domingo, 2 de enero de 2011

FAUNA Y FLORA DE EL CAFÉ GIJÓN (II José Quereda)

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SOBRE ESTAS LINEAS. Foto del interior de El Café Gijón: Uno de los veladores de ventana, que era el lugar preferido de Ernest Hemingway y donde se sentaron, poetas, artistas, actores, filósofos, bohemios y políticos que vivieron o frecuentaron el Madrid intelectual (desde el año 1888, en el que fué  fundado el Café).
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ABAJO: Foto mía tocando la guitarra, a los veinte años (1981), en uno de los días que venía Quereda a casa a tomarse una copita y recitar sus poemas al son de mis acordes (imagen tomada por Pepe Quereda -o bién, por Salvador Ruiz Santafé-).

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Entre todos los que asistían diariamente a El Café Gijón, parece que el mas asiduo y puntual fue durante años Jose Quereda; normalmente llamado Pepito Quereda y conocido entre los flamencos como "er Zeñó Querella". Aquel Pepe Quereda, al que nos referimos,  no  es precisamente el actual catedrático de climatología. Sino Pepito, el periodista, poeta y amante del flamenco, que no faltó noche alguna a ese Café del Paseo de Recoletos, durante los años sesenta (y parte de los setenta). Seguro que no fue el mas famoso de los que se sentaban en aquellas tertulias, pues entre los literatos que allí se reunían había figuras como Camilo José Cela, Ana Maria Matute y muchos de los que aún vivían, pertenecientes  la Generación del 27 y de la de Medio Siglo. Pero sin ser el que mas fama tuvo, sí consiguió ser Quereda el que mayor atención sostuvo, muchas noches.
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Según mi padre me contaba, Pepito era un antídoto contra D. Jaime de Mora y Aragón... Este último, cada vez que aparecía en El Gijón, acaparaba toda la atención de los asistentes. No solo porque unos años antes, su hermana (Da. Fabiola) se había convertido en reina de los belgas. Sinó, sobre todo, porque entraba en el café (o se sentaba en la terraza), ataviado con las mejores galas que había llevado en la noche, para tomarse allí  "una espuela" -era entonces como se denominaba a la última copita que bebían antes de dormir-. Narraba mi padre, que su aparición en El Gijón era siempre magnífica, parándose frente a todos, dejándose ver y admirar, girando la cabeza lentamente y dejando luego caer su monóculo. Tras mirar para el lugar donde se iba a sentar, se dirigía Don Jaime a la mesa elegida y allí daba dos goles con su bastón sobre el suelo (o en el tablero).  Presto acudía un camarero y el distinguido cliente decía, con tono adusto y seguro:
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-"Lo de siempre. Una copa; cargada del mejor hielo"-.
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De imediato, regresaba el camarero, sirviéndole la mayor copa balón que encontraban, cargada de cubitos. Don Jaime, después, le pedía disculpas, diciendo:
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-"Perdona, pero ya sabes que vivo aquí al lado y el garrafón que nos dais es horrible.  Así que me traigo el Chivas 24 años de casa, para que no me dé un infarto con lo que estos de alrededor beben".-
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El camarero, impertérrito debía aguantar luego la escena que llegaba, pues Don Jaime solía desenroscar el bastón que sujetaba con su mano, para volcar seguidamente sobre la copa lo que en el interior se contenía. Se servía así, una y otra vez normalmente, el whisky que había dentro del bastón trucado, mientras  charlaba con unos y con otros  -pidiendo mas hielo, si lo necesitaba-. Tras terminar la consumición, se levantaba y dejaba como propina una cantidad superior a lo que valían varios whiskyes....
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Sobre estos hechos, me narraron que un día, antes de marcharse, salió un tanto "tocado" por la bebida. Al levantarse de la mesa y verse mal de equilibrio, los camareros (que le adoraban) intentaron ayudarle; pero él hizo ademán de no necesitar apoyo alguno, dejando claro que su estado no se debía para nada a un exceso en "la espuela", que se había tomado. Muy por el contrario, comentó que le dolía la cabeza por algo malo que había ingerido y prosiguió preguntando así a los empleados de El Gijón:
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-"Siempre os pido que me pongáis hielo de agua mineral... ¿Estos cubitos con qué están fabricados?"- . A lo que el camarero contestó que eran de Agua de Solares, que por entonces era  la marca más común, mejor y más famosa. Don Jaime de Mora se llevó en ese momento la mano a la cabeza con gesto de horror y le explicó que aquellos cubitos tenían culpa de su cefalopatía. Advirtiendo de su estado con  palabras muy parecidas a estas que a continuación suscribo:
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-"¿Me habeis puesto hielo hecho con agua de Solares; esa la que anuncian por todas partes?....-. El camarero  asintió con la cabeza. Tras ello, el fino cliente continuó:   -"Pero hombre de Dios, a quién se le ocurre darme para mezclar un escocés de categoría, un agua mineral que se anuncia en las carreteras y hasta en la radio.... ¿Tú te crees que se me puede hacer a mí eso...?. Me voy que me duele un montón la cabeza. Y para la próxima, dile al jefe, que use agua mineral francesa o suiza; de los Alpes... ".- Dejó la propina acostumbrada sobre de la mesa y ante las carcajadas de muchos de los que le oían, salió de un Café Gijón; lleno entonces de comunistas, anarquistas y bohémios. Quienes, muchos días no tenían qué llevarse a la boca, pero aún así respetaban la flema de un personaje tan singular como este.
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Algunos consideraban que José Quereda, era "el antídoto" existente en El Gijón, para poder "soportar" las apariciones y excentricidades de Don Jaime de Mora y Aragón. En realidad, si no fue lo contrario, siendo lo mismo; sí se acercaba mucho a ello. Pues Pepito Quereda era tan amante de las mujeres como Don Jaime, pero tenía el enorme problema de que había nacido con una talla con la que todas le quedaban altas... Por ello, los bailarines flamencos le ayudaron a ligar  y para eso, le recomendaron un zapatero de calzado de danza, que le hacía a Pepito unos chapines con unas alzas tremendas. Quereda, se creía y estaba convencido, de que no se notaban nada los ocho centímetros de tacón que llevaba bajo los calcetines; pero en verdad cuando le mirabas al final del  pantalón, te daba vértigo ver a una criatura tan pequeña, andando sobre esas alturas....

