domingo, 19 de agosto de 2018

TIERRA DE LAS GENTES LIBRES (Parte segunda: Historias familiares)

Querría dedicar esta segunda parte del artículo a mis tíos paternos:
José Mª Gómez Morán y Mª Dolores Albornoz
(recordando siempre lo cariñosos que fueron).

ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, en el que se contienen los artículos de "Añoranzas, recuerdos y semblanzas". Para acceder al índice haga "clik" sobre esta linea: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2015/04/pulsar-sobre-las-lineas-de-enlace-hacer.html
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EL ARTÍCULO puede leerse enteramente o bien de forma resumida (siguendo las letras destacadas en rojo o negrilla).
ESTE CAPÍTULO SE COMPONE DE TRES ENTRADAS:
-Parte primera (a la que podemos llegar pulsando el enlace:
http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2018/08/tierra-de-las-gentes-libres-parte_19.html
-Parte segunda (esta que leemos)
-DOCUMENTACIÓN ADJUNTA; donde se recogen citas y documentos, página a la que accederemos pulsando:  
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, uno de los libros de mi abuelo Luis Gómez-Morán. Como ya dije, él y sus hermanos (todos juristas) fueron discípulos y muy cercanos a los García-Alas; tanto que Ulpiano era el adjunto en la cátedra de Leopoldo Ga.-Alas Argüelles. Fruto de los conocimientos y de la magnífica preparación que obtuvieron en la Universidad de Oviedo, dos de ellos fueron notarios (mi abuelo Luis y su hermano Mario), el mayor profesor de Filosofía del Derecho y Emilio presidió la Audiencia. Como ejemplo de aquella gran formación que por entonces se daba en las carreras de humanidades, recojo al lado la portada de alguno de los más de veinte libros que escribió mi abuelo. Tratados jurídicos publicados entre 1925 y 1951 (fecha en que fallece), cuyos principios filosóficos aún se explican en universidades tan importantes como Harvard. En la fotografía de abajo: Mi abuelo junto a los cinco hijos que tuvo en su primer matrimonio. De derecha a izquierda: Luis Gómez-Morán padre (sentado), detrás su segundo hijo, Arturo; a la izquierda el menor (Juan), a su lado el siguiente en edad (Jose María, el tío “Chema”), el último a la izquierda y de pié, mi padre (Mario); sentado también, el primogénito Luis. La fotografía fue tomada hacia 1940, cuando publicó LA ACTUALIDAD EN LA FE PÚBLICA (el libro que vemos en imagen arriba); una fecha en la que Luis tendría dieciocho años, mi padre unos diecisiete, Arturo quince, Chema unos catorce y Juan unos trece años.
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6- ASTURIAS DE LOS HOMBRES LIBRES:
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Asturias lograba despegar económicamente durante el siglo XIX, mientras el resto de nuestra “querida” España se dedicaba a despellejarse y a matarse: Primero con Fernando VII, luego en las sucesivas guerras carlistas; y finalmente, con las luchas internas de poder isabelinas. Por el contrario, los asturianos aprovecharon la oportunidad que les dio la vida con el “carbón”, mineral que abundaba en su subsuelo y que tras la Revolución Industrial fue como en nuestra época es el petróleo. Así se inicia desde fines del siglo XVIII la minería a gran escala en la zona, apoyando el progreso económico y promoviendo La Ilustración. Una ideología de la que apenas hay rastro en el resto España; a excepción de algunos filósofos católicos o “absolutistas” y que más bien debemos considerar un neo-humanistas (no propiamente “ilustrados”). Tan norteña fue La Ilustración, que ese movimiento impulsor la industrialización, se extendió por nuestro país gracias a la idiosincrasia de las gentes del Cantábrico -y al carbón que allí abundaba- divulgándose principalmente en Asturias. Teniendo como figura inicial a Feijoo (que vivió gran parte de su vida en Oviedo), aunque los verdaderos ilustrados fueron: Campomanes y Jovellanos. Pese a que esta "ideología", que apenas tuvo seguidores en España, decayó aún más cuando tras 1812 nuestro país se convirtió en una nación atrasada y decimonónica. Con la llegada de Fernando VII, cuando los ilustrados fueron tachados de afrancesados y vilipendiados como traidores. Confundiendo de ese modo nuestro pueblo, el pensamiento fundado en la ciencia y el estudio; con un deseo de vender España al enemigo. Sin darse cuenta el ciudadano hispano, que cuando sus gobernantes tildaban de traidores a sus sabios; era tan solo para sumir a España en el atraso. Sin dejar que prosperase nuestro país, fundamentalmente para poder gobernarlo mantenido en la incultura y en el odio.
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De manera muy distinta, en Oviedo y en gran parte del Norte de España, siguieron valorando esas nuevas ideas europeas durante el siglo XIX; promoviéndose no solo filósofos, juristas, historiadores o humanistas; sino también grandes empresarios y comerciantes. Hombres del mundo del dinero y la industria, que atendían a este espíritu ilustrado; entre cuyos principios aparecen por primera vez las diferentes teorías económicas (como ciencia y como pensamiento). Promoviéndose la banca oficializada, la organización fiscal equitativa y gradual, los catastros y cientos de normativas económicas; que para nosotros hoy resultan comunes, pero que hasta el siglo XIX eran desconocidas. Todas ellas, consideradas desde 1812 “ideas afrancesadas” por los bárbaros que durante esas fechas gobernaban la Península; aunque en el Norte de nuestro país -de forma muy diferente-, se respetaban aquellas teorías que luego fueron las bases de los Estados Contemporáneos.
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De ese modo, huyendo de las continuas guerras intestinas; buscando refugio en el progreso y asimismo impulsados por las ganancias que el carbón iba concediendo a Asturias. Se trasladan a vivir a las cercanías de Oviedo algunos de los empresarios más valiosos de nuestra Historia (al menos del siglo XIX). Llegando por entonces figuras como Ignacio Herrero (padre de Policarpo), Ignacio Masaveu o la famosa familia maragata de los Botas. A ellos hemos de sumar conocidas sagas de industriales asturianos como los Cosmen, los Figaredo, los Vigil Escalera, los Fierro, Rato, Acebal, Caicoya y tantos otros que ya destacaban a mediados del siglo XIX como empresarios. Asimismo, esa llamada económica generada por Oviedo durante la mitad del siglo XIX; fue además impulsada por la necesidad de huir que provocaba el resto de la España isabelina. Donde todo era guerras, conflictos, corrupción y problemas. Debido a cuanto se produce la gran ola de emigración hispana en este siglo XIX; que conlleva el nacimiento de los “indianos”, quienes regresan como grandes industriales tras haber dejado años atrás su tierra (al “marchar para hacer las Américas”). Muchos de ellos volvieron con fortunas incalculables, aunque hubo otros que vinieron de vuelta con una pequeña hacienda y narrando que en el otro lado del Atlántico tenían enormes posesiones; a los que en Asturias se llamaba “americanín del pote”. Sobre estos “del pote” recuerdo que mi padre hablaba de un conocido que para presumir de millonario, bajaba a la playa de Luanco con Orquesta, neveras y barman. Invitando a barra libre y a bailar a sus amigos; aunque prohibía que los ajenos a su grupo bebieran de aquel bar, ni menos bailasen con su música. Colocando a la orquestilla junto al espigón del Gallo, donde aquel “americanín del pote” increpaba a quienes se acercaban y no eran de su “grupín”; diciendo:
-¡Oye, tú no bailes con mis canciones; que tú no “yes” mi amigo!-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos fotografías del panteón de los Masaveu, en el cementerio de San Salvador de Oviedo. En la Historia económica de Asturias, destaca cómo hacia 1855 llegó desde Reus el empresario Ignacio Masaveu, para establecerse en Cimadevilla. Tras su muerte, ese hombre que había comenzado su andadura como un pequeño industrial, deja una banca y un emporio inigualable (todavía en pie). El valor de aquellos que fueron capaces de crear empresas y dinero en una España decimonónica y cainita, nunca ha sido del todo escrito. Quizás porque para describir su verdadera valía, habría que narrar la enorme corrupción y oscuridad en que vivía nuestro país por entonces. Sumido en guerras civiles, tramas de destronamiento e infinidad de traiciones.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Otras dos imágenes del cementerio de San Salvador de Oviedo; en este caso los panteones de las familias Caicoya Herrero y de los Herrero. Ignacio Herrero (padre de famoso Policarpo) fue otros de los grandes empresarios que emigran a Asturias a mediados del XIX. Su origen parece maragato, como el de muchos otros importantes industriales que marcharon hacia Oviedo, cuando se extiende el ferrocarril y los arrieros pierden su negocio. El recuerdo de los orígenes maragatos en muchas de estas familias empresariales ovetenses, se hace presente en sus usos y costumbres. Hace no muchos años descubrí que unos tíos míos originarios de aquellas tierras maragatas, seguían veraneando en esa zona (junto a sus hijos y nietos). Quienes pese a tener una gran casa en la playa de Ribadesella, pasaban algunos de sus días de vacaciones en plena maragatería. Donde Elías Caicoya Masaveu y su mujer Ángeles Gómez-Morán (recientemente fallecidos) descansaban. En Castrillo de los Polvazares, junto a su nieta que allí regenta un precioso restaurante, cercano a Astorga y famoso por el cocido maragato.
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7- LA ECONOMÍA DE “PALABRA”; MARAGATOS, VAQUEIROS Y PASIEGOS:
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Tal como decíamos, desde mediados del siglo XIX muchas de las personas más valiosas e inteligentes que habitaban nuestra nación se vieron obligadas a dejar sus tierras: Unos escapando de la Corte y de la capitales más importantes -donde la corrupción acabó con cualquier mente sana-. Aunque una gran parte emigró a América o se refugió en Europa (hartos de carlismo y de guerras); existiendo unos más privilegiados y que lograron irse hacia zonas del Cantábrico -donde la minería y el ferrocarril, cambiaron radicalmente la economía, junto a las formas vida-. Llegaron de ese modo gran cantidad de empresarios y comerciantes a las inmediaciones de Oviedo y Gijón; un área en la que el liberalismo económico y el progreso social era un hecho. No solo gracias a cuanto Jovellanos y Campomanes habían sembrado con su ilustración; sino sobre todo por la riqueza que proporcionaba el carbón. Pues las cuencas mineras gozaban de un alto estatus económico; al menos, hasta la aparición del motor de explosión y del petróleo. Lo que sucede hacia 1890, momento en que aquella terrible profesión de extraer antracitas y hullas dejó de estar bien pagada, provocándose por entonces los primeros conflictos sociales que finalmente estallan a principios de siglo (cuando los mineros son terriblemente explotados). Generándose verdaderas tensiones desde que cae el precio del carbón; aunque en Asturias hasta 1900 se había gozado de una gran estabilidad y progreso -con una economía similar a la de los países hoy ricos en petróleo-. Conflictos de comienzos del siglo XX a los que se unió una nueva burguesía ovetense, compuesta por los propietarios de minas, tremendamente conservadores; quienes no se correspondían con las élites anteriores. Siendo aquella clase alta de fines del XIX las gentes que describe La Regenta y que chocaban de pleno con “la modernidad” que por entonces imperaba en el Principado. Pero -sobre todo- con los verdaderos empresarios que allí se habían establecido (tal como venimos refiriendo).
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Pero antes de que estos conflictos surgieran, Oviedo era una Sociedad muy prospera y sana. Principalmente gracias a su simiente ilustrada; que junto al progreso proporcionado por el ferrocarril y el carbón, eclosionaron en una de las primeras economías contemporáneas, de la cual nace la Banca privada española. A este caldo de cultivo de enormes posibilidades comerciales, se unió la función de los nuevos indianos. Algunos de ellos tan poderosos como los Escandón, los Estrada o los Ibañez, con los que emparentó Basagoiti. Industrial de origen vasco emigrado a México, que tras unirse a algunas familias asturianas, se convierte en uno de los mayores magnates mundiales; fundando junto a ellos el Banco Hispano Americano (en 1901 y que dirigió hasta 1933). Siendo Antonio Basagoiti un caso más de esta colaboración entre América y aquellos empresarios del Norte de España; y cuya historia comienza tras asociase de joven con Nicolás de Teresa (originario de Llanes) y con Manuel Ibáñez (primo de su mujer), fundadores del Banco Mercantil Mexicano en 1882. Logrando así crear dos decenios después el Banco Hispano Americano, con la ayuda varias sagas de Asturias, como eran: los Noriega, los Escandón, los Miranda -junto la su familia de su esposa, Francisca Ruiz Ibáñez-. A su vez, otros comerciantes asentados en El Principado, comienzan su labor como prestamistas y pequeños banqueros; alternando esa función junto a la de industriales. Ese sería el caso de personajes como Policarpo Herrero o de los Masaveu; que en sus locales comerciales facilitaban dinero a empresarios y particulares (al igual que hicieron otros tantos como los Fierro, o los Vigil-Escalera).
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Pese a ello y a la prosperidad que el carbón regalaba; son esenciales los emprendedores, para que florezca una economía en estas condiciones -a la escala y envergadura que lograron las empresas y banqueros asturianos-. De tal manera, el hecho fundamental que lo impulsó -a mi juicio- fue el origen “ancestral” como mercaderes de aquellos que lideraban la economía asturiana por entonces. Nos referimos a la procedencia y el trabajo de aquellas familias comerciantes, que llevaban a cabo las operaciones de compra venta o de préstamo, durante este siglo XIX. Siendo la gran mayoría asturianas, dedicadas desde hacía siglos al transporte interior de mercancías, o a comerciar con América; a las que se sumaban otras sagas leonesas, principalmente de origen maragato. Quienes emigran hasta Oviedo al crearse la red de ferrocarriles y perder su negocio de portes. Pues -como sabemos- los maragatos fueron los transportistas, por excelencia; gozando de tanta confianza entre sus clientes, que la Casa Real les había concedido el privilegio de trasladar todos los caudales del reino. Siendo los arrieros de Astorga y de sus entornos, quienes llevaban en carro los impuestos recaudados por la Corona; algo que hicieron igualmente todos los banqueros y ricohombres de la mitad Oeste de España,  que les confiaran el porte de sus mercancías y de sus caudales. Llevando esos maragatos, de un lugar a otro las más preciadas riquezas; con tal cuidado y fidelidad, que respondían ellos mismos con sus bienes, si eran asaltados por maleantes. Devolviendo al rey o a los bancos (en su caso) cuanto les hubieran robado en los caminos. Un hecho que se debía a la fiereza con la que defendían sus cargas, pero también a que tejieron un entramado de “aseguradoras”, con las que cualquier maragato que fuese asaltado, era ayudado por los demás (reparando entre todos los de un mismo “clan” el coste de la carga perdida). Ello supuso no solo una unión empresarial inquebrantable entre la maragatería; sino además, la necesidad de una endogamia absolutamente cerrada, con el fin de protegerse y también para no perder tan pingües negocios. Finalmente, se hizo evidente que la “palabra del maragato” era más valiosa que cualquier papel firmado de otros; pues realizaban todos los portes y transacciones sellándolos con un simple apretón de manos.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de Castrillo de los Polvazares (cuna de la maragatería). Al lado, casa solariega en Castrillo. Abajo, mi mujer en el “merendero” o lugar de juntas, del mismo pueblo -hace algunos años-.











