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GENERAL: Pulsando
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contienen los artículos de "Añoranzas, recuerdos y
semblanzas". Para acceder al índice haga "clik" sobre
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.
EL
ARTÍCULO puede leerse enteramente o bien de forma resumida (siguendo
las letras destacadas en rojo
o negrilla).
SOBRE
ESTAS LÍNEAS: Fotografías
de mi
primo Salvador Monmeneu Santafé tomadas
hacia
1970; en una serie de imágenes para cuadra que tenía -llamada
Novales-.
A la izquierda, le vemos como gentleman, sobre uno de sus caballos y
antes de competir. En el centro, foto del ejemplar con el que más
premios ganó (que recuerdo se llamaba Mangangá); a la derecha, en
el peso y antes de salir a correr en el Hipódromo de la Zarzuela.
Era
un apasionado de los caballos, aunque esto finalmente le obligó a
dejar todo deporte; debido a sucesivas lesiones, tras participar
repetidamente en la modalidad de “steeplechase” (carrera
de altos obstáculos, como el Gran National). Su
afición por competir
y montar los de sus cuadra, le obligaba entrenar a diario en el hipódromo;
lo que suponía levantarse a las cinco de la mañana para ir a correr
antes del trabajo. Además, conllevaba
el riesgo de accidentes y de grandes intervenciones quirúrgicas.
Tantas, que comentaba
lo que sucedía cuando iban al Gran National el duque de Alburquerque
y él; no pudiendo pasar por el arco de control de pasajeros, pues a
ambos les pitaban los avisadores de metales -porque
los dos estaban llenos de clavos y de tornillos en los huesos y
caderas; debido a las diferentes operaciones y prótesis
implantadas-.
.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Una
imagen de hace casi cincuenta años,
en la que estamos delante mi
primo Salvador y yo; detrás vemos a su padre
-Salvador Monmeneu Ferrer-. Esta fotografía vino a entregármela él
hace algún un tiempo; comentando que se
acordaba del día y del momento en que fue tomada. Era una tarde de
agosto de 1970, mientras salíamos del puerto de Altea hacia Calpe
(Peñón de Ifach). A su padre y al mío les encantaba navegar y en
ese tiempo teníamos un barco llamado Pescarus. Las
dos familias pasábamos las vacaciones al unísono, viviendo casi
juntos;
de lo que entre primos, invitados, amigos y padres, sumábamos más
de quince. Veraneábamos
así porque mi tía Conchita (hermana mayor mi madre y muy unida a
nosotros) había fallecido años atrás.
De tal manera pasábamos las vacaciones muy unidos, y de ese modo
sobrellevábamos mejor aquella triste y primera pérdida.
.
Tendría
Salvador en esta imagen que vemos, unos veintiseis años -yo unos
nueve-. Él ya había acabado la carrera y la Mili; recuerdo
que contaba que el servicio Militar lo hizo de Alférez en Maspalomas
(Gran Canaria) y que el día de la Patrona celebraron una Marathón
del ejército. Le asignaron como puesto, permanecer en el extremo Sur
de la isla, avisando a los que iban llegando de que ese era el punto
de retorno (para que regresaran a Meta). Así cogió un librito y se
quedó a la sombrita en aquella playa de Gran Canaria tan bonita;
esperando que llegasen los corredores. Pero tan agradable era la
tarde y tan digestiva fue la celebración de la Patrona; que se
durmió... . Cuando despertó solo veía algunos competidores que
estaban intentando meterse en el mar, a otros que subían en
dirección contraria y a muchos corriendo por las dunas, sin saber
dónde ir. A las pocas horas ya estaba en “la Sala de Banderas”,
arrestado para el resto de la Mili. Fue al poco tiempo de regresar de
allí y tras terminar su carrera de ICAI, cuando debió tomarse esta
foto.
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1-
NUEVAS ERAS Y VIEJAS COSTUMBRES:
.
Recuerdo
que de niño me encantaban algunos relatos y películas que se
asociaban al Milenarismo. La más divertida se llamaba “Historias
del año mil” y narraba lo sucedido al final de ese siglo X; cuando
monjes, nobles y plebeyos, cayeron en la desesperación al pensar que
el Mundo se acabaría el 31 de diciembre del 999 (1)
. Algo semejante llegó a decirse que ocurría hace muy poco, al
comenzar el tercer milenio. Pero igualmente, en este segundo caso
tampoco se produjo un Apocalipsis y menos el “Fin de los
Tiempos”. Aunque a decir verdad, un Mundo sí que acabó durante
estos últimos decenios... . Al menos ese “mundo” en el que yo
nací.
.
Me
refiero a los tiempos del metal; a las Civilizaciones del Hierro y
del Bronce, que durante más de cinco mil años habían dominado la
Tierra. Pero que desde hace medio siglo han sido gradualmente
suplidas por las Culturas del Plástico y por la Era Atómica.
Porque nos guste o no; quienes hemos nacido antes del “digitalismo”,
los que vimos la luz concebida como analógica, tenemos aún raíces
eneolíticas. Perteneciendo en gran parte al un eje cultural
promovido por las fraguas y los crisoles; procediendo de una
civilización totalmente ajena a esta que partió del número y el
dígito, del plástico y de la fisión del átomo.
.
Así
pues, los de antaño, los venidos a la vida mucho antes del
Millenium; estábamos muy unidos al pasado y de ello, fusionados a
nuestros ancestros -nunca fisionados-. En gran parte porque
desconocíamos la revolución de progreso actual; y por cuanto no
había tanta diferencia cultural entre el hijo con el padre, o entre
el progenitor y el abuelo (como actualmente sucede). Unos tiempos
de innovaciones que hoy vivimos, en los que si escribimos los
grandes inventos de los veinte últimos años, superarían con creces
en número e importancia todo lo creado a lo largo de la Historia.
Así pues, los nacidos antes de 1975, quienes vimos el cambió de
milenio con más de veinticinco años; también habíamos vivido una
infancia muy distinta, donde casi todo se aprendía de tus parientes,
tus vecinos, los amigos más cercanos y de lo que te enseñaba tu
familia. Pues en aquel tiempo en el que hasta una llamada de
teléfono era costosa (no digamos ya si se trataba de una
“conferencia”); aprendíamos fundamentalmente cuanto los más
próximos nos iban transmitiendo.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos
imágenes de Sagunto, hacia 1920. Arriba el Teatro Romano y las
murallas del castillo saguntino. Abajo, mis abuelos, junto a su
hermana y los dos primeros hijos que tuvieron (Angel y Conchita). En
el centro, mi abuela
(Concepción Cobo), con unos treinta años y cuyo parecido con mi
madre es asombroso. A
su derecha, la hermana más pequeña de la familia Santafé (María);
todavía soltera, aunque se casó poco despúes con un militar que la
hizo muy feliz -el tío Guillermo; unión de la que nació la saga de
coroneles y generales Rodríguez Santafé-. Al otro lado, los dos
niños mayores de mi abuela; de los cinco que tuvo mientras estuvo su
marido destinado como ingeniero de minas en Sagunto. Vemos de pie a
mi abuelo Angel, en el jardín posterior del hogar que les asignaban
y junto a la antigua vía -terminal de llegada de vagones
interiores-. Se llamaba esta zona “la casa del ingeniero” porque
vivía allí el director de los Altos Hornos, un puesto que ocupaba
el padre de mi madre. Por foto creo ver que en mitad de ese jardín
había una construcción muy antigua y que por su apariencia parece
era un acueducto (quizás de origen romano); que llevaría agua desde
la montaña hasta el puerto.
.
Tristemente,
en 1936, mi abuelo fue apresado y condenado a fusilamiento por
monárquico. Quizás por ser primo de Aizpún Santafé (ministro de
la CEDA); aunque a ello se unía que Alfonso XIII visitaba
anualmente la fábrica que él dirigía, para interesarse por los
modelos de Hispano Suiza. Debido a que en la subida de este castillo -arriba en imagen- un hombre que conducía un Hispano,
adelantó a toda prisa al monarca, cuando este probaba un coche de
otra marca, que le habían hecho llegar allí por barco. Era tal la
velocidad con la que pasó el Hispano Suiza al vehículo del rey
junto a las murallas saguntinas; que Alfonso XIII pidió uno igual.
Como los aceros del Hispano se hacían en estos altos hornos,
anualmente el monarca visitaba la zona y debía recibirlo mi abuelo
(todo lo que parece que le costó la vida un 21 de agosto de
1936; siendo luego enterrado en una fosa común, en Canet). Otro de
los motivos que dicen pudo granjearle la enemistad de los
republicanos fue que su hermano (mi tío abuelo Martín) al parecer
preparaba los cayos y las fabadas a Alfonso XIII, cuando salían al
campo. Aunque más tarde pude saber que eso era falso, pues como
narraba el solterón Martín Santafé, lo único que hacía era
comprarlos en Lhardy y echarles mucho picante; diciendo al rey que
los había cocinado para ellos... -y es que el tío Martín siempre
fue muy pelotillero y bastante listillo-.
.
Acerca de cuanto narro, también contaba mi progenitora que un día en una visita del rey a los altos hornos de Sagunto, apareció Alfonso XIII en la casa de los ingenieros. Queriendo conocer todas las instalaciones y viviendas, fue a visitar hasta las cuadras y allí encontraron (comitiva y monarca) a mi madre con unos diez años, vestida con un kimono, adorando a las cabras y diciendo que había inventado una religión... . El castigo fue peor por herejía, que por haber robado un kimono con el que cantaban Madama Butterfly -una ópera muy de moda en los años veinte- (2) . Mi madre nació y vivió en Sagunto hasta la muerte de su padre, momento en que se vieron obligados a huir hacia Madrid -cuando tenía ella doce años-. Conservaba un enorme recuerdo del clima de Valencia, del color y del calor del Mediterráneo, y sobre todo de la horchata. Pues hasta los últimos momentos de su vida tuvo que beber a diario ese extracto de chufas; aunque fuera en envase de plástico y con el sabor a ungüento que tienen las horchatas baratas. Su niñez le marcó tanto, que en cuanto pudo compró una casita en el Mediterráneo; donde íbamos todos a pasar los veranos, hasta nuestra adolescencia.
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Acerca de cuanto narro, también contaba mi progenitora que un día en una visita del rey a los altos hornos de Sagunto, apareció Alfonso XIII en la casa de los ingenieros. Queriendo conocer todas las instalaciones y viviendas, fue a visitar hasta las cuadras y allí encontraron (comitiva y monarca) a mi madre con unos diez años, vestida con un kimono, adorando a las cabras y diciendo que había inventado una religión... . El castigo fue peor por herejía, que por haber robado un kimono con el que cantaban Madama Butterfly -una ópera muy de moda en los años veinte- (2) . Mi madre nació y vivió en Sagunto hasta la muerte de su padre, momento en que se vieron obligados a huir hacia Madrid -cuando tenía ella doce años-. Conservaba un enorme recuerdo del clima de Valencia, del color y del calor del Mediterráneo, y sobre todo de la horchata. Pues hasta los últimos momentos de su vida tuvo que beber a diario ese extracto de chufas; aunque fuera en envase de plástico y con el sabor a ungüento que tienen las horchatas baratas. Su niñez le marcó tanto, que en cuanto pudo compró una casita en el Mediterráneo; donde íbamos todos a pasar los veranos, hasta nuestra adolescencia.
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ABAJO:
Fotografía
un tanto deteriorada -que
pude retocar y mejorar-, donde
vemos a mi madre y a sus tres primeros hermanos, en Sagunto el año
1927
(el menor, no había nacido
todavía). Mi progenitora es la más pequeña, en primera linea y con
cara de “bestia”... . Los otros tres hijos de mis abuelos, en
imagen tras ella y de derecha a izquierda: Conchita (la mayor), Isa
(la mediana) y Angel (el único chico por entonces).
2-
CUANDO TODO LO APRENDÍAMOS EN EL ENTORNO:
Una
de las características de los jóvenes de hace tiempo y de la
formación de antaño, es que casi todo nos lo enseñaban los más
cercanos. Heredando de ese modo las profesiones, las pasiones y las
aficiones. Siendo por ello la vida tan cíclica, que a veces
pasaba casi todo de padres a hijos, de un modo circular y atávico;
llegando a ser casi igual lo que unos y los siguientes sentían.
Repitiéndose -por tanto- cuanto nos rodeaba y nos sucedía;
de un modo tal, que siempre se decía aquello de: “Nada hay nuevo
sobre la faz de la Tierra”. Una frase que pronunciada hoy podría
provocar la carcajada de los más jóvenes; quienes tan solo han
visto novedades e innovaciones desde que han aparecido en el Mundo.
.
Lo
que arriba narro tenía como herida social -terrible y supurante- la
injusta transmisión del analfabetismo y de la pobreza; en una triste
situación que normalmente pasaba de los progenitores a la prole.
Pero también contenía en sí mismo, una herencia de las costumbres,
de las formas de vida y hasta de la sabiduría popular (en
ocasiones milenaria; pero sobre todo tan acertada como alegre y
comprobada). Aunque esa situación, donde la miseria pasaba de
padres a hijos, junto a la gran filosofía enseñada en casa; pudo
conjugarse y superarse en los años sesenta. Cuando
la eclosión económica permitió a los trabajadores cierta holgura y
-sobre todo- liberar a sus hijos del yugo hereditario. Momento
en que nació por fin en España el “tercer estamento” (una gran
clase media). Lográndose así una situación histórica puntual,
donde la vida siguió transmitiéndose de abuelos a padres y de
progenitores a hijos. Pero en un tiempo en que la pobreza ya no era
hereditaria y el analfabetismo fue paulatinamente erradicado.
.
En
esos días -para casi todos muy felices- viví mi infancia; que
comenzó en Madrid, cuando la Naturaleza me obligó a asomarme y
a salir de mi madre -una calurosa mañana veraniega de 1961-.
Momento clave en la vida, de los dos grandes existentes en nuestra historia y
que consisten en nacer y en casarse; aunque ningún hombre jamás
tomará por sí mismo decisión alguna en aquellas dos circunstancias
(que realmente son elegidas y dirigidas por mujeres). Así, de ese
modo nací: Por voluntad de mis padres y obra de mi madre; como
último hermano y menor de la casa, con bastante diferencia
cronológica bajo cuantos me rodeaban. Allí me crié, como un
auténtico “mono de repetición” imitando y copiando cuanto veía;
al ser todos bastante mayores que yo -incluyendo a mis primos más
cercanos (los hijos de mi tía Conchita Santafé)-. Por lo tanto; me
pusiera como me pusiera; fuera como fuese y me comportase como
buenamente pudiera. Siempre era “el enano”. Un “simio
mimético”, que a veces se llevaba la torta por repipi y en la
mayoría de ocasiones lograba ser la mascota de todos (el centro de
atención, para muchos).
IMAGEN,
ARRIBA:
Otra
fotografía de Sagunto (hacia 1925) en la que vemos a mi abuelo,
jugando con su hija Conchita -madre de los Monmeneu Santafé-
en las vías del tren de Altos Hornos y junto al puerto.
Apenas pude conocer a mi tía Conchita, que falleció víctima de un
cáncer en 1967
(cuando tenía yo unos seis años). Recuerdo solo de ella su sonrisa
y un set de “croquet” que nos regaló poco antes de morir -quizás
ese juego inglés lo estuvimos usando durante mucho tiempo después y
por ello guardo memoria de aquello-.
