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"Para quien, dentro de algunos años, quiera saber algo de los más elevados estamentos sociales de la España de los 70, un album de fotografías de los retratos pintados por Betsy Westendorp de Brias será un documento inapreciable. La pintora es -hemos escrito en otra ocasión- "una madrileña cosmopolita" (...) . Pero a pesar de su apellido y de sus largas estancias en Oriente, por el que siente tanto cariño y nostalgia, es española cien por cién en su alma, lo que se refleja en su pintura.
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En esos retratos de príncipes y de aristócratas, de niños, destinados a dejar su nombre en la historia, hay una cualidad propia de los retratistas españoles: La elegancia, ponderada y señoril. Los pintores del gran siglo visten a sus personajes con un sentido exquisito de color y de forma, y Goya, que en concepto popular es el pintor de majos y manolas, es en algunos de sus retratos, el más refinado de los pintores.
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Elegancia española es la característica de los pasteles, ligeramente coloreados y de los oleos de Betsy Westendorp" (...) " Pone en sus bellos modelos cuanto hay en su propia alma de distingción y de poesía... todo retrato es, en realidad, un autorretrato" -El marqués de Lozoya-
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato de Jose Torroba, por Betsy Westendorp hacia 1970. Jose era muy amigo de las hijas de la pintora, por lo que el carácter que tiene es muy distendido. Hemos recogido esta magnífica obra, comparable con las mejores de Sorolla, Sargent, o Ramón Casas.
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato a tamaño natural de L.Floirendo-Lagmedo, por Betsy Westendorp en los años setenta. En este tipo de obras observamos claramente lo que se expone lineas arriba, al describir que un artista puede expresar y marcar el sentimiento de una época. Normalmente en el arte de fines del siglo XX, solo se ha observado la "intención" de recoger el costumbrismo popular de ciudad, el de barrio o el de "lo urbano". Así, ciertamente hay muchos creadores (de los setenta, ochenta y noventa) que plasmaron la vida de "la calle" (desde Antonio López a Almodovar). Aunque, casi nadie desde "el medio siglo" se preocupó por los gestos y formas de las vidas en las élites, ni de lo popular (olvidando también el ambiente del "pueblo").
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Betsy, se inspiró en las élites y en el pueblo para sus cuadros; que representan unas veces a aristócratas, pero también recoge a imágenes del campo y de zonas deprimidas; tal como lo hicieran los pintores del siglo XIX y principios del XX (Zuloaga, Rusiñol, Sorolla, Casas y largo etcétera). Betsy encuentra su inspiración en este ambiente que siempre fue objeto del arte en nuestra Hispania; hasta mediados del siglo pasado. Ello nace debido al contraste y el colorido de ambos mundos opuestos (el de los que más tienen y el de los que menos "han"); lo que genera en principio, un sentimiento romántico, capaz de idealizar y sublimar todo lo que rodea aquel contraste, en una imagen. Con ello, los retratos y el costumbrismo de Betsy, consiguen reflejar y captar todo el halo de las élites -de los adinerados y los dirigentes en una época-, pero a la vez , la pintora en otras obras mira a quienes apenas nada tienen (recogiendo sus coloridos "palafitos y chabolas"; como todo "preciosista"). Es en verdad su fuente de inspiración, la de los artistas hispanos, principalmente del Regeneracionismo al 27 (lo que se ha llamado Belle Epoque y que en nuestro pais se denomina las Generaciones -del 98, del 14 y del 27)).
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Lo más importante en el arte es saber quien lo ha creado. Decimos algo muy cierto, pues Goya, Veláquez o el Greco, se reconocen a primera vista. De igual modo, en "lo contemporáneo sucede tres cuartos de lo mismo" y el valor de Miró reside en que hace cuadros de Miró y quien pintase otros como los suyos, solo sería "un "Miró". Lo mismo ocurre con Picasso y con todos "los grandes". Es lo que le sucede a la obra de Betsy Westendorp: Con solo ver sus retratos, paisajes o bodegones, durante unos días; cuando, en cualquier tiempo o lugar, nos encontramos con una obra de ella, siempre la identificamos. Me ha sucedido una y mil veces, tanto como he oíido decir a "todos" al verlo: -"Eso es un Betsy"-. Ello es algo que he comprobado incluso cuando por televisión (o en películas de cine) han salido sus pinturas. Y es lo que se llama carácter, personalidad o genio -no lo sé-, pero lo que sí sé, es que se denomina: Gran Arte (con mayúsculas).
