sábado, 8 de enero de 2011

FAUNA Y FLORA DE EL CAFÉ GIJÓN (VII Martín Saéz)


El pintor cántabro Martín Sáez era genial no solo como artista; como persona fue una de las más divertidas e "impactantes" que conocí de niño. Gran amigo de casa, venía casi a diario; fue quien le animó a mi hermano a pintar. Ambos admiraban a Picasso y a Goya, de los que no paraban de hablar (noche y día).
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Arriba: Martín Sáez junto a mi madre, foto tomada en el Café Gijón, hacia 1967. 

Abajo: retrato de mi madre (1959) y bajo este, el mío y el de mi perro (a los seis años de ambos en 1967).

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Muchas veces me pregunto por qué tengo necesidad de escribir estos recuerdos que aquí voy recogiendo.... Tras ello, reflexiono; y me doy cuenta de que en mí todo ello hace el mismo efecto que cuando fui al psicoanalista. Incluso su resultado es algo mejor, porque es absolutamente gratis (escribirlos y publicarlos -aprovecho desde aquí, para enviar mi agradecimiento a BLOGSPOT; que nos facilita este medio de "expansión"-).
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Por lo demás, cuando iba al psicoanalista, tras una hora de charla contando igualmente mi vida, el psiquiatra me cobraba 10.000 pesetas (de las de hace veinte años) y concluía diciéndome que yo tenía bastante mal la cabeza... . Muchas veces salía un tanto molesto, pues desde niño todos me habían comentado que estaba yo como una cabra y nadie me cobró nunca por ello. Es más, a veces lo decían con cautela y cuidado, incluso invitando a una cerveza, para hacer mas llevadera "la noticia". Por ello, este blog que ahora escribo es como sentarse en el diván de aquel doctor, que a veces no podía parar de reírse, mientras yo le contaba entre llantos y lamentos mis tristezas. Y es que no es lo mismo vivir las cosas que verlas...
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Pensemos qué pocas veces se ríe aquel que pisa una cáscara de plátano con zapatos de tacón y cae "despatarrado". Mientras todos los de alrededor, no pueden ocultar su alegría.... ¿Será el hombre un animal cruel por naturaleza?. ¿O es que el humor nace de aquello que no queremos que nos pase?. Creo que algo de eso hay y maestros como Chaplin o Keaton supieron ver que en la terrible crueldad humana, hay siempre una amarga idea de hacer "una gracia". Por ello, si a alguien se molesta, o se siente ofendido, con las palabras y las anécdotas (todas reales) que aquí voy exponiendo, le ruego me perdone y que en los comentarios, transmita su desacuerdo, para poder rectificar en lo que he redactado.
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Pasamos hoy a narrar como era ese magnífico pintor que se llamó Martín Saez;  hermano de Fernando; ambos nacidos en Cantabria - Por cierto, sobre Cantabria, a mí me gustaba más cuando se llamaba Santander, porque mi padre narraba que niño vivió en Torrelavega; y en aquella villa, a la entrada, había un gran cartel que decía: "LA CUIDAD de Torrelavega, saluda al PUEBLO de Santander". Ahora y con el cambio de nombre, este chascarrillo no puede hacerse-. Sigamos con los Saez: Eran los dos muy amigos de nuestros padres, pero Martín y su mujer Maria Antonia, pasaron a ser como de la familia. No solo por lo que congeniaron, sino también porque vivieron todos en la primera casa que tuvieron mis progenitores en los años cincuenta (antes de nacer yo). Se trataba del número 262 de Arturo Soria (entoces llamada La Ciudad Lineal), en uno de los primero edificios que hizo mi padre.