Esta hermana mayor de mi progenitora había sido casi como una
segunda madre para ella;
pues cuando se quedaron totalmente huérfanos -en 1938-, la cuidó y
orientó con el mayor de los cariños. Así, la
muerte de nuestra tía Conchita fue una pérdida terrible en casa y
sus hijos pasaron en parte a convivir con nosotros
(sobre todo durante las vacaciones).
.
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IMAGEN,
ABAJO: Foto
del verano de 1970 “muy expresiva”, con mi prima Conchi y su
marido
(Luis Beloqui). Poco después de esta imagen (en 1972)
ella también sufrió un cáncer -en este caso de piel-;
falleció en unos meses, desde que le diagnosticaron esa enfermedad y que
debido a su juventud fue terriblemente virulenta. Esta segunda
pérdida, en tan poca diferencia de tiempo, ya fue para todos
horrible y puedo decir que muchos no la lograron superar. Murió a
los veintisiete años y tan solo cinco después que su madre (quien
contaba solo con cuarenta y siete al fallecer). Pese a todo siempre
habrá algo bueno que recordar, porque nos
dejó en la familia uno de los hombres más buenos que he conocido en
mi vida (su marido Luis Beloqui) y uno de los golfos mayores del
Planeta -su hijo Luisito,
nacido poco antes de que la prima Conchi se nos “fuera”-.
Por
todo cuanto narraba antes de las imágenes. En mi educación,
formación y recuerdos; jugaron un papel más que especial mis padres
y hermanos, pero también mis primos y tíos más próximos (como
fueron los Monmeneu). Habiendo heredado de ellos muchas de sus
aficiones y pasiones, tal como hice con los de mi casa. Ya que en
esa función que me asignaba ser mono de repetición, logré
mimetizar las más profundas vivencias de cuantos me rodeaban. De
tal manera, de mi madre heredé el gusto por las artes decorativas
antiguas, por el mobilario y por el coleccionismo. De mi padre, su
interés por las antiguas y modernas religiones, su afición por el
flamenco, junto a la costumbre de “arreglar el mundo” escribiendo
-en reuniones y tertulias-. De mi hermano mayor (Mario) aprendí
Historia y arte -en todas sus ramas-; logrando la misma ilusión
que él sentía por la pintura, la escultura y la arquitectura.
Asimismo, de mi hermana mayor (Ma. Teresa) tomé la idea de estudiar
Derecho; una peligrosa opción que logré dejar justo en el momento
en que todos pensaban debía ponerme a trabajar con un familiar
-famoso por su bondad y buen carácter como abogado...-. Finalmente,
a través de mi hermana Ma.José llegué a la guitarra; cuando ella
comenzó a tocarla desde niña y yo decidí imitarla... .
.
En
lo que se refiere a cuanto tomé de mis primos más cercanos (los
Momeneu Santafé), lo relataré citándolos de menor a mayor: Así
diré que de Paloma aprendí a querer a los animales; ya que
ella era una apasionada de los perros, de las mascotas y de cuanto se
movía y no tenía DNI. Su hermano Vicente me transmitió el amor
al arte de navegar y a la pesca; unas aficiones que él había
heredado de su padre y que yo no seguí cultivando -pero que me
han servido enormemente para comprender el Mundo Antiguo y la
arqueología-. De Angel, me quedó el interés por observar y
admirar a las mujeres; pues este primo mío siempre paseó y tuvo
como novias alguna de las más bellas que por entonces se veían.
De Salvador (recientemente fallecido) el interés por el caballo y
los hipódromos; un mundo que no pude seguir de cerca, pero que
me enseñó de niño la disciplina y la entrega que necesitaban
quienes vivían para ello. Finalmente diré que apenas pude
conocer a la mayor -mi prima Conchi- quien murió jovencísima,
en 1972; cuando apenas contaba yo once años. Pese a todo, aquella
mujer nos dejó en la familia una de las mejores personas que jamás
he conocido y un hijo, que también es de los más simpáticos que
nunca he visto. Me refiero a Luis Beloqui (padre), un hombre
bueno y cariñoso como nadie; a quién Dios le envió un vástago
más pícaro que el Lazarillo en las Rebajas. El hijo de Conchi,
llamado igualmente Luis Beloqui y a quien lleva al buen camino, su
mujer; una santa y también arquitecto de nombre Mónica Castilla -con la que ha tenido
una niña (Ángela), que con tres años dicen que ya es relaciones
públicas de la guardería a la que asiste...-.
.
Tal
como digo, en aquellos años (hace ya medio siglo de esto)
aprendíamos unos de otros y mimetizábamos cuanto el de al lado
hacía, logrando una plasticidad imitativa que producía y reproducía
continuamente las mismas formas, pero con diferentes contenidos. Ello
es en gran parte lo que se venía denominando “cultura”, aunque
más bien hubiéramos de considerarlo “civilización”; un hecho
dominado por la capacidad atávica de regenerar cada vez unos mismos
comportamientos, con distinto significado y para muy diversas
ocasiones. Sea como fuere, aquello ya no existe y actualmente
una gran parte de cuanto se aprende, se enseña en las aulas, en los
colegios y en las Universidades. Algo que confiere un grado de
profesionalidad en todo lo aprendido, pero quitándole una gran parte
de humanidad. Para comprender cuanto escribo, bastará imaginar
la diferencia que hay entre aprender un idioma extranjero en una
academia o en la calle -viviendo entre en quienes lo hablan-. Porque
en verdad hay cosas que no se pueden enseñar en en un aula; quizás,
las más importantes de la vida. Debido a ello, el Ministerio de
Educación debiera llamarse de enseñanza, ya que educar es algo
que ha de hacerse en el entorno; al menos con el fin de que no
seamos todos iguales y que en la Sociedad exista una verdadera
pluralidad. Pese a todo, habrá quienes no estén de acuerdo con
mis ideas; aunque a esos les pregunto si les gustaba más la música
clásica antes o después de los conservatorios; la arquitectura de
antaño o la que hacen los formados en Escuelas Politécnicas; y los
pintores o escultores antiguos, o los que tienen el título de la
Facultad de Bellas Artes.
.
.
.
.
IMAGEN,
ARRIBA:
Fotografía
de Luis
Beloqui padre (a la derecha) en nuestra boda -1991-. Junto a él,
su hijo Carlos y su mujer (Ada).
Como podemos ver, era
enorme el parecido de este “primo político” nuestro, con Julio
Anguita. Tanto que la gente venía a darle ánimos
e incluso llegó a felicitarle un día alguien que decía haber
estado de chófer con él, en el Partido... . Julio
Anguita, además de ser entonces presidente del Partido Comunista,
fue alcalde de Córdoba y por ello le llamaban “El Califa de
Córdoba”. Del mismo modo
y como Luis
Beloqui era
arquitecto municipal de Brunete, pude enterarme que los albañiles de
la zona le
conocían como “El sultán de Brunete” (algo
menos rico que el sultán de Brunei, pero mucho más simpático).
Nunca
vi un hombre con más éxito con las féminas que este Beloqui;
quien para más suceso era más fiel a su mujer, que un ciguëño en
el nido. Así, aquel que tanto gustaba tenía además el morbo de que
ni pecaba de pensamiento; por lo que resultaba
el centro de todas las miradas femeninas.
.
IMAGEN,
ABAJO: Fotografía
del verano
de 1970: A la izquierda y entre rocas, Luis Beloqui de “palmero”,
a su lado (en el centro) mi hermana Ma.José con la guitarra y
arriba, mi prima Paloma. A la derecha, una alemana que teníamos de
“Aupair” y que no dejaba de "tirarle los trastos" a Beloqui.
Luis estaba harto y su mujer (mi prima Conchi) ya no digamos; así
que para
vengarse de la alemana le enseñaron a hablar en “cheli”.
Le dijeron que en Valencia había otro idioma y que para estar a “la
altura” debía aprender aquella lengua de la zona. Las frases que
le enseñaron eran terribles y cuando aquella “aupair” me
regañaba, exclamaba: -“¡Te voy a soltar un soplamocos que te van
a salir los piojos bailando el pasimisí...”!- (todo ello con un
acentazo teutón, horrible). O bien: -¡“Nene; te voy a atizar un
lechón que vas a dar palmas con las orejas”!-. Por lo demás,
cuando tenía hambre, soltaba: “¡No veas qué Carpanta tengo; una
gusa que me rugen los entresijos!”-... . Mientras enseñaban estas
frases chelis a la alemana; observaron que aquella no comía más que
fruta (para adelgazar). Así Beloqui, le convenció de que la
traducción de su nombre al español era “Fructificación”. Modo
en que la llamaban todos por la zona (en la playa o donde fuera): “La
Fructi” -y para otros “La Pructi”-.
.
El
asunto del “ligue” por entonces estaba duro y parece que al
único que miraban las mujeres era a este Beloqui -total para qué;
si ni pecaba (pensaban muchos...)-. Pero el tema de ligar mejoraba
cuando en aquel tiempo nació una nueva “opción” en el Levante;
donde el “macho ibérico” conquistaba a extranjeras. Aunque
debido a su altura y a la falta de idiomas, no se comían “uno a
rosca”; por lo que terminaban ligando lo que denominaban “maduritas”. Aquellas maduritas no bajaban de los sesenta
años, ni de los cien kilos; solían ser viudas o mujeres solas
-jubiladas y pensionistas- cuyo bolsillo les permitía pasar meses
en las playas españolas. Un “género y número” femenino que era
“atacado” por el macho ibérico de entonces; ya que en esas lides
sí lograba grandes éxitos. Proliferando así por las playas
levantinas “parejas” formadas por una señora de aspecto
wikingo-normando, acompañada de “un renegrío” hispano. Un
ligón de metro y medio, con más pelo en el cuerpo que Chita y con
menos vergüenza que Tarzán conduciendo. A ellos, les llamaba
Beloqui -y mi padre- los cazadores de bisontes; siendo el “gran
bisonte” la nórdica de triple papada y doble morrillo en el
cuello. Así los observábamos en la playa, comentando acerca de
la cacería del bisonte y sobre esa repoblación del “gran bisonte”
de Etapa Magdaleniese, que por entonces se estaba llevando a cabo en
el Levante Español.
3-
HACE YA CASI MEDIO SIGLO:
.
Medio
siglo hace casi, de todo cuanto
cuento; y en esos cincuenta años aproximados, tanto ha cambiado la
vida que parece a veces que uno hubiera nacido en una
distinta época. Recuerdo que antes prácticamente todo lo
aprendíamos del entorno y tan solo recibíamos de los profesores,
las enseñanzas. Ello hacía que las personas fueran muy
diferentes, ya que cada casa era un Mundo o cada mundo una casa. De
ese modo, los consejos que antaño recibías de tus padres, hermanos
o primos; eran completamente distintos a los que daban sus familias a
otros niños de tu misma edad. Así me viene a la memoria, entre algunas
recomendaciones educacionales, una que siempre comentaba mi padre,
cuando me veía abrir un yogur y chupar la parte posterior de su tapa
(la zona interior). Momento en que afirmaba -tras observar el modo en
que yo lamía el plástico repetidamente y con entusiasmo-:
-“Como
sigas así, no vas a tener ni un duro en toda tu vida. Esa es una
costumbre de `muerto de hambre´”-.
.
Me
quedaba reflexionando y hecho polvo, pensando si sería verdad
aquello que me advertía mi progenitor, al que tanto le molestaba
verme dando lametazos a la tapa de un yogur (en la mesa). Pero
después de medio siglo, puedo testificar que tenía toda la razón;
ya que en mi vida jamás logré juntar “dos duros sueltos”. Eso
sí; cuando quiero vengarme de algún rico con los que en ocasiones
trabajo o viajo (principalmente japoneses que me contratan). Me basta
con ir a desayunar junto a él, a su hotel de cinco estrellas; abrir
un yogur y lamer repetidamente la tapa. Pudiendo observar la cara de
susto y asco que ponen; llegando valorar de esa forma el grado de cursilería
que corre por sus venas... .
.
Otros
consejos que recuerdo de mi padre, eran sobre el vestir; porque en su
juventud, mi progenitor era “muy pera”
-tal como entonces se decía-. Así, a veces me daba referencias
acerca de la moda; explicando que el nudo de
corbata debía ser “doble Windsor” desde la mañana y durante el
día, pero “Windsor simple” por la noche
-más estrecho y de una sola vuelta, al caer el Sol-. También le
molestaba que la corbata estuviera perfectamente anudada y que no
llevase “fuelle” o “fallo”; explicando que los lazos rectos
hacían parecer que lucíamos un corbatín de fábrica -de esos que
vienen ya con el nudo hecho-. Por lo demás, su teoría acerca de
la vestimenta defendía que el sastre debía robarte siempre mucha
tela al hacerte un traje; pues de lo contrario no eras un señor y no
te cortarían jamás bien la ropa. Finalmente he de anotar algo que
comúnmente molestaba por entonces a todos los hombres: Que uno se
abrochase el botón final (de todo, menos de la bragueta). Así,
los trajes debían tener siempre sueltos los últimos botones de las
dos mangas, y por su parte, el chaleco debía ir cerrado, menos en el
último ojal. A su vez, jamás se le podía ocurrir a un caballero
cerrarse la chaqueta, abrochándose el final de ella... . Esta cosa
del último “botón libre” tuvo un simbolismo y significado que
nunca llegué a entender de todo, pero que tampoco me atreví a
contrariar, sin cerrar jamás aquel ojal; llevando siempre abiertos
los que el protocolo indicaba.
.
También
nos aconsejaban acerca del color del vestido o de la corbata; que
nunca debía ser marrón tras ponerse el Sol, si estábamos en una
ciudad. Tanto era así, que un día oí las siguientes palabras a
mi padre, cuando una persona que trabajaba con él le comentó:
-”Un
señor con un traje marrón, le está esperando desde hace tiempo en
el recibidor; no sé muy bien quién es”-.
A lo que
mi progenitor respondió:
-“Si
viste de marrón, a esta hora... . Nunca puede ser un señor... . Que
espere”-
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Fotografías
del mismo año, 1970:
Arriba, mi padre en el verano, tras sufrir un accidente con una
hamaca
que le arrancó de cuajo una falange del dedo medio. Estaba tomando
“anestésicos” (como él decía); un medicamento con el que se
quitaba el dolor de la mano y que afirmaba se llamaba “JB”; que
él compraba junto a la farmacia, envasado en “frasco irrellenable”
-yo, tenía por entonces nueve años y no me enteré de que aquello
que se endiñaba eran copazos-. Después
de perder este trozo de su dedo, ya no pudo tocar más la guitarra con
soltura; mi padre me pidió que estudiase ese instrumento bien, para
volver a escuchar diariamente lo que tanto le gustaba (las
soleares, tarantas, medias granaínas etc). Así lo hice y en unos
años ya estaba yo interpretando Flamenco “jondo” en la guitarra;
una base armónica que me dio una amplia formación para dominar la
música clásica.
.
Abajo,
en mis inicios como instrumentista; con unos ocho o nueve años,
tocando la bandurria de un tuno. Eran los años de la “Beatlemanía”,
de “Hair” y de la revolución de los pelos largos, a la que yo me
apunté (pese a que no medía más de metro veinte...). Mis
padres estaban hartos de verme con “la melena” de rockero (tal
como me decían) y el peluquero aún más. No había forma de que
me dejase cortar el pelo y el barbero al que me llevaban, estaba
hasta el gorro de esta situación. Así que un día en que nadie
lograba retocarme la melenita y colmada ya la paciencia del pobre
peluquero, este les dijo a mis padres:
-“Señores,
déjenme hablar a solas con el niño, que yo sé mucho se psicología
infantil y seguro que le convenzo”-.
