Nuevamente, he de agradecer a mi tío Santiago Rodríguez-Santafé y a mi prima, María Atienza; la entrega de datos y fotos sobre Ángel Rodríguez Tejero (y las de su propia familia; una saga de militares que desde el siglo XIX han servido fielmente a España). Asimismo, mi agradecimiento a mis primas, Fátima y Marisol Santafé Casanueva; que me entregaron numerosas imágenes y documentos familiares, permitiéndome fotografiar obras de nuestro tatarabuelo Angel y de su hija (la bisabuela Carolina -una magnífica pintora que se vio obligada a dejar el arte, después de casarse-).
ESTA ES LA PARTE SEGUNDA, PARA LLEGAR A LA PRIMERA, PULSAR: https://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2023/09/angel-rodriguez-tejero-el-general-y-sus_16.html
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos autorretratos pintados por mi tatarabuelo, Angel Rodríguez Tejero (que ya habíamos publicado en un anterior capítulo de AÑORANZAS RECUERDOS Y SEMBLANZAS). Arriba, de cuerpo entero y como general, fechado hacia 1898. Abajo, en busto, que se supone realizado cuando era coronel (hacia 1880). Los dos retratos han sido tomados de la separata escrita por Javier Sanjuan Rodríguez (también tataranieto del general-pintor), en cuyo texto vamos hemos basado gran parte de cuanto he escrito sobre este antepasado común nuestro.
Este capítulo procede de uno anterior (publicado hace tres años) donde relataba la biografía de mi tatarabuelo, el general Rodríguez Tejero -famoso dibujante-. Para consultarlo, hacer "clik" sobre su título (abrir link junto estas líneas): ANGEL RODRÍGUEZ TEJERO (1837-1908): El General de los pinceles -y su saga-.
ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, en el que se contienen los artículos de "Añoranzas, recuerdos y semblanzas" y sus enlaces. Para acceder al índice haga "clik" sobre esta línea: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2015/04/pulsar-sobre-las-lineas-de-enlace-hacer.html
EL ARTÍCULO puede leerse enteramente, o bien de forma resumida -siguendo las letras destacadas en rojo y negrilla-.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Gráfico con los descendientes directos de Ángel Rodríguez Tejero, en sus dos ramas: Los Corona y los Santafé (pues su único hijo, Juan; murió en 1928, sin prole). En este esquema vemos a los nacidos de Carolina y Nicolás Santafé, a la izquierda: Ma.Teresa; Ángel -mi abuelo-; Martín; Jaime y María. Mientras los hijos de Consuelo, casada con el militar Ignacio Corona, los tenemos a la derecha (Ignacio y Carlos; padre este segundo de Consuelo, la abuela de Javier Sanjuan Corona). Es de destacar que Ángel Santafé Rodríguez es era mi abuelo; quien casado con Concepción Cobo, fueron padres de mi progenitora: Ma.Teresa Santafé Cobo. Asimismo, será objeto de nuestro estudio en este capítulo, la descendencia de María Santafé (hermana menor de mi abuelo); casada con Guillermo Rodríguez, sobrino nieto de Ángel Rodríguez Tejero. Quienes fueron padres de una importante saga de militares.
C) LOS DESCENDIENTES DE ÁNGEL RODRÍGUEZ TEJERO:
C-1) Hijos y nietos:
Al comenzar este la primera parte, habíamos visto una fotografía de las hijas y nietos nietos de Rodríguez Tejero, reunidos en la casa de Carolina y Nicolás Santafé (hacia 1910). Imagen que repetimos mas abajo, para localizar mejor a todos los familiares. Aunque, como podemos observar en el esquema presentado antes; de la unión del general con Germana Gómez de Velasco, en 1864; nacieron tres hijos: Carolina (1865); Consuelo (1867); y Juan (1869) -que no dejó prole-. A quienes vamos citar, en orden invertido, para facilitar la comprensión del artículo. Ya que en el siguiente epígrafe trataremos en profundidad sobre los hijos de María Santafé; la menor de Carolina y Nicolás.
A) Juan Rodríguez: Nacido en 1869; ingresa en el ejército y en 1893 era teniente de Dragones Lusitania. Contrae matrimonio con Cándida Orio-Zabala y Grajera. No tuvieron descendencia. Muere en 1928; con 58 años con el rango de coronel -ver imagen más abajo-.
B) Consuelo Rodríguez: Nacida en 1867; contrae matrimonio en 1888 con Ignacio Corona Gómez-Gamero; hijo del militar Antonio Corona, también pintor e íntimo amigo de Rodríguez Tejero. Tuvo dos varones: Ignacio (militar y muerto en la Guerra de África) y Carlos, bisabuelo de Javier Sanjuan Corona. Queda viuda en 1895 y es recogida por su padre (Rodríguez Tejero); viviendo junto a él hasta que fallece. Primero en Tarifa (donde el progenitor era gobernador militar) y más tarde en Madrid, cuando le ascienden a general en 1898 -ver imágenes, más abajo-.
C) Carolina Rodríguez: Nacida en 1865, quiso ser pintora como su padre. Estudió con maestros como Eduardo Rosales; aunque su principal amigo fue Aniceto Marinas. Un artista de origen segoviano, que Rodríguez Tejero protegió y era dos años menor que su hija; aunque en 1887 ya fue un genio reconocido. En 1888 y al marcharse Aniceto Marinas becado a Roma, parece que decide casarse con Nicolás Santafé Arellano (banquero y agente de cambio y Bolsa unos veinte años mayor que ella). Tras esta boda dejó de pintar y se dedicó a su familia; teniendo cinco hijos: Ma. Teresa, Ángel, Martín, Jaime y María -Santafé Rodríguez-. Murió a los ochenta y ocho años, habiendo tenido una sufrida vida. En la que primero ayudaría a su hermana Consuelo, que quedó viuda con dos niños en 1895. Años más tarde (en 1908), muere su padre y recogió a su madre, que vivió junto a ella y Nicolás Santafé; hasta que desaparece la progenitora en 1930. Aunque antes que su madre, fallece su marido; en 1928. Poco después muere su hijo menor (Jaime), en accidente de tráfico a los veintinueve años. De profesión arquitecto y casado con Rosario Mira, dejó dos niños casi recién nacidos (Ma. Francisca y Jaime) a los que la abuela recoge. Ocho años más tarde, al comienzo de la Guerra Civil, mataron a su hijo Ángel; ingeniero destinado como director en la siderurgia de Sagunto (21 de agosto 1936). Debiendo acoger en su casa a los cinco huérfanos y a su nuera (Concepción Cobo, que muere poco después). De este modo, con más de setenta años tuvo que criar a sus nietos Santafé Cobo; ayudada por su hijo Martín. Muriendo en 1954, con más de ochenta y ocho años; pudiendo ver a esos cinco hermanos Santafé Cobo, con sus carreras terminadas, casados y muchos con hijos. Mujer de gran carácter y fortaleza, podemos decir que con ella se perdió una gran pintora, cuando dejó el arte para dedicarse a su familia. En mi opinión, tuvo una relación con Aniceto Marinas (dos años menor que ella) en la época en que ambos estudiaban en la Academia de San Fernando (desde 1884 a 1888). Por lo que al marchar a Roma Aniceto Marinas, en 1888; posiblemente ella decide casarse con un banquero de éxito y dejar de pintar. Gracias a su fuerte carácter y a sus relaciones en Madrid, durante la Guerra Civil logró sacar de la “checa” a su hijo Martín. Donde estaba encarcelado por los milicianos, en la misma celda que su amigo, el duque de Peñaranda (hermano del duque de Alba, que fue poco después fusilado en Paracuellos, tras “una saca”, en noviembre del 36). Asimismo, a través de sus relaciones y con la colaboración de Gregoria Zamarra; logra trasladar hasta Madrid a los huérfanos de su hijo Ángel (que había sido asesinado en Sagunto, en agosto de 1936) -ver imágenes, más abajo-
SOBRE LÍNEAS: de nuevo la foto en casa de mi bisabuelo Nicolás Santafé (hacia 1910), donde podemos ver a las hijas y a varios nietos de Rodríguez Tejero. A quienes enumerábamos, identificándolos como:
1)-Teresa Santafé (hermana de mi abuelo Angel Santafé).
