martes, 11 de enero de 2011

FAUNA Y FLORA DEL CAFÉ GIJÓN (VIII Toreros y pintores en los años sesenta)



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ARRIBA:Portada del maravilloso libro sobre tauromaquia, que dedicó Picasso a Luis Miguel Dominguín (recogiendo tintas, acuarelas y obras suyas dedicadas al toro). 
ABAJO: Mi padre y el genio de los ruedos, siempre sonriendo y toreando; esta vez en la finca de Jaén del diestro (La Virgen hacia 1967).
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Se necesita haber vivido en la España de los años sesenta, para comprender lo que fueron por aquel entonces las figuras de Pablo Picasso y Luis Miguel Dominguín. Pues en verdad, en ese tiempo, a muy pocos les preocupaba lo que sucedía en "El Pardo" y hasta el mismo Franco estaba mas al tanto de los movimientos de Picasso y del torero, que de sus propios gabinetes. Fueron aquellos años muy prósperos económicamente y muy aburridos (politicamente hablando), porque apenas se vislumbraba cambio alguno en lo que desde el año cuarenta había sido "una rutina". De ello, entre "los españoles de a pié", el interés por Franco era relativamente poco y la conversación social tan solo se limitaba  a dos posturas: Los que deseaban que viviera para siempre (los franquistas). Y los que se levantaban a diario, preguntando si Franco "ya" estaba enfermo, o si se iba a morir pronto (los antifranquistas)...
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En esos años sesenta se difundió la televisión -que no faltaba en los bares ni en los pueblos donde "la señal llegaba" (tal como entonces se decía)-. Fué también el tiempo de la oclusión de las revistas del corazón, que eran compradas por las amas de casa compulsivamente, para imitar el modo de vida de aquellas que vestían "pantalones laster", iban en bikini a la playa y hasta conducían coches descapotables. En todo este ambiente mediático, las figuras de los toreros crecieron como las de dioses y las primeras corridas retransmitidas por televisión ayudaron a encumbrar en la fama mas universal hasta entonces conocida, a los matadores. Entre ellos, el mas brillante como figura social fué, Luis Miguel Dominguín -amigo de artistas, pintores músicos y cineastas; tanto como amante de las más famosas actrices "hollywoodienses"-.
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En esos años, igualmente, había; sino dos bandos, sí dos "tendencias artísticas". El primer grupo lo conformaban personas a quienes les movía y se preocupaban por los pintores, escritores y artistas (cultos). Este era de las izquierdas, cuyo apoyo e interés hacia las artes mas clásicas temporales y espaciales (poesía, literatura, pintura y escultura), culminaba siempre en la conclusión de que casi todos los intelectuales eran progresistas. Muy por el contrario, los "derechosos" y seguidores de Franco, se solían preocupar mas por los toros y los toreros (tanto como por las actrices y el cine de éxito). Fueron los sesenta la época en que rivales eran la saga de Los Dominguin con la de Los Bienvenida y en la que "un mano a mano" de Antoñito y Luis Miguel, se comparaba a la mejor obra de arte existente. La misma década en la que vivieron los toreros quizás mas inolvidables de la Historia de la tauromaquia, encontrándose entre ellos (por ejemplo): Ordonez, Curro Romero, Diego Puerta, Andrés Vázquez, Palomo Linares, Paco Camino, Santiago Martín "el Viti"  y hasta El Cordobés (con su "arranado estilo")...
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En lo que se refería a las artes  -pues considero que el toreo aunque pueda considerarse quizás como "Un Arte" (al igual que la cocina), nunca puede tenerse como una de "Las Artes". Debido a que estas últimas, han que transmitir, a mas de sensaciones, un pensamiento y una filosofía. Es decir, que "las artes espaciales y temporales", pertenecen al mundo del humanismo y del pensamiento; algo que choca con "un arte" como el toreo, que contiene tanto dolor, y mucho de ceremonia o de deporte-. Como decíamos, en las artes destacaban los pintores españoles, durante aquellos "felices sesenta". Brillaban en el firmamento mundial tres figuras universales: Presididos por Pablo Ruiz Picasso, seguido por Dalí (en el surrealismo hiperrealista) y  Miró (en el abstracto).
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Desde este triunvirato, surgían los innumerables genios que entonces poblaban nuestro país, con una vertiente capitaneada por Dalí y que llegó a dar pintores realistas, de la talla de Antonio López, Eduardo Naranjo, Cristobal Toral, Claudio Bravo, o Florencio Galindo. Por "aquel entonces, también la "gente bien" todavía se hacía retratos y lo trabajaban  pintores magníficos en la linea del realismo al hiperralismo, o en otros estilos mas hispanos, como el "impresionismo sorollesco" (en la que se mantuvieron figuras como Macarrón -para  hombre- y Betsy Westendorp -en el retrato de mujer-).
