Muchas gracias a quienes así lo hagan.
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Sobre este párrafo: Retrato inacabado de Julián Cortés - Cavanillas, pintado por Betsy Westendorp hacia 1985-1986 (ver www.betsywestendorp.com). Poco después de esta fecha, Julián comenzó a sufrir enfermedades que le impidieron ir a posar, para que la pintora terminase la obra. Recuerdo que Betsy se portó maravillosamente con el escritor y periodista; como una gran amiga, siempre atendiéndole, con mucha cortesía y sobre todo en la última etapa de su vida (cuando Cortés-Cavanillas estaba enfermo y apartado de las élites, a las que antes había pertenecido).
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BAJO ESTAS LINEAS Y SOBRE ELLAS: Un ejemplar del libro sobre Alfonso XII escrito por Julián y que me dedicó al poco de entablar amistad. Le conocí hacia 1977 en casa de Betsy Westendorp, pero no sería hasta 1985 cuando volví a verle; tras ello Cortés-Cavanillas, se aficionó a venir semanalmente a comer a casa de mis padres y a tener tertulias allí. De él debo decir, que -tal como mis padres y hermanos afirmaban-: Era una de las personas más educadas y más agradables que nunca habíamos conocido; un tertuliano nato, siempre con una sonrisa y una anécdota curiosa en cada conversación. Se hizo tan acostumbrada su visita a casa, que tristemente nunca nos hicimos fotos con él (algo que siento profundamente, pues por aquel entonces Julián era un viejecito divertido y entrañable, que a mi mujer le encantaba, ya que siempre le contaba anécdotas de su viaje y experiencias en Japón -junto a los reyes-).
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Si alguien he conocido educado y leal, este ha sido Julián Cortés-Cavanillas. Lo que digo tiene un doble valor: Primero porque vivo en Japón, donde la lealtad y la educación se lleva a límites "insospechados". Segundo, porque nunca he sido monárquico (tampoco republicano). Por ello, la admiración que me despertó Julián -un hombre entonces, de una ideología distinta a la mía-, goza de un verdadero mérito por su parte. Y es que Cortés-Cavanillas era un hombre de otra época, con el que incluso, pude comprender por qué -o cómo-, el padre de mi madre (y sus hermanos) adoraban a Alfonso XIII..
Como digo, mi abuelo y sus hermanos tenían pasión por Alfonso XIII y algunos en la familia (muchos, incluso tras haber sido "liberales"). Pero para mí era un rey que tristemente nada me complacía y así se lo hacía saber al pobre Julián, quien fue uno de sus más cercanos colaboradores, y hasta amigo... . Nunca se molestó por aquello y me explicaba una y otra vez anécdotas y razonamientos sobre su reinado, defendiendo a quien él tanto quería, con la mejor cara y con la mayor educación. Recuerdo -por aquel entonces, en mi juventud-, que le manifestaba entender como Isabel II levantaba algunas pasiones, porque era de "pura raza ibérica" y un personaje interesante. Tan amada por su pueblo -y tan odiada en otras ocasiones-; con una vida de las más tristes que nadie pueda tener y rodeada de gente que se solo se aprovechaba de ella, resultaba un monarca intersante. Incluso, le explicaba a Julián, que comprendía a los admiradores de Alfonso XII: El rey del romanticismo, de la meticulosidad y la "pandemia" de un fin de época, que entonces toda Europa vivía . Pero me costaba creer que Alfonso XIII hubiera sido un gran rey, como Cortés-Cavanillas afirmaba. Él, una y mil veces, me explicaba los motivos por los que este monarca pudo ser una de las causas vitales para mis abuelos y sus hermanos. Tanto que el padre de mi madre dicen que fué apresado y muerto en el 36, fundamentalmente por manifestar su lealtad a la Corona; mientras poco antes, mi abuelo paterno puso por nombre a su hijo, nacido en el año 1931: Alfonso. -Eso, que algunos, anteriormente habían tenido ideas muy liberales...-.