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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Otras dos imágenes de la maragatería. Al lado, el bólido que utilizaban estos familiares míos para moverse por Castrillo de los Polvazares (hace apenas cinco años -desde que tristemente ya no están con “nosotros”-). Abajo, interior de una casa maragata, en Luyego (hoy convertida en un magnífico restaurante micológico y casa rural). Para comprender la importancia de La Maragatería, hemos de tener presente que desde el sigo XIV había sido el pueblo transportista de mercancías y de oro. Llevando sus portes por todos los caminos de España; aunque se arruinan a fines del siglo XIX (con la aparición del ferrocarril). Fueron olvidados desde entonces, hasta el punto de verse obligados a colocarse como pescaderos en Madrid y otras ciudades (a las que antes habían abastecido de productos alimentarios -transportando asimismo los caudales de sus hacendados-). Recomendamos leer los trabajos de Isabel Botas San Martín, junto al Magnífico blog que a continuación referimos y del que damos enlace; con el fin de entender lo que fue el pueblo maragato:
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes de Castrillo de los Polvazares, cuna de una de las sagas más importantes de arrieros: Los Botas. Una familia cuyos orígenes parece que se remontan a tiempos de Pedro I; aunque es en el siglo XV cuando ya se documentan como hidalgos que ayudan a la Corona en sus primeros negocios; manteniendo desde entonces su mayorazgo. Entre ellos destacaron algunos de los que marchan a Oviedo a mediados del siglo XIX, llegando a banqueros y logrando crear industrias de un valor incalculable. Como decíamos en las imágenes superiores, para comprender lo que fue este extraño pueblo asentado en las proximidades de Astorga; recomendamos los trabajos de Isabel Botas San Martín, junto al blog antes referido. Asimismo, en el siguiente link podremos conocer qué fue la famosa “saga de los Botas”; de los que algunos lograron emigrar a Oviedo, convirtiéndose en grandes empresarios (fundando los famosos Almacenes Botas).
Ver:
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Acerca de aquellos maragatos, recoge Jose Luis Martín Galindo (en su libro ARRIEROS MARAGATOS EN EL S. XYIll; Universidad de Valladolid 1956) la descripción que da sobre ellos del escritor cubano A.C. Ferrer y Herrera a comienzos del siglo XIX; cuando aún no se había extendido el tren y todavía cumplían su función de arrieros y transportisas. Narrando Antonio Carlos Ferrer al verlos por Madrid en 1830:
No menos llama la atención los maragatos por su traje. Consiste en calzones anchos como sacos, hasta las pantorrillas, donde se ajustan, de género negro u oscuro, chaquetas del mismo, con mangas demasiado anchas hasta el codo, y cayendo alrededor del cuerpo, como camisa de pliegues; largas melenas y sombreros de pastor. Son traficantes y generalmente los que transladan el dinero, por su crédito y formalidad. Encuéntranse siempre en los mesones de la puerta de Segovia, sobre todo en uno que tiene su nombre. Alguno de estos traficantes suelen helarse en el rigor del invierno, pues no los detiene el frío, ni llevan otro abrigo sino una ligera y mala manta”.
Es evidente, que la palabra “traficante” se debe entender en este caso como “transportista”; un neologismo que Ferrer Herrera no conoce, pues el texto pertenece a su obra PASEO POR MADRID (editada en 1835).
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Una casa maragata, en Lucillo con su típico tejado empedrado. Apenas lujos como colocar lajas en su techo, o traer granitos de Galicia para decorar sus hogares; eran los que se permitían estos hombres que a veces transportaban centenares de kilos de oro en sus mulas. Acerca de los maragatos, también hablan otros viajeros extranjeros que visitaron nuestras tierras siglos atrás; tal como recoge J.L.Martín Galindo en la obra antes referida (pags 25 y ss). Mencionando a J. Barrow, quien es su libro “LA BIBLIA DE ESPAÑA describe a estos leoneses del siguiente modo:
Los hombres apenas se ocupan en las labores del campo abandonándoselo a las mujeres que aran las pedregosas tierras y recogen sus menguadas cosechas. Muy diferente es la ocupación de sus maridos e hijos constituyendo un pueblo de arrieros y considerarían casi como una desgracia emplearse en otros quehaceres. Por todos los caminos de España, particularmente al Norte de la Cordillera divisoria de ambas Castillas, pasan los maragatos en cuadrillas de cinco o seis; dormitando o simplemente echados en el lomo de sus gigantescas y cargadísimas mulas, bajo los rayos del sol achicharrante. En suma; casi todo el comercio de una mitad de España está en manos de los maragatos, cuya fidelidad es tal, que cuantos han utilizado sus servicios, no vacilarían en confiarles el transporte de un tesoro desde el Cantábrico a Madrid, en seguridad completa de que no sería culpa suya si no llegaba a salvo e intacto a su destino; arrojados han de ser los ladrones que intenten arrebatar sus mercancías a los arrieros maragatos doquiera tenidos; aferrados a ellas mientras puedan tenerse en pié, las defienden a tiros o con su propio cuerpo si caen en la pelea”
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Este sistema maragato basado en la confianza y en la palabra; donde no necesitaban firmar un solo papel para estar seguros de que las mercancías llegaban perfectamente. Era -a mi juicio- heredero del mundo comercial de la lana, que se extendería al de las mantas (con las que sabemos, se cubrían los arrieros en sus viajes, mientras dormían a la intemperie cuidando la carga). Aunque lo más probable es que se establecen esos “laneros” en la zona de Astorga, en tiempos de los Conversos; tras la expulsión de los judíos (cuando muchos de ellos no huyen, ocultándose en estas sierras cercanas a Portugal). Siendo este final del siglo XV en el que las poblaciones maragatas ya fabrican algunos de los mejores paños castellanos, una tradición que aún continúa en Val de San Lorenzo; donde asimismo conservan “la palabra” como fórmula trato (hechos que he comprobado personalmente al exportar mantas de Pascual Domínguez a Japón, quien no se preocupaba de recibir pagos y me las enviaba al otro lado del mundo, tan solo con recibir una llamada de teléfono dando el encargo). Esta honradez de los maragatos, les proporcionaba a su vez la posibilidad de ser prestamistas; todo lo que hicieron al llegar a Asturias, cuando abrieron allí sus comercios -al quedar obsoleto su negocio de arrieros tras difundirse el tren-. Así fue como muchos de los que se asientan en Oviedo, terminan siendo grandes empresarios o banqueros (como los Botas o los Herrero; fundadores del Banco Herrero y de los “Grandes Almacenes, Botas”)
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Otros tantos que emigraron a Oviedo en esos años de prosperidad, venidos principalmente de Cantabria o de León; eran también familias dedicadas al mercadeo desde tiempos ancestrales (quienes igualmente cerraban sus pactos “dando la mano”). Destacando por entonces no solo honradez inquebrantable del maragato, sino igualmente la del pasiego; que también comerciaba desde épocas remotas, con cuanto lograban “pasar” en aquel Valle del Pas. A ellos se sumaban algunos leoneses; también asentados en Oviedo como comerciantes de lana -primero-, para luego abrir casa de préstamos (llamados cazurros, cuya tozudez les hizo famosos como personajes duros y de moral inquebrantable). Finalmente en este escenario económico aparecieron los humildes “vaqueiros” asturianos; que se incorporan más tarde a este carro de la prosperidad comercial (desde principios del siglo XX). Personas unidas a las montañas de Asturias y que antes de iniciar sus tiendas y empresas, trataban con ganado; por lo que eran igualmente muy honestos. Todo ello, dio lugar a un tipo de economía basada en “el pacto sin papel”; nacido de una educación familiar, típica entre arrieros o pasiegos, en la que se enseñaba que la palabra era oro y el oro era honor. Donde un préstamo se sellaba con un apretón de manos; lo que posibilitaba que cantidades ingentes de oro fueran transportadas con absoluta seguridad y garantía (por carro, tren o barco).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, retrato del gran empresario Suarez-Pola, por Ventura Alvárez-Sala. Abajo, vitrina con piezas de loza de la fábrica gijonesa Suarez-Pola, tal como se expone en el museo de Bellas Artes de Oviedo -al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen-.










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BAJO ESTAS LÍNEAS: Orinales del ojo, fabricados por Suarez Pola. El sentido de la palabra como contrato era tal, que aún recuerdo una anécdota contada por mi padre sobre un sucedido con su bisabuelo: Santiago Gómez Azcona. Que era uno de esos llegados a Asturias hacia 1840, para crear su empresa; cuando al comenzar las guerras carlistas, el progenitor de mi bisabuelo (de profesión médico, pero de intención empresario), dejó el Valle del Pas al no interesarle vivir en un lugar sumido en conflictos -que dividían a amigos y familias-. Hacia 1850 se casó con una Morán de Labandera (o bien Morán-Lavandera) perteneciente las más antiguas familias de Gijón, por lo que hubo de presentar todo tipo de actas de nobleza e hidalguía (que entregó y que recogemos en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA a este artículo -ver-). Debido a aquel desplante antes de su boda, mi tatarabuelo tenía bastante manía a las sagas antiguas del Principado y tras haber fundado sus Grandes Almacenes (a los que llamó Gómez Morán) fue un día a realizar un pedido a la fábrica de loza de Suarez-Pola. Aquel famoso empresario era de Luanco, donde el padre de mi bisabuelo veraneaba y había conocido a su mujer (la Morán-Lavandera), a quien antes cortejaba este Suarez-Pola. Ni que decir tiene, que los progenitores de mi tatarabuela preferían al heredero de la saga Pola, antes que a aquel apellidado Gómez y recién llegado del Valle del Pas; por lo que había bastante rivalidad entre ambos.
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Así que al verle entrar en su fábrica de loza, Suarez-Pola sentó a mi tatarabuelo en el recibidor; donde le tuvo sin atender cerca de una hora (seguramente por ver si se marchaba o para no tratar con él). Tras aquella dura espera, apareció Suarez-Pola con su cara de costumbre y una caja en la mano, diciendo:
-Perdona Santiago; pero es que había antes un cliente pidiendo “una gruesa” de cacharros como este y tuve que atenderle. Es que “una gruesa” son doce docenas y la pieza que nos encargan no puede ser más “delicada”...-
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El padre de mi bisabuelo, sin saber que se trataba de una broma sobre la “grosería” que le estaban haciendo; harto de estar allí sentado y sin mirar lo que aquel hombre llevaba en la mano, cerrado entre cartones. Le contestó en tono molesto:
-¡Pues yo vengo a encargar una gruesa de gruesas de estos mismos cacharritos!-
Tras ello el empresario de loza abrió la caja que portaba y mi tatarabuelo quedó “pasmao”. Pues acababa de encargar doce docenas, de doce docenas, compuestas por orinales con un ojo y en los que ponía TEVEO (exactamente el que vemos en imagen abajo). Pero como buen pasiego, dijo que la palabra era la palabra y así pagó los 20.736 orinales que ya había dicho, compraba. Después de aquello, ambos rivales hicieron las paces... . Y es que para eso sirve tener “palabra”; para ganarse el respeto de todos.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos preciosos cuadros de Ventura Alvarez-Sala (tal como los exhibe al museo de Bellas Artes de Oviedo, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). AL LADO, “La Promesa” lienzo de unos cuatro metros de largo, por unos dos de alto; donde se representa el mundo de los pescadores asturianos a fines del siglo XIX. Abajo, “Arando la tierra”, oleo de iguales dimensiones y pintado hacia 1910. En ambas escenas costumbristas podemos ver cómo era aún la vida cotidiana en Asturias hace unos ciento veinte años. Siendo evidente que muchos de sus aldeanos y pescadores vivían de forma casi igual y tal como lo hicieron sus antepasados, desde la Edad del Hierro (incluso en la de El Bronce). De aquella pobreza y de este estado preindustrial que se vivía a mediados del siglo XIX, salieron los Asturianos gracias a su enorme esfuerzo; pero también con la ayuda de unas élites empresariales que habían convertido a Oviedo en uno de los lugares más ricos de Europa. Igualándose por entonces las fortunas y los capitales que se movían en Asturias, a los que había en Londres o en Nueva York.
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Así y gracias a estos empresarios de los que hablamos, nació a verdadera banca española -ajena a aquellos bancos del siglo XVIII cuyo fin era más imaginario que real-. Creando esos emigrados a Oviedo y a Gijón, unas entidades capaces para asumir riesgos y dejar dinero a los particulares; con el fin de que pudieran emprender negocios o comprarse su propia casa. Generando con ello un cuarto estamento, al que tristemente el marxismo llamó “burguesía”, pero que nada tenía que ver con los burgueses; ya que vivían de su trabajo y no explotaban más que a los miembros de su propia familia -pues en sus inicios apenas tenían dinero para pagarse empleados-. Nos referimos a panaderos (que terminan creando harineras), a herreros (que culminan su vida al mando de industrias de forja o maquinaria), a mesoneros (que fundan cadenas de hoteles), a carreteros-caldereros (que inician la industria del automóvil). Y a un larguísimo etcétera de profesiones, que compusieron e impulsaron lo que se llama hoy la “Clase Media”. Un “cuarto estamento” que el Krausismo buscaba con anhelo y que nace gracias al empuje y apoyo que esos pequeños empresarios reciben de estas personas “de palabra” que poblaron nuestro siglo XIX. Quienes se dedican a crear riqueza y empleo, fundando bancos e industrias con enorme mérito. Pues lo hacían en una España putrefacta; que cuando no se sumía en una República de circo, se autoinmolaba en guerras civiles, viviendo entre traiciones de Corte promovidas por militares que apoyaban pronunciamientos (frente a reyes tan ineptos y corruptos, como Isabel II o Fernando VII).