Salieron
mis progenitores de aquel lugar y cuando me quedé solo frente a
Jesús Cacho (como se llamaba aquel maravilloso barbero del Madrid
antiguo); este me cogió del brazo y me dijo:
-“Mira
niño. Yo vivo de cortar el pelo, no de perder el tiempo con
gilipolleces. Como no te dejes cortar la melenita esa hortera; el
próximo día que te vea solo en la calle, te voy a dar una leche que
vas a hacer noche en la Luna para volver a tu casa. Así que cuando
entren ahora tus papás, les dices que tengo una maravillosa
psicología y que te he convencido por las buenas para que te
sentases aquí y te cortases el pelo como una persona”-.
Regresaron
mis padres y yo les comuniqué que el peluquero me había convencido;
que aquello de llevar el pelo largo era anti-higiénico y que
provocaba calvicie. Ellos quedaron maravillados de la psicología
infantil de Jesús Cacho y a mí -desde entonces- aquel barbero me
pareció una persona con mucha gracia, con criterio y principios. Así
que fuimos amigos para siempre y me cortó el pelo hasta que sufrió
un cáncer de piel, teniendo que dejar la profesión -hacia 1992,
tras casi veinticinco años de una gran amistad durante la que nadie
más que él me tocó el pelo, gracias a sus dotes de “psicología”-.
La
mesa era otro lugar de “consejos y enseñanzas”,
tanto que poner un codo sobre ella era motivo de un capón
-normalmente procedente de las alemanas-. Aunque beber agua sin
limpiarse antes con la servilleta, podía suponer penas mayores (como
la colleja dada mientras tenías el labio apoyado en el vaso,
haciendo que se te clavase el borde en los dientes). Asimismo,
jugar allí con los cubiertos ya era motivo de que te expulsaran y pusieran tu plato junto al del perro, para que terminases
la comida con las mascotas (algo que en verdad me encantaba).
Finalmente, lo más peligroso era hacer chistes de “caca” o de
“pis”, de “culos” y hasta de “pililas” en aquel recinto
sagrado llamado “la mesa”. Pues ello ya podía constituir
delito de lesa revolución y suponía, además de la consiguiente
flagelación por la alemana de turno, castigos más severos (como
permanecer horas encerrado). Pese a todo, si había algún amigo
divertido comiendo, nos atrevíamos a soltar algún chiste guarro
(muy cerdo) como aquel que decía:
-“Marca
uno un teléfono y pregunta:
¿Oiga,
es el 7152973?.
Y el que
coge del otro lado le responde:
No; este
es el 7152974.
A lo que
el que llamaba dice:
¡Pues
para haber marcado con la picha... No ha estado nada mal!”-.
.
Estos,
en cierta manera, no eran muy punibles; pues la broma iba de
“pililas” y no de “escatología mayor”. Aunque como se le
ocurriera a uno hacer una broma en la mesa con temas del WC, entonces
sí que podías pasar días sin salir por las tardes. Del mismo
modo, parece que molestaba mucho ponerse a soltar allí expresiones
de cabrero... . Pero a mí eso de hablar como los pastores, me
encantaba. Eran mis amigos de niño (los que más me cuidaban cuando
íbamos a las cercanías de Trujillo) y así aprendí a hablar el
“castúo cerrao” antes que lograran sacarme de la boca una sola
palabra de alemán. Tendría yo siete años y cuando iba a
Extremadura vivía en los chozos y entre aquellos ganaderos que eran
cariñosísimos. Tanto me querían, que pronto me enseñaron todas
las expresiones en “castúo” y que yo puse en práctica en
Madrid. Así, un día que me senté a la mesa familiar y dije delante
de todos -en plan gracioso- que el gazpacho estaba “cojonuísimo”;
la alemana ni se enteró y por suerte no me cayó galleta alguna.
Pero mi madre me cogió de una oreja y me dijo:
-“¿Qué
es eso del gazpacho cojonuísimo?. ¡Tú a comer con el Kabul!”-.
.
El
Kabul era el perro de la casa; un galgo afgano tan presumido como
delicado y que gruñía a todo invitado que nos caía mal. Nunca
supimos cómo, ni de qué forma se daba cuenta el can cuando alguien
nos repateaba; pero el animalito lo sabía todo. Un tío mío que era
médico, afirmaba que el perro olía nuestra adrenalina y cuando
percibía que esta se alteraba, ladraba al que nos incomodaba. Jamás
le dijimos que el chucho se ponía como una moto cuando entraba su
mujer, hasta que se separó. Así, durante los trámites de su anulación le contamos lo que sucedía al Kabul con su “ex” y le
trajo al perro de regalo jamón serrano (por haberla mordido). A
mi madre le encantaba ese can, porque logró que muchos no
quisieran volver... . Y es que aquella casa de mis padres era la de
“Tócame Roque”; una expresión que nunca supe lo que
significaba, pero que siempre usaba mi progenitora para indicar lo
que era nuestro hogar por entonces. Pues allí entraba y salía quien
quería y se presentaba a comer o a cenar, hasta el menos esperado.
Tanto, que por las mañanas se encontraban a gente que nadie sabía
había dormido en casa; o a chicos que se quedaban a pasar la noche y
a los que obligaban a telefonear a sus padres, para que no se
preocupasen.
IMAGEN,
ARRIBA:
Mi
prima Paloma y mi hermana Ma. Teresa subiendo al burro Perico en “Las
Infantas”. Pasábamos las Navidades y Semanas Santas en
Extremadura, a muy pocos kilómetros de Trujillo; en una finca que el
alcalde de Madroñera nos había legado.
Debido a que el primer trabajo durante la juventud de mi padre fue
ser arquitecto municipal de Coria (en Cáceres); tras lo que pasó a
Plasencia y más tarde decidió ayudar a otros pueblos de la zona
-cuando le fue bien económicamente-. Colaboraba continuamente con
Cáritas, pero un día decidió que mejor era trabajar gratis
haciendo fábricas, que no levantar tantas iglesias (como a veces le
pedían que proyectase). Así se fue a un pueblo de las Villuercas
-llamado Madroñera- donde el alcalde (Julio) le pidió que realizase
numerosas obras y hasta que les proporcionase empresarios que las
construyeran de un modo altruista. Tras regalar innumerables
proyectos y direcciones de obra; incluso llegó a pagar de su
bolsillo una ermita -aunque no creo yo que fuera eso lo más
importante por allí-. Finalmente, Julio el alcalde, sin saber como
corresponder; nos legó la ocupación de Las Infantas. Lo hizo con la
mejor intención, pero quizás desconociendo que las propiedades
municipales no pueden cederse; por lo que tuvimos que marcharnos de
allí cuando cambió la alcaldía -tristemente abandonando la casa,
que habían rehabilitado bastante bien mis padres-.
.
IMAGEN,
ABAJO: Mis
dos hermanas intentando subirse en el burro Perico, mientras
“Melitón” las ayudaba. “Los Melitones” eran quienes cuidaban
de Las Infantas y para nosotros fueron como nuestros abuelos
(ya que tristemente nunca conocimos a los padres de mis padres). Les
llamábamos “tío José” y “tía Concha” -tal como en
Extremadura se acostumbraba hacer- y vivir con ellos era una
maravilla. Los
conocimientos de “Melitón” sobre el campo, el cielo y el tiempo
o acerca de la vida y los animales; hubieran sido dignos de redactar
en un manual de sabiduría. El humor y las cosas de Concha (La
Melitona) eran igualmente de antología -aún tengo en la memoria
muchas anécdotas y frases suyas-. Junto a ellos conservo algunos de
los más cariñosos recuerdos de mi infancia; algo que jamás
perderé, al igual que el “castúo” que me enseñaron a hablar.
Estos Melitones y los pastores de la zona (uno al que llamaban “el
tío Juan”) fueron los que me inculcaron el amor al pasado y el
interés por la arqueología, narrándome historias de Viriato y de
los antiguos romanos.
También me enseñaron frases y expresiones antiquísimas de la
zona. Algunas bastante obscenas y muchas divertidísimas; un “habla”
que yo repetía en Madrid, sobre todo cuando veía invitados cursis a
casa de mis padres -para ver la cara de pedorros que ponían, al oír
esa forma de hablar tan antigua, como rica en matices-.
Decía
que lo peor que se podía hacer en la mesa de mis padres era mencionar las
“cagarrutas”; pero aun más castigado estaba soltar tacos y
expresiones ordinarias en “castúo”. Así pues, para dejar en
evidencia a mi madre ante los invitados bastaba con coger la cuchara,
pegar tres golpes con ella en el plato y exclamar:
-“¡Mama!.¡La
sopa está cojonúa!” .
Rápidamente
se oía:
-“¡Niño;
no es sopa, es consomé!. Haz el favor de levantarte y marchar para
tu cuarto... Que ya hablaremos tú y yo...”-.
Ni
que decir tiene que de diálogo después no había nada; tan solo una
recriminación o bien un -“Te has quedado sin ir al cine el próximo
fin de semana”-. Pese a poderte caer algún castigo, repetir la
acción resultaba inevitable. Porque era tan divertida la cara que
ponían todos los comensales al soltar una cosa de esas -con el
acento perfectamente extremeño-; que uno, antes o después, se
arriesgaba nuevamente a hacer la dichosa gracia. De tal modo, en
cuanto veíamos a un cursi entrando por la puerta; ya estábamos
pensando si soltar “un cojonúo” o un “arrihastiti palla”, al
sentarnos a junto a él. Haciendo el ademán de que se echase para un
lado, mientras se le increpaba con la expresión campera:
“Arrihastití pallá” -para que se moviera del asiento-.
.
Ya
he contado en otras ocasiones, que harta mi madre de las burradas
que yo hacía y decía, me trajo una alemana para que me
“domesticase” (palabras textuales, que le escuche mientras
contrataba a la institutriz). Ella tenía por nombre Elena; pero
habíamos de llamarla Tante Hella (la tía Elena). Era solterona,
enjuta, arrugada y seca, como la madre que la parió. Fumaba en
pipa y vestía igual que las mujeres de las películas de los años
treinta: Con un gorro-queso en la cabeza del que caía una
redecilla sobre la cara; traje de chaqueta con falda tubular, medias oscuras con costuras y zapatos negros de tacón muy fino. Todo ello,
así escrito puede parecernos muy erótico, pero es la que Tante
Hella tenía setenta y tres años alemanes; junto a una mala uva,
que si se hubiera hecho vino de sus cepas, habría salido
directamente aguardiente. Soltaba unos sopapos que te dejaban
K.O. y gozaba de un “arte” tal para el capón, que siempre
lograba darlo en el mismo sitio; lo que levantaba allí gradualmente
un chichón, que ya no se te quitaba nunca.
.
El
motivo de que me trajeran a Tante Hella, fue para que me
“des-asilvestrase” (textualmente); pues consideraban que mis
correrías castúas me iban a llevar por mal camino. Así que aquella
teutona de alto adiestramiento, me sometió a su disciplina;
teniéndome más “acoquinado” que a un cerdo por San Martín.
Mientras fumaba en pipa, me dictaba en alemán y había que recoger
sus palabras en cursiva gótica. Una forma de escribir que te
enseñaba en unos días y “ay de ti”, como no la aprendieras... .
Consistía en un alfabeto con signos que debieron ser inventados por
el pendolista de Bismarck, un día en que tenía lombrices.
Porque no sabes las vueltas que llevaba cada letra gótica de esas.
Así que como yo me confundía en todo y no entendía nada,
recibía mas golpes que la herradura de un tuerto. Tantos que un
día comencé a decir:
.
.
-“No
me des tanto, Tante; que me dejas tonto”-
La
frase -por suerte- le cayó en gracia y le hacía reír cuando yo la
repetía; siempre mientras me atizaba y para que parase de “largarme
chuzos”. Tal era la sucesión de pedreas que me soltaba la vieja,
que un día oyó mi madre desde fuera de la habitación el jaleo que
se montaba en las clases de alemán... . Mis gritos, sus leches y la
risa idiota que a los dos nos daba eran un algarabío. Entró mi
progenitora a ver qué pasaba allí y Tante Hella se dirigió a ella,
pipa en la mano, dando caladas y carcajadas; con un acentazo más
alemán que el chucrut y explicando:
- “Ja,
ja, ja. Qué buen humor tiene su hijo. Cada vez que le atizo me dice:
No me des tanto Tante, que me dejas tonto. Ja, ja, ja...”-.
Mientras,
yo pensaba para mis adentros:
-“Qué
mala uva tiene esta tía vieja... . La gracia que le hace lo de que
me va a dejar tonto a tortas”-.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Fotos
de Las Infantas, junto a Trujillo y hacia 1969. Arriba: mi hermana
Ma.José junto a su entonces inseparable amiga y prima Paloma. Abajo:
a la derecha, mi primo Jose María Gómez-Morán y a su lado yo -los
dos con ocho años y con el perrito de mi hermana, Platón-. Recuerdo
como si fuera hoy, cuánto pasé en este lugar tan divertido; donde
vivían personas tan buenas y agradables como Los Melitones o los
pastores que allí acampaban y guardaban el ganado.
.
Alguna
picia hicimos y una de las más graves la cometí por seguir los
consejos de un niño repelente llamado Monchín (hijo de un cliente
de mi padre). Sucedió cuando a él se le ocurrió mear en una
“pileta” grande, donde se guardaba el agua para beber y usar.
Aquella se recogía del pozo con cántaros; tal como vemos hacer en
la foto anterior (cargándola sobre las alforjas del burro). Así que
viendo la pila de beber, el repelente de Monchín -que era varios
años mayor que yo-; me aconsejó que nos sacáramos la minga y
echásemos una “caña” allí... . Dicho y hecho, nos bajamos la
cremallera, sacamos los aparatos pertinentes y cuando estábamos en
pleno proceso de “vaciado”, nuestros primos nos descubrieron,
poniéndose a gritar. Todavía recuerdo la cara de Angel y de Vicente
Monmeneu, espantados de vernos mear en el agua que ellos iban a
consumir; avisando a todos. El castigo que nos cayó fue terrible:
Nos pusieron al Monchín y a mí de rodillas y frente a la pared, en
un pasillo oscuro y sobre unos azulejos hidráulicos, que estaban más
fríos que el mechero de un vikingo. Después de horas así, sin
poder movernos, yo ya solo pensaba en que me quería morir para que a
mi familia le dieran muchos remordimientos. Rezaba y rezaba al ángel
de la Guarda a ver si me llevaba con él y a todos les entraba una
pena horrible... . Pero nada; ni me morí durante el castigo, ni
aquello pudo solucionarse bien. Horas después me levantaron del
pasillo, con las piernas peor que el felpudo del metro en Tokio y
todos me llamaron “cerdo” de por vida. Así que gracias al tal
Monchín, caí por primera vez en desgracia en mi familia... .
4-
EL PELIGRO DE “DISTINCIÓN”:
.
