domingo, 17 de abril de 2011

BETSY WESTENDORP DE BRIAS: El retrato

Si alguien ha sabido sobre arte y pintura en la España del siglo XX, este fué el marqués de Lozoya. Su personalidad y obras, como estudioso de cultura e Historia, es solo comparable con las de Cean Bermúdez o Juan d.D. de Rada (unos cien años antes). Del mismo modo, en esos últimos lustros, en nuestras tierras únicamente estuvo a la misma altura de Lozoya, D.Manuel Gómez-Moreno (quien solo pudo asimilarse en conocimientos y en la profundidad de sus investigaciones). Por ello, deseamos comenzar esta entrada con lo que dice el marqués de Lozoya en una de las ocasiones en las que escribe sobre los retratos de Betsy Westendorp -sin añadir palabra alguna a tan ilustre experto-:
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"Para quien, dentro de algunos años, quiera saber algo de los más elevados estamentos sociales de la España de los 70, un album de fotografías de los retratos pintados por Betsy Westendorp de Brias será un documento inapreciable. La pintora es -hemos escrito en otra ocasión- "una madrileña cosmopolita" (...) . Pero a pesar de su apellido y de sus largas estancias en Oriente, por el que siente tanto cariño y nostalgia, es española cien por cién en su alma, lo que se refleja en su pintura.
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En esos retratos de príncipes y de aristócratas, de niños, destinados a dejar su nombre en la historia, hay una cualidad propia de los retratistas españoles: La elegancia, ponderada y señoril. Los pintores del gran siglo visten a sus personajes con un sentido exquisito de color y de forma, y Goya, que en concepto popular es el pintor de majos y manolas, es en algunos de sus retratos, el más refinado de los pintores.
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Elegancia española es la característica de los pasteles, ligeramente coloreados y de los oleos de Betsy Westendorp" (...) " Pone en sus bellos modelos cuanto hay en su propia alma de distingción y de poesía... todo retrato es, en realidad, un autorretrato" -El marqués de Lozoya-     
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato de Jose Torroba, por Betsy Westendorp hacia 1970. Jose era muy amigo de las hijas de la pintora, por lo que el carácter que tiene es muy distendido. Hemos recogido esta magnífica obra, comparable con las mejores de Sorolla, Sargent, o Ramón Casas.


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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato a tamaño natural de L.Floirendo-Lagmedo, por Betsy Westendorp en los años setenta. En este tipo de obras observamos claramente lo que se expone lineas arriba, al describir que un artista puede expresar y marcar el sentimiento de una época. Normalmente en el arte de fines del siglo XX, solo se ha observado la "intención" de recoger el costumbrismo popular de ciudad, el de barrio o el de "lo urbano". Así, ciertamente hay muchos creadores (de los setenta, ochenta y noventa) que plasmaron la vida de "la calle"  (desde Antonio López a Almodovar). Aunque, casi nadie desde "el medio siglo" se preocupó por los gestos y formas de las vidas en las élites, ni de lo popular (olvidando también el ambiente del "pueblo"). 
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Betsy, se inspiró en las élites y en el pueblo para sus cuadros; que representan unas veces a aristócratas, pero también recoge a imágenes del campo y de zonas deprimidas; tal como lo hicieran los pintores del siglo XIX y principios del XX (Zuloaga, Rusiñol, Sorolla, Casas y largo etcétera). Betsy encuentra su inspiración en este ambiente que siempre fue objeto del arte en nuestra Hispania; hasta mediados del siglo pasado. Ello nace debido al contraste y el colorido de ambos mundos opuestos (el de los que más tienen y el de los que menos "han"); lo que genera en principio, un sentimiento romántico, capaz de idealizar y sublimar todo lo que rodea aquel contraste, en una imagen. Con ello, los retratos y el costumbrismo de Betsy, consiguen reflejar y captar todo el halo de las élites   -de los adinerados y los dirigentes en una época-, pero a la vez , la pintora en otras obras mira a quienes apenas nada tienen (recogiendo sus coloridos "palafitos y chabolas"; como todo "preciosista"). Es en verdad su fuente de inspiración, la de los artistas hispanos, principalmente del Regeneracionismo al 27 (lo que se ha llamado Belle Epoque y que en nuestro pais se denomina las Generaciones -del 98, del 14 y del 27)).
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Lo más importante en el arte es saber quien lo ha creado. Decimos algo muy cierto, pues Goya, Veláquez o el Greco, se reconocen a primera vista. De igual modo, en "lo contemporáneo sucede tres cuartos de lo mismo" y el valor de Miró reside en que hace cuadros de Miró y quien pintase otros como los suyos, solo sería "un "Miró". Lo mismo ocurre con Picasso y con todos "los grandes". Es lo que le sucede a la obra de Betsy Westendorp: Con solo ver sus retratos, paisajes o bodegones, durante unos días; cuando, en cualquier tiempo o lugar, nos encontramos con una obra de ella, siempre la identificamos. Me ha sucedido una y mil veces, tanto como he oíido decir a "todos" al verlo:  -"Eso es un Betsy"-.  Ello es algo que he comprobado incluso cuando por televisión (o en películas de cine) han salido sus pinturas. Y es lo que se llama carácter, personalidad o genio -no lo sé-, pero lo que sí sé, es que se denomina: Gran Arte (con mayúsculas).

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Tan solo me he confundido al mirar "un retrato de Betsy" y decir que era de suyo, al ver uno de Vittorio Corcos (para ver Vittorio Mateo Corcos, pulsar abajo en referencia imágenes Google:)
http://www.google.es/images?hl=es&biw=1024&bih=471&q=amalia%20de%20portugal%20por%20vittorio%20corcos&wrapid=tlif130307856901711&um=1&ie=UTF-8&source=og&sa=N&tab=wi.
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Concretamente, me equivoqué al mirar por foto, la cara -recortada- de la reina Amelia de Portugal (en un retrato de ese pintor).  Parecía "un Betsy", totalmente; luego supe que no es "el tipo normal" de lienzos que realizaba  este "machiaiaioli italiano" - que no "machiavelli"-  . Después me enteré que su carácter al pintar a la familia real en Lisboa, se debía un tanto a lo que había "de añadido" en el ambiente de la época (en la última Corte portuguesa). De hecho, en Italia y en Francia, Corcos pintó de manera muy distinta y reflejaba otros entornos (a veces de la burguesía, pero en ocasiones también muy costumbristas y populares). Ello me hizo reflexionar sobre el retrato y su significado, muy unido al preciosismo y al costumbrismo. Pues parece cierto que aquel que pinta al poderoso o al noble, con sus mejores galas; después se fija plenamente en las gentes del pueblo; de quienes también les interesa mucho su imagen y color.

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De nuevo, esta reflexión nos lleva hasta lo que dicen los expertos en arte, sobre los retratos de Betsy: Que son plenamente españoles, demostrando y mostrando la elegancia y riqueza en vestidos y adornos (estando en la linea de los que desde el XVIII se hacían en los palacios hispanos). Siendo su ejemplo más notable, Goya; quien pintaba aquellos aristócratas en ambientes a veces "etéreos" y plenos de colores; mientras, a la vez, recogía a los majos y manolas, en sus juegos y verbenas. Así, por ejemplo, la marquesa de Santa Cruz por Goya, es una obra en esta linea que hablamos y que nos lleva a reconocer y conocer, el gusto pleno del estilo Imperio, tanto como la vida en las altas esferas de fines del XVIII (la moda francesa, llegada a España etc). Vestida la marquesa de "Odalisca", con corona de flores y un traje estilo "peplo-napoleónico-imperial", portando un lira que por puro romanticismo luce hasta el símbolo vasco de "lauburú". Es el típico ejemplo de costumbrismo de Corte, o de élite, al que nos referimos. Frente a esa obra, podemos reflexionar unos momentos, permiténdonos conocer el cuadro todo el carácter de la allí retratada  -tanto como el de su época-. Igualmente sucede con el retrato que en la foto de arriba incluíamos (el de L.Floirendo-Lagmedo, pintada por Betsy).
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Evidentemente, esta capacidad de mimetismo con la época y el ambiente solo se produce cuando el creador se impregna de su época y la vive (como le sucede a Goya, a Ingres y a otros tantos genios, que han conseguido transmitirnos su mundo y sus años).  Pese a ello, no es nada fácil, porque implica que el artista se adapte a los gustos de su tiempo y acepte pintar para quienes en muchas ocasiones son tan exigentes, como incómodos en el trato. De ello, posiblemente "el retrato de élite", quizás haya tenido su último exponente en España, en Betsy Westedorp; pues -con Macarrón desaparecido-  no hay ya prácticamente artistas de este difícil género. Pese a todo, la pérdida de este histórico tipo de retrato (que hemos llamado "de élite") es tanta para la Historia del Arte, como lo fue la desaparición de los compositores "clásicos". Algo que siempre explico, cuando digo que el último músico del siglo XVIII, murió hace apenas unos años y se llamaba Joaquín Rodrigo. Tras él, ya todos son muy diferentes; quizás vendrán compositores magníficos; pero ya, ninguno del siglo XVIII y XIX, como lo era el creador del Concierto de Aranjuez. Lo mismo le sucede a Betsy, a quien por suerte tenemos magníficamente coservada, sana y "como una rosa"; pinta que te pinta y creando obra a diario.   
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato de Felipe de Borbón y Grecia  -hoy S.A.R. Prícipe de Asturias-, hacia los cinco años de edad. Pintado a principios de los setenta, constituye un ejemplo de retrato infantil maravilloso. Tiene todas las carácterísticas del cuadro figurativo-impresionista, pero guarda a la vez, la sensación de una obra de los años setenta (expresionista). Se puede observar en la obra, cómo la pintora se siente plenamente identificada con el modelo al que lleva al lienzo, "sin tensión". Llamando la atención en Betsy algo que le sucede a todos los grandes retratistas: Que pintan a sus amigos y a los niños, de forma muy diferente a como plasman a otras personas. Basta para ello, ver como Goya retrata a sus amigos (Jovellanos, el marqués de San Adrián etc), o a los infantes y a los hijos de los nobles. Ello contrasta con la tensión y expresión, que muchas veces plasma en lienzos en los que recoge personalidades y desconocidos. Este que presentamos abajo, es un precioso retrato infantil, que recuerda también mucho lo que transmiten otros de tiempos atrás (como los niños pintados por José Llaneces, Anglada Camarasa o Arthur Hughes). Siendo, por otra parte, plenamente moderno, aunque sin perder su carácter romántico (en esencia).