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Tan solo me he confundido al mirar "un retrato de Betsy" y decir que era de suyo, al ver uno de Vittorio Corcos (para ver Vittorio Mateo Corcos, pulsar abajo en referencia imágenes Google:)http://www.google.es/images?hl=es&biw=1024&bih=471&q=amalia%20de%20portugal%20por%20vittorio%20corcos&wrapid=tlif130307856901711&um=1&ie=UTF-8&source=og&sa=N&tab=wi.
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Concretamente, me equivoqué al mirar por foto, la cara -recortada- de la reina Amelia de Portugal (en un retrato de ese pintor). Parecía "un Betsy", totalmente; luego supe que no es "el tipo normal" de lienzos que realizaba este "machiaiaioli italiano" - que no "machiavelli"- . Después me enteré que su carácter al pintar a la familia real en Lisboa, se debía un tanto a lo que había "de añadido" en el ambiente de la época (en la última Corte portuguesa). De hecho, en Italia y en Francia, Corcos pintó de manera muy distinta y reflejaba otros entornos (a veces de la burguesía, pero en ocasiones también muy costumbristas y populares). Ello me hizo reflexionar sobre el retrato y su significado, muy unido al preciosismo y al costumbrismo. Pues parece cierto que aquel que pinta al poderoso o al noble, con sus mejores galas; después se fija plenamente en las gentes del pueblo; de quienes también les interesa mucho su imagen y color.
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De nuevo, esta reflexión nos lleva hasta lo que dicen los expertos en arte, sobre los retratos de Betsy: Que son plenamente españoles, demostrando y mostrando la elegancia y riqueza en vestidos y adornos (estando en la linea de los que desde el XVIII se hacían en los palacios hispanos). Siendo su ejemplo más notable, Goya; quien pintaba aquellos aristócratas en ambientes a veces "etéreos" y plenos de colores; mientras, a la vez, recogía a los majos y manolas, en sus juegos y verbenas. Así, por ejemplo, la marquesa de Santa Cruz por Goya, es una obra en esta linea que hablamos y que nos lleva a reconocer y conocer, el gusto pleno del estilo Imperio, tanto como la vida en las altas esferas de fines del XVIII (la moda francesa, llegada a España etc). Vestida la marquesa de "Odalisca", con corona de flores y un traje estilo "peplo-napoleónico-imperial", portando un lira que por puro romanticismo luce hasta el símbolo vasco de "lauburú". Es el típico ejemplo de costumbrismo de Corte, o de élite, al que nos referimos. Frente a esa obra, podemos reflexionar unos momentos, permiténdonos conocer el cuadro todo el carácter de la allí retratada -tanto como el de su época-. Igualmente sucede con el retrato que en la foto de arriba incluíamos (el de L.Floirendo-Lagmedo, pintada por Betsy).
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Evidentemente, esta capacidad de mimetismo con la época y el ambiente solo se produce cuando el creador se impregna de su época y la vive (como le sucede a Goya, a Ingres y a otros tantos genios, que han conseguido transmitirnos su mundo y sus años). Pese a ello, no es nada fácil, porque implica que el artista se adapte a los gustos de su tiempo y acepte pintar para quienes en muchas ocasiones son tan exigentes, como incómodos en el trato. De ello, posiblemente "el retrato de élite", quizás haya tenido su último exponente en España, en Betsy Westedorp; pues -con Macarrón desaparecido- no hay ya prácticamente artistas de este difícil género. Pese a todo, la pérdida de este histórico tipo de retrato (que hemos llamado "de élite") es tanta para la Historia del Arte, como lo fue la desaparición de los compositores "clásicos". Algo que siempre explico, cuando digo que el último músico del siglo XVIII, murió hace apenas unos años y se llamaba Joaquín Rodrigo. Tras él, ya todos son muy diferentes; quizás vendrán compositores magníficos; pero ya, ninguno del siglo XVIII y XIX, como lo era el creador del Concierto de Aranjuez. Lo mismo le sucede a Betsy, a quien por suerte tenemos magníficamente coservada, sana y "como una rosa"; pinta que te pinta y creando obra a diario.
