civil, calderero
22 de octubre de 1982 Domingo Javier García González Algorta, Guecho Vizcaya Tiroteado mientras atendía la barra del bar que regentaba Empresario, propietario de bar
31 de octubre de 1982 Francisco González Ruiz Vitoria Álava Asesinado por una explosión de un coche bomba Agente del Cuerpo Nacional de Policía
4 de noviembre de 1982 Víctor Lago Román Madrid Madrid Ametrallado mientras se dirigía en su coche oficial hacia la División Acorazada Brunete, donde era jefe General de División, jefe de la División Acorazada Brunete
21 de noviembre de 1982 César Uceda Vera Bilbao Vizcaya Tiroteado cuando salía de su domicilio para ir a trabajar al acuartelamiento Teniente del Ejército de Tierra
23 de noviembre de 1982 Carlos Manuel Patiño Casanova Rentería Guipúzcoa Tiroteado mientras aparcaba el vehículo en el que viajaba Empresario
12 de diciembre de 1982 Juan Ramón Joya Lago Tolosa Guipúzcoa Ametrallado mientras viajaba junto a un compañero suyo Agente de la Guardia Civil
29 de diciembre de 1982 Manuel López Fernández Irún Guipúzcoa Tiroteados mientras revisaban la estación de Irún Agente de la Guardia Civil
Juan García Mencía Agente de la Guardia Civil
Año 1983
2 de febrero de 1983 Miguel Mateo Pastor Villafranca de Ordicia Guipúzcoa Ametrallado después de haber sido herido por la explosión de varias granadas mientras viajaba en un convoy por la N-1 Agente de la Guardia Civil (Unidad Antiterrorista Rural)
5 de febrero de 1983 Ramón Iturriondo García Bilbao Vizcaya Asesinados por la explosión de una bomba en la sede del Banco de Vizcaya Empleado de banca
Aníbal Alfonso Izquierdo Emperador Empleado de banca
Benicio Alonso Gómez Empleado de banca
12 de febrero de 1983 Joaquina Patricia Llanillo Borbolla Tolosa Guipúzcoa Tiroteada mientras se dirigía en coche junto a su marido a las fiestas de carnaval Civil
20 de febrero de 1983 Luis Manuel Allende Porrúa Bilbao Vizcaya Murió de cáncer. Según la Audiencia Nacional, este fue causado por el estrés producido por su secuestro meses antes, por lo que se cuenta como asesinado por ETA Médico odontólogo
25 de marzo de 1983 Ramón Ezequiel Martínez García Oyarzun Guipúzcoa Ametrallado mientras viajaba en un convoy policial provenienrte de la cárcel de Martunene Cabo de la Policía Nacional
27 de marzo de 1983 Aniano Sutil Pelayo San Sebastián Guipúzcoa Asesinado por la explosión de la bomba que se disponía a desactivar Agente de la Policía Nacional
4 de mayo de 1983 María Dolores Ledo García Bilbao Vizcaya Tiroteados en un aparcamiento. El Teniente Segarra había sido secuestrado y mientras estaba siendo introducido en el maletero del coche, el Cabo Barquero y su mujer entraron. Pedro Barquero empezó a disparar con su arma reglamentaria pero los terroristas alcanzaron a su mujer y a él, matando por último al Teniente Julio Segarra Blanco
María Dolores Ledo García Profesora. Embarazada. Mujer de Pedro Barquero
Pedro Barquero González Cabo de la Policía Nacional
Julio Segarra Blanco Teniente de la Policía Nacional
28 de mayo de 1983 Fidel Lázaro Aparicio Pamplona Navarra Tiroteados a quemarropa mientras vigilaban una oficina de correos Agente de la Guardia Civil
Antonio Conejo Salgueiro Cabo de la Guardia Civil
7 de junio de 1983 Francisco Machío Martos Azpeitia Guipúzcoa Tiroteado a bocajarro mientras tomaba un café en un bar con unos amigos Civil
16 de junio de 1983 Eduardo Vadillo Vadillo Durango Vizcaya Ametrallado mientras escoltaba al Teniente Coronel José Lull Catalá, objetivo del atentado Civil
22 de junio de 1983 Juan Maldonado Moreno Pasajes Guipúzcoa Asesinado tras una explosión de una bomba colocada en su vehículo personal Agente de la Guardia Civil
23 de junio de 1983 Emilio Juan Casanova López San Sebastián Guipúzcoa Asesinado tras una explosión de una bomba colocada en un furgón policial que formaba parte de un convoy Agente de Policía Nacional
27 de junio de 1983 Jesús Blanco Cereceda Pamplona Navarra Tiroteado mientras entraba al portal de su domicilio Funcionario. Jefe de comunicaciones del aeropuerto de Noáin