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Martín, fue quien inició a  mi hermano en los primeros pasos de la pintura y quien le convenció de que había que pintar como Picasso y ser como Picasso (refiriéndose a que había que pintar, bien, en calzoncillos; y vivir, aún mejor). La admiración de mi hermano Mario (con unos catorce años) hacia Martín Saez y el grupo de pintores de El Gijón, solo podía compararse con la que despertaba el Museo de El Prado -donde iba casi todos los fines de semana a ver los cuadros-. Pues Martín y sus amigos de El Gijón, dede que entraban en casa, hasta que salían no paraban de charlar de arte y de política. También hablaban mucho de comida y es que el afrancesado pintor cántabro, consideraba que gracias al arte culinario se despertaron los sentidos del placer y del buen gusto en la Humanidad. Muchas veces comentaba:
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-"En Altamira... En mi tierra. Lo que mas han encontrado en la cueva, ha sido (además de pinturas); cáscaras de crustáceos junto a centenares de kilos con restos de conchas de almejas y ostras. Ello, porque los que pintaron la cueva, se pusieron morados a marisco .  Y es que así... Cualquiera se inspira..."-. No estaba muy desacertado Martín al decir aquello, porque el mismo Leonardo da Vinci era famoso por vaciar bodegas y despensas de los lugares en los que se ponía a pintar (sin poder el genio italiano, a veces terminar sus obras, por los "fartucos que pillaba").
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Realmente, su fuente de inspiración era alimenticia y como proclamaba el ateismo, decía que "cuanto luego se comieran los gusanos, debía ser perfectamente alimentado, por los cristianos". Ver comer a Martín era una obscenidad y un lujo. Nunca he observado en nadie mayor cara de felicidad, a veces solo mirando como le daba un bocado en "todo su centro" a una centolla. Tras ello,  nos decía que éramos todos como monstruos, que arrancábamos las patas y los entresijos a los pobres centollitos, o las nécoras, devorando sus interiores sin piedad. Volvía en eso a tomar la pata del pobre cangrejo y gimiendo de placer y de dolor, la mordía, sacando cuanta carne podía de ella, observándola, mirándo a todos y engulliéndola con un gesto de placer nunca visto en un comensal. Tras todo ello, decía Martín que era "supracomunista"....
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Este ambientillo que vi en casa, solo con siete años me hizo salir mas de Derechas que una raqueta de tenis, aunque luego la vida me llevó a comprender a "los Martines" y a los que se proclamaban "apóstoles del pueblo" a golpe de Ribeiro con ostras. Mi hermano, por entonces seguía los pasos de aquellos pintores y actuaba de forma similar, diviertíendose en esas comidas como nadie. Creo, que nunca he visto a un chico pasárselo mejor que a Mario (mi hermano), entre los pintores del Gijón, en las mariscadas; hablando del comunismo, de Picasso, de Goya, y de Velázquez...  Todos ellos, pintores "muy del pueblo"; tan aficionados a la buena vida como Paul Getty, o tan admiradores de la buena mesa, como Ferrán Adría.
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En aquellas pantagruélicas comidas, de pronto, mientras destripaban una cigala se oía desde el otro lado del comedor:  -"Hay que ser como Goya. Pintar a las mujeres en pelotas; vivir mejor que los reyes, sacarle el dinero a los ricos en España y luego irse a morir a Francia. Para demostrar que en esta, nuestra nación, es una marranada y los grandes artistas son malditos y perseguidos"-. Ante frases de este tipo, todos dejaban sobre el plato su pata de cangrejo, su cabeza de nécora o sus percebes (que en ese momento intentaban devorar) y aplaudían al grito de "¡Vive La France¡", "¡Viva el arte libre!", o "¡Viva Picasso!". Aprovechaba en esos momentos mi madre para rematar diciendo: "Y sobre todo.... ¡Viva la Señora de esta casa, que no sabes qué aguante hay que tener, para todo esto!"...