2)-Martín Santafé (hermano de mi abuelo).
3)-Germana Gómez de Velasco; Sra. de Rodríguez Tejero (mujer del general).
4)-Angel Santafé Rodríguez (mi abuelo materno).
5)- Nicolás Santafé Arellano (yerno de Rodríguez Tejero y marido de Carolina; mi bisabuelo).
6)- Ignacio Corona Rodríguez (hijo de Consuelo y sobrino de Carolina. Nieto mayor de Rodríguez Tejero; muerto unos cuatro años después de esta fotografía, en la Guerra de África).
7)- Carolina Rodríguez (hija mayor de Rodríguez Tejero y madre de mi abuelo materno).
8)- Carlos Corona Rodríguez (hermano de Ignacio, el militar; segundo hijo de Consuelo y nieto del general. Padre del bebé que vemos en el centro).
9)-Consuelo Rodríguez (segunda hija de Rodríguez Tejero; hermana de la bisabuela Carolina y madre de Ignacio y Carlos; viuda de Ignacio Corona Gómez-Gamero; abuela del bebé que vemos en el centro).
10)- Jaime Santafé (hermano menor de mi abuelo).
11)- Primera bisnieta de Angel Rodríguez Tejero (hija de Carlos Corona Rodríguez; llamada Consuelo, como su abuela).
12)- La tía María Santafé (hermana menor de mi abuelo Angel, con unos diez años).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Consuelo Rodríguez (hija de Rodríguez Tejero) y su hijo Carlos Corona. Al lado, detalle de un retrato que ya vimos; seguramente de Consuelo Rodríguez o bien de su hija, Consuelo Corona. Abajo, Consuelo Rodríguez junto a sus sobrinos en 1914 (Biarritz). Ella, en primer plano a nuestra izquierda; detrás, con unos doce años, Jaime Santafé. A su lado y sentado; mi abuelo Angel Santafé. A nuestra derecha, Ma. Teresa Santafé.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, el coronel Juan Rodríguez (hijo de Ángel Rodríguez) y su mujer; imagen tomada de la separata de Javier Sanjuan Corona. Abajo, de nuevo, detalle del recordatorio de la muerte en guerra de Ignacio Corona.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Mis bisabuelos con sus hijos, hacia 1912. Al lado, sentados, Carolina Rodríguez y Nicolás Santafé. Detrás, de izquierda a derecha; sus hijos: Jaime, Ma. Teresa y Martín. Abajo, sentados, Carolina Rodríguez y Nicolás Santafé. Detrás, de izquierda a derecha: una posible novia de mi abuelo Ángel (que dicen era la profesora de inglés); mi abuelo Ángel y María Santafé (la menor de la familia).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de mi abuelo Ángel Santafé. Al lado, en la casa de su padre de Madrid, hacia 1915. Abajo, en las fincas de Cuenca (La Fuente de Pedro Naharro), hacia 1925.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de nietos de Ángel Rodríguez Tejero. Al lado, Jaime Santafé Rodríguez; en la casa de sus padres, en Madrid. Era el hijo menor de Carolina y Nicolás y murió tristemente a los veintinueve años de edad, en accidente de tráfico. Dejó dos niños y quedó truncada su magnífica carrera como arquitecto. Su padre falleció el mismo año (1928). Abajo, María y Martín Santafé Rodríguez, también en la casa de Pérez Galdós, 3 (Madrid).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, mi abuela Concepción Cobo; el día de su boda con Ángel Santafé. Abajo, los Santafé Rodríguez y los Cobo Canalejas, en Pasajes (Guipuzcoa) hacia 1914. De nuestra izquierda a derecha: Eloy Cobo; Jaime Santafé; Carolina Rodríguez; Ma. Teresa Santafé; Manuel Cobo Canalejas y su hija Concepción (mi abuela). Al final y a la derecha, mi abuelo Angel.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; tres primas y amigas (bisnietas de Rodríguez Tejero). De izquierda a Derecha: Charo de Villa Santafé. En el centro, Ma.Teresa Santafé Cobo (mi madre). A la derecha, Ma. Francisca Santafé Mira (hija del menor de los hermanos -Jaime Santafé- que tristemente murió a los veintinueve años). Abajo, los Santafé Rodríguez y los Cobo Canalejas, en Fuenterrabía, hacia 1914. De nuestra izquierda a derecha: Nicolás Santafé Arellano; Ma.Teresa Santafé; Angel Santafé (mi abuelo); María Santafé; Manuel Cobo Canalejas; Concepción Cobo (mi abuela); Eloy Cobo (hermano de mi abuela); Jaime Santafé.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, mi madre el día de su comunión; hacia 1929. Abajo, bisnietos de Angel Rodríguez Tejero; hijos de Ángel Santafé y de Concepción Cobo, fotografiados hacia 1925. De pie: Angel y Conchita. Sentados: Ma. Luisa y mi madre (a la derecha) -falta Manuel, nacido unos meses antes-.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Mis padres (María Teresa Santafé y Mario Gómez-Morán Cima); en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid; el día de su boda -2 de julio de 1951-.
C-2) Los hijos de María y Guillermo; descendientes más directos de Ángel Rodríguez Tejero:
Antes de finalizar este capítulo, desearía realizar un homenaje a mis familiares que dedicaron su vida al ejército. Me refiero concretamente a los Rodríguez Santafé (o Rodríguez-Santafé) y a sus hijos. Aunque -en verdad-, también era general del Cuerpo Médico de Tierra, un cuñado de mi madre: Higinio Delgado, casado con mi tía María Luisa. Una persona de enorme bondad, que precisamente conoció a su mujer, gracias los Rodríguez Santafé; cuando la invitaron a Ifni, en los años cincuenta. Donde por primera vez vio a aquel médico, con el que años después se casaría; quien era un hombre bueno y paciente, como pocos he conocido (tal como son sus cuatro hijas -mis primas Ma. Luisa, Teresa, Ma José y Conchita-).
