sábado, 2 de mayo de 2020

PROFESIÓN, VOCACIÓN O ILUSIÓN (recuerdos y reflexiones ante una gran crisis)

En estos terribles momentos que vive la Humanidad, donde un desconocido virus nos azota. Querría dedicar este capítulo a esos profesionales vocacionales, cuya ayuda y trabajo ha sido fundamental para salvar vidas y custodiar a la población. En especial a mi sobrina MARINA GÓMEZ-MORÁN QUINTANA; doctora en medicina, asistente del SUMMA (Madrid) y cuyas palabras en “Me gustaría compartir algo” recomiendo leer, pulsando: https://amyts.es/er349-con-firma-me-gustaria-compartir-algo/ . 
Donde veremos cómo tras luchar durante semanas contra el Coronavirus, finalmente cayó infectada por falta de protección y medios. Una carencia de recursos que ha llevado a decenas de miles de sanitarios a sufrir la enfermedad y a algunos hasta la muerte. Algo que es responsabilidad de todos; pues hemos construido una Sociedad que invierte en las más variadas inutilidades, ensalza a personajes sin valor ni cultura, y deja en segundo plano a los profesionales verdaderamente excepcionales y útiles. A quienes no se guarda el merecido respeto, ni se les facilitan los medios suficientes para que ejerzan su trabajo en condiciones óptimas. Mientras, se les exige el mayor sacrificio.
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Mi agradecimiento a todos los sanitarios (médicos, enfermeras y personal de hospitales); junto a los representantes de las fuerzas de seguridad del Estado (Guardia Civil, Policía y Ejército). Quienes arriesgando su propia salud -incluso sus vidas- han seguido en su labor, para curar y guardar a los demás. Esperando que el ejemplo de cuanto ellos han hecho durante estos días, sirva para cambiar los valores de la Sociedad; y que de ahora en adelante, aquellos capaces de salvar y cuidar a otros, pasen a ser los más importantes y las nuevas élites mundiales.
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ÍNDICE GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general, en el que se contienen los artículos de "Añoranzas, recuerdos y semblanzas". Para acceder al índice haga "clik" sobre esta linea: http://recuerdosyanoranzas.blogspot.com.es/2015/04/pulsar-sobre-las-lineas-de-enlace-hacer.html
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EL ARTÍCULO puede leerse enteramente o bien de forma resumida (siguendo las letras destacadas en rojo y la negrilla).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del día de nuestra boda, en junio de 1991; cuando contraje matrimonio con Chiho Onózuka. Al lado, mi suegro vestido de kimono chaquet, en el interior de la iglesia de Huméra (Madrid). Abajo; a la salida del templo, el padre de mi mujer junto a mi madre. Fue mi suegro el mayor amigo que tuve en la vida y una de las mejores personas que conocí. Solo comparable a su hija, en su inteligencia, bondad, educación y elegancia; comprendió que yo era un apasionado de la guitarra y la arqueología, respetando y admirando mi mundo interior. Entendió bien mi vocación, porque su ilusión era la Naturaleza, la montaña y el paisajismo; amando su trabajo como un niño sus sueños. Se dedicaba a construir jardines japoneses y admiraba a Dios como gran arquitecto de cordilleras, campos, ríos y mares. Con él aprendí lo que era la paciencia y el cariño -unido a ella-; tanto como el valor y belleza de aquello que la Humanidad nunca podrá crear: Los árboles, las rocas o el agua limpia de mares y arroyos. Al final del siguiente epígrafe, narro una de las primeras anécdotas que me ocurrieron con él, cuando le conocí y me comentó que no tenía profesión, sino vocación.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Varias imágenes de mis suegros, en los días que contrajeron matrimonio (año 1965). Al lado, Ichitaro Onózuka y su mujer, Toshiko Abe; escalando montañas en Japón. Más abajo, mi suegro Onózuka, subiendo un pico durante su juventud. 












En la foto inferior, mis suegros (I. Onózuka y T. Abe), en el día de su boda. Les encantaba la nieve y la montaña, por lo que decidieron casarse en una pista de esquí y celebrarlo tras bajar las laderas -ya convertidos en matrimonio-. Si una persona es vocacional -como ha sido mi caso-, es muy importante encontrar una familia que pueda entender lo que supone tener esa enorme ilusión por una profesión. Ya que sus más cercanos deberán comprender los avatares de aquel que es capaz de trabajar gratis, pasar años dedicado a lo que nadie valora y “perder el tiempo” perfeccionado hasta límites insospechados; en esa labor que apenas algunos entienden y apenas remuneran. Esta pasión por un trabajo o una dedicación, es algo que solo comprenderán aquellos que guarden una gran admiración y respeto por la cultura, la ciencia, el arte, la Naturaleza o el mundo espiritual. Porque los valores de dinero, la fama o el prestigio, son ajenos a los vocacionales; que eligieron una vida profesional unida a la ética, a sus sueños y a la misión que la vida marcó que debían seguir.
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1º) VOCACIÓN:
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Eran los años ochenta -hablamos de 1986- y quienes luego fueron mis suegros, vinieron a conocerme a Madrid. Su hija -que un lustro después aceptó ser mi mujer-, había estudiado en Estados Unidos y más tarde se había trasladado a esta capital del reino para aprender el español. Cuando la conocí, puedo afirmar que -pese a su juventud- ya hablaba muy bien nuestro idioma; tanto, que estaba contratada en la Organización Mundial de Turismo. Porque con solo veinte años, dominaba el inglés y el castellano perfectamente, además del japonés. Sus padres decidieron venir, al aparecer yo en la vida de aquella joven japonesa; que tenía casa cerca de la Castellana y trabajaba como funcionaria de Naciones Unidas. Por aquel entonces, mis suegros tendrían diez años menos de cuantos yo he vivido hasta hoy. Así que -con el paso del tiempo- entiendo bien esa visita a España, que debió ser una expedición por ver si su hija había topado con un ejemplar como el Yeti o Tarzán. Aunque al bajarse del avión pudieron ver que ni el primero ni el segundo era el que retenía en Europa a su primogénita; sino una mezcla de Sancho Panza con Don Quijote. Una figura cervantina, de las que tanto abundaban por entonces en nuestra Sociedad; donde los soñadores éramos mitad Sancho y mitad Quijano.
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Así fui yo, un ejemplo de idealista astuto, pero cateto; que deseaba cambiar las artes y hasta la Historia de nuestra Hispania, sin lograr apenas ganarme la vida. Estudiando música, arqueología, Historia o arte; sin maestro y de modo autodidacta. Escribiendo y componiendo a solas, queriendo transformar el mundo cultural de esta patria. Todo ello, lo hice sin saber que lo más importante en nuestro país era introducirse en un grupo o en una ideología; condición sin la cual el éxito estaba vetado. Siendo el ostracismo, el único destino de todo aquel que quisiera pensar a solas y formarse por sí mismo; sin desear pertenecer a un ala de poder o a un marco de ideas establecidas. Pero las opciones que nos daban eran casi todas tan decimonónicas como hegelianas; por cuanto se hacía imposible adherirse a alguna teoría política (ni menos filosófica). Pues, por entonces, nuestra España ya se encaminaba hacia el pensamiento único y hacia a degradación del arte; promoviéndose fundamentalmente las modernidades de “La Movida” y sus bobadas luminosas que cambiaron Ateneos por discotecas (algo muy comercial). Por su parte, los que se decían de Derechas, en los años ochenta aborrecían a los artistas e intelectuales; considerando que aquellos que se dedicaban a algo que no rindiera grandes beneficios, además de tontos serían pobres de por vida y desgraciados en su destino. Con un panorama así, uno no sabía donde meterse; siendo el mejor destino para todo aquel que reflexionase un poco, la clausura o el psiquiatra (lo último, por ver si cuanto le pasaba era cosa suya o de la gente que le rodeaba). Aunque finalmente se adivinaba que si España es cuna de genios, aún más era nido de mediocres; por lo que se prohibía pensar, bajo pena de ostracismo -sobre todo al que deseaba pertenecer al mundo de la cultura-.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, una foto genial del padre de mi mujer, vestido como “cófrade procesional”, en una de las fiestas de su ciudad. Abajo, mis suegros en casa de mis padres, durante aquella primera visita del año 1986. La fotografía no tiene mucha calidad, pues hace treinta y cinco años tan solo las cámaras profesionales podían dar una buena definición, en el interior.






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Pero volvamos a ese día en que los progenitores de mi mujer, llegaron en busca de su hija hasta esta preciosa tierra. Con ella fui recogerles al aeropuerto, suponiendo cómo sería el encuentro inicial; y no me equivoqué en su postura, pues nada más bajar del avión, la madre dijo en su idioma patrio y tono adusto:
-Esta es tonta, ahora no quiere volver a Japón, porque llora diciendo que aquí está Angel-.
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Fue la primera conversación en lengua nippóna que comprendí perfectamente... . Años antes, yo había visitado el país del Sol Naciente y sabía que “baka” era “tonta/o”; así que el resto lo acerté tan solo observando el gesto que hizo, simulando el llanto. Tras esas palabras, todo quedó en paz; porque a mi suegro le encantaba la idea de tener una hija en tierras tan lejanas, quizás para poderse escapar de su mujer en algunas ocasiones. Además, él había vivido durante su juventud en California, donde aprendió un poco de español; así que por entonces hablaba algunas frases, con las que podíamos comunicarnos -cuando ni llegué a pensar que iba a terminar hablando japonés (aunque solo fuera para discutir con mi suegra)-. Así fue como poco a poco los padres de mi novia fueron descubriendo nuestro país, del que muy pronto quedaron extasiados. Bastando una excursión a Segovia, para que sus corazones se vieran superados por la belleza; comprendiendo pronto por qué su hija quería pasar un largo tiempo conociendo y estudiando esta Península.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, mi mujer en los días que llegó a España para estudiar nuestro idioma (en 1985). Abajo, La Boca del Asno, un rincón de Valsaín (junto a la Granja) que le encantaba a mi suegro. A continuación hablamos del día en que lo descubrió.







