domingo, 27 de marzo de 2011

JULIÁN CORTÉS-CAVANILLAS: Señor, entre señores.


SOBRE ESTAS LINEAS: Interesante foto de Don Carlos de Borbón pretendiente al trono español, como Carlos VII, junto a su hijo y heredero (Jaime). De ellos me habló a veces Julián Cortés-Cavanillas, quien pudo oir la historia de Isabel II contada "de primera mano". Me comentaba que el "colmo del infortunio" para esta reina, fue nacer diez años mayor a "aquel rival". Pues, de haber sido algo más joven, la hubieran casado con D.Carlos de Borbón y no con Francisco de Asís ( que fue un mal marido y un peor compañero para la monarca). De haberse casado Isabel y Carlos -afirmaba Julián-, la Historia de España se habría ahorrado varias guerras civiles, decenas de miles de muertos en campaña y hasta -en parte-, el separatismo vasco-navarro y catalán (pues con D. Carlos al frente, los fueros y tradiciones del Norte, se habrían respetado).
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SOBRE ESTAS LINEAS: La famosa reina María de las Mercedes de Orleans, que murió muy joven y al poco de casarse. Su fallecimiento se dice actualmente que se debió a fiebres de tifus, contraídas -al parecer-, por beber agua de los pozos del palacio de San Telmo, en Sevilla (que se encontraban contaminados por su proximidad al rio Guadaquivir, donde se vertían los detritus de la ciudad). Muy amada por su marido y primo, era hija de uno de los enemigos " mas fuertes" de Isabel II (el duque de Montpensier). El padre de su nuera y su hijo (Luis Felipe) también intentaron coronarse como "reyes de España".

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Me decía Julián, hablando de esta época que tanto conocía: -"Por aquel entonces, a nuestro país le salían más pretendientes, que a una sucia bailando entre soldados..."-.   Se refería a los "pretendientes" al trono (evidentemente), pues no solo estaban los carlistas, con "ciertos" derechos. A ellos, les acompañaban otros como: Amadeo de Saboya, Leopoldo de Hohenzollern, el Duque de Montpensier, su hijo Luis Felipe, el general Espartero y largo etc.. Todos, de una forma u otra, "pretendieron" y ocuparon el puesto de la la reina, sintiéndose en el Derecho de hacerlo por ser "el monarca" una mujer  -no tanto por motivos políticos...-.  ¡Qué tiempos!. Pensemos y reflexionemos un poco para comprender que entre 1474 y 1517, en Castilla y Aragón (España) reinaron Isabel I y  Juana I; reconocidas perfectamente  por todos sus caballeros y súbditos. Incluso, Isabel La Católica, "suplió" en el trono a un hombre, que tenía más derechos como legitimo heredero... . Pese a nuestra historia y a tener una de las mas recordadas reinas en Isabel I, cuatrocientos años después (en 1874), tuvieron que sustituir "a la madre", por su hijo Alfonso XII,  principalmente por la falta de reconocimiento general de una mujer como monarca.

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BAJO ESTAS LINEAS: Curiosa foto-lámina de la familia de Alfonso XII, con las infantas Paz y la reina Maria Cristina (a la izquierda). Entre el rey y la reina, María de las Mercedes, la primera hija y "Princesa de Asturias", entonces (1881). Bajo ellos, las infantas Isabel y Eulalia. (imágenes tomadas del libro de Julián Cortés-Cavanillas: ALFONSO XII).

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Como ya hemos comentado, antes de comenzar cada nueva intervención, incluiremos una lineas en memoria y solidaridad de los afectados por el terremoto de Japón. Para todos los que deseen ayudar o donar algo a estos damnificados, les proponemos dos páginas (una de Cruz Roja y otra de Unicef). Del mismo modo, nunca debemos de olvidar que la mejor ayuda a Japón en estos momentos es: Consumir sus productos (sin miedo alguno), tanto como comprar sus máquinas y sus coches (que son magníficos).