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En medio de esa vorágine, en pleno siglo XIX español -más negro que el carbón de Asturias-; aunque parezca increíble, hubo personas que lograron el milagro económico de hacer despegar a España hacia el Mundo Contemporáneo. Gentes que principalmente emigran desde sus tierras de origen (hacia América, Europa o al Norte de España), para iniciar allí su aventura comercial. Personajes, que llegan a crear emporios industriales inigualables y que aprovechan su éxito para formar a sus hijos en las mejores universidades de Alemania, Inglaterra o Francia. Unos jóvenes que regresan entono a 1870 a España, con ideas (principalmente krausistas); promoviendo una Sociedad sana y nueva. Componiendo una generación ajena al odio y que sin rencores por el pasado, logran que España dé el salto hacia el progreso; creando centros educativos como la Institución Libre de Enseñanza -limpiando a su vez las Universidades de enchufados ineptos, cercanos al poder-. Finalmente, la élite empresarial que nace en Asturias desde fines del siglo XIX, gozó de una enorme moral y formación; llegando a mantenerse durante varias generaciones sucesivas, en las que unas familias heredan o sustituyen a otras. Siendo ejemplo de ello ya a mediados del sigo XX el de Ramón Areces o Pepín Fernández, cuyos descendientes -a su vez- ejercieron con el mejor de los oficios este arte del comercio.
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Todo ello fue logrado y promovido a fines del siglo XIX por quienes se llamaron Regeneracionistas, que decenios más tarde serán tachados como “señoritos”; vilipendiándose su proyecto de nación desde 1920 (pese a que habían regenerado España). Siendo denostado el Regeneracionismo por movimientos de Izquierdas radicales desde principios del XX, al considerarlos “poco revolucionarios”; tanto como fue odiado por las ideologías de extrema Derecha -que les tildan de enemigos progresistas-. Un modo maximalista de política; que se impuso en el siglo XX y que en España provocará la Guerra Civil, tras llevar las ideologías hacia los extremos. En tendencias que nos llegan impuestas desde Europa; donde esos mismos movimientos radicales (de Izquierdas y Derechas) incitaron al enfrentamiento y a guerras genocidas, provocando centenares de millones de muertos (primero en la Revolución Rusa y luego en las dos Guerras Mundiales). Pese a ello y aunque ya apenas se recuerde, la verdad es que El Regenacionismo fue el bálsamo que durante unos sesenta años curó España; liberándola de batallas, de odios y de miseria -desde 1875 a 1936-. Lográndose el milagro de estabilidad y progreso a través de esta filosofía importada desde Alemania, por pensadores que emigran hacia 1930; unas ideas de concordia que siguió esta generación del olvidado exilio, y luego promovidas por sus hijos (nacidos entorno a 1850). Quienes fundamentan su ideología en el krausismo, logrando regenerar España con éxito desde 1880. De tal modo fue importante ese movimiento -del que hoy apenas hay testimonio-, que entre sus representantes más destacados se hallan casi todos los intelectuales desde mediados a fines del XIX, incluso la mayoría de componentes la Generación del 98 (a excepción de Valle-Inclán, que sigue tendecias belicistas, carlistas y anarquistas). Encontrándose entre sus políticos más importantes, Joaquín Costa y José Canalejas.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos fotografías del panteón los Gómez-Morán -en el cementerio de San Salvador, de Oviedo-. Se trata de un conjunto escultórico realizado por Víctor Hevia (amigo y admirado por mi bisabuelo José) y considerado una de sus obras maestras. Este cenotafio fue encargado por José Gómez Morán-LaVandera, que era el padre de mi abuelo Luis y quien a su vez fue hijo de Santiago Gómez Azcona, médico del Valle del Pas que llega hacia 1840 a Gijón para crear una empresa de importación y de coloniales. Hace tiempo, pensaba que el padre de mi bisabuelo José, se llamaba Santiago Gómez de Diego-Madrazo (tal como dicta en unas de sus actas de nobleza). Pero posteriormente y gracias a la documentación que me legó mi tío Jose María (Chema) y su hija Concepción (Conchita Gómez-Morán); pude comprobar que su nombre era Santiago Gómez Azcona y que era tío -no primo- del doctor Enrique de Diego-Madrazo. Asimismo, en estas actas que menciono, se observa que sus abuelos fueron los Gomez de Diego Madrazo y que su tatarabuelo era el Justicia Mayor y abogado asesor de la corona a fines del siglo XVIII, José Diego Madrazo (como dictan las actas de nobleza que también encontré y que hago públicas a continuación, en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA a este artículo).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; detalle de “La Piedad” por Víctor Hevia, en la tumba de los Gómez-Morán. Observemos los daños que tiene debidos a la humedad y dilataciones, que hacen necesario un mantenimiento y pronta restauración. Abajo, el sepulcro de Víctor Hevia y familia; también en el Cementerio de San Salvador de Oviedo y muy próximo al de los Gómez-Morán. Hace unos años contactaron conmigo los descendientes de este escultor para pedirme que por favor mantuviéramos bien la obra de su abuelo, en nuestro sepulcro. Tuve que comunicarle que ya no estaba en nuestra propiedad, sino en otra rama familiar; por lo que me solicitaron que hiciera pública la petición de ser restaurada y bien mantenida. Lo que aprovecho para transmitir a mis familiares lejanos desde estas páginas.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; hoja primera del acta notarial de testimonio de nobleza e hidalguía de los Gómez (del Valle del Pas), que me hizo llegar mi tío Juan José Albornoz (hermano de Dolores Albornoz y al que desde aquí envío mi gratitud). En DOCUMENTACIÓN ADJUNTA a este artículo publicamos el acta entera -de unas 32 páginas-. Este documento fue solicitado de nuevo en copia el año 1945, ante la posibilidad de rehabilitar el título de marqués del Valle de la Colina. Aunque originariamente fue el testimonio que obligaron a presentar a Santiago Gómez Azcona (mi tatarabuelo), para contraer matrimonio con mi tatarabuela (Agustina Morán-LaVandera; o bién Morán de la Bandera). Fruto de dicho matrimonio nació José Gómez Morán-Lavandera (padre de mi abuelo Luis y quien encargó a Víctor Hevia el sepulcro que antes hemos visto). Abajo, página quinta, del 5 de diciembre del 2000, publicada por el diario ovetense LA NUEVA ESPAÑA -al que agradecemos nos permita divulgarla-. Se trata de una hoja heráldica donde se explica el origen de los Morán-Lavandera (o Morán de Labandera); cuyo tronco según Jovellanos, son los caballeros de Gijón: Alvar Gónzalez Morán y Garcí Morán. Para saber más, consultar el siguiente enlace, pulsando sobre el link:
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8- MISTERIOS Y ORÍGENES DE MI FAMILIA PATERNA:
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Contaba un día mi tío Alfonso Gómez-Morán -notario jubilado, al que enviamos un gran abrazo-; que de niño oyó hablar a su padre acerca de nuestros ancestros cántabros. Fue solo una vez y mientras mi abuelo recibía en su notaría de Torrelavega a un cliente, quien le comentó en tono amistoso: -“Luis, no te quejes; pero si vosotros también sois de Santander”-. Parece que al progenitor le cambió el rostro y muy nervioso, replicó en tono adusto: -“No digas esas cosas, que te puede escuchar mi hijo...”- (refiriéndose a Alfonso). Nunca supimos por qué de tanta ocultación, aunque lo más seguro es que escondiesen sus orígenes pasiegos para integrarse mejor en la Sociedad de Oviedo (por entonces muy cerrada). Así, apenas tuve más noticias directas acerca del lugar de procedencia de esa parte de mi familia paterna; a excepción de lo que me relataban en casa sobre el “Canuto”. Aquel “canuto” era un pergamino de grandes proporciones, donde se recogían los ancestros nobles de los Gómez, de la Vega del Pas. Texto del que se conservó nueva copia en una notaría de Tineo y que por fortuna me entregó mi tío Juanjo Albornoz (hace algunos años). A ello pude sumar una genealogía que hizo mi tío Chema (Jose Ma. Gómez-Morán) junto a su hija Conchita -a quienes desde aquí doy nuevamente las gracias-; y con estos datos, al fin llegué a poder esbozar de dónde surgía mi familia (comprendiendo asimismo de dónde nacen gran parte de mis rarezas virtudes y defectos).
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En el relato familiar, comenzaré primeramente por los Morán-LaVandera y luego trataremos acerca de los Gómez (que precisan extenderse más sobre el tema). Acerca de todo cuanto voy narrando, en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA a este artículo incluyo textos, fotos documentos, actas y etc.; en las que se puede estudiar y comprobar mejor lo que expongo. Así pues, empezaremos por la historia de aquellos Morán de Gijón de quienes decía mi padre que procedían de dos caballeros fieles al rey Pedro I, llamados Alvar Gónzalez Morán y Garcí Morán. Dicha afirmación finalmente pude testimoniar que no era tan solo de mi padre, sino que también la suscribe Gaspar Melchor de Jovellanos; emparentado con los Morán-Lavandera y quien había estudiado ya en el siglo XVIII la genealogía de esta familia. Expresando que es irrefutable el origen gijonés de ambos caballeros (tanto como el entronque de estos con las familias antiguas de Gijón con mismo apellido). Todo lo que posteriormente reafirman distintos historiadores; entre los que destacan Julio Somoza y posteriormente, Ramón Alvargónzalez (tal como podemos leer en los textos incluidos o resumidos en nuestra DOCUMENTACIÓN ADJUNTA). Por todo ello y al ser los Morán-Lavandera a quienes se considera el más antiguo e importante linaje de los Morán; parece claramente que el título de Regidores Perpetuos de Gijón que ostentaba mi familia, procedería de esos caballeros y de esa época (de mediados del siglo XIV).
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Acerca de sus hechos y biografías, diremos que Alvar Gonzalez Morán aparece ya en 1350 como hombre de confianza de Alburquerque (ayo de Pedro I). Aunque tras enfermar el rey -que aún contaba solo quince años- y sublevarse varios nobles, se postula hacia el bando del monarca. Así fue como acompaña desde entonces al joven Don Pedro, que decide un año después acabar con los traidores; probablemente pensando que su enfermedad procedía de un envenenamiento encargado y preparado para sucederle. Por este motivo, aquel adolescente entronizado se persona con gentes de su mayor confianza en Burgos y encarga a Alvar Gónzalez Morán que haga prisionero a Garcí Lasso de la Vega. Tras ello manda Pedro I que acaben con ese traidor y es así como González Morán da la orden para que unos ballesteros matasen a Lasso de la Vega (el Viejo); debido a que el rey le consideraba uno de quienes había urdido su envenenamiento. Tras este duro episodio, vemos de nuevo a Alvar Gónzalez Morán como caballero próximo al rey -en 1553- acompañándole hacia Toledo. Aunque después de haber decidido Pedro I no regresar más con su esposa Blanca de Borbón, Juan Alfonso de Alburquerque manda como mensajeros a dos de los hombres más cercanos al monarca, para hablar con él e intentar convencerle de que debía seguir con la francesa. Así llegan en julio de 1553, Alvár González Morán y Alvar Pérez de Castro, hasta las cercanías de Olmedo; donde estaba Don Pedro junto a su favorita (María de Padilla). Siendo la misma amante del rey, la que sale de la villa al encuentro de ambos emisarios; para advertirles que el monarca estaba tan enojado por la situación, que había mandado matar a ambos si se atrevían a darle el consejo de volver con Blanca de Borbón.
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En este momento, ambos huyen rápido de las cercanías de Olmedo, regresando Alvar González Morán a Salamanca -la villa que regía, según varios historiadores-. Mientras Alvar Pérez de Castro se dirige hacia los dominios del ayo del rey (Alburquerque) para expresarle que Don Pedro no admite consejo de nadie. Siendo entonces cuando Juan Alfonso de Alburquerque idea crear una “liga”, para destronarle o hacerle obedecer; incluyendo a todos los enemigos del rey en ella. Coaligándose para este fin con los hermanos bastardos Trastamara, con los infantes de Aragón y con cuantos pretendientes a la corona de Castilla encontraba. Tal fue la traición que través de esa “Liga” -para ir contra la voluntad de Don Pedro- que Alburquerque llega a ofrecer el trono al hijo del rey de Portugal; pero cuando no encuentra el apoyo del país vecino, decide atacar y rodear al monarca (que él mismo había criado desde niño). Viendo el rey de Castilla que sus dominios podían entrar en profundas guerras civiles, acuerda con los participantes de esa “famosa liga” llegar a unos acuerdos, celebrando reuniones junto a la ciudad de Toro (en lo que se llamó las vistas de Tejadillo). Estas se llevan a cabo en 1354 sin éxito y en ellas veremos de nuevo a Alvar Gónzalez Morán, participando entre los caballeros unidos a Don Pedro (mientras Alvar Pérez de Castro ya aparece junto al bando contrario, entre los coaligados). Ello hace evidente que Gónzalez Morán permaneció entre los leales a Don Pedro siempre; considerando los historiadores que gracias a ese caballero, Salamanca -la villa que se cree regía Alvargónzalez- también se mantuvo en el bando real.
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Tras los hechos antes referidos, la Historia no vuelve a mencionar a Alvar Gónzalez Morán, aunque sí habla de su hijo: El también asturiano Garcí Morán (al que la gran mayoría de historiadores supone nacido del anterior). Apareciendo en las crónicas y textos de la época, justo antes del asesinato de Don Pedro; como alcaide del castillo de Montiel (en campo de Calatrava). Siendo quien abre las puertas de su fortaleza para acoger al rey, cuando le rodean las tropas de sus hermanastros. Debido a ello, Garcí Morán es calificado por todos los historiadores “fidelísmo hombre”; tanto que Rendueles Llanos y Fermín Canella le consideran uno de los más ilustres gijoneses (siendo posible que debido a cuanto narramos, la familia Morán-Lavandera fueran los Regidores Perpetuos de Gijón). Siguiendo con la protección que recibe Pedro I en el castillo de Montiel, que gobernaba Garcí Morán; allí estuvo refugiado el rey, resistiendo un fuerte asedio durante diez días. Hasta que el monarca pensó salir del cerco, con la ayuda de Bertrand Duguesclin (comprando la voluntad de aquel traidor). Un mercenario francés que dirigía parte de las tropas de sus enemigos, comandando huestes que apoyaban al bastardo Enrique; pero al que Don Pedro había liberado en una batalla, tiempo antes. Así, creyendo que Duguesclin le devolvería el favor -a cambio de prebendas y dinero- pactó el rey con ese traidor salir a escondidas del castillo de Montiel (abandonando la protección de su fiel Garcí Morán). Aunque -como sobradamente sabemos- Duguesclín preparó una emboscada a Don Pedro, cuando este se presentó casi a solas en la tienda del traidor, con el fin de que le pasaran del cerco. Estando allí escondido el bastardo Enrique; esperando a su hermanastro con una daga en la mano, para matarle de varias puñaladas traperas y luego cortarle cabeza, proclamándose de ese modo tan vil rey de Castilla (tras mandar crucificar el cuerpo entre tablones y colgarlo de las almenas del castillo de Montiel).