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A nuestro parecer, si algo hubo muy distinto, bello y memorable, en las altas esferas hispanas, ello fue el amor de los reyes y nobles por la pintura. Solo imaginar a Isabel la Católica trayendo pintores (a diestro y siniestro) desde Centroeuropa; a su nieto -Carlos-  "importando" a Tiziano;  o a Felipe II coleccionando  cuadros de "El Bosco". Solo ello, cambia todo cuanto podamos pensar de nuestros reyes. No digamos ya, si recordamos a Felipe III con Rubens de embajador en su Corte plena de pintores; o a Felipe IV, cargado de artistas en palacio y "chateando" a diario con Velázquez (me refiero al "chatear", de tomar chatos de vinito y tapas, juntos... evidentemente).  Tanto es así, que en los cuadros de monarcas existe una extrañísima costumbre hispana, como la de introducir al pintor junto a ellos, o en la escena de la Familia Real. No nos referimos solo a Las Meninas; que curiosamente se llamaba antiguamente La Familia (entre los que aparece, el pintor y caballero Velázquez). Ni al retrato de La Familia de Carlos IV, con "Pancho" Goya a un lado. Sino a los múltiples lienzos en los que entre nobles y reyes, aparece también retratado el artista que lo pinta (muchas veces oculto entre figuras o espejos).
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Ello viene sucediendo desde fines del siglo XV (aunque no lo creamos) y ha sido objeto de un estudio nuestro, que algún día publicaremos. Estudio que inicié porque me parecía extrañísimo que fuera tan común en España, que junto a la Familia Real, se plasmase el autorretrato del pintor. Pese a todo, aquello refleja la importancia que el retrato y la pintura tuvo en nuestra cultura (hasta nuestros días...). Tanto, que el retratista, era tenido como "uno mas de la casa". De ese valor del retrato y del que lo hace, de seguro nace la gran colección de pintores y obras que hubo entre los monarcas de España; tanto como su afición por la pintura. Lo que nos legó El Museo del Prado.  Pese a ello y a haber sido un referente histórico durante mas de quinientos años (desde el comienzo del Renacimiento); el retrato es un "genero", del que apenas se habla ya. Algunos creen que puede sustuirse con la fotografía y ello es como pensar que un caballo puede ser algo similar a una bicicleta... . Y para más datos le diré a quién lo dude, que su fotografía la perderán sus biznietos dentro de un siglo (sin saber ni quien era el que aparece en imagen)... Mientras, en esos mismos años, es posible que su retrato se exponga en algún museo.

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BAJO ESTAS LINEAS: Una foto de la exposición celebrada en 1974 en la Hispanic Society de Nueva York. En ella aparece, Betsy Westedorp mostrando sus cuadros a Jacqueline Kennedy -entonces Onassis-, acompañada de su esposo (Aristóteles Onassis). En esos años tenía yo trece recién cumplidos y cuando vino al colegio nuestro amigo Carlos Pérez-Plá contando que su abuelo y su tia Betsy estaban con Onassis y con Jackie Kennedy; lo único se que nos ocurría era "darle para el pelo", o pensar que "El Caniche" (así era como llamábamos a Carlos) era demasiado jóven para probar la cerveza... . Una semana después, vimos las fotos en las revistas y la prensa; resultó que era verdad
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Pero en el siglo pasado un retratista todavía era un retratista; y llegaban en las noticias de Nueva York (entonces pocas, muy pocas): Corrían los setenta; era ya 1974 y todos los de mi clase -de colegio-  tenían entre doce y trece años. Solo unos pocos días antes (quizás meses) habían puesto un especial de Raquel Welch por la televisión, que nos había quitado el hipo durante días a media España (porque la otra media, eran mujeres)... . El mismo conserje del colegio, se acercaba día sí y día también, para comentarnos aquel programa de la actriz. Hablaba con todos los chicos de la Raquel "Well", diciendo que "era de mármol y bronce; nunca de carne y hueso" (para apostillar aseverando que no se trataba de "animal de la misma especie" con el que él había contraído matrimonio...). Algunos para quitarle hierro y que el conserje llevara su "pesada carga" con más alegría, le decíamos:  -"No te preocupes, si allí donde la ves; esa ni se apellida Welch. Se llama Raquel Tejada y debe ser mas burra que un hortelano con hambre de tres días"-.   Nadie se lo creía y en la retina de todos había quedado la imagen de "El Cuerpo" (como entonces se conocía a la actriz).  Eran esas las noticias que llegaban de Nueva York; mientras, aquí comúnmente, la mayoría llevábamos en la cabeza una boina enroscada y cerrada al vacío (mitad por la situación de país; mitad por nuestra "catetez" personal intransferible).

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En ese estado de circunstancias se le ocurrió aparecer un lunes en clase a nuestro amigo El Caniche (Carletes) contando que su tía y su abuelo estaban con los Onassis y en Nueva York. Todos quedamos aterrorizados... . La siguiente pregunta fue si también había ido allí la Raquel Welch, pero no hubo suerte... . Tras la primera impresión llegó el descrédito; aparecieron los incrédulos del colegio (envidiosos de pacotilla) y decidieron que lo mejor para que al Caniche se le quitaran un poco las "ínfulas", era darle alguna colleja. Yo le intenté defender explicando que había asistido a alguna exposición de su tía y aquello estaba lleno de famosos, pero no hubo forma de acallar "a la marabunta y a la canalla", que rugía envuelta en envidias... . Caniche y yo (que éramos muy amigos) huimos de la barbarie que no comprendía porqué "el asunto" era para contarlo. Después, nos escondimos hasta que a los más burros de la clase  "se les pasara"; él me prometió enseñarme las fotos. Yo le creí porque ya había visto ya muchas exposiciones de su tia Betsy.

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Recuerdo la primera a la que asistí. Tendría yo unos once años (debía de ser 1972) y me dijo mi hermano que me arreglara bien, que íbamos a ir a una inaguración donde estaba "todo Madrid". Me puse las mejores galas (que entonces eran de corbata y chaqueta oscura, para las tardes); fuimos hacia un lugar cercano a la Ciudad Universitaria. Nada más entrar en la exposición, vimos como salían, cogidos de la mano, Julio Iglesias y su entonces recientísima esposa: Isabel Preysler. Al pasar dentro, "aquello" estaba lleno de "gente importantísima" y yo fui llevado (dejado, depositado, aparcado, o apalancado) en el lugar de los niños  -que era siempre próximo y colindante al de las mascotas; y también muy cercano al de las niñeras, para que te soltaran un sopapo si te pasabas de gracioso-. En aquel espacio para nenes y chuchos, estaba evidentemente mi amigo Caniche (Carlos Pérez-Plá), quien era el ahijado de la pintora y lo sabía todo sobre los asistentes al acto.

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Así que comenzó a contarme maravillas: Me señaló hacia una mujer que tenía dos "cachos de cristal" colgandos de las orejas (como dos huevos de paloma). Aquellos parecían los pomos del centro de una araña-lámpara, de La Granja. Diciéndome el Caniche:  -"Ves a esa. Pues lleva un Ferrari en cada oreja"-.  Yo nada entendía, hasta que me aclaró que aquellos pendientes que me parecían los picaportes de una puerta de discoteca; eran dos brillantes de Cartier, con mas kilates, que kilos le sobraban a la portadora. Luego me hizo mirar para otra y me dijo:  -"Has visto esas perlas que lleva esa. ¡Si más parece un collar hecho con cocos, por el tamaño de cada boniato que le cuelga...! "- .

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Para colmo de los colmos, me señaló a otra, que tan solo portaba un collarcito de lagartijas y me  preguntó qué me parecía aquello. Yo le comenté que eran unas lagartijas (o lagartos) en oro; vamos, que no parecía nada valioso. -"¿Que no?"- . Respondió en tono alto, para seguir aseverando. -"¿Que te parece poca cosa?. ¡Pues esas lagartijas que lleva al cuello esa mujer, son precolombinas... De los tesoros precolombinos!"-.   Era yo entonces un poco pequeño y no entendía bien lo del "precolombino", así que le pregunté por al valor de aquello; a lo que me contestó:  - "Pues que son del tesoro del rey Atahualpa, que lo tenía su hijo: atao-al-pito..."-.  (Tras oír esto, pensé yo para mis adentros "cuan valioso debía ser aquello...").