Cuando
era yo niño, ya se decía aquello de que había que cuidar al burro,
porque estaba en peligro de “distinción”. Y aunque la especie no
está del todo extinta, hoy apenas quedan algunos ejemplares (todos
en manos de románticos y “coleccionistas”). Por ello y en
defensa del asno, siempre afirmaré que la mascota más divertida
que se puede tener de pequeño, es un borrico. No solo por la
inteligencia de ese animal (mucho mayor que la del caballo y casi
tanta como la del perro y el cerdo); sino porque además te lleva y
te trae. Eso siempre que al burro le apetezca; pues cuando no le
gusta quien lo monta, el animalico o no anda o bien termina tirando
al que lleva encima. Otros menesteres que realiza el asno -listo y
bueno-, es morder al que le molesta o reírse del que le incomoda;
algo que yo pude comprobar varias veces. Pues el nuestro se
despiporraba a carcajadas y se revolcaba feliz, cada vez que veía
cómo metíamos las maletas en el coche para regresar a Madrid. En
las imágenes anteriores podemos ver al pollino que se llamaba el
Perico y que sabía perfectamente cuándo salíamos de regreso;
teniendo plena conciencia de que ya no tenía que aguantarnos encima
durante un tiempo. Así, el día en que aparecíamos con el equipaje
y lo llevábamos al coche; cuando nos metíamos todos en él y al
vernos ir hacia Madrid, al Perico le daban las mil alegrías.
Comenzando a revolcarse sobre la hierba y a reírse a mandíbula
batida, soltando enormes rebuznos cargados de sorna. La primera vez
que le vi hacer eso, me dijeron los de Extremadura que se estaba
alegrando y cachondeando de que nos fuéramos. No me lo creí; pero
tuve que reconocerlo después de muchas ocasiones; tras ver que
siempre -en igual momento- el Perico hacía lo mismo: Revolcarse,
rebuznar de forma obscena y reírse con la dentadura superior
desencajada.
.
El
peligro de “distinción” llegó también a los gamusinos; una
especie hoy ya extinta, pero que cazábamos todos al ir por primera
vez al campo -especialmente en el extremeño-. Así se hacía con
cuantos novatos pisaban por primera vez la tierra de Viriato; donde
se les llevaba a atraparlos en su noche de llegada. Nosotros
instruimos en la caza del gamusino a todos los que nos visitaban;
entre ellos a primos como Jose Marí y su hermana Loly; o a cuantos
franceses, ingleses y alemanes pisaron Las Infantas. Donde tras
la puesta de Sol, en sus primeros días, se les organizaba un bateo y
gancho de aquella especie (hoy inexistente). Pues los gamusinos se
cazaban en plena oscuridad, tal como se explicaba a los neófitos;
enseñándoles que se trataba de algo similar a tortugas muy pesadas,
pero rápidas.
.
El
individuo al que se iba a iniciar en el gamusino, era quien tendría
como misión cargar con la bolsa donde se irían metiendo las presas,
una vez capturadas. Así se le entregaba un enorme saco de trigo que
se echaba al hombro, llevándole en plena noche hasta un punto de
gran oscuridad y en campo abierto. Luego, los cazadores
experimentados, iban cogiendo enormes piedras que introducían a toda
prisa en aquel gran fardo que portaba el “neófito”. Sin que
este se diera cuenta que eran losas lo que le cargaban y alentándole
a que corriera, para poder cazar más ejemplares. Finalmente,
cuando veían agotado al iniciado, comenzaban a decir que los
gamusinos capturados eran de los que picaban y venenosos. Ante lo que
aquel pobre que llevaba a hombros el fardo de piedras, lo soltaba
espantado; creyendo que en su interior había algo peligroso y
comenzaba a correr como una gacela... . A veces se daba cuenta de que
en la bolsa solo había meños (al tirarla y salir despavorido); pero
en ocasiones, ni se apercibía; por lo que se podía repetir la caza
del gamusino al día siguiente -argumentando que no se volverían a
capturar ejemplares venenosos...- . Así, hasta que se enterase el
infeliz de que todo ello era una broma pesada, en la que le habían
cargado por las noches con decenas de pedruscos a la espaldas.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Otras
fotografías de Las Infantas. Arriba, mi prima Loly Gómez-Morán con
apenas seis años, junto a mis hermanas y
los dos perritos nuestros (Platón y Rufo). Pese a su corta edad,
también cazó mi prima Loly gamusinos en Extremadura, junto a su
hermano Jose-María. Algo que en mi opinión, le llevó a irse a
Washington y terminar allí aleccionando norteamerianos (en la
Universidad Mason).
.
ABAJO:
Mi hermano Mario
-en primer término- y
a su derecha mi prima Paloma y mi hermana Ma. José
(a nuestra izquierda). Todos, fumando sus primeros pitillos, en
secreto y en la zona donde se hacía la espera nocturna de los
gamusinos. Tras ellos y arriba
-a nuestra derecha-, un francés llamado Gilles al que llevaron
varias veces a la caza del gamusino, sin que jamás se diera cuenta
de que cargaba con piedras -noche tras noche-. El ingenuo Gilles -que
actualmente vive en Bali-
apenas entendía español al llegar a Extremadura, por lo que le
gastaron una segunda broma pesada con Concha (La Melitona). Fue
en sus primeros días de estancia y cuando la tía Concha vino con un
plato de “frite de cordero”, para enseñar al gabacho la
gastronomía cacereña. Ante esa receta, el francés comenzó a
alucinar con los sabores; por lo que deseando tomar más frite pidió
que le trajeran otra “ración”. Mis hermanos le regañaron,
explicándole que si quería aprender español, había de comenzar
por hablar lo mínimo. Así que debía ir él mismo a la cocina y
decir a Concha que le pusiera más “coños”; porque ese plato se
llamaba “coños fritos”... . Ni corto ni perezoso, se levanto de
la mesa, se dirigió hacia los fogones y pidió lo que le habían
enseñado; con todo el acentazo franchurte que tenía. Y dijo en tono
sobrio:
-”Por
favor, quiero coños”-.
La
Melitona parece que le miró con los ojos semi-cerrados, como no
creyéndose lo que oía y le preguntó al gabacho, qué venía
buscando. A lo que el francés replicó:
-“Coños.
Los coños están muy buenos”-.
No
tardó nada la tía Concha en decir a gritos:
-“¿Y
este; qué coño quiere?. ¡Porque yo no sé lo que viene
buscando...!”-.
Entonces
Gilles, preocupado por el enfado, comenzó a alabar la cocina de la
casa -con el poco español que sabía-; hablando de esos “coños
fritos” que estaban tan buenos. Ante lo que ya aparecieron mis
hermanos a toda prisa, para llevarse al francés del lugar; antes de
que le dieran un sartenazo en la cresta.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Más
imágenes del mismo año 1968, (en Semana Santa o Navidades). Al lado:
Mi madre, junto a mi primas Paloma y Loly, dando de comer al Rufo; un
cachorro que había contraído “moquillo”
muy grave y del que todos los veterinarios de Madrid pensaban que lo
mejor era sacrificarlo. Tenían una gran pena con el chucho (sobre
todo a mi hermana Ma.José y a mi prima Paloma); así que lograron
que lo tratase el veterinario de Zurita
-un pueblo cercano a Madroñera-. Les dijo
que para curar al perrito había que darle de comer solo hígado y
leche; que con ello quizás volvería a andar (pues
ya ni conseguía mover las patas traseras). El
milagro se obró gracias a este veterinario de Zurita, y tras un mes
alimentando al cachorro con leche e hígado, se levantó y superó
las secuelas del “moquillo”.
ABAJO:
Mi prima Paloma y mi hermana Ma. José, cada cual con uno de sus
chuchos. Al fondo, el monte y casa de Las Infantas.
En
“peligro de distinción” también estaban quienes por entonces
querían distinguirse o eran distinguidos, ya que se comenzó a poner
de moda el jersey de lana hasta la rodilla (una tendencia que
finalmente terminó en el modelo chandal). Pues parece que
después de la España machadiana, de “charanga y pandereta”;
vino la otra España de chandal y camiseta; aunque el camino hasta
llegar a ello fue arduo y tortuoso. Ya que si bien vemos a casi
todos los poetas de la Generación del 98, del Modernismo o “del
27”, vestidos con sus corbatas y su traje de chaqueta. Apenas
volveremos a observar otro artista -o intelectual- encorbatado y bien
acicalado tras la década de los ochenta. Pareciendo que el mal
vestir es síntoma de inteligencia, cuando solo es signo de
indisciplina o una falta de atención hacia los demás. Pero el hecho
cierto fue que tras los años setenta, aquellos que deseaban ser un
poco distinguidos, eran catalogados de “pijos” -o de tontos-.
Aunque vestirse correctamente, en verdad, nada tiene que ver con las
ideas de izquierdas o con el progresismo. Como se muestra en los
líderes de estas tendencias socialistas, quienes fueron siempre
perfectamente arreglados: Desde Marx a Lenin o de los miembros
del Kremlin a los dirigentes chinos.
.
Pero
identificaron el “malvestir” con el progresismo; pese a que esa
moda del desarreglo surgió directamente del mundo rockero y de la
estética norteamericacana, donde se identifica al oficinista con
aquel que se encorbata y al “moderno” con el que va en camiseta y
pantalón vaquero. Todo lo que finalmente ha desembocado en una
empanada social que trajo la España de “chandal y camiseta”
como sustitutivo de la machadiana Hispania de “charanga y
pandereta”. Considerando la cutrez como una modernidad; una moda
“libre” que realmente indica la decadencia de una Sociedad, en la
que ni siquiera se exige aseo y buena presencia en la calle. Algo que
incluso ha llevado a que muchos miembros de las nuevas generaciones
huelan a “zorruno”; lo que creíamos ya habíamos superado,
logrando que la ducha y el baño se instalase en todas las casas.
Pero parece que la traición medieval cristiano visigoda pesa mucho
en nuestra nación; un país que gracias a los romanos y a los árabes
se había poblado de baños públicos, de acueductos y de vías
libres para agua. Balnearios donde las féminas y los hombres se
desnudaban, por cuanto repugnaba a los cristianos viejos de esa
Hispania profunda con tradición goda, sueva y vándala -quienes
huían del baño como gato escaldado-.
.
Lo
que en el párrafo anterior narro, son hechos históricos que podían
probarse y comprobase cuando llegábamos a la mili; pues allí
agradecíamos enormemente que nuestros compañeros de litera fueran
naturales de zonas bien romanizadas y de influjo musulmán. Porque
cuando te tocaba al lado un colega de cuartel procedente de áreas
ajenas al mundo latino-árabe... . Aunque sabías que ibas a lograr
hacer un amigo buenísimo y muy cariñoso, también tenías por
seguro que el único modo de conciliar sueño junto a él, era con
usando la mascarilla antigases... .
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado,
mi padre tal como gustaba vestir -con capa española- junto a su hija
mayor, mi hermana Ma.Teresa
(ella con mantón de Manila). Antaño el vestir era un modo de
identificarse consigo mismo y con los demás, siendo normal que las
personas cuidasen mucho la presencia con el fin de agradar a los
otros. Hoy en día el ir bien arreglado es signo de ser tonto o de
presumido, algo que muchos creen procede de ideas progresistas,
aunque muy por el contrario se debe al Rock y a los norteamericanos
(donde quienes llevan corbata son oficinistas o trabajadores,
mientras los artistas y famosos van con camiseta y jeans). Abajo: mi hermana Ma.José con unos diez años montando en burro: Una
especie en “peligro de distinción”.
5)
LAS AFICIONES HEREDADAS:
.
Dicen
que casi todo se hereda, pero actualmente ya no es así; pues en la
conformación de la personalidad el ADN juega apenas un pequeño
papel, mientras la gran mayoría de ella se forja a través de
nuestras vivencias y educación. Debido a ello, en un mundo donde
los padres apenas pasan unas horas a la semana con los hijos, y en
una Sociedad que promueve aprender todos lo mismo, en común y en las
aulas. Los chicos serán cada vez más iguales y sus aficiones más
idénticas; no habiendo diferencias entre unos y otros. Un hecho que
-a mi juicio- afecta tremendamente al mundo laboral; ya que la falta
de pluralidad y de rasgos que nos distingan, hace que tan solo los
muy destacados interesen al mercado.
Provocando que únicamente los “fuera de serie”
sean contratados y que el resto no puedan salir adelante con unos
mismos estudios. Pues aquella falta de matices entre unos y otros,
junto a la carencia de una formación diferente y la apenas
distinción de caracteres o gustos -generada por una educación tan
igual e igualada-. Hace que todos sean tan semejantes, que tan solo
los genios tengan un sitio laboral (los enormemente dotados; o en su
caso los enchufados). Mientras el resto, al tener una educación tan
semejante ala de los demás, pero carecer de talento -o de
relaciones-,;jamás encontrarán quienes se interesen por ellos. Esto
es la consecuencia de la unificación de los métodos de enseñanza y
de la “globalización” en la formación; algo que provoca
centenares de miles de personas idénticas, en un mundo laboral que
tan solo puede admitir o absorber, unos miles de ellas.
.
Verdad
es que en los años sesenta y setenta había grandes diferencias
sociales todavía en España; todo lo que suponía una lacra.
Pero también es una realidad que por aquel entonces comenzó una
etapa en que los hijos de los más pobres ya podían acceder a
estudios superiores. Un momento durante el cual, quien tenía un
padre iletrado y paupérrimo, llegaba a hacerse doctor o catedrático;
a la vez que aquellos que eran hijos de eminencias, muchas veces no
llegaban a completar sus estudios. Todo ello confirió a nuestra
Sociedad unos matices y una riqueza magnífica (por entonces), pues
aquellos que habían logrado estudiar procediendo de hogares muy
humildes, aportaban unos valores y una formación social y popular de
enorme importancia. Este hecho ya se había producido en la España
del Regeneracionismo -antes y durante La Restauración (entre
1850 y 1900)-; un momento histórico en que los señoritos de
pueblo lograron formarse mejor que los hijos de los poderosos en las
ciudades y así acceder a los puestos de mayor responsabilidad en
nuestra Nación. Hechos que sucedieron de nuevo en España, entre
los años 1960 y 1980; momento en que todos lograban estudiar si se
lo proponían y cuando infinidad de personas, procedentes de los
más diferentes estratos sociales, consiguieron hacer del nuestro un
país europeo y de enorme relevancia.
.
Cuanto
narro se debía -en gran parte- a la educación recibida en el
entorno; una forma de ser que nos iba dando nuestra familia y que nos
hacía a todos muy distintos. Ello propiciaba unas diferencias de
pareceres y de formas de ver la realidad, que resultaban cruciales;
pues al afrontar un problema -en la empresa o en el trabajo-
podías oír tantos pareceres y soluciones, como personas a las
que preguntabas. Ya que al margen de cuanto habían estudiado (en
las escuelas, colegios, academias o universidades); conservaban
los consejos y opiniones de sus padres, de sus familias, de su pueblo
o de su lugar de origen. Lo que suponía un compendio de sabiduría
popular, ancestral y social; que añadía y confería un doble valor
a cuanto una persona conocía. Algo que hoy, tristemente se ha
perdido en gran parte por ese empeño en hacernos a todos iguales.
Una igualdad que uniforma las mentes, a veces de manera tan radical
que no respeta ni el pasado, ni los orígenes de las personas
(despreciando las tradiciones y olvidando los conocimientos
ancestrales del pueblo).
.
Pese a ello, los chicos jóvenes piensan que ser libre, es eso de ser tan
iguales en pensamiento, sentimiento y formación. Debido a lo que hoy
hacen todos casi lo mismo y muy contentos. Divirtiéndose como la
gran mayoría: En discotecas o convirtiendo las fiestas de pueblo en
discomovidas; yendo al fútbol y cantando o bailado todos la misma
música -principalmente de origen anglosajón-. Sin pensar que el
uniforme militar no es tan riguroso como aquella uniformidad de
mentes que ahora imponen, al “exigir” que a unos y otros les
gusten artes idénticos y el mismo modo de vivir o divertirse.