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Los postres eran normalmente de tarta capuchina, de una pastelería que se llamaba San Marcos y había que regarlos con decenas de mililitros de vino de Oporto. Tras ello, Martín Saez, siempre pedía un zumo de naranja y varios plátanos. Cuando le traían el zumo bien grande, comenzaba a mojar uno tras otro los plátanos, en el vaso, de una manera aberrantemente obscena. Todos le observaban diciendo que aquello no se podía hacer. A mas de ser muy malo el tomarse tras una mariscada y tres platos de postre de tarta capuchina, regada con medio litro de Oporto; un racimo de plátanos." Jalándoselos" mojándolos en el zumo de naranja. Le recriminaban, comentando que aquello resultaba terriblemente obsceno y de poco refinamiento (debido a que el resto de los comensales ya estaban mas que haítos de comida, tanto como las " mínimas normas de civismo", impedían mojar bananas en zumos). Pero Martín les contestaba que "aquello era su bicarbonato, para digerir bien".
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Tenían casa Martín y Maria Antonia en París, creo que en el Barrio Latino y cada vez que exponía había que ir a verle hasta esa ciudad (yo no iba por ser muy pequeño, pero mi hermano y mis padres pasaban por allí comúnmente). Una gran parte de los cuadros que pintó durante años fué comprada por mis progenitores; aunque tristemente, los mas bonitos, se le encapricharon a amigos y clientes de mi padre, por lo que los fueron regalando. No sé cuantos cuadros compraron a Martín, pero al menos cuarenta, debieron de tener de él. Nos retrató a todos; primero a mi madre, hacia el año 1955, luego a mis hermanos y mi padre, finalmente a mí (con unos cinco años, hacia 1966). Yo no me llevaba bien con Martín, porque como ya dije, quería ser torero y eso de torero y comunista no congeniaba.... Dominguín era el único torero que había llegado a ser amigo de un comunista (Picasso). Pero para mí era mas que dificil entender aquella mentalidad que hablaba de continuo del proletarioado y las masas explotadas; siendo lo que me gustaba, los trajes de luces y los matadores que tenían coches americanos (o vestían en los mejores sastres).
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Tendría yo cinco años, cuando me hizo el retrato Martín y aquello terminó tarifando. Porque venía a pintarlo a casa, pero como le tenía un poco de manía, cuando se iba, tomaba yo la paleta y le añadía lo que a mí me gustaba. Quería que Martín me hubiera retratado con mi muleta de torero y con unos zajones (o luciendo motera).... Pero lo hizo, pintándome en camiseta y pantalón corto, sentado junto a mi perrito afgano (Kabul). A mí aquello no me parecía serio, pues si era un retrato para toda la vida y yo iba a ser un famoso torero, lo mejor es que ya desde esa edad apareciera con mis objetos que me darían la gloria. Por ello, le pedí que al menos incluyera una montera en el cuadro, o algo que refiriera al mundo taurino; pero se negó. Cansado ya de que no lo hiciera, lo pinté en su ausencia y me cayó una bronca de mil demonios al día siguiente (cuando el artista se encontró que le había añadido montera y muleta, al cuadro)....
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Veraneábamos entonces (principios de los sesenta) en un precioso puerto de pescadores, que luego la construcción convirtió en una ciudad de rascacielos. Se llamaba (y se llama Benidorm), pero ya no es para nada la misma. Aún desconozco por qué para construir una ciudad moderna, hace falta destruir un precioso pueblo antiguo, pero ha sido algo común en toda la costa mediterranea... Los italianos o los franceses no lo hicieron igual y junto a lugares cargados de rascacielos, han conservado los pueblecitos costeros, perfectamente intactos (y es que en el Mundo hay sitio para todos). Era francamente bonito Benidorm entonces (hace casi cincuenta años) y aún mas bellos los lugares que le rodeaban -Altea, Fontes de Argar, Calpe o Castell de Guadalest-.