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Fuimos creciendo, visitando la "casa de las Brias" y conociendo a Betsy (tanto como a muchas de sus amigas que con ella se pintaban). Incluso a la de las famosas lagartijas, que era una persona encantadora de Hispanoamérica y una de las mayores coleccionistas de piezas precolombinas. Pues casi todas se fueron pintando con Betsy, que es quizás la que mejor retrató "a la mujer", en el siglo XX. Esto último no lo digo yo solo, son frases de Antonio Manuel Campoy y de Elena Florez, que sabido es, estuvieron entre los más grandes críticos de arte, de fines del siglo XX. Un día; unos y otros, nos casamos y fuimos haciendo nuestras vidas. Tanto que por vivir en países extranjeros y por mil cosas, ya las visitas semanales a la "casa de las Brias" se hubieron de hacer semestrales (al regreso de Japón y etc). Pero no hace mucho, en el año 2006, me dijo Betsy que queria hacer un retrato de mi mujer. No solo uno: Dos a tamaño natural. Aquello fué espectacular y mucho siento que en las fotos no se aprecie bien la magnífica calidad de los retratos. Uno de ellos ha estado expuesto en Japón durante tres años en Kinso, un gran escaparate y tienda de kimonos clásicos y antiguos, donde los japoneses han podido disfrutar de aquel retrato (hace apenas unos meses ha "regresado" a casa de mi mujer, en Japón). El otro sigue en España, donde me encantaría exponerlo para que vieran la preciosidad que es, pues Betsy pintando mujeres y ambientes orientales, es una joya.

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EN LAS IMÁGENES DE ARRIBA Y ABAJO. En la superior: Betsy Westendorp en su estudio, pintando a mi mujer (en  el año 2006). En la de abajo: posando mientras le hacen uno de los retratos con kimono blanco, de boda.


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sábado, 9 de abril de 2011

BETSY WESTENDORP DE BRIAS: Su casa, taller de la cultura


SOBRE ESTAS LINEAS: Retrato de Betsy Westendorp, hacia los veinticinco años. Vemos la beldad de la pintora, heredada de sus padres.  La de Betsy, es la belleza de toda mujer inteligente y sensible, que va haciéndose cada vez mas atractiva, con la edad (tal como un buen vino se "redondea y se mejora" con el tiempo). El mérito de esta pintora artístico, personal y familiar es inimaginable; habiendo creado un taller ("madriguera de cultura"), en su  maravillosa casa, junto con sus hijas. Su hogar, obrador, punto de arte y estética, situado en una magnífica casa (a pocos kilómetros del centro de Madrid); ha sido fuente de cultura, enseñanza, inspiración para muchos artistas. VER:http://betsywestendorp.com/spanish/spanish.htm
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EN LA IMAGEN INFERIOR: De derecha a izquierda: En primer término, Antonio Brias y tras él, su cuñada Ma. Isabel Westendorp (hermana de Betsy y madre de mi amigo Carlos; alias: " El Caniche"). A continuación, Enrique Pérez-Plá (cuñado de Ma.Isabel y padre de otro amiguete: Quique Pérez-Plá); al fondo, mi madre. Esta foto tomada hacia 1970, debe pertenecer a una de las últimas fiestas a las que Tony Brias pudo asistir, pues poco después, la enfermedad grave que sufría le afectaría tanto físicamente, que le impidió hasta caminar.
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Antonio Brías (marido de Betsy), pertenecía a una de las familias criollas filipinas, enraizadas aún con la España de 1898 y que tras la independencia quedaron dirigiendo aquel país  -con el mejor recuerdo de "la madre patria"; conservando el idioma, la cultura y las costumbres hispanas- . Relacionado con otras familias filipinas, como los Zobel-Ayala o los Roxas, (creadores, mecenas del arte y hasta patronos del Premio Nobel); cuando los Brias Westendorp, se vinieron a vivir a Madrid, en su casa se reunían las élites de aquel país asiático en divertidas tertulias (con los artistas e intelectuales de la España de los sesenta y setenta).
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En todo ello, el recuerdo de aquella nación hispana que tomó el nombre de Felipe II (y que conservaba una bella memoria de su etapa anterior), envolvía el ambiente de esa "casa de Brias", en un halo de cultura, Historia y exotismo, maravillosos. Pudiéndose escuchar allí narraciones de primera mano, sobre la Filipina española. Entre otros hechos, recuerdo como Sylvia Brias guardaba un gran libro -del los años cuarenta-, con los manuscritos en faximil del Padre Rizal (sacerdote jesuita que organizó el independentismo en Filipinas. Libro que regaló a mi hermano Mario, al términar su carrera de arquitecto). El respeto y cariño que los criollos hispano-filipinos tenían hacia la Historia y la cultura de "la madre patria", llamaba la atención, siendo a veces mucho mayor que el respeto y conocimiento que nosotros (los españoles) guardábamos y sentíamos, por nuestro propio país.

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En cuantas ocasiones salí de la casa de Betsy Westendorp, acompañado por mi padre; este, siempre me decía: 
-"Yo. Frente a esa mujer me acomplejo... . Es que; con unos pinceles, unos colores y un caballete; ha conseguido ´sacar adelante` su casa y su familia; viviendo mejor que cualquier gran empresario"-.    Tras decir aquello, mi progenitor se quedaba normalmente pensativo y muchas veces, con la mirada perdida; así entraba en el coche haciendo un gesto de "menuda tía esta", para terminar afirmando:  -"¡Cuánto mérito tiene esta mujer!"-.

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Por aquel entonces, yo no entendía del todo lo que mi padre quería expresar; pero la vida me fue enseñando la dificultad tan absoluta que tenía lo que Betsy hizo. Y es que, cuando su marido (Antonio Brías) comenzó a estar en fase terminal, no pudiendo seguir él con los negocios y necesitando toda la asistencia médica posible (un proceso que duró largo tiempo). "La mujer", en vez de hundirse  -como a todos nos hubiera ocurrido- hizo de su capa un sayo y se puso a trabajar cuanto pudo; saliendo adelante en pocos años, con lo que hasta entonces había sido su devoción y su afición. Así, convirtió el caballete y los pinceles, en sus herramientas inseparables y tal como el oficinista más duro hace, se puso en su obrador desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche, a diario. -Desde aquel entonces fue ya imposible verla sin un lienzo, un color, una brocha o un artilugio de pintar, en la mano. A excepción de aquellos otros momentos en los que atendía a sus clientes, como anfitriona en su casa-taller-. 

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Porque "la profesión y devoción" de Betsy, tiene tanto mérito como dificultad ; ya que no solo basta con pintar, o retratar magníficamente a quien lo encarga. Además hay que atenderle mientras posa, generando la situación necesaria para obtener el carácter y trasladarlo al cuadro. Igualmente, hay que atender y estar junto a los que le acompañan a la sesión (familiares o amigos, que se acercaban a ver como se hacía el cuadro). Todos ellos, terminaban siendo íntimos amigos de la pintora y sus hijas; aprovechando para quedarse a comer y cenar en el acogedor hogar de la pintora, tras posar, u observar. Además, mientras se hacía el retrato, llegaban visitas hasta la casa, para disfrutar de la escena y entretener a quien posaba y sus parientes. Así se organizaban interesantísimas cenas y reuniones para "agasajar" como se merecía cada importante cliente; a las que venían muchas veces las personas mas cultas e interesantes de Madrid. Ello, se completaba, con la asistencia al obrador de los críticos de arte y gentes de la profesión, que también pasaban a ver la sesión de pintura, opinar y a charlar... .

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Por cuanto la jornada duraba más de doce horas, pues solía empezar hacia las diez de la mañana, tras haber preparado el taller, para el posado. Así, seguía con el almuerzo, que había de ser bien preparado para los que posaban. Luego, tras la comida, venía la segunda sesión de posado, en la tarde. Después de las cinco, además venían al obrador los amigos de la casa -críticos de arte, pintores, artistas y etc.-, con los que se comenzaba charlando, pero se terminaba merendando (y muchas veces, también cenando...) . El horario pues, podía oscilar en una jornada de nueve de la mañana a nueve de la noche. Aunque, de haber cena -algo común de viernes a domingo y festivos-, se prolongaba por la noche mucho mas allá de las doce (hasta altas horas de la madrugada). Para todo ello, Bestsy contaba y cuenta, con la ayuda y el cariñoso apoyo de sus tres preciosas hijas (¡A cual más guapa!).

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BAJO ESTAS LINEAS: Retrato de Isabel Brias (la hija mayor de Betsy, pintada por su madre), quien era una magnífica soprano de ópera. Tras las cenas y en reuniones, Isabel, interpretaba arias de los mejores compositores, dejando absortos a los invitados y a los que la escuchaban (su tono y calidad en voz, era cercano y muy parecido a Leontine Price). Es una maravillosa traductora de libros y de literatura clásica (las dotes de Isabel para los idiomas, eran excepcionales y le vi de niño aprender alemán  -o italiano-  en meses; mientras estudiaba canto).
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De algunas cosas que comento, solo tengo "vagos recuerdos"; al menos de los primeros años. Era yo "algo" pequeño por aquel entonces; pues el éxito primero de Betsy sucede a comienzos de los años setenta, cuando no habría cumplido ni quince años. Por lo que tan solo pude oír algunas "historietas" de lo que se hablaba y vivía en casa de las Brías  (sin que las circunstancias y los años, me permitieran asistir a aquellas innumerables reuniones). De esos días, se oía "mucho" de todo  lo que allí ocurría; sabiéndose que en las noches y por el taller de Betsy estaban pasando los más poderosos y famosos de España, de Europa, Filipinas y parte de Sudamérica.