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Tras marcharse de allí el primogénito bastardo (ya como Enrique II), parece que varios caballeros fieles a Don Pedro -que se habían ocultado- recogieron sus restos profanados, llevándolos en secreto hasta una iglesia en La Puebla de Alcocer (para darles cristiana sepultura). Todo ello obliga a pensar que aquellos partidarios del legítimo monarca, que habían permanecido asediados en Montiel; pudieron escapar tras el asesinato y que luego regresaron para recuperar sus restos. Algo que habla de la supervivencia a este episodio de Garcí Morán; quien tras la muerte de Pedro I probablemente regresaría a su tierra de origen (Gijón) -aunque otros historiadores creen que se encaminó hacia Portugal; una hipótesis que vemos menos probable, ya que el rey de este país vecino no deseaba problemas con Castilla (pese a ser el abuelo de Pedro I)-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; famoso retrato de Jovellanos, pintado por Goya (tal como lo expone el Museo de Bellas Artes de Oviedo, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). Es este ilustrado, quien afirma que los Morán de Gijón (Morán de la Bandera) descendían directamente de aquellos dos caballeros fieles al rey Don Pedro (tras haber estudiado las genealogías de las familias gijoneaas y quizás al estar casada su hermana María, con Toribio Morán-Labandera y Valdés; regidor perpetuo de Gijón). Abajo, un escudo fechado en el siglo XVI, con las armas de Labandera (en el cuartel superior) y de Hevia (abajo). Estas familias claramente están emparentadas desde hace al menos quinientos años; tal como o muestra el escudo heráldico que se exhibe en el Museo Arqueológico de Oviedo (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; portada del estudio de Ramón Alvárgonzalez, sobre los dos caballeros asturianos: Alvar Gónzalez Morán y Garcí Morán. Abajo, una de las últimas fotografías de mi tío Jose Ma. Gómez-Morán, tomada hace unos siete años en El Tenis de Oviedo. En imagen: Él, a nuestra derecha; en medio, mi mujer; y a nuestra izquierda, Javier Gómez-Morán (hijo del tío Chema). Este tío mío, junto a su hija menor (Conchita), investigaron las partidas bautismales de los Gómez-Morán hasta llegar a Toribio Morán la Bandera (por el lado materno) y a la rama santanderina de los Gómez Azcona (por el paterno). Desde aquí mi agradecimiento y recuerdo para él y para mi tía “Dolo” (Dolores Albornoz, su mujer); tanto como un abrazo con cariño y para todos sus hijos.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; Fotografía tomada en Torrelavega hacia 1930, en la Avda. Del Cantábrico y Estaciones, publicada por El Diario Montañés. Al lado derecho podemos ver un chalet nuevo y de paredes blancas, que fue la casa de mi abuelo (construida poco antes de esta imagen). Allí se estableció como notario en esa época de su vida, aunque ocultaba -de algún modo- sus orígenes pasiegos; quizás al considerar que sería mejor tratado si decía ser un notario llegado desde Oviedo. Abajo, varias fotos de mi padre junto a sus hermanos (Luis y Arturo) y la “tata” Vicenta; en Torrelavega -hacia 1930-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; los cinco hermanos Gómez-Morán Cima (hijos del primer matrimonio de mi abuelo), en la playa de Luanco hacia 1953. De derecha a Izquierda: Luis (hijo mayor), Arturo (hijo tercero), Margarita (mujer de Luis), Juan (en el centro) quinto hijo de mi abuelo y el menor tenido con Pepita Cima; al que vemos con mi madre, del brazo. A continuación mi padre y a nuestra derecha José María (el único de todos que se quedó a vivir en Asturias, y por ello conservó sus apodos; siendo conocido como: Chema; o bien, Chemari).
Abajo, otras imágenes en Torrelavega, hacia 1929. Mi padre con sus hermanos Luis y Arturo; en la otra, mi padre y Luis junto a “tata” Vicenta.
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BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de Oviedo. A nuestra izquierda, mi padre en brazos de “tata” Vicenta, llorando con unos dos años (hacia 1924). A la derecha, mi padre y su hermano Luis, con unos siete y seis años y en el tiempo cercano en que murió su madre. Las modas de entonces marcaban vestir a los niños igual que a niñas, con el fin de que estuvieran “monines” (que decían...). Contaba mi padre, como uno de sus recuerdos cercanos a esta foto; que un día de Reyes de estos año, le dieron más “leña” que a una chimenea de viejos. Pues se fueron a ver la Cabalgata en Oviedo y allí salían los Reyes Magos montados a caballo; sin camellos, ni otras novedades posteriores... . Así fue como en pleno desfile, al caballo del rey Melchor le gustó la yegua del rey Baltasar; y entre niños, regalos, ofrendas o pajes, aquel equino se fue hacia la que le enamoraba (sacando la espada de Damocles, intentando dejarla caer en “el buzón” de su amada). Se organizó un gran escándalo -entre risas y sustos de quienes participaban o presenciaban La Cabalgata-; mientras los niños ni se enteraban de lo que pasaba realmente. En ese momento, un gamberro empezó a gritar:
-¡¡Cabo mamporrero!!. ¡¡Que avisen a un cabo mamporrero!!-.
Así que mi padre, con unos seis años de edad y sin saber qué era aquello -pero intuyendo que ese hombre que chillaba podía tener la clave para arreglar el asunto-; comenzó a vocear junto a él:
-¡Cabo mamporrero!. ¡Cabo mamporrero!.-.
Al verle gritar así, sus tías quedaron espantadas y le preguntaron si sabía lo que estaba chillando; a lo que mi padre contestó que no. Tras ello, empezaron a soltarle collejas, diciendo: -¡Pues esto son los mamporros del cabo ese; toma mamporros!-. Y así regresó a casa aquel día de Reyes; de vuelta y a mamporrazos dados por “las tiínas” (que era como llamaban a las hermanas de mi abuelo -Ángeles y Lucila-, que cuidaron a mi padre y sus hermanos tras quedar huérfanos).
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9- LOS GÓMEZ, DE LA VEGA DEL PAS:
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Me encontraba estudiando primero de BUP y pregunté al profesor de literatura si Francisco de Quevedo y Villegas, no se llamaba realmente Francisco Gómez de Quevedo; pues en mi casa habían hablado de que era de origen santaderino y de nuestra familia. Aquel que me enseñaba literatura, se sonrió y contestó con rotundidad que no; que el único que tenía un escritor insigne en su familia -por allí cerca- era él mismo. Ese maestro mío de lengua hispana, en verdad era un magnífico docente y se apellidaba Estébanez-Calderón (como el famoso literato); pero en este caso se confundió. Pues como pude comprobar al estudiar el origen de los Gómez en la Vega de Pas, lo que me había dicho mi padre era totalmente cierto. Ya que Francisco de Quevedo era nieto de Pedro Gómez de Quevedo y de María Saez de Villegas; quienes a su vez fueron padres de Pedro Gómez de Quevedo, que se desposa con María Gómez de Santibañez, con casa solariega ambos en San Vicente de Toranzo (en pleno Pas). Asimismo pude comprobar que las armas y familia, de los que luego se llamaron Gómez de Santibañez (apellido verdadero del escritor) son iguales y descienden directamente de los nuestros -Gomez, de Vega del Pas-. Cuyo emblema es un león rampante y tres espadas debajo; escudo que unos siglos más tarde se simplifica como un león rampante linguando -igual al del reino de León-. Aunque el literato pasó a llamarse Quevedo y Villegas en memoria de un ilustre antepasado suyo: Juan de Quevedo y Villegas; que en 1515 emigró a Las Indias, donde realizó numerosas proezas. Tantas que el único árbol genealógico que Francisco de Quevedo se preocupó estudiar y mostrar, fue el de su abuela materna (tal como con extrañeza expresa Menendez Pelayo). Quizás intentando ocultar sus orígenes adscritos a una familia de escribientes; aunque en verdad desde aquellos Gómez pasiegos, Don Francisco heredó y aprendió su profesión literaria -pues eran y son escribanos-. Pese a todo, el escritor parece que deseaba tan solo recordar a los Quevedo Villegas, y creemos que en razón a ello escribió:
ES MI CASA SOLARIEGA,
MÁS SOLARIEGA QUE OTRAS;
PUES POR CARECER DE TEJADO,
DALE EL SOL A TODAS HORAS”.
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Pero a decir verdad, la casa solariega de Francisco de Quevedo y Villegas estaba bien mantenida en sus días (allí vivía su hermano mayor, Pedro); tanto que permanece aún en pié y sujeta. Aunque lo que sucede, es que en vez de ser el “solar” de los Quevedo o los Villegas, es en verdad el de los Gómez de Santibañez. Pues ya dijimos que su padre se llamaba Pedro Gómez de Quevedo y su madre María Gómez de Santibañez. Cuyos escudos y casona podemos ver aún en San Vicente de Toranzo; lugar del cual el escritor sí que reconocía proceder. Un hogar solariego de Francisco de Quevedo, que nos lo describe del siguiente modo María del Carmen González Echegaray (en su maravillosa obra ESCUDOS DE CANTABRIA; Tomo III, pag. 202):
SAN VICENTE; Hay en este pueblo un escudo magnífico, timbrado por una bonita celada labrada con primor. Lleva acolada cruz floreteada, y tiene adornos vegetales y mascarillas. Bajo la punta una hermosa cabeza de mujer. El campo es partido:
1) Castillo mazonado y donjonado sobre ondas de agua. Armas de Santibáñez.
2) En jefe león rampante y debajo tres espadas puestas las puntas hacia arriba. Armas de Gómez.
Otros muchos caballeros y personajes (entre ellos don Francisco de Quevedo) descienden de esta estirpe, y fundaron numerosas obras pías en el valle. Fue precisamente la rama del eximio escritor la que llevó unidos los apellidos Santibáñez y Gómez, como los vemos en este escudo. Don Toribio Gómez de Santibáñez vivía en San Vicente en el siglo XVI, así como su hermano don Pedro Gómez de Santibáñez. Posiblemente a uno de los descendientes de éstos debió pertenecer el escudo, en el que se da preferencia a las armas de Santibáñez dejando en segundo lugar las patronímicas”.
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El referido blasón (que podemos ver en imágenes más abajo); deja claro que las armas y la casa descrita, son de los padres de Francisco de Quevedo: Pedro Gómez de Quevedo y María Gómez de Santibañez. Que tuvieron cinco hijos: Pedro (el mayor) y Francisco (el tercero); al margen de otras tres mujeres, dos de ellas fallecidas niñas. Aunque el tercero de sus vástagos se dió a conocer como Francisco de Quevedo y Villegas; pues tal como se acostumbró en El Pas, el apellido de componía o formaba, tal como cada uno buenamente deseaba. Con tanta irregularidad, que bien sabido es en el mundo de la heráldica, el problema que contiene seguir las familias pasiegas; donde un hermano se llamaba Pedro Gómez de Santibañez y el otro se hacía nombrar como Francisco de Quevedo y Villegas. Quizás este último porque el padre de ambos (Pedro Gómez de Quevedo) no era hombre de armas, sino de profesión escribano; la que parece ser tuvieron la mayoría de esos Gómez en el Pas y que luego derivó hacia notarios. Así pues, la ascendencia del literato Quevedo fue de escribientes y no caballeros batalladores -como él hacía ver-. Trabajando su padre para la esposa de Felipe II, Ana de Austria; donde conoció a la que luego se convertiría en su mujer, y quien era asimismo ayudante camarera de la reina. Todo ello deja bien claro que no era Francisco de Quevedo y Villegas aquel hombre descendiente de nobleza guerrera, sino de hidalgos funcionarios; lo que quizás le lleva a esconder sus verdaderos apellidos (Gómez y Gómez, Quevedo y Santibañez). Aunque bien sabido es, que entre esos Gómez de la Vega del Pas cuyo escudo es un león y tres espadas, lo común era ser escribano. Tal como podemos leer en casi todas las actas antiguas de la zona; firmadas por funcionarios apellidados Gómez y Gómez de Diego Madrazo, o bien Gómez Madrazo (ver en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA LOS ESCRIBANOS Y NOTARIOS DEL VALLE DEL PAS)
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; maravilloso retrato del insigne Francisco de Quevedo y Villegas (Francisco Gómez de Santibañez), realizado por el suegro y maestro de Velázquez, Francisco de Pacheco. Vemos al genial escritor laureado y vestido de caballero de Santiago, en un dibujo y grabado perteneciente al libro de Francisco Pacheco: “Descripción de verdaderos retratos, ilustres y memorables varones” (Sevilla 1618, Reeditado por la Junta de Andalucía desde ejemplar publicado por Rafael Tarasco, 1881-1884 . Reproducción en facsimil del manuscrito original: Sevilla, 1599; realizada por la Biblioteca de Andalucía). Esta lámina, que carece de descripción biográfica en manuscrito original del autor; la sitúa Francisco Pacheco antes que la del rey Felipe II; al que dedica su capítulo 10. Como hemos dicho; este literato conocido como Francisco de Quevedo y Villegas, en verdad se llamaba Francisco Gómez de Quevedo Gómez de Santibañez y fue originario de San Vicente de Toranzo. Aunque como sus padres trabajaban en la Corte, nació en Madrid y fue bautizado en la iglesia de San Ginés (en la castiza calle Arenal; junto a la Puerta del Sol). Hoy en día comienzan a nombrarle sus biografías como Francisco Gómez de Quevedo; aunque ese era el nombre completo del padre. Se reconocen así sus apellidos como descendiente de una familia de escribientes de la Vega del Pas. Donde notarios y escribanos se apellidaron durante siglos “Gómez” y cuyas familias eran la misma a los Gómez-Morán; tal como demuestra el propio escudo de armas de Quevedo (Gómez de Santibáñez) que vemos en imagen bajo estas lineas.