Pero sobre todo, sin percatarse de que cuando en el Mundo todos
canten, esculpan, escriban o pinten “a la moda”; la cultura y
tradiciones de su pueblos quedarán olvidadas (por
no decir aniquiladas). Pues en verdad, no son
conscientes del modo en que están siendo colonizados culturalmente,
por movimientos llegados de Estados Unidos y con una bajísima
calidad artística.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos
fotografías del “Pescarus” un barco que teníamos en Altea en
los años sesenta. Arriba, imagen de 1968, en la que vemos el barco
en Calpe y su salida de él en chinchorro. Al lado y en un cuadrado,
tenemos a Luis Beloqui junto a mi tío Salvador Monmeneu Ferrer (su
suegro) en la proa.
Mi tío Salvador era de origen ibicenco y procedía de una familia
valenciana; desde niño estaba tan acostumbrado a navegar, que nos
contaba como diariamente iba al colegio en su balandro. Su familia,
además de aficionados a los barcos, guardaba en el recuerdo proceder
de San Vicente Ferrer; por lo que tenían como costumbre que uno de
los hijos se llamase Salvador y otro Vicente (tal como ocurría entre
mis primos). Debido a este origen de mi tío, creían que los Santafé
-como judíos conversos- descendían del famoso Josúa Ha Lorquí.
Nacido también cerca de Valencia (en Lorquí -Lorca; Murcia-) y que
fue médico del papa Luna, a la vez que compañero de andanzas de San
Vicente Ferrer. Pese a ello, pude descubrir mi familia Santafé
procedían de Pedro de Santafé, poeta y literato que fue hijo de
Esperandeo de Santafé; quien era rabino de Tarazona con el nombre de
Ezequiel Azamel, antes de convertirse al cristianismo en la
Conferencia de Tortosa (bautizado allí por Vicente Ferrer).
.
.
Abajo:
Salida de Altea con el Pesacarus una mañana del verano de 1969. En
la bañera de popa, mi primo Salvador Monmeneu junto a mi padre; en
medio, mi madre (de espaldas) y sobre la capota, colocando la
bandera: Mi hermana Ma.José, mi prima Paloma y su amiga “C” (de
la que más tarde hablaremos).
Como
iba narrando, antaño la educación y las aficiones se heredaban.
Así me inicié yo en la pasión de mi padre hacia el mar, que a él
le había transmitido su cuñado (Salvador Monmeneu). Aunque el amor
a navegar definitivamente me lo “contagió” mi primo Vicente
Monmeneu. Este último, era un entusiasta de los barcos y su peor
frustración fue no poder llegar a completar durante su juventud la
carrera de ingeniero naval. Unos estudios de “navales” cuya
dificultad era tal por entonces, que cuando dejó aquella facultad,
se licenció como biólogo en “dos patadas”. Aunque la ilusión
de mi primo Vicente hubiera sido dedicarse a la marina y a los
barcos; un sueño que procedía de su progenitor y de su familia
paterna. Por su parte, ya dije que esa afición por los barcos se
la inculcó mi tío a mi padre; quien pronto se sacó el título de
capitán, para patronar el Pescarus y salir con todos a divertirnos
por el mar en verano. Unos estíos cargados de felicidad y donde
aprendíamos miles cosas; regresando al invierno, cargados de
experiencias y de nuevos conocimientos transmitidos por nuestros
mayores.
.
Como
venía escribiendo, mi tío Salvador era un entusiasta de la
navegación; aunque él había adquirido gran parte de los
conocimientos de su hermano (Manuel Monmeneu), quien fue marino y era
amigo cercano del “almirante de Altea”. Aquel último era un
militar afamado y afincado en una preciosa villa, sita entonces
entre Benidorm y Altea; cuya finca se conocía como “La casa
del Almirante”. Hasta allí íbamos muchas tardes, para visitar
a este conocido lobo de mar -amigo íntimo de mi tío- que
narraba mil historias, mientras nos enseñaba sus enormes salones
(llenos de maquetas y de objetos interesantísimos, procedentes de la
Marina). Recuerdo como aquel almirante era un libro abierto de
Historia naval de España; ante el que yo me quedaba escuchando con
ocho años, boquiabierto y descubriendo el magnífico pasado marítimo
de nuestra nación (algo que ya a nadie preocupa y ni siquiera se
conoce). Ese militar -junto a Manuel y Salvador Monmeneu-, hablaba de
sus batallas o de Trafalgar y de la conquista de Indias, como si
hubiera sucedido ayer. Narrando pormenores y anécdotas, llegando a
inculcarme un tremendo amor por la Historia de España.
.
Recuerdo
como me contaron ellos que todos los marinos llevaban la corbata
negra en recuerdo y honor del almirante Nelson; que murió en
Trafalgar y que fue metido en un barril de brandy, para trasladar su
cuerpo a Londres -sin que se corrompiera-. Luego, cuando Nelson llegó
a Inglaterra, la masa que se acercó a rendirle honores, al
percibir el olorcillo a alcohol que desprendía, creyeron que había
muerto de la castaña que se pilló antes de entrar en batalla y no
durante ella... . También me enseñaron que pese a que los españoles
perdieron aquella confrontación, en respeto a tan insigne marino,
siempre les veríamos con corbata negra en las naves de guerra
nuestras. De igual manera, contaban que la Marina usaba en sus
uniformes determinados adornos en forma de grilletes, colgando
siempre sus insignias en el lado izquierdo; por tradición de los
caballeros cruzados, que ataban sus caballos a sí mismos en los
barcos y que llevaban la cruz en el lado del corazón.
.
Estas
y otras historias contaban el “La casa del Almirante” (de Altea),
aunque las anécdotas de los Monmeneu con la Marina eran más
divertidas de lo que nadie pudiera imaginar. Entre ellas recuerdo
como en el año 1971 se celebraba el aniversario de la Batalla de
Lepanto y les encargaron que fueran hasta el Museo de Viena a recoger
el “mandoble” espada de Don Juan de Austria, para exhibirlo y
desfilar con él. Con tan fin se llegaron en coche hasta la capital
austriaca, de donde trajeron ese verano de 1970 el famoso espadón de
Juan de Austria, que guardaron en su casa durante unas semanas
(en espera de dejarlo en el Museo Naval). Pero durante esos días
en que tenían el mandoble en su chalet -llamado el Oasis y sito
también entre Benidorm y Altea- nos invitaron varias veces a
tomar melón cortado con el espadón de Don Juan de Austria... .
Enorme fue mi sorpresa cuando meses después pude ver expuesta en
Madrid, esa pieza con la que habíamos preparado los melones. Pero
mayor fue mi impresión al observar que el desfile del 1 de abril de
1971 estuvo encabezado por un infante, que portaba y presentaba aquel
gran mandoble con ambas manos. Finalmente, cuando hice la mili en el
año 1982, tuve que servir algunos días como chófer del capitán
general en el Regimiento Inmemorial (hoy en Paseo Moret y fundado
tras Lepanto); al cual finalmente fui destinado en la “reserva”...
. ¿Quién me iba a decir todo esto cuando de niño yo veía cortar
melones a Manuel y Salvador Monmeneu, con la espada de ese hermano de
Felipe II?.
IMAGEN,
ARRIBA:
Una
foto
mía de 1969; con ocho años patronando el Pescarus. Esta afición
heredada hacia la navegación me ha servido mucho para los estudios
sobre el Mundo Antiguo; habiendo podido deducir el modo de orientarse
y de navegar hace cinco o seis mil años.
Una época en la que tuvieron que guiarse principalmente por las aves
y a través de las sombras (o por la altura de las estrellas, de
forma muy simple). Todo lo que repetidamente he ido exponiendo en
diferentes estudios que fui publicando.
Para los interesados en ello, pueden consultar mis artículos:
-PUNTOS
GEODÉSICOS Y PIEDRAS MEGALÍTICAS: OMPHALOS Y MARCAS DE ORIENTACIÓN.
VER:
-
SECRETOS DE LOS ORÁCULOS. VER:
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2015_07_01_archive.html
-
EUROPA ATLÁNTICA EN LA EDAD DE BRONCE
-
METROLOGÍA EN EL MUNDO ANTIGUO: Sobre ponderales y modelos de
logitud; hipótesis peninsulares prerromanas. VER:
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/05/metrologia-en-el-mundo-antiguo-sobre_3354.html
.
ABAJO:
Fotografías
del mismo año, en la que estamos todos arreglando el aparejo del
velero para salir al mar. La imagen está compuesta por dos fotos,
donde junto a la popa estamos a mi hermana Ma.José, mi prima Paloma
y yo; de espaldas, mi hermano Mario. En la proa (a la derecha) mi
primo Angel Monmeneu -también de vuelto- y de nuevo yo
-cotilleando-.
.
La
ilusión por navegar nos llevó a apuntarnos al primo Vicente y a mí,
para regatear los domingos en Benidorm. Ello obligaba a levantarse a
las siete, estar a las ocho en el puerto y salir a las nueve a
competir con aquellos otros que llevaban un balandro perfectamente
equipado. Nosotros navegábamos en ese trasto pesado y antiguo que
vemos en la foto, que nos habían comprado con el fin de que no
volcase nunca. Así que aquello pesaba más que el reloj de un
macarra y era más torpe en el mar que un alemán bailando flamenco.
Por ello, mi primo Vicente decidió que compitiéramos sacando orza
(a mitad), pese a lo que suponía de riesgo. Para que no volcásemos,
se le ocurrió fabricarme a mí un “trapecio” y que así yo me
mantuviese con medio cuerpo fuera de borda, haciendo contrapeso (pese
a mis pocos kilos y estatura). Como no teníamos ni un duro,
fabricamos aquellos “trapecios” con cintas de persiana, atadas
con tornillos al barco. Una chapuza tal, que el primer día que me
colgué, las ataduras se rompieron y salí disparado por la borda.
Caí al mar (con apenas ocho años) atado por un pie con las
churretosas cintas de persiana y gritando a mi primo Vicente, para
que parase el barco -porque me ahogaba-. Tras varios minutos bajo el
agua, amarrado al velero como un salmonete recién pescado, bebiendo
muchos litros de agua y después de aguantar arrastrado centenares de
metros (sin saber qué iba a ser de mí); vi que aquello se paraba y
podía volver a subir de nuevo a bordo. Así lo hice y nada más
encontrarme dentro del balandro dije:
-¡Vicente...
Me he caído!-.
A
lo que mi primo exclamó:
-Angel,
no se te ocurre algo más interesante que decir...-.
Él
se echó a reír, sin parar y quería volverme a montar en “el
trapecio chapucero aquel” para que yo me colgase de nuevo... .
Creo que desde aquel día perdí mucha afición por navegar.
Otra
de las cosas que antaño se potenciaban era la enseñanza desde muy
niño de las artes y artesanías; fuera donde fuese y lo que se
hiciera o hiciese. De tal manera, en todo pueblo o ciudad, los
adolescentes y menores aprendíamos a pintar, a tocar instrumentos
musicales, hacer maquetas o a fabricar cerámica. A unos nos
enseñaban cuanto sus padres consideraban formativo y a otros
especialidades de su lugar o zona (como el Flamenco, las danzas
regionales, la cestería, cerámica, taracea etc). Especialmente
se aprendía música, porque por aquel entonces no había buenos
tocadiscos -tal como se llamaban los platos con amplificador para
oír “vinilos”- y los transistores portátiles tenían una
calidad acústica penosa. Así pues, una enorme parte de la
población sabía hacer sonar una guitarra o una bandurria, tanto
como la gran mayoría cantaba y bailaba melodías de viejo origen
(siempre al son de aquel que tocaba el instrumento). Aunque a
comienzos de los años setenta, la tecnología discográfica avanzó
tremendamente y en apenas un
lustro se extendió hasta el “cassette” (magnetofón);
pudiendo escuchar todos la música que deseaban, en cualquier momento
o lugar -hasta en el coche-. Algo que fue un enorme avance
técnico, pero que supuso un terrible retroceso cultural, por dos
motivos: Primeramente, porque ya no necesitaban alguien que
tocara un instrumento y cuando querían cantar o bailar, bastaba con
poner “el loro” (que
repetía las canciones “enlatadas”). En segundo
lugar, porque cuanto se comenzó a comercializar ya no era arte ni
artesanía melódica, sino “un producto” en gran parte
importado y en muchas ocasiones de un bajísimo nivel artístico
-para cuantos piensen de un modo distinto, les invitamos a escuchar
la totalidad de las cancioncitas “modernas” que en los años
setenta se comercializaban; entre las cuales tuvieron calidad
artística menos de un diez por ciento-.
.
Como
narraba, en los años sesenta todavía la gente no escuchaba la
“música en lata” y cuando querían oír “algo”, debían
asistir a un local con profesionales de carne y hueso -no
electrónicos-. De ello y por la afición de mi padre al Flamenco,
en verano visitaban por las noches “tablaos” (lo que en
Andalucía llaman Peñas Flamencas). Salía de juerga normalmente
acompañado por Luis Beloqui y para demostrar que no iban a la “caza
del bisonte” (3)
, me llevaban de “carabina”. Pues a mi madre no le gustaba
nada ir al Flamenco y hasta se dormía en los Tablaos. Tanto se
aburría ella en esos “saros”, que le pidieron “los artistas”
que no fuera por allí, ya que se quedaba dormida. Tan poco le
animaba el tema a mi progenitora, que una “bailaora” le dijo un
día:
-“Señora,
a mí en escena me han hecho de `to´... . Me han `tirao´ tomate, me
han `silbao´ y hasta me quisieron tirar un gato muerto. ¡Pero
dormírseme!.¡`Dormío´ no `ze´ me había `quedao´ nadie!”-.
.
Así,
tal como decía, a mi padre le encantaban los Tablaos y me llevaba a
mí de carabina, por lo que me fui aficionando al Flamenco. Recuerdo
que en Benidorm frecuentaba un garito llamado “Los Tarantos”,
sito entonces en la calle de subida al castillo. Un local que
regentaba René; un hombre culto, “bien plantao” y que hablaba
perfectamente francés (al ser de origen “pied-noir” -argelino-).
Aquel dueño del local, realizaba un intervalo entre los Palos y
cantes que otros tocaban; de ese modo, para crear un momento
artístico diferente, interpretaba “Granada” y melodías “mas
serias”. Lo hacía a pulmón libre y a falta de micrófono se
ayudaba con un vaso de tubo, vacío, en el que producía la
reverberación -vibrando ese vidrio de caña larga, apoyándolo junto
a su boca, como si fuera el mástil de un violoncelo-. El resultado
era magnífico, el sonido precioso y de ese modo René bordaba las
canciones; creando magia con esta una acústica “vasera” y
cristalina, inigualable. Ello, unido a su aspecto
franco-norteafricano, junto a su camisa abierta hasta el ombligo y su
vestimenta siempre negra... . Provocaba que tras terminar de cantar,
René fuera atacado por decenas de “bisontes,” que pretendían
una aventura con aquel especimen pied-noir (quien, en verdad,
superaba con mucho a cualquier macho ibérico y sobre todo a los
cazadores de bisontes “hispanoenanos” que acechaban presas por el
litoral levantino) -ver cita (3)
si desconocemos la extensión del “bisonte” por entonces-.
.