Por cuanto he dicho, vamos a recordar la rama militar de mi familia Santafé, que son los descendientes más directos de Ángel Rodríguez Tejero; pues la madre de todos (María) era nieta de él; mientras su marido (Guillermo Rodríguez) fue sobrino nieto. Recordaremos que María era la hija menor de Nicolás Santafé y de Carolina Rodríguez; por lo que fue la hermana pequeña de mi abuelo Ángel. Quien se casó con este otro descendiente de Rodríguez Tejero, que llegó general, de nombre Gillermo Rodríguez; fundando una saga de militares que ha perdurado hasta nuestros días. Personas cuyo espíritu de servicio y lealtad se fraguó en aquella guerra olvidada, llamada Ifni-Sahara (7) ; donde vivieron durante años, defendiendo a los saharauis que deseaban ser españoles. Una contienda durísima, donde se formaron a sangre y fuego, el padre junto sus hijos; que vocacionalmente ingresaron en el ejército (en su mayoría). Así como las hijas del tío Guillermo y de la tía María, se casaron también con militares. Todos ellos, buenísimas personas, cuya disciplina y espíritu de sacrificio, solo es comparable con lo poco que la Sociedad entrega a los miembros de las Fuerzas Armadas; a cambio de tanto como ofrecen. Jugándose la vida y dedicándose de pleno a ayudar y auxiliar; en este caso a quienes tanto lo necesitaron en África. Sirviendo primero en El Ifni y más tarde en todo el Continente, como miembros de la OTAN. Por cuanto expreso, vamos a realizar un pequeño homenaje a esta familia de valientes y buenas personas, que en verdad lo merecen. A través de algunas fotografías que me hizo llegar mi prima María Atienza Rodríguez (hija de Emilio Atienza y de Conchita Rodríguez) a la que agradecemos nuevamente su amabilidad).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, Guillermo Rodríguez, coronel de infantería; pasando revista a caballo en Sidi-Ifni, en el año 1958. Al lado, la que sería su mujer (María Santafé) hacia 1910, con unos diez años de edad. Abajo, ambos juntos (la tía María y el tío Guillermo), con unos sesenta años entorno a 1960 -él vestido de coronel-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, Conchita Santafé Rodríguez, prima de mi madre y una de sus grandes amigas; con su marido, Emilio Atienza (gran amigo de mi padre). Abajo, Emilio Atienza en Ifni-Sahara. Ambos, son los padres de María Atienza, quien me facilitó las fotos.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, Emilio Atienza con sus hijos. De derecha a izquierda: Emilio (hijo), Emilio (padre), Guillermo e Ignacio. Abajo, día de la boda de Conchita Rodríguez Santafé con Emilio Atienza; el ramo de flores fue colocado sobre la tumba de un soldado recientemente caído en combate. Esta imagen fue portada en varios periódicos de la época; mostrando lo dura que era la vida de quienes estaban destinados en el Sáhara.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, el tío Guillermo bailando con su hija Conchita (de teniente coronel, lo que me hace suponer que la foto es cercana a 1955). Abajo, preciosa imagen de María Santafé, con sus hijos. De izquierda a derecha: Martín (general), las gemelas Conchita y Asunción; Gonzalo (que fue profesor) y Guillermo en el centro (general). Falta en la imagen Ma. Pilar, la hija menor, que se casó con otro militar (Jesús Tejada); y Santiago (coronel); que no habrían nacido por entonces.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, curiosa foto donde vemos a Asunción y a Conchita Rodríguez Santafé (arriba a nuestra izquierda), junto a su padre (Guillermo) rodeados de amigos y compañeros del Sahara. Abajo, la familia en su casa de Sidi Ifni. De derecha a izquierda: Santiago (partido de risa); Conchita y su madre (la tía María); el tío Guillermo (parece que de comandante, por lo que la foto sería cercana a 1950); Guillermo y Martín. En el centro y sentada, Ma. Pilar; la imagen debió estar tomada por Gonzalo, o Asunción; que no aparecen en ella.
D) SOBRE “EL ESTAMENTO” MILITAR EN NUESTROS DÍAS:
Antes de terminar este capítulo, recordaremos que se trata de la ampliación de otra entrada, editada hace justamente cuatro años (1) . Artículo que subí un 31 de agosto de 2019, en el que escribí sobre mi tatarabuelo Ángel (quien me dio nombre) y donde realicé un bosquejo sobre su vida; que ahora hemos intentado ampliar. Opúsculos en los que no deseamos únicamente recoger la biografía o los hechos históricos que rodearon a Angel Rodríguez Tejero; sino más bien, interpretarlos y expresar una opinión (conforme a nuestra época y la de referencia). No solo por tratar sobre la trayectoria de un familiar; sino -principalmente- al comentar la vida de un militar. Lo que nos lleva a un pequeño análisis personal sobre el ejército de hoy; donde desearía exponer ideas mías, todas ellas ajenas a quienes he mencionado en nuestro artículo. Rogando perdón a los que antes he citado y cuyas fotos he recogido; por si se sienten un tanto extrañados (sin querer decir “agraviados”); al ver mis opiniones, como final y cierre de este capítulo. Así pues, pidiendo disculpas a toda la familia antes mencionada; no puedo por menos que acabar, redactando unas líneas sobre lo que pienso del mundo castrense en nuestros días.
Dado que existe una injusta visión, sobre el ejército, extendida entre muchos de nuestros actuales compatriotas. Quizás, debido a una animadversión, muy común; procedente de quienes han inculcado durante años, que los militares generan las guerras. Aunque debemos destacar que quienes difunden este falso estigma, suelen dedicarse a la política. Unos dirigentes, que son los que realmente toman decisiones y crean las contiendas; mientras al ejército le queda resolver batallas. Es decir, son y fueron siempre los mandatarios, aquellos que decidieron sobre las conflagraciones; debiendo resolverlas los militares (fieles y a sus órdenes). Sacrificando a la población en todas las luchas -evidentemente-; pero por decisión directa de quienes gobiernan los Estados (fueran repúblicas, reinos o principados). Así pues, a los militares hemos de agradecerles la paz y a los políticos, los enfrentamientos. Resultando evidente que los primeros no desean que haya guerras, ya que han de luchar en ellas. Mientras quienes dirigen las Sociedades, prosperan principalmente generando polémicas y fracción. De ello, el dicho griego “divide y gobernarás” -que literalmente es “divide y reinarás” (diairei kai basileua) -. Una triste paradoja que Julio César tradujo al latín como: “divide y vencerás” (divide et vinces).