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato de Felipe de Borbón y Grecia -hoy S.A.R. Prícipe de Asturias-, hacia los cinco años de edad. Pintado a principios de los setenta, constituye un ejemplo de retrato infantil maravilloso. Tiene todas las carácterísticas del cuadro figurativo-impresionista, pero guarda a la vez, la sensación de una obra de los años setenta (expresionista). Se puede observar en la obra, cómo la pintora se siente plenamente identificada con el modelo al que lleva al lienzo, "sin tensión". Llamando la atención en Betsy algo que le sucede a todos los grandes retratistas: Que pintan a sus amigos y a los niños, de forma muy diferente a como plasman a otras personas. Basta para ello, ver como Goya retrata a sus amigos (Jovellanos, el marqués de San Adrián etc), o a los infantes y a los hijos de los nobles. Ello contrasta con la tensión y expresión, que muchas veces plasma en lienzos en los que recoge personalidades y desconocidos. Este que presentamos abajo, es un precioso retrato infantil, que recuerda también mucho lo que transmiten otros de tiempos atrás (como los niños pintados por José Llaneces, Anglada Camarasa o Arthur Hughes). Siendo, por otra parte, plenamente moderno, aunque sin perder su carácter romántico (en esencia)..
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A nuestro parecer, si algo hubo muy distinto, bello y memorable, en las altas esferas hispanas, ello fue el amor de los reyes y nobles por la pintura. Solo imaginar a Isabel la Católica trayendo pintores (a diestro y siniestro) desde Centroeuropa; a su nieto -Carlos- "importando" a Tiziano; o a Felipe II coleccionando cuadros de "El Bosco". Solo ello, cambia todo cuanto podamos pensar de nuestros reyes. No digamos ya, si recordamos a Felipe III con Rubens de embajador en su Corte plena de pintores; o a Felipe IV, cargado de artistas en palacio y "chateando" a diario con Velázquez (me refiero al "chatear", de tomar chatos de vinito y tapas, juntos... evidentemente). Tanto es así, que en los cuadros de monarcas existe una extrañísima costumbre hispana, como la de introducir al pintor junto a ellos, o en la escena de la Familia Real. No nos referimos solo a Las Meninas; que curiosamente se llamaba antiguamente La Familia (entre los que aparece, el pintor y caballero Velázquez). Ni al retrato de La Familia de Carlos IV, con "Pancho" Goya a un lado. Sino a los múltiples lienzos en los que entre nobles y reyes, aparece también retratado el artista que lo pinta (muchas veces oculto entre figuras o espejos).
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Ello viene sucediendo desde fines del siglo XV (aunque no lo creamos) y ha sido objeto de un estudio nuestro, que algún día publicaremos. Estudio que inicié porque me parecía extrañísimo que fuera tan común en España, que junto a la Familia Real, se plasmase el autorretrato del pintor. Pese a todo, aquello refleja la importancia que el retrato y la pintura tuvo en nuestra cultura (hasta nuestros días...). Tanto, que el retratista, era tenido como "uno mas de la casa". De ese valor del retrato y del que lo hace, de seguro nace la gran colección de pintores y obras que hubo entre los monarcas de España; tanto como su afición por la pintura. Lo que nos legó El Museo del Prado. Pese a ello y a haber sido un referente histórico durante mas de quinientos años (desde el comienzo del Renacimiento); el retrato es un "genero", del que apenas se habla ya. Algunos creen que puede sustuirse con la fotografía y ello es como pensar que un caballo puede ser algo similar a una bicicleta... . Y para más datos le diré a quién lo dude, que su fotografía la perderán sus biznietos dentro de un siglo (sin saber ni quien era el que aparece en imagen)... Mientras, en esos mismos años, es posible que su retrato se exponga en algún museo.