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Aún recuerdo aquel primer viaje, donde yo conducía un Seat 127, con más kilómetros que el caballo de Atila y un curioso sonido a chatarra -lo que daba al viaje un toque y ritmo de maracas-. Llevaba con tal alegría y prudencia ese coche, que todos entendían cómo yo era enormemente feliz al volante, pese a que este fuera de baquelita -un material que parecía del pleistoceno a los japoneses-. Encantado de recorrer mi España y para disfrutar más de la Naturaleza, cruzamos desde El Escorial a Navacerrada. Tan solo llevábamos quince minutos de trayecto y mientras hablábamos de arquitectura herreriana o de las bellezas escurialenses, apareció a nuestro lado el pinar rojo que puebla Guadarrama, dejando boquiabiertos a mis suegros. Comencé a narrarles que los orígenes de ese bosque centenario, parece que estuvo en los soldados regresados de los Tercios de Flandes. Pero no hizo falta hablar más, ya que se bajaron del coche para pasear entre esos árboles, como el que visita un museo natural. Al regresar y seguir camino, pronto llegamos a un lugar llamado La Boca del Asno (en Valsaín), poco antes de entrar en La Granja. Encontrando allí los padres de mi mujer, un paisaje y paraje típicamente japonés. Cuando además supieron que ese precioso desfiladero estaba surcando por el Eresma; el río del que proceden las aguas con que destilan el Whisky DYC. Afirmaron que esa zona era un paraíso terrenal... . Continuamos, y apenas diez minutos después la siguiente parada fue en La Granja; con sus jardines centenarios, que guardan árboles de museo botánico (coetáneos a Carlos III) y con un diseño solo comparable al de Versalles. Finalmente, llegamos a Segovia -tras otros diez minutos en coche-; donde solo la visión de su acueducto provoca espasmos a todo aquel que tenga un poco de sensibilidad arquitectónica. La visita al alcázar y al casco antiguo de esta ciudad, junto a la degustación de sus manjares -bien regados por los Ribera del Duero- confirmaron mi éxito. Pues desde ese momento, a los padres de mi novia no les extrañaba que ella quisiera vivir en España.
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Fue así como logré convencer a mis suegros, que nuestro país era el mejor lugar para que su hija se formarse culturalmente. Del mismo modo, gracias a la belleza y monumentos de Castilla, Andalucía, Extremadura o La Mancha (entre otros); conseguí seducir a quien luego fue mi mujer. Que en verdad se vio obligada a quedarse en estas tierras, porque no podía negarse a su magia. Bastando proponer la visita a un museo, a una ciudad histórica o a un yacimiento desconocido; para que se acabase cualquier enfado entre nosotros. Con eso, quedaban solucionados todos los problemas. En cuanto ella sabía que el próximo fin de semana íbamos a conocer un nuevo pueblo, o una ruta de castillos y monasterios; comenzaba a leer y a estudiar perfectamente el itinerario -aprendiendo hasta el último rincón o detalle de aquel destino de visita-. Siendo prodigioso el modo en que lograba localizar todos los puntos de interés; durante una época en que solían ser desconocidos o estar cerrados, y cuando apenas había buenos mapas (ni guías monumentales que los recogieran).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes más de La Boca del Asno -en Valsaín-; un lugar que le encantaba a mi suegro. Consideraba que se parecía a un jardín japonés. Además, estaba en uno de los pinares más interesantes del España (plantado por los Tercios de Flandes); al lado de uno de los jardines más bellos de Europa (La Granja) y junto a una de las ciudades más monumentales de Mundo (Segovia). Para “colmo”, de sus aguas se obtenía el Whisky DYC; todo lo que convertía aquella Boca del Asno en un paraíso Terrenal.



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Varias fueron las veces que se acercaron los padres de mi mujer, a vernos desde Japón; aunque por aquel entonces el viaje era más largo y costoso (hablamos de casi de veinte horas de avión, con escalas). En muchos casos, les recogíamos en el aeropuerto por mañana; para comer en Toledo, en Ávila o en Trujillo. Ya que disfrutaban del país tanto como de sus cielos y gastronomía, sin necesitar siquiera descansar del largo vuelo. En alguna ocasión, llegaba solo mi suegro; del que recuerdo, me regaló una pequeña cámara de video, hace unos treinta y cinco años. Por entonces un tesoro tecnológico, con el que pude grabar cientos de horas, recogiendo imágenes de pueblos y campos. Filmando toda belleza o rareza cultural que encontré, en los más de doscientos mil kilómetros que recorrimos por España, durante casi un lustro (antes de casarnos y vivir en Japón). Siempre recordaré aquellos viajes buscando monumentos y parajes; en los que íbamos con la intención de conocer yacimientos milenarios, pero en el camino aparecían pueblos maravillosos, castillos de ensueño y monasterios misteriosos. Era todo bello en esa España desconocida, donde cualquier manifestación cultural y arquitectónica -antigua, sacra o popular-; componía una joya monumental, sobre la que se aprendía Historia y arte, como si leyeras centenares de libros. Este fue el modo en que los dos descubrimos y estudiamos plenamente nuestras tierras; cargados de ilusión y juventud. Conociendo tanto mi mujer sobre ellas, que los lugareños se asustaban, porque era famosa entre algunos pastores y agricultores; debido a que continuadamente les preguntaba el camino hacia castillos o iglesias.
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Fueron innumerables los viajes de estudio; recopilando información y fotos, con el fin de promocionar culturalmente nuestro país en Japón. Siendo nuestra intención dar allí ciclos de conferencias y crear un club de aficionados a España, con el fin de trazar rutas hacia lugares desconocidos. Miles eran las imágenes tomadas -en video o fotográficas-; aunque todas aquellas ilusiones y su documentación se truncaron pocos años más tarde. Un 24 de junio, cuando una tormenta provocó la rotura de un colector en Madrid; generando una tremenda inundación. Ese día -que nunca podré olvidar- amaneció nuestra biblioteca con más de un metro de agua; debido a que estaba guardada en el sótano de una casa en Pozuelo. Allí, no solo se perdieron la mayoría de fotos, nuestros libros y parte de lo grabado en video. Sino que también pereció todo cuanto hasta el momento yo había escrito o compuesto y estaba sin publicar. Años de trabajo convertidos en papel mojado; que nos hizo comenzar desde cero.
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Pese a ello, nunca se nos olvidó todo lo aprendido en esos cinco años de investigación; pero principalmente guardamos un maravilloso recuerdo de aquellos viajes que hicimos en nuestra juventud. En numerosos casos, acompañando a japoneses; incluso uno, con toda la familia de mi mujer, para celebrar nuestra boda. Son muchas las conversaciones que vienen a mi memoria de esa etapa en la que no hablaba japonés y tenían que traducirme; por lo que el contacto con ellos era diferente (he de decir que más feliz, pues era imposible “chocar”). Especialmente recuerdo aquellas que mantuve con mi suegro; que aprendió a hablar bien español -mucho antes que yo su idoma-. Entre todas ellas, nunca olvidaré lo que me dijo mientras proyectaba un jardín japonés en Alcalá de Henares; en un momento en que pregunté por qué le gustaba tanto su trabajo. A lo que él me contestó:
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- ¡Yo no tengo profesión, tengo boquerón!.-
Ante esa frase, que yo no entendía; repliqué ¿qué era eso de “tener boquerón”?. Respondiendo mi suegro:
- ¡Boquerón!... . No profesión; hay que tener mucho boquerón.-
Al momento, se acercó mi mujer por detrás y me dijo; apuntando lo que hablábamos:
- ¡Vocación!... . Angel que no te enteras. Te está diciendo que se necesita mucha vocación, no solo profesión.-
Cuánta razón tenía mi suegro; pues la ilusión del trabajo y en la vida, era solo eso: “Tener mucho boquerón”.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del templo y cementerio de Gakurinja, en Tsukíono, Gunma (Japón). En este precioso lugar están los restos del mejor amigo que tuve en la vida: Mi suegro. Quien falleció en abril de 2004, a los sesenta y cinco años. Era paisajista; su pasión fueron los árboles y diseñar jardines. Su enorme vocación y la confianza que tenía en la Naturaleza, tristemente le llevó a sufrir un accidente. Muriendo al caer un árbol sobre él, cuando preparaba un terreno para convertirlo en jardín.






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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes más del templo de Gakurinja en Tsukíono, donde se encuentra la tumba de mi suegro, en espera de que nos reunamos con él. Este jardín no fue diseñado por él; pero muy cerca (en Kawaba) hay templos con “paisajes” hechos por mi suegro y uno de sus discípulos: El Sr. Abe (Sumio), hermano menor de mi suegra, que aprendió el arte del paisajismo junto a su cuñado.




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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes más del mismo templo-cementerio Gakurinja; en este caso la subida a la zona de tumbas, donde se encuentran los restos de mi suegro.









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JUNTO Y BAJO ESTAS IMÁGENES: Al lado, linterna ceremonial para difuntos donada al templo de Gakurinja por mis suegros. Fotografía de monseñor Suzuky Osho, bonzo supremo.
ABAJO: Fotografía oficial del templo de Gakurinja, enviada por su bonzo superior,  Suzuki Osho -Sama- al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes. Monseñor Suzuki, nos ha enviado con enorme gratitud varias fotografías de el templo que regenta, anotando que en desde 1515 no se había escrito un texto en español sobre este recinto sagrado de Tsukíono (Gunma). Sito en uno de los lugares más bellos de las montañas japonesas, a poca distancia de la estación de Sinkansen (tren AVE japonés), es un lugar emblemático para visitar. 
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JUNTO Y BAJO ESTAS IMÁGENES: Al lado, dos fotografías más de una de las linternas rituales (torou) donadas por mis suegros; imágenes cedidas y tomadas por Monseñor Suzuki Osho. Al que agradecemos nos las haya hecho llegar. ABAJO: Cartel conmemorativo donde se menciona que la linterna fue regalada al templo por la familia de mi mujer.