Pero continuando con el ejército, hemos de afirmar que a los militares debemos agradecer, no solo la defensa y la paz; sino principalmente, la posesión y guarda de nuestro territorio. De las tierras donde vivimos y los campos que cultivamos, junto a los mares y ríos que nos enriquecen. Asimismo, la milicia, proporciona a la población una seguridad imprescindible para que puedan constituirse como nación; evitando que gentes ajenas a nuestra civilización y cultura, nos subyuguen o invadan (esclavizándonos -intelectual o industrialmente-). Todo ello, es una labor que los miembros de las Fuerzas Armadas han realizado durante siglos; logrando la forma de gobierno que finalmente el pueblo decide -en cada caso y lugar-. Pues, no cabe duda, que desde el siglo XVII y tras La Ilustración; todo país tiene los dirigentes y el modo de gobernarse que “se merecen”. Siendo solo culpa de los españoles que Fernando VII muriese en la cama y en el trono; después de traicionar a su padre, a su madre; junto a “todo el que ladre”... . Tanto como fue responsabilidad de quienes habitaban nuestras tierras, que muchos siguieran al descerebrado de su hermano: Carlos María Isidro. Generando casi medio siglo de enfrentamientos civiles; a los que llaman Guerras Carlistas, debiendo haberlas denominado “gallistas”. Otras “De bello gallico”, que describió Julio César; pero en este caso por la cresta roja y la agresividad de esos fanáticos (partidarios de Don Carlos, luciendo boina colorada).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: A continuación recogeremos una serie de fotos de un famoso sacerdote, destinado en Tierra Santa: El padre Sabino Muñiz. Imágenes que me ha proporcionado su sobrino y ahijado, Sabino Alonso (al cual agradecemos su amabilidad). Resumo brevemente la vida de este franciscano, destinado en Jerusalén; para que veamos la importante labor humanitaria que hacen muchos de los militares (durante los periodos de paz y en los de conflagración). Pues el padre Sabino Muñiz tuvo que desempeñar su postulado durante la II Guerra Mundial; momento en que decidió hacerse clérigo castrense, para ayudar a los soldados. De tal manera, después de desempeñar numerosos cargos en Tierra Santa, en 1941 se enroló en la RAF (reales fuerzas aéreas británicas); donde fue nombrado comandante y capellán del VIII ejército de Reino Unido. Tras difíciles situaciones y vivir peligrosas vicisitudes, en las que logró salvar infinidad de vidas -normalmente valiéndose de su rango de sacerdote-; le dieron por muerto en la batalla de Alamain (julio de 1942). Allí, en mitad del desierto y a unos cien kilómetros de Alejandría; antes de caer herido, parece que entró en contacto con el general alemán Rommel. Momento en que comenzó a liderar el VIII ejército inglés, el general Claude Auchinleck; que manejaba los diferentes flancos de Oriente Medio y quien por entonces había perdido numerosos puestos (mientras Rommel avanzaba hacia El Cairo).
Viendo los alemanes que podrían llegar a la capital egipcia; desde los primeros días de julio de 1942 bombardearon sin piedad Alamain, donde se parapetaban algunas fuerzas del VIII británico. Llegando a asediarlos durante más de veintisiete días; hasta que el 31 de ese mes, los ingleses deciden una contraofensiva. En este momento, cayó herido el padre Sabino Muñiz, víctima de una bomba y sus más cercanos creyeron que había muerto. Siendo echado al carro de cadáveres, lo recogió de allí un gran amigo suyo (escocés y médico militar); que pudo comprobar como su corazón todavía latía. Llevándole al hospital de campaña y logrando así salvarle la vida.
Después de todo, en 1946, el padre Sabino Muñiz celebró la victoria con una solemne misa, oficiada desde lo alto de la pirámide de Keops. Un año más tarde, Churchil le declaró héroe de guerra; por lo que cuando se retiró como sacerdote y regresó a España, le tramitó la pensión británica, su amigo Manuel Fraga (por entonces, embajador en Reino Unido). Personajes como Rommel, le tuvieron gran respeto (pese a pertenecer a las tropas enemigas) y se ganó la amistad de su jefe; el general Claude Auchinleck -junto a la de Montgomery-. Entre sus más destacados colaboradores estuvo el famoso diplomático Angel Sanz Briz (quien al igual que el padre Sabino Muñiz, salvó a muchos, jugándose la vida). Su biografía está escrita y numerosos libros dinde refieren la importancia de este franciscano, que hizo el bien durante la peor contienda que conoció la Historia de la Humanidad -ver cita (10) -.
En imágenes: Arriba, el padre Sabino Muñiz, junto a amigos ingleses en la gran explanada de Jerusalén. Al lado, desembarco de paracaidistas de la RAF, probablemente en Alamain (Alejandría). Abajo, el padre Sabino Muñiz y dos compañeros del VIII ejército de Reino Unido; junto a la Esfinge y la pirámide de Keops. Como decíamos, la victoria por parte de los aliados, fue celebrada en 1946 por el sacerdote; oficiando una multitudinaria misa desde la cima de esta Gran Pirámide.
Regresando a la labor de las Fuerzas Armadas, la que más se olvida es la humanitaria; desarrollada no solo en enfrentamientos bélicos (ajenos y propios de la nación); sino -también- ante cualquier catástrofe o problema de Estado. Baste recordar que, junto a los sanitarios, fueron los militares -la policía y la Guardia Civil- quienes preferentemente auxiliaron durante el confinamiento. Cuando a los trabajadores de hospitales, centros de salud y Fuerzas de Orden Público; se les exigía poner en riesgo sus vidas, por el “bien común”. Pero no solo eso, también es la UME (unidad militar de emergencias) la que actúa en casos de incendio o inundación. Pues el ejército se ve siempre en la tesitura de “arreglar toda situación”, cuando se produce una grave crisis nacional (sea una catástrofe climatológica, sísmica o una simple huelga descontrolada). Pese a ello y a las innumerables intervenciones de Brigadas Especiales, para salvar vidas en zonas de guerra; movilizados, intentando la paz y ayudar a los damnificados por esas contiendas lejanas. Todavía hay políticos y personajes relevantes que se sienten en una situación de superioridad moral e intelectual; permitiéndose despreciar la labor de nuestras Fuerzas Armadas. No solo eso, sino que alientan a sus acólitos para que cuelguen a los militares el “sambenito” de verdugos sociales; intentando desprestigiar su función y deteriorar su imagen.
Este sentimiento antimilitarista, en nuestra nación , va muy ligado a la Leyenda Negra y procede de una animadversión contra España; potenciada principalmente desde 1898. Cuando las últimas colonias se perdieron y “todos” quisieron adueñarse de los restos del antiguo imperio hispano. Momento en el que surgen los “independentismos” y “separatismos” radicales -dentro de la Península-; ideologías que se acrecentaron con la proliferación de las nuevas teorías maximalistas extendidas desde mediados del siglo XIX (primero de tipo anarquista y finalmente de raigambre marxista). Así pues, veremos desde entonces, una repetida identificación del ejército español, con tropas de exterminio ultramarino; mientras la realidad histórica fue la inversa. Pues gracias a los soldados y a los militares de nuestro país, lugares tan lejanos como Filipinas o América, conocieron y se incorporaron a la civilización occidental. Ya que hasta la aparición de españoles en aquellas lejanas tierras, sus habitantes se encontraban en la Edad de Piedra (sin conocer siquiera el bronce; tal como sucedía en las culturas andinas o mexicanas). Algo muy similar había sucedido en la Península Ibérica siglos antes; pues del mismo modo que aquellas poblaciones de América o de Asia, fueron evangelizadas y colonizadas por los españoles. Los habitantes autóctonos de nuestras tierras, desde hace tres mil años; entraron en la Edad del Hierro, gracias a la llegada y establecimiento de fenicios, griegos, celtas, cartagineses y romanos. Diferentes colonizadores que lograron crear las tribus celtíberas, comerciar desde el Ampurdán o fundar Gadir; nacida como una de las ciudades más prósperas y antiguas de Europa. Aunque serían finalmente los llegados desde Roma, quienes logran el gran proceso de aculturación ibérica; convirtiendo nuestra España en una provincia llamada Hispania, que durante cinco siglos compartió la cultura, la paz y el civismo del Lacio.