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BAJO ESTAS LINEAS: Una foto de la exposición celebrada en 1974 en la Hispanic Society de Nueva York. En ella aparece, Betsy Westedorp mostrando sus cuadros a Jacqueline Kennedy -entonces Onassis-, acompañada de su esposo (Aristóteles Onassis). En esos años tenía yo trece recién cumplidos y cuando vino al colegio nuestro amigo Carlos Pérez-Plá contando que su abuelo y su tia Betsy estaban con Onassis y con Jackie Kennedy; lo único se que nos ocurría era "darle para el pelo", o pensar que "El Caniche" (así era como llamábamos a Carlos) era demasiado jóven para probar la cerveza... . Una semana después, vimos las fotos en las revistas y la prensa; resultó que era verdad
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Pero en el siglo pasado un retratista todavía era un retratista; y llegaban en las noticias de Nueva York (entonces pocas, muy pocas): Corrían los setenta; era ya 1974 y todos los de mi clase -de colegio- tenían entre doce y trece años. Solo unos pocos días antes (quizás meses) habían puesto un especial de Raquel Welch por la televisión, que nos había quitado el hipo durante días a media España (porque la otra media, eran mujeres)... . El mismo conserje del colegio, se acercaba día sí y día también, para comentarnos aquel programa de la actriz. Hablaba con todos los chicos de la Raquel "Well", diciendo que "era de mármol y bronce; nunca de carne y hueso" (para apostillar aseverando que no se trataba de "animal de la misma especie" con el que él había contraído matrimonio...). Algunos para quitarle hierro y que el conserje llevara su "pesada carga" con más alegría, le decíamos: -"No te preocupes, si allí donde la ves; esa ni se apellida Welch. Se llama Raquel Tejada y debe ser mas burra que un hortelano con hambre de tres días"-. Nadie se lo creía y en la retina de todos había quedado la imagen de "El Cuerpo" (como entonces se conocía a la actriz). Eran esas las noticias que llegaban de Nueva York; mientras, aquí comúnmente, la mayoría llevábamos en la cabeza una boina enroscada y cerrada al vacío (mitad por la situación de país; mitad por nuestra "catetez" personal intransferible).
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En ese estado de circunstancias se le ocurrió aparecer un lunes en clase a nuestro amigo El Caniche (Carletes) contando que su tía y su abuelo estaban con los Onassis y en Nueva York. Todos quedamos aterrorizados... . La siguiente pregunta fue si también había ido allí la Raquel Welch, pero no hubo suerte... . Tras la primera impresión llegó el descrédito; aparecieron los incrédulos del colegio (envidiosos de pacotilla) y decidieron que lo mejor para que al Caniche se le quitaran un poco las "ínfulas", era darle alguna colleja. Yo le intenté defender explicando que había asistido a alguna exposición de su tía y aquello estaba lleno de famosos, pero no hubo forma de acallar "a la marabunta y a la canalla", que rugía envuelta en envidias... . Caniche y yo (que éramos muy amigos) huimos de la barbarie que no comprendía porqué "el asunto" era para contarlo. Después, nos escondimos hasta que a los más burros de la clase "se les pasara"; él me prometió enseñarme las fotos. Yo le creí porque ya había visto ya muchas exposiciones de su tia Betsy.
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Recuerdo la primera a la que asistí. Tendría yo unos once años (debía de ser 1972) y me dijo mi hermano que me arreglara bien, que íbamos a ir a una inaguración donde estaba "todo Madrid". Me puse las mejores galas (que entonces eran de corbata y chaqueta oscura, para las tardes); fuimos hacia un lugar cercano a la Ciudad Universitaria. Nada más entrar en la exposición, vimos como salían, cogidos de la mano, Julio Iglesias y su entonces recientísima esposa: Isabel Preysler. Al pasar dentro, "aquello" estaba lleno de "gente importantísima" y yo fui llevado (dejado, depositado, aparcado, o apalancado) en el lugar de los niños -que era siempre próximo y colindante al de las mascotas; y también muy cercano al de las niñeras, para que te soltaran un sopapo si te pasabas de gracioso-. En aquel espacio para nenes y chuchos, estaba evidentemente mi amigo Caniche (Carlos Pérez-Plá), quien era el ahijado de la pintora y lo sabía todo sobre los asistentes al acto.