http://www.cruzroja.es/pls/portal130/portal.donante.donativo
http://servidorseguro.unicef.es/web/donacion.html
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Como  decíamos ayer, si la buena educación hubiera tenido nombre y apellidos, esta se hubiera llamado: Julián Cortés-Cavanillas. Porque nunca conocí una persona  más agradable y menos conflictiva, siempre dispuesto a escuchar a todos con una sonrisa y a contestar con un chascarrillo o un chiste (si alguien decía algo desagradable, o inconveniente). Así contábamos en nuestra anterior entrada; que durante los años 1985 al 1988, pude compartir con él muchas reuniones, tertulias y fiestas -aunque tras esta última fecha, comenzó a tener problemas de salud, que le obligaron a ausentarse de las celebraciones-. En esa época, tuve la gran fortuna de que se aficionó a venir una vez por semana a casa de mis padres, donde siempre teníamos una "charleta" que comunmente, se amenizaba con historias sobre Japón (debido a que a Julián le encantaba este país, de donde era mi novia de entonces -quien hoy es mi mujer-). Siempre me arrepentiré de no haber tenido entonces una libretita a mano, para ir apuntando todo lo que narraba Julián sobre su pasado, sobre los reyes, sobre sus amistades y sobre lo vivido por él -Porque era verdadera memoria histórica-. Aunque pese a haber transcurrido casi veinticinco años, me acuerdo de algunas de las historietas que nos comentaba (por su importancia y por lo divertidas que eran).
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Siempre que pude, le hice de "chófer", ya que como no conducía y en aquellos años tenía mas de setenta y siete, le venía fenomenal que alguien le recogiera en su casa de General Moscardó y le devolviera a ella (tranquilo y seguro). Mi intención de llevarle y traerle en coche, no era "humanitaria" (como muchos entendían). Para nada, era cultural y se debía a que en estos trayectos, cuando estábamos a solas y sabía que nadie nos oía, comentaba cosas verdaderamente interesantes -a mi mujer le encantaba viajar con él, porque era un hombre increiblemente ameno y con una conversación agradabilísima-. También en estos momentos (dentro de "tapones" de tráfico o durante largos recorridos), entablaba discusiones conmigo, intentando convencerme para que fuera "más" monárquico... .
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Recuerdo que un día de esos en los que ir de un lado a otro de Madrid suponían varias horas de coche, me preguntó: -"¿Oye, pero tú no eres nada republicano?. Lo que pasa es que no te gustan tanto los reyes, porque te caen mal algunos de sus amigos"- .   
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Yo le contesté: -"No Julián. Yo soy... Monarquicano"-.   A lo que repuso: -"Anda y ... ¿Eso, qué cosa es?"-.   Respondiéndole entonces con ahínco: -"Pues... .Que... . Lo que a mí me molestan no son los reyes (que los ha habido buenos y hasta bien inteligentes); a mí lo que me repatean, son muchos monárquicos; todo el día enredando y snobeando."-
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Se quedó el pobre pasmado, pero como era un hombre rápido e inteligente soltó un chascarrillo aseverando mis "duras" palabras con un: -"¡Los monárquicos, somos fatales. El primero yo, que soy el más monárquico de España!"-. Inmendiatamente le expliqué que lo dicho, no iba nunca por él (que era un verdadero amigo). Sonrió con unos dientes de rata que sacaba bajo la boca y luego comentó que bien sabía que por él no lo decía.... . Continuando con un: -"Mira que eres malo... . Ya sé por quién lo dices y quién te cae mal a ti... . Pero los monárquicos no somos todos iguales. Los hay muy buenas personas..."-.
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Tuve entonces que callar lo que pensaba sobre cómo le habían relegado y jubilado (totalmente) "ciertos grupos" y sectores de la Alta Sociedad. Pues era sabido que Julián estuvo sesenta años haciéndo favores y portándose de maravilla con cuantos seguían a los reyes. Pero en su vejez, tuvo que ver como muchos amigos de la nobleza y parte de la burguesía monárquica, le daban la espalda. Solo por haber cumplido años, estar retirado y haber perdido ya la capacidad para hacerles más favores. Nunca tuvo una queja ni un ápice de amargura, pero para quienes sabíamos quién había sido Julián Cortés-Cavanillas, nos sublevaba ver como había tantos de sus amigos importantes, que ya ni se ocupaban de él, por verle anciano y débil. 