De
estas lides y por esos motivos me aficioné yo tanto a la guitarra;
aunque a mis hermanas me enseñaron su vertiente clásica. Por su
parte, mi hermano Mario me dio siempre mil lecciones de pintura (un
arte que marcó toda su vida). Sea como fuere, gran parte de la
cultura que adquirí, procedió de aquellas aficiones y
entretenimientos de otros; de la inexistencia de tocadiscos durante
mi niñez y de la necesidad de divertirse sin apenas nada (con una
guitarra y dos pinceles). Algo común a toda la Sociedad por
entonces; pues -tal como digo- no había ni televisión, ni música
enlatada con un sonido de calidad (menos aún sistemas de
reproducirla que merecieran la pena). Por cuanto los discos que se
escuchaban y divulgaban en los años sesenta, eran reproducidos en
costosos equipos y principalmente de música clásica; lo que
provocaba que la gente tuviera un enorme gusto artístico. En los
pueblos, al igual que en las ciudades; porque una gran mayoría se
interesaban por melodías con cientos de años de historia y con un
alto nivel cultural (fueran de folklore, de clásica o música
moderna; ya que tan solo grababan “los grandes”). Hoy,
muy por el contrario, todos pueden tener acceso al mercado, y quien
más vende se considera el mejor. Algo que traducido a la gastronomía
supondría elegir como bebida más exquisita a los refrescos gaseosos
azucarados; o la comida de mayor calidad, a la hamburguesa, las
patatas fritas y los chuches -lo que más se vende y consume...-.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LINEAS:
En
el
patio de nuestra casa de Benidorm en 1970; tocando la guitarra y
pintando. ARRIBA, derecha a izquierda: Mi primo Vicente, yo (en una
hamaca) y mi hermana Ma.José, guitarra en mano. ABAJO: En el centro
de nuevo, mi hermana Ma.José, a su lado Alfredo (el cura que vivía
en casa) y Jose Ma. Díaz Mozaz, trabajando un cuadro. Este
último, era un sacerdote “navarrico” al que le encantaba pintar
y que veraneaba con nosotros; del cual también tengo algunas
anécdotas divertidas. Díaz Mozaz fue un hombre muy culto, que
compraba y leía cuantas publicaciones se ponían a su alcance. Pero
vivía con su madre, a quien le preocupaba el enorme gasto que su
hijo tenía en librerías. La progenitora, que era navarra de pura
cepa y nacida en Caparroso (lugar de origen de los Santafé); siempre
que le veía entrar con ejemplares nuevos, le decía: -“Hijo mío;
no compres más libros...¡Repasa los que tienes!”-.
Querían
hacerle obispo, pero él se negaba y un día que me escondí detrás
de una puerta pude escuchar una conversación entre mi padre y Díaz
Mozaz, donde mi progenitor le preguntaba:
-“Bueno,
Jose María. ¿Cuándo te hacen obispo?”-
A
lo que él contestó:
-“Nunca,
porque cuando te nombran obispo, te dan una silla episcopal que tiene
un tornillo. Ese tornillo lo ponen inmediatamente y cuando te sientas
allí, se te mete por el culo a rosca; por lo que ya no te puedes ni
mover, ni menos levantarte...”-.
Yo,
que tenía por entonces unos siete años y que escuchaba esto a
escondidas; me quedé muy pensativo y preocupado. Pensando cuán
peligrosa era la Iglesia... . Pues si le metían por “ese sitio”
un tornillo a los obispos, qué no haría con los feligreses... .
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Mi
hermano Mario, pintando en Alemania, en casa de los Sres. Shmidt, con
unos trece años (hacia 1965). La
pasión de él fue la pintura, desde niño hacía retratos y
paisajes; tristemente, al estudiar arquitectura le hicieron perder la
afición por este arte, pues nada hay peor a que nos “examinen”
de nuestras ilusiones.
6-
EL DESPERTAR:
.
Fue
en verano de 1970; ella diré que se llamaba “C” -para preservar
su intimidad- aunque recogeré fotos suyas, por cuanto creo es
importante que todos conozcan su belleza. La vi de cerca por
primera vez en un mes de julio, casi cincuenta años atrás; yo
regresaba de Giengen y ella pasaba unos días en casa de mis primos.
Era la íntima amiga de mi prima Paloma; me la presentó una
mañana cuando entraban en nuestra casa, diciendo: -“Mira, este
es mi primito Angel que acaba de llegar de Alemania-”. Escuché
aquello y me volví para verlas; me quedé asustado porque ante mí
tenía una verdadera diosa... . Como antes narré, se llamaba “C”
y era lo más bello que había visto en mi vida. Más bonito
aún que el campo de Extremadura y más impresionante que el
Mediterráneo, o las playas por la mañana. Era lo más bello que
jamás conocí hasta entones. Además vi como aquella canéfora de
nombre “C” sonrió al saludarme, con una mirada de Afrodita recién
nacida. Yo, caí en un trance de locura... . Pues el mayor
problema consistía en que ella tenía quince años y yo solo nueve.
.
Así
el verano de 1970 fue el de mi despertar y el de sufrir la peor de
las melancolías, al ver que aquella que yo tanto amaba, me superaba
casi en cuarenta centímetros de altura y en más de un lustro. Pese
a ello, nada había imposible en la vida y yo era docto en esas
lides; habiendo realizado numerosos intentos de conquistar “mujeres
mayores”. Primero, con mi tata Ramona -que “se me” casó,
dejándome más solo que a Crusoe en un día festivo-. Después,
con su hermana Jose; una fémina guapísima pero que tenía su
carácter. Tanto, que cuando se le daban besitos de más, soltaba
un par de cachetes diciendo: -“Este niño está pegajoso; yo creo
que necesita una novia (está peor que el pico de una plancha)”-.
Además, aquella Jose era tan preciosa como impaciente y cuando no
se obedecía, aplicaba una disciplina férrea. Así recuerdo un día
en que hurté un anillo en el
suelo del mercadillo, para regalárselo -en
muestra de mi admiración-. Pero ella me obligó a
devolverlo al dueño del puesto, pidiendo perdón y luego dijo a mis
padres que yo era capaz de ofrecerle cosas robadas. ¡Y qué iba
a hacer! ¡Si no tenía medios, ni dinero y quería demostrarle mi
amor!. Después de aquello y de ser castigado por lo del anillo,
consideré que Jose no era merecedora de mí. Pero como la vida
premia a los justos, a los pocos meses de aquel duro golpe, encontré
esa diosa llamada “C”, viviendo con mis primos durante el verano
del 70; apenas a una manzana de nuestra casa.
IMAGEN,
ARRIBA:
Otra
fotografía del Pescarus, saliendo de Altea. En
la proa, de derecha a izquierda: Mi prima Paloma y su amiga “C”
(de pie); yo (sentado a su lado) desmembrado de pasión por ella. En
el muelle -con pantalón y camisa blanca- mi primo Angel Monmeneu; en
la popa, su hermano Salvador entrando en la bañera (detrás, su otro
hermano Vicente, dentro del barco).
Como digo,
fueron estas las vacaciones del “despertar”, durante las que
conocí a “C”; la mujer más guapa que había visto jamás.
Estuve intentando conquistarla a diario; pasando un verano triste y
compungido al ser una causa perdida, sin poder superar la enorme
diferencia de edad y hasta de talla que había entre ella y yo.
.
IMAGEN,
ABAJO: Chapuzón
de ilusión... . Esta foto fue tomada una
mañana de playa en que el cura de casa (Alfredo) harto ya de verme
melancólico y apesadumbrado por ella, me agarró por las manos y le
indicó a “C” que me cogiera por las piernas, para “bautizarme”
de una vez por todas.
Así me llevaron en volandas hasta la orilla,
con la intención de tirarme hacia las olas, a ver si despertaba y se
me quitaba la tontería que llevaba en la cabeza.
Pero nada, ni con esas se me fue la tontuna; es más, este
detalle de agarrarme por los pies aceleró mi imaginación pensando
que ella quería acercarse a mí... .
Tanto que todavía conservo en el recuerdo el momento en que me
hicieron esta foto, porque habían sido unos segundos de “ilusión”,
en los que por primera vez pude tocarla.
Desde
que la vi, aquella mañana a finales de julio, permanecí pensando
cómo conquistarla y cada día tramaba una nueva estrategia. Hice
todo tipo de imbecilidades, tantas como para aprender a tirar
bocanadas de aros con el humo del tabaco -intentando impresionarla-.
Ensayaba a escondidas con pitillos robados al cura de casa, para
hacer las mejores onditas de humo imaginadas. Pero en el camino y
antes de lograr unos aros que merecieran la pena (para enseñárselos
a “C”); fui descubierto durante
aquellos entrenamientos. Me pillaron en el cuarto de baño,
cigarro en mano y en mitad de una humareda. Cuando me encontraron
en ese trance, no había forma de explicar que no fumaba, que tan
solo ensayaba para hacer ondas perfectas... . Los azotes fueron
meritorios y el castigo de varios días sin ir a la playa solo me
dolió por no verla; solo por eso. Aunque a los pocos días -ya
perdonado- regresé a las arenas mediterráneas, con el rostro
preocupado, pero muy varonil; esperando que ella se me acercase.
Aquella diosa llamada “C” vino y me preguntó qué me había
pasado; a lo que contesté:
-“Ya
ves. Es que a los hombres nos gusta fumar y esta gente de mi casa no
se da cuenta que soy ya un tío hecho y derecho... . Me castigaron.
Si me dejas un pitillo, te enseño las ondas que sé hacer con el
humo; te van a encantar”-..
.
Le
dio la risa; vi todos sus dientes como perlas finas, enjoyadas y
brillantes. Me di cuenta entonces de que no era solo una mujer, era
una nube convertida en ser humano... . Luego me dijo que ni se me
ocurriese coger más un cigarro, que me iba a quedar enano. Lo que me
dejó preocupado, pues se refería claramente a nuestra distinta
altura; una diferencia -que unida a la edad- hacía imposible
conquistarla. Pero no desistí y al poco tiempo me hice amigo del
niño más macarra de la playa, para poder impresionarla con lo que
aquel chaval tan retorcido me enseñase. Era un chico mayor que
yo (de unos catorce años) que tenía un fusil de pesca submarina,
con el que sabía cazar pulpos y hasta morenas. Le prometí amistad,
para que me adoctrinase con el fin de impresionar a las mujeres y él
me pidió a cambio que vigilara sus apneas desde la orilla. Así me
convertí en su centinela, mientras él entraba en el mar con sus
aletas, gafas y tubo; esperando en la playa por si le ocurría algo.
Mi misión era estar alerta hasta que aquel valiente saliera de las
profundidades marinas, con un pescado ensartado. Le seguía a
todas partes, explicando a unos y otros que mi nuevo amigo era un
héroe capaz de atravesar de un flechazo a los tiburones. Así
lograba que me dejase tirar algunos arponazos con su fusil;
practicando en el arte del submarinismo, para que alguna vez “ella”
lo viera.
.
Después
de hacer a ese chaval muchos días la pelota y permanecer de
vigilante más de una semana, me atreví a contarle mi verdadera
historia de amor: Le narré que necesitaba su ayuda para impresionar
a una bella fémina mayor que yo; a la que quería enamorar
ofreciéndole un ejemplar ensartado en un arpón, diciendo que yo
mismo lo había pescado. Por lo que él me tenía que dejar durante
un momento su arma, con algo importante allí pinchado. Aquel chico
quiso conocerla y vino al toldo para que yo señalase en secreto
quien era esa “C” mágica. Al verla tan mayor para mí, le dio la
risa y me dijo -“Estás `pirao´; tío”-. Algo que me dolió
mucho, pero que no me hizo desistir; pues sabía que los grandes
proyectos jamás fueron comprendidos en sus comienzos (tal como había
sucedido a Colón o a Galileo). Así le convencí de que me dejara
el arpón con una buena pieza allí pinchada y mi amigo el macarra,
accedió a hacerlo -entre risas y bromas acerca de mis
posibilidades de enamorarla...-. En una de sus inmersiones cazó
una anguila (que por entones proliferaban en toda la zona de
Sierra Helada) y me dijo que fuera a enseñársela rápidamente a
mi amada, para que la viera recién sacada del mar. Así lo hice.
Corrí por la playa a toda prisa para que aquel pobre bicho
ensartado -que se retorcía en el pincho- llegase vivo hasta el toldo
donde estaban todos. Pero antes de que eso sucediera oí una voz
detrás de mí, que decía:
-“¡A...ngel!.
¿Qué haces con ese arpón?”-.
.
.
Era
mi madre, que paseaba por la orilla con otras personas; quienes se
pusieron a chillar al verme con un tenedor de cinco estrellas más
grande que yo y con la anguila allí pinchada (cual una mierda en
un palo...). Me quedé lívido. Aquello no podía ser verdad... . No
podía volver a sucederme algo como lo del tabaco y las ondas... .
Pero tristemente fue que sí; porque en las playas todo está cerca y
todo se ve. Así que pronto corrió la voz de que yo era un
gamberro, que frecuentaba amistades macarras y que me paseaba por la
orilla atemorizando a la gente, con una anguila atravesada y
retorciéndose en su agonía. Ni siquiera pude llegar hasta donde
estaba “ella” y enseñarle el tesoro que le llevaba. Mis
familiares me obligaron a regresar con mi amiguito el submarinista y
le advirtieron que no volviese a tratar conmigo, que yo no tenía
años para andar con fusiles (ni de pesca, ni de caza). Tras ello
y después de devolver la anguila y el pincho a su dueño, me tomaron
de nuevo por un brazo y fui castigado un día sin bajar a la playa.
Principalmente, para que jamás tratase con aquel niño “chorizo”
que ensartaba pulpos o peces -sin licencia ni edad para ello-, en un
lugar donde la gente se bañaba y tomaba el Sol.
IMAGEN,
ARRIBA:
Subido
en una pelota gigante, haciendo
“circo”. Como digo, aquel
verano del 70, no paré de hacer idioteces para ver si conquistaba a
mi amada. Aunque ella midiera cuarenta centímetros más, o fuera
seis años mayor que yo; no desistía en mis intentos y cada día
inventaba una nueva bobada. Una
de ellas, esta de subirme a una pelota y llegar a ponerme de pie,
hasta que terminaba con mis “cuernos” en la arena. Las caídas
eran morrocotudas y a veces muy dolorosas, pero como “ella” se
acercaba siempre para socorreme; aquello ni dolía, ni importaba.
.
IMAGEN,
ABAJO: Mi
padre haciendo el “pino buñolero” que había inventado. La
foto es de un verano anterior (1969) y a
su lado están: Luis Beloqui -en primer término- y a la derecha, mi
hermano Mario (con unos diecisiete años).
Mi espíritu circense, en gran parte lo heredé de mi progenitor; al
que le encantaba impresionar con “actuaciones” curiosas.
Una de las cosas que practicaba era el “auto-yoga”; consistente
en posiciones de esta disciplina, creadas por él. La que más le
relajaba era este “pino buñolero”, cuya postura perfecta debía
semejarse un buñuelo de mesa.
Así le vemos, en plena ejecución de aquel pino que se hizo famoso
en la playa, pues nadie lograba imitarlo; debido a que había que
sostenerse sobre un lateral del cuerpo, desparramado e inverso.
Durante
el invierno también se relajaba en casa o en el trabajo haciendo el
pino buñolero; en su “estudio” y sobre una alfombra para esos
menesteres.
.
Acerca
de esa oficina de mi padre (estudio sito entonces en Villa 1, Madrid)
me contaron algunos de los que trabajaban allí, el modo en que
examinaban a las mecanógrafas -para aceptarlas-. Diciéndome que mi
progenitor tomaba la guitarra y que ayudado por Luis Beloqui, se
ponían ambos a cantar flamencadas. Entonando una letra que solo
decía:
-“Madre
mía, madre mía... Madre mía, madre mía... Madre mía, madre
mía....”-.