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B) VOCACIÓN Y DESILUSIÓN:
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B-1): Docencia o enseñanza de loros:
Desde niño recibí una lección continua y continuada, recitada como una cantinela casi a diario; con la que se me repetía y advertía, que en la vida había que ser “un profesional”. No existía otra salida, ni solución; pues un hijo de un profesional liberal, debía ser “un profesional”. Aquella monserga no era tanto un recitativo repetido por mis padres; pero se convirtió en una milonga continuada de gente que me rodeaba. Que en cuanto veían un suspenso en mis notas del colegio, se echaban las manos a la cabeza (como si se hubiera atracado el Banco de España). En verdad, nunca fui mal estudiante; y mi primer suspenso lo tuve en la asignatura de Religión -con unos doce años-. Principalmente por no escribir en el examen lo que el cura explicaba y exponer lo leído en un libro que me habían regalado -llamado La Biblia para Niños; un manga sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, que me encantaba-. El sacerdote examinador, que era muy aficionado a las aguas del Eresma embotelladas; me tomó manía y me suspendió varios meses. Al menos hasta que dejé de escribir y añadir ideas religiosas, ajenas a las que él nos enseñaba.
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Sea como fuere, mi afición por las religiones, los cultos y la mitología antigua, nunca cesó. Seguí estudiándolas, aunque ello me costó los primeros suspensos. Además, aquellos “disgustos” iniciales me enseñaron que el examinador no había admitido lo que yo expuse, porque yo expresaba un punto de vista diferente al suyo (pese a que mis ideas estaban perfectamente admitidas, ya que procedían de un libro editado por la Conferencia Episcopal). Estos suspensos fueron una gran experiencia y despertó aún más mi interés por las religiones; al ver que no se podía escribir algo distinto a lo que un sacerdote manifestaba -aunque eso lo hubiera dicho otro cura de mayor rango- . Con el tiempo comprendí que no se trataba de un problema del sacerdocio; era un mal general entre docentes. Así volví a suspender muchas otras veces, por no comportarme como un loro; al no repetir íntegramente aquello que se explicaba en las clases. Siendo criticado o cateado, por casi todos los profesores cuando añadía en los exámenes y trabajos, ideas ajenas a las que ellos enseñaban -aunque fueran teorías generalmente reconocidas y admitidas-. Lo que muestra y demuestra que el pensamiento único es un mal hispano, que se inicia en la educación primaria, pasa a la superior; y más tarde, inunda el mundo de la política.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes mías, saltando en la cama elástica, con once años (1972). Al lado, mortal y medio encogido (voltereta y media en C). Abajo, llegada de un mortal hacia atrás en plancha, con tirabuzón (voltereta en A hacia atrás, con giro completo) Las fotografías no son muy buenas porque hace casi cincuenta años, las cámaras normales no lograban captar secuencias a alta velocidad.








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B-2): Milagro tras una desgracia:
Pero pasemos a hablar de buenos profesores; que fueron la mayoría durante mi estancia en el colegio. Entre ellos, destacó como guía y paciente asesor, el que tuve de gimnasia durante la EGB. Se llamaba Fernando Bacher Buendía y fue una persona excepcional. Vio en mí, condiciones para hacerme un deportista de élite y tras hablar con mis padres, consiguió introducirme en el mundo de la alta competición. Era D. Fernando una buena persona, que impartía clases de Educación Física, mientras estudiaba medicina deportiva; y en su juventud fue numerosas veces campeón Nacional de gimnasia. Por entonces yo tenía unos diez años y mis padres me habían comprado una “cama elástica”; porque en mi primera infancia sufrí una enfermedad pulmonar muy grave. Ante estas duras crisis de asma, que se manifestaban con frecuencia impidiéndome respirar; los especialistas no sabían muy bien qué hacer (hablamos de hace casi medio siglo...). Mi tío Luis -como médico- aconsejó que yo hiciera deporte al aire libre, para aumentar mi capacidad pulmonar; aunque sin tener contacto con otros niños (evitando contagios, por si se trataba de un virus). El mejor ejercicio consideraron era la “cama elástica”, en cuyos saltos se necesitaba mover brazos y ejercitar el tórax; por lo que me obligaron a estar diariamente al menos un par de horas sobre esta lona con muelles. Aquella práctica continuada, fue curándome el asma y a los diez años apenas sufría ya crisis respiratorias. Además, había aprendido de forma autodidacta a realizar todo tipo de saltos, algo que llamó enormemente la atención del profesor de gimnasia que entonces teníamos en el colegio.
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Fue así como apareció Fernando Bacher en casa de mis padres, para pedirles que me federasen en el equipo Español de salto de Trampolín (CANOE N.C.) y me llevasen a entrenar. Mis padres no daban crédito; pues en tres años, la “cama elástica” me había convertido de niño enfermo en futuro deportista, lo que para ellos era un milagro. Tras la decisión de federarme, mi jornada comenzó a ser bastante dura, porque terminaba el colegio después de las cinco y debía atravesar todo Madrid; para entrar en piscina y gimnasio, donde permanecía entrenando hasta la nueve. De este modo diariamente tenía unas diez horas de trabajo; saliendo de casa a las ocho de la mañana y regresando del CANOE después de las diez de la noche... . A ello, había que sumarle deberes y horas de estudio; lo que suponía un esfuerzo sobrehumano (principalmente en días de exámenes o de alta competición). Además, por aquel entonces, ningún docente de asignaturas "serias" entendía que se pidiera permiso para practicar deporte o que se intentase aplazar la entrega de un trabajo; argumentando que debía preparar los campeonatos regionales y nacionales. Pese a todo, durante cuatro años estuve entre los tres primeros de España y además logré seguir siendo un buen estudiante. Todo ello hasta que llegó el desastre; al pasar con catorce años al BUP (bachiller) y depender de un nuevo profesor de gimnasia en el colegio.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Otras dos imágenes saltando en la cama elástica; en este caso en 1973 y cuando yo tenía doce años. Al lado, llegada de un doble mortal encogido (voltereta doble en C). Abajo, en mitad de un mortal hacia atrás en plancha, con tirabuzón (voltereta hacia atrás, en A; con giro completo). Debido al peso y tamaño del deportista; a la edad de doce años, la altura de salto regular que se alcanza es de unos tres metros (desde la lona). Aunque a partir de los trece-catorce, al pesar unos cincuenta kilos y medir ya un metro sesenta; se realizan las figuras entorno a los cuatro metros de altura. Después, en la categoría “senior” se sube entre seis y ocho metros, logrando “tirar” a esa altura las “figuras”. Para los interesados en verme en el NODO (reportaje informativo nacional), pueden pulsar el siguiente enlace. Una vez dentro, hay que volver a pulsar en pantalla sobre CAMA ELÁSTICA (en este caso soy el tercero que aparece en escena).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Una imagen y una serie de saltos que guardo en una hoja de album fotográfico; son también de 1973, a mis doce años. Al lado, doble mortal hacia atrás encogido (voltereta doble en C, hacia atrás). Abajo, diferentes secuencias de saltos.
Para los interesados en verme en otro reportaje de la época (informativo nacional, Telediario), pueden pulsar el siguiente enlace. Uno de los que sale compitiendo con pantalón blanco y camiseta oscura, soy yo:

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B-3): Desgracia tras un milagro:
El nuevo profesor de educación física que teníamos en BUP era completamente distinto y se llevaba muy mal con el anterior (Don Fernando). En verdad, aquel otro que impartía clases en BUP, era un salvaje al que le encantaba atemorizar niños, dar bofetadas y aplicar castigos -que hoy en día le hubieran llevado ante un juez-. Por ello, ser “el preferido” de Fernando Bacher, me puso en su punto de mira. Así, el nuevo docente de Educación Física argumentaba que no le gustaba el deporte que yo practicaba, afirmando públicamente que era “de nenas”. Como él había sido luchador de grecorromana, ridiculizaba el uniforme blanco y entallado de saltador; incitando a burlarse de mí a mis pobres compañeros -que se veían en la obligación de sonreír con estas idioteces (so pena que les cogiera a ellos también manía)-. Además, me obligaba a hacer todo lo que yo no lograba conseguir; incluso ejercicios prohibidos para la disciplina de salto (esfuerzos que perjudicaban la elasticidad y agarrotaban los músculos). El resultado final fue, que mientras yo participaba en los campeonatos de España llevándome medallas; en el colegio me suspendían la Educación Física. Todo lo que tristemente contaba para el expediente; restando puntos al total de notas obtenidas. Así, llegó el día en que me aburrí de dar explicaciones y aguantar a aquel señor que se decía profesor de gimnasia; decidiendo dejar de entrenar en cama elástica.
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Cansado de ir y venir hasta el CANOE y de recibir a cambio burlas y suspensos, paulatinamente abandone el salto, para finalmente darme de baja como federado. En mi casa nadie se pudo explicar por qué dejaba de competir y entrenar; yo tan solo argumenté que tenía que estudiar. Jamás se me ocurrió decir la verdad, porque aquel profesor era el jefe de disciplina del colegio y daba tortas a doquier, imponiendo unos castigos terribles. Así que por mi integridad física, callé los motivos que me llevaron a no volver por los entrenamientos, hastiado del deporte. Sobre todo, porque ese salvaje llevaba años intentando darme una bofetada, sin lograrlo (ya que mi comportamiento era ejemplar). Tanto fue así, que para pegarme, un día hizo ver que me confundía con otro alumno de mi clase. De ese modo y al grito de -“Pereda, eres un imbécil”-, me soltó un sopapo que pareció como si me cerrasen una puerta sobre la cara. Cuando le dije que yo no era Pereda; me dio otra torta, replicando: -“Esta otra, por listo y dile a Pereda que venga a por lo que es suyo”-. Cuando fui a contar eso al tal Pereda; al pobre le daban tembleques y vómitos, por lo que estuvo semanas escondiéndose de ese peculiar profesor de gimnasia. Así que gracias a este cafre, se me acabó la ilusión de entrenar y se terminó mi vocación de deportista. En este caso, pronto pude darme cuenta de cómo en España ser distinto y además destacar; estaba penado con la risa de los ignorantes y la burla de los cabestros. Además, si el cabestro te tocaba como un superior; podía hacerte la vida muy amarga... .
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, mi tío Luis Gómez-Morán llevando al altar a mi madre, el día de su boda; el 2 de julio de 1952 en la iglesia de Santa Bárbara -Madrid-. Mi abuelo paterno había fallecido y Luis era el mayor de los hermanos, por lo que actuó de padrino con mi padre (al que vemos asomar la cabeza detrás en segundo plano). Era un gran médico, muy vocacional y con enorme cariño hacia los niños. Especialista en otorrino-laringología, fue el que me atendía en los ataques de asma. Crisis que viví más de una vez al mes, hasta los siete años y en las que necesitaba recibir oxígeno e incluso ingresar en hospitales. Tras miles de pruebas sin concluir la procedencia de esa enfermedad, él consideró que quizás lo mejor era que yo hiciera mucho deporte al aire libre, para desarrollar los pulmones y tomar defensas (aconsejando la cama elástica, por su ejercicio de gran esfuerzo en el torax). A mis siete años compraron esa cama elástica -que entonces llamaban trampolín- y comencé a a saltar sobre ella varias horas al día. En tan solo tres años, había superado la enfermedad; además, poco después, logré competir en los campeonatos regionales y nacionales. Todo un milagro, nacido del buen consejo de un médico (que se negaba a que me suministrasen más medicación).
Abajo, otra foto de un salto mío, con doce años. Estoy “llegando” de un “mortal en plancha” (voltereta en A) y me encuentro a unos tres metros de altura (desde la lona).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Varias imágenes de saltos míos en el año 1974, con trece años. Vestido ya con traje de competición, las figuras son: Al lado, salida de un mortal y medio en carpa (voltereta en B); abajo una serie de saltos entre los que se distinguen mortales dobles con tirabuzón, En la foto de arriba (en traje de baño) un curioso salto llamado “clavo” (consistente en simular que se cae de cabeza contra la lona).
Para los interesados en verme en el NODO (reportaje informativo nacional), pueden pulsar el siguiente enlace; una vez dentro, volver a pulsar sobre CAMA ELÁSTICA (soy el tercero que aparece en escena).