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SOBRE ESTAS LINEAS: Libro que contiene la conferencia e impresiones sobre El Café Gijón, del escritor conquense José Bárcena; quién desde 1974 trabaja en El Gijón y ha conocido a muchos de los que en mis "Añoranzas, recuerdos y semblanzas", reflejo (entre ellos a José Quereda, del que guarda un gran recuerdo). Es Bárcena, memoria viva de lo que fué la intelectualidad madrileña desde los sesenta, hasta la Transición y el fin de siglo... Hablar con él unos minutos, es un regalo de cultura y de bondad. En breve, le dedicaremos una semblanza, que prepararemos cuando tengamos más tiempo.
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Era Pepito un hombre entrañable y querido por todos. Principalmente por los de El Gijón. Ya que como le habían parido  "soltero nato" -como él decía- tan solo tenía como familia a sus amigos (aguantó poco mas de un par de meses casado).  Pese a ello, las mujeres y el lujo eran su pasión; y si Don Jaime de Mora disfrutaba de las féminas y el boato, gracias a sus relaciones, encantos, dotes y aspecto. Pepito lograba conquistar a las dolces "donnas", recitando versos y contando mil batallas increíbles; tanto como lograba meterse en cualquier casa, ambiente o palacio; haciéndose pasar por gitano blanco, como palmero en los cuadros flamencos. Pues, lo que mas le gustaba a Quereda era una juega flamenca. Tanto que en su casa tenía enmarcado un billete de cien pesetas que había ganado en una noche de verano (en 1965), dando palmas en la fiesta de un "señorito" potentado; haciéndose pasar por gitano. Aquel billete de veinte duros, firmado por todos los componentes del cuadro flamenco que le acompañaban; era una reliquia para él y lo guardaba y exhibía, como quien expone en la entrada de su casa la ejecutoria de nobleza, o el acta de hidalguía de su familia.
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Siempre me decía: -"Angel, cuando vengas a mi casa vas a alucinar.... Tengo enmarcado un billete de cien pelas que gané una noche haciéndome pasar por gitano blanco,  dando palmas en una juega flamenca. Está firmado por todos los componentes del grupo que tocábamos allí. Y en el centro tiene ni mas ni menos, que la firma de Perico el del Lunar...."-
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Pese a todo lo que pueda parecer, Pepe Quereda (alias "er Zeñó Querella", en el mundo flamenco) era uno de los tipos mas ocupados que conocí. No tenía apenas un momento libre, pues tal como me narró, su horario era de gallina ponedora japonesa:
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Se levantaba a las diez de la noche, desayunaba y se iba al Gijón, para escuchar "las noticias y lo que se cocía en la noche". Hacia las doce o una de la madrugada, se iba a la redacción del periódico, donde debía entregar la colaboración o pasar a dar unos toquecillos a los compañeros periodistas. Tras ello, se acercaba a la fiestecilla flamenca que tocara y hacia las ocho de la mañana iba a fichar al ministerio de Información (donde trabajaba en el gabinete de prensa). Tras fichar y ver lo que había, regresaba a casa hacia las nueve, para dormir hasta el medio día. Cuando se levantaba a la una, regresaba al ministerio a echar unas horitas (pues no tenía mas que un contrato temporal de cuatro horas al día -al menos eso afirmaba-). Sobre las seis, salía del currele y dormía la siesta hasta las diez, que volvía a levantarse, desayunar, prepararse e ir al Gijón, luego al periódico y finalmente al tablao, para volver a las ocho al ministerio.... Un Titán de la ocupación.
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Lo que más le gustaba era que le acompañasen a la guitarra mientras recitaba y cuando yo tocaba unas Soleares siempre "se arrancaba" con un poema suyo (perteneciente a su libro Diente de León) y que comenzaba diciendo algo así como:
"Ese rumor del mar que va a la arena /  esa luz que muere en el ocaso  /  la huella caminante de aquel paso / y la tristeza que te hunde hasta la pena...."
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Un día, tras este comienzo recitado por Quereda ante amigos, proseguí yo con otra versión de la misma letra, añadiendo un recitativo diferente, mientras tocaba mis Soleares, declamando:
"Ese rumor del bar que va a Quereda  /  Esa copa tomada en el ocaso  / La huella diletante de aquel vaso"