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El éxito, sin duda, se debió al merito y a la perseverancia de Betsy, a cuyo esfuerzo como pintora ha de unirse el hecho y la dificultad de tenerlo, siendo mujer (y viuda). Porque no nos engañemos, que aún en los años setenta, ser mujer era un handicap para desarrollar cualquier trabajo (no digamos ya si este era artístico y tan marcadamente de "machos" como la pintura"). Pero a Betsy nada la paraba y desde aquellos años finales de los sesenta, tomó sus pinceles y su caballete, sin dejarlos ni de día ni de noche -tal como un gran cheff coge la sartén (por el mango y sin soltarla nunca)- . Así, logró montar su CasaTaller, que era empresa de la cultura, cercano en concepto al taller renacentista. Donde la vida cotidiana circundaba y giraba alrededor del arte y de la belleza. Pues el verdadero artista desde los Siglos de Oro de la pintura es: Fabricante, artesano y empresario; a más de filósofo y artista. Todo ello exige de un trabajo incesante y con una obsesión desesperada. Trabajando de Sol a Sol y solo pensando en la belleza y en superarse a diario.
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Y así, en ese estado de "iluminación", he visto siempre a Betsy: Curra que te curra, con un pincel, unos pasteles, un lienzo, o unos alicates en la mano... . Montando y desmontando, pintando y "sopintando", creando y mejorando; fuera invierno o verano, lunes o domingo, hiciera calor o frío; estuviera donde estuviese. Con ello logró crear una casa del Renacimiento, con un verdadero taller que trabajaba "a la antigua usanza", en familia y generando cuanto mayor belleza se podía (consiguiendo un estado sublime). Irradiando en su casa, cultura y uniendo allí a las élites para llevarlas hacia el arte o para que llevaran allí el arte. Un ambiente inigualable, en que cual fue un verdadero lujo compartir tantas y tantas horas, rodeado de tan absoluta belleza: Pictórica, arquitectónica, artística, musical y femenina.  

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Y tras esta exposición de lo que fue para mi persona aquel maravilloso ambiente y obrador del arte, que creaban Betsy y sus hijas, en su preciosa casa. Déjeseme terminar con una anécdota que escuché un día, sobre lo que debe ser un verdadero artista. Pues me acoraba yo de un genio del cine, llamado Luis García Berlanga, quien vivía muy cerca de mis padres y que a veces asistía a las reuniones de la Comunidad de Vecinos. Aquellas juntas, en ocasiones, se convertían en el típico "guirigay" de "unos y otros"; todos opinando. Entonces, en momentos de confusión, a veces tomaba el micro Berlanga para decir:  -"Yo siempre afirmo, que si el cine y el arte lo quitamos de Cultura y lo llevamos al ministerio del Industria y las Juntas de Vecinos, las pasamos a los psiquiátricos... Este país se arregla"-. Mucha razón tenía Berlanga, porque el verdadero artista, ante todo es un gran trabajador (un currante); pasando más horas de sufrimiento en su obrador o sobre su instrumento, que cualquier otro empresario o artesano en su negocio. Y de entre esos artistas, a la que más vi trabajar fue a Betsy Westendorp (!siempre currando!).

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BAJO ESTAS LINEAS: El Taller de Betsy Westendorp y sus hijas, Sylvia y Carmen Brias. En este artículo de la revista Blanco y Negro, las vemos dando clase en la balconada (cubierta en cristal).
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EN LA IMAGEN INFERIOR: Retrato de mi padre hecho por Sylvia Brias, pintado por ella con tan solo veintidós años (tristemente, la foto es de poca calidad y con tonos muy grises, aunque no he podido hacerme con una mejor). Tuvo que dejar Sylvia de pintar, tras casarse, para dedicarse a cuidar de sus hijas y de la familia, pero ya me ha confirmado que ha vuelto a diario a los caballetes. Tanto ella, como su hermana Carmen, colaboraron a diario y durante decadas con su madre, para "cuidar" la clientela, mantener el obrador, cuidar de las obras, organizar exposiciones y pintar junto a ella.
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Es este el concepto del Taller, como centro de un arte y de una industria; un sentido pleno en el que el negocio es la creación y la creatividad. Hoy, tristemente "el oficio y la profesión" parece que se intenta enseñar en centros docentes, aunque la pintura es una profesión que se aprende desde niño y "limpiando pinceles". Como otras artes, su aprendizaje precisa del conocimiento de las funciones y funcionamiento del Taller, en el que muchas personas trabajan a diario, con diferentes funciones (desde la que prepara los bártulos, hasta los que tocan instrumentos o charlan para entretener a quien posa para el retrato).


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domingo, 3 de abril de 2011

BETSY WESTENDORP DE BRIAS: Orígenes

Desde el pasado terremoto de Japón, comenzaremos comunmente cada entrada de nuestro blog con el recuerdo a los damnificados de este trágico suceso; solicitando ayuda para ellos. Hay múltiples formas de colaborar con la Cruz Roja o UNICEF (para enviar  dinero, objetos y hasta alimentos). 
Del mismo modo, recuerden que una de las mejores maneras de ayudar a Japón, es consumir sus productos (en especial su maquinaria y tecnología, que es inmejorable).
Muchas gracias a quienes así lo hagan.

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ARRIBA: Foto tomada en la fiesta de fin de curso de Santa Ma. de los Rosales (hacia 1970); en ella, aparecen -de izquierda a derecha-: Mi padre (en primer término); a su izquierda, Betsy Westendorp y al fondo, Jose Luis Pérez-Plá (cuñado de Betsy y padre de mi amigo Carlos, alias "El Caniche"). Mis hermanas -Tere y Ma-José-, fueron desde niñas compañeras de clase, de las hijas de Betsy (de Sylvia y Carmen). Por su parte, yo fuí casi catorce años compañero de "pupitre" de su sobrino y ahijado (Carlos Pérez-Plá Westendorp). La amistad que nos unió desde niños a la  familia de Betsy (y la de los Pérez-Plá), hizo que fuéramos casi parientes. Cuando me quise dedicar a la cultura (la música y la Historia), fue esta pintora y sus hijas las personas que más me ayudaron y me apoyaron. Siempre con gran fé en mis dotes y mi persona, nunca han dejado de seguir mis andandas, trabajos y novedades (que desde hace dos décadas se suceden fundamentalmente en Japón). Betsy y sus hijas son un ejemplo de generosidad y cariño en modo extremo; tanto como del buen gusto, la bondad, "el saber ser y mejor estar".
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SOBRE ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Dos cuadros de la pintora holandesa Betsy Westendorp-Osiek (1880-1968), quien fuera tía abuela y madrina de Betsy Westendorp de Brias. La obra de la sobrina, está muy inspirada en la de la hermana de su abuelo, considerada una de las mejores pintoras del post-impresionismo neederladés. Arriba vemos el retrato de LIZZI ANSINGH (realizado por Westendorp-Osiek) artista que lideraba a las diez componentes de lo que se llamó la "escuela femenina de Amsterdam". Este grupo de pintoras (encabezado por Elizabeth Ansing y Betsy Westendorp-Osiek), bebió de las mejores fuentes del impresionismo y post-impresionismo centroeuropeo, siendo sus maestros directos: August Allebe,  Geoges H. Breitner y Piet Mondrian. Se denominó en los Paises Bajos a estas ocho mujeres artistas: AMSTERDAMSE JOFFERS   -Sobre su historia y significado entre los movimientos pictóricos, podemos consultar en internet varios potales; aunque les recomendaría este video de unos cinco minutos, en el que se recogen importántes imágenes de las artitas que componían el grupo de Amsterdam:  http://www.youtube.com/watch?v=hwANoQ4KO54
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El marido de la tía abuela de Betsy (Karl Westendorp), era banquero y un conocido especialista de arte oriental. Ambos (Karl y Betsy Osiek), fueron adquiriendo en Asia una magnífica colección de antigüedades, que posteriormente donaron al museo para el cual el financiero era mecenas, curador y asesor (el Rijk Museum de Holanda, que recibió el legado Westendorp). Asimismo escribio este banquero una curiosa obra, el libro "Japan"; que trata sobre Japón y está ilustrado con setenta y cinco láminas en acuarela pintadas su mujer (Betsy). El hermano de Karl Westendorp, era diplomático y vino destinado a España a fines del siglo XIX, donde se casó con una española. De ellos nació Carlos Westendorp, el general que luego fué padre de Betsy (la pintora hispano-holando-filipina de la que hablamos).