A
su lado, la examinada iba tomando nota de lo recitado y tras acabar
la melodía y el cante, contaban el número de “madre mías”
anotados a máquina. Si coincidía con los que el tempo y el ritmo
mandaba... . La aspirante era aprobada como mecanógrafa.
Harto
ya de mis fracasos y de que todo intento para encandilar a aquella
belleza terminase en desastre; decidí explicarle lo importante que
iba a ser yo, cuando cumpliera unos años más. Pues visto el
poco éxito que lograba con “C” en mis pequeñas heroicidades,
pensé que lo mejor sería contarle el gran futuro que le
tendríamos juntos, si ella era capaz de esperarme unos años. Para
asesorarme bien, eché mano de mi primo Angel Monmeneu; quien
conquistaba a las mujeres más preciosas que yo jamás había visto
(recuerdo que por entonces tenía una novia llamada Carmen que era
“de cine”). Con ese fin, en la playa hablábamos durante horas y
él tenía paciencia para aconsejarme; contándome métodos y formas
para ligarse a la que te gustaba. Además sucedió que en
esos días fuimos a ver una película de Alfredo Landa titulada “Una
vez al año, ser Hippy no hace daño”, en la que explicaban que el
mejor método de conquistar mujeres era ser playboy. Así que tras
terminar la proyección en el cine de verano, yo ya había decidido
mi vocación futura y salí de allí comentando a “ella” que yo
iba a ser el mejor playboy del Mundo; que me esperase unos años.
.
Ante
aquella nueva idea mía, el cachondeo generalizado de mis hermanos y
primos era de cuidado. Sin poder parar de reírse al escuchar que yo
iba a meterme a playboy para ligarme a “C” -como el que
ingresa en un convento para buscar a Dios-. De tal modo, al día
siguiente no paraban de hacerme preguntas sobre mi futura
profesión... . Y es que yo no sabía nada sobre la función de un
playboy; pero sin conocer en qué consistía su labor, había oído
en el cine que eran quienes más ligaban y por eso quería
dedicarme a ello de mayor. Así volví a consultar con mi primo
Angel acerca de todo aquello. Él, un poco harto de mis chorradas, me
dijo que parase de hacer el ridículo. Que con esos
planteamientos no iba a lograr más que llamar la atención por bobo
y que no me iba a ligar ni a “ella”, ni a ninguna otra en mi toda
vida. Que me iban a tomar por idiota. Yo, sin comprender nada de
lo que sucedía, le pregunté los por qués de tantas risas a mi
propuesta de ser playboy de mayor. A
lo que mi primo Angel Monmeneu contestó:
.
.
-“Pero
para ser Play Boy tendrás al menos que tener un coche bueno... .
¿Digo yo?. Un descapotable... . A ver: ¿Qué coche crees que vas a
poder comprarte en unos años?”-.
Yo le
respondí rápido y con seguridad:
-“Un
Seat Coupé. ¡Descapotable!”-.
Su cara
de asombro fue todo un poema. Me miró, como el que observa una
medusa secándose (con más asco que interés) y luego dijo en tono
adusto:
-“Sí
claro. Vas a ser el primer playboy cateto. Iniciador de la saga de
los playboys garrulos en España... . ¿Un Seat Coupé?. ¡Tú estás
mal, chaval!”-.
.
Tras
decir aquello, mi primo Angel se dió la vuelta en la playa y se puso
a dormir, mientras me decía que no le diera más la lata. Yo me
quedé herido y perdido; completamente anómico y sin saber por
qué no podía comprarme un Seat Coupé, si era un descapotable y con
linea aerodinámica... . Luego me di cuenta del fallo: El pescadero
(José) tenía ese coche y la gente era muy clasista en España... .
Al fin y al cabo mi único error ante su pregunta fue tan solo no
saber nada de marcas; si hubiera sido algo más docto en mecánica y
automóviles, seguro que le hubiese contestado bien a mi primo. Nada,
era un fallo sin importancia y yo seguí pensando en aquello de ser
playboy, preguntando a otros qué coche era el más adecuado -con el
fin de ir preparándome para esa profesión-.
ARRIBA:
Una
imagen compuesta, donde podemos ver a ambos lados aquella “bella”
que me rompió el corazón en verano de 1970. En medio, una foto mía
que mandé me hicieran justo después de teñirme el pelo, para
gustarle. Más
abajo narro los motivos que me llevaron a cambiarme de color la
melena, todo lo que supuso un nuevo cachondeo en casa. Si observamos
la imagen con detenimiento, se ve que ya tengo el cabello rojizo;
porque está tomada justo antes de que se secase el agua oxigenada.
La foto no tiene desperdicio, ya que para hacérmela me puse hasta la
camisa “hippy” (comprada en el puesto ibicenco del mercadillo).
.
ABAJO:
Junto
a Platón; un perrito de mi hermana que en esos días de soledad y
angustia era el único que no se reía de mí.
Pero
pasaban los días y “ella” seguía sin venir conmigo; siquiera me
miraba como yo quería. Además, me trataba como a un niño y eso se
me hacía insoportable. Así que para conocer sus preferencias y
debilidades decidir callar y escuchar cuanto hablaba con mis hermanas
y mi prima, por ver si podía llegar a enterarme cuales eran sus
gustos. De ese modo fue como la oí un día comentar que le
encantaban los hombres rubios... . Algo que de nuevo me rompió el
corazón; pues yo -como mucho- era castaño oscuro (y eso durante los
veranos). Todo lo que otra vez añadía un defecto en contra mía:
Primero la edad, luego la altura y ahora esto de que “ella” los
prefería rubios... . Se me hacía la vida insoportable durante
aquellos días y tan solo encontraba ya el amor entre los perros;
pues toda mi familia andaba cachondeándose de las bobadas que
durante ese verano hacía. Día tras día, fuera donde fuese y
viniera quien viniese; era yo el hazme-reír de cuantos se acercaban
a mi casa (que fueron muchos). Unos y otros preguntaban por la última
idiotez que se me había ocurrido y estaba en boca de todos historias
como lo de la anguila, el tabaco o lo de ser playbloy... .
.
Así
que en un último intento y a la desesperada, cuando casi terminaban
las vacaciones, decidí teñirme de rubio. Y sabiendo que las
chicas se echaban agua oxigenada en los pelitos del brazo, para
aclararlos y que no se vieran. Cogí el bote de ese agua con
oxígeno que había en el botiquín y me lo vertí enteramente en la
cabeza. Luego, pedí a mis hermanas que me hicieran una foto, y ellas
me la tomaron -sin sospechar nada-. Aunque mi intención con
aquella imagen era perpetuarme en un estado anterior; pues sería ya
la última vez de mi vida en que tendría el pelo moreno. Tras
haber decidido teñirme por siempre de rubio, para gustarle a mi
amada “C”. Así lo hice y a las pocas horas, cuando bajamos a la
playa, la gente empezó a preguntarse por qué tenía yo el cabello
tan rojizo. Unos y otros me lo decían y yo afirmaba que era tan solo
el efecto del Sol. Todos me miraban extrañados y hasta pensaron que
habría entrado en algún lugar del mar, donde me había manchado la
cabeza. Pero al regresar a casa descubrieron aquel bote de agua
oxigenada, completamente vacío y en la basura... . Pronto supieron
el origen de mi color de melena y preguntándome por qué había
hecho eso, me vi obligado a contestar que a “C” le gustaban
rubios y que me había teñido por ella.
.
Mi
madre ponía el grito en el cielo y mis hermanas se despiporraban a
carcajadas, junto a mis primos. Lo peor es que cuando “ella”
llegó, tampoco podía parar de reír y solo comentó: -“¡Pero si
tiene el pelo como una zanahoria!”-. A mí aquello ya me
pareció muy cruel y me sentí solo, abandonado y traicionado. Tanto
que unicamente los perros me resultaban seres buenos. Por su
parte, mi madre dijo que así me quedaba; con la cabeza más roja que
el trasero de un mandril. Y así tuve que entrar a los pocos días en
el nuevo curso del colegio; donde todos me comenzaron a preguntar por
el pelo. No había problema, a mis compañeros bastaba con decirles
que había confundido el bote de champú con uno de agua oxigenada
y nadie se preocupaba por mi tono de melena. Aunque no caí en la
cuenta de que mis hermanas contarían en el colegio la verdad a sus
amigas; quienes venían a mi clase para ver mi pelo como el que
visitaba a un mono de feria (cachondeándose a más no poder).
Fue así como sufrí por amor algunas de las peores calamidades
que había vivido hasta entonces y el modo en que fui el centro de
comentarios para muchos. Tantos, que acabé harto. Así que el primer
día en que vi a “C” ya en Madrid y en una tarde de sábado de
otoño; me acerqué a ella para comentarle -mintiendo-:
.
.
-“¿Sabes?.
Ya estoy enamorado de otra”-.
Lo
dije intentando vengarme, pero tristemente me respondió:
-“Menos
mal. Estábamos todos preocupados”-.
.
Después
de estas últimas palabras; me fui a mi cuarto a lamentarme en la más
absoluta desesperación. Entre pesadumbres y aflicciones me miré al
espejo y me quedé fijamente observando como por “ella” ahora
tenía la mitad del pelo color zanahoria y la otras parte de raíz,
en tono castaño. Habían pasado ya dos meses desde el teñido con
agua oxigenada... . Así fue como comprendí lo ridícula que
resultaba mi persona para todos, sintiéndome el hombre más
desdichado del Planeta.
SOBRE
Y BAJO ESTAS LÍNEAS:
Dos
imágenes del campo Extremeño en la zona que comprende dede Las
Villuercas al Santa Cruz de la Sierra. La foto superior, está tomada
en Las Infantas hace unas cinco décadas;
justo a la salida del portón de la casa, desde
donde se veía al fondo un gran monte llamado Santa Cruz. La
inferior, tiene tan solo dos años y esta hecha desde Cabañas del
Castillo -junto
a Solana de Cabañas, un lugar famoso por la estela tartessia allí
encontrada-. Al
fondo de esta segunda imagen he marcado el mismo monte de Santa Cruz,
donde me contaban hace cincuenta años que había sido enterrado
Viriato; según afirmaban los pastores y Melitón . Siempre
me señalaban hacia aquella cumbre, diciendo que se allí encontraba
la tumba del general lusitano, que había sido pastor y que se las
había hecho “pasar putas” a los romanos. Así
fui aficionándome a la arqueología. Además, pude ver como pasados
los años -sobre 1980- se descubrieron en aquel lugar llamado Santa
Cruz del Puerto, varias lápidas que atestiguan la posibilidad de que
en verdad estuviera allí el sepulcro de Viriato.
Una localización de su tumba que se habría conservado durante más
de dos milenios, en la memoria y en la leyenda entre los lugareños.
.
7-
“ASÍ TIENE QUE SER”:
.
Pudiera
haber terminado este capítulo de mis memorias intitulando su
epígrafe último con otras palabras, como las de: “Conclusión”,
“Final” o incluso “Despedida”. Pero no he querido hacerlo,
pues cuanto he escrito se trata en gran parte del “adiós” a un
familiar y a un buen amigo; a nuestro primo Salvador Monmeneu que
hace muy poco “marchó” de nuestro Mundo. De tal manera, he
querido titular esta parte final con la forma que los japoneses
utilizan para despedirse; diciendo “Sayonara”. Voz nippona que
realmente significa “así tiene que ser”. Una palabra que tan
solo pronuncian cuando se marchan, sabiendo que tardarán mucho en
volver a verse; pues cuando pronto coincidirán, simplemente se dan
un “hasta pronto”. De tal manera, así fue y “así tuvo que
ser”, el camino hacia el más allá de nuestro primo. En una ida
que emprendió ya sin retorno y en la que esperamos algún día
podamos volver a vernos (al menos coincidir).
.
Mientras
tanto le recordamos y recordaremos, junto a las historias que vivimos
con él y los suyos. Habiendo sido algunas de las más divertidas,
aquellas que sucedieron en los veranos de Altea y Benidorm durante
los años cercanos a ese 1970, cuando la mayoría no podía parar
de reír de cuantas imbecilidades yo hacía. Pese a todo, cuanto pasé
de niño me sirvió para forjarme un tipo de personalidad, que es la
que tengo; plenamente de diletante, pero con algunos matices
distintos de las comunes. Tanto fue así, que a través de cuanto me
contaron en Extremadura acerca de los romanos y de Viriato, surgió
mi interés y curiosidad por la arqueología. Habiendo llegado a
poblar internet con miles de páginas y centenares de artículos
sobre Tartessos (4) . De
igual manera, el interés de mi hermano por la pintura, la escultura
y la arquitectura; me llevó estudiar muy diferentes artistas y sus
obras. Tanto como su afición y la de mi madre por las antigüedades,
hicieron que escribiera numerosos estudios sobre estos temas
(5) . De mis hermanas surgió estudiar guitarra;
habiendo llegado hasta mi maestro gracias a Ma.José. El maestro
Posadas, con el cual estudié una década, para echar a componer de
modo autodidacta (sobre los dieciocho) y a dar conciertos
posteriormente. Hasta el punto de estrenar mis obras en París a los
veintitrés años y llegar a Japón poco después, donde presentaba
ya mi repertorio junto a Paco de Antequera (6)
. Finalmente, la pasión de mi padre por el Flamenco
me llevó a interpretar ese folklore y a estudiarlo de un modo
profundo (7) . Tanto como
el interés de mi progenitor por las religiones; hizo que me
internase en la mitología y en la historia de las creencias; de
donde nacen gran parte de mis estudios sobre Tartessos y otras
investigaciones como las que incluyo en cita (8)
.
.
Por
último añadiré que también mis investigaciones sobre “iberismo”
partieron de ese interés por la arqueología y por Viriato que me
inculcaron en Extremadura y en mi casa (9)
. Aunque de mis vivencias en los pueblos, nacieron mis
LEYENDAS DE LA MOTA DEL MARQUÉS (10) .
Donde conjugo cuanto aprendí de Historia, con aquello que fui
viendo mientras viajaba de un lugar a otro -principalmente junto a mi
mujer, con la que he recorrido aproximadamente millón de kilómetros;
estudiando visitando y fotografiando, casi toda España-. Para
terminar, diré que algunas de las cosas que escribo y que tienen
mayor éxito proceden simplemente de cuanto vi y viví de niño, de
mis recuerdos de familia o de mis experiencias en el extranjero.
Recogidas en su mayoría en este blog llamado AÑORANZAS, RECUERDOS Y
SEMBLANZAS, que ha superado los setenta mil lectores -y en otro
donde incluyo tan solo anécdotas y asuntos de humor (11)
-. Debido a ello, e de agradecer a todos los que me rodearon,
cuanto me enseñaron y lo que me hicieron sentir; en especial a las
personas más cercanas y a mi mujer (Chiho) que con paciencia de
japonesa ha sabido aguantar un “personaje” como yo a su lado.
Todo lo que narro, hizo que un día comenzase a escribir mis
vivencias, mis conocimientos o mis ideas; en su mayoría nacidas de
cuanto aprendí junto a mi esposa o me fueron inculcando en mi casa y
entre mis primos. Aunque cada vez que “se nos va” uno de los
que me enseñaron a vivir; me queda un vacío que tan solo intento
suplir con estos recuerdos que aun puedo memorizar y con cuanto
redacto sobre él.
SOBRE
ESTAS LÍNEAS: Dos
fotos recientes de Las Villuercas;
la primera, un rebaño de cabras y mi mujer (Chiho) junto a Solana de
Cabañas. La siguiente, charcas en la primavera extremeña
(Aldeacentenera, junto a Madroñera).