13 de julio de 1983 Manuel Francisco García San Miguel Sopelana Vizcaya Tiroteado mientras salía de la estación de Sopelana después de haber terminado el servicio Agente de la Policía Nacional
23 de julio de 1983 Ramiro Salazar Suero Vitoria Álava Tiroteado mientras abría el local de compra-venta de artículos que regentaba Empresario
31 de julio de 1983 Rafael Gil Marín Guetaria Guipúzcoa Asesinados a tiros mientras vigilaban unas embarcaciones incautadas en el puerto de Guetaria Agente de la Guardia Civil
Enrique Rúa Díaz Agente de la Guardia Civil
5 de agosto de 1983 Manuel Peronié Díaz Oyarzun Guipúzcoa Tiroteado mientras intentaba escapar de un intento de secuestro en las fiestas municipales Agente de la Policía Municipal
5 de septiembre de 1983 Arturo Quintanilla Salas Hernani Guipúzcoa Tiroteado mientras se montaba en el coche con su familia después de haber cerrado el bar que regentaba Propietario del bar "Jose Mari"
6 de septiembre de 1983 Francisco Javier Alberdi Iriarte San Sebastián Guipúzcoa
Asesinado a tiros mientras los terroristas intentaban secuestrarle Representante de ventas
16 de septiembre de 1983 Pablo Sánchez César Urnieta Guipúzcoa Tiroteado en la estación de Urnieta cuando iba a trabajar Agente de la Policía Nacional
5 de octubre de 1983 Manuel Benito José Portugalete Vizcaya Tiroteado en el bar en el que estaba tomando unas copas con sus amigos Agente de la Policía Nacional
8 de octubre de 1983 Juan José Pulido Pavón Hernani Guipúzcoa Tiroteado mientras salía del bar en el que estaba tomando unas copas con sus amigos Civil, herborista
13 de octubre de 1983 Ángel Flores Jiménez Rentería Guipúzcoa Asesinado a tiros mientras bajaba del coche en la puerta de su domicilio Agente de la Guardia Civil
15 de octubre de 1983 Alfredo Jorge Suar Muro El Puerto de Santa María Cádiz Asesinado a tiros después de haber sido secuestrado mientras pasaba consulta en la prisión del Puerto de Santa María Médico argentino, trabajador de la prisión del Puerto de Santa María
15 de octubre de 1983 José Reyes Corchado Muñoz Oñate Guipúzcoa Bomba lapa en vehículo oficial de la Guardia civil Civil Agente de la Guardia Civil
18 de octubre de 1983 Alberto Martín Barrios Galdácano Vizcaya Tiroteado después de haber sido secuestrado dos semanas antes Capitán del Cuerpo Militar de Sanidad
20 de octubre de 1983 Cándido Cuña González Rentería Guipúzcoa Tiroteado mientras tomaba el aperitivo en un bar que solía transitar Panadero
26 de octubre de 1983 Lorenzo Mendizábal Iturrarte Irún Guipúzcoa Tiroteado mientras atendía la carnicería que regentaba Civil
5 de noviembre de 1983 Manuel Carrasco Merchán Villabona Guipúzcoa
Asesinado a tiros a quemarropa después de haber sido reconocido por algunos miembros de ETA Civil
9 de noviembre de 1983 José Ángel Martínez Trelles Bilbao Vizcaya Tiroteado en el bar que solía frecuentar como camarero Comerciante, ex-legionario paracaidista, asesinado en el bar de la Hermandad de Antiguos Legionarios
12 de noviembre de 1983 Antonio de Vicente Comesaña Bermeo Vizcaya Tiroteado cuando regresaba a su casa después de un día de trabajo Teniente de Navío, ayudante de la Comandancia de Marina
26 de noviembre de 1983 José Antonio Julián Bayano Vitoria Álava Asesinado a tiros mientras cerraba uno de sus numerosos locales de fiesta Empresario
8 de diciembre de 1983 Francisco Javier Collado Azurmendi Cegama Guipúzcoa
Tiroteado a bocajarro a la salida del bar donde estaba jugando al billar con unos amigos Vendedor de automóviles
9 de diciembre de 1983 Pablo Garraza García Rentería Guipúzcoa Asesinado a tiros después de ser secuestrado. Su cuerpo fue encontrado al lado del cementerio de Rentería, junto a la GI-2132 Taxista jubilado
15 de diciembre de 1983 Eduardo Navarro Cañada San Sebastián Guipúzcoa Tiroteado mientras realizaba una patrulla Agente del Cuerpo Nacional de Policía
15 de diciembre de 1983 Francisco Arín Urcola Tolosa Guipúzcoa Asesinado a tiros después de haber sido secuestrado por no haber pagado cartas de extorsión Empresario. Directivo de Construcciones Electromecánicas
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