miércoles, 16 de junio de 2021

Vacío y transfiguración de Castilla.

Deseo dedicar este artículo a mi suegro Ichitaro Onózuka; un hombre que amó y comprendió los paisajes y monumentos de Castilla. No pudiendo entender jamás, cómo lugares tan paradisiacos y bellos, permanecían en ruinas o prácticamente vacíos (abandonados, caídos; sin visitantes, ni turistas).

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EL ARTÍCULO puede leerse enteramente o bien de forma resumida (siguendo las letras destacadas en rojo y las negrillas).







SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres fotografías de mi mujer -Chiho Onózuka- en los días que la conocí. Las imágenes fueron tomadas en Japón, durante el año 1986.









SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otras tres fotos de Chiho en los días en que logré conquistarla, llevándola a visitar los campos y monumentos de Castilla. Arriba, recién llegada en España, en verano de 1985. Al lado y abajo, sujetando a dos de mis sobrinos, en casa de mis padres (1987).





A- UN EDÉN AL NORTE DE MADRID:

Antes de que nos invadiera esa “tontuna” que ha introducido la política en todo, horadando las bases del Sentido Común; pude disfrutar de las llanuras, montes y pueblos de lo que llamaban simplemente Castilla. Era aún, cuando se permitía hablar de “Castilla”; tal como la cantó Machado, sin ser catalogado de hereje por no mencionar a Castilla-León. Fue aquel un tiempo en que decíamos “La Mancha”, sin obligación de concretar su nombre político; o cuando las costas de Valencia y Alicante, se consideraban “playas de Madrid”. Vivíamos por entonces unidos en la concordia del 78; mucho antes de que esos “extraños” dedicados a organizar nuestra Sociedad, hicieran méritos para que los españoles rivalizásemos, como hermanastros mal avenidos -aunque seamos hijos de idénticos padres-.


Fue a mediados de los años ochenta, tras acabar La Mili y mientras trabajaba con Carmen Conde -musicando sus poemas-. Cuando conocí a quien un lustro más tarde, se convertiría en mi mujer: Chiho Onózuka. Una japonesa, que más bien parecía la diosa egipcia Maat, reencarnada en una modelo asiática. Aunque finalmente resultaba ser una Ishtar orientalizante y políglota; que debió ser adorada en un templo greco arcaico, en vez de casada conmigo. Así fue, cómo al verla por vez primera, quedé atónito; y no sabiendo de qué modo conquistarla, le dije:

-Voy a llevarte al lugar más bonito de España; a una tierra, que ni puedes imaginar-.







SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres dibujitos míos de la catedral de Burgos.
Hace unos años se ha restaurado este templo de manera inmejorable, incluyendo varios museos en sus claustros. Recomendamos la visita a quienes no la ha conozcan rehabilitada, pues se ha convertido en uno de los puntos de interés cultural más importantes de España.





BAJO ESTAS LINEAS: Otro dibujo mío, con el exterior del Landa Palace; un castillo rehecho por su último dueño. La torre que vemos en imagen fue comprada por el Sr. Landa hacia 1964; quien posteriormente la reconstruyó a pocos kilómetros al sur de Burgos. Pese a las muchas críticas por la intervención y el traslado del monumento; no sabemos cuál hubiera sido el destino de este torreón, de haber permanecido en las orillas del río Ausones. Donde la humedad, la dejadez y el descuido; quizás la hubieran derribado. Fue a mediados de los años sesenta, cuando el Sr. Landa y su esposa -profesionales de la hostelería durante varias generaciones-; la compran, logrando llevarla piedra a piedra hasta el emplazamiento que hoy ocupa. Para convertirla finalmente, en uno de los hoteles mejores y más bellos de España.






JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Otros dibujos míos de Burgos. Al lado, exterior de Las Huelgas (El Escorial de Castilla). Abajo, de nuevo la catedral de Burgos.








SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Tres dibujos más, de la catedral de Salamanca. Arriba y abajo, fachada de día y de noche; al lado, vista desde uno de sus callejones.









SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otros tres dibujos de Salamanca. Arriba y abajo, vista desde el puente romano; diurna y nocturna. Al lado, la catedral desde su claustro.








SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otros tres dibujos de Salamanca. Arriba, la catedral. Al lado, San Esteban. Abajo, plaza de la Universidad.





Aquel Edén prometido a quien luego fue mi mujer, estaba en los paisajes de Soria y en los pueblos de Segovia -con su capital-; en los templos de Burgos y en los Campos Góticos. Un Eliseo coronado por ciudades como Ávila, Salamanca, Zamora o León; enmarcado entre vistas que en ocasiones parecían turcas, aunque más bien eran “de Marte”. Lugares que visitaríamos los dos, asiduamente desde comienzos del verano de 1986. Viajábamos conociendo cada rincón de Castilla; descubriéndolos Chiho por primera vez, en pleno mes de las flores. Cuando sus laderas o valles se alfombran de amapolas y camomilas; envueltas en un verde amarillo, tan denso e intenso, que daña la mirada. Al contemplarlos, sentimos arriba, sobre esos paisajes: El azul denso de los cielos castellanos; en ocasiones con nubes que más parecen rebaños -blancos, grises y negros-. Abajo: Los cultivos de cereal, movidos al viento como algas golpeadas por olas. A nuestro lado y mirando hacia donde queramos; se extiende una interminable llanura solitaria. Flanqueada para siempre por cordilleras que sirvieron de muros defensivos durante siglos.


Según avancemos el camino; junto a tanta belleza y compartiendo el rojo, blanco o negro de sus suelos, amurallados por un gualda y azul grisácedo en sus montañas pétreas. Aparecerán gradualmente miles de castillos, iglesias y monumentos. Todos, perfectamente dispuestos, elevados en zonas tan sublimes como destacadas; puestos en los enclaves más bellos. Como si antaño, al querer levantar una fortaleza, un templo o un pueblo; necesitaran crear arte, uniendo el paisaje con la arquitectura. Anclando las rocas en las casas y las paredes en la vegetación; uniendo los edificios a ríos, que no pueden distinguirse con los cielos. Conformando llanos, que tan solo imaginaría un pintor impresionista y paisajes donde conocemos la poesía-música; oyendo en ellos las melodías más bellas y silenciosas (compuestas tan solo por color y formas). Porque Castilla en sí misma es eso: Una escultura de Dios; un gigantesco “karesansui” que tan solo podrán comprender los santos, los grandes guerreros y los poetas mayores.


Así era la tierra que yo conocí, a la que llevé a mi mujer y donde se enamoró perdidamente de España (junto a mí). Una patria cuya la elegancia se unía a la pobreza, y lo sublime se hacía cierto; gracias a un milagro logrado por la soledad. “Soledad” que procede de un Sol azul en los inviernos y de un astro oro violeta, durante el verano; pero -sobre todo- de lo solitario en sus vidas y sus campos. Entre los que uno queda absorto y pensativo, imaginando qué habrán vivido aquellos lugares misteriosos. Donde los iberos hicieron suyo el Duero, los romanos conquistaron Numancia, los visigodos cazaron toros y los señores feudales rompían lanzas en favor de sus amadas. Todo; escondido entre pastos, montes, bosques y llanuras; que se convierten en un Edén para soñadores, o en un escenario espiritual donde la soledad es arte.



SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos fotografías tomadas por “Roy” Uéhara hacia 1988 en Ayllón, donde vemos la llamada Casa del Condestable (casona de Contreras). El Sr. Uéhara era un empresario japonés, directivo de una de las firmas más importantes de maquinaria de telares, y socio de la mayor productora de confección española (por entonces). Hicimos amistad con él, cuando contrataron a Chiho desde Kyoto, para que actuase como traductora permanente de la compañía japonesa en España. Tras conocerle, nos comunicó que su afición era la fotografía; así decidimos organizarle “safaris culturales” por las Castillas, para que se entretuviera los fines de semana. Venía a nuestro país a negociar y tramitar asuntos de maquinaria de confección; pero siempre estaba esperando al sábado, para salir junto a nosotros, visitando pueblos y campos castellanos. Él afirmaba que todo estaba en su “karma”, pues su apellido Uéhara en verdad debía ser Guadalajara... . Al regresar a Madrid y cuando los lunes se iniciaban las reuniones de trabajo; muchos de sus socios españoles le preguntaban dónde había pasado el fin de semana. Al responderles que visitando Cogolludo, Atienza, Termantia, Ayllón, Riaza, El Burgo de Osma y largo etcétera de pueblos. Los directivos madrileños se asustaban; le preguntaban siempre por el frío y al final -la gran mayoría- terminaba reconociendo que nunca había viajado a esos lugares. De tal modo, el Sr. Uéhara se quedaba asombrado al ver cómo estos altos directivos no sabían dónde estaba Uxama o Termantia, pero todos querían ir durante las vacaciones a Cannes o a Mónaco.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Otras dos fotos tomadas por el Sr. Uéhara (hacia el año 1988). A lado, una esquina preciosa, de la ermita entre Fuentidueña y Sacramenia. En esta localidad tiene la familia Sánchez Junco uno de los monasterios más importantes de España. Se trata de “El Coto de San Bernardo”, que se cree fundado por el hermano de San Benito -llamado Bernardo- y del que se dice, vino a predicar a Segovia. La historia de este monumento (Santa Ma. la Real de Sacramenia), es bastante triste, por no decir truculenta: En 1835 fue desamortizado y quedó abandonado, pasando a manos privadas, para ser usando como establos. En 1925, el agente comercial del millonario americano William Randolph Hearst; compró el claustro y lo trasladó hasta California. Puerto norteamericano donde permanecieron sus piedras numeradas y almacenadas durante años (sufriendo un gran deterioro). Finalmente se montaron de manera bastante “inadecuada”, en un lugar donde el clima y la humedad lo deterioran anualmente. Lo que quedó de ese “Coto de San Bernardo” en España, fue su imponente iglesia. Monumento inigualable que sería adquirido por el empresario Sánchez Junco, a finales del siglo XX; quien lo restauró y conservó perfectamente hasta el día de hoy.

Arriba: Chiho en el claustro de Nuestra Señora de Nieva (Segovia). Retratada por Roy Uéhara en 1988.





SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Tres imágenes de Caudilla, en Toledo. Arriba y al lado, fotografías tomadas por mí, en 2019. Abajo, una más; hecha por Uéhara en 1988. Observemos que en la imagen del Sr. Uéhara todavía se conservaba parte del lienzo delantero del castillo. A día de hoy, esta pared se ha derrumbado.



B- EL PARAÍSO DE TODOS:

Vivíamos el final de los años ochenta; cuando el avance cultural y económico de nuestro país progresaba aceleradamente, de modo geométrico. Faltaba menos de un lustro para que se celebrasen las olimpiadas de Barcelona o la Expo de Sevilla, y nadie deseaba el mal a sus vecinos... . Todos se alegraban del bien que nos rodeaba y apenas había compatriotas que afirmasen no ser españoles -al margen de los que siempre desean el daño ajeno-. Mientras, las familias de nuestro país eran cada día más ricas y cultas; tanto que su estatus les permitía tener dos casas, e incuso adquirir un tercer inmueble. Disponiendo de un domicilio en la ciudad, donde trabajaban; una residencia de playa (para verano) y una última, situada en lugares históricos (usada los fines de semana y vacaciones de invierno). Fue entonces cuando un piso en Segovia, llegó a valer lo mismo que otro parecido, en pleno centro de Madrid -principalmente si el segoviano se encontraba en el casco histórico, o en un edificio antiguo-.


Se llegó hasta un punto en el que los hombres “de dinero”, preferían comprar un palacio en Castilla, a un chalet de Marbella. Atreviéndose incluso a adquirir una bella ruina, en pleno campo; para rehabilitarla y convertirla en su santuario de invierno. Tanto fue así, que todo personaje relevante (empresario, profesional o político); para obtener un verdadero prestigio social, debía adquirir y restaurar una de esas antiguas propiedades -tierra adentro-. Reconvirtiendo en su nido invernal, una torre o un castillo; un convento o un monasterio. Eligiendo los menos potentados, y para igual función; una ermita, una casona o un palacete. Restaurándolas, en ocasiones pagando fortunas; aunque solo pudieran usarlas pocos días al año, para reunirse en ese suntuoso lugar junto a su familia, los amigos y las personas de mayor importancia.


Durante los años ochenta, imperaba la afición por las casas y edificios antiguos; sobre todo entre los miembros de la Alta Sociedad española -de grandes ciudades-. Debido a ello, los ricos y famosos se adherían a asociaciones de protección al patrimonio; donde estos poderosos, presentaban sus edificios restaurados a concursos. Consecuentemente, instituciones como Hispania y Europa Nostra, se convirtieron en relevantes organizaciones. Sus convocatorias a premios de rehabilitación, fueron verdaderos acontecimientos sociales, y de inigualable importancia. Presidían los reyes esos actos, acompañados de los mejores profesionales, y aderezados por todos los miembros del glamour hispano. Fue así como los adinerados y notables, restauraban conventos o castillos; convirtiéndolos en su segunda vivienda. Con el fin de lograr un premio Hispania -o Europa- Nostra; para que su prestigio se acrecentaba de manera exponencial. Al asistir a sus entregas los más destacados políticos y los personajes de mayor relevancia; junto miembros de la Casa Real. Ejemplo de cuanto relato, fueron presidentes de importantes grupos en prensa; como Jesús Polanco (y su Fundación en Santillana del Mar), o la familia Sánchez Junco (propietaria de la revista “Hola”; que recuperó numerosos monasterios).




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos de Pedraza, tomadas en el año 2000. Al lado, Chiho Onózuka frente al Castillo. Abajo, el autor de este artículo, junto al padre del pintor japonés Shoji Itó; en la plaza de Pedraza.











JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos de La Granja, tomadas hacia 1997. Al lado, Chiho saliendo de un precioso portón. Abajo, Chiho y su hermana Emi, en los jardines del palacio.






De este modo, durante los últimos veinticinco años del siglo XX, la vida social llegó a trasladarse al mundo rural -en gran parte-. Cumpliendo esa restauración y adquisición de edificios antiguos, una función aglutinante similar a la que hasta entonces había realizado la caza. El comportamiento de los más pudientes se trasladó a todos los estratos y los profesionales desearon adquirir una casa antigua. Lo hicieron en pueblos como Medinaceli y Pedraza, o en ciudades como Segovia y Salamanca. Allí lograban gran parte de sus relaciones; debido a que la permeabilidad social, era infinitamente mayor que la existente en grandes capitales. Sobre todo durante los fines de semana, o en vacaciones de invierno. Pudiendo contactar directamente con los más importantes empresarios y los poderosos; si se convivía con ellos, en esos lugares de descanso. Zonas de enorme belleza, en los que disfrutaban del buen vino, la mejor gastronomía y la salud del campo. Donde -además- la vida era sana y bella; convirtiéndose en el mejor emplazamiento para educar a hijos; lejos de los vicios y malas costumbres (extendidos por las grandes urbes).