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C) ILUSIÓN Y VOCACIÓN:
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C-1) Vocación por hacer sufrir:
En el epígrafe anterior hemos visto como un buen profesor puede serlo todo para un niño, mientras que uno pésimo, es de las peores cosas que le pueden ocurrir a un menor. Quizás tan solo comparable a unos malos padres... . La única diferencia es que la familia es para siempre y del docente uno escapa, cuando logra salir del colegio o de la universidad. Por todo lo antes narrado, yo me atrevería a afirmar que no hay mal alumno, sino mal profesor; parafraseando aquello que nos decían las chicas durante la juventud, quejándose de que “no había mujer `fría´, sino hombres inexpertos”... . Sea como fuere, aquel de gimnasia del que hablo, era el jefe de disciplina y el terror de mi colegio; convirtiéndose en el horror de miles de niños durante años. Mi hermano, que el pobre no era muy aficionado al deporte, vomitaba solo al pensar que empezaba su clase (de las que tenía tres a la semana). Él y sus compañeros, todos grandes estudiantes; sufrían crisis no queriendo ir al colegio, en los días que había “gimnasia”. Años después, cuando algunos de los amigos de mi hermano eran catedráticos, notarios y grandes profesionales; recordaban con horror aquel profesor, afirmando que era una de las cosas más terribles que habían pasado en su vida (calificando la Mili como un juego de niños, al lado de lo vivido en su infancia junto a este individuo). Decían que en sus calses sufrían continuas taquicardias por lo que les obligaba hacer; sabiéndose que hubo todo tipo de dislocaciones, luxaciones y hasta roturas de huesos por su culpa. Desconociéndose si se habían producido por el ejercicio exigido a los niños o porque este profesor tenía como costumbre retorcer brazos y piernas a los alumnos (a modo de gracieta).
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Yo recuerdo con horror una de las costumbres más crueles que realizaba durante sus horas de docencia; consistente en meter dentro de un plimton (o plinto) de salto, a los que no lo hacían bien o le caían mal. Tras ello, cerraba el cajón y se sentaba encima, con sus más de cien kilos y su oronda barriga en un metro sesenta de estatura. Con ese enorme trasero sobre ellos, golpeaba con los talones continuamente el plinto, para hacer ruido y asustar a los “confinados” en su interior... . Allí, en ese habitáculo y sin apenas aire, permanecían las criaturas durante el resto de la clase; por cuanto el que entraba al principio, llegaba pasar casi una hora. Si alguno de los encerrados lloraba o se quejaba; el profesor levantaba asiento y la cajonera, soltaba una torta a todos y volvía a cerrarlo (ninguno se atrevía a rechistar más). Al final, se abría aquella cárcel vietnamita, saliendo los chicos del interior con la cara descompuesta y con verdaderos síntomas de asfixia; pero nadie podía quejarse. Tan solo después de cambiarnos en el vestuario, muchos de los encerrados en el “plinto”, se derrumbaban; manifestando sentir taquicardias y crisis de ansiedad relacionadas con la claustrofobia. Puedo asegurar que algunos de esos niños volvían con verdadero pánico a las clases de gimnasia. Siendo yo uno de los que más horror tenía por verme así encerrado; al ser asmático, con claustrofobia, temiendo sufrir una crisis respiratoria dentro del plinto, sin salir vivo de allí. Por suerte, ese “in-docente” (que no docente) nunca me metió en el referido cajón, bajo su trasero.
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Entonces conocí por primera vez lo que era un psicópata; cuyo fin es hacer la vida imposible a cuantos le rodean, con la mayor crueldad y el orgullo de sentirse poderosos, dañando a quien no puede defenderse. Sin duda alguna, los psicópatas son el origen del mal del mundo; por ello, cuando mi hermano oía el nombre de aquel profesor, era como si escuchase mentar a Santanás a Belcebú y a Lucifer -todos en uno-. Por su parte, mi hermana pequeña también le odiaba, pues era el jefe de disciplina del colegio y sin apenas conocerla; la llegó a arrastrar varios metros cogida del pelo, para luego darle bofetadas, argumentando haberla pillado con un cigarrillo. Aunque fumar y fumar era lo que hacían todos los chavales, para llevarle la contraria; pues al que veía con un pitillo le aplicaba castigos durísimos. Por lo que todos los adolescentes, alardeaban de su valor, tabaco en mano; para hacer lo contrario que ese bestia mandaba. Tal era el rechazo que tenían los alumnos al jefe de disciplina, que se puso de moda fumar; y tristemente mis hermanos empezaron jovencísimos con esa mala costumbre. Después, no pudieron dejarlo, porque se habían iniciado en la nicotina durante la primera adolescencia. Tampoco hicieron deporte, porque odiaban al profesor de gimnasia. Una de ellas, murió de cáncer de pulmón con cincuenta y seis años y mi hermano, de un infarto cerebral a los cincuenta. Yo pienso que -en parte- sus enfermedades procedieron del rechazo al gimnasio y de la idealización del tabaco, heredada desde su infancia. Tanto es así, que mi hermano jamás hizo deporte, ni se quitó del tabaco; y en lo que se refiere a mi hermana, solo comenzó a cuidarse cuando le diagnosticaron el cáncer (a los cuarenta y tres años).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, un “plinto” exactamente igual a los que usaba este profesor de gimnasia de mi colegio, para encerrar en su interior a chicos; luego se sentaba encima y batía sus piernas sobre la madera, para hacer ruido y asustar al de dentro. He llegado a ver niños allí metidos, durante todo lo que duraba una clase; debiendo mantenerse una hora en cuclillas o de rodillas. Los pobrecillos salían con síntomas de asfixia y con cara de horror; aunque nadie se atrevía a protestar mientras estaba en el “plinto”, porque de oír llantos o quejas, el profesor lo abría, soltaba una torta a cada uno de los que allí estaban y lo volvía a cerrarlo. Jamás hubo un expediente o una queja firme contra este docente; entre otras cosas porque era el jefe de disciplina del colegio... .
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Al lado: Mi hermano Mario en Alemania, con unos diez años y junto a su amigo Bernhard. Van vestidos de majos valencianos y debía tratarse de una conmemoración de las Fallas, en la ciudad de Munich. Mi hermano mayor era un niño muy culto y estudioso, sacaba sobresaliente en casi todo menos en gimnasia, donde siempre le suspendía el profesor del que hablamos. Le tocó como docente de Educación Física desde niño y tenía que venir casi todos los veranos, a examinarse en Septiembre de esta asignatura. En el resto llegaba a obtener matrículas de honor; por lo que el profesor disfrutaba suspendiéndole cada año y obligándole regresar de las vacaciones. Cuando mi hermano supo que a mí también me suspendía; mientras yo era el primero de España en una especialidad deportiva, quiso ir al colegio a presentar una queja. Yo le paré los pies, porque de lo contrario me veía dentro del “plinto” en todas las clases de gimnasia... .
Abajo: Mi hermano con unos doce años en Giengen (Alemania); en casa de Walter Schmid y pintando a su hijo Bernhard. Veraneábamos muchos años en casa de los Sres. Schmid, para aprender alemán. Allí tuvo gran éxito mi hermano con los pinceles, pues era un magnifico artista. También fue un hombre de gran cultura, que tras estudiar arquitectura fundó en Madrid la primera academia para cursar la carrera de anticuarios (oficialmente homologada). Sus recuerdos de las clases de gimnasia en el colegio eran tremendos y en sus reuniones con antiguos alumnos, hablaban de ellas con horror. Era bastante más mayor que yo, y a veces sus compañeros me preguntaban si aquel profesor seguía haciendo las mismas cosas. Algunas, las tenían en la memoria como verdaderas torturas; sobre todo la forma de obligarles a subir el palo. Método que consistía en tomar una larga vara con una fina punta de metal, para ir pinchando en el trasero al niño que dejaba de trepar. Al final todos subían, pero muchos de ellos perdían la fuerza cuando se encontraban a cuatro o cinco metros del suelo; se resbalaban, soltaban el palo y caían a plomo. Debiendo reírse el accidentado y todos los compañeros, para complacer al referido docente... .
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Recuerdo un día que fue mi padre una reunión de progenitores en el colegio y extrañado por mis suspensos en Educacción Física, se acercó al profesor, para preguntar si yo me portaba mal o es que no le gustaba mi forma de hacer deporte. A lo que el referido “indocente” contestó:
- Su hijo es un maula. Se le pone a correr un par de kilómetros y a veces rebuzna, tosiendo como un pollino; todo para no seguir esforzándose...-.
Ante aquello, mi padre con gran preocupación, le dijo que yo había sido asmático de niño y que tuviera cuidado, porque los médicos no recomendaban que hiciera grandes esfuerzos pulmonares. El profesor se calló, pero al día siguiente me llamó al comenzar su clase y me dijo:
-¿Así que tú puedes saltar en cama elástica, pero no puedes correr...?. Vamos a verlo....-.
Me hizo estar dando vueltas a toda velocidad alrededor del gimnasio, durante la hora de clase; al final afirmó:
-¡Ves cómo cuando te lo mando yo, no rebuznas!-.
Yo contesté que no eran rebuznos, que podían ser avisos asmáticos; ante lo que concluyó:
-Pues el próximo día, a dar otra vez vueltas corriendo; así hasta que se te quite la tontería-.
Nada dije a mi padre de esto; porque sabía que si se elevaba una protesta al director (que tenía plena confianza en aquel jefe de disciplina); el último y único perjudicado iba a ser yo.
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C-2) Vocación por ilusionar y enseñar:
Nos llamaría la atención conocer que hay muchísimas personas a las que no les hace feliz su propio bien y solo les alegra el mal ajeno. Necesitando para sentirse plenos y exitosos, hacer daño o ver que a otros les va fatal. Son los que clínicamente se denominan psicópatas; cuya incidencia dicen que roza el 3% de la población y entre los que se encuentran en su cumbre, asesinos o criminales más dañinos. Pese a todo, es mucho más llamativo que un tercio de la humanidad sea capaz de ayudar a los demás; aunque ello les reporte daños o perjuicios. Estos son lo opuesto al maligno psicópata. Además, entre los dispuestos a proteger al prójimo sin recibir nada a cambio; se halla un alto porcentaje capaz de salvar a cualquier semejante, incluso arriesgando su propia vida. Misioneros, bomberos, unidades de rescate, sanitarios, Guardia Civil, militares y policías, son algunos de esos idealistas. Aunque últimamente se han visto obligados a destacar entre todos: los médicos, enfermeros y trabajadores de hospitales. Ellos representan al bien en su más pura esencia.
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Cuando un niño tiene como profesor a un representante del bien, nunca lo olvida. Sabe perfectamente que ante él se encuentra un ángel de la guarda, que le va a guiar en la vida. Fuera cual fuese la asignatura, si es la paciencia y el amor hacia esa disciplina lo que le enseñan; el que recibe lecciones, las tomará como un bálsamo para subsistir. Porque -en definitiva- los adultos somos todos exiliados de la infancia y aquello que aprendimos de niños, pertenece al mundo de “Las Ideas”. Actuando como las sombras platónicas, que reflejan una vida anterior; provocando recuerdos y sensaciones, de las que procede gran parte de nuestra la felicidad. Así pues, a un magnífico docente siempre se le llamó “Maestro”; título que tan solo se daba a los grandes artistas (principalmente a los toreros). Porque los verdaderos maestros inculcan en el hipotálamo infantil, el bien en su mejor sentido; abduciendo en la persona la ilusión por vivir y por conocer el Mundo, basada en los principios de: Pensar, estudiar, trabajar y crear.
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He de reconocer que mientras estuve en el colegio tuve magníficos profesores; aunque no puedo decir lo mismo de la Universidad pública -dónde vi más un centro de formación política, que de estudio-. Pero en mi vida, tan solo tuve dos maestros. El primero ya lo he mencionado y fue mi profesor de gimnasia hasta los trece años; que me llevó a la alta competición. El segundo sería Jose María Posadas, que nos enseñaba guitarra, viniendo a casa de mis padres una o dos veces por semana. No era fácil su labor, porque estábamos llenos de clases impartidas por profesores particulares, tras salir del colegio. Pese a todo, cuando llegaba la de guitarra, era toda una alegría. No solo porque el maestro Posadas era capaz de enseñar a la familia entera, sino por su paciencia  infinita y absoluta. Yo tocaba ese instrumento desde los cinco años, pero lo tomé como nueva vocación cuando dejé el deporte de competición (a los quince). De ese modo, el tiempo que dedicaba a la cama elástica, lo trasladé a la guitarra; pudiendo practicar unas tres horas diarias y alguna más los fines de semana. Lo mejor fue que como ya no tenía que trasladarme hasta la otra punta de Madrid -a la piscina del CANOE-; tuve tiempo para la guitarra y las asignaturas del colegio, volviendo a ser un buen estudiante. Cuando quise darme cuenta, logré un altísimo nivel de interpretación, gracias a las lecciones del maestro Posadas. Tanto fue así, que a mis diecisiete años me dijo que yo era el mejor alumno de su vida; proponiendo en las clases no estudiar, sino interpretar a dúo improvisando con él. Estas improvisaciones junto al maestro, me obligaron a estudiar a fondo armonía de modo autodidacta; llegando pronto a componer. Así fue, como a los dieciocho años ya componía para guitarra, siempre gracias al respeto que tuvo conmigo Posadas; quien jamás me inculcó pautas, aconsejándome que solo hiciera lo que yo sentía y lo que me gustase.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del maestro Posadas, dándome clase en casa de mis padres en 1978 -cuando yo tenía unos diecisiete años-. Fue Jose Ma. Posadas (conocido en Argentina como Posaditas) el paradigma absoluto de la maestría. Cariñoso, bueno y de una paciencia infinita, era capaz de enseñar a tocar la guitarra a las piedras. Lograba ilusionar al más pesimista y conseguía inculcar amor por este instrumento a todos. Sus consejos eran de una sensatez sin igual. Recuerdo que un día le pregunté si la guitarra se debía tocar con uña larga o corta, y su repuesta fue: -“La guitarra se toca bien, con la uña larga, corta, o como se pueda”. Su voz y sus palabras salían de mismo Cielo, animando al alumno, cuando uno se desesperaba y no podía interpretar una frase musical. También viene a mi memoria otra tarde que yo estaba cansado y no podía más; así, deseando que él se fuera para poder dormir un poco, empecé a repetir defectuosamente las falsetas. Posaditas se dio cuenta y en vez de enfadarse, me dijo: -“Me cachi en la mar... Yo voy a hacer de ti un concertista; me cueste lo que me cueste”-. Así fue y si no he tenido más éxito como concertista, ha sido por mi timidez y la “falta de tablas” (ya que no pude formarme en la escena).
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D) VOCACIÓN E ILUSIÓN:
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D-1) Profesión y dedicación:
Llegó el día de elegir profesión tras la Selectividad y a los dieciocho años tristemente me “metí” a la Facultad, en que se apuntaban el resto de mis compañeros. Elegí Derecho porque era donde todos iban; incluso mi hermana mayor también estudiaba esa carrera, seguida por muchos de mi familia paterna -desde siglos atrás y entre los que destacaban varios notarios-. La ilusión de mi padre era que yo terminase de juez o de notario, al igual que su progenitor; pero a los pocos meses de entrar en la universidad ya le dije que no tenía ni aptitudes, ni memoria (al menos para algo que no me interesaba nada, como las leyes). Cuando cursaba Tercero, me dejó “la novia de siempre” -llevábamos cinco años y yo tenía veinte-; entonces vi la oportunidad para irme a la Mili y dedicarme a componer. Por fortuna, en el ejército me destinaron a la II Región militar, enviándome tres meses a Córdoba y doce más a Sevilla. Antes de entrar en el reemplazo (septiembre de 1982), ya había compuesto mi ballet Tartessos; poema a la guitarra que luego presenté en a capital de Andalucía mientras serví de soldado, obteniendo gran éxito. En Sevilla mi interés por Tartessos se hizo enfermizo y durante mi estancia en en la Mili, devoré cuantos libros pude sobre a Protohistoria de España. Al regresar a Madrid retomé la carrera, inclinándome hacia la Historia del Derecho, por lo que preparé un “paper” de unas 180 páginas que trataba sobre leyes en la protohistoria. El estudio (que se llamó LAS LEYES DE TARSCHISCH) lo escribí con la intención de redactar posteriormente una tesis doctoral sobre el tema. Con ese fin y darlo a conocer, imprimí a fotocopia unos treinta ejemplares encuadernados; de los que entregué varios en la Facultad de Derecho. Haciendo llegar al menos uno al Bibliotecario por entonces (Rafael Pérez Escolar) y otro al Vicedecano (José Martín Blanco). El resto, fueron repartidos entre jueces y autoridades del mundo del Derecho que me los pidieron; así como regalados a amigos y profesores de universidad.
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Por su parte, ese año de 1984, la poetisa Carmen Conde escuchó mi música -que le hizo llegar Jose Luis Morales Marín-, poniéndose en contacto conmigo para que compusiera obras a sus poemas. Pedí entonces un año sabático a mis padres, que me concedieron para dedicarme a trabajar con Carmen Conde; debido a que yo tenía veintitrés años y ella entonces era una famosísima poetisa (primera académica de la lengua). Durante los quince meses siguientes, estrenamos las obras en Madrid y París -con sus versos y mi música-; pero todo fue como un sueño en el que el despertador no dejaba de sonar... . Ya que no había forma de llamar la atención de ninguna institución, ni obtener apoyo cultural alguno; porque la única música que por entonces interesaba era la Pop y más concretamente la que hacían los de “La Movida madrileña”. Nos desesperábamos intentando buscar un método para sacar el proyecto adelante. Carmen Conde me culpaba, pensando que no hacía bien los trámites y al final llegué a enfadarme con ella, porque no quiso entregarme copia de una nota que le escribió Andrés Segovia, hablando sobre mí. Una carta que le envió a su casa de Ferraz, donde el más famoso guitarrista decía que yo tenía grandes dotes de compositor -misiva que seguro se conserva en la Fundación Carmen Conde de Cartagena (su ciudad natal)-.
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Así llegamos hasta 1986, cuando yo tenía ya una nueva ilusión y lo mejor que recibí en la vida; como fue mi mujer (por entonces, novia). En esa etapa se sucedieron años felices, en los que vinieron mis suegros y donde vivimos acontecimientos que detalladamente he recogido en el primer epígrafe -al inicio de este artículo-. Pese a ello, no relaté anteriormente lo que sucedió entonces con el trabajo sobre Derecho protohistórico que presenté en la universidad en 1984. Cuando “paper” titulado LAS LEYES DE TARSCHISCH; me lo encontré calcado y publicado como libro, un par de años después. Una obra escrita por mí, pero que había sido copiada -en su mayor parte- y firmada por un caradura; tras ser editada por una de las mejores firmas bibliográficas de Historia y Arqueología. Al ver mi “trabajo” plagiado y a la venta en librerías, tuve que sentarme varias veces para creerlo, leerlo y releerlo; tomándome varios vinos para asimilarlo, pensando que en este país era todo posible. Después -pasado el tiempo- me di cuenta que había tenido dos enormes fallos; el primero era no haber dado de alta en Derechos de Propiedad Intelectual ese trabajo que encuaderné y entregué por doquier. Pero el segundo, fue no meterme en ninguna facción política y en especial en una de izquierdas; pues sin un grupo de respaldo nadie prosperaba en esta España. Menos aún en el terreno intelectual, que está vetado a todo aquel que no exprese su apoyo al socialismo o al marxismo. Además, sin pertenecer a La Movida y haciendo música clásica... . El único destino era salir del país y buscar mejor suerte. Por su parte, decidí abandonar la carrera de Derecho; después de lo que me pasó al escribir sobre leyes en la protohistoria y encontrarme plagiadas mis ideas.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes relacionadas con Carmen Conde en 1984. Al lado, una reseña del diario ABC (al que agradecemos nos permita divulgarla); donde da la noticia de que por entonces me encontraba componiendo música sobre versos de ella. Abajo, un poema de Carmen Conde dedicado a mi música.