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Pero pasemos a Julián Cortés-Cavanillas, a quien recuerdo perfectamente como y dónde lo vi por primera vez (debió ser hacia 1978, porque yo aún no conducía y tuve carnet en 1979, tras cumplir los dieciocho). Me acuerdo que fué un sábado, a altas horas de la noche. Sonó el teléfono y me llamaba Betsy Westendorp, pidiéndome si me podía acercar hasta su casa con un disco de música polaca (de los siglos XV y XVI), en el que yo había encontrado por aquel entonces los acordes que posiblemente eran el origen de la Marcha Real (o de Granaderos). Me dijo Betsy que alguien quería escucharlo y se trataba de una persona con la que habían cenado allí ("un señor muy importante, recién llegado de Italia", literalmente), que investigaba todo sobre la Casa Real. Estaban hablando sobre música, y se había quedado muy interesado por ver si era verdad que el himno pudiera estar entre las partituras polacas del siglo XV (como yo entonces afirmaba....). Pedí a mi hermano que me llevara hasta la casa de la pintora y así conocí a Julián Cortés-Cavanillas, cuando todavía él era un periodista y escritor famosísimo. Oímos el disco que yo llevé y observó, que efectivamente había muchos acordes comunes con los del himno español, aunque concluyó que podía ser quizás un hecho casual, pues le faltaban cadencias o notas más iguales, para considerarlo el verdadero origen de la Marcha Real.
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Para terminar, comentó que igualmente le había pasado con una ópera, que algunos consideraban la fuente de inspiración del "Cara al Sol"; narrando Cortés-Cavanillas que ese himno se había compuesto primero con letra vascuence y se llamaba "Amanecer en Cegama"; siendo obra de Juan Tellería ( compositor nacido en Cegama). No recordaba Julián bién la ópera en la que decían podía estar "inspirado" el Cara al Sol y preguntándome sobre ello, le comenté que quizás se refiriera a la Gran Marcha de Aida. A lo que replicó que, exactamente era esta; quedándose algo sorprendido por que yo lo hubiera acertado. Más tarde, recuerdo que siguió la conversación y la tertulia hasta altas horas de la madrugada, en la que Julián contó (entre otras) una anécdota verdaderamente divertida. Narrando como en sus primeros días en Roma, cuando llegó como corresponsal de ABC hacia 1945, tuvo que esperar a que le dieran un piso, viviendo en una pensión. Allí, no podía hacerse ni un café por las noches, mientras escribía las redacciones. Así que ya harto de no tener donde poner agua a hervir, salió una de las mañanas a comprar una cazuela eléctrica. Y como todos los españoles creemos que hablar italiano, consiste en acortar las palabras y ponerle "zetas" e "ies", entró en una tienda de electrodomésticos y pidió:
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-"Per favore.... Un cazzo elettrico"-. Ni que decir tiene, que el dependiente de la tienda, hace mas de sesenta y cinco años, cuando vió entrar a un señor bajito y trajeado, preguntando por un "cazzo elettrico" , no sabía donde mirar; menos qué explicación dar a un hecho "tan significativo". Hasta que uno (que al parecer, era cliente) le preguntó para qué necesitaba aquel "cazzo elettrico", a lo que Julián le dijo que para hacer café.... ¿Hacer café, con aquello? -ya sabemos todos lo que significa "esta palabra" en idioma de Petrarca-... Los italianos no podían parar de reirse... Al igual que nosotros, de cuanto nos contaba Cortés-Cavanillas, esa noche de 1978, en casa de Betsy.
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Recuerdo que al salir de allí, mi hermano me comentó si sabía quien era ese señor tan simpático con el que habíamos hablado horas. Yo lo desconocía y me comentó que se trataba del biógrafo oficial de Alfonso XIII y de gran parte de la familia real, habiendo sido unos de los grandes colaboradores de los reyes en el exilio (a más de Secretario General de ABC). Yo no podía dar crédito a lo que me comentaba, porque aquel señor con el que habíamos estado hasta altas horas de la madrugada, más parecía un humorista escritor (del tipo de Alvaro de la Iglesia), o un bohemío del Gijón, contando anécdotas y chistes sin parar. Tras lo que mi hermano me apostilló: "-Es que si algo tenía Alfonso XIII, era ser simpático; y este Cortés-Cavanillas, debe ser muy del estilo...-" . De ello tengo guardo una gran pena, pues años después vino mucho Julián por casa, y siempre contaba anécdotas increíbles y divertidísimas. Aunque, tristemente, nunca se me ocurrió hacer un cuadernito con lo que nos narraba -que a veces era genial-. Así, que cuanto ahora escribo, lo guardo en la memoria y es solo lo más relevante de todo lo que nos fué transmitiendo Cortés-Cavanillas, en comidas y tertulias (durante sus últimos años).