Era entonces cuando conocer los pueblos de Castilla o de La Mancha, se hizo tan importante como hoy pueda serlo, manejar el ordenador. Un momento en que los intelectuales más importantes, los famosos, los ricos -incluso los adinerados menos interesados en la cultura-; se habían concienciado de que la solución social y cultural de España, era vivir el mundo rural. Fue así como los periodistas de renombre o los famosos del Rock, compraron y restauraron casas antiguas, en localidades como Sigüenza, Ayllón, Madriguera, Riaza (junto a largo etcétera de pueblos preciosos). Momento en que podías encontrar en sus plazas de domingo, a personajes como Luis Carandell, Elena Santonja o a Sánchez Dragó. Porque todos habían decidido “meter el dinerito” que les sobraba, en un edificio antiguo situado en una población con encanto. Un modo de invertir y a la vez disfrutar; de educarse y vivir la alegría del campo. Relacionándose con personas ajenas a las ciudades, saneando la mente y las amistades.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Preciosas fotos tomadas por Roy Uéhara el día de nuestra boda (en junio de 1991). Al lado, Chiho y yo. Abajo, junto a mi madre, en su casa.









C- LA ILUSIÓN POR CASTILLA:

A mediados de los años ochenta, mi mujer y yo éramos todavía novios; pero hasta que nos casamos (en 1991) recorrimos unos ciento cincuenta mil kilómetros por toda España. Fotografiando y documentando edificios, pueblos, campos, monumentos y cualquier lugar que pudiera tener un interés, para ser promocionado en Japón. Ella, por entonces trabajaba como intérprete consecutiva de japonés-inglés-español, pese a su juventud. Apenas tenía veinte años y por entonces ningún profesional de Madrid, era capaz de traducir perfectamente estos tres idiomas. Convirtiéndose así y con solo esa edad, en intérprete de las mejores empresas españolas (contactadas con Japón). Curiosamente, muchos de los presidentes de grandes compañías, lo que más valoraron de Chiho; fue sus enormes conocimientos sobre historia y pueblos de España.


Algunos de aquellos famosos empresarios pasaron a ser amigos nuestros; debido al interés que despertaba las conversaciones con una joven japonesa, que hablaba de lo sucedido con Don Álvaro de Luna, en Portillo, Montalbán o en Trujillo. Comentándoles, el modo en que el rey Don Pedro perdió la corona en Montiel, tras intentar la paz en Toro o después de casarse en Cuéllar. Unos hechos históricos que animaban las reuniones profesionales entre españoles y japoneses; logrando un contacto más distendido entre las compañías y sus directivos. Interesándose pronto los nippones por conocer esos lugares de los que Chiho les hablaba; viajando hasta ellos para visitar sus monumentos, ver los campos o degustar su gastronomía. En ocasiones, se sumaban a esas visitas que proponía mi mujer, los socios españoles; actuando como anfitriones y cumpliendo de ese modo con el deber de agasajarles. Fue así como un día llegó hasta Madrid uno de los más importantes presidentes empresariales de Japón; invitado por representantes de los Grandes Almacenes mayores de nuestro país. El encuentro era un compromiso para los españoles; entre cuyos directivos se hallaba un segoviano. Tras la primera reunión de trabajo, este castellano, le comentó a Chiho:

-“Dile al presidente japonés, que todo lo que habla es muy importante; pero si no conoce Segovia y no ha comido cordero, regado con un buen Ribera del Duero... . Nada tiene valor en esta vida”-.


Chiho tradujo sin miedo ese consejo que el representante de los Grandes Almacenes le daba a uno de los hombres de negocios más importantes del Japón. Quien extrañado, porque en el programa del día no se mencionaba visitar Segovia; preguntó a la intérprete si aquello podía ser verdad. Entonces ella afirmó que cuanto le decían era “tan cierto, como que la tierra giraba...” . Pronto, anularon las reuniones de trabajo y pusieron varios coches a disposición del séquito de empresarios; saliendo rumbo a Segovia. Donde visitaron La Granja y más tarde recorrieron la ciudad (quedando impresionados los japoneses ante tanta belleza). Más tarde, el directivo que les había llevado a Castilla, les condujo al restaurante de un primo suyo; donde le vistieron como “mesonero mayor”. Allí, Japoneses y españoles, comieron cordero con cochinillo, cortado por el gran anfitrión y regado por los mejores caldos del Duero. Al salir de “esta importante junta”, el empresario japonés tuvo que reconocer que había sido una de las mejores reuniones de trabajo de su vida. Todo fue un éxito, económico y comercial; refiriéndome a comercial del “comer” y del comercio... .



SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotografías de aquel día que mencionamos, en primavera de 1989.
Cuando llegó a Madrid uno de los empresarios más importantes de Japón, invitado por la directiva de la mayor cadena de Grandes Almacenes de nuestro país. En la primera reunión de trabajo, un directivo de la empresa española, advirtió a los nippones que cuanto hablaban era muy importante. Pero si no conocían Segovia, ni habían degustado el cordero, el cochinillo y los Ribera del Duero; nada era crucial el la vida. Los japoneses preguntaron a Chiho si aquello podía ser verdad. Ante la afirmación de mi mujer, advirtiendo a sus compatriotas que pocos lugares había tan bonitos como Segovia y pocos menús, mejor al que que les proponían. Se anularon las reuniones en Madrid y salieron todos hacia La Granja, para ir luego a la capital segoviana; donde finalmente probaron el cordero, el cochinillo y el Ribera del Duero. ¡Todo fue un éxito, de comercio y del bebercio!. Arriba, Chiho en el palacio segoviano, junto al famoso presidente de la compañía japonesa (omitimos nombres y marcas, por motivos profesionales). Al lado, en los jardines de La Granja, con el presidente nippón y un directivo de los grandes almacenes españoles. Abajo, frente al Alcázar de Segovia; Chiho junto a los representantes de ambas compañías.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes más de aquella escapada a Segovia. Al lado, el director de los Grandes Almacenes que propuso el viaje; corta el cordero y el cochinillo, vestido de mesonero, ante la mirada alegre de los japoneses. Abajo, el anfitrión muestra a Chiho y al empresario nippón, el modo en que hay que oficiar la ceremonia del corte y traslado a los platos.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos de Chiho en el acueducto de Segovia, tomadas en los años 1988 y 1989.







D- NEGOCIOS DIVERSOS:

Fui yo siempre un hombre de negocios, con el único inconveniente de que cuantas empresas creé, ninguna tuvo beneficios. Pero a mí, que un proyecto económico se haga para obtener dinero; me resultaba mediocre y hasta de mal gusto. Porque lo importante en una idea de negocio, es que sea creativa y bella. Así terminé trabajando para otros; pues el modo en que proyectaba mis empresas, no era nada interesante. Un ejemplo fue la primera que se me ocurrió, pretendiendo crear una “inmobiliaria” para vender a los japoneses: Castillos, palacios, monasterios y casonas. Aquella “idea” que inicié hacia 1986, precisaba de continuos viajes a pueblos y ciudades, de Castilla o de La Mancha. Donde fui recogiendo datos, fotos y videos, de los referidos inmuebles a liquidar por sus propietarios. Por entonces no existían portales dedicados a ofrecer rústicas y las propiedades de campo o pueblo, se ofertaban en anuncios de prensa o a través de amistades. El hecho cierto es que estuve dos años viajando y tomando notas, fotos y videos; para crear un enorme dossier. Finalmente, decidí mandar toda la información a Japón y preparar la empresa; pero nadie contestó.


Aquel fue mi primer fracaso empresarial, con tan solo veintisiete años; aunque la idea era tan bonita como divertida... . Así, después de haber localizado decenas de castillos, torres, palacetes, casonas, conventos y hasta monasterios, en venta. Viendo que nadie los quería comprar; pese a que entre esos magníficos inmuebles, se hallaban algunos tan importantes como el castillo de Guadamur o el Monasterio de San Batolomé de Lupiana. Quedé muy extrañado, observando que no se interesaban por esos edificios magníficos incluidos en mi documentación. Siquiera pude poner en marcha la empresa; y ante esta situación, pregunté a quienes habían adquirido inmuebles antiguos en pueblos, el modo en que lo hicieron. Me contestaron que la fórmula era acercarse a las notarías, situadas cerca de donde te interesaba buscar una casa o finca. Allí, se invitaba a comer al oficial primero, comentando tu interés; para que avisasen si aparecía alguna propiedad con esas características (en litigio o herencia). A los postres de la invitación, se hacía un buen regalo al pasante de la notaría; y ya solo faltaba esperar a que sonara el teléfono. Porque antes o después, “saltaba la liebre”... . Liebre, conejo o gato; “fue cosa” me hizo desistir finalmente de esa empresa para vender “Castillos en Castilla” (tal como quería llamarla).


La segunda idea comercial que puse en marcha (en 1988) sería un sostén decorativo de cerámica; para que lo fabricasen en los alfares de Talavera. Ya que cuatro años antes había ido a La Mili junto a un ceramista de Puente del Arzobispo y me motivaba enormemente, hacer negocios con mi compañero del ejército -Higinio Aceituno-. En imágenes más abajo, podremos encontrar el modelo del referido sujetador de loza y hasta su patente; pues fui a registrarlo en propiedad industrial. Asimismo, preparé el modo de fabricarlo en serie y tres tallas: Copa grande, mediana y pequeña. Siendo en este caso los tamaños, inversos; pues cuanto mayor fuera el pecho de quien luciera el referido sujetador cerámico; menor debían ser las paredes de su “copa”. Asimismo, pintamos y diseñé hasta cien modos diferentes de dibujos, para decorar su exterior (con flores, peces, animales, árboles, estilo gótico etc). Tras todo ello y después de viajes, años, inversiones, patentes y todo tipo de preparativos; busqué una gran famosa, para que las patrocinase y vendiera. Pero cuando estaba todo preparado, comenzaron los problemas; sobre todo cuando un amigo me dijo:

- “A más de uno se le van a partir los piños; en un momento de pasión, cuando su novia lleve puesto tu sostén de loza y se abalance sobre ella...-”.


Me produjo risa pensar que mi sujetador de cerámica dejaría sin dientes a quien se echase en el regazo de su amada, a modo “tigresco”. Pero aquella situación absurda, me advirtió sobre lo que pasaría, si en vez de un enamorado pasional, lo que chocaba contra el sostén era algo más contundente. Llegando a asustarme el resultado que podría tener, una simple caída de quien lo portaba; que llegaría a cortarse con su filo roto -incluso clavárselo en el pecho-. Más peligrosa resultaba la idea del accidente viario; donde las copas de cerámica podrían partirse y actuar como cuchillos contra aquella que las llevaba puestas. Ante esta hipótesis y deduciendo lo que pasaría a una mujer que lo tuviera colocado; al caerse de una moto, de una bici o en un simple choque de vehículos. Desistí fabricarlas; aunque hubo un momento que pensé hacerlas de resina, pensando que así carecían de peligro. Finalmente, observé que la resina era un material “poco noble”; cuyo uso en el pecho podía generar tanto calor como incomodidades (sin dejar de ser arriesgado en un accidente).








SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Fotografías del famoso sostén decorativo de loza, patentado por mí en 1988. Arriba y abajo, el modelo; con sus lazos para abrocharlo en el frente y la espalda. Al lado, la patente.








SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Fotografías nuestras durante 1987 y 1989. Arriba, Chiho en La Cartuja de Sevilla -poco antes de celebrarse la Expo-. Al lado, en una ermita junto a Sepúlveda. Abajo, imagen mía en Tiermes (Termantia).






JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos tomadas en 1988, en el castillo de Solosancho (Ávila). Este magnífico inmueble fue adquirido a fines de los ochenta, por la familia Mayoral, que lo convirtió en un hotel de lujo. Años más tarde (hacia 1994) conocí a su propietario, quien regentaba el negocio. Se llamaba Avelino Mayoral y era una persona encantadora; con un trato inmejorable. Intenté que en Japón se conociera el castillo; incluso, que allí organizasen bodas. Cuando estuvo de moda entre los nippones casarse en el extranjero; principalmente en segundas nupcias. Tristemente, Avelino Mayoral falleció pocos años más tarde y ya perdimos contacto con ellos. En la imagen podemos ver a Chiho junto al castillo, con camisa rosa. Ese día de verano de 1988, subimos también a las ruinas de Ulaca, el yacimiento vettón junto a Solosancho; sito el el alto de sus picos y cuyas vistas son maravillosas. Tenía una gran documentación fotográfica sobre esa subida a Ulaca, pero una inundación ocurrida a mediados de los años noventa en Pozuelo, sumergió mi despacho en metro y medio de agua. En esa noche de junio de 1995 se perdió la mayor parte de documentación y fotos que hasta entonces habíamos tomado. Junto a ellas desapareció cuanto había escrito y mucho de lo compuesto hasta esas fecha (principalmente casi toda la música grabada).



Tras mis tormentosos comienzos en el mundo de los negocios, no cesé en volver a intentarlo. Principalmente debido a que cuánto se obtenía económicamente con la música clásica y con la guitarra, era “tendente a épsilon” (e , para el que sepa griego o matemáticas...). Así fue como durante el año 1990, y poco antes de casarnos; ideé un nuevo proyecto consistente en exportar vinos de Ribera del Duero al Japón. Para asegurarme el éxito, pedí ayuda a personas que conocían perfectamente la zona; logrando que dos grandes amigos míos, me ayudasen. Asesorado por ellos, elegimos cinco marcas que pudieran ser de interés en Japón -por precio y calidad-.


Tras concertar visitas con las cinco empresas, nos trasladamos juntos a la zona del Duero, para conocer las bodegas. Pero la llegada a la primera de esas industrias vinícolas, fue de recordar para siempre. Pues nada más entrar, nos preguntó el enólogo "a qué veníamos". Después de explicarle -muy educadamente- que habíamos quedado con la dirección de su empresa, para comprar unas cajas e intentar promocionar el vino en Japón. La respuesta del que llevaba el laboratorio fue contundente; afirmando:

- “Los japoneses no beben vino. Es más, no pueden apreciarlo; porque beben sake, que les estropea las papilas gustativas”-.

Todo ello expresado de un modo tan rotundo y profundo; que sus palabras insultaban, dejándonos perplejos. Intenté exponer con la mejor educación, que estaba confundido, que conocíamos japoneses coleccionistas vinos; y que allí había muchas personas capaces de apreciar los caldos de Ribera del Duero -siendo famosísimo el Vega Sicilia-.


Ante mi respuesta, volvió a repetir ese enólogo que en el país del Sol Naciente nadie sabía lo que era el vino. Momento en que pedí a Chiho y a los amigos que nos acompañaban, salir un momento de las instalaciones, para hablar sobre la situación (que comenzaba a ser violenta). Ya en el exterior, mis “asesores” me dijeron que eso era normal en la zona; el trato común que se daba al desconocido, por esos pueblos. Aseverando que si “tragaba” y no le daba importancia a frases tan desagradables, el directivo nos vendería las cajas, e incluso nos tomaría como distribuidores en Japón. Yo no podía dar crédito a lo que sucedía; advirtiendo que tan solo había sido insultado así en comercios del Barrio de Salamanca -de Madrid-, o en las tiendas caras de Barcelona. Donde los dependientes me preguntaban con cara de asco si era yo el chófer de “esa japonesa”; y cuando les respondía que se trataba de mi novia, ponían peor gesto del que ya tenían... .


Hablando de estas cosas y tras unos minutos de dudas; decidimos entrar de nuevo a la bodega, intentando negociar la compra de algunas cajas. Al vernos regresar, aquel enólogo nos recibió con un “cariñoso” saludo, expresando:

-“¿Ya se os han aclarado las ideas?”-.