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El día que le manifesté mi poco aprecio por algunos monárquicos, quedó pensativo y quizás dolido por mis palabras. Comentando Julián, tras el momento de silencio que se produjo en el coche (al decir yo lo de "monarquicano"); que quizas, la única ventaja que tenían las Repúblicas, frente a las monarquías, era la de que cada cuatro -u ocho- años, las amistades del Jefe del Estado cambiaban y rotaban. Tras ello, se echó a reir, llamándome "el chorra monarquicano"... . Así era Julián Cortés-Cavanillas, un hombre de una educación absoluta, sin nada amargo, al que era imposible cambiar en su buen humor y que contestaba todas las preguntas, e incluso a las impertinencias (aunque vinieran de un chico de veinticuatro años -como yo-, entonces muy herido y enfadado con algunos sectores de gran poder; por haber tenido graves encontronazos con "ciertos ambientes snobs" y malvados, de la Villa y Corte).
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Pese a ello, me reconoció que "los incondicionales" eran su ilusión, al final de su vida. Dos grandes alegrías había tenido en su existencia: La primera fue cuando Alfonso XIII le había nombrado biógrafo dándole un gran abrazo. La última, cuando hacía pocos años entonces (en 1987), el rey Juan Carlos le había cogido en brazos y llevado hasta un sofá en la Zarzuela, como si se tratara del niño de la casa... . Pero entre todas, una de las grandes ilusiones, eran los "incondicionales", los amigos que todavía conservaba en estos días finales,  cargados de penalidades y problemas. "Incondicionales": Así llamaba a los antiguos amigos, que todavía le trataban y quienes eran por aquel entonces, solo "unos pocos", para un hombre que había conocido a media España y ayudado a la otra mitad. Entre estos que siempre le arropaban, se encontraba su admirado y querido amigo Leandro Alfonso Ruiz Moragas (entonces; hoy D. Leandro de Borbón). Decía que era igual a su padre y que una de las mayores ilusiones que tendría sería la de verle apellidado Borbón -tristemente, el reconocimiento de D. Leandro llegó tras la muerte del escritor-. Contaba Julián que su sobrino (el rey) siempre estaba tratando de que por fin inscribieran oficialmente a Leandro, como legítimo tio suyo diciéndole comunmente: -"Leandro, tú lo que tienes que hacer, es firmar y presentarte como Borbón y pasar ya de los abogados y esas cosas"-.
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Pude en esos años conocer al este hijo de Alfonso XIII -por mediación de a Julián- y tras hablar con D.Leandro y ver que realmente era un "tipo" divertido y castizo, le pregunté al escritor, si era verdad que tanto se parecía a su padre. A lo que Cortés-Cavanillas me lo confirmó, diciendo: -" Se parece muchísimo, anque el rey Alfonso era aún más divertido y animado. Había momentos en los que no podías parar en horas de reirte, de las cosas que decía; con la flema y la juerga con las que las pronunciaba..."-. Muy interesado entonces, le pregunté tras ello, qué tipo de persona era Alfonso XIII, y su biógrafo me contestó: -"Parecido a Leandro, muy similar, pero áun con mas gracia y con más estilo y garbo. Para que te hagas una idea, al lado suyo, Jaime de Mora y Aragón sería un soso y un tío sin gracia ni clase".- (¡Cómo debía de ser, pensé yo para mis adentros!).
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No pude comprobar como fué Alfonso XIII, que según lo que contaba en privado Cortés-Cavanillas, era un hombre simpático y lleno de ingenio. Pero lo que  sí puedo afirmar es que Julián era un tertuliano inmejorable y una persona cargada de humor, ironía y de bondad. De ello, aún recuerdo algunas anécdotas que narraba en las reuniones de casa (donde a veces se "explayaba"); historias de las que alguna desearía recoger, pues son "Historia viva" -y precisamente, muchas, historia del humor más refinado-.