.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Dos
fotos
del río Almonte, donde íbamos de niños a pescar.
La primera a su paso por las cercanías de Berzocana (población
famosa por su tesoro pretartéssico, del siglo IX a.C.). La
siguiente, el paso del Almonte por Aldeacentenera, en cuyo puente
gótico pescábamos -Aldeacentenera es también conocida por hallarse
allí un famoso castro celta vettón-.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Dos
imágenes más
de
Extremadura:
Primeramente, mi mujer mostrando frente al monasterio de Guadalupe un
“pan” típico del lugar; a continuación una de las torres de
Trujillo.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Fotos
de Trujillo:
El castillo y bajo esta, vista subiendo hacia ese castillo. A
lo lejos vemos la famosa montaña de Santa Cruz, donde se dice que
está enterrado Viriato. Mucho más cerca y tras la torre, las
tierras de Las Infantas, en Madroñera
-a unos cuatro kilómetros de distancia de Trujillo-.
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Primeramente,
una vitrina del Museo Arqueológico Nacional
-al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. En ella podemos
ver
entre otros tesoros de la Edad de Bronce (final), los
dos torques hallados en Berzocana
-que he marcado con una B.-. Posteriormente,
una imagen mía actual tomando fotografías de las estelas tartessias
e ídolos guijarro, en el Museo Arqueológico de Cáceres
(al que agradecemos nos permita divulgarla).
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Un
dibujo mío del Puig Campana; la gran montaña situada tras Benidorm,
que siempre me llamó la atención. Pues
observándola desde niño, vi como
parecía artificial aquel “diente” perfectamente cortado en su
centro.
Con el paso de los años, me propuse estudiarlo y pude comprobar que
quizás
se había horadado sirviéndose de agua y calor; rompiendo aquel
trozo de la montaña con hogueras y seguramente aprovechando una
hendidura o roto inicial
(una gran grieta existente en la cima). Así pudieron tallar con
una forma casi perfecta ese trozo cortado del Pico Campana; que
además es el monte más alto de nuestra península, próximo a la
costa.
Después supe que en
sus faldas (junto a Villajoyosa) estaba uno de los santuarios
ibéricos de origen griego más importantes de mundo ibérico
-el Tossal de la Madelleta-.
.
Finalmente
y tras algún tiempo estudiándola, deduje que se trataba de un pico
sagrado y situado justo a la misma altura que el monte Parnassos en
Grecia.
Cuya latitud es exactamente igual (con una diferencia de apenas dos
segundos -tres kilómetros aproximadamente-). Hubo
quienes me preguntaron cómo los griegos
(asentados en su colonia de Alonis -Villajoyosa-) pudieron
calcular que este punto estaba a en linea exacta de paralelo que el
Parnassos. Ante lo que contesté: Simplemente midiendo las sombras en
una igual fecha;
debiendo ser la longitud de la sombra igual, un mismo día.
Finalmente,
nos queda otra incógnita y misterio, pues aquel diente perfectamente
tallado en el Pico Campana (Puig Campana); parece de origen
megalítico y cuando menos de la Edad del Bronce Alto. Aunque el
culto al Parnassos como montaña desde la que se divisaba todo el
litoral girego, igualmente comenzó hacia el 2700 a.C.
(12) .
BAJO
ESTAS LÍNEAS: Pizarra
del siglo V al IV a.C. encontrada en el Cabezo de Almoroquí;
Madroñera (propiedad
del Museo Arqueológico de Cáceres, al que agradecemos nos permita
divulgar nuestra imagen).
Está inscrita con caracteres tartessios -en alfasilábico
turdetano-; sistema de escritura más antiguo aparecido en la
Península Ibérica. Allí,
en Madroñera y junto a este Cabezo de Almorroquí, jugué de niño y
pasé mis mejores momentos. Muchos de ellos soñando sobre Viriato y
acerca del pasado, pensando que algún día descubriría algo
importante en esta tierra.
Como
decíamos, este capítulo es en gran parte una despedida. Aunque en
la vida todo es un adiós constante. Pues el mismo hecho de escribir
acerca de un momento y unos recuerdos, significa que aquellos ya han
cristalizado y hemos de abandonarlos -allí redactados-. Que al menos
yo, ya no podré volver a narrarlos; so pena de quedar como un
pesado. Todo lo que hace de esta parte de mi vida, una materia ya
petrificada. Como si aquella resina que hasta no hace tanto todavía
fluía, se hubiera endurecido y detenido definitivamente; quedando
convertida en ámbar. Una parte momificada ya de mi pasado, donde
inevitablemente los recuerdos permanecerán por siempre aprisionados
y ni siquiera podrán cambiarse. Por todo ello, lo mejor es regresar
al presente; al día a día, que al menos provoca el sueño de los
justos y no el despertar de los enajenados:
.
Siendo
así, recordaré aquel viaje en que Salvador mi primo apareció en
Japón; junto a su sobrino, Luis Beloqui y la mujer de este último
-Mónica Castilla-. Decidieron ir por su cuenta haciendo turismo
y tras unos días de experimentación recibí una llamada de Luis. Me
comentaba que estaba todo muy bien, pero que tenía algunas
dificultades de adaptación. Le aconsejé que no se preocupase, que
se hiciera con un teléfono móvil y que en cualquier circunstancia o
situación difícil, se pusiera en contacto; hasta si no encontraba
un WC. Rápidamente me contestó que no tenía problemas para saber
dónde estaban los baños, pero lo que no llegaba a acertar era cómo
se “hacía aquello”, en un agujero de esas características y
proporciones. Pronto me di cuenta que se habían ido a un lugar
totalmente japonés, de montaña; donde los lavabos eran a la antigua
usanza. Careciendo de retrete común y teniendo el sistema nippón
clásico, a modo de boquete en el suelo (todo lo que a un occidental
puede horrorizarnos). Así, le expliqué cómo había de ponerse de
cuclillas, mirando precisamente al lado contrario del que uno
pensaba; pues esos WC diabólicos parece que están diseñados al
revés. Al rato volvimos a hablar y me comunicó que como mide casi
dos metros y no entraba en el habitáculo, se había agarrado a lo
que parecía un pasamanos. Pero que la barra había comenzado a
ceder, soltando agua y tuvo que salir corriendo... . Evidentemente,
aquello no era era un asidero sino la tubería del agua. Yo no me
atreví a preguntar si cuando salió huyendo del Titanic, se acordó
de tirar de la cadena... .
.
.
Debido
a ello, le aconsejé que comentase cuantas dudas tenía -o lo que no
supiera-, con las personas del alojamiento donde estuvieran. Ante lo
que me dijo que no tenía costumbre de dar la lata en los hoteles.
Extrañado, le pregunté por qué y contestó que unos amigos suyos
habían protestado una vez durante un viaje -de manera un tanto
exagerada- y tuvieron un triste percance. Me contó que les sucedió
cuando todavía las máquinas de fotos eran de papel y había que
revelar las imágenes. Viajaban junto a estos que se enfadaron con
una persona que limpiaba el apartamento y a quien la dirección del
aparthotel amonestó gravemente, por la queja que sus amigos
presentaron. Al regresar a España, todos revelaron sus carretes y
apareció entre las fotos una en que aparecía un culo desconocido;
en primer plano, de lado y con varios cepillos de dientes dentro... .
Tardaron unos minutos en entender qué significaba aquello; hasta que
comprendieron era la venganza del amonestado por sus amigos. Así que
él prefería hacer amigos en los hoteles. Lo comprendí
perfectamente; además me acordé de unos conocidos de mi madre que
siempre presumían de que sus empleadas domésticas eran encantadoras
y educadísimas. Que aquellas chicas extranjeras jamás ponían una
mala cara, ni se quejaban (aunque se las regañase). Pero que tras
varios años en la casa y después de una fuerte bronca a gritos de
la señora; las encontraron meando silenciosamente dentro de la
sopera -eso sí; muy calmadas y sin un mal gesto-.
.
Por
cuanto narro, no quise enterarme de muchas de sus correrías y de los
problemas que sufrían por Japón, esperando que llegaran a
visitarnos. Fuimos a pasar con ellos un par de días a Kawaba, un
balneario famoso de la zona y Luis Beloqui pudo conversar con mi
cuñado japonés durante horas... . Ello sin necesitar utilizar una
sola palabra; bastando hacer gestos con el taponcito del vino, cada
vez que abrían una nueva botella. Después, tras cuatro o cinco
horas de conversación hispano-japonesa gestual, fuimos a dormir. Lo
hicimos en las clásicas habitaciones de tatami con futón, donde los
ronquidos de vino y marisco se oían más que los pajaritos del alba
nippona. Finalmente, regresaron a España; tras varios días de viaje
y una noche de karaoke, en la que Luis Beloqui (hijo) terminó muy
disgustado porque alguien le dijo que no cantaba nada bien... . Y
eso... . ¡Eso le llegó al alma...!.
IMAGEN,
ARRIBA:
Una
fotografía que ya había publicado y en la que estamos
en Kawaba, hace unos diez años. De derecha a izquierda: Primero, mi
cuñado japonés (Ishizeki); tras él, Luis Beloqui (esperando al
vino para darle consejos sobre qué hacer con el corcho); al fondo,
su mujer (Mónica Castilla). A la izquierda y frente a Mónica, mi
primo Salvador; finalmente yo con
unas pinzas sobre la bandeja. Por cierto, el tono coloradito de todos
se debe al calor del balneario... .
.
IMAGEN,
ABAJO: Ángela,
la hija de Luis Beloqui y Mónica Castilla, con su madre mirándola
mientras la viste de japonesa. La niña tenía en esta foto apenas
tres años y ya iba a la guardería contratada como relaciones
públicas de la empresa. Famosa por quedarse menos quieta que el
precio de la gasolina, creemos que es el futuro de la familia. Un
futuro de España incierto; tanto que cuando me preguntaron un día
en Japón cómo se arreglaría nuestro país, me quedé pensativo y
dije:
-“Con
un presidente de gobierno chino; porque me parece que los chinos son
los únicos que trabajan”-.
-----------------------------------------------------
CITAS:
-----------------------------------------------------
(1):
MILENARISMO
(Diccionario RAE):
1- Creencia en que existirá sobre la Tierra, antes del día del juicio final, un reino de paz establecido por Jesús que durará mil años y será benéfico y pacífico.
2- Creencia según la cual el fin del mundo iba a tener lugar en el año 1000 de la era cristiana.
PARA LOS INTERESADOS, VER: http://www2.uned.es/temple/milenarismo.htm
1- Creencia en que existirá sobre la Tierra, antes del día del juicio final, un reino de paz establecido por Jesús que durará mil años y será benéfico y pacífico.
2- Creencia según la cual el fin del mundo iba a tener lugar en el año 1000 de la era cristiana.
PARA LOS INTERESADOS, VER: http://www2.uned.es/temple/milenarismo.htm
(2):
Esta
historia sobre Alfonso XIII y los Hispano Suiza me fue relatada por
mi madre. Quien contaba que un día en una visita del rey a los altos
hornos de Sagunto apareció luego en la casa de los ingenieros.
Queriendo conocer las instalaciones, fue a visitar hasta las cuadras
y allí encontraron (comitiva y monarca) a mi madre, con unos diez
años y vestida con un kimono, adorando a las cabras diciendo que
había inventado una religión... . El castigo fue peor por herejía
que por haberle robado un kimono a su madre, con el que cantaban
Madama Butterfly
(3):
Recordemos
que se entendía por “bisonte” aquella mujer “nórdica”
(inglesa, del centro o norte de Europa) con más de sesenta años y
ochenta kilos de peso; que pasaba grades temporadas en esta zona de
Levante. Viviendo sola -o con amigas- y con bastantes recursos
económicos, tras haber enviudado, haberse jubilado o separado.
Un especimen que el "macho ibérico" de los años sesenta
"cazaba" y capturaba en las playas y terrazas de lugares
veraniegos, con el fin de beneficiarse de sus carnes y de sus
rentas... .
(4):
PARA
LOS INTERESADOS EN VER MIS ESTUDIOS ACERCA DE TARTESSOS, PULSAR:
O
BIEN EL ÍNDICE DE ENTRADA EN TARTESSOS Y LO INVISIBLE EN EL ARTE:
(5):
Tengo
varias publicaciones dedicadas a vida y obra de pintores, destacando
mi biografía de Pedro Berruguete.
PARA
LOS INTERESADOS VER:
(6):
PARA
QUIENES DESEEN ESCUCHAR MI OBRA, INTERPRETADA POR MÍ;
RECOMENDAMOS
PULSAR:
https://www.youtube.com/watch?v=Nw1g-OKTqyQ
IGUALMENTE PODEMOS OIR HESPERIS I, II Y III, BASADA E INSPIRADA EN TARTESSOS:
https://www.youtube.com/watch?v=zs75YCxbad4
https://www.youtube.com/watch?v=jRVNaGa3wx0
https://www.youtube.com/watch?v=M6EzpQyy2Qc
Tras lo que invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
PULSAR SOBRE SUS ENLACES:
https://www.youtube.com/watch?v=NV8uqxKW434
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
IGUALMENTE PODEMOS OIR HESPERIS I, II Y III, BASADA E INSPIRADA EN TARTESSOS:
https://www.youtube.com/watch?v=zs75YCxbad4
https://www.youtube.com/watch?v=jRVNaGa3wx0
https://www.youtube.com/watch?v=M6EzpQyy2Qc
Tras lo que invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
PULSAR SOBRE SUS ENLACES:
https://www.youtube.com/watch?v=NV8uqxKW434
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
https://www.youtube.com/watch?v=oM_vIP7Ryyk
(7):
-FLAMENCO,
ARQUEOLOGÍA Y PRE-FLAMENCO
(antes que el pueblo gitano desarrollase este folklore)
http://historiasdelflamenco.blogspot.com.es/
(antes que el pueblo gitano desarrollase este folklore)
http://historiasdelflamenco.blogspot.com.es/
(9):
Ver:
SOBRE
LOS TEXTOS IBÉRICOS (dos
blogs):
http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/
http://sobrelostextosibericos.blogspot.com.es/
http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/
http://sobrelostextosibericos.blogspot.com.es/
(10):
Ver:
LEYENDAS
DE LA MOTA DEL MARQUÉS más de 29.000
lecturas
http://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com.es/
http://leyendas-de-la-mota-del-marques.blogspot.com.es/
(11):
Ver:
DEL CIPANGO AL SPANGO
http://delcipangoalspango.blogspot.com.es/
(12):
PARA
TODOS LOS INTERESADOS EN CONOCER MIS ESTUDIOS SOBRE EL PUIG CAMPANA
VER:
ALTARES
TARTESSIOS, CULTOS CTÓNICOS Y CRISOLES (Capítulo 103 de: "Los
bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo")
SECRETOS
DE LOS ORÁCULOS (Capítulo 106 de: "Los bueyes de Gerión en el
Tesoro de El Carambolo")
SMITHING
GODS: HERRREROS, ALQUIMISTAS Y DIOSES ENJOYADOS (Capítulo 104 de:
"Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo")
OMPHALOS,
MERIDIANOS Y PARALELOS EN LA ANTIGÜEDAD -los santuarios ibericos y
su situación en el Grado 38,5º Norte- (Capítulo 105 de: "Los
bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo")
PUNTOS
GEODÉSICOS Y PIEDRAS MEGALÍTICAS: OMPHALOS Y MARCAS DE ORIENTACIÓN
(Capítulo 107 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El
Carambolo")