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La mencionada madrina de Betsy (la pintora holandesa Westendorp-Osiek), pasó su vida viajando entre las costas de Holanda, las de China y el Japón (paises asiáticos que visita en varias ocasiones). Este contacto con Oriente dió un especial carácter a su pintura, que unen el buen gusto del impresionismo neederlandés, con la estética ("plana y flotante") de las obras en tinta y color, shino-niponnas. Esa fusión del mas alto post-impresionismo, unida a la estética oriental, es la fuente en la que se forma y se inspira también su sobrina (Westendop de Brias). Quien, igualmente, termina casándose en Asia y realizando obras en un estilo ecléctico; fusionando las técnicas y el sentido de la belleza europea, con la estética de Extremo Oriente. El resultado de la sobrina (Westendorp de Brias) es un eclecticismo asio-europeo, que "lo integra todo" en una obra cargada de fases y matices; que pudiera describirse como: "Preciosista-postimpresionista-costumbrista, de inspiración asiática". Influida también plenamente por el impresionismo-decó, el expresionismo y los movimientos asiáticos pictóricos,  cada cuadro y etapa de la Betsy Westendorp de Brias, es una sorpresa (llena de buen gusto y feminidad).  
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AL LADO: Retrato del general de aviación, Carlos Westendop, pintado por su hija, hacia 1973. Pude conocer al padre de Betsy de niño y le recuerdo como un hombre mayor, encantador, agradable y educado. Abuelo de mi amigo Carlos, le íbamos a ver de pequeños para que nos enseñara sus aficiones de jubilado: La Filatelia y la horticultura (tenía un huertecito en casa, regalando a todos los que iban a verle, fresas y verduras). También nos narraba historias de su juventud, con lo que nos pasábamos horas escuchándole y aprendiendo sobre su vida y sus sellos. Era Carlos Westendorp (padre) "un hombre de otra época", con una educación especial: De los que nunca se quejaban. Recuerdo, día en el que cenando con él y sus nietas, teníamos de primero "huevos a la flamenca", pero a la cocinera se le había olvidado poner la cazuela de este señor en el horno. Así se lo sirvieron (totalmente crudo), y ninguno de los presentes se dió cuanta de ello. Él nada dijo; solo puso una cara rara, y nos miró a todos con extrañeza. Luego comento si "aquello" estaba realmente bueno; quedándose parado, preguntando si había que comerlo. Le dijimos  sorprendidos que era evidente que había que comerlo y cuando comenzó a hacerlo, nos dimos cuenta que tenía todo crudo en el plato (huevos, verduras y etc)... . Tras la carcajada general, él ni se inmutó y solo nos dijo con rostro muy serio: -"Me parecía extraño. Esto estaba... . Un poco frio."-

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EN LA FOTO junto estas lineas: Sylvia Brias Westendorp, junto a mi hermano Mario, con unos quince años los dos; hace bastante tiempo (tampoco hace falta poner la fecha, por cosas de la edad...). Las tres hijas de Betsy eran de una belleza admirable. Aunque, lo guapas que son, solo se supera con la simpatía y bondad de las tres. Sylvia es una magnífica pintora que hacía preciosos retratos con solo veinticinco años, pero tuvo que dejarlo durante un tiempo, por estar obligada a atender a sus hijas. Ahora ha regresado a los pinceles de nuevo con fuerza; y es que, en estas profesiones del arte, como no te dediques al menos seis o nueve horitas, y a diario, de domingo a domingo (y en serio), no hay quien avance (son bonitas, pero duras).  http://www.sylviabriaswestendorp.com/

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EN LA FOTO INFERIOR: Carmen Brías, en la Feria de Sevilla. Fueron a La Feria, ella y mi hermana Ma. José, donde los andaluces disfrutaron de su belleza y la fotografiaron mas que a La Macarena. Y es que, Carmen, fué de las mujeres mas guapas que había por España durante décadas; ahora es una señora "de lo mejorcito".... Igualmete, se dedicó a pintar, pero ella y el color del estilo en su corazón (y de su espIritu) son completamente: Naif.
http://www.carmenbriaswestendorp.com/
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Nació Betsy hace algún tiempo -no vamos a decir cuanto, pues las mujeres si son bellas, no tienen edad- y  la "apadrinó" su tía, la famosa pintora de la que ya hemos hablado. Quien era mujer de un banquero holandés y que por entonces parece que viajaba normalmente a China y a Japón. Prometieron por aquello y la lejanía, llamarla igual a la madrina (Elizabeth), aunque al ir a bautizarla, sus padres se dieron cuenta de que ya su primera hija -la hermana mayor de Betsy-, se llamaba Isabel (que es exactamente lo mismo, pero en castizo). Así, parece que como el padre de Betsy era un hombre muy agradable y no quería darle un disgusto a su tía, dedujo que lo mejor era ponerle a la recién nacida, el nombre de Betsy (directamente). Aunque parece que poco después, al enterarse la tía pintora de este hecho, les comentó que aquello era como si un holandés tenía dos hijos y al primero le llamaba Francis, mientras al segundo le bautizaba: "Paco".
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Practicamente nadie cree -realmente-  en reencarnaciones, aunque sí sabemos como verdad ineludible que el Sol que cada día nace por el horizonte, es siempre el mismo. De igual manera, los brotes que surgen de semillas en una misma espiga, son muy similares;  y que también lo serán a la planta que les dió "el ser". Así, como si de un "karma" japonés se tratara, la pequeña Betsy dicen que se parecía "en lo sumo" a su artista tía. Comenzó a tomar los pinceles desde niña, tanto como a viajar por cuantos países pudo. En ello fue que, siendo guapísima mujer y de gran carácter, conoció antes de los veinte años a un jóven considerado uno de los hombres más elegantes y "mejor plantados" de Filipinas -y parte del Planeta-: Antonio Brias. Por lo que decidió trasladarse y casarse en el mismo Manila, apenas cumplidos los veintiuno. Allí vivió en una etapa que en Filipinas era de "transición social"  -no mucho después de la Segunda Guerra Mundial-; pudiendo completar su formación como artista, tanto como viajar por Asia y por Japón (donde estudió su arte y su cultura). Tres hijas tuvieron  -a cual más bella-  que junto a ella y su marido (Tony) parecían sacados de una pantalla de cine; porque no había gente así en aquella época, más que en Hollywood.  Aunque, tristemente al los pocos años, su marido comienza a sufrir una esclerosis que le va mermando las condiciones físicas. De tal manera, en un intento por buscar una solución a la entonces incurable enfermedad, a mediados de los años sesenta se trasladaron todos a Madrid.
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Fue en esta época cuando que les conocimos, tras entrar sus hijas en el colegio donde todos nosotros cursábamos estudios. Recuerdo perfectamente el primer día que fui a casa de Betsy... . Tendría yo unos seis años (hacia 1967) y era la celebración de la Primera Comunión de su ahijado y mi compañero de pupitre (Carlos Pérez-Plá, quien dio la fiesta en su jardín). Desde entonces, no recuerdo cuantas veces habré podido ir a aquella maravillosa casa (que era una de las más bonitas de Madrid); seguro, miles... .  Pero como íbamos diciendo, de la primera vez que allí fui, aún me acuerdo. Estuvimos toda la tarde los niños invitados, jugando a Indios y Vaqueros en unos montones de tierra que había en el exterior (luego supe que aquello eran las obras que estaba realizando en el jardín, Peter Bourgignon -uno de los mejores paisajistas de España-). En un momento, mi amigo Carlitos, me llevó a un lugar retirado y me dijo:  -"Te enseño una cosa que tiene mi tía, si me prometes que no se lo vas a decir a nadie"-.  Es evidente que si a los seis años te hacen tan interesante propuesta, todos hubiéramos jurado callar para siempre: Así lo hice. En un despiste, mientras nadie nos miraba, conseguimos colarnos al interior de la magnífica casa y llegar hasta el salón principal. Allí, mi amigo me hizo un gesto con la mano, para que callase y me acercara sigilosamente hasta una mesa-vitrina central que había en el centro de la gran sala. 
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Cuando llegamos hasta ponernos sobre ella, me señaló algo que parecía una naranja de color oscuro, de la que colgaba un mechón de pelo. Tras ello, en un tono muy bajito me preguntó: -"¿Ves lo que es?"-.  Yo nada veía, aunque aquello parecía una cara pequeña (con una coleta colgando), o una cabeza de muñeca muy sucia, oscura y de cabellos largos. Le contesté al anfitrión que no sabía qué podía ser aquello;  pero entonces Carlos gritó en voz muy alta (con el fin de asustarme, seguramente):  -"Es una cabeza de jíbaro. Una cabeza humana reducida"-.    Tras ello, aquelchaval salió pitado (echando a correr). Yo, al ver que me quedaba solo frente a tal objeto, creyendo que me moría de miedo, salí despavorido; sin saber hacia qué lado ir -pues la casa era inmensa y no conocía ni entradas ni salidas-. Corriendo de un lado a otro, a los pocos segundos choqué contra una persona mayor, que al verme ir tan amedrentado, me paró y me preguntó qué me sucedía. Al comentarle que había visto una cabeza reducida, soltó una enorme voz a mi amigo (que se escondía entre las cortinas del cuarto para "disfrutar" observando el susto dado); gritándole: -"Carlos que sea la última vez que ´metes` miedo a tus invitados, con la cabeza"-. 
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Desde este hecho  -sucedido hace casi cuarenta y cinco años-, hasta hoy; es seguro que regresé miles de veces a aquella casa, que era preciosa. Donde Betsy situó entre jardines, estanques y balcones, su obrador con una luz que entraba desde los montes de la Zarzuela, entre vegetación y estanques.