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La casita de Benidorm no era muy grande, pero tenía jardincillo y patios, pudiéndose dormir al raso durante el verano. Así hubo meses que nos juntábamos mas de veinte allí viviendo (entre primos, amigos y extranjeros). Porque como mi padre de había educado en Alemania -vivió los tres años de guerra civil en ese país-, tenía infinidad de amiguetes germanos. Quienes a principios de los sesenta, venían a las playas del Mediterraneo como las moscas a a miel, y dormían al raso, como si estuvieran en el mismo paraíso. A ellos había que añadir los pintores amigos (Martín era un asiduo), algunos franceses que llegaban al olor del arte y el mar cálido; tanto como a los curas que aparecían en Benidorm a vernos, (porque en casa, normalmente vivía algún sacerdote; que, además, invitaba amigos). La mezcolanza era "brutal" y Martín Saez destacaba en las veladas hablando y contando mil batallitas sobre Paris; del socialismo,  o de la revolución que los pintores y los artistas preparaban contra Franco.
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Nos encantaba pescar e íbamos a hacerlo a Calpe y sobre todo a Altea, por lo que Martín y otros convencieron a mi padre de la necesidad de comprarse un barco para salir de pesca, para poder hablar en Alta Mar de todo y de política (sin temor a ser escuchados)... Hacia 1966 debió comprarse mi padre un barquito de unos nueve metros, con un camarote y baño. Pero al aparecer en Altea, Martín Saez, nada mas subirse en este, nos dijo que aquello era "un chinchoro" y que un arquitecto de prestigio con amigos de la importancia como él, no podía navegar en semejante cáscara de nuez. Yo alucinaba al escuchar como Martín criticaba la barca (que recuerdo se llamaba Maribel) y decía que lo tenía todo hortera, hasta en nombre.... Ni corto ni perezoso, al siguiente año, mi padre habló con Paco Orozco (un astillero de Altea) y le compró un nuevo modelo, de unos catorce metros y varios camarotes. Al llegar Martín a verlo, ya sí nos dió la enhorabuena y dijo que aquello era digno de un pintor como él y de un arquitecto como mi padre. Se subió, dimos una vuelta y ya no se bajó. Encargó que le trajeran el caballete al barco y se quedó a vivir en el barco, todo ese verano...
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Alguna vez le íbamos a ver (pues mi padre por motivos de trabajo apenas veraneaba), y allí estaba Martín, con sus lienzos en "El Pescarus" (como se llamaba aquel Orozco), atracado en el puerto de Altea. Diciendo a todos los franceses que pasaban por delante, que él era un pintor millonario, que tenía casa en París y barco en España, viniendo hasta Altea en él desde las riberas del Sena... Que si se animaban, les hacía un precio en el cuadro, sobre todo por ser franceses (además, que si eran militantes del P.C. se los ponía a precio de "camarada"). Yo nunca pude entender como le gustaba el lujo tanto a este que se decía "apóstol del pueblo" y un día se lo comente, en tono bastante malo. Llegándole a decir:
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-"Martín a ti te gusta mas el dinero que a los toreros"-. Creí que me iba a soltar una bofetada, pues aquello era una ordinariez dicha por un niño de siete u ocho años, pero muy por el contrario, Martín Saez reaccionó de forma imprevista y soltó una carcajada; tras lo que miró a mi padre afirmando con rotundidad:  -"¡Oye Mario!.  Yo creía que tu hijo era mas tonto..... Pues claro que me gusta el dinero, Angelito; por eso no soporto que los pobres no lo tengan.... "-.  Aquello me dejó pensando si quizás Martín tuviera muchas razones para haberse hecho comunista. Pese a todo, yo seguiría siendo de Derechas, como lo eran los buenos toreros.
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Lo peor de Martín Saez era cuando te cogía por banda para contarte la Segunda Guerra Mundial. Siempre que estábamos pescando, bien sabía que no podíamos movernos de los alrededores de la caña; entonces venía con postulados políticos. Los peores eran los razonamientos sobre quien había ganado realmente la Segunda Guerra Mundial, porque había que escuchar durante horas y horas un razonamiento que explicaba que los americanos la habían perdido y que los únicos que la ganaron, fueron los rusos.... Aquello duraba la intemerata y un día cansado ya un primo mio de monsergas, le preguntó porqué si los vencedores habían sido los rusos (solo);  Inglaterra y Alemania, lideraban el grupo de los Aliados. Se quedó mirando con cara de pocos amigos y dijo: -"Eso es buscarle tres pies al gato"-. Tras ello se fue enfadado y estuvo unos días sin hablar con nosotros.