A lo que contestamos con un “sí”; aunque nuestro deseo era meterle en una barrica, de cabeza... . Pasaron unos minutos más y tras escuchar otras bobadas adicionales del que nos recibía; parece que al ver cómo le aguantábamos, cambió de carácter repentinamente. Convirtiéndose en una persona educada y afable; ofreciéndonos el vino que deseáramos, estando muy contento de que lo lleváramos a Japón. No podíamos creer lo que sucedía y así hicimos la primera cata, comprando varias cajas para enviar como muestras. Al salir de aquella reunión les di las gracias a mis “asesores”, porque de haber ido solo, hubiera mandado a paseo al enólogo, tras la primera frase. La explicación que me daban mis amigos fue que “esa era una forma de vender”; algo que yo nunca entendí, pero que parecía verdad. Porque aquel que nos recibió en la bodega (cuyo nombre no procede mencionar), fue desde entonces y por siempre, una persona cariñosa, servicial y hasta un amigo. Siéndome incomprensible, por qué nos trató así durante el primer contacto.







SOBRE JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres dibujos míos de la catedral de León. Arriba, vista general de la fachada; al lado, su boceto. Abajo, una de las zonas de su claustro.









JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos dibujos míos relacionados con la reina Isabel la Católica; personaje que ha sido “expulsado” del capitolio americano. Quizás porque en Estados Unidos todavía no ha regido la nación una mujer; mientras en España (Castilla o Aragón) desde la Alta Edad Media, gobernaron reinas. Al lado, fachada de la casa donde murió Isabel la Católica, en Medina del Campo. Abajo, iglesia románico-mudéjar en Madrigal de las Altas Torre; población que vio nacer a esta reina.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos dibujos míos del castillo de Pedraza; que perteneció al pintor Zuloaga y todavía continúa en manos de sus herederos. Es importante destacar, que personajes como Ignacio Zuloaga, Benigno de la Vega-Inclán o el marqués de Lozoya; realizaron una labor inmensurable para la conservación de edificios antiguos, en zonas de Segovia, Valladolid o Toledo (entre otras). Desde finales del siglo XIX a comienzos del XX; recorrieron y estudiaron pueblos y localidades del sur castellano; llevando a cabo una verdadera concienciación entre sus habitantes, para que no derribasen construcciones importantes. Salvando de ese modo, monasterios, iglesias, palacios, castillos, casonas y muros medievales; de los que había miles en el área que mencionamos. Donde se encuentran poblaciones como Sepúlveda, Pedraza, Sta. Ma. de Nieva, Arévalo, Cuéllar, Olmedo, Berlanga de Duero, Peñaranda de Duero, el Burgo de Osma; junto a las localidades situadas en las ribera del Ucero y en la del Duratón (que contienen verdaderas joyas de la arquitectura románica, gótica y renacimiento).


Fue Zuloaga, junto a Vega-Inclán y el Marqués de Lozoya quienes dieron a conocer a comienzos del sigo XX; la enorme belleza de estos lugares y la increíble calidad de su arquitectura -junto a las pinturas y esculturas de esos templos-. Su divulgación de esa España desconocida, interesó de manera especial en países como Estados Unidos o Francia. Desde los que llegaron estudiosos y millonarios a observarlas, e incluso a comprarlas. Lo peor sucedió cuando la moda mundial se centró en el arte Español y muchos potentados vinieron hasta esta zona, para adquirir todo tipo de piezas. Así salieron de España los frescos de San Baudelio de Berlanga y hasta el claustro de Sacramenia, a pesar de las protestas de Lozoya o de los intentos de Vega-Inclán y Zuloaga por buscar un comprador español. Pese a todo, también se logró que muchas obras se salvaran de su destrucción; tras haber sido exportadas y bien conservadas en Estados Unidos o en Francia. Naciendo instituciones como The Hispanic Society of América. Creada por el multimillonario Hutchington; a quien Benigno de la Vega-Inclán convenció que la fundase, con el fin de conservar en Estados Unidos el mejor legado de arte español.



El segundo empresario al que visitamos en la Ribera del Duero, resultó más amable; aunque al enseñarnos sus viñedos, parecía estar tan solo preocupado porque el viento no le arrancase el peluquín. Nada ni nadie le quitaba las manos sobre la cabeza; con las que parecía querer enroscarse aquel postizo de pelo. Fue en esos momentos cuando -sin darme cuenta-, le pregunté si era verdad que un famoso y rico bodeguero, asentado en un pueblo cercano; llevaba siempre el dinero bajo la boina. Vi que le sentaba mal mi cuestión; frase que hizo sonreír a mis asesores, aunque me advirtieron que por allí estaba mal visto hacer chistes de ese tipo. En verdad, nada tenía de ironía mi referencia al millonario fabricante de vino, conocido por guardar billetes bajo la boina. Pero la cosa pareció torcerse desde aquel momento; y el dueño de la empresa que nos recibía, me advirtió que se trasladaría a Japón (para vigilar lo que hacíamos...). Yo no me lo tomé en serio, sin pensar que vendría a Tokio; pero un día sonó el teléfono de casa, en Maebashi -fijo, pues por entonces no había móviles-. Era el tío del peluquín, diciéndome que ya estaba en el país del Sol Naciente. Nadie le esperaba y las botellas habían llegado apenas unas semanas antes. Le expuse que necesitaríamos tiempo; incluso había que “descansar” los vinos, reposándolos un mes después de tanto trayecto (del Duero a Japón). Pero me exigió que le preparase una cita con proveedores; y le respondí que era necesario organizarla junto a un intérprete. Contestó que le tradujera yo, ante lo que le expresé que estaba recién llegado y que me encontraba todavía estudiando el idioma. Momento en que aquel bodeguero del peluquín se enfadó, afirmó que no iba a pagar ningún traductor y que se largaba de excursión por el país. Así, recibiendo los gritos del referido empresario, quedó zanjado el negocio; por lo que tuvimos que beber -o regalar- todas las botellas de esa marca (compradas y exportadas, a nuestra costa).


El resto de vinos que llevamos procedían de otras tres bodegas; la más humilde se trataba de una cooperativa y debido a ello, cada botella era de su padre y de su madre. La primera que abrías salía muy buena, la siguiente medio buena, la otra mala y después, tres malísimas. Tampoco pudimos contar con esta empresa, porque “la variedad de sabores” era su firma. Finalmente, las otras dos marcas que elegimos, se hicieron famosísimas en lo que transcurrió desde que compramos las cajas, hasta poder realizar el primer encargo. Recibieron en España todos los premios habidos y por haber; y hasta uno de estos vinos, fue elegido por el Vaticano para celebrar la Misa de Gallo. Por lo que, al bendecirlo y beberlo en Nochebuena el Papa; dobló lo que nos costaba unos meses antes. De ese modo, las bodegas que nos quedaban como posibles proveedores, en tan solo un par de años habían duplicado su precio; haciendo imposible la oferta que inicialmente llevábamos.


Ante tanta adversidad, la solución que tomamos fue volver a casarnos en Japón y ofrecer en la nueva boda, el resto de esas seiscientas botellas exportadas. Dicho y hecho; de este modo fue como en el año 1992 celebramos de nuevo nuestras nupcias en Maebashi -quince meses después de las españolas-. Invitando especialmente, a los amigos y familiares japoneses que no habían podido acercarse a las primeras. Sobraba tanto vino en esa fiesta, que la cogorza general fue tremenda; pues tocaban casi a dos botellas por asistente. Allí, los amantes de los buenos “licores”, pudieron beber cuanto se les antojó y más de lo que el cuerpo aguantaba. La celebración se hizo en “Saraibo”, el local donde yo tocaba la guitarra todas las noches, que pertenecía a uno de los hermanos de mi suegra. Los invitados salieron más que “perjudicados”; pero todos ellos, alabando el magnífico vino del Duero. Demostrándose así, que las palabras de aquel enólogo que visitamos en la primera bodega, no tenían razón alguna.


Finalmente, añadiré como anécdota, que de esos días recuerdo; cómo al no obtener el permiso de trabajo en Japón, fui hasta la secretaría de inmigración (por ver qué pasaba). Allí me explicaron que, probablemente, mi mujer no había presentado la documentación de nuestra boda ante las autoridades; por lo que estábamos solteros -al menos en el país del Sol Naciente-. Había pasado ya más de un año desde nuestras nupcias en España y más de tres meses de las que hicimos en Japón; pero todavía andábamos sin casarnos... . Al enterarme de mi estado civil en aquel país, me dirigí a casa de mi suegra -donde estaba en ese momento Chiho- y le pregunté a mi mujer “virtual”, qué sucedía... . Pidiendo explicaciones de por qué no estábamos casados. Ella, delante su madre, me contestó:

-“Es que aun no estoy segura... Soy muy joven”-.


Ante estas palabras, yo me subía por las paredes; ya que me convertía en “un ilegal”, sin poder pedir siquiera un permiso de residencia o trabajo, en su país. Pero su madre (es decir, mi suegra) se partía de risa, expresando que había que ser previsora en la vida... . Pasaron los días y logré convencer a mi “esposa virtual” para ir al registro de su nación, e inscribir nuestro matrimonio, de una vez por todas. Finalmente lo logré... . Por cuanto, al menos tenemos tres fechas de boda: El 15 de junio de 1991, que nos casamos en España y octubre del año 92, con nupcias en Japón. Pero finalmente, la que figura en el registro nippón, es la del día en que Chiho fue darse de alta como "casada".



SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, CD que grabé durante esos días en Japón (con música compuesta e interpretada por mí). Al lado y abajo, dos imágenes mías en Japón, durante los días de los que hablamos (años 1991 al 1993). En la fotografía junto a estas líneas; anuncio en una revista japonesa, con el local donde tocaba a diario en Maebashi. Bajo este párrafo, programa de un concierto en Ishesaki, en el que tocábamos como solistas: Paco de Antequera, Sekiguchi y yo.

TODO AQUEL QUE DESEE OIR MI DISCO PLÉYADES, PUEDE ACTUALMENTE HACERLO, PULSANDO LOS SIGUIENTES LINKS:

LA MUERTE DE ATLANTE (1982)

https://www.youtube.com/watch?v=cSpD5Xn0lLM

PLÉYADES (1982)

https://www.youtube.com/watch?v=BM-reWmBnvE

HESPERIS I (1985)

https://www.youtube.com/watch?v=zs75YCxbad4

HESPERIS II  (1985)

https://www.youtube.com/watch?v=jRVNaGa3wx0

HESPERIS III (1985)

https://www.youtube.com/watch?v=M6EzpQyy2Qc






SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dibujos míos con botellas, para promocionar la marca CARM en Japón. Finalmente hemos terminado exportando, Ribera del Duero portuguesa (Alto Douro); debido a su enorme calidad y a las facilidades que presentan las empresas lusas para exportar. Cuyos directivos comprenden mejor el mercado asiático y logran perfectamente acuerdos en Japón.







SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres dibujos míos de Peñaranda de Duero. En este precioso pueblo decidimos parar en el año 1991, durante nuestras primeras visitas a las bodegas de La Ribera. Recuerdo que en Peñaranda estaba muy incómodo por el trato que recibíamos en la mayoría de las empresas de vino; y cenando con mis asesores, les dije que me sentía fatal (muy menospreciado por los bodegueros). Uno de ellos, me explicó que ese era un modo de vender en Castilla; despreciando al cliente y haciendo de menos al interesado, para dar importancia a su propia empresa. Me narraban que era común en los pueblos del lugar, ignorar al forastero; para no depender de los ajenos.


No dando crédito a lo que me contaban; sin entender por qué ser cortante con el cliente, podía considerarse un buen modo de marketing. Pregunté varias veces sobre todo ello a mi amigo; buen conocedor de la zona y quien reiteraba que era así. Él, para mostrarme que tratar mal a los interesados en tu negocio, era algo normal del área; me comentó que unos días antes había tenido un gran problema de ese tipo. Sucedió en una tienda de una capital castellana; donde recibió un desaire tan mayúsculo, que decidió decirle al dueño:

-“Ahora, me voy a mear en la puerta de tu local; porque tú a mí no me tratas así...”-

Dicho y hecho; estaba tan indignado con el desprecio vivido, que se fue para la entrada e hizo como si se sacase “el aparato” -simulando estar orinando-. Se trataba de una broma pesada, pero los propietarios se lo tomaron a mal. El dueño del negocio, indignado, fue hacia esa puerta y comenzó a gritar; llamando a la policía. Así que mi amigo, no sabiendo qué hacer; tocándose “las bajeras” le volvió a decir (en tono jocoso):

-“Ven para acá, que te mato con esto que tengo en la mano”-

El asunto terminó en un lío morrocotudo; en el que mi “asesor” tuvo que salir huyendo; porque los que regentaban de la tienda llamaron a las autoridades, afirmando que les estaban amenazando de muerte. Debiendo esconderse mi amigo durante algunos días; porque el dueño del referido negocio, le conocía perfectamente y sabía dónde vivía... .




SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres dibujos míos de Segovia. Arriba y abajo, la catedral; al lado, La Veracuz. En algunas localidades de la Castilla leonesa, hay personas a las que les molestan los forasteros y sobre todo, los turistas. Recuerdo que un día viajando con un cliente japonés, entramos en el Bar de un pueblecito serrano -a hora y media en coche, desde el centro de Madrid-. Su ambiente era tan “peculiar”, que mi amigo nippón sacó su cámara, para hacer algunas fotos. El dueño del local se puso como una fiera; advirtiendo que ya había dicho que allí no se hacían fotos. Nos echó a la calle, sin dejarnos terminar la consumición; mientras un niño japonés -que viajaba con nosotros- quedaba asustado al vivir la escena... .

Cuando me enfrento a este tipo de situaciones, siempre recuerdo la anécdota de una amiga mía, que trabajaba en una de las tiendas más lujosas de España. Me decía que el secreto para vender bien; a veces consistía en ser estirado y hasta, tratar mal al cliente. Pues existía un “masoquismo comercial”, por el cual aquel que se sentía despreciado; llegaba a hacer una importante compra, para demostrar que era una persona destacada. Sobre ello, me contó lo sucedido cuando entró en su local de Serrano, un señor vestido de pana negra y con la boina “enroscada”; que le dijo:
-“¡Maja...!. Ponme cuatro monedericos de esos; de piel y de colores”-

Ella, que atendía a esta persona con aspecto de ser un buen hombre de pueblo; no sabía si tendría dinero para pagar los monederos. Y pensando que se había confundido de tienda; le comentó:

-“¿Cuatro... .? Es que cada uno vale cincuenta mil pesetas”-

A lo que el cliente respondió en tono enfadado; con sorpresa y gritando:

-“¡Madre mía!. ¡Ni que fueran de piel de polla!”-

El señor, salió a toda prisa de enorme local (mientras todos le miraban); y cuando iba a cerrar la puerta exterior, dijo en voz muy alta:

-“¡¡¡Pero; ni de la polla del dueño!!!”-

Y es que muchas veces, uno se plantea si aquello que nos quieren vender en algunos lugares de España; estará hecho con esta piel (tan fina como escasa...).