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Eran tiempos felices por aquel entonces (al menos para los niños) y Betsy solo pintaba por afición, regalando muchas de sus obras y retratando a los amigos. Aunque pocos años después, la vida le obligaría a ejercer duramente la profesión de pintora, pues su marido (Tony Brias) ya dijimos que cayó preso de una dolencia incurable -lo que le impide volver trabajar, necesitando de cuanta asistencia se pudiera-. Años de enfermedad de su esposo (al cual adoraba) y el dolor de ver como "se va" poco a poco, le llevan a sublimar esta terrible situación, con los colores y los lienzos, llegando a crear una obra de importancia. Así deciden los que le rodean que debe definitivamente comenzar a exponer y a promocionarse como artista. Ello lo realiza unos pocos años después, ya en madurez plena, mientras comienza a crear de manera casi cumpulsiva (quizás para olvidarse de la enfermedad de Tony). Tristemente, le va llegando el éxito a la vez que a su marido se le va marchando de la vida; y finalmente, viajan a Manila durante un tiempo, para que este viera la última luz en aquel lugar donde nació. 
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Pintora de éxito por aquel entonces, habiendo solicitado ya sus retratos distintas personalidades del mundo de la política, la empresa o las artes; tanto como los diferentes Jefes de Estado (en España y Filipinas -de ellos y para sus hijos-). Queda tristemente entonces viuda y comienza la andadura a solas con sus tres hijas (Isabel, Sylvia y Carmen). Desde aquellos años, sigue creando en "actitud casi obsesiva" (quizás para olvidar); no pudiéndosela haber visto ya nunca más sin un pincel, una brocha, un lienzo (o un simple bote color, en la mano). Día y noche, sigue de forma titánica e incansable, pintado o diseñado obra. Retratando, haciendo paisajes o bodegones, viajando de un lado a otro, montando exposiciones en cualquier lugar del Mundo y trabajando (sobre todo, trabajando). Verla solo un rato, es acabar agotado; pues no para de moverse nunca y si no es un lienzo recién acabado, lo que está moviendo; lo que tiene entre manos, es otro nuevo que está  pintando (o preparando). Sin parar nunca y  -quizás-, sin poder dejar de pintar jamás.

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Recuerdo que una vez hablando con una de las íntimas amigas de Betsy (la francesa Ivi Quintanilla, que fuera amiga de Jaqueline y de Pablo Picasso), me dijo que el "problema" del genio malagueño, era que creaba de forma obsesiva. De tal manera, comentaba Ivi Quintanilla, que Picasso en el obrador se hacía hasta incómodo de ver; porque en los brochazos, en la manera de moverse sobre los cuadros y de trabajar incansablemente; se le veía como obsesionado. Casi, hasta "sufriendo"; siempre buscando algo nuevo tras la pintura. Mientras me lo contaba, le sonreí y le pregunté a aquella señora francesa (cuyo marido consiguió traer el Guernica a España): -" ¿ Oye Ivi: Picasso, cómo estaba de obsesionado con los pinceles y el trabajo?. Mas o menos... ¿Como Betsy?"-.

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Sean estos recuerdos y semblanzas de hoy;  para nuestra incansable amiga y pintora: Betsy (tanto como para sus hijas y nietos).     

sábado, 2 de abril de 2011

JULIÁN CORTÉS-CAVANILLAS: Psicoanálisis del olvido

Desde el pasado terremoto de Japón, comenzaremos cada entrada de nuestro blog con el recuerdo a los damnificados de este trágico suceso; solicitando ayuda para ellos. Hay múltiples formas de colaborar con la Cruz Roja o UNICEF (para enviar  dinero, objetos y hasta alimentos). 
Del mismo modo, recuerden que una de las mejores maneras de ayudar a Japón, es consumir sus productos (en especial su maquinaria y tecnología, que es inmejorable).
Muchas gracias a quienes así lo hagan.

SOBRE ESTAS LINEAS:  Primera página del libro Psicoanálisis, de Cortés-Cavanillas. Al abrirlo me he dado cuenta que Julián se lo dedicó una de las tardes que venía por casa en 1986, a mi hermana Tere y a su hijo (entonces, recién nacido: Enrique). El escritor en esta obra, recoge unha gran parte de las entrevistas a personajes de los años sesenta, que fueron apareciendo en los dominicales de ABC. Intituladas como PSICOANÁLISIS; la mayor parte de ellas fueron realizadas a amigos suyos, de los que a continuación recogeremos algunas anécdotas.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Foto de Edgar Neville. Cineasta perteneciente a la generación del 27, hombre de gran cultura; artista polifacético y de profesión diplomático, fue quiza el amigo del que Cortés-Cavanillas conservaba uno de los mejores recuerdos. Hasta 1968 (fecha en que fallece Neville), parece que mantuvieron una magnífica relación. Cortés-Cavanillas siempre comentaba que era de las personas más divertidas y geniales que había conocido. De proporciones desmesuradas y amor descomunal a la belleza, el arte y la comida, estuvo unido en segundas nupcias a la "curiosa abogada" y actriz Conchita Montes. Julián narraba de ellos múltiples historietas y anécdotas, destacando el amor de Neville por la gastronomía (que le produjeron gaves problemas de salud y posiblemente terminaron con su vida).
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BAJO ESTAS LINEAS: Ava Gardner. Una de las más famosas musas y actrices de los años cincuenta y sesenta. Parece que se la presentó a Julián Cortés-Cavanillas, Edgar Neville; quien fué secretario de embajada en Estados Unidos en años cercanos en los que también trabajó (para Hollywood) con personajes como Charlie Chaplin. Durante los sesenta, contaba Julián que Ava Gardner, frecuentaba en muchas ocasiones su casa de Roma (sita en Piazza Navona), donde mantenían las más divertidas tertulias. Para conseguir que asistiera a sus tertulias bastaba con invitarle a una paella de Lhardy, aunque para hacer llegar el arroz hasta Italia, Cortés-Cavanillas había ingeniado un divertido sistema.
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Prefaccio:
Por ver si habíamos exagerado, cuando expusimos -hace unos días-  que la figura de Julián Cortés Cavanillas había quedado en un triste olvido, hicimos "propósito de enmienda". De tal manera, comenzamos por repasar internet (la fuente de nuestros nuevos archivos) y marcar en distintos buscadores su nombre. Apenas, salen referencias directas a su persona y todo cuanto se encuentra, son sus  obras: Libros a la venta en segundamano o "tramos" de sus entrevistas, "colgadas" en la red. Un nuevo repaso por internet, da solo como final ABC y las colaboraciones de quien fuera uno de sus directivos; llevando a tres artrículos más en la red y algunas anotaciones. Los artículos , algunos muy cariñosos, como el de Enrique González Fernández, tratando del centenario del nacimiento; al igual que otro de Santiago Castelo (y el ya mencionado, de Alfonso Ussia, que narra la "sonora anécdota" palaciega, que ayer recogíamos).