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Antes de terminar el último verso, Quereda ya se había enfadado mucho conmigo, replicando que con la poesía no se hacían bromas. Y es que para Pepito, la belleza en la palabra era sagrada. Pues siempre decía que por algo era nacido en Orihuela, el pueblo de Miguel Hernández y de otros tantos poetas. Concluyendo con la frase de que por todo ello, amaba tanto a La Mancha, "la patria inspiradora" de DonQuijote.  
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Así le recuerdo y así le recordarán todos. Siempre intentando ligar y siempre en sus fantasías y en sus poemas, con las palmas de flamenco y un artículo por publicar bajo el brazo. Mi padre, que se reía muchísimo con sus ideas y su forma de ver la vida, no hizo mas que ayudarle y le introdujo en cuantos grupos  y en cuantos trabajos, pudo. Pero a Pepe, lo que le gustaba era el flamenco, por lo que lo único que necesitaba, era venir por casa a estar con nosotros y a oír la guitarra, beberse una copita y soltar sus versos...
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Uno de los días que le trajimos (pues Pepe no conducía, como los "señoritos de antes"), resultó que el pobre se había tomado unas cervecitas y al llegar a la puerta de casa, estaba que no podía más. Se bajó como pudo del coche y se encaminó hacia el primer arbolito lejano que había, para poder aliviarse allí. Fue en ese momento, cuando otra amiga nuestra (que estaba peor de la cabeza que todos nosotros -que ya es decir-), llegó hasta nuestra puerta, gritando que alguien la quería violar. El pobre Pepito Quereda, que en aquellos momentos acababa de bajarse a toda prisa la cremallera del pantalón (porque no podía mas); vió como sus "partes impudendas" apuntaban hacia donde esa chica venía gritando que había un violador.... Del susto que se llevó, se la subió de nuevo como pudo, pillándose las nobles zonas.... Quedó en el suelo retorciéndose de dolores, diciendo que no iba a violar a nadie, que todo era un error, que no podía más y que le dejaran aliviarse....
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Por su lado, la que pensaba que le perseguía un violador,  se había confundido con otro llegado antes que solo se trataba de un electricista, que venía a cobrar una factura atrasada.... En esa terrible escena, llegaron los guardas, al oír los gritos. Así vieron al pobre Quereda lamentándose de sus dolores tirado en el suelo; a la chica pidiendo perdón ante quien solo deseaba ir al baño y al electricista protestando por no poder cobrar y haber sido confundido con un  violador. Nadie daba crédito de que aquello nos podía suceder... Y es que Quereda, tenía mala suerte con las mujeres....
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Pero antes de terminar, deseo narrar una de las anécdotas mas divertidas que me pasaron con este "Don Jozé Querella" (como muchos le llamaban). Sucedió a fines de los años setenta, un día que fuimos al cine los amigos -todos companeros de clase y casi adolescentes, por entonces-. Antes de la película, pasaron un documental sobre la ciudad de Albacete donde a cada momento, en ese reportaje, decía  un locutor: -"Albacete, el Nueva York de La Mancha"-. Cada vez que se oía esta referencia a Albacete, el cine entero rompía a reir en carcajadas (pues la frase era mas que surrealista). Cual fué mi sorpresa, cuando al ver los títulos de crédito del documental, en ellos ponía: "Textos y guión: José Quereda". 
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La siguiente vez que le vi, le comenté que había estado en un cine y había visto el reportaje suyo sobre Albacete, sugiriéndole que al oírse esa frase de "Albacete, el Nueva York de La Mancha", el cine entero rompía a reír. Se quedó pensativo y contestó algo enfadado diciendo:
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-"¿Sabes lo que te digo...?. Que esa frase es mía y no de Azorín, como todos afirman. Porque Azorín en el Suprarrealismo, lo único que refiere sobre Albacete es, su industria y sus edificios modernos (en mitad de La Mancha). Pero este dicho de: Albacete, el Nueva York de La Mancha; es mio... Y si la gente se ríe, es porque al cine solo van hoy pequeños burgueses e ignorantes. La gente ha de ir al teatro...  Por cierto, Angel. ¿Tú qué hacías en ese espectáculo tan barato?"-
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Así era Pepito Quereda, uno de los muchos hombres a los que tantísimo ayudó mi padre y que gracias a mi progenitor, lo pasó mucho mejor en este Mundo (pues sin el apoyo de su amigo Mario, quizás algunas penurias hubiera tenido). Descanse en Paz, quien nos hizo ilusionarnos tanto y quien nos obligó diariamente a reír y pensar bajo el espíritu de la poesía.

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