jueves, 6 de enero de 2011

FAUNA Y FLORA DE EL CAFÉ GIJÓN (V, De los años tristes a la alegría de los sesenta)



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Mi abuela (con unos quince años hacia 1910), junto con unos parientes, vestidos de japoneses al estilo Madama Butterfly, ópera recién estrenada por aquel entonces y que tanto les gustaba. Arriba (en una foto redonda), quien luego se casaría con ella en 1918 (mi abuelo: Angel Santafé). Desde aquella época a mi familia le encantaba Japón; el país que casi cien años después, me acogió y me dio  hogar y trabajo.
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Innumerables veces me han preguntado "quién pudo preparar el asesinato de Canalejas". Quizás, por la proximidad al personaje, o por mi interés hacia la Historia, algunos han creído que podía aportar algún dato desconocido. Incluso el propio Jose Manuel Canalejas (quien es tan buena persona como su bisabuelo - o incluso, mejor-), me lo ha llegado a decir en una ocasión. Siempre que me lo cuestionan suelo contestarles lo mismo: Que este hombre, llamado Pepe por muchos (aún cuando era Presidente del Gobierno) y que paseaba por Madrid como un ciudadano más, intentando arreglar las cosas; sobraba en la política de entonces...
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Sobraba por dos motivos fundamentales: Primero, porque deseaba acabar con el belicismo y hacer una política de regeneración y cultura. Segundo, porque quería convertir a España en una democracia verdadera y acabar con las elecciones de voto comprado, tal como en el texto anterior explicábamos que se hacía. De tal manera, los "caciques" que compraban las papeletas a sus votantes (pagando entre las dos pesetas y un duro), lo último que podían permitir, era que Canalejas prohibiera la venta de votos y se celebrasen en España unas elecciones democráticas.... Aunque quizás, si no hubieran matado a Canalejas, España se hubiera convertido en un verdadero país democrático y los enfrentamientos políticos se hubieran resuelto en las urnas y no con las armas....
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Para mas problemas que daba "Don Pepe", su política promovió que todos estuvieran obligados a ir al ejército (a la mili o a la  guerra), fuera cual fuera su rango. Sin permitir el pago a un mercenario de tu puesto en el ejército (como hasta entonces se hacía). Ello, llevó a que muchos se lo pensaran antes de desear una  nueva guerra (sobre todo, los que creyeron que nunca iban a ir a ellas...). De hecho, durante sus mandatos, hubo un cierto periodo de paz, algo que no debió gustar nada a los fabricantes de armas y a los promotores de contiendas de entonces. Pues a principios del  siglo XX, comenzaron a escucharse teorías que proclamaban que debido a la proliferación de médicos y mejoras en la medicina, faltaba mortalidad  (sobre todo, infantil). Además, estaban viviendo mucho tiempo los viejos y no había tantas enfermedades entre la población pobre (que ya se iba alimentando). De lo que si se seguía por este camino, pronto nadie cabría en Europa, ni habría alimentos para los que en este continente nacieran.
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De hecho, estas teorías "del progreso visto como debiera observarse", desembocaron pensamientos que afirmaban, que la mejor solución para "arreglar" el Viejo Continente, era una gran contienda -que, precisamente, se produjo poco después de la muerte de Canalejas-. Algunos, incluso piensan que el atentado contra el  estadista español, pudo ser una provocación para ver si saltaba ya el polvorín, tan "esperado y deseado", por aquellos que veían necesaria una Gran Guerra (para limpiar Europa de prole y motivar la industria y la investigación). Ya que aunque hoy nos parezca terrible, una de las teorías mas seguidas a principios del siglo XX era que lo mas útil para "barrer" la suciedad de los países eran las guerras, tanto como para hacer avanzar las economías. De ello, nacieron ideologías aberrantes, que promulgaban la necesidad de expansiónismo de las naciones, para conquistar y eliminar las razas (o gentes) inferiores (a los mas débiles); para que así, la Humanidad mejorara, prosperase y se fortaleciera....
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Pero, dejemos ese triste pasaje de la Historia y volvamos al Madrid del Café Gijón, en el que nos centrábamos. Como dijimos antes, tras el asesinato de Canalejas, ya los abuelos de mi madre dejaron de "dejarse ver" por Madrid y decidieron "retirarse o esconderse" un poco en Las Peñas y Clubes, para que nadie supiera bien de qué pié cojeaban, ni como pensaban exactamente. Dicen que había miedo, mucho miedo... El que era primo de Canalejas (Manuel Cobo), al poco tiempo del atentado, cayó enfermo de disgustos y problemas.  Tres años después de la muerte de su querido familiar, no pudo mas con sus úlceras estomacales y se "trasladó a residir " definitivamente a la Sacramental San Isidro (donde aún está y de vez en cuando le "visito" ). Por lo demás, sus dos hijos huérfanos, pasaron a ser cuidados por el otro abuelo (el Santafé), del que tan amigo era el difunto. Y parece que debieron "congeniar" todos mucho, pasando muy pronto mis abuelos, del julepe y a la peonza, a "jugar a los médicos". Pues hacia 1918 ya había nacido el primero de los nietos de ambos (nacidos como Santafé Cobo).