Abajo, Escudo solariego de la familia de Francisco de Quevedo, en San Vicente del Toranzo, tal como lo reproduce en fotografía Ma. Carmen González Echegaray en su maravillosa obra ESCUDOS DE CANTABRIA, TOMO III (figura 407) -agradecemos a la editorial y a quienes mantienen los Derechos de Autor de esta gran obra de González Echegaray, publicada en cinco tomos; nos permitan divulgar su imagen-. En párrafos anteriores veíamos la descripción que la autora daba de este blasón, que es partido y del lado derecho lleva las armas de Pedro Gómez (un león rampante y tres espadas hacia arriba) mientras en el otro vemos el de María de Santibáñez (un castillo mazonado y donjonado sobre ondas de agua: Santibáñez). Decorado, con "bordura general cargada de ocho escudetes, y en cada uno de ellos una contrabanda; lleva acolada cruz floreteada, y tiene adornos vegetales y mascarillas. Bajo la punta una hermosa cabeza de mujer" (todo lo que confiere al apellido Gómez de Santibañez, ya compuesto; que fue el de los hermanos de Francisco Quevedo y Villegas).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; armas de los Gómez Muñoz en la casa solariega de Escobedo. Escudo partido, en el lado izquierdo león (pasante o rampante) y bajo este tres espadas en jefe. Abajo, armas de los Gómez y Madrazo, en la casa de Juan Gómez Madrazo de Vega del Pas. A nuestra izquierda el león rampante (linguado) y bajo aquel, las tres espadas de punta. Este escudo que hoy se halla en la antigua casa de Juan Gómez Madrazo, es de origen gótico y fue trasladado hasta esta pequeña casita a las afueras de Vega de Pas (su talla se fecha en el siglo XV). Es posible que proceda de Espinosa de los Monteros; donde parece tener el solar más antiguo esta familia Gómez, de Vega del Pas. Fotografías del libro de Ma.Carmen González Echegaray ESCUDOS DE CANTABRIA, TOMO III (figuras 298 y 299) -agradecemos a la editorial y a quienes mantienen los Derechos de Autor de esta gran obra de González Echegaray, publicada en cinco tomos; nos permitan divulgar su imagen-.
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Sobre el blasón que vemos abajo, escribe Javier Gómez Arroyo, citando textualmente a Ramón Antonio Arroyo del Prado:
Me interesaban de este escudo los cuarteles con un león y tras espadas o cuchillos; que había visto también en una casa en Santa Olalla y en Espinosa de los Monteros; en el primer cuartel existen las mismas armas, además de las de Zorrilla y Villasante. Pregunté a mi distinguido amigo Don Gonzalo Fernández de Velasco, uno de los mejores genealogistas montañeses, conocedor como nade de las más antiguas familias de Espinosa y me aseguró que se correspondía con el de Gómez” (Arroyo del Prado, Ramón Antonio; en su libro PIEDRAS ARMERAS EN PAS; Altamira, Santader 1957). Cita tomada de los diferentes estudios de Javier Gómez Arroyo.
Para más información acerca de los escudos, ver DOCUMENTACIÓN ADJUNTA.
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10- LOS GOMEZ DE PELAYO Y EL SOLAR DE DON GÓMEZ:
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Era yo muy pequeño y siempre vi fiestas en casa de mis padres; tanto, que yo también me aficioné a dar ágapes o cenas -como por entonces se decía, pues lo del guateque era más de los sesenta-. En ellas, a veces se juntaban mis amigos con los de mis hermanos; y en verdad organizábamos buenos jolgorios, a los que asistían algunos de los madrileños de más alta alcurnia. A quienes se distinguía pronto, pues entraban por la puerta con cara de “ano”; mirando para todos los lados, apretando los labios y entrecerrando los ojos -como si el sieso les doliese-. Examinaban la casa de arriba abajo, mirando todo objeto; lógicamente pensando si aquello que destacaba, sería “algo” comprado o heredado. Por lo que, pese a ser el hijo del dueño de aquel hogar, no se atrevía uno a acercarse a tan alto dignatario (a menos que se tuviera confianza con él). Así que tras observarle, si no se le conocía; habíamos de preguntar al hermano que lo había invitado, quién era aquel tan elegante. Comentando que deseábamos saber quién podía ser este que miraba todo y a todos con tanta cara de asco (como si tuviese una boñiga por corbata). No fallaba, pues siempre solía tratarse del hijo de alguien importantísimo y de gran familia; que además te hacía el gran favor de asistir a tu fiesta, pese a que para él aquel ambiente resultase algo insuficiente... . Por no valuarlo de muy deficiente; ya que al entrar solían decir cosas tan graciosas como: -¿De dónde habéis sacado toda es esta fauna?-. Preguntando así sobre el resto de invitados que le rodeaban... .
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Por su parte, mi padre tenía como manía dar la “vara” con el origen de sus apellidos cuando se tomaba dos copas. Narrando que su familia era Gómez de Pelayo, procedente del Solar de Don Gómez; y por otro lado, Morán de Lavandera (infanzones y regidores perpetuos de Gijón). Mi madre decía siempre que cada vez que su marido empinaba el codo, le venían a la cabeza ideas de grandeza, pensando que descendía de la pata central del Cid. Todo lo cual resultaba un cocktail explosivo, si se juntaba mi progenitor con aquel “nene” invitado y que se creía el centro del universo, al ser sus progenitores tan importantes como azules de sangre. Así sucedía de vez en cuando; y en esas ocasiones en que un niño cursi profesional -de estos- venía a casa, lo pasábamos fatal. Generalmente llegaban invitados porque no tenías más remedio que abrir la puerta al susodicho, so pena de ganártelo de enemigo (pese a lo que te hacían el favor de asistir...). Era entonces cuando mi padre, en plena fiesta y a eso de la una o las dos de la madrugada, aparecía para charlar con los invitados (ya con buen color, gracias al morapio). Así, mientras todos bailaban; veías que tomaba del brazo al pedorro de turno, para intercambiar historias familiares. Menos mal que entre la hora que era, el ruido de la música y las copas que todos llevaban; normalmente el ínclito, ni se enteraba de lo que le comentaba mi progenitor. Aunque si se trataba de una “cursi damisela”, la situación cambiaba. Ya que estas apenas bebían y además se situaban en zonas de poco jaleo -escaleras o entradas a la cocina-; donde se enteraban de todo cuanto mi padre relataba. Así le escuchaban, con cara de “coña marinera”; haciendo que atendían las explicaciones acerca del Solar de Don Gómez, de los Gómez de Pelayo y de los Morán de la Bandera. Toda una conversación que luego era motivo de mofa y chanza, para esos invitados tan elegantes. Quienes días más tarde se cachondeaban de tus apellidos y familia; cuando regresabas al colegio o te los encontrabas en otro lugar... . Un asunto de lo más “agradable”.
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Tanto fue así, que yo -personalmente- le cogí asco al tema; creyendo que era todo pura fantasía y producto del morapio o del blanquillo -pues tanto “el tinto” como “el blanco” hacen decir a las gentes, las mayores bobadas-. Así pasaron los años, en los que nunca me interesé por esos temas hasta que un día llegó a casa de mis padres, mi tío, Chema -José María, el hermano de mi padre que vivía en Oviedo-. Venía con una hoja de periódico cuya imagen hemos incluido antes -del 5 de diciembre del 2000, publicada por el diario ovetense LA NUEVA ESPAÑA-; donde se contaba la historia de los Morán y de los Lavandera (o La bandera). Viendo la poca atención que le mostramos -mi hermano y yo- junto a la incredulidad que sobre el tema manifestamos; nos dijo mi tío que iba a dedicar su tiempo libre para hacer una genealogía y demostrar que no eran fantasías del “morapio” aquello que nos contaba mi padre. Así fue cómo en un par de años realizó un “árbol” de los Móran-LaVandera (con la ayuda de su hija Conchita); del que con todo cariño nos enviaron copias. Pese a todo, todavía faltaba saber qué era aquello de los Gomez de Pelayo y del Solar de Don Gómez; del que nadie conocía nada y que -por lo tanto- continuaba siendo objeto de cachondeos cada vez que mi padre sacaba el tema.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Imágenes de Pechón, entre Cantabria y Asturias. Estas playas se encuentran en las cercanías de Tina Mayor, que se sabe fue el puerto natural más importante de la zona durante la Prehistoria (usado ya por los celtas y en tiempos de los romanos).





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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de la playas de Pechón, entre Cantabria y Asturias.














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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; detalle de la fachada del palacio de Selaya llamada casa del patriarca (hoy convertida en hotel). Hemos podido comprobar que se trata de un solar de los Gómez de Zorrilla. Acerca de este escudo, escribe Carmen González Echegaray (ESCUDOS DE CANTABRIA TOMO III, PAG. 108):
En la casa llamada del `Patriarca´, calle del campo o Sopuente, hay dos escudos idénticos, timbrados por yelmo y que llevan por soportes dos grullas que con una pata sostienen una piedra y con el pico una cinta que rodea el timbre con la siguiente leyenda: -VIVIR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE, QUE VIVA QUEDE EN LA MUERTE-.
Apoyan la otra pata sobre las cabezas de sendos tritones que tocan la cuerna. El campo es partido de dos y cortado de uno:
1)Partido: 1) árbol arrancado y 2) tres contrabandas cargadas de tres armiños cada una. Armas de Ábascal.
2) Dos zorras atadas a un tronco de árbol. Armas de Zorrilla.
3) Escaques en número de doce. ¿armas de Cuero?
4) Cortado: 1) león rampante y 2) tres espadas con las puntas hacia el jefe. Armas de Gómez.
5) Arbol arrancado y bordura cargada de trece estrellas. Armas de Rebollar.
6) Mantelado: 1) tres flores de lis; 2) tres barras y 3) en el mantel una cueva y un dragón que saca la cabeza por ella. Armas de Cueva.
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Abajo y arriba, dos imágenes de la mencionada Casa del Patriarca en Selaya; situada junto a Villacarriedo y poco antes de llegar a Vega de Pas. El escudo que luce en ambos lados de la fachada es el mismo, y se corresponde con las armas de los apellidos: Gómez de Zorrilla, Abascal-¿Cuero? y Rebollar de la Cueva. Los Gómez de Zorrilla fueron creados marqueses de Casa Real. Ambos apellidos -luego compuestos- proceden de Espinosa de los Monteros y son el de las familias que más Monteros de Espinosa han llevado hasta la Guardia Real (de noche). Como veremos más adelante, estos Monteros eran quienes velaban el sueño real; cuidando de los monarcas durante las noches (vigilando dentro de su misma alcoba). De allí procede el lema -VIVIR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE, QUE VIVA QUEDE EN LA MUERTE-; asimismo las dos garzas a mi juicio también simbolizan la vigilia; pues es sabido que estas aves descansan de pié, en un duerme vela y sostenidas sobre una de sus patas (despertando a cualquier ruido o ante el menor peligro)
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11- VISITA AL VALLE DEL PAS:
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Tras fallecer mi tía Marisa Gómez-Morán -única hermana de mi padre- fue cuando despertó en mí una verdadera curiosidad por conocer aquella Vega de Pas. Valle cántabro sobre el que decían, era el lugar de procedencia de nuestra familia. Por entonces hacía más una década desde la muerte de mi padre y faltaban ya todos mi tíos (Gómez-Morán Cima); tras desaparecer Chema y poco después, el hermano menor de todos -Juan-. Así fue cómo cuando murió mi la única hermana de mi padre, recordé el momento en el que -tras el funeral de mi progenitor- mi tío Jose Ma. me tomó de un brazo y me dijo que desde aquel momento yo era “el mayor” de los Gómez-Morán. Nunca lo había pensado; y aunque los hijos de mi desaparecido hermano fueran la linea mayor, aquellos dos pequeños tan solo contaban con nueve y ocho años. Por lo que de algún modo era verdad que yo era el “mayor” de linea masculina y que en esos años mí me correspondía comportarme como el “más anciano” del clan familiar (pese a haber sido siempre el hijo menor de la casa). De tal manera, comencé a interesarme por los legajos que me habían pasado el tío Chema y sus cuñados -los Albornoz-. Por lo que, tras viajar a Oviedo para visitar a las hijas de mi tía (recién desaparecida); decidimos ir al Pas, parando antes en uno de los lugares más bellos de Asturias, como es el límite con Cantabria. Allí dormimos; en las playas de Pechón, después de visitar la preciosa villa de Llanes y antes de llegar a la maravillosa de San Vicente de la Barquera. Haciendo noche en la frontera entre las dos Asturias; junto a las famosas “Tinas”, que no son más que rías cuyos cauces crecen y decrecen de forma espectacular por efecto de las mareas. Todo lo que convirtió a esas preciosas bocanas, en puertos naturales inmejorables desde tiempos protohistóricos.
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A la mañana siguiente emprendimos camino hacia Vega del Pas y antes de llegar a destino cruzamos Villacarriedo, Selaya y Llera. Fue entonces cuando me quedé sorprendido al ver el Palacio de Soñanes, en cuya entrada había un escudo familiar nuestro -al parecer traído desde Bárcena- y que se correspondía con los apellidos Gómez y Llamosa (luego Gómez de la Llamosa; ver imágenes más abajo). Tras visitar la preciosa Villacarriedo, seguimos en ruta y paramos en un gran caserón que se observa al entrar en Selaya (llamado del patriarca). Volviendo a divisar aquel león rampante junto a tres espadas en el escudo de su fachada; aunque en este caso unía los apellidos Gómez, con los de Zorrilla, Abascal, De la Cueva, Rebolledo. Todo lo que hacía ver que seguramente aquella que llaman la casa del patriarca se trate de una de las casonas solariegas de los Gómez de Zorrilla (de quienes más adelante trataremos). Después de aquello, fuimos pasando por Escobedo y otros lugares en los que seguían apareciendo blasones del león con tres espadas, perteneciente a estos Gómez, adornado varias casas solariegas. Así llegamos hasta Vega de Pas.