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Pues fue unos siete años después (en 1985) cuando volví a encontrárme con Julián en una cena. Allí le comenté que yo era amigo de Betsy Westendorp y que muchos años antes le había conocido en casa de la pintora; afirmaba acordarse de la velada y de lo que hablamos sobre la ópera y la Marcha Real (dejándome admirado de su memoria). Antes de despedirnos, me dijo "que le enviara muchísimos recuerdos a la aquella encantadora dama y conocida común". Al día siguiente telefoneé a Betsy y le comenté mi encuentro con el escritor, tras lo que quiso saber de él, pues se había enterado que estaba ya un poco mayor y muy retirado de la profesión (tenía por aquel entonces mas de setenta y cinco años, Julián). Me dijo Betsy que le quería hacer un retrato, pero que como Cortés-Cavanillas no conducía, debía haber alguien que le trajera y le llevara a su estudio, para que posara. Me ofrecí a hacerlo y a llamarle para comentarle que comenzaría a recogerle semanalmente en su casa de General Moscardó y trasladarle hasta la de la pintora. Entonces recuerdo que Julián se quedó muy pensativo y comentó:
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-"Dile Betsy, que yo ya estoy totalmente retirado y no aparezco ni escribo en ningún sitio. Así que si me hace el cuadro, no puedo corresponder, ni sacarlo en las revistas, ni hacer nada para promocionarla. Y es que un retrato de ella vale millones, así que no puedo ir a posar"-. Le comenté aquello a la pintora, quien se enfadó terriblemente; le telefoneó ante mí diciendo que ese, precisamente, era el momento de hacerle un cuadro; ahora que tenía tiempo para ir y que nadie les molestaba por las tardes. Tras echarle una pequeña bronca la artista, parece que Julián aceptó el retrato e ir a posar, para lo que fui haciendo yo de chófer algunas tardes.
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Así conocí a Julián, quien tuvo una especial predilección por mi amistad, porque le presenté a la que entonces comenzaba a ser mi novia (mi actual mujer); quien al ser japonesa, le despertaba una enorme admiración. Poco después llevé a casa de mis padres a Cortés-Cavanillas, donde desde entonces y hasta su enfermedad, no faltaba una semana en la que nos reuniéramos y nos diviertiéramos, haciendo tertulias y contando historias. Le encantaba estar entre gente joven y a pesar de tener ya setenta y siete años, se divertía contando sus experiencias y aventuras a todos. En especial las ocurridas en el país del Sol Naciente, que narraba con verdadero arte a mi novia japonesa (-entonces, hoy mi mujer- que en esos años no había cumplido los veinte). Teniendo la virtud de poder sentar en la misma mesa a tres generaciones (abuelos, padres e hijos), e irles contando historietas a todos, sin aburrir nunca a nadie, porque con una enorme atención seguíamos siempre las aventuras y anécdotas que nos relataba Cortés-Cavanillas.
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Normalmente trataban sobre su vida, que comprendía fundamentalmente desde que había publicado su primer libro: "Alfonso XIII (Causas y episodios de una revolución)". Obra que editó en 1931 y con la que tuvo un enorme éxito; llegando a los cincuenta mil ejemplares de ventas en solo un par de años. Parece que tras ello, su amigo el Doctor Florestán Aguilar, le llevó a Roma a conocer a Alfonso XIII en el exilio, quien le hace su biógrafo oficial ya en 1933, cuando Cortés-Cavanillas solo contaba vienticuatro años (que eran casi los mismos que yo tenía por aquel entonces, cuando sucede lo que narro -en 1986-). Su amigo Enrique González Fernández, que también le conoció por estos años, narra que poco después -en 1935- Alfonso XIII fué padrino de su boda, tanto como de su primer hijo (Alfonso Cortés- Cavanillas, también un destacado periodista, que durante tiempo llevó los informativos de TVE). Pero pasemos a algunas anécdotas que recuerdo narraba de esas épocas:
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La primera, que nunca podré olvidar es la que contaba sobre la casa de su amigo Florestán Aguilar, que al parecer era el médico de Alfonso XIII. Decía Julián, que este afamado doctor, vivía en Madrid, en la calle Fernando VI, precisamente en la casa modernista que hoy es la SGAE (Sociedad General de Autores). Allí, en ese palacete a la "última moda de entonces", tenía su casa Don Florestán y al parecer, un día, mientras Julián y sus amigos estaban en aquel domicilio, una persona del servicio doméstico sufrió un extraño accidente. Consitió ese percance en que una chiquita, mientras limpiaba las ventanas y las cristaleras, se resbaló y en su ropiezo tuvo la desgracia de que uno de los muchos "chirimbolos" que decoran las balaustradas de esta casa modernista, se le introdujo por aquella parte donde entonces se creía que "vivía la honra". Tras recogerla, Don Florestán se apresuró a curarla y al reconocerla, vio. que no había sido mas que un pequeño golpe en zona nobilísima, sin producirle daños; pero que infortunadamente, le había roto aquella minúscula zona en la que muchas familias asentaban el honor de las hijas....