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Así nos comentó, que tras haber ido al Japón de corresponsal, con los "todavía" príncipes (en el año 1972) y a su regreso del viaje, le mandó llamar Franco (para tener con él audiencia privada). Llegó a El Pardo el día que concertaron la conversación y dice que le recibió "cordialmente", saludándole con el "efusivo": -"Como anda por allí, Cortés"-. Ello era la manera en la que siempre se dirigía a él, debiendo saberse que el "Cortés" era como llamaba Franco a Julián y el "allí", suponía Italia, donde el escritor llevaba años. "Cortés" le respondió que le iba muy bien por Roma (donde era desde 1945 corresponsal de ABC). Tras lo que el general le preguntó, cómo había encontrado España.
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Parece ser que aquella cuestión, ya la consideró "Cortés" un tanto compleja y no sabiendo qué contestar - y sobre todo, sin querer decir que Italia estaba mejor-, le respondió, que había visto a nuestro país animadísimo y muy alegre. El general (que ya estaba mayor) no acertaba a entender a qué se refería al decir aquello de "muy alegre", por lo que le preguntó a qué se refería concretamente. Así, Julián le explicó que la española, era una alegría que se veía hasta en las calles. Por ejemplo, que todas las noches de verano, a las dos de la mañana, la Gran Via o el Paseo de Recoletos, estaba aún llenos de vida y de gente, tomando copas y cambiando de un local a otro; mientras, a esas horas la ciudad de Roma estaba desierta. Entonces parece ser que Franco se quedó pensativo un momento y le dijo con tono "semi-enfadado":
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-"¿Ahh... Es eso?. ¡Pues yo le digo Cortés, que todos esos que hay allí a ´las tantas`, son señoritos!."   Julian, al ver un tanto alterado al general, se quedó preocupado y tras escuchar su afirmación le preguntó si creía que realmente estas miles de personas que pululaban por La Gran Via, o el centro de Madrid, a altas horas de la noche, eran señoritos. Tras lo que Franco le contestó, incorporándose sobre la mesa y diciendo exactamente: 
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-" Evidentemente: Son señoritos. Población flotante.... . Esos, no cuentan"-.
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Quedó el escritor con cara y corazón admirado al escuchar aquello y viendo que el general estaba molesto al hablar de los trasnochadores -a los que habían dedicado ya demasiada atención-, entendió que debía derivar la conversación hacia otro punto. De tal manera, siguió en ella comentando que de su regreso de Japón había venido admirado de la organización y la calidad humana de aquel país. A lo que Franco le respondió:
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-"¿Japón?. Un país maravilloso. Está a punto de convertirse enteramente al catolicismo. ¿No lo  sabe; Cortés?"-.  Julián me dijo que en ese momento, lo que no sabia era dónde mirar ni qué decirle; por lo que se le ocurrió comentar en tono de despistado, que no tenía esas noticias precisamente sobre el catolicismo y Japón. A lo que ya Franco, un tanto molesto, le advirtió que los gobernantes tenían una información muy superior a cualquier periódico y que -evidentemente-, en pocos años, Japón sería por completo católico... .   Era entonces 1972 o 1973, y parece que fué la última vez que Cortés-Cavanillas habló en privado con Franco. Cuando contaba aquella audiencia, la cara de juerga que "se le ponía" a Julián, era como para haberle tomado cien fotos; porque comentaba que en verdad había sido mucho mas surrealista que cualquiera de sus conversaciones con Dalí (que al parecer, fueron varias y variadas).
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Sobre este último personaje, también me narró una preciosa anécdota que se desarrollaba durante un vuelo Nueva York - Madrid, en el que viajaban en los asientos de primera: Dalí y el hijo de un afamado banquero de los años sesenta, junto a Julian. Decía que durante el vuelo, se les acercó Salvador Dalí para exlicarle que venía de Arizona, donde estaba planteando construir el "Templo Crustaceo"... . Así, al poco de despegar del J.K.Kennedy,  el pintor les dijos si querían ver los planos de su templo crustaceo y el escritor, y el hijo y heredero de un famosísimo banquero, contestaron que sí. Allí mismo, Dalí desenrolló los planos de algo pintado y que mas bien parecía un cangrejo mecánico, andando sobre el desierto, construido de metales (con cruces y símbolos religiosos por doquier). Les fue explicando a los dos españoles las funciones y significado del "Templo Crustaceo de Arizona", lo que parece, era incomprensible para un simple mortal. Pese a ello, al hijo del banquero  le entusiasmó la idea, tanto que pasaron horas hablando del tema. Antes de llegar a Madrid el rico heredero le dijo al pintor que en el aeropuerto le estaba esperando su padre y que tenía mucho interés de que hablara con él, por ver si le patrocinaban el maravilloso proyecto de Arizona, desde el banco familiar.