E- CAMBIO DE RUMBO:

En 1991, en el Japón era ya imposible vivir de la música clásica -o seria-. Había comenzado por entonces, la crisis cultural que en España se inició con La Movida (unos diez años antes). Así fue cómo a comienzos de los noventa, los jóvenes nippones se interesaban principalmente por el deporte; siquiera les importaba ya mucho, el Pop o el Rock. Sucedió de un modo inesperado, tras las olimpiadas de Barcelona -verano del 92-; desde ese momento, lo único que parecía preocupar a los chicos japoneses era el fútbol. Quizás porque habían elegido a su país sede de los Campeonatos del Mundo; el Mundial de 2002 -organizado junto a Korea del Sur-. Hasta esas fechas, al hablar de España con japoneses; solían preguntarme por Toledo, Barcelona o Granada; por Gaudí y Picasso, por Miró y Dalí; pero principalmente por la Alhámbra y por Tárrega (Andrés Segovia, Yepes o el maestro Rodrigo). Eso sucedía hasta 1992 -aproximadamente-; pero cuando España tomó gran fama en el Planeta a través de las Olimpiadas y la Expo, todo cambió. Al parecer, entonces nuestro país se incorporó a ese “nuevo mundo”, dónde el deporte era la más importante de las culturas (la cultura física...).


Por cuanto narramos, fue imposible vivir de la guitarra en Japón; menos aún como compositor. Viéndome obligado a cambiar de profesión en 1992; con algo más de treinta años de edad. Aquel giro en mi vida, me costó una tremenda depresión, pues creí que había fracasado; lo peor que una persona puede considerar de sí mismo. Además, el problema añadido de los músicos cuando nos incorporamos a un trabajo ajeno al nuestro; es la imposibilidad de abandonar el “instrumento” -me refiero a la guitarra (en mi caso)-. Pues si no lo tocamos un mínimo de cuatro horas diarias, vamos perdiendo “mano”; y finalmente se llegaría a destruir cuanto se ha logrado a lo largo de decenios. Debido a ello, la necesidad de buscar un medio de vida lejos de la guitarra, precisaba combinarlo con esas cuatro horas practicando cada día... . Pero los milagros suceden y después de tanto pasar; en 1994 el empresario Endo-San (presidente de Sunwa Co.), nos contrató para codirigir un centro comercial, que deseaban abrir en Maebashi ese año. Una gran tienda dedicada a crear patios y jardines de tipo español. Allí, nuestra función sería comprar artesanía en España y exportarla; asesorando a los clientes nippones del modo en que debía colocarse -para decorar exteriores e interiores, al estilo hispano-.


De esa forma empezamos una nueva vida; que nos obligaba a residir en España varios meses y trasladarnos por toda la Península. Aunque esta vez, nuestros viajes tenían como función crear una cartera con los mejores artesanos y los más interesantes productos manufacturados de nuestras tierras. Por fortuna, a comienzos de los años noventa, todavía existían grandes alfareros, magníficos ebanistas, buenos talleres de madera o hierro, tanto como múltiples fabricas de ladrillos y azulejos, manuales. Se conservaban todavía telares, como los de mantas zamoranas o leonesas -en Val de San Lorenzo- y maestros artesanos, capaces de trabajar el hierro, el barro, el esparto o la madera; tal como lo hicieron sus abuelos. Pese a todo, la gran mayoría de aquellos industriales que fuimos visitando -para exportar sus productos a Japón-, eran ya mayores; por lo que años más tarde fueron cerrando sus talleres o pequeñas fábricas, sin que nadie continuase su labor.


De ese modo se perdieron trabajos y tradiciones con miles de años de historia; cuyos secretos y entramados, hasta entonces habían pasado de padres a hijos. Evidentemente, ello suponía que la Sociedad avanzaba; cuando se convertían en licenciados, los hijos de alfareros, boteros, ebanistas, tejedores o herreros. Pero en verdad, era inimaginable la pérdida en patrimonio inmaterial y cultural, a consecuencia de ese cambio social. Tanto, que deberíamos plantarnos por qué no se instituyeron estudios medios, e incluso licenciaturas universitarias; para esas profesiones artesanas. Pudiendo formarse como estudiantes de grado, aquellos que tenían antecedentes o vocación de artesano. Cuyos padres y mayores, les habrían transmitido todos los misterios de esas profesiones que contaban con decenas de siglos. Pero sucedió cuanto pasó... . Sea como fuere, entre el año 1995 y el 2002, al menos pudimos recorrer toda España y Portugal, buscando todavía productos hechos a mano de la mayor calidad imaginada (azulejos, ladrillos, baldosas, cacharros, sillas, mesas, herrajes, tinajas, puertas, balaustradas, faroles y largo etcétera).




SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres imágenes relacionadas con la época de la que hablamos. Arriba, junto a mi cuñada Emi, que sujeta a mi primer sobrino (Tomoki), en el año 1992. Al lado, junto a la prima de mi mujer Yukari y su hijo; cuando vino a vernos al centro comercial del que hablamos. En Powerdio Club de Maebashi, en 1996. Abajo, un dibujo mío recordatorio del marido de esta prima de mi mujer; que ha fallecido recientemente y le encantaba Toledo. Se llamaba Aku-San y vino a España, junto a Yukari, durante su viaje de novios. Múltiples anécdotas nos sucedieron con ellos, aunque recuerdo una bastante curiosa. Ocurrió en un lugar cercano a Extremadura, cuando Aku-San tomó una postura de descanso bastante común entre los japoneses; como es, ponerse en cuclillas. Mientras estaba así agachado, frente a una juguetería -casi apoyado en su escaparate-, salió el dueño de la tienda y me preguntó:

-“¿Ese chinillo es tuyo?”-

Tardé un poco en reaccionar, pues no entendía del todo lo que me decía quién así salía del local. Al momento me, dí cuenta de lo que quería expresar y respondí:

-“Bueno... Sí... . Es un japonés y viene conmigo”-

Tras lo que aquel extraño comerciante expresó en voz muy alta, remarcando su acento y en tono jocoso:

-“¡Pues le vas a `decil´, que aquí no se puede `cagal´!”-

El pobre Aku-San, que se encontraba en la puerta del escaparate, agachado y descansando. Sin comprender nada; al verme hablar con esa persona que se expresaba casi a gritos, me preguntó qué pasaba... . Yo, sin saber qué contestar, le comenté:

-“Me dice que el portal está recién pintado; que no te apoyes allí, vete a otro lado”-.

Así, el japonés un tanto asustado y mirando hacia atrás -por si se había manchado-; se cambió de lugar, para ponerse en cuclillas frente a otro escaparate. Tras todo aquello, el hombre de la juguetería sentenció de nuevo:

-“Se está mirando... . Pero todavía no lo ha hecho... . Allí enfrente es donde tiene que ir a poner el huevo; que ese es de la competencia”-







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Otros dos dibujos míos de Toledo; una de las ciudades que más gustan a los japoneses.











JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
De nuevo, Toledo dibujado por mí.







Tal como narro, desde el año 1995 tuvimos que viajar por toda la Península, buscando artesanos; llegando a encontrar verdaderas joyas en sus talleres. Comprando puertas y hierros, trabajados igual que lo hacían cientos de años atrás. Adquiriendo baldosas, ladrillos, tejas y todo tipo de material de construcción; fabricado a mano, tal como se hacía en tiempos de Cervantes. Tanto como tinajas, construidas mediante un proceso ancestral y milenario, donde el ceramista va creando la gran vasija entorno a él; dando vueltas a un trozo de arcilla llamado “churro”, que le pasan desde el exterior. Montando así el gran vaso de la tina alrededor de su persona, cerrando las paredes de cerámica. Pegando y modelando el churro, hasta que termina el enorme cacharro, desde el que luego le sacan con una cuerda; para colocar finalmente a esa tina, la “boca” y el “culo”. Tal como se llama la parte alta y baja de estos recipientes, capaces de albergar cientos -y hasta miles- de litros de vino o aceite. En estos viajes, recuerdo que pudimos ver trabajando a uno de los últimos grandes tinajeros, cuyo taller estaba en Villarobledo (Albacete) y que mantenía su horno de tipo árabe. Allí nos enseñaba el modo en que introducía a hornear, diez o veinte de esos enormes cacharros; para someterlos al fuego de la leña, durante al menos dos días. Perdiéndose finalmente un treinta por ciento de cuanto ponía a cocer, porque se rajaba o se horneaba mal, debido al exceso y falta de temperatura. Asimismo, hemos conocido a fábricas de baldosa manual, como la de Oropesa -por fortuna, todavía activa-; cuya calidad es inmejorable y siguen trabajando tal como su hizo en tiempos romanos, árabes o medievales.


Del modo, desde 1995 visitaríamos decenas de tejeros y ladrilleros; principalmente asentados en La Mancha -a cual más agradable y simpático-. Compramos y exportamos los “cacharros” de los más grandes ceramistas y alfareros; quienes en los años noventa todavía tenían sus talleres en activo (sobre todo los de Puente del Arzobispo y Talavera). Aunque, tristemente todas aquellas fábricas y pequeñas industrias han ido desapareciendo desde hace unos veinte años. Hasta quedar reducidas a unos pocos, que “sobreviven” a la enorme crisis cultural de Occidente, producida desde el 2000. Acerca de compras y exportaciones realizadas, recuerdo especialmente un encargo que realizamos en un pueblecito al Sur de Toledo. En este lugar de la Mancha, famoso por su castillo; existía por entonces un taller de carpintería capaz de copiar las puertas del siglo XVII, imitando hasta los tachones y herrajes. Para ello contaba con un herrero también asentado en la misma población, que trabajaba la forja tal como se hacía en el sigo XVII y XVIII. Tan famosos eran ambos artesanos, que en ellos compraban numeroso anticuarios de toda Europa; para revender sus piezas como antiguas... . Así fue como ofrecimos los servicios y labor de estos dos especialistas a varios interesados en Tokio. Logrando de una empresa que construía un enorme hotel en Japón; que nos encargase las balaustradas y hasta la puerta de entrada a la capilla del mismo edificio. Tras firmar el contrato con los japoneses, fuimos al referido pueblo -sito a pocos kilómetros al Sur de Toledo capital-; cerrando el trato, para que nos fabricasen los hierros de balcones, los pasamanos de escaleras y el portón de iglesia del Hotel. Debían entregar en seis meses desde la fecha de encargo, y así lo acordamos; fijando los plazos de pago.


Quedó bien claro que en un tiempo determinado, habría de estar todo fabricado (cancelas, verjas, vallas y etc); porque tenía que exportarse vía Valencia hacia Japón, para ponerlos en el edificio, al menos un mes antes de su inaguración. En verdad, me llamó la atención que el dueño de aquellas empresas toledanas, no necesitase nada por escrito; afirmando que con el trato de palabra bastaba. Pero pasaron los meses y comenzamos a sospechar; íbamos a verles y nos decían que estaba todo en preparación. Cuando quisimos darnos cuenta, habían transcurrido casi cuatro meses y no veíamos nada de las balaustradas, ni de la referida puerta de iglesia (cuyo tamaño era descomunal). Ante mis protestas, el dueño de los talleres me enseñó todos los herrajes sueltos -en barras- y explicaba que aquello era como un puzzle; afirmando que las terrazas y pasamanos de escaleras, se montaban en un “plis-plas”. Tuve la desdicha de creerle y cuando faltaban tan solo treinta días para inagurar el hotel de Japón, viendo que en Toledo no me entregaban nada, fuimos desesperados al pueblo donde habíamos realizado el encargo. Ante nuestros llantos, reconocieron que no lo habían hecho; pero no debíamos preocuparnos, porque se ponían desde ese momento manos a la obra... .


Tardaron todavía tres semanas en terminar las vallas y herrajes del Hotel, y otro tanto en preparar el gigantesco portón. Finalmente, la única solución para que llegase cuanto antes a destino; fue mandar las balaustradas y pasamanos por vía aérea; lo que costó más de cuanto se ganaba con su venta. Pero aún peor fue que la puerta de la iglesia no entraba en ningún avión comercial; ya que se había preparado su exportación en barco (pero ya no daba tiempo). Por lo que, totalmente angustiados, tuvimos que buscar una nave del ejército, con un tamaño increíble y transportarla por aire hasta Tokio como si fuera material militar... . Un traslado que costó lo mismo que todo el encargo. La angustia vivida por aquel Hotel que debía inagurarse; ante la falta de previsión de nuestro fabricante y proveedor. Nos hizo a todos sufrir como jamás pude imaginar; pues en Japón no entendían por qué no estaba terminado todo a su tiempo. Yo no sabía qué disculpa poner, viendo que la fecha de inaguración del hotel se venía encima... .



JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos dibujos míos de Oropesa de Toledo y su castillo. En esta preciosa localidad y en sus inmediaciones, se encontraban algunos de los mejores artesanos que tuvo España. Nos referimos -concretamente- a los ceramistas de Puente del Arzobispo y a los bordadores de Lagartera. Hoy en día, apenas sobreviven algunos talleres, con enorme mérito y conservando todavía una gran calidad.





JUNTO, SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS:
Tres imágenes de Lagartera (Toledo). Arriba, mi mujer elige manteles bordados hace algunos años, en uno de los pocos obradores que aún permanecen abiertos. Al lado, casa de Josefa Alía Chico; maestra bordadora y proveedora de la casa Real de Bélgica. Abajo, Chiho junto a la entrada de la vivienda de esta famosa bordadora, en Lagartera.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos de uno de los mejores talleres de cerámica que hubo en Puente del Azobispo. Bajo el nombre de “cerámicas Bruno”, Emilio y su hermano, aprendieron el arte de su padre (Bruno); creando algunas de las piezas más interesantes que se fabricaron a fines del siglo XX en esta zona de España. En imagen arriba, el obrador de Emilio (un maravilloso dibujante, ya retirado). Abajo, el artista Emilio (Bruno) pintando en su taller -en este caso está copiando modelos de los códices de Alfonso X el Sabio-. Tristemente, gran parte de la obra de Emilio ha quedado sin firmar, pues muchos de quienes le compraban, exigían que no llevase marcas de fábrica. Debido a que en su mayoría, las vendían como si fueran piezas del siglo XVI, XVII y XVIII.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos más del obrador “Cerámicas Bruno”, de Puente del Arzobispo. Al lado, el horno antiguo (de leña); abajo, los mezcladores de pintura y al fondo, la “piscina” para amasar arcilla.










JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Obrador “Cerámicas Bruno”. Al lado, lugar para secar piezas y reciclar cacharros fallidos. Abajo, el taller exterior, con el molino para machacar tierras y colores, junto al estanque para amasar a lado de las tinas de color o arcilla.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, molino del obrador “Cerámicas Bruno”. Abajo, el famoso Bruno (padre de Emilio) cuando ya tenía noventa años -sobre el año 2005-. De vez en cuando iba a ayudar a sus hijos al taller y allí pude hablar con él. Decía haber hecho más de un millón de cacharros y para demostrarlo, se puso manos a la obra, enseñándonos la rapidez con la que fabricaba.