Todo ello se produjo en un proceso bélico de tipo intrusivo, con un coste en vidas (sin duda alguna); donde hubo abusos en muchas de las contiendas libradas entre indígenas e invasores (con errores inevitables). Pero aquellos sucesos culminan con un final y un resultado histórico positivo. Un proceso colonizador sin el cual podemos aseverar que Iberia hubiera continuado siendo un lugar perdido y atrasado. Pues sin la conquista de los romanos, los iberos habrían continuado luchando entre tribus, durante siglos; cometiendo todo tipo de tropelías (ajenos al mundo del Derecho y a la cultura latina). Por cuanto, si aquellas sociedades ibéricas hubiesen subsistido, sin ser vencidas por unas civilizaciones superiores (en tecnología o en valores culturales y morales). El resultado de males históricos, superaría ampliamente los efectos de la invasión romana. Habiendo sufrido los habitantes autóctonos mayor dolor, más injusticia y más muertes; de las que se produjeron con todas esas conquistas y aculturaciones (fenicia, cartaginesa o latina). Debiendo aclarar, que lo antes expuesto no se trata de un alegato a la colonización, ni al supremacismo de algunas Sociedades; menos aún, una defensa del belicismo expansivo. Siendo tan solo lo que las Naciones Unidas y la OTAN, apoyan; cuando en cualquier punto del Planeta, un país vulnera los Derechos Humanos y ordenan el envío de tropas desde otros lugares (más avanzados y justos). Intentando imponer en esas tierras, donde impera el caos, un orden similar y conforme a los valores del siglo XXI. Una moral que hoy se mide bajo la Carta de Derechos del Hombre, pero que antaño tenía su base en el pensamiento cristiano y en el humanismo de teóricos religiosos.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, christmas de felicitación conmemorativo, publicado con la efigie de Sabino Muñiz, donde vemos la Gran Pirámide en la que ofició la misa de la victoria -el año 1946-. Abajo, una preciosa foto del padre Sabino Muñiz, junto a arqueólogos ingleses, en unas ruinas, que parecen de Jerash, o bien Palmira.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: imágenes del comandante capellán Sabino Muñiz, junto a dos mandos de la RAF.
Tras lo antes expuesto, bastará añadir que junto a esa falsa acusación proferida contra los miembros de las Fuerzas Armadas; afirmando que ellos provocan las guerras -mantenida fundamentalmente por dirigentes radicales-. Otra de las máximas antimilitaristas, también muy repetida, es la de aseverar que en esas contiendas tan solo mueren soldados. Diciendo que las conflagraciones son dirigidas por generales sexagenarios, sentados en sus despachos; o por jefes cincuentones, apoltronados en sus destacamentos. Ante lo que yo me pregunto: ¿Qué hacen el resto de hombres civiles, mayores de cincuenta años, cuando se produce un conflicto militar?. La respuesta es, que si son civiles, en caso de guerra la población masculina de esa edad permanece en su lugar de residencia (junto a las mujeres y niños). Obligando normalmente reclutarse, tan solo varones menores de cincuenta años; por motivos de salud, de fortaleza o resistencia. Por lo que aquellos generales “sesentones”, deben participar en las contiendas; resolviendo las batallas desde un despacho -sito en retaguardia o primera línea-. Tal como están también obligados hacer, los militares mayores de cincuenta años; viviendo las batallas muy de cerca y activamente (en el frente o en lugares de apoyo). Mientras el resto de compatriotas masculinos, con igual o menor edad; quedan excluidos del servicio de armas, pudiendo permanecer fuera de peligro y alejados de las líneas de fuego. Por último, la tontería final es la aseveración de que mueren muchos más soldados, que mandos; algo absolutamente lógico, cuando por cada jefe o comandante, hay miles de reclutados, sin rango.
Ante lo expuesto en el párrafo anterior, nos debemos plantear quiénes son los grandes perjudicados en caso de producirse una confrontación bélica (además de la población en general; y en especial, los menores). Debiendo responderse que los militares profesionales son siempre los que mayor responsabilidad y más obligaciones tienen, en esta situación; participando en ellas, al menos hasta los sesenta y cinco años. Así pues; ante la evidencia de que los gobernantes son quienes declaran el Estado de Guerra y conciertan la paz (tal como podemos comprobar a lo largo de la Historia, hasta hoy). Nos queda deducir quiénes crean verdaderamente las confrontaciones armadas; a lo que responde el pasado y el presente, dejando ver que fueron siempre los dirigentes. En una sucesión de hechos, que muestran la indiscutible evidencia de que los gobernantes; fueron -serán y son- los “señores del acero”. Pese a ello, es muy común entre los que se dedican a la política, culpar a los militares de las guerras; argumentando que una gran parte de los mandatarios han pertenecido al ejército. Algo que puede resultar cierto en el pasado remoto, pero no hoy; donde los miembros de las Fuerzas Armadas apenas ocupan cargos en el Poder Ejecutivo. Por lo demás, la gran mayoría de los dirigentes históricos han procedido de la nobleza, de las Casas Reales o del clero (y no tanto de los estratos militares). Debiendo destacarse, que quienes han manejado modernamente los hilos de las Naciones; fueron principalmente licenciados en Derecho, grandes economistas y banqueros. Por lo que deberíamos culpar de las contiendas acontecidas desde el siglo XVIII; a los abogados, a los financieros y a los cercanos al poder -mucho antes que a los miembros del ejército (que solo obedecen y las sufren)-. Aunque, contrariamente a toda lógica, existe una nueva ideología (extendida por algunos que dirigen los Estados más modernos); culpando a los militares de las conflagraciones. Falsa acusación, mantenida con unas premisas absolutamente demagógicas; pues afirmar que los miembros de las Fuerzas Armadas generan las guerras, es como decir que los jueces son culpables de la ley que aplican.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, el franciscano Sabino Muñiz, con algunos conocidos de Damasco. Es de destacar, que el niño que vemos en imagen llegó a Presidente de Uruguay en los años sesenta. Abajo, junto a soldados de la RAF.
Al final de sus días, el padre Sabino Muñiz regresó a España, donde actuó como enlace entre El Vaticano y Tierra Santa, para lograr recuperar los Derechos Históricos que España tenía sobre Jerusalén. Una labor en la que le ayudó activamente su amigo Angel Sanz Briz; el ángel de Budapest, que salvó a más judíos que Schindler (por entonces embajador de España ante la Santa Sede). Ver documentación que recogemos en cita (9) .
E) CUARENTA AÑOS DESPUÉS:
Dicen que para juzgar un hecho -o una parte de tu vida-, se necesitan cuatro décadas (al menos). No sabemos si harán falta tantos años para comprender la verdad de nuestro pasado; aunque no me cabe la menor duda, de que cuanto más nos alejamos de lo vivido, mejor perspectiva tenemos. Una idea que regresa a mi mente, cuando recuerdo lo acontecido a comienzos de “los ochenta” (cuarenta años atrás). Destacando en mi memoria, principalmente “La Mili”; donde entré en septiembre de 1981 y salí en diciembre del 82. Pasando allí unos quince meses, comprendidos entre mis veintiún y veintidós años. Una etapa que en su momento no alcancé a juzgar, ni a entender plenamente; pero que con la edad, fui asimilando. Y utilizo la palabra “asimilar”, porque en la vida toda experiencia que te enriquece, necesita un proceso de digestión; tal como sucede con los alimentos ingeridos. Cuya capacidad nutritiva se basa en esa labor que el estómago realiza, hasta transformarlos en energía o en vitaminas. Convirtiendo, asimismo, una parte de ellos en inútiles detritus o grasas (perniciosas y antiestéticas). Aunque, finalmente, todo compone nuestro “ser” , viviendo encapsulado en un cuerpo y una mente, que debemos de cuidar y conservar el mayor tiempo posible.