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La chica no paraba de llorar y llorar, sin saber como iba a contar a sus padres y a su novio lo sucedido y tanta pena les dio a todos, que el doctor Aguilar dispuso que se le hiciera un certificado oficial. Dictando el escrito que tan solo aquel percance (con un "chirimbolo" de la barandilla de su casa), había sido la causa de esa "terrible rotura"; por lo que la pobre infortunada, era pura y casta. Tras eso parece que pidió también, que certificaran Julián y el resto de los amigos que estaba en ese momento allí, haber presenciado el accidente. De tal manera, el médico extendió su "acta" y los amigos firmaron una carta de autenticidad de los hechos, con la que aquella pobrecita -"así herida"-, pudo presentarse ya tranquila ante el novio y sus padres. Tras aquello, contaba Julián, que Don Florestán (con alguna sorna), les comentaba que aquella chiquita había mejorado muchísimo de carácter y estaba muy tranquila y alegre... Sin saberse por qué...
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Aunque quizás, el misterio se resolvió cuando a los pocos meses -o semanas- otra mujer jóven de la limpieza, sufrió un idéntico incidente (que igualmente hubo de certificar Don Florestán, con un mismo diagnóstico e historial al del anterior). Desde aquello, contaban muchos, que diariamente iban chicas y chicas, para intentar colocase a trabajar en la casa del Doctor Aguilar... . Casi sesenta años después (hacia 1987), mientras una tarde andábamos con Cortés-Cavanillas por la calle Fernando VI, viniendo de una fiesta; al pasar ante la SGAE, Julían nos dijo: -"Mira, esta es la casa de Florestán y esos herrajes que ves en las escaleras, son los chirimbolos, gracias a los que nunca faltaban chicas muy interesadas en trabajar para el hogar de mi buen amigo...."-
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Puede parecernos fácil ser así, pero estamos narrando anécdotas de un hombre que nació en 1909 y que en a mediados de los ochenta, ya tenía casi los ochenta (y valga la redundancia). Haciendo siempre reír a todos, con sus anécdotas y su sentido del humor. Recuerdo que una vez le pedi por qué no me contaba una de las "mas fuertes" que le había oído mencionar a Alfonso XIII de sí mismo y me dijo que tenía "una" que era "incontable", pero que se "iría de la lengua": Se trataba de un día, en que comiendo en Lhardy el cocido y los callos (que era el menú preferido de este rey), tuvo que compartir mesa con un profesor de Filosofía que era un pedante. Harto ya de pedanterías del "sabio", le preguntó con cara de serio en un momento en que aquel tan docto, se había callado: -"¿Oiga profesor, eso de la Filosofía que nos cuenta, cree Usted que se le puede echar al cocido, o es más partidario, que lo pongamos en los callos?"-. Se produjo un momento de incertidumbre y tras ello, dicen que la carcajada de todos los que estaban en la mesa, fué sonada.
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Como ya dije al principio, Julián Cortés-Cavanillas, sentía una predilección y amistad especial por la que entonces era mi novia y ahora mi mujer. No solo por ser japonesa, sinó también por la cultura que ella tenía ya con solo diecinueve años y poder conversar así sobre el Pais del Sol Naciente, al cual tanto admiraba el escritor. Uno de los viajes que decía mas se había divertido en su vida, fué el que había hecho como corresponsal en 1972 hasta Japón, con los reyes (entonces príncipes). Narraba mil anécdotas y casi todas imitando a los japoneses, lo que provocaba enormes risas; pues cada vez que contaba como se le había acercado un nippon para regalarle, preguntarle o pedirle algo, se levantaba de la silla, ponía cara de "chinito" y se movía como si estuviera embutido en un kimono. Las historietas eran múltiples y todas terminaban refiriéndose al Emperador a la Emperatriz y a costumbres del baño, o cosas cotidianas de los japoneses. Le habían encantado las geishas (porque narraba que fué invitado a una de las mejores casas de Kioto) y las imitaba tocando el samisén, cogiendo el ABC y haciendo con el periódico que tañía la guitarrita japonesa, dando con la boca con el sonido "a lata" de aquel instrumento, mientras cantaba en un perfecto castúo unas canciones que se inventaba en "su japonés".