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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes relacionadas con mi vocación. Al lado, fotografía mía con seis años (1967), tomada en Las Infantas; un cortijo sito entre Trujillo y Madroñera (Cáceres) donde íbamos a pasar las vacaciones de Semana Santa y Navidad. Allí me llevaban cuando tenía grandes crisis de asma, al observar que el aire puro de Extremadura me curaba. En ese precioso lugar pasé algunos de los momentos más felices de mi vida, tal como refleja la foto, en la que luzco mis libros y mis botos camperos. En tierras de Trujillo, entré en contacto con Viriato y con el mundo de la arqueología, que desde entonces me apasionó. Los pastores extremeños afirmaban que la tumba de Viriato se hallaba en una montaña muy cercana, llamada Pico de Santa Cruz. Las rocas que vemos detrás de mí -en imagen- se decía que eran lugar de asilo y dominio del caudillo lusitano (decenios más tarde pude ver en ese pueblo de Santa Cruz, una estela romana que dicta “Viriato, que la tierra te sea leve”; tal como inscribían en la época los epílogos para tumbas). Abajo; junto a mi madre en 1971 (con diez años) que me arropa con una capa, en una fiesta casera donde vino La Tuna. Fue a esta edad cuando Fernando Bacher convenció a mi familia de que pasase a entrenar al CANOE, para competir en trampolín y cama elástica. Poco antes había sido un niño muy enfermo de los pulmones, al que llevaban a Extremadura para intentar quitarme los ataques de asma (que algunos médicos consideraban estaban producidos por la polución). Finalmente, las horas que pasé diariamente saltando en la cama elástica, lograron curarme de esa afección pulmonar y despertaron en mí la vocación del deporte. Mi madre siempre mantuvo que una persona no debía tener profesión, sino vocación; que esa y no otra, era la clave del éxito y de la felicidad.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes relacionadas con cuanto hemos relatado. Al lado, “fotomatón” tomado en la Mili, para mi ficha como soldado entre los años 1982 y 1983. Abajo, “fotomatón” del año 1982, como ficha universitaria mía en CEU San Pablo (facultad de Derecho).