Así pues, si comprendemos la amargura vital, como la acidez estomacal; y consideramos la úlcera de duodeno, similar a la depresión -o a la desesperación-. Creyendo que la tristeza pudiera ser una forma de anorexia espiritual y la incontinencia emocional, semejante a la bulimia. Llegaríamos a ver qué alimentos (o hechos) de nuestro pasado han podido ir configurando esas enfermedades anímicas, psíquicas y hasta somáticas; que hemos cultivado durante años. Siendo especialmente interesante estudiar lo que se ha ingerido en nuestra infancia y juventud; cuyos pasajes marcan toda la existencia y su salud. Por cuanto “La Mili”, es uno de los momentos que más huella dejó en todos los que la hicimos; aunque en su día, no comprendimos lo importante que sería en la memoria invisible. Llegando a convertirse en una “culminación” de la personalidad; pues cuanto uno es y uno desea, en la vida; apenas cambiará desde ese periodo del ejército. Convirtiéndose La Mili, en una acentuación del “yo mismo”, completada durante aquellos meses en los que vivías reclutado y separado de la familia. Donde por fin afloraba el “ego verdadero”, al estar muy lejos de toda influencia paterna, sin el apoyo de los hermanos y apartado de los amigos íntimos. Un momento en que eras solo “tú mismo” y donde te reconocías tal como querías ser; fuera de contactos con parientes y gentes cercanas a la infancia. Produciéndose el “milagro” de la maduración del ego, precisamente en esos meses de Mili; durante los que te comportabas como realmente el interior te ordenaba. Llegando a conocer incluso nuestra inteligencia de reptil y los deseos más primarios; que hasta entonces uno mantenía absolutamente ocultos, tras años de educación y normas colegiales o de grupo.
Así pues, pasado el tiempo, uno se va dando cuenta de cuánto habías “crecido” interiormente, gracias a esa etapa de soledad “militar”; durante la que nadie próximo a tu pasado, te influyó. Convirtiéndose esa Mili en una experiencia, tan solo comparable a la de trasladarse años a un país extranjero; donde no tienes contactos, ni conocidos. Todo lo que hace, que quienes la hemos hecho, terminemos por reconocer que fue una etapa “útil” para formarse. Donde se comprendía que el Mundo está lleno de injusticias y que la suerte es un factor común en toda existencia. Un hecho cotidiano llamado “fortuna”, que marca las diferentes vidas; pues no es lo mismo nacer sano y fuerte, que ser débil y enfermo; o venir a la Luz con grandes capacidades, que carecer de todo recurso intelectual. Algo que en La Mili se entendía rápidamente, comprobando que no era igual “ser gracioso, que tener gracia”. Pues a los graciosos les mandaban arrestados y a los que tenían gracia, les abrían todas las puertas. Aunque en nuestros días, se ha impuesto una Sociedad inversa; donde el graciosillo es premiado y aquel que tiene ingenio y sentido del humor, llega a ser perseguido.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LíNEAS: tres imágenes relacionadas con mi Servicio Militar. Arriba, dos fotos de carnet; una tomada en La Mili (1982) y la de nuestra izquierda, un año antes de entrar en el ejército. Vemos en ellas, la diferencia de personalidad, en tan solo treinta meses. Al lado, en Cerro Muriano (septiembre de 1982), con veinte años, haciendo la instrucción. Abajo, el Capitán General para el que serví como chófer (Manuel Saavedra Palmeyro); junto a él y vestido de civil, Matías Blanco-Cobaleda.
Pero regresando al mundo exclusivamente castrense y a cuanto tratábamos en nuestro epígrafe anterior; hemos de añadir que la famosa Mili, fue el hecho que más potenció el antimilitarismo en nuestro país. Donde durante esos años de “servicio obligatorio”, veían el ejército como una fuente de explotación y un estamento que “robaba” parte de tu vida. Tanto es así, que numerosos “chicos” de los años setenta y ochenta sufrían alteraciones psíquicas y preferían pasar verdaderas calamidades (en los tribunales médicos), antes que ir al ejército. Presumiendo de haberse librado de “pringar”, quienes lo lograban. Una exención del “servicio militar” por motivos falsos, que se veía “muy elegante” por entonces; aunque suponía que otros la hiciéramos durante más tiempo. Pues lo que unos no cumplían, los demás debíamos de sustituirlo Siendo estos individuos que tanto se quejaban de La Mili, los mismos que al llegar al poder, subieron paulatinamente los impuestos; hasta llegar a un Estado que recauda la mitad de lo que muchos ganan. Es decir, que aquellos a quienes tan terrible les parecía que un joven tuviera que servir a su país quince meses; son los que ven magnífico que el gobierno recaude un medio de lo que sus súbditos cobran. Necesitando imponer esas cantidades desorbitadas, por haber generado una Nación repleta de funcionarios civiles y de políticos; con una Administración, cuyo coste supera el de cualquier otro país avanzado. Es decir, que es muy malo invertir en defensa; pero buenísimo llenarse de mandatarios y de cargos administrativos, que sangran al contribuyente.
Así fue como el presidente Aznar quitó La Mili (quizás buscando el voto de los jóvenes); una obligación civil que había impuesto Carlos III y que José Canalejas hizo intransferible. Pues hasta 1911 se pagaba a un “redentor de servicio”, que realizaba esa función; sustituyendo al que dotaba al ejército con el dinero necesario, para que un soldado profesional la cumpliese por él. Siendo ese sistema tan injusto, el modo en que se hacía La Mili hasta que la instituyó como un deber personal, José Canalejas (nuestro pariente y admirado amigo de Ángel Rodríguez Tejero). Sin poderse contratar desde entonces, a un segundo que “redimiera” al que le pagaba. Ello, no solo porque era una absoluta inmoralidad que quienes tenían dinero para costearse un suplente, no fueran al ejército; mientras los pobres estaban abocados a su cumplimiento. Sino, en virtud de un hecho civil y social, como es el deber común de defender el Estado; logrando así que las guerras fuesen por y para todos los compatriotas. Algo que no sucedía cuando los ricos podían salvarse del ejército; mandando al frente a quienes no tenían para comprar el soldado de sustitución. Por todo ello, desde que Canalejas impuso un servicio militar obligatorio, las contiendas en España comenzaron a ser decididas “de otro modo” y a reducirse. Tanto, que debido a ello -en mi opinión- nuestra nación no participó en la Primera Guerra Mundial; retirándose de numerosos lugares donde se libraban batallas inútiles (en especial, el Norte de África). Es decir, que la obligatoriedad de ir al ejército, dictada por este mandatario; tuvo como consecuencia que España no entrase en la conflagración del 14. Una gran paradoja que nos enseña la verdad de la Historia; pues cuando a todos se recluta, nadie desea enfrentamientos bélicos... .