Cuanto antes he narrado sobre el hotel de Japón, se lo comenté en su día a otro de nuestros proveedores; un hombre muy inteligente, con negocio también en un pueblo de Toledo -en este caso al Oeste de la capital y a pocos kilómetros del anterior-. Aquel segundo cliente nuestro, aseveró que yo debía ser un poco bobo; porque esos a los que encargué las balaustradas y el portón, eran famosos por no tener palabra. Todavía recuerdo cómo me decía, riendo:

-“Pero cómo te has `metío´ en ese lío. Tú no te has dado cuenta que las palabras de `esos´ se las lleva el viento. ¡Ay madre...! . Y tú contratando para un hotel en Japón. ¡Si esa gente lo máximo que ha trabajado es para la pensión del Algarrobo!”-


Bien tarde me lo decía y mucho se reía, junto a mi mujer... . Aunque ese otro proveedor, que me advertía sobre la falta de seriedad de estos fabricantes, tuvo la deferencia de explicarme por qué yo era medio bobo. Exponiendo que hoy en día tenemos de todo; un hecho que nos deja tontos. En cambio, él era muy espabilado y había pasado media vida tratando de pueblo en pueblo, sin tener más que una bicicleta (ya de mayor). Nada de coche, como el que yo llevaba; ni menos, conocimiento alguno. Pese a ello, a él nadie le engañaba; porque desde su fecha de boda ya se había organizado más que bien. Así fue como nos narro su “luna de miel”; contando que se casó con una chica de un pueblo cercano al suyo. Tras las nupcias (a las que asistieron seis personas), un invitado les regaló dos enormes tinajas de barro. Aquellas tinas eran entonces muy caras, por lo que decidieron -él y su reciente mujer- pasar esa noche trasladando hasta su localidad natal, las referidas tinajas. Para tal fin, las envolvieron en esparto y las llevaron rodando por caminos, durante unos diez kilómetros; tardando decenas de horas hasta el destino. Así fue su luna de miel; que al parecer le había resultado muy divertida. Pues al llegar a su pueblo, pudo vender las tinajas por un alto precio y comenzar así su negocio de tratante -del cual vivía hasta entonces-.


Este hombre, cuyo recuerdo he querido traer hoy a la memoria, era una de las personas con mayor inteligencia natural que he conocido en mi vida. No deseo mencionar su nombre, ni siquiera el lugar donde tenía sus almacenes; por si algún descendiente -o amigo- se molesta al leer mis palabras. Pero puedo asegurar que se trataba de un personaje verdaderamente interesante. A mi mujer le encantaba hablar con él acerca del pasado y de lo que había vivido. Tendría ese señor por aquel entonces unos ochenta años (lo que hoy sería, mucho más más de cien) y te recibía en una habitación donde había un camastro, en el que solía estar recostado. Allí hacía su vida y los negocios, junto a una chimenea con un par de leños, siempre a media ceniza. Entre charla y charla, cuando íbamos a comprar sus materiales de construcción; sacaba un porrón y ofrecía para que bebiésemos un poco de vino. Cuando se le decía que no lo podíamos tomar (por ser las once de la mañana o al tener que conducir), se quedaba pensativo, diciendo:

-“Pues está buena la vida. Si ya no se puede ni dar un chupito a un porrón”-.

Después, terminaba con la frase:

-“Otro día, venís con más tiempo y ponemos un puchero en la leña o unas chuletas; así me probáis el vino que hago”-


Tras ello, nos explicaba que siempre tenía la lumbre encendida, porque necesitaba calor ya que sus piernas estaban mal; debido a un triste accidente laboral. Narraba que al desmontar una gran puerta; las dos hojas se le vinieron encima y no le dio tiempo a huir del todo. Tan solo escapó medio cuerpo, mientras la mole le caía; atrapándole la zona bajo la cintura. Después de explicarlo minuciosamente, te enseñaba sus piernas; afirmando que se le habían quedado como las de los dibujos animados; con la forma de portón... . Entonces, uno debía hacer un enorme esfuerzo para no sonreír; cuando observaba aquellas dos patitas completamente cuadradas, con un pie mirando para cada lado y más abiertas que las de Chaplin. Mientras describía el terrible trance, decía que su parte baja era igual que la de Charlot; conservando la línea de esa puerta que no le mató de casualidad. Ya que pesaba casi una tonelada y se le vino encima cuando la descargaba a solas (para ahorrarse algo de dinero en transportistas).




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, puerta de un horno árabe de cerámica; lleno de leña. Abajo, Chiho en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no puedo acordarme... .









JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes de la fábrica de baldosas, Oropesa (sita en el municipio que le da nombre). Sobrevive hasta nuestros días y es uno de los mejores talleres de baldosa manual del Mundo. Al lado, puesta en marcha del horno, que arde con leña durante varios días, para lograr la cocción de un modo igual, tal como se hacía en época romana, árabe o medieval. Abajo, el techo del horno; lugar por donde salen los humos.








JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes de Chiho en Lagartera y en Puente de Arzobispo. Al lado, junto a un panel de Lagartera, donde vemos los famosos trajes bordados. Abajo, en el Puente sobre el Tajo, creado por el famoso Arzobispo Tenorio.





JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la antigua almazara, que mantiene el Parador de Almagro. Estas tinajas se hacían enteramente a mano. Sus paredes se construían con “un churro” de arcilla en forma de rulo, que iban pasando al artesano; quien terminaba el cacharro, quedando dentro del cuerpo cerámico que había levantado. Tras sacar al tinajero del interior, se “pegaba” la boca y el “culo” del recipiente; pasando a cocerse. En un enorme horno podían cocer diez o quince piezas este tamaño; aunque un gran porcentaje se perdía (al rajarse o quedar mal horneadas, por ser la temperatura muy irregular).





F- LA OTRA CASTILLA:

Nunca imaginé que había tanta diferencia de carácter entre las dos Castillas. Antaño se denominaba Castilla la Vieja a las provincias de Santander, Burgos, Logroño, Soria, Palencia, Valladolid y Segovia. Que se unían a la Región de León; comprendidas por León, Zamora y Salamanca. Aunque desde 1980, se diferenciaron como Castilla-León, las conocidas provincias leonesas, unidas a las castellanas (excluyendo a La Rioja y a Cantabria). Sea como fuere, en aquellas que hoy forman la Comunidad castellano leonesa, el carácter de sus habitantes es muy distinto al de los manchegos y al de los madrileños -no hablemos ya de diferencias con andaluces o extremeños-. Por esos matices culturales tan marcados, parece ser que “El Guerra” manifestaba no querer torear fuera de Andalucía, porque desde Despeñaperros para arriba, “eran todos alemanes”. Algo que no podemos justificar, ni menos entender; ya que el manchego es tanto o más simpático que un andaluz. A la vez que el extremeño, sabe bromear y adaptarse a todas las formas de ser peninsulares; tras haber practicado la trashumancia y la emigración, durante milenios.


Pasando al carácter del castellano-leonés, en verdad es un hecho que nos llamará la atención, desde el momento en que visitemos la zona. Principalmente si vamos a un pueblo, donde veremos que los niños de corta edad y en plena calle, repiten la expresión “Me cago en D...s”; gritándola tantas veces como pueden. Ello se une a otras blasfemias de uso continuo y continuado; que podemos oír por boca de un pequeño querubín castellanoleonés de cinco, o siete, años. Quien no dejará de repetir “Ho...ia”, junto a “C...on”. Siendo estas expresiones; una referencia “simbólica” al la oblea de misa y al cáliz ritual (no al “cataplín”, como pudiera parecer; pues no es “cojón” lo que gritan repetidamente esos nenes). Así, mencionando el instrumental completo de oficiar misa y “cagándose” de continuo en el pobre Creador; podemos observar a los niños en las calles de los pueblos castellanos. Quienes, a veces asustan, porque sus gritos de “La Ho...ia” o el de “Me cago en D...s”; suelen expresarlos con más decibelios que un avión despegando.


Acerca de ello, recuerdo lo que me narraba un productor de vinos de Madrid, cuando fue a visitar la zona, junto a su familia. Quienes al llegar a un pueblecito de León, tras una escala en la que paró el Autobús; decidieron ir al bar de a plaza en vez de quedarse en la estación, para conocer el lugar. Cuando entraron en ese local, los que allí estaban, les miraron “como a forasteros”. Observando de arriba abajo a sus dos niños de corta edad, quienes al sentir todos esos ojos encima, se pusieron muy nerviosos. Uno de ellos tuvo necesidad de ir al baño, pero finalmente, los dos chicos decidieron hacerlo juntos; porque les resultaba el ambiente “raro”. Fue así como entraron en el aseo y de pronto salieron, gritando; debido a que algo se quemaba en el retrete. Al momento, un vecino del lugar que estaba en la barra, dio un enorme grito; exclamando:

-“¡Cago en D...s!. ¡Ya sé yo dónde me he dejado el cigarro!-

Aquel extraño individuo, se fue como una exhalación para el WC y cogió el pitillo que había dejado sobre la cisterna -apoyado en su equilibrio humeante-. Así salió de la zona de aseos y volvió a gritar:

-“¡Cago en la Ho..ia!. ¡Como para encontrarlo...!”- .

Tras esas frases cariñosas, dio un par de caladas y preguntó a los niños, qué esperaban; por qué no entraban ya al aseo. Los dos menores se fueron hacia el padre y se abrazaron a sus piernas, diciendo que no se atrevían a ir solos al baño; comenzando a llorar. Ante la escena, muchos de los que había en el bar, se molestaron. Y no es para menos; porque en verdad los nenes parecía que vinieran con la intención de hacer daño... .




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes nuestras de los años ochenta (hacia 1988). Al lado, junto al Palacio de Aranjuez, con la Sra. Ochiai. Abajo, frente al Museo de Santa Cruz, en Toledo; también con los Sres. Ochiai -yo, con chaqueta y corbata roja-.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Otras dos fotografías viajando por la provincia de Toledo, junto a los Ochiai, en 1987. Al lado, Chiho en la capital. Abajo, en la plaza de Ocaña. Cuando uno pasea por los pueblos de La Mancha, e incluso por los de Madrid; nota que son muy diferentes a los de la Castilla antigua. Pues al Sur del Guadarrama, todo tiene un sabor más árabe y menos pétreo.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes de una tienda de botas y zapatos de Talavera de la Reina; era una de las más importantes que había en esta ciudad. Las fotos fueron tomadas en el año 2012; poco después, el establecimiento cerró (tras más de un siglo abierta). Estas tiendas históricas, que venden productos clásicos o de artesanía, deberían estar subvencionadas por su interés turístico y cultural. Pues cada vez que se pierde un local de ese tipo, se va una parte de la historia de la ciudad -o del pueblo en que se encuentran-. En verdad, se hace inexplicable qué la asignación a cultura de los municipios, cubra las celebraciones de fiestas rockeras o “conciertos” pop; mientras los ayuntamientos olvidan estos comercios, que constituyen la verdadera esencia histórica y cultural de sus calles.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes de estanterías y zapatos fabricados por “El Botero” de Portillo (Toledo). Taller de cuero, botería y zapatería; que es uno de los mejores de la zona centro de España y abastece a los cazadores más elegantes o ricos del lugar. Está regentado por una familia, que vive en Portillo y trabaja para su tienda; teniendo todos ellos una enorme calidad humana y profesional. Tanto el padre como los hijos, son artesanos de primer orden; pero además, unas buenísimas personas. En las fotos podemos ver: Al lado, zapatos con diseño del siglo XV que fabrican para el arzobispo de Toledo, con el fin de que los luzcan sus camareros, el Día del Corpus. Abajo, una de sus vitrinas, con botas y calzado de ellos.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotografías de Chiho en Toledo. Al lado, en San Juan de los Reyes hacia 1986. Abajo, junto a una de las puertas del tipo popular castellano (imitando las antiguas); que nos fabricaban, para exportar.





Así sucede, cuando entramos en la Castilla vieja; donde en cada rincón podemos escuchar blasfemar a cualquiera; sea niño, joven, adulto o viejo. Oyendo menciones a las obleas, a los cálices y al pobre Dios; al cual tienen más cagado que el palo de un gallinero. Porque aunque no dejan de defecar verbalmente en las “Ho...ias” o en el “C...on”; los más recurridos son siempre: Cristo, su Santo Padre, e incluso la pobre Virgen; que deben estar de mierda, hasta las orejas. Pues desde el momento en que llegamos a cualquier bar de un pueblo castellano, lo primero que oiremos a quienes allí se reúnen, es mencionar a Dios, a su Hijo, a María y a toda la parafernalia de misa; cagándose a “tutiplén” repetidamente. Tanto, que he llegado a pensar, se trataba de un modo de puntuación o de expresar signos de exclamación; en forma literaria, pero con lenguaje verbal. Así pues, creo que lo de “Cago en D..os”, podríamos considerarlo un punto y aparte. Mientras el “Cago en la Ho..ia” sería más bien un simple, punto final. Por otro lado, la expresión “Ho..ia”; suelta, y sin que le preceda el “cago”, de por sí supondría una coma. Mientras la del “C..pón”, debemos considerarla más bien un punto y coma.


Sea como fuere, el ambiente resulta más que duro, o inátractivo; para el que llega de fuera. Quien no puede entender por qué de cada diez palabras, hay que blasfemar tres veces. Siempre con el “cago en...”; una expresión que traducida al japonés, llega a dejar a un nippón pensando sobre la salud mental de quienes sueltan esa retahíla de burradas. Acerca de ello, uno de los últimos embajadores del Sol Naciente en España, me narró que mientras estudiaba de joven en Valladolid; la primera tarde que deseaba salir solo por la ciudad, el portero del Colegio Mayor le hizo un examen. Esta prueba consistió en preguntarle qué significaba y cómo debía usarse la expresión: “cago en D...os”. Aquel estudiante -que luego llegaría a embajador- respondió que se trataba de un insulto y que no sonaba bonito hacer eso con Dios. Ante tal repuesta, el celador del colegio no le permitió salir sin compañía, argumentando que no dominaba el castellano y podía tener problemas en cualquier lugar. Pues en toda Castilla y León, podemos escuchar aquella expresión, que en verdad hemos de interpretar como una simple coma; o en todo caso, cual “punto y coma”. De tal manera, no es difícil que en todo lugar de esa comunidad se den pronto cuenta de quién es forastero. Lo que se descubre al ver la cara que se nos queda, cuando llegamos a un bar o a una plaza y escuchamos a los lugareños -a voz en grito-, “haciendo eso” en Dios, en Cristo, en la Virgen, en la Hostia, en el Copón y en cuanto se mueva o haga falta.


Pero, si esperamos y ahondamos un poco en el ambiente castellano leonés; pronto podremos descubrir nuevas expresiones, como la de “cojona”; proferida por algunas mujeres que consideran machista lo de decir: “cojones”... . Precisamente, una de estas que me enseñó lo de “cojona”; nos contó una anécdota sucedida en su local, donde paraba cada fin de semana un viejo alcalde de Madrid, con fincas en León. Así, ese político, que también fue cuñado del entonces presidente de gobierno; al ir de camino hasta su casa de campo, descansaba y tomaba unos cafelitos en el bar de la señalada mujer. Pero en una ocasión, allí estaba uno muy de derechas y se acercó al alcalde, diciéndole:

-“Oye, tú eres un chaquetero. Antes fuiste de Franco y ahora te declaras, del Centro”-.