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Pese a ello, aquella parte de la Historia ya fue triste. Una época envuelta en la Primera Guerra Mundial y con una inestabilidad política en España, muy dura. Se dice que desde allí y tras la falta de Canalejas, se inició un enfrentamiento entre "las dos Españas", que luego llegaría a la contienda del 36. Pues el Partido Liberal Progresista que quedó tras Canalejas, no podía actuar de intermediario, ni pactar con la nueva izquierda verdadera, que estaba naciendo entonces (la de Pablo Iglesias). Aquellos "Progresistas", continuaron con la compraventa de votos y pocos creían en las elecciones que en nuestro país se iban celebrando. 
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Así, tras la muerte de Canalejas (en noviembre de 1912) se vivió un decenio de profunda inestabilidad, que terminó en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Después, la huida del dictador  a Francia y luego la abdicación del propio Alfonso XIII, proclamándose la República (1931). Pero, tristemente solo cinco años después, comenzó la Guera Civil, que llevaría al país a casi  otros cuarenta años de directorio militar.... Vamos; que un españolito que naciera en 1912, hasta que cumplir los sesenta y cinco años, no vivió en una nación que tuviera una situación política "normal" (como la de los países que nos rodeaban....).
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En la Guerra Civil, quedaron huérfanos de padres, mi madre y sus hermanos. En agosto del 36 ya habían matado a mi abuelo en Sagunto y tenian que huir los hijos hacia Madrid, (mi madre acababa de cumplir doce años). Fueron traidos, cuidados y criados por algunos que sobrevivieron a la Guerra, pero sobre todo por la mujer del administrador de mi abuelo, que actuó como una nueva madre para ellos. Se llamaba Gregoria Zamarra, nacida en Tarancón. Ella era como nuestra abuela (la que nunca tuvimos) y la que me fue contando de niño muchas de estas historias que aquí recojo. Vaya en su memoria y en la de su hija -Celes, que es como una prima más-, muchas de estas palabras.
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Lo que a continuación voy a narrar sé que es desagradable, pero lo cuento porque es uno de los motivos por los que nuestra casa era tan especial: Continuando con relatos sobre la contienda del 36, me dijeron, que años después de terminar la guerra (sería hacia 1942), vinieron a casa de mi madre personas a comunicarles que habían apresado a los que mataron a mi abuelo. Querían que sus hijos firmasen, para que se llevara a cabo un juicio sumarísimo con sentencia en pena de muerte. Mi madre y sus hermanos se negaron a ello y solo dijeron que no querían saber nada mas de lo ocurrido; tanto, que si hacía falta, firmaban para que no les ejecutaran... Años mas tarde, supimos en Benidorm (por "esas cosas que se comentan"), que quienes habían matado a los ingenieros de Altos Hornos del Puerto de Sagunto en agosto del 36 (el director era mi abuelo), no fueron sentenciados a muerte. Mi madre se llevó una gran alegría al saber que en 1965 estaban libres y habían llegado a "ser personas" (no alimañas, como su tiempo les había exigido).  
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Ella me educó siempre en "el perdón" y me explicó desde niño que esa guerra, la habíamos perdido todos. Por eso en los años sesenta, nuestra casa era un ir y venir de gentes de todas las ideologías. Estaba llena de comunistas, capitalistas, anarquistas, curas raros (rojos, azules y morados), aunque lo que menos proliferaban, era los franquistas (porque los consideraban aburridísimos). De ello y de esta mentalidad, procedía la ilusión de mi padre por las tertulias y el ambiente de El Café Gijón, en los sesenta. Como ya dije, raro era el fin de semana  en el que no venía con un cuadro o una escultura, bajo el brazo; aunque muchas veces ni se acordaba cuando ni a quien, se lo había comprado.... La cosa creció tanto que mi madre le tuvo que advertir que dejase de traer ya mas cosas a casa, porque no cabían ni en los pasillos. Tras ello, comenzó a regalarlos a sus clientes. Aunque muchos de los constructores de los años sesenta, a los que les obsequiaba con una obra abstracta (de un novísimo pintor), a veces creían que era una broma y "aquello"  lo  había pintado yo  -o algún otro niño-, la noche antes....
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Como narro y por lo que vi, los años sesenta fueron los primeros de alegría que tuvo España, tras muchas décadas de tristezas y penurias. No solo la expansión económica ayudo a ello, sinó que una nueva generación que no había luchado en una guerra, floreció en nuestro país. Debieron de ser aquellos que se reunían en el Gijón en los sesenta, los primeros nacidos en nuestras tierras, que no habían ido a la guerra (en siglos y siglos). Pues si nos paramos a pensar, quizás desde que los fenicios fundaran Gadir en el siglo XI a.C., hasta estos españoles, del Gijón de los sesenta; seguramente no hubo una sola generación en nuestras tierras (hispanos, tartessios, iberos, o como queramos llamarles) que no viviera una guerra. Seguramente, aquellos que con tanto ingenió e ilusión se reunieron durante años en El Gijón, fueron los primeros españoles, que no se habían visto en la necesidad de empuñar las armas; por mandato de su ideología o su nación. De ello quizás aquel Café, pleno de gentes raras y con ideas prohibidas entonces, era una gran alegría a compartir por todos. Una luz de pensamiento e ilusiones, que ningún niño podría olvidar, si en casa fué escuchando día tras día las historias que de allí venían...







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