Pero hoy en día, las Fuerzas Armadas de Europa -en su mayoría- son profesionales; por cuanto a la población civil poco le importa el destino de “esos contratados” (a los que además tachan de ultra patriotas). Una situación que pone en peligro estas naciones tan avanzadas; donde se ha decidido nuevamente mantener un “ejército de pago” -como se hacía, siglos atrás-. Militares a los que se les “da” un sueldo, a cambio de defender el Estado. Un deber que, éticamente, corresponde a todos los ciudadanos; tal como es una obligación común, pagar impuestos. Pues de lo contrario y pensando que a la guerra tan solo van los militares; es posible que se desate una contienda imparable. Debido a que los gobernantes y su ciudadanía, se sienten tan alejados del peligro; que pueden caer en la misma situación del año 1914. Cuando pensaron los mandatarios, que en las primeras batallas de ese año 14, tan solo iban a morir unos pocos soldaditos y algunos militares de oficio. Comenzando así la Primera Guerra Mundial, donde en un trienio, desapareció prácticamente toda una generación de europeos -los hombres nacidos entre 1865 y 1900-. De tal manera; en mi opinión, habría de instaurarse nuevamente La Mili; con un servicio obligatorio para chicos y chicas, que tuviera unos seis meses de duración (dos veranos o un semestre). Debiendo durante ese tiempo, los jóvenes reclutados: cuidar y desbrozar los montes -para evitar incendios-; trabajar para la “España vaciada” -prestando ayudas a los ancianos de los pueblos-; o bien, recuperar el patrimonio cultural y artístico -realizando obras de rehabilitación, en lugares que lo precisen-.
SOBRE Y BAJO ESTAS LíNEAS: Arriba, foto-litorafía que recoge un momento de la misa por el asesinado Presidente del Consejo, José Canalejas; funeral de cuerpo presente celebrado en San Francisco el Grande. Estas y otras imágenes de gran interés se presentan en una Web del Ayuntamiento de Madrid, que ofrece el ejemplar que la publicación Nuevo Mundo dedicó a la muerte del estadista (Ver: http://www.memoriademadrid.es/fondos/NOTICIAS/HEM_NuevoMundo_Suplemento984_19121114.pdf ).
AL LADO: Manuel Cobo Canalejas, junto al cadáver de su amigo y admirado primo, José Canalejas Méndez (del que no se separó hasta que fue llevado al Panteón).
ABAJO: El cuerpo del Presidente asesinado el 12 de noviembre de 1912, al llegar al Congreso de Diputados; la imagen está tomada en los momentos previos a preparar la Capilla Ardiente. Entre los fotografiados vemos a Manuel Cobo Canalejas (tercero comenzando por la derecha) y a su hermano (al lado). Se dice que el asesinato de este gran mandatario pudo deberse a su intención de acabar con el sistema de caciquismo y con la compraventa de las elecciones (pretendiendo hacer de España una verdadera Democracia). Asimismo, otro de los motivos del atentado que le costó la vida, estuvo en la institución del Servicio Militar obigatorio; lo que fue crucial para que España no entrase en la Primera Guerra Mundial (ya que en 1914, toda la población joven de nuestra nación estaba reclutada; sin excepciones, ni privilegios).
ABAJO: Estudio de telas; último cuadro que pintó mi bisabuela Carolina (hija mayor de Ángel Rodríguez Tejero), obra al óleo que ya habíamos publicado. Como ya hemos narrado, tuvo que abandonar la pintura al casarse en 1889. Tras ello, parece ser que regaló su caballete, sus pinceles y su caja de óleos a un estudiante que le acompañaba en las sesiones que compartía, junto a discípulos de Eduardo Rosales. La situación que narramos parece incomprensible en el día de hoy; pero antaño, las esposas “bien” no debían desempeñar ciertas profesiones. Unos límites sociales que se debían principalmente a que las mujeres tampoco eran reclutadas; por cuanto se las consideraba como menores de edad. Debiendo ser “protegidas” por sus maridos; al tener los hombres la obligación de ir al frente, en caso de confrontación bélica. Siendo frecuente que los varones tuvieran que participar en una contienda; pues no hubo una generación que antaño no viviese la guerra. Constituyendo principalmente esa exención de servir en las Fuerzas Armadas, el motivo de discriminación de la mujer en Occidente; quienes hasta los años treinta no pudieron ni siquiera votar en España. Al considerarse que, como no defendían la patria con sus vidas, no eran dueñas del país en pleno Derecho; debiendo dedicarse a cuidar la familia y a sus hijos.
Para terminar diremos que este concepto sobre la mujer, tratada como “una menor a proteger”; varió principalmente después de la Primera Guerra Mundial. Cuando en sus batallas comienzan a morir tantos civiles como soldados. Debido a que el armamento usado en esta conflagración del 14; por su potencia y virulencia, llegaba hasta los que permanecían en retaguardia. Usándose por primera vez aviones y piezas de artillería de alto alcance; a lo que se unieron ataques químicos. Lo que provocó que el número de caídos en batalla, sumasen unos diez millones; y que los muertos civiles se acercaran a los seis millones de personas. Unos hechos jamás sucedidos; pues durante el siglo XIX, fallecía una mujer, por cada cien hombres que perdían la vida en contienda. Pudiendo calcularse que antes de 1750, el porcentaje se acercaba a un civil por cada mil soldados caídos en batalla. Es decir, que hasta el siglo XX, los ajenos al ejército apenas morían a manos del enemigo; aunque las mujeres en numerosas ocasiones eran raptadas o esclavizadas (cuando conquistaban sus países).
Pero tras la I Guerra Mundial, todo el panorama “bélico femenino” cambió; ya que se hizo necesario reclutar centenares de miles de enfermeras y crear fábricas donde las mujeres producían armamento, abastecimiento y alimentos para e Frente. Estos hechos, unidos al los bombardeos aéreos sobre ciudades y los ataques a industrias donde trabajaban las voluntarias. Hizo que la mujer tomase por primera vez un papel preponderante en la guerra; logrando pronto ser reconocidas socialmente. Toda una paradoja; pues los Derechos de la Mujer, comenzaron a ser respetados con algo tan horrible como una contienda de dimensiones colosales, llamada por entonces: La Gran Guerra (con 65 millones de movilizados; 10 millones de militares caídos; 20 millones de heridos y 6 millones de civiles muertos).
Lo que narramos -historia muy triste, pero real- explica el espíritu de los hombres del pasado. Quienes mantenían a sus esposas e hijas, como “menores protegidas”; con una idea quizás infantil, pero no tan malintencionada. Féminas a las que despojaban de muchos Derechos civiles, aunque bajo el beneficio de no tener que participar en batalla. Una situación que definitivamente cambió después de la Segunda Guerra Mundial; cuando murieron más civiles que militares (11) . Cifras de las que destacan los 600.000 soldados polacos caídos y los 6.000.000 fallecidos entre la población común. Una proporción que se superó en Países Bajos, donde desaparecieron dieciocho civiles, por cada alistado. Destacando Checoslovaquia, donde hubo treinta veces más muertos entre las gentes no reclutadas (7.000 caídos en el Frente y 315.000 ciudadanos, en las zonas sin confrontación). Todo lo que acabó con el “mito” de que las mujeres vivían en una burbuja, protegidas por los hombres. Iniciándose una nueva Era, donde se replanteó la relevancia social y los Derechos Femeninos; que venían reclamándose desde el siglo XIX. Constituyendo una verdadera paradoja, que hechos tan terribles como las dos Guerras Mundiales; fuesen los que definitivamente obligasen al Planeta a plantearse una igualdad entre mujeres y hombres.