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Allí entramos en un restaurante y tras degustar el famoso cocido montañés, pregunté al dueño del local si sabía de algún cronista de la zona; puesto que había leído los trabajos de Javier Gómez Arroyo, que me interesaron muchísimo. Con sorpresa y alegría, aquel agradable empresario -que regentaba el restaurante- me comunicó que Javier Gómez Arroyo era su hermano; llevándome hasta él. Así fue como conocí al que sin duda es el Cronista de las Villas Pasiegas; un historiador cultísimo (además de empresario) y que actualmente ocupa la función de alcalde de La Vega de Pas. Tras una hora de charla y exponiéndole los pocos conocimientos que tenía yo sobre los orígenes de mi familia, tuve la fortuna de que fuera la misma que la suya. Lo que supe cuando me preguntó si podía confirmarle que el escudo de mi primer apellido era un león (pasante o rampante) con tres espadas en jefe. Después de comprobarlo, nos llevó a visitar la casa de Juan Gómez Madrazo (cuyo blasón hemos visto unas fotografías antes) y finalmente el lugar donde estuvieron los sanatorios y el hospital del doctor Enrique de Diego-Madrazo. Un recinto que él y su hermano habían adquirido para rehabilitarlo, con el fin de que no desapareciese la memoria de tan ilustre médico -nacido en Vega de Pas, y que instaló esos sanatorios en su lugar de origen-. Tras tan alegre encuentro (con los hermanos Gómez Arroyo) pudimos regresar hacia Madrid, aunque sin cumplir el último consejo de estos; que fue el de pasar por Espinosa de los Monteros para ver en esta población los escudos de Gómez, Gómez de Zorrilla y Villa-Gomez que (allí cuelgan). Pues -tal como comentaron- el lugar de procedencia de nuestra familia Gómez; es seguramente Espinosa de los Monteros (tal como sucede con otros muchos linajes del Valle del Pas).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; detalle del escudo de los Gomez y Llamosa, en el interior del palacio de Soñanes (Villacarriedo) -foto del libro ESCUDOS DE CANTABRIA, Carmen González Echegaray, Tomo III, figura 223; agradecemos a la editorial ó a quienes mantienen los Derechos de Autor de esta gran obra de González Echegaray, publicada en cinco tomos; nos permitan divulgar su imagen- Abajo, el mencionado palacio de Soñanes, en Villacarriedo.





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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; saliendo del Hotel (casa rural) que regenta en Vega de Pas, Javier Gómez Arroyo -en imagen, Javier junto a mi mujer-. Abajo, la casa de Juan Gómez Madrazo en Vega de Pas (cuyo escudo hemos visto antes y que nos explicó muy amablemente este cronista e historiador). Según narra Javier Gómez Arroyo, ese hidalgo del siglo XIX llamado Juan Gómez Madrazo fue un famoso terrateniente de Vega, que tuvo por desgracia que su hijo militase entre las tropas carlistas. Él murió antes de que su vástago regresara de las últimas batallas y finalmente todos los bienes les fueron incautados a su viuda y al heredero; por haberse apuntado al bando de Don Carlos -aunque con los acuerdos de la Restauración les fueron restituidos los bienes-. Las armas y sus apellidos se corresponden con los nuestros; el de Gómez -con el león rampante- y el de Madrazo (como también se llamaban algunos miembros de nuestra familia; ver en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA, el acta de nobleza en notario de Tineo). Se considera que es un escudo del siglo XV, trasladado a Vega de Pas hacia 1830 y probablemente traído desde Espinosa de los Monteros (de donde son originarios los Gómez y los Madrazo).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; estatua y monumento al doctor Diego-Madrazo, en Vega de Pas. Abajo, el recinto donde Enrique de Diego-Madrazo situó su sanatorio y hospital (por entonces, pionero en investigación y trato a los pacientes). Estos terrenos han sido adquiridos por los hermanos Gómez Arroyo, con el fin de que no se pierda la memoria de Enrique Diego-Madrazo; para poder restituirlos (construyendo en ellos algún centro donde se desarrollen labores de interpretación de la figura del insigne médico y con fines turísticos).
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BAJO ESTAS LÍNEAS: El Valle del Pas, visto desde el puerto que lleva hasta Espinosa de los Monteros.
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12- EL SOLAR DE DON GÓMEZ Y LOS GOMEZ DE PELAYO:
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Fue así, como tras hablar con Javier Gómez Arroyo (en Vega de Pas), comencé a creer que podría tener alguna base histórica lo que mi padre comentaba acerca de los Gómez de Pelayo, e incluso lo del solar de Don Gómez. Y aunque aquello me sonaba a “coña marinera”; intenté buscar si tenía algún atisbo cierto. De esta manera, para ir desvelando dónde estuvo nuestra familia y a qué se dedicaron, se me ocurrió seguir sus escudos de armas en Cantabria. Un método con el que -al menos- podríamos hacernos una idea de los lugares en que se establecieron y las casas que el mismo linaje tuvo; pues como es bien sabido, en el Cantábrico todo individuo con algo de importancia, levantaba casa solariega. Tal como escribía Manuel Llano (en 1931): “Aquí todos son hidalgos. Aparceros y hacendados, pastores y trajinantes, molineros y leñadores. Todos son hidalgos, todos son señores (...) Los ricos y los pobres, los del compango áspero, los de la alacena flaca, los de alcancías repletas”. Palabras que recoge Ma. Carmen González Echegaray en su magnífico trabajo ESCUDOS DE CANTABRIA; una obra que nos ha ayudado a seguir esas casas que tuvo nuestra familia en la zona. Documentación, que unida a los datos del ya referido “canuto” -que recoge los apellidos y antepasados hasta 1781- me facilitó comprender la historia familiar (al menos hasta ese siglo XVIII). Pese a todo, tal como escuché de niño, parece ser que hay otro “canuto”; también redactado a favor de José Gomez Morán-Lavandera y seguramente conservado en actas del mismo notario en Tineo. Ya que, al parecer, aquellos documentos nobiliarios -llamados coloquialmente “canutos”- se expidieron cuando algunos tíos lejanos nuestros pretendían solicitar el marquesado del Valle de la Colina (que finalmente sería rehabilitado por otro familiar más cercano al último marqués, fallecido en Gijón hacia 1926 y sin descendencia directa).
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Acerca de los solares de Gómez en las “Asturias de Santillana”; pude hacer una lista con al menos cuarenta y cinco casas antiguas de Cantabria, donde en sus blasones aparece ese león rampante y las tres espadas. Logrando saber que la mayoría de aquellos escudos de nuestro Gómez, están en edificios cercanos al Pas y más concretamente al tramo entre San Vicente de Toranzo, Escobedo, Villacarriedo, Selaya y Vega. Todo lo que indicaba claramente el lugar de procedencia familiar; aunque trazando un mapa más amplio, podremos observar que: En Trasmiera hay unas tres casas con estas armas; en las Asturias de Santillana, al menos veintisiete lucen el mismo blasón; en Santillana y el Bajo Ansón hemos encontrado ocho más; y finalmente, otros ocho (al menos) en los Valles del Soba, Ruesga, Pas, Liendo, Guriezo y Liébana. Todos ellos suman unos cuarenta y cinco escudos solares, encontrados en esta zona de donde procede nuestra familia Gómez (que en Asturias se convierte en Gómez-Morán). Lo que supone, si pensamos que se han conservado la mitad de los blasones que se esculpieron originalmente; que hubo unas noventa casas solariegas de este linaje en este área. Formando apellidos como los Gomez de Zorrilla o Gómez de Santibañez, antes citados. Aunque asimismo son de una igual linea los: Gómez-España (que parece ser muy cercano a Gómez-Muñoz y a Gómez-Bustillo, habiendo sido conocidos como Gómez de Villafufre); los Gómez de Otero; los Gómez de Bedoya; los Gómez de Santibáñez y Gómez de Barreda (de igual casa); los Gómez y Madrazo; los Gómez de Helguera; los Gómez-Rucoba; los Gómez-Albo; los Gómez del Collado; los Gómez de la Cotera; los Gómez de Colindres; los Gómez de Cossio; los Gómez del Rivero; los Gómez de Bustillo (que proceden de Villafufre y son Gómez España, mayorazgo de los que fueron a Asturias); los Gómez de Villafufre (Gómez España); Gómez de Liaño; Gómez de la Llamosa; Gómez del Arenal; Gómez San Salvador o bien Gómez-Villa (ambos de una misma casa y formados en Santillana del Mar).
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Todos estos apellidos, fueron posteriormente compuestos (al abrir solar o establecer mayorazgo), tal como era normal en la zona. Y los que hemos referido en la lista anterior, pertenecen a una misma familia o linaje; cuyo escudo inicial es el del león rampante con tres espadas en jefe. Que posteriormente distinguirá sus diferentes ramas de Gómez, diferenciándolos con el lugar en que se establecían o por el apellido de su mujer -añadido al patronímico, uniéndolo en siguiente generación-. Pese a ello, existen otras mucha familias Gómez, también cántabras; cuyo linaje y escudo no es el mismo. Entre ellas las de: Gómez del Camino, Gómez de la Cuesta, Gómez de la Torre, Gómez-Guerra, Gómez de Bustamante, Gómez-Lamadrid, Gómez de Terán, Gómez-Rozas, Gómez de la Cortina, Gómez-Torices y Gómez-Baro (entre muchos otros con linaje ajeno al nuestro). En DOCUMENTACIÓN ADJUNTA podremos comprobar como los primeramente recogidos son todos de la misma familia (con escudo del león y tres espadas); mientras el resto de Gómez tienen orígenes muy distintos y blasones muy diferentes. No siendo ni la misma familia, ni un igual linaje.
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Pese a todo, parece que el apellido procedía originariamente de Espinosa de los Monteros; un hecho que finalmente pudimos comprobar, observando cómo esos Gómez más antiguos estuvieron establecidos durante la Edad Media en esa zona Norte de Burgos. Siendo algunos de los linajes más ancestrales, el de Gómez de Zorrilla, que fueron creados marqueses de Casa Real en la figura de Francisco Javier García Alonso, Gómez de Zorrilla y Huidobro (1697-1773); hijo de Pedro García Gómez de Zorrilla y de Antonia Alonso de Huidobro; por lo que formó nuevos apellidos, pasando a llamarse Francisco García de Huidobro. Pese a ello, el escudo que conservó fue el de Gómez de Zorrilla y más concretamente el de Gómez; al ser este el linaje más antiguo de todos sus apellidos (ver imágenes abajo). Por su parte, el encuentro de este escudo Gómez de Zorrilla, nos hizo ver que coincidía con otros como el de Fernández-Zorrilla; cuyo origen es también de Epinosa de los Monteros. Por cuanto su lema es: “VELAR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE, QUE VIVA QUEDE EN LA MUERTE”. Un “mote” que ya encontrábamos en la Casa del Patriarca de Selaya, rodeando el escudo de los Gómez de Zorrilla (ver imágenes arriba). Todo lo que ya nos indicaba la unión de estos apellidos a los Monteros de Espinosa; aquellos que velaban el sueño de los reyes y que vigilaban por la seguridad del monarca y de los que hablaremos después de las imágenes.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; armas del marquesado de Casa Real; escudo partido, en el primer lado escudo de Gómez (león y tres espadas); del otro en diferentes cuarteles, Zorrilla, Huidobro y García. Abajo, el primer marqués de Casa Real, en retrato propiedad del Museo Nacional de Chile (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). El título fue concedido en 1760 a Francisco Javier García de Huidobro, que fue tesorero real de Indias, logrando crear la Casa de la Moneda en América del Sur. Vemos su escudo al fondo, a la izquierda del cuadro; donde se observa que deseó destacar la línea de Gómez de Zorrilla (apellido de su abuela paterna).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; armas de Gómez, en una casa solariega de un caballero de Santiago, en la población de Villafufre, Escobedo (Cantabria). Creeemos que este solar es el de quienes posteriormente fueron a Asturias y que terminan componiendo el apellido como Gómez-Morán. Inicialmente se les llamaba Gómez España o Gómez de España; derivando hacia Gómez de Villafufre. Sobre este escudo con mayorazgo de los Gómez, nos dice Ma. Carmen Gónzalez Echegaray: VILLAFUFRE (Escobedo)En la casa de Gómez España, sobre un hastial, aparece un escudo timbrado por yelmo, sobre cartela de rollos y con cruz floreteada acolada; el campo es cortado por una faja. En la parte superior un león, y en la inferior tres espadas con las puntas hacia el jefe. Armas de Gómez. El apellido Gómez de Villafufre, tuvo gran importancia en todo el valle, del cual descendían los Gómez de Bustillo, que fueron notarios, y los Bustillo que pasaron a Iruz, habiendo caballeros de distintas órdenes. Los colores para el escudo son en campo de oro, león rampante, gules y en campo de azur tres espadas con guarniciones de oro. Fofografía y cita del libro de Gónzález Echegaray ESCUDOS DE CANTABRIA Tomo III; (pag 129) y (Fig. 231 g.) -agradecemos a quienes mantengan los derechos de autor de esta obra, nos permitan divulgar nuestra imagen-.
Abajo, escudo de los Zorrilla (Fernández de Zorrilla), con un lema igual al que unen en Gómez de Zorrilla: “VELAR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE, QUE VIVA QUEDE EN LA MUERTE”. Esta leyenda manifiesta el origen Montero de estos apellidos; asimismo -como hemos dicho- las garzas son símbolo de vigilia, por cuanto estas aves parece que no duermen nunca (al mantenerse de pié, en un duermevela, durante las noches). A la izquierda, casona de los Zorrilla en Huérmeces (Burgos) y a la derecha, fachada del palacio de los Zorrilla en Espinosa de los Monteros (después llamado del marqués de Chiloeches, cuando estos se casaron con los Fernández de Zorrilla). Como veremos, los Zorrilla y los Gómez fueron algunos de los más destacados Monteros de Espinosa.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; portada del libro de Pedro de la Escalera, ORIGEN DE LOS MONTEROS DE ESPINOSA (publicado en 1735). En esta obra se explica el nacimiento de la guardia compuesta por esos hidalgos, nacidos en Espinosa de los Monteros; que desde Carlos V velaban el sueño de los reyes (una guardia personal de corps creada al menos en 1208; y que se supone que se instituye hacia el año 1006). Como veremos a continuación, el de Don Gómez era uno de los solares más antiguos que facilitaba esos monteros a la Casa Real. Abajo, el juramento o carta de Alfonso VIII, dictada en el año de la Era de 1246 (1208 Año del Señor), mandando el modo en que los monteros de Espinosa deberán velar por su seguridad. El documento es cuatro años anterior a la batalla de las Navas de Tolosa e indica los solares de Espinosa, de los que deben proceder aquellos guardianes de las noches del monarca. Marcando un total de veintitrés guardas reales; firman el edicto por parte de los ciudadanos de Espinosa: Pedro Ribero, Pedro Pumar, Almerçal Roiz, Pelai Fajan, Roi Pérez, Don Gómez y Garcí Tamayo. Representantes de los cinco barrios de Espinosa de los Monteros que debían facilitar los guardias de la noche y alcoba real. En el CAPÍTULO X, Pedro de la Escalera especiifica quienes fueron estos primeros Monteros, tanto como los puestos y honras merecieron de los reyes, aquellos que cuidaron de su seguridad.