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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos páginas de mi trabajo “Las leyes de Tarrschisch” que fue copiado por un jeta y publicado por una de las editoriales más prestigiosas de España. Tristemente, no lo dí de alta en registro de propiedad intelectual, tras hacer varios ejemplares en fotocopias encuadernadas, que entregué a interesados y a instituciones de importancia. Hace poco me llamaron antiguos amigos diciendo que conservaban en su biblioteca alguno de estos folletos, tirados por mí y los recogí con gran cariño. Hoy se podría llegar a demostrar, con un estudio de papel tinta, que mis ejemplares son muy anteriores al libro que lo copió; por ello los he guardado en una caja fuerte, en espera de análisis concretos.

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D-2) Vocación y desilusión:
Encontrar aquel “paper” mío (de unas 180 páginas) copiado, publicado y firmado por otro, había sido la segunda gran desilusión profesional; pero no terminarían aquí las desgracias. Aunque, tristemente, hice esta vez lo mismo que con el deporte: Abandonar ante la adversidad y dejar la carrera. Algo que jamás puede, ni debe hacerse; ya que ante un problema hay que echar arrojos y superarlo como se pueda. Así, el consejo mejor que puedo dar, es que nadie haga lo mismo que yo: ¡Abandonar; nunca!. Menos cuando se tiene toda la razón o un gran futuro (como me sucedía a mí con el deporte y con la Historia del Derecho). Porque cuando la vida te da una patada en el trasero, hay que aprovechar el impulso de ese pié chocando contra tus nalgas, para avanzar. Nunca hacer lo que yo realicé, que fue darme la vuelta para ver quién me estaba pateando. Ya que al girarte, aquella coz no cae en el trasero; sino a la misma altura, pero en zonas más “nobles” y frontales... . Todo lo que te derriba de un solo golpe, haciéndote perder cuanto habías ganado en años de trabajo.
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Sea como fuere, entre tantos avatares y con tan poco futuro; milagrosamente logré que la familia de mi mujer me aceptase tal como yo era, y después de casarnos me fui a Japón. Allí conocí a una de las mejores personas del Mundo y un grande de la guitarra, que era Paco de Antequera -solo comparable en su bondad y cariño con el maestro Posadas-. Pronto me tomó como segundo de abordo y me invitó a tocar en conciertos y junto a él; todo gracias a un bonzo llamado Ota, por cuyo templo budista pasaron todos los más famosos guitarristas de entonces. En Japón grabé mi primer CD, que envié por doquier y se vendió en España en El Corte Inglés; gracias al que recibí una cariñosísima carta del Maestro Rodrigo. Pero, todo fueron esfuerzos en vano; estábamos en 1991 y ya la única música que interesaba era la pop, rock, metal, heavy o aquella de “La movida”. Por entonces, el medio digital y la electrónica se había adueñado del mundo de musical y como sucedió en el siglo XIX con la aparición de la fotografía; desde ese momento, todo “arte clásico” pasó a ser considerado una antigüedad, sin sentido.
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Tal como expreso, en 1990 el camino hacia la nada artística había empezado y el cronómetro para la destrucción de todo criterio musical en las nuevas generaciones, corría a marchas forzadas. Logrando finalmente que la gente considerase cualquier bobada como un arte; mientras juzgaban al verdadero artista, un bobo iluso y aburrido (tal como resultaba ser el clásico). La Sociedad del hedonismo pleno se había iniciado y con ella el peor de los males caía sobre el arte: Tratarlo como mercancía. De tal modo, quién más discos vendía, era considerado el mejor. Se olvidaban principios esenciales intelectuales, como los de Juan Ramón Jiménez; que dedicaba sus libros “a la minoría, siempre”. Había comenzado la populización de la música; donde la mayoría decidía, convirtiendo su criterio en tiranía: La tiranía de la mayoría, que es la peor de las dictaduras cuando hablamos de humanismo y arte. Todos los músicos estábamos sometidos al mercado y a las reglas de las discográficas; por lo que, o gustabas a la gran mayoría o tu destino sería el fracaso. De este modo, desde los años noventa ya no había sitio para añadir a nadie clásico, siquiera en el Flamenco; y hasta los más famosos de la ópera se asociaban con los del rock, para poder tener algo de cancha en los conciertos. Conciertos que se celebraban en estadios y en unos escenarios que pasaron a ser espectáculo; dejando de estar preparados para músicos de verdad.
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Fue entonces, cuando tras sufrir una enorme depresión por tener que dejar la profesión de músico; me puse a trabajar como dependiente en un centro comercial de Japón. Allí inicié mi andadura en el mundo del comercio; pero sin dejar jamás la guitarra. Finalmente, la vida me permitió seguir tocando y componiendo; a la vez que logré volver escribir sobre arqueología. No desistí seguir estudiando guitarra e Historia a diario; aunque tenía que hacerlo en el tiempo que me dejaba libre mi trabajo. De ese modo, años después volví a tocar mis obras (principalmente en ese centro comercial) y regresé a mis escritos sobre mitología y arqueología. Teniendo a día de hoy más de medio millón de lectores en mis blogs sobre Historia, Humanidades y Arqueología. Aunque apenas consigo unas pocas visitas en mis videos musicales subidos a YouTube (todo lo que indica que son de una gran calidad, pues los que hacen marranadas musicales, logran millones de seguidores en días). Observando triste, como ya a casi nadie le interesa la música clásica, menos aún si son nuevas composiciones.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de la carta que me hizo llegar el maestro Joaquín Rodrigo, tras enviarle yo a la SGAE mi disco Pléyades -se han tapado datos en número de teléfono y dirección, por motivo de protección de datos-. Como todos los grandes genios, el maestro Rodrigo no solo era un músico maravilloso, sino también una gran persona. Con la mayor educación y cariño, se preocupó en contestar a un envío mío de un CD, dándome ánimos. Esta carta fue para mí uno de los grandes regalos que recibí como músico en mi juventud; suponiendo mucho más que el aplauso de millones o la venta de miles de discos.
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BAJO ESTAS LINEAS: Anverso y reverso del primer disco mío: PLEÝADES (que envié al Maestro Rodrigo). Para todo el que desee escuchar algunas de sus piezas, puede hacerlo pulsando los siguientes enlaces, bajo los títulos:
LA MUERTE DE ATLANTE The end of Atlantis (1982)
Hesperis I (Aegle) TRISTEZA (1985)
Hesperis II Arethousa (Melancolía) (1985)
Hesperis III (Erythia-NOSTALGIA) (1985)
PLÉYADES (1982)
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E) LA HISTORIA DE TODOS:
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E-1) Vocación y conclusión:
Los problemas y la vida que antes he narrado no pertenece solo a mí; son los que muchos profesionales y vocacionales de mi época han pasado. Me refiero a quienes nacieron aproximadamente a mitad del sigo XX, estudiaron y se prepararon con entereza y sacrificio en una especialidad. Viendo con asombro, que finalmente un tipo de personas, sin conocimientos ni escrúpulos, les arrebataban gran parte de sus éxitos. Me refiero a gente que llegó a triunfar simplemente por dedicarse a la autopromoción, en vez de a estudiar; a alcanzar la fama en lugar de buscar el conocimiento, a pisar cabezas, sin respetar a nadie; pero -sobre todo- a introducirse en un grupo que le alzaba. Este tipo de arribistas y trepadores se vieron más claramente en mundos como el de la música. Donde desde hace treinta años, se hicieron los dueños quienes deseaban destacar y los que querían solo fama o dinero (sin preocuparse por realizar algo que mereciera la pena). No hablamos de artistas pop o rock de calidad, como los que hubo en los años sesenta, setenta y ochenta; entre los que podemos destacar a: Los Beatles, Moustaki, Carpenters, Bob Dylan, Joan Baez, Serrat, Simon & Garfunkel, Peter Paul and Marry, Leonard Cohen Cat Stevens, Bee Gees y más recientemente Phil Collins o Sting -como “los últimos de Filipinas”, que resisten en el fuerte de la belleza-. Estamos refiriéndonos a los miles de listillos que no han hecho más que ruido y un espectáculo de danza con luces (en muchos casos obsceno, para llamar la atención); gracias al que se han enriquecido, quitando de los escenarios a grandes músicos. Todo ello financiado y montado por las discográficas y el mercado, que han visto como mejor negocio, engañar a los jóvenes (desde su adolescencia) enseñando que esos espectáculos eran música. Sin explicarles claramente que aquellos “conciertos”; de concierto nada tienen, y pertenecen al mundo del cabaret o de las variedades. Donde lo que menos importa es la música y lo que determina su éxito, es la provocación y el hedonismo -normalmente obsceno y grosero-.
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Así ha sido como desde 1990 (aproximadamente), ya no hay músicos en el escenario, sino jóvenes provocadores, dando saltos al ritmo de melodías asíncopadas, en su mayor parte compuestas con ordenador. Si alguien tiene dudas de lo que expreso, en la cita (1) le marco una serie de enlaces para que puedan escuchar verdaderas obras de arte del pop, del rock y etc.; totalmente distintas a las que se hicieron desde los años noventa. Porque hace unos treinta años comenzó el final de la música (moderna y clásica). Fue la era de éxito para los ignorantes, dedicada a aquellos que apenas nada saben de este arte; pero se apoderaron de él, para forrarse y dejarlo a día de hoy en la inanición. Y no crean que es por falta de profesionales de la música; que los hay, y magníficos. Esto que narro ha sucedido debido a que los verdaderos profesionales, desde hace treinta años se han visto abocados a subsistir impartiendo clases o a recibir tristes subvenciones estatales -en el mejor de los casos, a montar una empresa para vivir del comercio (como es mi caso)-. Porque desde hace treinta años, han copado el mundo de la música verdaderos intrusistas, sin escrúpulos. Gentes, que sin haber estudiado, ni saber nada de este arte; han tomado el carro de la fama y del dinero, para lograr el éxito como fuese -lográndolo en apenas unos años, gracias a su poca vergüenza-.
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El secreto del triunfo de los ignorantes musicales, procede de su plena dedicación para promocionarse, salir en los medios de comunicación y hacerse campañas publicidad. Mientras un verdadero profesional necesita ese tiempo para formarse, estudiar o practicar un instrumento. El hecho es que esos pocos, por muy ignorantes y torpes que fueran, han dominado todos los canales y han conseguido ser conocidos, pese a la horrible estética que divulgan. Provocando que la música haya recibido tal golpe, que ya no levanta cabeza. Porque las nuevas generaciones no tienen criterio y no saben distinguir un buen artista de uno pésimo; sin diferenciar una mala melodía, de una nefasta. Pues todo lo que han enseñado a esos chicos, desde su adolescencia; son espectáculos horteras, cuyo fin es solo divertirse, bailotear y ponerse hasta arriba -escuchando a miles de decibelios su repetido “chunda-chunda”... -. A día de hoy la gran juventud no sabe prácticamente nada de música y aunque tiene todos medios para oír a los grandes maestros, suelen escuchar “música basura”. Un problema que no tiene solución y solo comparable con lo que sucede a un niño si se le alimenta a base de chuches, refrescos, aperitivos de bolsa y bollería industrial. Joven que terminará obeso, sin capacidad de degustar, propenso a enfermedades; y creyendo que eso que ha comido es alimento (tal como sucede al que dice que va a un “concierto” y asiste a un espectáculo de luces y sonido).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de 1993, en Japón. Al lado, tocando en concierto en Ishesaki; abajo, junto a Paco de Antequera. Los aforos por entonces eran de setecientas personas y estaban llenos los teatros. Hoy en día, para juntar cien asistentes en un concierto de guitarra, habría que pedir refuerzos al sindicato de extras del cine... .