FIN DE LA PARTE SEGUNDA, PARA LLEGAR A LA PRIMERA, PULSAR: https://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2023/09/angel-rodriguez-tejero-el-general-y-sus_16.html
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CITAS:
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(10) : VER:
-LA HUELLA DE ESPAÑA EN TIERRA SANTA tomo II, (Revista Geográfica)
-LOS DERECHOS HISTÓRICOS DE ESPAÑA EN TIERRA SANTA por Miguel Vallecillo Martín (Archivo Ibero Americano 78; Nº 286, año 2018 pags 90 y ss.)
SIC pag 99: “Presencia que ya no será predominante, la dramáticamente gloriosa de otros siglos pasados, pero que sí puede ser, en su actuar en los planos religioso y científico, y en su cultivo de la Historia de Tierra Santa, digno testimonio de ella». (..) Estos eran el P. Juan R. de Legísima, Comisario General de Tierra Santa en Madrid, Fr. Sabino Muñiz, personalidad influyente en las esferas políticas y diplomáticas, Fr. Patrocinio García Barriuso, doctor en derecho civil y canónico, Fr. Esteban Ibáñez, con contactos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Fr. Basilio del Río, último Procurador español en Jerusalén, Fr. José Isorna, Superior de San Francisco el Grande y Presidente de la Comisión Permanente de la Obra Pía”.
SIC pag. 100: “El P. Sabino Muñiz, miembro de la Junta de la Obra Pía y ex morador de San Francisco el Grande, estaba en contacto epistolar con el P. Legísima y le transmitía, el 8 de febrero de 1980, las noticias que le enviaba desde Roma, su amigo Ángel, como él le llamaba, y que era el Embajador de España ante la Santa Sede, D. Ángel Sanz Briz, con quien le unía una gran amistad. Entre esas noticias, le proponía que la Obra Pía y los franciscanos españoles dejaran de colaborar económicamente y con personal a Tierra Santa, y que abrieran los ojos para darse cuenta que no todos los misioneros españoles, sobre todo los jóvenes, estaban en contra de la supresión de los derechos y privilegios.73 Como había que reaccionar contra el Acuerdo, comenzó la ofensiva de escritos de los Provinciales, Comisarios de Tierra Santa, misioneros etc.”
-SIC Citas pag 100: “Carta desde Benidorm del P. Sabino Muñiz al P. Legísima, del 8-II- 1980, en la que parece que su amigo Ángel era el embajador español ante la Santa Sede, Ángel Sanz Briz: «…las apreciaciones que me revela en su carta coinciden ampliamente con las que me escribe Ángel en dilatado escrito que recibí el fin de semana pasado, basadas, casi en su totalidad, en la actitud que deben tomar los Provinciales de España, que debe de ser enérgica y contundente. Es necesario que la Orden en España tome una actitud en ese sentido, haciéndole entender al Custodio y también al General, que “si la Orden no quiere reconocer y respetar los derechos legítimos de España, su contribución al sostenimiento de los Santos Lugares serán restringidos notablemente en el campo económico, diplomático y, sobre todo, en la aportación de personal, pues resultaría degradante para España que después de contribuir tan largamente con sus religiosos se viese desplazada burlosa y discriminadamente al ínfimo lugar en todos los ámbitos y en todo el quehacer de la Custodia…” son palabras textuales enviadas por Ángel”.
-SIC pag 102: “Carta del P. Sabino Muñiz al P. Legísima, de 24-II-1980, transmitiéndole noticias que le enviaba desde Roma el embajador D. Ángel Sanz Briz. «… “Sobre el asunto candente de los Derechos en Tierra Santa debo decirte que al parecer se encuentran en un bache profundo sin fácil salida, dado que la Custodia ha rechazado el plan de Campo Rey en múltiples insinuaciones, entre otras, el olivar de Ramleh, la Casa nova de Jaffa, el Hospicio de Estambul, los terrenos de Jaffa, lo del Museo, los almacenes de Ramleh… lo quieren todo y sin condiciones. España, apuntan, debe tener presencia allí como la tenemos todos, apunta el Custodio cínicamente… Ya ves en qué laberinto sin fácil salida se ha metido el Sr. Campo Rey y los que le apoyan, sin saber lo que se traen entre manos, de consecuencias incalculables y muy serias para España y su prestigio…”. Me advierte también otra cosa sumamente grave y se deduce de lo que copio… “Mis noticias son que el Custodio o la Custodia tiene pensado dar la campanada grave en el próximo Capítulo a celebrarse muy en breve, y de proceder a nombramiento de Superiores de los conventos españoles a religiosos de cualquier nacionalidad… lo que implicará una batalla campal, lo piensa, incluso, a las narices del Visitador, cumpliendo las aspiraciones de la mayoría de los moradores religiosos actualmente de servicio en la Custodia. No creo que prospere”...
-SIC pag 110: Parece ser que el Custodio propuso dos posibles soluciones: una era la supresión de los derechos y privilegios de los españoles, que era lo que pretendía; otra, la posibilidad de confirmar la situación por tres años más con la esperanza de que se clarificasen las cosas y se calmaran los ánimos. Como el clima estaba tan enrarecido, parece, según le informaba el embajador en Roma al P. Muñiz, que los franciscanos españoles en Tierra Santa, se dividían en dos grupos: uno contemplaba la posibilidad de suspender el Capítulo y que se nombrase el nuevo gobierno de la Custodia por decreto hasta que se llegara a un acuerdo; el otro opinaba que se celebrase el Capítulo normalmente, es decir, según los nuevos Estatutos, y posteriormente se negociase con la Santa Sede un acuerdo que zanjase definitivamente el tema. (...) Como queda acreditado por los hechos, se optó por la segunda posibilidad en el Capítulo de la Custodia, de noviembre de 1980, que era la que estaba en la lógica de lo que se pretendía y se procedió, con este sostenido respaldo pontificio, a las elecciones según los nuevos Estatutos. Se había llegado así a la abolición de los privilegios nacionales”
-"The Battle for Egypt: The Summer of 1942». Historical Publications Branch, Wellington.
.
(11) : Las cifras estimadas sobre muertos civiles y militares en la Segunda Guerra Mundial son:
-Unos 600.000 soldados polacos caídos y 6.000.000 fallecidos entre la población no militar.
-17 millones de civiles rusos, frente a los 12 millones de soldados.
-Se superaron en tres veces, las bajas sufridas por “gentes comunes” a las del el ejército, en países como: Yugoslavia y Hungría.
-Mientras en otros, como: Checoslovaquia, Holanda, o Grecia; los muertos civiles fueron entorno a diez y treinta veces más, que los caídos en el frente. Destacando los checos, de los que murieron 315.000 en las ciudades, mientras solo lo hicieron en batalla 7000 soldados.
-Por su parte, otros países mantuvieron un número de bajas casi igual entre la población común y la de alistados; caso este de Francia, Rumanía y Alemania.
-Mientras en los restantes murieron más soldados que civiles; tal como sucedió en Italia y en Bélgica (con tres alistados caídos por cada no reclutado). En Reino Unido, con cuatro militares por cada ciudadano común; y en USA con 68 movilizados caídos, por cada americano no militar fallecido.
-No he logrado hacerme con las cifras de países asiáticos.
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