Contaba la dueña del local, que ante esa frase; el referido político, se dio la vuelta y cara a cara con quien le afrentaba, le soltó un “Cago en D..os”. Pero tan seco y tan bonito, que quien le increpaba quedó asustado.


Sorprendido ese individuo, al ver cómo reaccionaba este alcalde de Madrid, volvió a dirigirse a él, para preguntarle:

-“Oye. Tú que te cagas en D...os, de un modo tan seco... . ¿Tú no eres de Madrid?”-

Tras ello, el afrentado, replicó al que le llamaba chaquetero:

-“Yo soy de León. ¡Y me cago en lo que haga falta y como D..os!. ¡Así que, ya lo sabes!”-.

Parece ser que quienes presenciaron estos hechos, consideraron que el antiguo alcalde de la capital, era un hombre que se vestía por los pies y que hablaba el castellano, como debía hacerse: Sin miedo y soltando unos “Cago en D..os”; tan bonitos, como secos.



JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Vendíamos tanto artesanía de Castilla-León como de La Mancha o Andalucía. Ello, nos obligaba a viajar continuamente hacia destinos en el Sur o al Norte; tratando con unos y otros. Así pudimos comprender los diferentes caracteres que hay en la Península; algo que para comerciar, es esencial. Al lado, foto mía junto a jarrones de cerámica de Moveros; un pueblo zamorano cuyos cacharros los fabricaban tan solo mujeres. Abajo, sillas y mesas de Olivo, hechas en Jaén (de las muchísimas que exportamos).







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Algunas de las prendas más valoradas en Japón, fueron las de lana española. Especialmente, las mantas artesanas leonesas. En imágenes dos telares; al lado uno antiguo y abajo, un telar activo en Val de San Lorenzo (en plena maragatería).







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotos nuestras de Segovia en 1988. La Fuencisla y vista del Alcázar.










JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos dibujos míos: La estatua de El Cid en León y El Monasterio de El Escorial.






BAJO ESTAS LINEAS: En El Escorial en el año 1988 (el de a chaqueta verde soy yo; al lado, Chiho).



Exportábamos hacia Japón artesanía de todos los lugares de España; aunque -por entonces- las regiones con más talleres, eran las dos Castillas y Andalucía. De viaje en viaje y de pueblo en pueblo; fuimos tratando con tantas personas, que un día alguien nos explicó que nos conocían hasta los pastores. Fue entonces cuando pude comprobar que incluso dentro de cada Comunidad, había enormes diferencias de formas de ser y hasta de folklore. Llamándome la atención, lo auténticos que eran algunos españoles, como -por ejemplo- los segovianos. Donde no se regalaba ni tiraba nada; tal como ellos decían. Debido a que mi tatarabuelo (1) nació en Segovia, quise entablar amistad con algunos de mis proveedores asentados en esta provincia. Por ello, una ocasión en que debíamos llenar un contenedor completo de artesanía; decidí ayudarles a la carga y encargarme yo personalmente de todo. Esto suponía ir colocando (uno a uno) todos los objetos; distribuyéndolos en el interior del referido trasporte, cuyas medidas superaban 37 metros cúbicos (2,5 x 2,5 x 6 metros). Así que comenzamos la carga en el camión a las siete de la mañana y terminamos hacia las dos de la tarde. Tras siete horas de extenuante trabajo, le propuse a mi proveedor ir a comer juntos, a un restaurante de la zona. Así lo hicimos y al terminar el almuerzo, pedí la cuenta. Cuando me la hicieron llegar, creí que él tendría interés en invitarnos (a Chiho y a mí); después de la compra y de ayudarle a la carga. Pero no fue así y cuando yo hice ademán de abonarla, comentó:

-“Hombre... . No me vais a pagar la comida, después de tanto como os he hecho trabajar y del dinerito que he ganado. Si os parece bien, cada uno paga lo suyo”-


No sé qué cara puse yo al oír tales palabras; o lo que expresaron mis ojos, al darme cuenta de que ese hombre era más tacaño que un escocés sin whisky... . Sea como fuere, al momento, aquel proveedor continuó la conversación; diciendo que en Segovia eso de ser generoso y de invitar, era cosa de tontos. Pues todos los que se habían arruinado, comenzaron siendo bobos regalones. Algo que yo debería saber, si mis tatarabuelos habían nacido en Segovia (tal como le dije en varias ocasiones). Además -siguió explicando-, que para saber si un niño era de padres segovianos, bastaba con tirarle contra la pared al nacer; y si el neonato se quedaba agarrado a ella, era cien por cien de esa provincia. Continuó narrando nuestro proveedor -al final de la referida comida-; que debido a ello, las fachadas se esgrafiaban (para que todos se agarrasen a estas). Y que gracias a esa mentalidad tan “conservadora”, en Segovia nadie tiraba nada; por lo que se habían salvado la mayoría de edificios y casas antiguas. Pues solo los tontos regalaban y tiraban. Según explicaba; dándome una gran lección de historia y vida, que aprendí mientras pagaba aquellos menús “a escote”.


En verdad salí pensativo del referido almuerzo, no solo por haber estado cargando un contenedor durante casi ocho horas; sino por creer que quizá era verdad eso de que los pueblos y monumentos de la zona, se habrían salvado gracias a una mentalidad “tan conservadora”. Tras lo que, asimismo, me asaltó una gran duda sobre mí. Planteándome por qué jamás podría ser yo una persona con dinero; ya que invitaba por doquier y era un “tonto regalón” -tal como mi proveedor me había explicado-. Pero es que cuando uno ha sido educado en la generosidad asturiana, quizás ya viene “changado” de fábrica; siendo incapaz a adaptarse a esa “cofradía del puño cerrado” que se hace rico céntimo a céntimo. Algo sobre lo que he hablado con amigos de la zona, incluso con los más sabios profesores de la Universidad de Salamanca. Quienes me explicaron que los castellano-leoneses pasaron auténticas penurias; por lo que muchos siguen viviendo esa mentalidad de “agarrarse” cuanto hay, para que no les falte nada el día de mañana.


Terminaremos este epígrafe sobre las “peculiaridades” de la Castilla más vieja, añadiendo lo que me sucedió durante un viaje con unos empresarios japoneses; donde aproveché para enseñarles las ciudades más bonitas de España. Así, llegué con ellos a un hotel de Salamanca, con cinco estrellas y llamado San Esteban (entonces, recién inagurado). Conducía yo el coche y el parking del alojamiento era un tanto complicado; por lo que dejé el vehículo en la puerta, con el fin de sacar nuestras maletas. Al subir hasta allí, el portero del lujoso recinto exclamó:

-“¡Anda!. ¡Mira tú donde aparca este, y sin mi permiso...!”-

Entendí que me habían confundido con alguien no hospedado, y le expliqué que íbamos a dormir en sus habitaciones; por lo que dejaba el coche un minuto en la puerta, para sacar el equipaje. Fue decirle solo eso, cuando me replicó, en tono muy alto:

-“¡Ni a dormir, ni a nada; aquí no se aparca. Lleve usted el coche al otro lado!”-

Cuando vi que señalaba un lugar a cientos de metros de la entrada, solo pude pensar que que quizás me había confundido con el chófer de los japoneses y le volví a explicar que veníamos todos juntos. Indicando que yo no era un conductor, sino un socio de los señores que venían conmigo; un cliente llegado, para alojarme con ellos en el hotel. Pero, ante tantas palabras mías y al manifestarle yo que así no se trataba a nadie, menos a un conductor. Aquel portero soltó en tono muy grosero y gritando:

-“¡No me cuente usted su vida. Lleve el coche donde le mando, porque aquí soy yo el que mando!”-


Harto, le dije que no me movía y que vinieran a recoger el equipaje desde recepción. Tras ello se entabló una discusión, en la que el portero me acusó de provocar la anarquía en el aparcamiento. Cansado ya de tanta grosería, sin querer que mis socios se asustasen; me dirigí hacia el lugar en que aquel individuo me dijo debía llevar el coche, tras haber dejado las maletas en manos de los japoneses (quienes esperaban admirados, por la bienvenida que recibíamos en un hotel de lujo). Finalmente aparqué donde el portero me obligó, pero al entrar en el hotel me lo encontré echando pestes sobre mí; diciendo al recepcionista que yo era un idiota incapaz de entender una orden. Cansado de recibir groserías y un trato tan degradante; expuse que o me presentaban disculpas, o pedía el libro de reclamaciones. Ante lo que el recepcionista reaccionó; finalmente, se disculpó en nombre del portero y me envió unos dulces a las habitaciones... . Pasteles que dejamos enteros, para mostrar la indignación ante la mala educación de quienes nos recibieron de esa forma tan denigrante, en un hotel de cinco estrellas.


Después de tantos percances e intentando explicar a los japoneses “algo” de lo que sucedía; subí a mi habitación, ya que debía reservar restaurantes para las fechas siguientes. Nos dirigíamos en nuestro viaje hacia Sevilla y Granada, por lo que quería comer con mis amigos nippones en una “Hacienda” andaluza, degustando un menú del Sur. Con ese fin llamé a un famoso mesón de Antequera, donde les propuse la carta; reservando mesa y carta. Cuando dije a los encargados del restaurante que deseaba comer la “porra antequerana” y un arroz con conejo (además de marisco); el que me atendía, preguntó con todo su acento malagueño:

-“¿Usted cree que los japoneses comen bien el conejo?”-

Al oír aquello, no sé que me pasó por la cabeza; teniendo que colgar el teléfono, para que del otro lado no oyeran la carcajada que solté. Tras comenzar a reírme, solo; me preguntó mi mujer qué pasaba. Le expliqué la pregunta que me habían hecho y tras tildarme ella de cerdo, me recordó que debía volver a telefonear al restaurante, para fijar fecha, hora y menú. Lo hice, pero al cogerme la misma persona y oír su voz de nuevo; me entró de la risa, teniendo que cortar rápidamente. Ello, sucedió al menos en tres ocasiones más; en las que me vi obligado a colgar, porque no podía ni hablar... . Hasta que en una cuarta llamada, aquel que me atendía, con mucha paciencia; vio que yo no respondía y me dijo (con un acento muy marcado):

-“Entonces, ya está todo: La porra, el marisco y les ponemos el conejo. No sé si los japoneses lo comen bien; pero al menos se van a reír, con el cachondeito... .”-

De ese modo logró que -entre risas- pudiera confirmarle el menú. Así fue, como unos días después, comimos arroz con conejo a la antequerana y estuvimos todo el viaje riéndonos de las cosas que nos pasaban.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Nuestro especial cariño hacia las dos Castillas, se lo hemos intentado transmitir a muchos japoneses. Especialmente a nuestros sobrinos y familiares. En imagen, mi mujer y yo, junto a mi sobrino Tomoki, en Toledo (año 2006).










JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Otras dos fotos del verano de 2006, junto al sobrino Tomoki Ishizeki. Al lado, conmigo en Segovia. Abajo, en Ávila.











JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes más de Tomo, ese año en Segovia.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
El cariño por Castilla León y su arquitectura, viene de lejos en mi familia. Mi hermano Mario, restauró varias de sus iglesias (especialmente en Olmedo); estando enamorado de su románico y mudéjar. Mi padre, también dedicó parte de su vida profesional -como arquitecto- a estudiar sus edificios. Mientras fue director de la Revista Arquitectura, publicó varios números especiales, tratando sobre los pueblos castellanos y las casas tradicionales. En imágenes, dos fotos tomadas en 1972, cuando mi progenitor realizó el Camino de Santiago, junto a mi hermano Mario y dos compañeros de carrera en la Politécnica (Marina Fernández-Castaño e Íñigo Escribano). Al lado, mi padre en San Martín de Frómista. Abajo, probablemente en Villalcázar de Sirga, junto al cura; detrás, mi hermano Mario (de amarillo y con veinte años, cuando estaba en tercero de arquitectura).


Acerca de esas cosas que a veces hacen los castellano-leoneses (cuando entran en terquedad), recuerdo una anécdota vivida por mi padre. Sucedió hace muchos años; posiblemente, unos cuarenta y tres. Tendría yo los diecisiete cumplidos y me acuerdo de una mañana, en que llegó a nuestra casa cierta persona que decía ser amigo de Luis del Olmo. Vino a primera hora y pidió a mi padre que fuese al programa que por entonces dirigía aquel periodista en Radio Nacional; llamado “De costa a costa”. Mi progenitor no deseaba ir a la radio, argumentando que él era un técnico y que en un medio de divulgación con tanta audiencia, quizás lo que expresaba no se iba a entender (ni interesaría a los oyentes). Tras varios intentos, aquel que tanto insistía, le logró convencer para la entrevista con Luis del Olmo, ya que Radio Nacional se encontraba apenas a un kilómetro de nuestra casa (en C/ Prado del Rey); por lo que llegaban allí en un momento.

Media hora más tarde (sobre las doce de la mañana), oímos el programa en antena; que comenzaba presentando a mi padre con gran boato: Como Mario Gómez-Morán y Cima; doctor arquitecto, nacido en Oviedo, profesor de la Politécnica madrileña y comisionado en Naciones Unidas para política habitacional -además de representante de España en la Federación Internacional de Arquitectos-. Tras tanta pompa, el afamado periodista preguntó a su invitado, por la Vivienda Social en los países del Este (Rusia y sus repúblicas satélites). Mi progenitor afirmó que la calidad de esas casas sociales era nefasta; y aunque se tratase de naciones socialistas, se había comprobado que realizaban una política habitacional muy mala. De nuevo, Luis del Olmo, insistió; intentando que su invitado reconociera que la Vivienda Social en los regímenes comunistas, era buena. Pero mi padre volvió a explicar que su planificación y construcción era muy mala, mucho peor que en las naciones de economía liberal. Todo lo que podía demostrarse y mostrarse a través de estudios y con las conclusiones de Naciones Unidas. Al oír aquello de nuevo, el famoso presentador expresó repentinamente y en directo:

-“Señor Gómez-Morán; me están diciendo que cuanto usted comenta es un aburrimiento; así que vamos a dejar la entrevista”-

Mi progenitor se limitó a pedirle perdón; exponiendo que las cosas eran tal como los estudios de política habitacional demostraban. Tras ello, Luis del Olmo paró el programa y le indicó la salida... . Por lo que, viéndose en la puerta; mi padre le dijo:

-“No me haga Usted esto; si al fin y al cabo somos casi paisanos”-

Tras esa afirmación, el presentador aclaró que él procedía de Ponferrada; añadiendo que precisamente era de origen leonés, a quienes los asturianos llamaban tan despectivamente “cazurros”. Mi progenitor, en tono jocoso, le comentó que los de León también denominaban “grandones” a los de Oviedo; colgándoles el sambenito de tontos y presumidos, capaces de arruinarse invitando a sidra a todo el vecindario. Después de aquello, Luis del Olmo -bastante molesto- le mandó cerrar la puerta del estudio por fuera y siguió el programa (ya sin el invitado).