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Pues Cortés-Cavanillas era de Badajoz y sus orígenes estaban cercanos a Medellín; y por ello, le había dicho una y mil veces Alfonso XIII, que seguramente tenía algo que ver con el conquistador (Hernán), tanto como con el marquesado del Valle de Oaxaca. Comentando Julián que una y mil veces el rey en el exilio le expuso que debería hacerse la genealogía, pues de tener tronco en Medellín con el conquistador, le podía rehabilitar títulos. Al final de su vida, el escritor me confesó que había sentido mucho no haber tenido tiempo para investigar este punto de su pasado, pues le hubiera encantado encontrar entronque con Hernan Cortés, al cual él admiraba profundamente.
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Una de las cosas de las que también hablaba comunmente Julián era del significado de los Emperadores del Japón y de su admiración por aquello. Yo entonces no le comprendía, ni entendía su admiración por estos hechos. Tampoco su devoción hacia Alfonso XIII, del que decía que era el verdadero rey, pues fué el único caso en la Historia de Europa que nació ya monarca. Hablaba de su señorío, de su simpatía, de su forma de ser en el exilio y de mil cosas que le contaba en Roma (mientras fué su asesor). Tristemente, no le hice el caso que hubiera debido, apuntando los hechos que me relataba sobre el rey Alfonso. Solo recuerdo un día en que le pregunté cual era la esencia de la monarquía y me contestó que tenía un significado espiritual y cultural. Que por ello, una figura como el Emperador de Japón, o la reina de Inglaterra, era el ideal a seguir (lo otro, lo que hacíamos en España, "descafeinando" la institución, era "complejo"). Me explicó sobre todo ello, que se trataba de desvincular la cabeza del Estado de algo "material", y así, poniéndola en la Corona, se trataba de crear una figura cultural o histórica (inmaterial e inaccesible) que representara al Jefe del Estado. No lo comprendí.
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Años más tarde me fui ya a vivir a Japón y allí conocí a alguien que también hablaba de cosas parecidas. Le comenté que "aquello" de considerar a un hombre dios por haber nacido en una estirpe, era inconcebible en Occidente. Me contestó que efectivamente; que eso era quizás para nosotros, una gran injusticia: Considerar a alguien superior, solo por el nacimiento... . Pero prosiguió diciendo, que aquello, era el vivo ejemplo de la vida, que estaba llena de desigualdades e injusticias (ya desde el momento de nacer). Aunque gracias a aquel dios que los japoneses tenían en su Emperador, se había creado esa nación. Por lo cual, ya la injusticia merecía la pena... . De lo que se concluía que posiblemente, la peor injusticia quizás era la de que otros países no hubieran podido cometer el mismo "error" y copiar ese ejemplo, para ser como Nippon. Pues quizás la gran pena del Mundo, era que solo una pequeña parte de la humanidad podía nacer en un país tan organizado, bien estructurado y maravilloso como el Japón... . Tras ello, me dijo si había comprendido algo del significado de su país. Me dejó pensativo aquello... .
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Después oí decir algo similar a los ingleses, quienes ven en su reina el origen de sus ancestros y la cabeza espiritual de su Nación. Tras ello, sentí mucho no haber podido respetar de joven un poco más a Julián Cortés-Cavanillas y a sus ideas, entre las que estaba que la monarquía mejor era la teocrática. No sé si tendría razón, pero puedo asegurar que Inglaterra y Japón funcionan y que tienen un enorme sentido de Nación, de su pasado, de la solidaridad y de su Sociedad. Vaya esta última frase en petición de disculpas al desaparecido amigo y de cuantas tardes le discutía a Julían, diciendo que la monarquía era solo un atraso. Él, con la mayor educación me expresaba sus pareceres y nunca dejó de respetar mi punto de vista. De veras, era un hombre educadísimo y "en el buen sentido de la palabra, bueno" (como diría Machado).
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