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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de nuestro trabajo en Powerdio, centro comercial donde nos contrataron en 1995. Poco después, logramos ser consejeros de su empresa líder: SUNWA Corporation. Al lado, junto a una cliente, en el centro comercial. Abajo, junto a mi mujer, en una foto promocional hace veinte años.


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E-2) Vocación y regresión:
Lo que ha sucedido en la música, es una regresión cuyos efectos nos llevaría hasta las cavernas o al paleolítico; donde igualmente se disfrutaba solo del ritmo y de ingerir alucinógenos, mientras bailaban en grupo síncopas interpretadas a percusión (con igual estruendo y decibelios que gustan a la juventud). Pese a ello, los verdaderos profesionales de la música, nunca estuvieron mejor preparados que hoy en día -refiriéndome a los que no dan esos espectáculos de luces y ruidos, que llaman “conciertos”-. Concretamente, en el mundo de la guitarra (del que creo saber “algo”), jamás se conoció intérpretes y compositores como los que ahora existen. Aunque todos ellos permanecen “en la sombra o el silencio”, tocando para sus alumnos, en sus universidades y subiendo obras a la Red (donde casi nadie las escucha...). Pero esto no es un mal que ha sufrido solo la música; otras artes -como la pintura, la escultura o la literatura- han ido por los mismos derroteros. Aunque el daño y parón de esas disciplinas no ha sido tanto, porque el problema en la música es que se halla estrechamente unida al espectáculo. Un mundo muy cercano al del cabaret y las variedades, que finalmente han fagocitado al arte melódico, para convertirlo en un servidor de la escena. Pese a todo, la pintura y la escultura, incluso la literatura y la poesía; desde hace treinta años parecen ir diluyéndose. Quedando en manos de la política o bien del mercado; tal como sucede en las artes espaciales, cuyas nuevas tendencias son tan absurdas como ridículas. Pudiendo verse desde hace decenios exposiciones como la de ARCO, donde se muestran verdaderos adefesios o imbecilidades. Pese a ello, existen actualmente pintores maravillosos; la enorme mayoría ocultos y que subsisten dando clases o ejerciendo otra profesión. Tanto es así, que podríamos afirmar como en el siglo XXI ya hay una generación de pintores y músicos hispanos en la sombra, absolutamente desconocidos y con la calidad que pocas épocas han tenido (hablamos del Siglo de Oro, de la del 98, o del 27).
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Entre la situación intelectual de hoy y las de antaño, hay enormes diferencias. Pues en el Siglo de Oro, en el 98, en el Modernismo o en el 27; la mayoría de los personajes de las artes y las letras, se conocían y salían a la luz. Pero actualmente, las mentes destacadas del mundo de la pintura, la música, la literatura o del pensamiento; permanecen en las sombras. Todo ello, nos lleva a pensar si no se habrá producido una generación maldita, que vive en la oscuridad, aunque sean los dueños de las luces. Además, se deduciría que está sucediendo lo mismo en toda la Sociedad; pues el arte, es tan solo un reflejo de la vida común, que se adelanta unos años a lo que luego se acontece. Por lo que observando en este el estado a la música, la literatura o la pintura; hemos de plantearnos qué pasará en otros terrenos, como el de la investigación o las humanidades. Llegando pronto a concluir, que están en la misma situación; bastando observar que un investigador de alto nivel -estudioso de enfermedades como el cáncer o el coronavirus- tiene un salario bastante bajo. Mientras un gran médico, un juez o un abogado del Estado, cobran sueldos medios muy inferiores al de los políticos. Si a ello sumamos que en España hay más de trescientas mil personas dedicadas directamente a la política y otro tanto igual que depende de ella (participando como asesores o trabajadores). Podemos concluir que el problema es que no hay dinero para pagar a quienes verdaderamente se lo merecen y que -por lo tanto- no hay justicia social.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Tocando la guitarra en Ropongi (Tokio), para el presidente de Sunwa Corporation (año 2010).










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E-3) Vocación y perdición:
Decíamos en este artículo, que en todas las Sociedades hay al menos un 3% de psicópatas. Aunque este mal es, en gran parte, motivado por la conducta; debido a ello, si educamos a los jóvenes en la neurosis del éxito, de la fama o el odio, este porcentaje aumentará exponencialmente. Ello fue lo que sucedió en la Rusia de Stalin y Lenin, en la Alemania de Hitler o en la Italia de Mussolini. Donde se inculcaron valores de psicópata a la juventud y terminaron en guerras de exterminio. Actualmente y desde hace al menos tres décadas, a las generaciones venideras se les a enseñado principalmente el hedonismo; mostrando que lo bueno es tener y disfrutar, sin creer en nada, ni temer las consecuencias de un mal comportamiento. Por su parte, “la cultura del pelotazo”, que se impuso en los años noventa, destruyó todo tipo de modelos basados en la honradez, el bien o el sacrificio; para elegir como ejemplo a aquel que “se lo monta”. Actualmente, la generación de jóvenes es la mejor preparada de la Historia; pero no encuentra salida laboral ni profesional. Siendo mi pregunta si aquella incapacidad social para reconocer que estos jóvenes han estudiado más que los mayores y merecen un mejor lugar; no procederá de que la gran mayoría social española está educada en la “cultura del pelotazo”. Donde nadie reconoce más valor que el de “montárselo”.
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De ese modo, en gran parte, hemos de plantearnos si esa falta de éxito en los nuevos españoles, puede deberse a motivos similares a los que hace treinta años, hundieron el mundo de la música. Debido a que una panda de listillos se les han subido encima; destruyendo su mundo profesional y provocando que un licenciado cobre menos que un no licenciado. En todo lo que narramos, cumplirían una enorme función los “famosillos” y lo que hoy se denomina “influencers”. Quienes jamás promocionarán espacios culturales, ni se preocuparán de hablar sobre Historia, arte o filosofía a las generaciones venideras (argumentando que es aburrido). Deseando solo promoverse a sí mismos o generar programas televisivos idiotas; con bailes y cantes pueriles, analizando tonterías del “corazón” y largo etcétera de imbecilidades, que deja sumido en la incultura plena a quienes los ven. Sin llegar a pensar los jóvenes de hoy, que están “comprando humo” y además un humo tóxico para ellos, al tomar esa gente como modelo. Personajes insulsos e ignorantes, que salen en los medios de comunicación y que están quitando el sitio a otros profesionales, que valen verdaderamente. Quienes podrían culturizar o narrar cosas interesantes a niños y jóvenes -en la radio o en la televisión-. Jóvenes o adultos, de enorme preparación y cultura, como existen entre las nuevas generaciones; que deberían enseñar y orientar a los de su misma edad. Aunque han sido sustituidos por una cohorte de estúpidos, que solo hablan de líos amorosos, de problemas entre familias y de  cotilleos o bobadas del “corazón”. Promocionando la imbecilidad nacional; el mentidero internacional o convertir España en un patio de “marujas”.
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En este estado, las preguntas que me vienen a la mente son: ¿Para qué usamos la ahora música? ¿Para deformar el espíritu y el gusto de los jóvenes; haciéndoles creer desde su adolescencia que esos espectáculos de luz y sonido, donde van a bailar y a tomar de todo; son realmente “conciertos”?... . ¿Para qué usamos los medios de comunicación? ¿Para emitir programas idiotas donde solo se hable de imbecilidades; o concursos estúpidos, donde el que peor baila y el que más hortera canta, es el mejor?. Miren Ustedes. Cojan un libro o un buen disco de música clásica y olvídense de otras cosas...
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JUNTO Y SOBRE ESTAS LINEAS: Dos imágenes mías tocando la guitarra en Japón. A lado, en un concierto, en Kawaba (año 2002). Abajo, en Powerdío preparando un recital, para presentar mi obra MAESBASHI, en 2010. Todo aquel interesado en escuchar la parte primera de esta suite a guitarra (con doce piezas), compuesta por mí entre 2008 y 2010; puede pulsar los siguientes LIKS:
Luz de Maebashi
Amanecer en Maebashi
Atardecer en Maebashi