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Recuerdo también que uno de los alemanes que vivían en Benidorm con nosotros, comentó que el Muro de Berlin había que derribarlo y Martín le soltó: -"¿Y la muralla de China; qué?. Mucho peor fue eso, que hizo un tirano hace cientos de años y que mide centenares de kilómetros. Y allí esta.... Mucho mas alta y larga ... Y nadie protesta..."- .  Así era Martín Saez, un "casta" de la ideología bien comparada.
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Cuando venía a celebraciones en casa, en las ocasiones importantes (pues a diario aparecía a comer, o a cenar), siempre había que hacer y cocinar sopa china. Ello, porque también era Martín, pro-maoista. La sopa china era entonces modernísima, porque tenían que traer de París los fideos de arroz (fideos que no se conocían en España). Martín los cocinaba con setas, que también traía de Francia, y mientras hacía la sopa, los comentarios en la cocina eran de los mas espectaculares. Todos ellos, se referían a la pobreza de espíritu de los españoles y a lo maravillosa que era Francia y China . Narraba que de la importancia de China ya se había dado cuenta Napoléon, cuando los españoles no sabían ni donde estaba ese país en el mapa.  -"Porque la intelectualidad de España, en tiempos de Goya; era mas negra que el carbón"- (apostillaba). Comentando que el emperador de Francia había calculado, que si todos los chinos saltaban a la vez durante un minuto, podrían producir un gran terremoto. -"Eso sí que es un gran país y no esta porquería que tenemos"-  (terminaba sentenciando). Aquello, para un niño de siete años (como yo era) resultaba un comentario "impactante".
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Un día que vino a una comida, y al preparar su sopa china, vió que mi padre no les había puesto marisco, ni "viandas caras"; sino una simple fabada. Al saber que la cena era de fabes, comenzó a protestar, diciendo que le estábamos dando comida de proletario. Mi madre, al verle tan enfadado, quedó un poco asustada y le comento que le serviría poquita fabada. A lo que Martín respondió como una furia diciendo: -"Si hombre. Encima de lo barata que te sale hoy la cena. ¡Me vas a dar poco!."-  . Se comería cuatro o cinco platos de fabes, su sopa china, el postre de tartas, rematado todo por su zumo de naranja con bananas. Tras ello comenzó un discurso que recuerdo como si fuera hoy, porque me dejó "anonadado". Dijo que era "el apóstol del pueblo" y que iba a cantar esa noche por el pueblo, dado que habían comido como los proletarios: Fabes. Tras ello, me hizo ponerme a su lado y comenzó su discurso así (de veras fueron mas o menos estas, sus palabras):
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-"Mirad este niño; regordete y con pelo cuidado y rizado. Mirad su pantalón tirolés, su expresión de alegría... Pues solo por como va vestido y con el aspecto que tiene, sabemos que nunca ha pasado hambre..."- . Yo me quedé espantado a oir aquello. Para mas colmo de los colmos me dijo, que me subiera la melenita del pelo y enseñara la nuca. Mostró mi nuca a los comensales prosiguiendo:
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-"Mirad su nuca. No tiene ni una arruga.... Porque los hijos de los aldeanos y de los labradores nacen con arrugas en la nuca, arrugas heredadas de los años que han trabajado el campo sus padres, sus abuelos y sus ancestros. Y aquí teneis a este niño, sin marcas de labor alguna en su piel...". Yo estaba pasmado ya a esta altura del discurso. Tras ello me preguntó qué idiomas hablaba y le dije que en casa me obligaban a estudiar alemán y en el colegio francés e inglés. Al oirlo siguió Martín:
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-"Y su destino... Ya es un destino de ricos. Tal como no tiene arrugas en la nuca, ya tiene previsto que podrá viajar, salir, conocer Mundo y trabajar donde le guste. No como el hijo de un labrador cuyo único destino será el arado, o el andamio". Yo me fuí retirando, porque no me gustaba nada aquello y entonces comenzó a declamar Martín de una forma muy parecida a esta:
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-"Hoy que en esta casa, hemos comido unas puñeteras fabes. ¡Hoy y solo hoy, voy a cantar para el pueblo!. ¡Porque son ellos los buenos en el Mundo....!. Así cantaré; porque los pobres son paridos, mientras a los ricos, les dan a luz. Los pobres van a la escuela, mientras los ricos asisten al colegio. Los pobres no tienen a veces donde hacer sus necesidades, pero cuando ven un aseo dicen que van al servicio. Los ricos no, los ricos van al cuarto de baño, porque allí tienen la bañera (donde se lavan). Los ricos van a trabajar; pero los pobres, trabajan. Los ricos tienen descendencia y los pobres, hijos (o churumbeles). Los pobres, consiguen triunfar, dirán que tienen dinero; pero los ricos, hacen dinero. Los pobres tienen señora (o parienta); pero los ricos, tienen mujer.