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Aunque, increiblemente, si buscamos Cortés-Cavanillas en libros a la venta (por ejemplo, en IBERLIBROS, portal que ofrece obras de segunda y primera mano), nos encontraremos con unos 350  ofertados. Ello no es fácil, pues son pocos los escritores fallecidos que consiguen mantener por encima de cien ejemplares en listado , máxime si son títulos de cuarenta y hasta sesenta años de antigüedad (mérito que se acrecienta por el hecho de haber muerto Julián hace casi dos décadas ya).  La conclusión es que verdaderamente, la memoria no ha sido justa con este hombre; tanto como no lo fueron algunas personas, al final de su vida. Creyendo que había sido yo "un raro" por escribirlo últimamente; he visto que su también amigo Enrique González Fernández, finaliza con la misma idea su artículo de ABC -dedicado al centenario del nacimiento de Julián-. Por esta razón, siento no poder rectificar mucho lo escrito, pues parece que hay varias personas que piensan casi igual, sobre este hecho.
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Todo ello, me ha llevado a reflexionar sobre aquello que muchos afirman, diciendo que ciertos escritores (o artistas), caen en el olvido por haber estado adscritos a una ideología "no izquierdista" (echando la culpa a "la progresía" de su falta de éxito, o del olvido del desaparecido). Ello, sintiéndolo mucho, es un absurdo, pues no es la izquierda la que debe preocuparse de mantener en el éxito o en la memoria, a personas que ha sido ajenas (o contrarias) a su ideología. Sinó, que son sus más cercanos en opinión o pensamiento los que deben cuidar y estudiar sus personajes de la cultura. Por esto, del olvido de muchos escritores (o artistas), considero que  solo se debe responsabilizar a quienes no conservan como merecen su recuerdo (o su obra). Algo que que en los que no son de izquierdas tiene quizás su razón en que casi todos los intelectuales "de Derechas" hayan sido bastante críticos con las altas esferas hispanas. De tal manera, escritores como: Muñoz-Seca, Jardiel Poncela, Alvaro de Laiglesia, Miguel Mihura, Wenceslao Fenandez Flores (o el mismo Julián Cortés-Cavanillas -en su medida-), se han visto en la obligación de huir de la Sociedad que les rodeaba (exiliarse de algún modo), pero esta vez por medio del humor.  Reírse de lo que les rodeaba, que a veces era patético.
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Por todo cuanto digo y escribo, muchos me preguntan cómo he sido "bastante" de Derechas hasta los veinte años; a lo que les contesto, que ello se debió a la intensidad con la que mis profesores (del colegio o la universidad) fueron intentando enseñarme sus "lecciones" y pensamiento -a veces "inculcados", más que enseñados-. Bien es sabido, que el gremio de los "maestros", en aquellos años de mi infancia, estaba compuesto por personas cultas y muy progresistas (al menos en donde yo estudiaba), lo que suponía incluir sus teorías sociales en todas las materias. De tal manera, como yo  en 1976, tenía solo quince años, las clases colegiales desde entonces, comúnmente comenzaron a tener un claro componente político (que en ocasiones se hacía pesadísimo). Fué sobre todo a finales de los setenta, cuando aquello resultaba "un rollo", pues no había asignatura importante en la que la política y la situación social, no se relacionara con cuanto aprendíamos. Las teorías del marxismo (o del progresismo antifranquista) siempre se mezclaban con la Historia, la Filosofía, la Literatura y hasta la Religión. Así, el cambio tan necesario que había dado España, hizo que (a veces) los profesores se pusieran verdaderamente pesados intentando inculcarnos sus pensamientos, que a muchos no nos interesaban (pues veíamos el marxismo como un hecho histórico). En la Universidad, "tres cuartas partes de lo mismo" y peor; a más de que cada jornada había "asambleas" y que la politización era la nota común (al menos entre fines de los setenta y principios de los ochenta)... .
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Entonces, la reacción lógica de juventud era llevar la contraria al maestro, lo que provocaba muchos problemas; o nos hacía acabar hartos de quienes hablaban de política una hora sí y otra también (cuando lo que queríamos era aprender la lección y salir del colegio, o de la carrera, cuanto antes). Después, me di cuenta que seguramente muchos de estos profesores de mi niñez intentaron darnos una magnífica y novedosa formación (entonces) y que lo hicieron con la mejor intención. Incluso recuerdo al de Historia  -quien era totalmente marxista-, como uno de los mejores maestros que tuve y he tenido. Pese a ello, el resultado que consiguó al insistir tanto en la exposición de la Historia, desde un análisis marxistas; fue que aunque yo me interesara mucho por los hechos históricos,  terminase "hasta el gorro" de lo que "le añadía"... . Como este ejemplo que expongo, hubo otros muchos; por lo que es fácil entender que algunos, hasta los veinte años, estuviéramos hartos "de políticas"; pues lo que deseábamos era solo tranquilidad y hacer nuestra vida.
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Pese a ello, tras integrarme en el mundo de la cultura, cambié mucho (hacia 1982). Tanto que comprendí como "las Izquierdas" tenían grandes valores, a veces inexistentes en otros ámbitos. Entre ellos me gustaría destacar el hecho de que siempre estudian, potencian y mantienen en la memoria, a sus intelectuales y artistas. Tristemente, muchos afirman aún, que algunos escritores y creadores, quedan en el olvido o viven en el "ostracismo", por no haber sido de izquierdas. Como si los "progresistas" pudieran ejercer un maleficio sobre aquellos que no lo son (obligándonos a todos a no leerlos y no recordarlos -allí están: Delibes, Cela, o Vargas LLosa ). La realidad creo que es muy distinta y en mi opinión son los de su misma ideología -los de Derechas, o los Liberales-,   quienes no se preocupan suficientemente por los intelectuales de su "órbita" (a veces, simplemente ni siquiera de leerlos...). -Es decir, que mientras "unos" estudian sin problemas la obra de Ortega y Gasset; hay "otros" a los que aún, comprar un libro de Federico García Lorca, les produce alergia-.
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Dicho lo dicho, no saben cuanto me hubiera gustado ser de izquierdas (incluso nacer de izquierdas); pero tristemente, creo en la economía de mercado y en la empresa privada. Pese a ello, no saben cuanto agradezco a tantos "progresistas" los proyectos a los que me han acercado, al igual que su interés porque me convierta a su "tendencia". De veras, gracias. Sobre todo por su respeto y por comprender además, que no tengo mucha opción de cambiar: En la vida, hay que ser horado con las ideas y con el pasado. Además, ya no es hora cambiar; porque hoy los de "un lado y los de otro"  -por suerte-,  ya somos casi los mismos (al menos, bastante parecidos).
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Psicoanálisis:
Centrándonos en el tema, que es Julián Cortés-Cavanillas: Hablaba no hace mucho con la hija de un amigo del rey (Cristina Caro, persona culta y encantadora  -hija de Ignacio, que falleció hace unos tres años-) y le exponía que los monárquicos debieran dejar de preocuparse tanto por tener trato cercano con los monarcas, para centrarse bastante más en intentar transferir la imagen personal de los reyes a todos. Ni que decir tiene, que si lo que hacen algunos es: Intentar acercarse cuanto más a "aquellos", y luego, despreciarnos "los demás" (sobre todo a los "no muy monárquicos"), pues la cosa va mal... . Porque dado que los reyes son los Jefes de Estado y ello es algo que no va a cambiar (a menos que deseemos más jaleos); para la estabilidad nacional, vale más que "su pueblo" les conozcamos bien -fundamentalmente en el lado humano-.
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Así le comenté también y en innumerables ocasiones a Cortés-Cavanillas, que los monárquicos debieran dedicarse (por ejemplo) a escribir sobre las anécdotas y lo cotidiano "de palacio"; olvidándose de esas biografías llenas de hechos históricos  (que muchas veces son solo un compendio de datos, que todos conocemos, pues en su mayoría se escriben en los periódicos). En referencia a la posibilidad de que Cristina pudiera aportar algo en este aspeco, me comentó la hija de Ignacio Caro, que en su poder tenía gran cantidad de cartas de la reina M.Victoria Eugenia y otros escritos personales de sus abuelos (de época de Alfonso XIII). Por lo que le animé a abrir un blog de este tipo, para que fuera recogiendo y comentando estos documentos. Papeles que a primera vista pudieran verse "sin importancia" por ella, pero que una vez explicados y comentados en un blog, a muchos les pueden interesar tanto o más que un libro (o que la revista Hola).
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Dicho lo anterior  pasamos a narrar otras anécdotas sobre Julián y sus amigos, pues bien recuerdo algunos de los que nos mencionaba historietas. Uno de los que mas hablaba y más valoraba, era Edgar Neville. Este personaje, que hoy no es muy conocido, antaño fue uno de los más famosos cineastas, estetas (y hasta gastrónomo), de nuestras latitudes. Nació a finales del siglo XIX, de ascendencia anglo-hispana, su niñez se desarrolló en los ambientes de gran gusto en de su familia. A principios del XX, ya rueda su primera película y poco más tarde (en Granada), entabla fuerte amistad con García Lorca y Manuel de Falla. Secretario de embajada en Wasington y Los Angeles, posteriormente, entra a trabajar con Charlot, quien le llega a dar papeles en sus películas (mientras establecía fuertes lazos con personalidades y diversos actores de la Metro Golden Mayer). Sobre la amistad entre Neville y Chaplin, contaba Julián el "mal chiste", de que Edgar al conocerle, le había dicho que le parecía muy lógico que "el rey del Cine Mudo" se llamara: "Charles" (pués al salir a rodar, bastaba para actuar bien, con hacer lo que le decía su mujer por las noches: -"No, charles"-).