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E-4) Vocación y bendición:
A lo largo de este artículo, he recorrido parte de mi vida, intentando comprender qué pudo pasar antaño y por qué hoy el Mundo se halla en el laberinto en que estamos; al que vemos pocas salidas. A modo de psicoánalisis freudiano; fui analizado mi pasado, interpretando lo que en gran parte pudo ser el de todos -pues a una gran mayoría de mis coetáneos, habrán vivido algo parecido-. Destacando que cuando se despierta en nuestro interior una enorme vocación (sentida por muchos); esa pasión, puede provocar la extrañeza y hasta la envidia de algunos; que incluso intentarán que no nos inclinemos por esa profesión que tanto anhelamos. Todo lo que propicia enormes fracasos, que en ocasiones no sabemos de donde proceden, al ser simples zancadillas de desconocidos que no admiten nuestra felicidad. Finalmente, otros al observar nuestra enorme vocación profesional, sabrán pronto de que somos capaces de trabajar sin recibir nada a cambio. Por lo que aprovecharán para pagarnos mal, o incluso nos dirán que lo hagamos gratis; argumentando que bastante suerte tenemos de laborar en lo que tanto nos gusta. Ello es lo que me ha sucedido a mí con la música; pues con todo lo que gané con ella, no hubiera podido siquiera comprar las guitarras que necesito.
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Pero lo importante es saber que nadie es más profesional que el vocacional; capaz de trabajar gratis y en las peores condiciones. Por ello, a esos idealistas que son los vocacionales, es a quienes se debe dejar el mando de la Sociedad; porque son los mejores en lo suyo. Me refiero especialmente a una situación como la actual, en que debemos resolver terribles problemas. Actuando tal como se hace en Japón, donde los políticos gobiernan, pero apenas modifican, ni intervienen directamente en la Administración; que se rige por el criterio general de los funcionarios de más rango y respeto. Un hecho que se produce, porque tras el cambio electoral, apenas se producen modificaciones en los ayuntamientos, ni en los ministerios; continuando todo en manos de esos profesionales del Estado, adscritos al funcionariado -a excepción de unos pocos nombramientos como ministros, secretarios de Estado y de los alcaldes-. Siendo los trabajadores de la Administración que cuentan con mayor prestigio entre sus compañeros, quienes manejan el engranaje del Estado. Y mientras los políticos ordenan, ellos deciden cómo y de qué modo se pueden cumplir mejor esas órdenes; estando todos sometidos al criterio de los mejores profesionales del funcionariado.
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Por lo demás y en el terreno personal, hemos de añadir que esta Sociedad se aprovecha de las personas más vocacionales. No hablamos ya de músicos, ni de poetas; cuyo trabajo e importancia Social es muy poca. Me refiero a los sanitarios, a los investigadores médicos, a miembros de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas de Órden Público, de los grupos de rescate y hasta de los artificieros. Pues creo que nadie puede entender que a un artificiero se le pague un sueldo medio, mientras desactiva bombas; ni que un Policía, un Guardia Civil y un militar, no sean premiados como merecen, cuando se juegan la vida. Consecuentemente, para terminar tanta queja como describo, queremos dejar claro que el sueldo y el trato que reciben en España los sanitarios, es penoso. No me refiero a lo que ha sucedido con el coronavirus (que ha mostrado la punta del iceberg). Lo que deseo expresar, es que no hay derecho a que un individuo con la capacidad y esfuerzo que necesita, para estudiar la carrera de medicina. Tras lo que invierte en tiempo y dinero, hasta llegar a ejercerla (unos diez años, incluyendo el MIR). Comience ganando unos mil quinientos euros base; para recibir un sueldo miserable a sus cuarenta años, después de haber salvado miles de vidas. Lo mismo digo de las enfermeras, sanitarios y de todos cuanto estudian años, para curar a la población. Que principalmente trabajan por vocación y quienes han sustituido claramente a las monjas y a los frailes hospitalarios (que antaño hacían esa labor; aunque sin apenas conocimientos, ni medios). Siendo aquella vocación de los médicos, enfermeras y sanitarios españoles, una bendición. Una verdadera bendición que nadie podrá pagar jamás y que ha salvado miles de vidas; pese a que ellos se preocupen sobre todo, de las que se perdieron. A ellos todo nuestro agradecimiento; porque en verdad son los ángeles de la guarda de esta Sociedad, que tan mal les paga.
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JUNTO Y SOBRE ESTAS LINEAS: Deseo terminar este artículo con dos fotografías de mi tío Luis Gómez-Morán Cima, junto a mi madre (el día de la boda de mis padres). Fue el médico que logró salvarme cuando a los pocos meses de nacer, sufrí una bronquitis capilar, que me duró un año. Durante todo ese tiempo, estuve obligado a vivir dentro de una “campana de oxígeno”, que finalmente mi tío logró comprar e instalar en casa de mis padres; para que no viviera solo, en un sanatorio. Transcurrido el momento en que ya pude salir de aquella “tienda de campaña” donde me suministraban el oxígeno; sufrí la tremenda secuela de un asma, que me impedía respirar -principalmente durante las noches-. Cuando me ahogaba, a altas horas de la madrugada, rápidamente me bajaban al piso de mi tío, que por entonces afortunadamente vivía dos plantas más abajo (en el mismo edificio, de Doctor Castelo 42). Allí, sin medicación, ni aerosoles; él me enseñó a controlar la respiración y a pensar que no me iba a asfixiar. Aunque solo tenía seguridad de que no sucedería, cuando estaba a su lado.
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Poco a poco, nos fue recomendando que pasase temporadas en el campo y que mis padres salieran a vivir fuera de Madrid; considerando que la polución empeoraba mucho mi estado pulmonar. Jamás quiso que me medicaran y solo propuso que hiciera deporte con ejercicios de control respiratorio. Así fue como me dediqué saltar en cama elástica y los diez años casi ya había superado gran parte el asma. Gracias a las horas que practicaba diariamente a esa edad comencé a competir en los campeonatos de provinciales, regionales y nacionales (en esa modalidad y en salto de trampolín). Mi tío Luis logró el milagro de convertir un niño enfermo y casi desahuciado, en un chico deportista que ganaba medallas en los campeonatos. Fue un enorme vocacional y un gran otorrino; pero terminó harto del sistema sanitario Español. Se marchó a Canarias, al final de sus días; debido a algunos problemas personales, pero sobre todo, aburrido de la burocracia hospitalaria.
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AL LADO: Una fotografía mía con cuatro años (1965) junto a mi tía Margarita, la primera mujer de mi tío Luis -hermano mayor de mi padre-. Observemos que en mi brazo izquierdo llevo un capote de paseo, porque por aquel entonces quería ser torero cuando, me curase de los pulmones. Al final, por la lata que daba a todos, me llevaron a ver a Luis Miguel Dominguín, para que examinase mis dotes como matador de toros. El maestro me recibió en el jardín de su casa de Somosaguas, donde tenía un torito hecho de cañas. Me puso frente al morlaco de esparto y él me dijo:
- “Allí está el toro....¡Acércate!”-
Yo respondí, sosteniendo el capote con cara asustada:
-“No; que me pincha”-
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A Luis Miguel Dominguín le dio una carcajada y mi padre -a su lado-, no paraba de reírse; mientras me decían que si me daba miedo un toro de caña, mejor que me retirase de los ruedos. Ese día volví a casa como si hubiera fracasado en las Ventas; con un enfado de mil demonios. Tras un “rebote” de mil demonios y gracias a los consejos de File y Nieves (que vivían en el bajo de mi portal) me fui con mi capote a ver a Diego Puertas, que tenía un concesionario de coches en esa calle -Doctor Castelo-. Pero Diego Puertas tampoco me hizo caso para apadrinarme. Por su parte, mi tío Luis dedujo que ese miedo a que me pinchasen, procedía de que en los primeros meses de mi vida y durante más de un año, me habían puesto hasta tres inyecciones diarias (que él fue sustituyendo por aerosoles). Al final, mi tía Margarita me llevó hasta un amigo de su familia en Benavente, que se llamaba Andrés Vázquez; un torero por entonces muy famoso y quien me prometió ser mi padrino de alternativa, cuando estuviera curado de los pulmones y pudiera lidiar morlacos. Cosa que nunca hice, porque siempre me dio mucha grima aquello de los pinchos y los cuernos.
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NOTA AÑADIDA: Tras terminar el artículo, una persona me advirtió de que quizás mi enfermedad pulmonar fuera hereditaria y contraída debido al origen judeo-converso de los Santafé. Pues se sabe que las familias de raíz hebráica y obligadas durante siglos a la endogamia, transmiten ciertos males congénitos, entre los que se encuentra: El cáncer, sordera y deficiencias respiratorias. Son las llamadas enfermedades Ashquenazhis (asquenazis); heredadas principalmete por los judíos de centro Europa.
Tal como he narrado en algunos capítulos, mis antepasados por rama materna, fueron conversos de Aragón que pasaron a Tudela hacia 1490 (tras ser purgados por la Inquisición en Tarazona). Allí, en la Manta de la Catedral de Tudela, podremos leer las familias de nuevos cristianos, que debían casarse entre ellos. Así lo hicieron, manteniendo una endogamia obligada por sus orígenes, hasta 1825 (aprox); cuando mi tatarabuelo, Martín Santafé, viaja desde Tudela a Caparroso (huyendo de una epidemia de cólera). Todo ello podremos encontarlo en mis capítulos sobre el origen de los Santafé. 
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CITAS:
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(1): A continuación les dejo una serie de enlaces para que comprendan la diferencia que había entre la música “moderna” de los años sesenta, setenta y ochenta; con la que se hizo después de los noventa. Si es que aquella que se promocionó desde hace tres décadas puede llamarse música:
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moustaki
baez
dylan
simon and garfunkel
peter paul and mary
neil young
cat stevens
leonard cohen
aznavour
battisti
claudio blaglioni
serrat
milanes
mercedes sosa y baez
barry y pavaroti
Barry White
bocelli
peter frampton
cecilia


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