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Así que comenzó a contarme maravillas: Me señaló hacia una mujer que tenía dos "cachos de cristal" colgandos de las orejas (como dos huevos de paloma). Aquellos parecían los pomos del centro de una araña-lámpara, de La Granja. Diciéndome el Caniche: -"Ves a esa. Pues lleva un Ferrari en cada oreja"-. Yo nada entendía, hasta que me aclaró que aquellos pendientes que me parecían los picaportes de una puerta de discoteca; eran dos brillantes de Cartier, con mas kilates, que kilos le sobraban a la portadora. Luego me hizo mirar para otra y me dijo: -"Has visto esas perlas que lleva esa. ¡Si más parece un collar hecho con cocos, por el tamaño de cada boniato que le cuelga...! "- .
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Para colmo de los colmos, me señaló a otra, que tan solo portaba un collarcito de lagartijas y me preguntó qué me parecía aquello. Yo le comenté que eran unas lagartijas (o lagartos) en oro; vamos, que no parecía nada valioso. -"¿Que no?"- . Respondió en tono alto, para seguir aseverando. -"¿Que te parece poca cosa?. ¡Pues esas lagartijas que lleva al cuello esa mujer, son precolombinas... De los tesoros precolombinos!"-. Era yo entonces un poco pequeño y no entendía bien lo del "precolombino", así que le pregunté por al valor de aquello; a lo que me contestó: - "Pues que son del tesoro del rey Atahualpa, que lo tenía su hijo: atao-al-pito..."-. (Tras oír esto, pensé yo para mis adentros "cuan valioso debía ser aquello...").
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Fuimos creciendo, visitando la "casa de las Brias" y conociendo a Betsy (tanto como a muchas de sus amigas que con ella se pintaban). Incluso a la de las famosas lagartijas, que era una persona encantadora de Hispanoamérica y una de las mayores coleccionistas de piezas precolombinas. Pues casi todas se fueron pintando con Betsy, que es quizás la que mejor retrató "a la mujer", en el siglo XX. Esto último no lo digo yo solo, son frases de Antonio Manuel Campoy y de Elena Florez, que sabido es, estuvieron entre los más grandes críticos de arte, de fines del siglo XX. Un día; unos y otros, nos casamos y fuimos haciendo nuestras vidas. Tanto que por vivir en países extranjeros y por mil cosas, ya las visitas semanales a la "casa de las Brias" se hubieron de hacer semestrales (al regreso de Japón y etc). Pero no hace mucho, en el año 2006, me dijo Betsy que queria hacer un retrato de mi mujer. No solo uno: Dos a tamaño natural. Aquello fué espectacular y mucho siento que en las fotos no se aprecie bien la magnífica calidad de los retratos. Uno de ellos ha estado expuesto en Japón durante tres años en Kinso, un gran escaparate y tienda de kimonos clásicos y antiguos, donde los japoneses han podido disfrutar de aquel retrato (hace apenas unos meses ha "regresado" a casa de mi mujer, en Japón). El otro sigue en España, donde me encantaría exponerlo para que vieran la preciosidad que es, pues Betsy pintando mujeres y ambientes orientales, es una joya.
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Hace unos días me escribió un lector que al parecer había participado en alguna biografía de Betsy Westendorp, y en un estudio sobre la pintura impresionista de su tía (Betsy de Westendorp y Osiek). Transmitiéndome que tenía errores en mis datos; todo lo cual recojo más o menos como literalmente expresa (rogando disculpas por los posibles errores):
ResponderEliminar-1º El hermano del abuelo paterno de Besty Westendorp de Brias se llamaba Herman Karel Westendorp y se casó con Elisabeth Osieck, pintora -conocida tras su matrimonio como Betsy de Westendorp Osieck-
-2º: Este matrimonio no vivió largas temporadas en Asia pero sí viajaron con frecuencia a Oriente, especialmente a Japón, como coleccionista de arte Oriental. Por lo que el tio de la actual Betsy (de Brias) publicó un libro titulado JAPON con las magnificas ilustraciones de las acuarelas su mujer Betsy de W. y Osiek.
Angel, dile a Sylvia que te enseñe el libro
-3º La actual Betsy Westendorp no se casa en Asia, sinó conoció a Tony Brias en Manila y me casó con él en Madrid (fuimos amigos de ellos aquí y en Filipinas).
Atentamente "...." . Me han divertido mucho sus notas sobre Betsy. Me despido de Ud. enviando estos datos, rogando no incluya mi nombre si expone que son correcciones solicitadas por un lector (dada la poca importancia de ellas).