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Una segunda rama de este trípode pictórico, partiendo desde Miró (Juan Gris) que lideraban el abstracto nacional; surgirían decenas de figuras, entre los muchos que recogió el museo de Cuenca (dirigido por Torner y Rueda), o el constuctivismo vasco (capitaneado por Otaiza y Chillida); la abstracción catalana (con figuras como Tapies, Clavé) y otros grupos (que dieron personajes como H.Mompó, o los de El Paso -con Canogar, Saura, Millares etc.-). Finalmente, todos ellos (abstractos o hiperrrealistas), eran en cierto modo admiradores y seguidores de Picasso, quien "le daba a todos los palos" y había pintado desde impresionismo hasta figurativo y desde el cubismo, al abstracto y al realismo.... Pasando así, por todos los caminos y llegando al estilo propio (el "picassiano").
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Pero sobre todo, entre los pintores de los sesenta, los mas amantes y fervientes "discípulos de Picasso" fueron los expresionistas figurativos. Aquellos, que se reunían principalmente en El Café Gijón, durante este decenio; lugar donde convivían (en tertulias) artistas de todos los movimientos (aunque los que más "pululaban", era este grupo de "hijos de Picasso"). Sobre algunos de ellos, ya hemos recogido anécdotas y referencias (Antonio Quirós, José Díaz, Tino Grandío, Martín y Fernando Saez, Agustín Úbeda, Lapayese del Rio, Maria Carrera, Evaristo Guerra y largo etc). Seguro que "en el tintero" se nos han quedado  muchos (muchísimos nombres), pero no será por falta de interés, sinó porque por aquel entonces tan solo teníamos unos siete u ocho años (pues nací a mediados de 1961) y escribo los recuerdos, solo hasta donde la memoria me permite llegar.
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Sea como fuere; aquella época dio una verdadera generación de genios. Quizás ello fue debido al progreso y el desarraigo social, o por una simple necesidad de expresarse y no poder hacerlo por escrito, o de manera "legible y evidente".... Así, estos años sesenta, fué un verdadero decenio aureo en lo que se refiere al arte y a las letras. Por todo ello, tal como decíamos al comenzar este texto; en ese tiempo del que hablamos, las figuras de Picasso y Doiminguín se tenían como "los dos líderes nacionales" mas aclamados y queridos por "los unos" y "los otros" de España. Tanto, que la amistad que hubo entre ambos, aunó muchísimas intenciones y gran parte de los amantes del toreo (muchos de ellos franquistas), comenzaron a conocer al pintor (e incluso a respetarlo). Al igual que  algunos de izquierdas y admiradores de Picasso, al ver su amistad con el torero, comenzaron a comprender que un Matador, nada tenía que ver con un matarife y que La Fiesta Nacional tenía mucho de arte (y que algunos de sus protagonistas, pertenecían al mas glorioso mundo de los intelectuales)....
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Por cuanto decimos, Picasso y Dominguin; en estos tiempos en los que España era: Toro y Color, Pintura y Ruedo; Luces y Pinceles; Arenas y Lienzos; eran al unísono los protagonista de la escena cultural. En aquellos sesenta, Picasso se consideraba solo comparable con Goya; tanto como Dominguín, se tenía por un ilustrado de los que acompañaba y alegraban el exilio del maño. Una "mezcla de aquel torero llamado Pedro Romero, unido a amigos de Goya (como Jovellanos o Espronceda...). Una reencarnación de aquellos fieles que el pintor de Fuentedetodos tuvo y que marcaron una época en nuestro país: "La de los Majos". Tiempos que en el recuerdo quedaron como preciosos,  aunque la situación política y social de esa España de fines del XVIII y principios del XIX, fuera terrible. Por ello, ambos amigos (Picasso y Dominguín) se tenían idealizados, como si del mismo Velázquez y Lope de Vega hablásemos; simbolizando además, un puente cultural entre dos Españas que estaban por fin en algo, uniéndose. Tanto era así, que desde los años cincuenta, parece ser que Franco había dado orden a la policía, por si Picasso pisaba el territorio Español (o cruzaba su frontera) para que fuera escoltado y guardado, por que nada le sucediera y regresase perfectamente (o se quedase en España a vivir). -Algo que al parecer, estuvo a punto de suceder, cuando en Valencia cogió un toro  a Luis Miguel Dominguín; de herida era tan grave que creyéndose podía morir, el pintor estuvo a "un tris" de cruzar la frontera-.