Regresó mi padre esa mañana a casa bastante triste y el teléfono o paraba de sonar. Nos llamaban amigos y los compañeros de Universidad; todos indignados por la actitud de un presentador que utilizaba de peana al que entrevistaba (llegando a humillarle en directo). Todo ello fue más que extraño y nunca lo llegué a comprender; hasta que un día tuve trato con personas de León. A quienes -parece- que mucho les molesta la gente presumida; por ello -quizás- aquel periodista se sintió tan inseguro ante el largo apellido y curriculum de mi padre. Pese a todo, lo de Luis del Olmo es una excepción (por no decir una rareza) ya que en esta zona de España es donde mejores proveedores encontré. Llegando a mandarme las mercancías hasta Japón, sin conocerme y antes de que yo les enviase siquiera una señal (de dinero). Cargando con los gastos de transporte, haciéndome llegar todo perfectamente empaquetado y sin exigir siquiera un pago. Fue en la fábrica de telares y Mantas de Val de San Lorenzo que regentaba la familia de Pascual Domínguez Cabero; quienes junto a su hijo -Rubén Domínguez- son algunas de las personas más serias, generosas y cultas, que he encontrado en toda mi vida.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Como narraba anteriormente, una de las personas más serias y generosas que conocí en mi vida, fue Pascual Domínguez. Quien junto a su familia, gestionan una de las fábricas de paños más importantes de Val de San Lorenzo (León). Las mantas y artículos que fabrican, son de una calidad inigualable y ellos también tienen una calidad humana insuperable. Le conocí, llamándole desde Japón para hacer un pedido; no habíamos tenido contacto personal antes, pero me dijo que me enviaría lo que necesitábamos. Le pedí un número de cuenta, para transferir una señal; y el total de lo que le compraba, cuando me lo mandase. Con sorpresa, un mes después de esa conversación telefónica; me encontré en Japón, varias cajas; con todo cuanto le habíamos pedido. En este caso, Pascual Domínguez había pagado hasta los portes, sin pedirme nada a cambio. Le llamé, asustado, para darle las gracias y pagarle; ante lo que me dijo que prefería lo hiciera en persona; cuando volviéramos a España. Asombrado por la confianza y generosidad de este proveedor, a los pocos días de regresar Europa, tomé el coche para ir a conocerle y darle cuanto debía. Nos contactó su hijo, pues al llegar a Val de San Lorenzo, fui a un hotel y restaurante llamado La Lechería. Allí pregunté por la dirección de esta fábrica de paños y -sorprendentemente- el dueño del hostal era el hijo de Pascual Domínguez. Se llama Rubén Domínguez y es una persona cultísima; con la que pude charlar sobre arqueología y megalitos -ya que se licenció en Historia (antes de abrir el Hotel, La Lechería)-. En imágenes, al lado Pascual Domínguez, en uno de sus magníficos telares dónde continúan creando paños. Abajo, fachada de La Lechería, que regenta Rubén Domínguez.






JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos imágenes más de los paños de la familia Domínguez. Al lado, de nuevo Pascual Domínguez, en este caso tejiendo en una rueca antigua (usada desde tiempos de los iberos). Abajo, sus magníficas mantas, que hemos exportado durante largo tiempo a Japón.





Val de San Lorenzo, se encuentra en plena maragatería y a muy pocos kilómetros de Astorga. Esta zona de León es un verdadero misterio; cuyos habitantes (llamados maragatos) no sabemos qué orígenes tienen. A mi juicio, serían cristianos unidos a musulmanes, durante la Reconquista; por lo que su nombre de maragato, significaría lo mismo que “mauregato”. Señalando a una “mezcla” de moro y católico; cuya etimología (en mi opinión) sería: “moro-cato” (musulmán y cristiano). Siglos más tarde y tras la expulsión de los judíos en 1492, probablemente muchos de los hebreos que huían, también se refugiaron en estas montañas leonesas, dando lugar a un extraño pueblo famoso por comerciar y transitar con mercancías. De ellos, nacerían los carreteros, los prestamistas y los transportistas maragatos; que desde el siglo XVI llevaban incluso los caudales del rey, por toda España. Se hicieron famosos como arrieros y su honradez era insuperable; sabiéndose que un maragato se dejaba matar, antes que le robasen su carga. Así fueron nombrados ya en tiempos de Felipe II; los únicos a los que se permitía llevar las arcas reales y las cajas con los impuestos de Hacienda (confiando porque siempre las entregaban en destino). De tal modo, a lo largo de siglos, se hicieron riquísimos y muy poderosos; llegando a fundar bancos y las primeras empresas de transporte de España. Finalmente, sus emporios decayeron cuando apareció el ferrocarril. Necesitando hacerse la mayoría de ellos, pescaderos en las grandes ciudades; gracias a sus contactos en las urbes y a los clientes que tenían en la costa.

Este pueblo misterioso, que vivió (y vive) residió (y reside) alejado de todos, en pleno llano montañoso de Astorga; es un ejemplo de honradez, profesionalidad y espíritu cosmopolita. Pues los maragatos no solo fueron famosos como emprendedores, sino principalmente como personas capaces de vivir y viajar donde se les mandase. Sin miedo jamás y con una honestidad inquebrantable; eran tan ricos, como humildes; manteniendo la mayor sobriedad, pese a ser millonarios y poderosos. Debido a ello, chocaban con los asturianos, a quienes lo que más les gusta es una fiesta y fardar; por cuanto se entiende el “roce” entre ambas zonas vecinas. Donde unos llaman “grandones” a los que tanto gastan, mientras los de Asturias denominan “cazurros” a los leoneses. Pese a todo ello, recuerdo algo que me contaron de niño; cuando pregunté a un meteorólogo lo qué era un anticiclón. Aquel simpático estudioso de los fenómenos del tiempo procedía de Astorga y me explicó que un anticiclón era lo mismo que sucedía cuando se encontraba uno de Asturias, con alguien de León. Que empezaban a “leches”, pero terminaban a vinos. Tristemente, entre mi padre y Luis del Olmo, nunca llegaron los vinos; y es que quizás, ese periodista no era del todo leonés... .






SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Diferentes imágenes tomadas en el claustro de San Andrés del Arroyo. Arriba y al lado, fotos del 2019, donde vemos a Chiho. Abajo, mi padre en San Andrés del Arroyo, en 1972. Observemos que las imágenes son muy similares.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos dibujos míos de San Andrés del Arroyo. Acerca de ese carácter de los castellanos, también recuerdo un famoso empresario nacido en un pueblo de Segovia. Quien siempre que nos llevaba a su tierra, paraba en una fonda llamada “La Conce” (situada en el alto de Somosierra). Al entrar en “La Conce”, nos contaba el modo en que de niño, se fue a trabajar en Madrid. El autobús que le trajo hasta la capital, paraba en este lugar de Somosierrra, donde -cuando tenía dinero- aprovechaba para tomar un caldo y quitarse el frío. Tras repetir la historia de juventud; narraba que aunque ahora era rico, no dejaba de frecuentar en cada viaje el mismo sitio, para recordar su pasado. En una de estas visitas al mesón, junto a nosotros; nos pidió unos caldos y cordero, preguntando al sobrino de La Conce qué mas tenía en carta. El que atendía la fonda, nos recomendó las asadurillas; a lo que este empresario respondió indignado:
-“¡No. Las asadurillas son para los pobres!”-

Pero el sobrino de la dueña, le contestó de un modo castellano:

-“¿Las asadurillas para los pobres?. ¡Ya las quisieran muchos ricos!”-

Al oír aquello, el industrial segoviano, gritó:

-“¡Pues nos pones a todos las asadurillas; que aquí somos todos ricos!. ¡A ver qué te vas a creer!”-

Así fue como terminamos comiendo asadurillas y el cordero se quedó en el horno... .


Pudiéramos pensar que estas cosas surgen con mala intención; pero no es así, porque se hacen de un modo atávico. Fue algo que descubrí cuando observé el comportamiento de una de las mejores personas que conocí en Castilla; un zamorano que tiene un almacén de materiales de construcción. Le habíamos comprado varios contenedores de baldosa, teja y otros, para enviar a Japón; y jamás tuve un problema con él. Pero un día recibí la llamada de una persona muy conocida de Madrid, pidiéndome que “le recomendase” en ese almacén, ya que no le querían vender allí nada. Tras ello, llamé al dueño del referido negocio y le dije que me había contactado una persona muy importante, que deseaba sus materiales para terminar la obra de su finca (situada muy cerca). Al momento me respondió el jefe del almacén, advirtiéndome de que a ese “hijo pu” no le vendía ni un ladrillo. Le pregunté los motivos, y el asunto había surgido al pedirle una rebaja, después de entregada la mercancía. Yo le intenté explicar que se trataba de una persona muy rica y famosa de Madrid; al que convenía tener como cliente. Ante lo que aquel que despachaba materiales, contestó en tono adusto:

-“Te he dicho que yo no vendo a ese “hi-de-pu”; y si te andas por las ramas, intentando convencerme, te mando a ti a paseo; y arreglado. Vamos, que si me das más la lata con esa historia; le compras a otro las siguientes baldosas ”-.

Evidentemente, no insistí y al famoso que me pidió la recomendación, tuve que decirle que en Castilla cuando alguien no quiere tratar contigo, es mejor no darle muchas vueltas... . Tras ello me quedé pensando; pues en muy pocos lugares he visto a comerciantes que se nieguen a vender, cuando una persona les cae mal. Además, lo de aquel poderoso y rico, solicitándome ayuda para que le atendieran en un almacén de materiales; resultaba insólito. Lo nunca visto... . Era como lo del hombre que entró a comprar los cuatro “monedericos de piel” (que antes he narrado); pero a la inversa.



G- NUEVOS NEGOCIOS:

De nuevo cambió la Sociedad, varió la economía y todo ello afectó al mundo cultural. En este caso nos referimos al comienzo del siglo XXI y al final de la artesanía; que se produce gradualmente desde el año 2000. Un momento en que la mayoría de los talleres que habían permanecido hasta entonces activos; fueron cerrándose, sin continuidad laboral. Ello se debió a dos causas principales: Primero, a una crisis generacional entre los artesanos; cuyas últimas “quintas” habían nacido en los años cuarenta y cincuenta; por lo que -en su mayoría- comenzaron a jubilarse a finales del siglo XX. Así fue como los venidos al mundo tras ellos (en los años sesenta y setenta) cursaron generalmente estudios o formación profesional. Abandonando en gran parte las labores artesanales y pasando a ejercer trabajos liberales o industriales. Aunque el segundo motivo que llevó a la desaparición de los talleres artesanos en España, fue la importación masiva de objetos similares y venidos principalmente de China. De tal modo, las tiendas llamadas por entonces de “todo a cien”, fueron sustituyendo una mercancía que se producía en nuestras tierras, de manera manual y con gran calidad. Ofreciendo productos semi-marginales, fabricados en Asia de forma chapucera y que imitaba a nuestro mundo artesanal (cerámica, herrajes, telas, bordados y trabajos en madera etcétera). Algo similar sucedió en Japón, donde los productos baratos procedentes del Sur asiático y de China, invadieron el mercado.


Cuanto narro, nos llevó a la pérdida de proveedores (el la Península) y a la de clientes en Japón; necesitando cambiar de nuevo el mercado que cubríamos. De este modo, surgió como nueva idea, la exportación de alimentos artesanales y ecológicos, de alta gama. Comenzamos estonces a llevar al país del Sol Naciente: Aceite de oliva y conservas -de la mayor calidad-; junto a vinos, miel, flor de sal y largo etcétera de lo mejor que tenemos en España o Portugal (para degustar). De esa manera empezó la nueva exportadora de aceites y alimentos, y fuimos buscando mercancías otra vez por toda la geografía peninsular. Llegando mantener entre nuestros proveedores, a los mejores fabricantes del Mundo.


Por su parte, los conocimientos y ficheros que teníamos; sobre pueblos, ciudades y monumentos españoles, nos sirvieron para que en esos mismos años nos contratase el Canal Viajar de Japón (llamado Tabi Channel). En unos primeros programas, donde nosotros dos (Chiho y yo), éramos los guionistas y presentadores. Una organización para realizar los documentales, que facilitaba todo; pues bastaba con llegar al lugar y comenzar a hablar sobre su historia -dando intervención a los guías oficiales, si se trataba de edificios de Patrimonio o monumentos con visita guiada-. Realizamos así varios reportajes; en los que aprovechamos mostrar ampliamente la zona de Castilla, donde tenemos una casa: Tordesillas, Toro, Urueña, Mota del Marqués o Tiedra. El resto, lo dedicamos a Burgos capital y a sus pueblos más destacados (Silos, Covarrubias, Lerma, etcétera). Grabando otros sobre las localidades más famosas que rodean Segovia; especialmente Pedraza y La Granja. Además de rodar algunos más con lugares de Andalucía.





SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Varias imágenes de esta época en la que tuvimos que cambiar nuestro mercado. Arriba, en una feria portuguesa del cerdo; donde me vemos junto a la jeta de ese animal. Al lado, recogida de aceitunas en Sierra de Gata. Abajo, Chiho junto al famoso cerdo de San Antonio, en La Alberca.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Chiho, entre olivares; cuyas aceitunas y aceites mandamos a Japón.










JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, Chiho catando aceites en una de las mejores Almazaras del Mundo. Abajo: Chiho, junto a japoneses, tomando fotos para publicitar aceites de Mancha Real, en el País del Sol Naciente.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, foto nuestra en los días que grabábamos para el Canal Viajar de Japón (tomada en Chinchón). Abajo, Chiho junto a un olivo, en Castelo Rodrigo (Portugal); localidad muy cercana a uno de nuestros proveedores de aceite de oliva.







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, bodegas cuyos vinagres con cincuenta años de solera, exportamos a Japón. Abajo, un dibujo mío promocional de los vinos de CARM (alto Duero, portugués).





En el rodaje de estos programas -presentados y coordinados por nosotros-, tuvimos algunos percances; entre los que llamaron la atención, los sucedidos de Pedraza. Donde comenzamos a grabar un domingo, recibiendo todas las facilidades por parte de la familia del pintor Zuloaga, para hacerlo en su castillo. Edificio que nos explicó su biznieto, Ignacio Suárez-Zuloaga (junto a su mujer Margarita); quienes abrieron las puertas a esa televisión japonesa, dando todo tipo de información, hablando del pintor y de la colección. Más tarde, fuimos a la tienda “De Natura”, mantenida por Paco Muñoz (fundador de Casa y Jardín); situada en una maravillosa mansión solariega de Pedraza. Allí rodamos cuanto quisimos y disfrutamos con aquel centro de artesanía, que era la joya comercial de Castilla. Al siguiente día -un lunes-, nos dispusimos a grabar el pueblo; pensando que apenas había turismo y que a nadie molestaríamos con las cámaras. Así fue como a primera hora y con sus calles prácticamente vacías, comenzamos a recoger las mejores tomas. Fue entonces cuando llegó alguien en un remolque y nos dijo que debíamos ir al ayuntamiento, obligándonos a cesar en nuestra labor; argumentando que carecíamos de permisos para rodar. Llegamos a la casa consistorial -bastante molestos, por el tiempo que nos hacían perder- y hablamos con el alcalde; quien nos transmitió que no quería cámaras en su municipio. Pues para grabar allí, había que solicitar permisos y pagar cuotas; ya que en ese pueblo había rodado Orson Welles, o Bo Dereck, y todos habían “apoquinado una pasta”.