Habiendo sido los cinco primeros Monteros de Espinosa:
-Nuño Gudestioz, Mesnadero e infanzón de Castilla
-Fernán Armentales, Mayorino , o Merino mayor de Campos.
-Don Pelayo, Rico Hombre de Castilla, Gobernador de Vi-Juezes
-Don Christoval de la Ponte; Mesnadero e infanzón de Castilla
-Don Gómez, ricohomobre de Castilla, Mayorino Mayor de Campos
En siguientes páginas, explicará qué funciones tuvieron los demás firmantes en la carta de Alfonso VIII:
-Vela Riencho o Vela Riezmilo; de la Cámara del rey Don Sancho el Mayor Yerno del Conde Don Sancho.
-Miguel Zidiz, Rico-Hombre de Castilla, Señor del Solar de Zidzides , quarto o Alcayde de la Imperial Toledo
-Pedro Joanes, señor del Solar de Pedro Joanes; Merino Mayor de Castilla y el que pobló Sepúlveda por Orden de Alfonso VI.
-Tel Tellez , Rico Hombre de Castilla , Merino Mayor en Burgos
-Illan Ovekez , Mayordomo del Señor Rey Don Alonfoso el Bueno
-Ximen Saravia , y Sancho de Logroño hermanos , Capitanes de infantería (participaron en la conquista de Jerusalén, según dice Lope de Vega)
-Rodrigo Pelaez, valeroso Capitán
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13- LOS MONTEROS DE ESPINOSA Y LA FAMILIAS PASIEGAS:
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Quizás el cuerpo de guardia más antiguo y especial de toda la Historia fue el de los Monteros de Espinosa; uno de los más extraños y ancestrales por sus función y fundación. Tan solo comparable con soldados como la Guardia Suiza del Papa; estos Monteros destacaron no solo por lo vistoso de sus vestimentas y la época en que fueron creados, sino también por la misión final que se les encomendó: Velar el sueño de los reyes, junto a su cama. Pues según conserva la tradición, nacieron en el año 1006, cuando el conde de Castilla (Sancho García; nieto de Fernán González) fue salvado por un montero suyo, originario de Espinosa. Quien le advirtió que su propia madre, instigada por un califa al que amaba, pensaba envenenarle para contraer nupcias con aquel rey moro. Tras descubrir el conde Sancho ese intento de acabar con su vida, nombró al montero guardia personal suyo e instituyó el privilegio por el cual sus más cercanos vigilantes habrían de ser hidalgos nacidos en aquella villa de Espinosa. Esta leyenda histórica en verdad muestra la razón por la que aquellos monarcas precisaban de un cuerpo de vigilancia como el de los Monteros: Especial, especializado y “extraño”. Pues no podían fiarse ni de su madre.... . Así se constituyó la guardia personal de los reyes de Castilla, que pasaron luego a ser los del monarca de España; cuando Isabel la Católica mantuvo estos Monteros, que por entonces se componían de doce hombres (todos nacidos en Espinosa). Aunque poco después se amplió el número hasta veinticuatro y tan solo con la llegada de Felipe el Hermoso, fueron sustituidos por otra guardia personal (en su caso flamenca).
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De tal manera, tras Felipe y Juana I, la misión de vigilancia de los Monteros quedó tan solo para las noches; velando el sueño de los monarcas y debiendo estar presentes en la cámara real mientras estos dormían. Con iguales funciones los mantuvo Carlos V, como guardia de corps nocturna; ampliando su número a cuarenta y ocho, para enviar la mitad a su madre (reina cautiva en Tordesillas). Así, desde el emperador Carlos su función comenzaba cuando les entregaban las llaves del palacio (a la caída del sol), debiendo los Monteros sacar a todo sirviente o extraño de las zonas en que dormían los reyes. Guardando de los monarcas hasta que despertasen y dejasen sus habitaciones. Desarrollando esa labor de vigilia desde las ocho de la tarde (cuando hacían su aparición en los aposentos) hasta las ocho de la mañana; dividiendo la noche en tres turnos de cuatro horas cada tercio. Siendo otra de las funciones esenciales la que tenían cuando los reyes caían enfermos o morían; sin separarse de su lado en la cama mientras se encontraban convalecientes. Y en caso de que fallecieran, era obligación de los Monteros permanecer siempre al lado del cadáver; mientras lo amortajaban o lo exponían, hasta que fuera enterrado. Así lo hicieron, al menos desde el año 1208 en que lo ordenó un edicto de Alfonso VIII de Castilla; aunque se cree que su fundación es de tiempos del Cid, siendo instituidos por el conde Sancho García -como ya dijimos-. Pensándose que aquellos Monteros de Espinosa que velaron desde entonces por la seguridad de los reyes; fue una costumbre que Don Sancho García trajo desde la zona de Babia, próximo a Luna. Paso de montaña en el que “veraneaban” a comienzos de la Reconquista los reyes astur-leoneses; donde parece que tenían un cuerpo particular de guardia, llamado “Monteros de Babia”.
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Acerca de ellos, nos dice Pedro de la Escalera y Guevara en su libro ORIGEN DE LOS MONTEROS DE ESPINOSA ... -Madrid 1735-; que debían ser hidalgos de padre y abuelos conocidos y nacidos en la villa de Espinosa de los Monteros. En el capítulo segundo de esta obra muestra el privilegio otorgado por Alfonso VIII en el año 1208, señalando los solares de los que debían proceder aquellos Monteros que velarían por ellos:
En el Barrio de Quintaniella el Solar de Fernando Amiéntales de la Poza, el Solar de Armenter Tellez y el Solar de Michael Ovekez, y de Tedro Ovekez y el Solar de Michael Tezeder y el Solar de Nuño Ovekez, y de Martin Ovekez, y el Solar de Martín Salvadores, y de Flarcin Armentales y de Flavides y de Nuño Nuñez, y Don Pelayo, el Solar de Tello Tellez, y de Pedro Tellez, y el Solar de Vela Rezmillo y de María Nuñez, y el Solar de Tero Michaelez de las Fuentes; y el Solar de Armenter Michaelez; y el Solar de Pero Joan de la Revilla ; el Solar de Nuño Flamez.
En el Barrio de Berrueza; Solar de Martino Flamen; y el Solar de Zidzides y el Solar de Don Gomez; y el Solar de Munio Vicente y el Solar de Pero Christóvalez, y el Solar de Johanes Elaver; y de Marta Romanez y el Solar de Pero Pérez y de Roi Pérez; y el Solar de Pero Joanes, y de líllana Joanes y el Solar de Don Christoval de la Ponte(Pedro de la Escalera y Guevara ORIGEN DE LOS MONTEROS DE ESPINOSA, pags. 137 y 138).
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En este edicto de Alfonso VIII leemos ya los nombres de los primeros Monteros y sus solares, entre los que vemos el de Don Pelayo y el de Don Gómez; apellidos cuyos escudos heráldicos posteriormente encontraremos profusamente en El Pas. Aunque también los veremos extendidos por toda Cantabria (como sucede con los del resto de familias de Monteros); pese a que serán los de Pelayo y estos Gómez, familias especialmente pasiegas. Destacando en la carta del rey Alfonso VIII, que se cita aquellos dos solares, con nombre y apellido de forma unida; denominando Don Gómez y Don Pelayo a estos dos. Lo que nos lleva a pensar que quizás por su antigüedad y procedencia, pudieran venir los Gómez y los Pelayo de los Monteros de Babia (y de allí el nombre de Pelayo o el escudo de Gómez, que prácticamente coincide con el de León). Pero ciñéndonos a hechos históricos, acerca de los Pelayo, sabemos seguro que fueron como Monteros a la Navas de Tolosa con Alfonso VIII; tanto que el linaje de los Conde y Pelayo, procedente de Espinosa, fue uno de los que se establece repoblando y gobernando la recién conquistada Baeza en 1227. Tal como recoge en sus estudios Javier Gómez Arroyo, quien asimismo explica que otro miembro de esa familia Conde-Pelayo, fue el primer alcalde de Vega del Pas; donde vivió también su hijo, hacia 1725, que tuvo el cargo de síndico en Burgos y caso con María Zorrilla, procedentes ambos de Espinosa de los Monteros (lugar natal de todos ellos).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; de nuevo el escudo de los Zorrilla en el palacio de los marqueses de Chiloeches, en Espinosa de los Monteros. Aquí vemos los blasones y las garzas, pero la escena heráldica carece del lema común a los Zorrilla que velaban el sueño real: VELAR SE DEBE LA VIDA DE TAL SUERTE, QUE VIVA QUEDE EN LA MUERTE. Quizás porque ya como marqueses y ricohombres podrían pagar los cuatro mil ducados de oro que valía en tiempos de Alfonso VIII liberarse de esa obligación de guardar las noches del rey. Abajo, una de las bellas casa solariegas de Selaya.
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Continuando con los datos que aporta Pedro de la Escalera acerca de aquellos que cuidaban de los reyes; tras referir los solares de los debían proceder los guardianes, recoge el resto de la carta de Alfonso VIII y que dicta: De los arriba sobredichos mis Monteros deben venir a mi Corte y quando embiare por ellos todas las vezes que Yo los llamaré; y soy obligado Yo a a proveerles de mantenimientos , y vestidos de un color, mientras que conmigo estuvieren y les absuelvo perpetuamente absueltos de toda obligación y tributo mío. Y si alguno quere quebrantar o presumiere contavenir esta carta, incurra peniariamente en la Ira de Dios, todopoderoso; y a la parte del Rey, pague cuatro mil dcados de oro, en coto y los daños a ellos hechos se les restituyan doblados. Fechado en La Era 1246, en Castro Ordiales, a cinco días antes de las calendas de Septembre, YO EL REY DON ALFONSO” -Pag. 138, Op. antes citada; la datación es 1209, Año del Señor-. Finalmente, ya vimos que aquel edicto lo ratificaban y firmaban como representates de Espinosa los dignatarios, del siguiente modo: “Tomado juramento sobre ello á Don Martin de Barcenas, Don Pedro Ribero , Don Pedro Pumar , Armencal Roiz , Pelai Fajan , Roí Perez , Don Gómez , y Garci-Tamayo y hecha la diligencia necestada , que de los cinco Solares , que havia poblado , y criado el Conde Don Sancho en el principio de esta Guarda, quatro en el Barrio de Quintaniella, y uno en el Barrio de Berrueza (ya pusimos los nombres de fus dueños en otra parte)- Se havian propagado a veintitres, y que estos eran los Solares a cuyos nobles dueños tocaba continuar en el exercicio de este privilegio”. Acerca de los arriba firmantes, en imágenes anteriores se definían los cargos que en su día ocupaba cada uno de ellos, tanto como el hecho de ser considerados los primeros Monteros conocidos.
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Por todo lo expuesto, parece que en Espinosa de los Monteros ciertas familias debían guardar los más aguerridos hijos, para mandarlos a cuidar del rey (aunque desde 1498 se limitaron a vigilar del sueño real). Una función que llevaron a cabo durante casi un milenio, sin que se conozca traición alguna, ni menos un solo monarca asesinado mientras dormía. Todo lo que confiere a estos Moteros de Espinosa una categoría e historia inigualable; pues de ese pequeño pueblo y de un puñado de familias, salían los veinticuatro hombres que velaban la seguridad real. Un número que Monteros que durante el reinado de Carlos V se amplian al doble, para poder cuidar también a la madre del emperador; función que luego pasaron a desempeñar con el resto de las reinas.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; una bonita casa de Selaya, en este caso no es de los Gómez. Abajo, frente a esas casonas existen lugares de reunión y diversión; usados desde antiguo para jugar a los bolos, pero también para dictar leyes y justicia (donde tomaban las decisiones corporativas). Suelen situarse bajo grandes árboles; algo común entre los pueblos de origen celta que realizan sus juntas y ceremoniales bajo enormes tejos y robles.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; de nuevo una foto del Valle del Pas, en su camino hacia Espinosa de los Monteros. Abajo, Plaza de Vega de Pas. Acerca de las familias de Monteros de Espinosa, que más tarde se asentarían en el resto de Cantabria; diremos que entre los apellidos que Pedro de la Escalera cita como Monteros en época de Felipe II, estaban principalmente varios hermanos llamados Ruiz Azcona. En la etapa de Felipe III destacan: De Villa-Gómez; Vivanco y Tobar. En época ya de Felipe V (cuando escribe el libro) habían pasado a ser Monteros los Escalera, los Pelayo, los Escalera, los Porras, los Madrazo Escalera y los Zorrilla. Todo lo que lleva a pensar en un cambio de familias de Monteros tras la entrada de la nueva dinastía francesa. Algo que quizás obligó a los Gómez, a los Conde-Pelayo o a los Azcona, a dejar esta dedicación para pasar a residir en Cantabria; desarrollando otras labores relacionadas con la Casa Real (como la de recaudador, jueces, notarios, escribanos etc).