A su regreso a España, continuó Edgar, con su labor de cineasta y se establece en una gran mansión de Marbella, llamada Malibú -que creo es la misma que adquiere Sean Conery  a los pocos años de  morir este-. Allí, en su gran chalet malagueño, pasó los últimos años junto a su segunda mujer: La curiosa actriz, Conchita Montes (añado el apelativo "curiosa", dado que fué una de las primeras licencidas en Derecho, de la Complutese en Madrid, tanto como "una mujer de carácter"). Entre sus amistades comunes estuvieron, a más de decenas de actores y directores de cine (extranjeros y españoles), diversos artistas. Algunos antes mencionados (como Falla o García Lorca), junto a numerosos miembros de la Generación del 27, entre los que destacaban especialmete: Dalí y Buñuel. Otros  amigos serían: Manuel Altolaguirre, Tono, Jardiel Poncela, Alvaro de Laiglesia, Miguel Mihura, Mingote y Cortés-Cavanillas; que igualmente, iban a verle cuando podían a su casa de Marbella. 
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Recuerdo que era muy normal escuhar a Julián narrar anécdotas sobre los Neville-Montes, algo que él compartía con mis padres, en conversaciones en las que yo casi no participaba, o muy poco entendía (dado que apenas había visto las películas, ni conocía mucho de la vida de estos dos personajes del cine).  Tristemente, no ha quedado en la memoria casi ninguna de ellas, aunque me acuerdo que comentaba Julián que un título nobiliario le era más útil que a nadie, a Edgar Neville. Narraba el director de cine, que tras casarse pudo reservar las mesas en los restaurantes (o llamar a los amigos) como el conde de Berlanga, comprendiéndole todos. Pues antes, los camareros, las secretarias o las personas que le atendían al teléfono, le tenían  horas "al aparato", repitiendo su nombre. Tanto era así, que los más listos, tras decir diez veces lo de Edgar Neville, acababan entendiendo:  -"Ah... Sí. ¿Es Ud. el francés... Claro?. Don Eduardo de Vil "-   (como si se tratara del mismo marido de Cruella de Vil, la de "Ciento-un dálmatas").
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Ello nos lo comentó Julián, tras algo divertido que (al parecer) sucedió pocos días antes, en casa de nuestra común amiga Betsy Westendop; cuando llamó a su hija -Isabel- uno de los Muñoz-Seca. Esa noche, la persona que atendió al teléfono (una chiquita filipina que apenas hablaba español) se acercó al comedor, donde estaban todos y en voz muy alta dijo:  -"Al teléfono; el Señor Coña-Seca-". Se produjo un momento de "silencio total" y alguien se acercó hasta aquella, para comentarle que no repitiera "esas palabras", explicándole el terrible significado de lo pronunciado. Tras lo que la confusa mujer, muy extrañada, exclamó: -"¡Qué nombre mas feo!"-.  Aunque eso no era nada comparado con la normal fórmula usada por las recién llegadas del extranjero y que no sabían mucho español;  quienes cuando se quedaban solas en la casa, atendían al teléfono diciendo comúnmente: -"No. Nadie. Aquí... .El Sr. está salido; la señora también salida; familia salidos. Todos salidos"-.
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Pero volviendo a Edgar Neville, desearía citar algunas palabras de este amigo de Julián, que recoge el escritor en su libro "Psicoanálisis". Donde a la pregunta de Cortés-Cavanillas sobre qué haría si le dijeran que solo le quedaba una hora de vida. El director de cine responde que entonces hay que realizar lo que la copla enseña:  "Cada vez que me doy cuenta    ///    que me tengo que morir   ///     echo la mantita al suelo    ///   y me harto de dormir". Por cierto, cuestionado el hispano-inglés, sobre cual era el peor vicio español; respondió literalmente que lo era: -"Esa manía que tenemos de hablar a gritos"-.  Algo que no explicó del todo bien Julián, en su entrevista; pues parece ser, que cuando se enteraban que el Sr. Neville era de origen inglés, le hablaban más alto de o común: "A grito pelao"; para que les comprendiera bien (pese a que la dicción y el lenguaje hispano del cineasta, eran mas claros y castizos, que los de "La Chata" con dolor de muelas; porque pese a llemarse Edgar Neville, era más español que Gibraltar...).
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Siguiendo con el mismo libro "Psicoanálisis", y ya en otras entrevistas ajenas a la anterior, tiene algunas frases que son célebres y consideramos debiéramos recoger. Llamando mucho la atención la que realiza a José Martínez Ruiz (Azorín), en la que pregunta al gran escritor: -"¿Qué piensa de sí mismo, Maestro?"- .  A ello, el miembro de la Generación del 98 le responde:   -"Que no soy yo mismo, sino otro"-.  Tras aquello, le vuelve a cuestionar Julián algo tan personal como:   -"¿En qué consiste el éxito, para Ud.?"-.    Siendo la contestación de Azorín:  -"En la sinceridad"-. Para colmo, esta interesante entrevista termina con frases en las que el escritor de "El 98" describe el arte de Cúchares, diciendo literalmente Azorín:  -"Los toros son un espectáculo espiritualista. Un hombre sale de su casa; va a trabajar, pero nunca sabe si volverá. El torero juega con La Eternidad"-.
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Llama la atención también en este libro, el epitafio que expresa desear poner Ernesto Halfter, sobre su tumba. Un letrero que diga: -"Fué feliz, a pesar del Mundo"-. Durante ella manifiesta el compositor que el mejor músico de todas las épocas de España, fue Manuel de Falla (a lo que yo me atrevería a añadir, que  -quizás-  también Falla fue el mejor compositor del Planeta, en el siglo XX). Entrevista en el mismo libro, al escultor asturiano Sebastían Miranda, del que tanto hemos hablado. Quien, a la pregunta de Julián sobre lo que más detesta de la vida, aquel le responde que es:  -"Pensar que me tengo que morir. (pues) No hay palabra mas bella que: Vida"-.   Terminando Sebastián explicando, que si tienen que darle a elegir un epitafio para poner en su tumba, el que más le gustaría sería la frase:  -"Que me saquen de aquí, rápido"-. 
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Igualmente, muy entretenido es el "Psicoanálisis" con el escritor Miguel Mihura, quien manifiesta  que el primer recuerdo de su vida era el de una señorita que estuvo observado de niño, por el ojo de una cerradura (durante mucho tiempo), mientras ella tomaba "baños de Sol". Aunque aún le llamaba mucho la antención a Mihura, porqué aquello sucedió en un día totalmente nublado... . El comediógrafo, preguntado por "cual es el éxito, para una mujer", responde sin miedo:  -"Saber fingir, hasta el final; que ese hombre le parece inteligente"- . Para rematar la entrevista, añade Mihura, a la cuestión sobre "cual es el invento mejor de la Historia"; que lo ha sido: "El bikini".
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Siguiendo con Julián, parece ser que en Marbella y por mediación de Neville, conoció a Georges R. Hearst; el hijo del famoso William Randolph, magnate del periodismo en cuya vida se inspiraba la película "Ciudadano Kane". La entrevista que le hizo en Psicoanálisis a ese millonario, "es más que llamativa" y comienza hablando de  la finca que tenía este Hearst (en Saint Simon). Hacienda que era igual en extensión a la toda la provincia de Pontevedra; conteniendo un claustro románico español en su interior. A ello, añadimos que el mencionado claustro comprado y traido desde España en barco por Hearst (en catorce mil cajas), por el que pagó a principios del siglo XX cuatro cientos mil dólares. No es otro, más, que el famoso "Coto de San Bernardo"; construcción románica elevada hacia el siglo XIII, en Sacramenia (Segovia). Cuya iglesia y otras edificaciones, aún permanecen en pié en este pueblo y que -curiosamente-  fueron adquiridas (hacia 1990) como finca privada, por Sánchez Junco  -empresario también muy vinculado a los medios de comunicación, ya que era el propietario de la revista Hola-. 
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En la entrevista a Hearst (hijo), Julián le pregunta:   -"Cual es el colmo de la imbecilidad humana"-. A lo que el ciudadano estadounidense le responde (sin cortarse) que lo es:   -"El comunismo"- . Tras ello, le cuestiona cual es para él, el personaje histórico preferido y el magnate de la comunicación americana replica: -"Mi padre"-  (desde luego, las respuestas no pueden ser mas "claras"). Tras explicar que editaba treinta millones de periódicos al dia, le dice a Julián, sin reparos, que la ciudad más bonita del Mundo en el extranjero era Madrid... (sin comentarios). En el tramo final de su "Psicoanásis", le vuelve a cuestionar a quién le elevaría una estatua; el entrevistado  responde con contundencia que: -"A mi padre"-. (como podemos observar en toda esta entrevista, puede verse que este era un hombre verdaderamente seguro de sí mismo).
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Pero pasemos y sigamos con los amigos de Julián en el mundo del cine, de los que muchos, había conocido a través de Neville. Entre ellos destacaba a Ava Gardner, mujer de Frank Sinatra. Sobre ella, nos comentaba que para conseguir la asistencia a la casa romana de Cortés-Cavanillas (sita en Piazza Navona), lo mejor era invitarla paella de Lhardy allí mismo (algo que en principio parecía difícil, pero que el escritor consiguió resolver a "módico precio"). Parece que a la famosa actriz, le encantaba la paella; pero aún más fría y sobre todas, las del restaurante español: Lhardy. Así, que para asegurarse de que asistiera a su casa, le encargaba un arroz al restaurante, con un sistema infalible (y barato) para hacerla legar en perfectas condiciones hasta Piazza Navona. Todo lo realizaba a través de los camareros de Lhardy y las azafatas de Iberia (amigos y amigas suyas). De tal manera la paellita  (una vez terminada), era llevada hasta Barajas en la fecha de la fiesta, donde una amiga azafata la trasladaba hasta Roma, dentro de la cocina del avión (con paella -o paellera- incluida). Luego, los amiguetes de Julián, se iban al aeropuerto, donde recogían el arroz llegado desde España y pagaban a la azafata el total que le había cobrado Lhardy (más un regalo, o bien la invitación para comer con la actriz). Con ello, decía Cortés-Cavanillas que conseguía la visita de una de las mas famosas divas del cine a su casa, siempre que esta iba a Roma (lo cual resulta más que curioso).
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Pero, para curioso, lo que nos sucedió un día que pusieron Vacaciones en Roma por la televisión. Debió ser hacia 1986 y nos advirtió el escritor en fechas previas, que una de esas noches emitían (en la primera cadena), una película donde actuaba él, junto a Audrey Hepburn. Se lo comenté a mis padres y ellos la habían visto, recordando que en esta salía Cortés-Cavanillas  -aunque nosotros (jóvenes amigos y algunos hermanos) no la conocíamos aún-. Así, quedamos todos (para animarle y celebrarlo un poco), a cenar en casa con el actor del film (Julián) y sobre todo para ver "Vacaciones en Roma". Comenzó la película, que para quien no lo sepa, trata de una princesa que se escapa del séquito real y huye veraneando secretamente por Roma, con un italiano (que encarna Gregory Peeck). Al rato largo, ya todos le preguntábamos a menudo al periodista cuando comenzaba su papel, a lo que él decía: -"Más adelante, luego; casi al final"-.  Así, esperamos casi una hora y media, mirando todos el televisor (con total atención) y ya justo al término,  cuando se descubre en la película que Audrey Hepburn es una princesa (huida por Roma); se sucede una rueda de prensa con periodistas. Es en este momento, cuando en breves segundos, aparecía el escritor amigo, diciendo textualmente:  -"Julián Cortés-Cavanillas.  ABC, de Madid"-.  Tras ello, besaba la mano a la protagonista y poco después acababa la película.
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Al fin de ella, Julián  -que estaba pletórico por volver a verla (esta vez repuesta en TVE)-, se volvió hacia nosotros y nos preguntó, qué nos había parecido. En verdad, tras aquello estábamos todos extasiados por la espera de casi dos horas -aguardando que él apareciera en la televisión-. Además, aquellos pocos segundos en los que salía su imagen, nos habían dejado un tanto atónitos. Así que alguno de los presentes a la reunión, se atrevió a decir con poca educación y voz algo tímida:   -"Hombre, tu papel. Un poco breve"-.
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Julián, ni se inmutó y con su educación acostumbrada le respondió: -"Hombre, ya lo decía Gracían: Lo bueno, si breve. Dos veces bueno"-.