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De tal manera, aterrizaron en Barajas y al salir de frontera allí estaba el mencionado magnate, que tras saludar a su hijo, recibió la noticia de que había volado junto a Dalí y que deseaba presentárselo, tanto como explicarle el proyecto del Templo Crustaceo (que era la última maravilla daliniana). Así llegó hasta el banquero, Dalí; que junto a Julián, fueron invitados a comer  y a subirse al amplio mercedes que traía para recoger a su hijo. Cargaron el equipaje de todos en un taxi (que les seguía) y llegaron al banco. Allí pidió el presidente que les prepararan el almuerzo para todos (él, su hijo, Dalí y Julián); con el fin de que mientras comían, el pintor expusiera lo que era el Templo Crustaceo, por ver si se podía patrocinar por alguna entidad financiera relacionada con ellos. Contaba Julián, que la reunión y lo concerniente al templo, duró bien poco, pues la conversación entre Dalí y el banquero fue bastante breve.
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Pues el pintor comenzó exponiendo que había encontrado en el hijo del financiero, uno de los hombres mas inteligentes del Mundo; ya que a todos había explicado el Templo Crustaceo y nadie lo entendía. Pero que el heredero de aquel magnate, tan solo en unas horas, e incluso en unos minutos, había captado y comprendido todo el significado, tanto como la importancia del proyecto de Arizona. Ello, lo corroboró Julián, quien dijo que ciertamente, tras haber intentado atender durante largo tiempo las explicaciones de Dalí, poco o nada comprendía; mientras su compañero de asiento, lo entendió todo rápidamente. Tras aquello, comenzó el pintor a exponer de nuevo, qué era y en qué consistía el Templo Crustaceo; explicando detenidamente todos los pormenores a su posible patrocinador (ante el hijo,  quien animaba al artista a que hablara de una cosa y de otra....). Trascurridos unos minutos y antes de que pasaran al segundo plato, dijo el financiero que ya "lo entendía todo y bastante bien".  A lo que Dalí le felicito. Tras eso le preguntó el pintor, qué le parecía la idea y el proyecto. Entonces, y ante el asombro de todos, el anfitrión dijo severamente:
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-"Que, qué me parece lo del Templo Crustaceo.... Me parece una imbecilidad..."-.  Los comensales quedaron mirándose, con un gesto de "horror". Todos, menos el artista, pues Dalí, en décimas de segundo, le contestó al banquero con un acento catalán más marcado que de costumbre:  -"Oiga... Es verdad que el inteligente no es su hijo.... Lo es Usted..."-.   La carcajada fue general (hasta al camarero que les servía, parece que se le cayó la bandeja de la risotada) y la amistad entre el financiero y el pintor parece que desde ese momento se perpetuó.  
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Estas y otras cosas eran las que Julián nos contaba una tarde sí y otra también, haciendo mas que amena cualquier tertulia o reunión en casa. Pudiera parecer fácil ser así, realmente no lo era, porque entonces, Cortés-Cavanillas tenía mas de setenta y siete años, con grandes problemas de salud (y profesionales). Además, entre sus amistades, había sufrido tremendas deslealtades. Pese a ello, nunca tuvo un mal comentario ni un mal gesto hacia nadie. Porque Julián era un verdadero señor (de los pies a la cabeza), para quien lo mas importante era ser educado y fiel, agradable, ameno y culto (hasta límites insospechados). Sean estas palabras a la memoria de quien era tan buena persona y tan divertido amigo; pese a que se distanciaba en casi cincuenta años de edad conmigo y en más de cincuenta y cinco, con mi mujer (la japonesa con la que le encantaba hablar horas y horas sobre el Sol Naciente y sus emperadores).  

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