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14- LOS GÓMEZ Y LA VEGA DE PAS:
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Aquellos Gómez, originarios de Espinosa debieron establecerse hacia 1700 en la zona del Pas. Es algo que decimos con fundamentos, pues fue lo que sucedió con otras tantas familias de Monteros, que vemos ya en Cantabria a partir de esta fecha -en la que entra una nueva dinastía a reinar; alejados de la profesión de guardias y relacionados con la de funcionarios-. Siendo aquel cambio dinástico lo que probablemente provoca que antiguas sagas de Monteros (como los Conde-Pelayo, los Gómez y los Azcona), se alejasen de Espinosa, para ir dedicándose a oficios relacionados con el funcionariado y la política. Por su parte, nuevas familias como los Madrazo o los Escalera pasan a realizar esta función de guardias reales en el siglo XVIII; así los vemos en gran número vigilando el sueño real junto a los Zorrilla o a los Porras (algunos Gómez y Porras). Todos ellos nombrados luego marqueses, cuando Felipe V y sus sucesores, comienzan a titular a estos quienes guardaban sus alcobas. Familias asentadas en Espinosa para cumplir la función de Montero y que antes habían compuesto sus apellidos, convirtiéndolos en: Madrazo-Escalera; Gómez de Zorrilla, Fernández de Zorrilla, Gómez de Porras o Fernández de Porras (entre otros).
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Pero regresando a nuestra familia, en el “Canuto” que recojo en DOCUMENTACIÓN ADJUNTA podremos ver que el bisabuelo se apellidaba Gómez Morán-Lavandera; su padre Gómez Azcona; su abuelo, Gómez Oria y sus tatarabuelos Oria Gómez y Diego-Madrazo; mientras los otros eran Gómez Madrazo. Mencionando la pagina 23 al abuelo del tatarabuelo, del que fechando su acta de nobleza en 1781, se dice que desciende de Jose Diego Madrazo; que suponen se trata de alguien de la familia de Diego Madrazo Escalera, marqués del Valle de la Colina. Aunque este Jose Diego Madrazo era principalmente el Justicia Mayor, tal como podemos ver en las diferentes actas que el Museo de las Villas conserva. Donde se contiene la firma de este regidor, citado repetidamente como Don Josef Diego Madrazo Alcalde Hordinario, y Justicia Mayor en esta Villa de Nuestra Sennora de la Vega montes de Pas; Assesor Abogado de los Reales Consejos (VER DOCUMENTACIÓN ADJUNTA E IMÁGENES). Con ello podemos obtener los ocho apellidos que se precisaban para “probar nobleza” y que eran: Gómez, Azcona, Oria, Gomez, Diego, Madrazo, Diego-Madrazo. Todos ellos pasiegos y Monteros de Espinosa; pues, en lo que se refiere a los Azcona, sabemos que es el nombre común de esos que velaban el sueño de los reyes Felipe II y Felipe III. Por su parte, los Oria se documentan en Espinosa de los Monteros ya en el siglo XVI (como Monteros), creyéndose que son originarios del Pas -no vascos, como muchos opinan-. Tanto que el Padre de la Sota opina que es un apellido hispano romano de esta zona cántabra. Tal como recogen los estudios de J.J. Ruiz-Oria, que describe asimismo como en la parroquia de Santa Cecilia (de Espinosa); fue bautizado un hijo de Pedro Oria y María Azcona -el 19 de junio de 1581-, cuyos padrinos fueron un Montero de su majestad y la esposa de otro. Lo que lleva a pensar a J.J. Ruiz-Oria, que los Azcona y los Oria eran también guardias de Felipe II.
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Los mencionados apellidos, se repiten entre los que vemos en el canuto (Gómez, Oria, Azcona, Diego y Madrazo); haciéndonos ver que tanto los Gómez, como los restantes antepasados velaron las noches de los monarcas (al menos hasta el cambio de dinastía y la llegada de Felipe V). Por lo demás, parece seguro que este servicio de vigilancia nocturno realizado por los Monteros, debió asimismo crear lazos afectivos entre los reyes y quienes les guardaban el sueño. Todo lo que seguramente hizo que estos guardias buscasen amas de cría a las reinas. Proporcionando mujeres de gran confianza en pueblos cercanos a Espinosa y quizás entre sus familiares “venidos a menos”. Algo que explica perfectamente el extraño hecho de la amas pasiegas; nodrizas que comenzaron por alimentar a los príncipes y terminan por ser buscadas por toda la nobleza española. Procediendo del Valle del Pas aquellas amas de cría más importantes; lo que se ha justificado por la buena salud, que entonces gozaban las jóvenes pasiegas. Aunque en verdad habría que buscar más el motivo de esas ayas reales, en la confianza de las familias reinantes; quienes tenían plena tranquilidad al introducir en sus habitaciones y aposentos a gentes del Pas o de Espinosa. Pues desde el sigo XIII (al menos) venían cuidando de ellos esos Monteros; durante la noche y el día, sin conocerse traición ni problemas. Todo lo que indica la esencia de este carácter pasiego, que más parece “paciego” (de paz) y “palaciego”. Ya que procediendo de aquellas duras montañas, eran capaces de vivir en los aposentos del rey, cuidando de ellos en todas las circunstancias. Ganándose la confianza plena de muchos reyes; tanta como para poder escoger las nodrizas reales (que actuaban como la segunda madre de los monarcas).
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Finalmente y sobre el carácter de los pasiegos hay muchos rasgos que podemos ver aun entre los Gómez-Morán. No solo por ser noctámbulos, quizás debido a los cientos de años despiertos en las cámaras reales; sino también en su enorme memoria, que les ha llevado a hacerse notarios o jueces con cierta facilidad. Sobre esta enorme capacidad de retención de datos de los pasiegos habla en sus estudios repetidamente Javier Gómez Arroyo, mencionando al doctor Conde-Pelayo; esperantista, que hablaba varios idiomas y se licenció en diferentes carreras, con una enorme facilidad (entre ellas, la de médico). Siendo muy de destacar la memoria del cardenal Herrera Oria, que tras apenas año y medio de preparación, aprobó las oposiciones de Abogado del Estado -con la mejor nota, hasta ahora conocida-; aunque a los siete meses de ejercer la profesión, pidió la baja. Asimismo es común entre los pasiegos una enorme capacidad de adaptación, debido a la dificultad del medio; pues aquel Valle es tan duro, como cerrado y aislado. Todo lo contrario que sus habitantes, que son abiertos y muy amables; logrando con ese modo de ser abrirse comercio en lugares tan distintos como distantes -gracias a su inteligencia y simpatía-. Todo ello, unido a una gran capacidad intelectual; no solo les ha convertido en grandes profesionales, sino también personas muy polifacéticas. Siendo común que además de ejercer una profesión, a la vez sean negociantes, se ejerciten en las artes, escriban o tengan un oficio como afición. Aunque sobre todo es normal entre los pasiegos, que continúen estudiando y “experimentando” distintas profesiones a lo largo de toda su vida.
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JUNTO ESTAS LÍNEAS: Auto notarial del 1790 sobre el testamento de juan Cobo del Prado, firmada por Jose Diego Madrazo “Alcalde Hordinario, y Justicia Mayor en esta Villa de Nuestra Sennora de la Vega montes de Pas; Assesor Abogado de los Reales Consejos”. El acta está levantada y firmada por el notario Santiago Diego Madrazo. Ambos son en linea directa antepasados de Jose Gómez Morán-Lavandera (es decir, de los Gómez-Morán).










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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; las escuelas creadas en Vega de Pas por el doctor Enrique de Diego-Madrazo. Abajo, plaza de Vega de Pas; con la casa natal del marques del Valle de la Colina. Asimismo en este edificio nació el doctor de Diego-Madrazo -de los que a continuación hablamos-.




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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; el doctor de Diego-Madrazo en una operación quirúrgica. Abajo, Enrique de Diego-Madrazo junto a varios intelectuales de la época. Los estudios de este médico fueron tan innovadores que influyen hasta en la pastelería de la zona; creando hasta un método moderno de fabricar los sobaos pasiegos. Elaborados de forma muy diferente gracias a los nuevas recetas que la clínica de Diego-Madrazo recomendó (establecidas por la jefa de cocinas de esta institución) .







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Acerca de los pasiegos ilustres, hay en Youtube una divertida conferencia de Javier Gómez Arroyo (de la que abajo damos link); donde narra los pormenores de las personas que vivieron en Vega de Pas. Entre ellos hemos de destacar primeramente al marqués del Valle de la Colina; título que fue concedido a Diego Madrazo Escalera, quien emigró de escribano a México hacia 1670 y que allí fue creciendo económicamente, gracias varios y sucesivos negocios. Comerciando primero con harinas y empresas de transportes arrieros; para luego pasar a comprar ganado, vendiendo sus carnes y cueros, montando grandes tenerías en México. Más tarde logra exportar productos a España, enviando tabacos, llegando a organizar una pequeña banca, realizando préstamos y logrando la concesión de minas. Se casó con una riquísima viuda; tras lo que fue nombrado marqués del Valle de la Colina de Orizaba en 1690 y murió diecisiete años después, sin descendencia. Le sucedió uno de sus sobrinos (Antonio Madrazo Porras) que se trasladó desde Valle del Pas hasta México, para continuar allí el mayorazgo; pero al fallecer este también sin herederos, pasa el título a su hermano. Aunque años después llegaría el mayorazgo a otro de sus hermanos, ya que ninguno tuvo hijos. Así siguió finalmente una linea de sucesión, hasta que en 1826 se extinguen los títulos en México y es rehabilitado por una linea familiar española. Cuyo sucesor (José Madrazo-Escalera) en 1926 se encontraba en Gijón -probablemente asociado con los Gómez-Morán-, donde también muere sin descendencia directa.
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Otros muchos personajes destacan en el Valle del Pas, tal como podemos ver en la mencionada conferencia de Javier Gómez Arroyo; siendo quizás el más significante el Doctor Enrique de Diego-Madrazo, hijo de Manuel Diego-Madrazo y de Juana Azcona (sobrino de Santiago Gómez Azcona, el padre de José Gómez Morán-Lavandera). Que nace en 1850 y estudia medicina en España y Francia, llegando a trabajar con figuras como Pasteur; trasladándose luego a Alemania. A su regreso oposita en sanidad militar y en la cátedra de patología; obteniendo el número uno en ambos casos, pero debido a su ideología liberal no le conceden la cátedra, ni ingresa en el ejército. Decide entonces extender sus conocimientos médicos a través de canales no oficiales, creando una clínica propia en Santander, que fue declarada una de las mejores de Europa. Mantuvo una gran relación con los intelectuales de su época, siendo amigo de personajes como: Miguel de Unamuno, Benito Pérez Galdós, José Mª de Pereda, Augusto González Linares, Matilde de la Torre, Emilia Pardo Bazán, Nicolás Salmerón, Niceto Alcalá-Zamora, Indalecio Prieto, Giner de los Ríos, Hildegart Rodríguez, Santiago Ramón y Cajal, Marcelino Sanz de Sautuola y Marcelino Menéndez Pelayo. En 1884 inaguró su sanatorio en Vega de Pas y poco después crea las escuelas. Tristemente años después fue maltratado por la vida, cuando en 1934 pierde su sanatorio tras diversos procesos judiciales y posteriormente es encarcelado por sus ideas republicanas. Saliendo de prisión en 1941, con más de noventa años y ya ciego; muriendo poco después.
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Finalizaremos este extenso artículo, recordando que hay una DOCUMENTACIÓN ADJUNTA en una entrada tercera, donde quienes lo deseen pueden hallar referencias históricas y datos que en los que se basa el presente capítulo (compuesto por dos partes). Aunque antes de terminar deseo narrar una curiosa anécdota, referida a mi abuelo Luis Gómez-Morán. A quien -al parecer- mientras estaba de notario en Torrelavega, quisieron presentarle a un empresario, del que decían quizás era un primo lejano suyo. Se trataba de Francisco Gómez Cobo, que llegó a ser una de las mayores fortunas de Francia; con un capital de tal magnitud, que le concedieron la Legión de Honor. Pese a ello, dudando mi abuelo de que fuera un familiar, preguntó a algunos parientes lejanos de Santander quién era aquel al que querían presentarle (como cliente de la notaría). Con sorpresa aquellos amigos santanderinos le dijeron que se trataba del famoso “Haga Pan”; el hombre más rico del Cantábrico... . Era Francisco Gómez Cobo, que emigró a Francia como panadero y logró levantar las fábricas mayores harineras de aquel país; por lo que en Santander capital se le conocía como el “Haga Pan”... .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; portada del libro de Javier Gómez Arroyo, VEGA DE PAS, UNA CASA UNA HISTORIA (con dibujos de Aberto Quevedo). Recomendamos escuchar el video en Youtube sobre la presentación de este libro. Pulsar: https://www.youtube.com/watch?v=72UthZIH8x4


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ARRIBA: Javier Gómez Arroyo y Chiho (mi mujer); en la plaza de Vega de Pas. Al lado izquierdo, la casa natal del marqués del Valle de la Colina y del doctor de Diego-Madrazo.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado; casa de los Conde-Pelayo en vega de Pas. Abajo, antigua casa de la tesorería, hoy estanco.









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JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: 
Al lado; Casa de los Oria, en Vega de Pas. Fue edificada por el bisabuelo de Angel Herrera Oria (hacia 1800) y es la casa natal de este cardenal, cuya memoria se considera un caso superdotado. Pues -como dijimos-, aprobó en unos meses las oposiciones a Abogado del Estado con la nota más destacada hasta ahora conocida; aunque a los siete meses de ingresar en el cuerpo, dejó su plaza. Estas rarezas de los Oria parecen ser muy normales; ya que el bisabuelo del cardenal, tuvo veintiún hijos con su mujer y al enviudar también se metió a cura (cantando misa frente a sus veintiún vástagos). Fue este quien levanta sobre su solar, la casa que vemos en imagen. Por su parte, entre los de a familia pasiega Oria se encuentran en la misma época: Un famoso general y abogado (Tomás Oria y Ruiz de Oria), y su hermano Marcos, que fue también abogado y senador del reino. Habiendo sido curiosamente una de las Oria de Vega de Pas, la nodriza de Alfonso XII.  
Abajo, interior de la iglesia de Santa Ma. de Pas; donde fueron bautizados en el siglo XVIII muchos de los Gómez, antepasados de los Gómez-Morán (agradecemos a la parroquia nos permita divulgar la imagen del interior del templo).
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ESTE CAPÍTULO SE COMPONE DE TRES ENTRADAS:
-La primera parte, anterior a esta; a la que podemos llegar pulsando el enlace: 
http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2018/08/tierra-de-las-gentes-libres-parte_19.html
-La segunda parte; que es la que hemos leído.
-DOCUMENTACIÓN ADJUNTA; donde se recogen citas y documentos, página a la que accederemos pulsando: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com/2018/08/documentacion-adjunta-los-dos-capitulos.html

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