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Finalmente os digo. Que los ricos se mueren y los pobres también. Y para mayor horror a unos se les entierra en una fosa y los otros gozan de panteones lujosos, donde su familia les recordará con alegría y flores. Así, como apóstol que soy del pueblo, santifico estas pobres fabes, que hoy nos hemos comido.....".
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Cuando oí esto, yo huí hacia mi cuarto y pasé una noche fatal, pensando en los pobres. Estuve un buen rato llorando por los pobres y el disgusto que me dió Martín con su discurso fué terrible. A la mañana siguiente, me levanté y fuí a desayunar. Isabel (la hermana de Jose) me había puesto el desayuno como de costumbre, porque lo que mas me gustaba era Colacao con galletas Maria y mantequilla. Me quedé mirando a aquellas galletas y ese Colacao y no podía llevármelo a la boca, pensando que algún pobre lo podía necesitar mas que yo. Estaba triste y deprimido. Isabel, lo notó y me preguntó qué me pasaba, si estaba enfermo. Medio llorando le conté que ayer había escuchado un discurso de Martín Saez, que decía que era el "apóstol de los pobres" y que cantaba para el pueblo. Narrando que en las aldeas los niños estaban desnutridos y paupérrimos. Entre lágrimas, le dije que por aquello estaba tan preocupado, que no podía ni comer. Al oir eso, Isabel (que tenía bastante carácter) puso el grito en el cielo, diciendo:
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-"¿Ese, el apóstol del pueblo?. Mira como me ha dejado la cocina con su sopa china. Cada vez que viene y cocina, tengo luego que pasar horas y horas limpiando todo lo que deja lleno de roña y de quemados. Me lo pone todo, como un cerdo.... ¡Apóstol de los pobres!. ¡Que canta para el pueblo!. Pues cuando te diga eso de nuevo, le vas a contestar de mi parte que yo soy de Valverde de Llerena y allí los niños se hinchan a chorizo y a lo que quieren. Así que no nos hacen falta estos apóstoles.... Además, que aquí, en España, el único que canta para el pueblo es Raphael (que ese sí que canta bien)..... ¡No te digo. Mira como me ha dejado la cocina ese tio....!".
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Le pregunté si el tal Raphael era comunista también y ella me dijo que no (en un tono muy rotundo). Me quedé tranquilo de que hubiera quien "cantaba por el pueblo" y no fuera del comunismo.... Mientras observaba como la pobre Isabel limpiaba con paciencia todas las manchas que había dejado el día anterior, el "cocinero de sopa china maoista", me fuí animando. Comencé a tomar mi Colacao con galletas y a observar de nuevo a Isabel, que era guapísima entonces... Volví a ser feliz y la amargura de aquel discurso escuchado la noche anterior desapareció durante un tiempo. Digo durante unos días, porque Martín venía casi a diario a casa y nos atormentaba con sus discursos sobre "el pueblo". 








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