No pudiendo discutir ante este razonamiento y sabiendo que Orson Welles había realizado allí dos películas; siendo consciente, por ser mucho más feo que Bo Dereck. Se me ocurrió decir que lo nuestro era muy diferente; que a nadie entorpecíamos y no molestábamos, ya que un lunes de mañana no había prácticamente gente por las calles. La respuesta fue que los Derechos de imagen, eran Derechos... . Si saber cómo defender que sería bueno mostrar Pedraza en la televisión japonesa; expliqué que nuestro documental podría atraer turismo nippon. Pero los que nos atendían expresaron que no les interesaba, que les sobraba precisamente turismo y que los japoneses no dejaban nada. Recordé entonces algo que nos había sucedido en Segovia, durante años y en varias ocasiones. Cuando al entrar en algunas tiendas, el que la atendía me advertía para que los japoneses no tocasen los objetos expuestos. Añadiendo -a veces- que “aquella gente todo lo tocaba y no compraba nada..." . Algo similar y muy desagradable, me había ocurrido repetidamente en pueblos de esta provincia; cuando al realizar video (doméstico) o hacer fotos de sus plazas y calles. Los habitantes nos prohibían tomar esas imágenes; pese a tratarse de lugares públicos y exteriores -donde es libre fotografiar-.


Difícil fue demostrar a quienes nos impedían seguir rodando, que era positivo emitir un buen reportaje de Pedraza, en el canal viajar nippón. Aunque, finalmente, logramos que nos permitieran incluir lo ya grabado; por lo que salimos hacia Burgos (bastante tristes y explicando a los japoneses que no podíamos seguir allí). En el camino, hablé con alguna autoridad del cabildo catedralicio burgalés; quien me puso las mismas trabas. Le explicamos que íbamos a rodar las calles de la ciudad y que desearíamos tener algunas tomas del interior del templo; ante lo que esta persona expresó que deberíamos pagarles una enorme cantidad de dinero para entrar allí con nuestras cámaras. Le advertí que se trataba del Canal Viajar japonés y me respondió que ello era una razón más, para cobrarnos. Quedó el programa sin imágenes internas de la catedral de Burgos y por ello salimos hacia Covarrubias. Donde, de manera muy distinta, encontramos al cura más agradable y encantador que pudiera imaginarse. Se llamaba Don Emiliano (del que espero, se encuentre muy bien) y puso todos los medios para realizar un programa precioso. Nos ayudó en cuanto pudo, nos dejó hasta interpretar música en el órgano de la Colegiata. Explicó cuanto conocía y terminamos aquella parte del documental, con una enorme ilusión. Fue una bendición hallar un sacerdote como este; gracias al que ese reportaje sobre Covarrubias quedó precioso.


Al año siguiente de emitirse nuestros documentales, uno de los directivos del canal japonés vio esos programas y quiso protagonizarlos él. Creyó que podía emularnos; para ello nos contrató como guionistas y guías, con el fin de rodar toda España. Para ello, alquilaron una furgoneta y nos dispusimos a realizar la friolera de quince programas, en tan solo veinte días. Cubrimos desde Cantabria a Asturias y Galicia; de allí a León y gran parte de Castilla, Salamanca, Extremadura, Madrid, Toledo y otras provincias. El rodaje fue nefasto -por no decir catastrófico- ya que el directivo que deseaba presentarlos, no distinguía el arte mudéjar del mozárabe, el estilo renacentista del neoclásico o entre La Reconquista y la Conquista de América. Por su parte, el equipo de grabación venido desde Japón, carecía de conocimientos sobre España, por lo que no sabía cuándo una fachada era moderna o antigua; ni qué tomas no podían hacerse en un edificio, al ser una parte reconstruida o añadida.


El colmo de los colmos se produjo al llegar a Trujillo; cuando el grupo de rodaje comenzó a afirmar que la arquitectura de este pueblo, era una imitación de la hispanoamericana (especialmente de la peruana o ecuatoriana). Les expliqué repetidamente que sucedía lo inverso y que esa afirmación era como decir que un padre se parecía a su hijo; pero no había forma de que les entrase en la cabeza. Estábamos grabando en la plaza mayor de Trujillo y todos escuchaban mis gritos, advirtiendo que si decían en el reportaje que esos edificios estaban copiados de otros similares existentes América del Sur; les dejaba allí y me iba a Madrid con la furgoneta. Terminamos casi a tortas, pues no había forma de convencer a los realizadores nippones; que el estilo y rasgos de la arquitectura colonial iberoamericana, procedía de estas zonas de España. Así fue como tristemente finalizamos con los del canal viajar y se nos acabó la oportunidad de seguir haciendo esos programas. Todo porque uno de sus directivos deseaba lucirse, realizando lo que nosotros hacíamos perfectamente (usándonos de “cicerone”; por no decir de esclavos, ya que debíamos hacerle todo). Algo insoportable, pues no solo debíamos llevar a cabo enteramente su trabajo; sino incluso decirle al oído cuanto repetía frente a la cámara, como un loro.





SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Arriba, rodando con la TV japonesa en Guadamur (Toledo). Al lado, una persona de Zamora huye de nuestra cámara (jurando en sánscrito), al querer realizar una toma suya. Abajo, rodando en Burgos con el canal viajar de Japón; no nos permitieron tomar el interior de la catedral







JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, rodando en Arcos de la frontera con el Canal Viajar japonés. Abajo, con el mismo equipo, en La Granja.








JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, rodando en Pedraza, antes de que nos “detuvieran” las autoridades. Abajo, en el Castillo de Peñafiel; museo del Vino. Aquí también recibimos una reprimenda del concejal de cultura, por no haber avisado con tiempo nuestro deseo de grabar este pueblo y las instalaciones del museo enológico. Tras pedir perdón varias veces, tuvieron la deferencia de permitirnos rodar.








JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
En Covarrubias (Burgos), encontramos un párroco encantador y buenísima persona. Recuerdo que se llamaba Don Emiliano y nos ayudó en todo el rodaje, explicando cuanto sabía sobre la Colegiata. Fue como un bálsamo hallar una persona tan educada y gentil; que facilitaba los medios para que grabásemos su iglesia y los alrededores. Al lado, órgano de la colegiata de Covarrubias. Abajo, junto a Don Emiliano (en Tabi Channel); un sacerdote que se portó con nosotros maravillosamente.





H- LA ESPAÑA VACIADA:

Es indiscutible que nuestra Península tiene un tremendo problema de población; una quimera que se traslada principalmente a sus campos. Son quizás las dos Castillas y Aragón, las zonas más castigadas por este mal; que actualmente se denomina “La España vaciada”. Pese a todo, esa enfermedad, en Aragón es dolencia conocida, que lleva años sucediendo, por lo que están más acostumbrados. Quizás debido a que su despoblación comenzó con la conquista y emigración hacia América, y tras la hegemonía de los puertos de Valencia o Cataluña; o con la expulsión de judíos y la posterior de los moriscos. Algo similar sucedió en La Mancha, cuya población morisca era muy numerosa y en época de Felipe III, quedó totalmente mermada. Pese a ello, los pueblos y ciudades manchegas, no tienen tantos problemas para recibir nuevos residentes y para atender a los turistas, ya que su carácter es muy “morisco”. Ello significa que son muy simpáticos; como los andaluces y al igual que los aragoneses del Sur. Pues no podemos negar que las gentes de religión musulmana, tienen un especial sentido del humor y una enorme disposición para hacer -o soportar- bromas (a diferencia de los cristianos viejos, más parecidos a los franceses o a los centro europeos).

Sea como fuere, hay dos rasgos que separan y definen las Castillas; el primero es la tradición judía y mora, que se conserva en toda La Mancha (especialmente en Toledo, que se autodenomina ciudad de las tres culturas). El segundo es el tipo de economía natural; debido a que los manchegos eran pastores de oveja y cultivadores de viñas a granel -o de frutales-. Mientras el castellano leonés, fue ganadero (de vacuno) y productor de cereales, junto a vinos de alta calidad. Además de estos rasgos, las diferencias climatológicas entre ambas áreas, son cruciales. Ya que La Mancha tiene nueves meses de primavera y tres de un verano infernal; mientras la Castilla del Norte vive un semestre de duro invierno y otro semestre de primavera (desde abril a octubre). Por su parte, el calor asfixiante del estío manchego, obligaba a trashumar a sus pastores, viajando hacia Soria, al Duero o subiendo por la Ruta de la Plata (junto a los extremeños). Pero los ganaderos castellano-leoneses, no precisaban apenas moverse; ya que había pasto en las cercanías. Tanto es así, que la oveja churra -de leche-, se suele estabular; mientras los vaqueros de esa tierra, normalmente son terratenientes y dueños de los lugares donde pacen sus reses. Ello supone que los ganaderos de la Meseta, tienen dinero; siendo verdaderamente ricos los criadores de vacuno, cuyas cabezas se vendieron siempre a precio de plata.


Así pues, ambas Castillas son muy diferentes y la manchega conserva entre sus rasgos, los orígenes judeo-moriscos de los cuales presume. Hablando siempre de que aquella tierra es desde los tiempos más remotos un cruce de caminos, donde todos se mezclaron y en la que se recuerda el legado árabe y el judío. Muy distinta es la otra Castilla, situada en la Meseta; donde se recuerda al musulmán como enemigo y por sus rapiñas. Ello, pese a que en zonas como Soria, estuvo la alcazaba mayor de Europa (Gormaz); o que en Berlanga de Duero está San Baudelio, en lo que antaño fue un eremitorio musulmán. Pero todo aquello se consideraba el extremo del Duero, la antigua “extremadura”, que marcaba la frontera entre moros y cristianos. A cuanto narramos, hemos de unir que la mayoría de esas poblaciones castellano leonesas, se mantuvieron y crearon durante La Reconquista. Con labradores de repoblación, que necesitaban ir con su espada a trabajar los campos; porque en cualquier momento podían aparecer sarracenos, llevando a cabo razzias. Por lo que aquellos colonos se sintieron siempre dueños y señores de esas tierras; a las que se trasladaron en plena guerra contra los moros y que les fueron otorgadas bajo fueros, que les concedían grandes Derechos. Sabiéndose por ello, que eran hombres libres y enemigos de cualquier poder; sobre todo del invasor musulmán.


Cuanto narramos sobre la Castilla del Norte, es el factor principal que forja su carácter; tan individualista como solitario y tan desconfiado como ajeno al forastero. Pues, en su mayoría, esas gentes llegaron a la Meseta, en plena Reconquista y tuvieron que defender con sus propias armas, las zonas que cultivaban. A ello se suma el clima muy duro durante seis meses y la venida a sus tierras de trashumantes, durante el verano; lo que alteraba su vida y reducía sus recursos. Para colmo, la gran mayoría de los ganaderos norteños, lo eran de vacuno; por lo que no compartían ni proyectos, ni negocio con los pastores ovinos que subían hasta sus dominios, para comer sus pastos. Todo ello forjó a hierro, frío y Sol; esa forma de ser del castellano; que dependía de aquellos castillos e iglesias, donde necesitaban refugiarse. Capaz de defender con sus enseres de labranza, las tierras que consideraban cristianas y solo suyas.


Por todo ello, la Iglesia y la religión católica, tenía una enorme fuerza en Castilla. Pues constituía su esencia para mantenerse unida, frente a las posibles invasiones de sarracenos y para formar soldados que luchasen en La Reconquista (conflicto que duró casi ochocientos años). Lo que se manifiesta en hechos muy llamativos que podremos observar en los pueblos de Tierra de Campos, en Valladolid o en Tierra del Pan. Donde llegamos a localidades con unos maravillosos templos, conventos y monasterios (románicos, góticos o del renacimiento). En su mayoría levantados entre casas de adobe y poblaciones donde las condiciones de vida eran paupérrimas. De ese modo, se observa en la Meseta una brecha social tremenda, fijada no solo por el señor feudal, el castillo y su pueblo; durante la Edad Media. Sino también mantenida durante el Renacimiento y hasta el siglo XIX; pudiendo verse en gran parte de Castilla y León esa riqueza de la Iglesia, frente a la tremenda pobreza de la gente común; incapaz de convertirse en clase media, debido a que para ello habían de seguir profesiones de judío o de morisco (zapatero, artesano, herrero, prestamista etc).


Los hechos que antes he descrito, son casi indiscutibles; pues nadie puede dudar sobre las penalidades que sufrieron los habitantes de esa Meseta o en la fuerza que la religión tuvo allí. Al igual que resulta innegable esa tradición de hombres libres y aforados, durante La Reconquista; junto a un individualismo de ganaderos que preferían no ver muchos trashumantes por sus tierras (ni menos a forasteros, ya que podían ser enemigos). Todo ello, configuró un caldo de cultivo de donde -a mi juicio- nace cuanto antes he descrito: Una población que blasfema por doquier (al estar harta del clero); personas desconfiadas con los ajenos al grupo, o individuos que prefieren no ver muchos forasteros. Evidentemente, todo ello puede tener una razón histórica y ha de ser muy explicable. Pero a día de hoy; cuando sus campos y ciudades se vacían; hay que cambiar este espíritu (por muy tradicional que sea). Ya que la única solución que tiene Castilla y León es que allí se asienten gentes venidas del otras regiones. Con el fin de aprovechar su magnífico verano, degustar su maravillosa gastronomía y disfrutar de sus inigualables monumentos, paisajes y campos. Siendo una segunda opción, vivir del turismo llegado de cualquier lugar del Mundo; sobre todo del interior peninsular. Aunque también debería plantearse aceptar en esos pueblos ya vaciados; pastores y agricultores, llegados con la migración y la inmigración. Personas capaces de rehabilitar las casas de muro tapial y de adobe, para cultivar sus campos o vivir como ganaderos, donde ya apenas queda nadie.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Rodando con el canal viajar de Japón; al lado en los campos de Silos (Burgos). Abajo, en el monasterio de Silos.











JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Rodando con el canal viajar de Japón; al lado y abajo en Las Huelgas Reales, de Burgos.













JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Rodando con el canal viajar de Japón; al lado, en Lerma y abajo, en Mota del Marqués.









JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Rodando con el canal viajar de Japón; al lado en el Monasterio Real de Las Clarisas, Tordesillas; abajo, en Toro (frente a la colegiata).









JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Rodando con el canal viajar de Japón; al lado, ultimo día de grabación (cena final). Abajo, en “casa” de Martín Verasategui.








JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Dos fotografías de Chiho en los campos cercanos a Mota del Marqués.






JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Para terminar, otros dos dibujos míos. Al lado, San Cebrían de Mazote (Valladolid); joya del mozárabe, situada entre Mota del Marqués, Urueña y La Santa Espina. Abajo, ermita de La Anunciada, en Urueña (Valladolid).



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CITAS:

(1): Me refiero a Angel Rodríguez Tejero, general, dibujante y pintor; nacido en Segovia y muerto en Madrid. Bisabuelo paterno de mi madre y de quien heredamos la afición por la pintura.

Para los interesados en conocer su vida; pueden consultar su biografía en:

Wikipedia

https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngel_Rodr%C3%ADguez_Tejero

PORFOLIO: Biografía del general de Infantería Ángel Rodríguez Tejero

https://acami.es/portfolio/biografia-angel-rodriguez-tejero/

ANGEL RODRÍGUEZ TEJERO (1837-1908): El General de los pinceles -y su saga-.

http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2019/08/angel-rodriguez-tejero-1837-1908-el.html