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Por cuanto narramos, es de entender que ir a visitar a Picasso era un privilegio que muy pocos conseguían y cuando lo hacían entraban temblando a "su estudio-santuario". Los había incluso, que al llegar ante el pintor, no se atrevían a darle la espalda y andaban hacía atrás; despidiéndose bajando la cabeza y saliendo así de la habitación, marchando de espaldas (como en algunas cortes antiguas, era obligado hacer ante los reyes). Otros, iban hasta aquel, a enseñarles sus obras y los mas, simplemente a estrechar sus manos, para contar a todos que una tarde -o una mañana- habían estado con aquel genio de la pintura (quien muchas veces les recibía con boina y en calzoncillos). Cada vez que alguien del mundo "mortal", conseguía ir hasta Francia y ver a Picasso, lo pregonaba a los cuatro vientos y todo Madrid se enteraba. Yendo unos y otros a ver al afortunado, a compartir su tertulia, para que les contase como era "el pintor entre pintores"; cómo vivía, qué le había dicho, qué comía, qué pintaba etc.etc. Los mentideros acerca de estas visitas, eran muchos  y en todos ellos se sabía que la mejor "llave" para ir a ver a Picasso, era Luis Miguel Dominguín (sinó la única).
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Sobre quienes llegaron a visitar a Picasso, recuerdo que lo consiguió el hermano de un amigo de mi padre. De uno de los mejores amigos de la infancia, quien era un psiquiatra llamado Enrique Cores Uría. Asturiano por los cuatro costados (como mi progenitor), estudiaron y veraneaban juntos desde niños aunque luego, la guerra y la vida, les separó. Pero volvieron a unirse de forma tan curiosa como  cercana; porque ambos vivieron apenas a una manzana de distancia en Madrid. Nosotros, a principios de los sesenta, vivíamos en Doctor Castelo 42 y ellos (los Cores), en Fernán Gonzalez, semiesquina a nuestra calle. Por su parte, y en relación al mundo taurino y picassiano, ya conté que en nuestro mismo edificio, en el cuarto estaba el piso de Corrochano, el mejor especialista de aquellos años en pases y diestros. Y frente a este crítico del ruedo, vivía y tenía la consulta mi tio Luis, hermano mayor de mi padre (por lo que todos cabíamos en el radio de unas decenas de metros).
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Mi tío Luis era muy aficionado a los toros (como por aquel entonces debía ser común en la mayoría de los españoles), aunque pertenecía a una rama diferente del árbol genealógico-cornúpeta. Él y su mujer (ella, de origen vallisoletano) fueron amigos y seguidores de otro diestro, llamado Andrés Vázquez, con tierras en Benavente (junto a las suyas). Por eso, en los círculos de Madrid no se les miraba tan bien como a los que seguían a Dominguín (considerados los "fetén", o elegantes). Pese a que Andrés Vázquez, era íntimo de la familia de mi tía, aquello no estaba del todo bien visto, porque no era " un torero suficientemente fino para un médico". Así que el pobre tio Luis, harto ya de que le miraran por encima del hombro los "dominguineros", se dedicó al tiro pichón a ver si allí se lucía y le dejaban de mirarle tan mal y colgarle el cartelito de seguidor de un torero "poco fino". -Diremos que el mencionado Andrés Vázquez fué realmente una joya de diestro-. 
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El tiro Pichón estaba en Somontes, donde a mi me "trasladaban" a veces, para decir que me habían llevado al campo (aunque aquello estaba en plenos montes del Pardo y había en los fines de semana, mas gente que en el Metro y mas ruido que en la guerra...). Pese a lo aburrido del ambiente, un dia ocurrió un extraño milagro; que parece sucedió durante el campeonato de España de pichón. Resultó que el hermano pequeño de Enrique Cores Uría, tuvo una tarde certera y estaba a punto de ganarle la competición al conde de Teba (la mejor escopeta de nuestro país, por aquel entonces). A Teba parece que lo que peor le sentaba era perder un concurso de tiro y ver a Luis Miguel Dominguín. Ese día quizás se unieron los dos destinos, porque allí estaba el diestro, presenciando la tirada; quien al observar que el tal Cores Uría (un chico veinteañero), podía batir a Teba, se le acercó y en los últimos pichones le dijo que si le ganaba al conde, hacía lo que le pidiera (por contrariar al descendiente de la Emperatriz Eugenia de Montijo, con el que parece no se llevaba nada bien).
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Lo consiguió y tras recoger el premio de Somontes, Cores se acercó a Luis Miguel para decirle: -"Le he ganado a Teba, he cumplido mi parte; ahora te toca a ti: Lo que mas deseo, es conocer a Picasso"-. Dicho y hecho; pocos meses después, el matador le había llevado hasta el palacete del pintor, donde para mas casualidades congeniaron y el asturiano llegó a ser su fotógrafo personal durante algún tiempo. Aquellas noticias, en casa y luego en El Café Gijón cayeron como  un rayo de esperanza. Pues si el hermano de Enrique Cores, íntimo amigo de mi padre había ido hasta Francia y congeniado con Picasso, posiblemente hubiera un camino para ir mi hermano a verlo. Ni corto ni perezoso, mi padre cuando escuchó la historia de boca de mi tío Luis (quien había vivido los hechos en Somontes), decidió que mi hermano también iba a ir a ver a Picasso. ¡Seguro!.








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