martes, 11 de enero de 2011

FAUNA Y FLORA DEL CAFÉ GIJÓN (IX de los cafés de Oviedo, a El Gijón en el final de los sesenta)




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ARRIBA: Dedicatoria a mi padre del libro de tirada limitada (para Dominguín),"Los toros de Picasso" : "A Mario artífice de su arte, de su amigo que le desea una super inspiración en estos momentos. Luis Miguel Dominguín".
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Abajo: Luis Miguel le ayuda a poner la muleta a mi padre. Siguiente  imagen: el diestro con mis padres (la que asoma la cabecita a la izquierda es mi madre; fotos tomadas en La Virgen, hacia 1967).
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Antes de comenzar esta última parte sobre cómo eran las tertulias y los ambientes de El Gijón, deseo recordar al verdadero cronista de ese Café: El asturiano, Marino Gómez-Santos. Personaje que sí, escribió una importante crónica del Café Gijón hacia 1955 (tanto como otras decenas de libros) y a quien tuve el placer de conocer hace ya unos treinta años (en casa de la magnífica pintora Betsy Westendorp). Es Marino Gómez-Santos, además de periodista y escritor, quizás el mejor biógrafo que hubo de Leopoldo Alas Clarín. Hablando con él tuve la confirmación de la amistad de D.Leopoldo con mi familia asturiana, tanto como pude saber una parte de su obra "La Regenta", se escribió basada en anécdotas y hechos reales acontecidos en Gijón y Oviedo (a fines del siglo XIX) que oyó entre los cotilleos y comentarios de un café.  Cosas que sucedían en las ciudades asturianas, contados, oídos y anotados en este caso en El Café España (también llamado Casino de Oviedo, que al parecer, era entonces propiedad de un tío abuelo nuestro). .
Pues se comenta que D.Leopoldo iba a diario a este café, a oir lo que se decía. Y  que mucho de lo que luego fue narrando en La Regenta, le había sido allí contado por sus mas cercanos amigos y discípulos (en el mundo jurídico). Marino Gómez-Santos me confirmó que entre ellos se encontraban los tíos y los abuelos de mi padre. Al igual que mi abuelo y su hermano (Luis y Mario Gómez-Morán), fueron en la siguiente generación, algunos de los discípulos mas cercanos de Leopoldo Alas García-Argüelles (el hijo de D.Leopoldo "Clarin"). Por cierto y por si no lo saben, se dice también de Alas "Clarín", que  por los cosas tan duras que escribía, le terminaron llamando así: " El Clarín" (por lo clarito que era; aunque parece más cierto que era el sobrenombre que él mismo elige cuando publica de joven en un diario donde todos firmaban con el de un instrumento musical). Contándose, que la gente a su paso por Oviedo, y tras haber leído sus artículos o colaboraciones; solían comentar: -"Allí va ese.. ¡Que ´ye` mas clarín que la madre que lo parió...!"-. Y así se quedó, con "Clarín" y así dicen que lo eligió como seudónimo al tener que firmar con el nombre de un instrumento en su primer periódico.
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Por su parte, nombre de Vetusta que el escritor da a la ciudad de la burguesía en La Regenta (del que a veces se sabe, era Oviedo, aunque también tiene anécdotas de Gijón); parece que procede de la ciudad natal de Leopoldo Alas, que parecer fué, la zamorana de Benavente. Ya que esta antigua villa cercana a Leon (existente desde tiempos prerromanos), llevaba el nombre de una de las mas antiguas tribus celtibéricas: La Vettona. De ello, una de las denominaciones del lugar de Benavente, en tiempos anteriores a la llegada de la Legio VII; era Vetona. Nombre que que luego pudo derivar hacia Ventosa, Ventusa y Ventusta (donde seguramente se inspiró D. Leopoldo para dar su  secreta denominación al Oviedo decimonónico reflejado en su libro).
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A juicio de los expertos, si leemos La Regenta con detenimiento, podemos observar en su ritmo y argumento que se trata de ensayos sueltos, que narran diferentes hechos contados en distintos momentos. Ello, cuadra con la historia y biografía de Leopoldo Alas, quien al poco de regresar a Oviedo, comienza a escribirlos y termina por publicarlos en una novela unida (hacia 1885). Tanto como con la hipótesis de que en su mayoría pertenecen a historias reales, o cotilleos, que le fueron llegando en El Café España... Ello nos puede referir el valor que por aquel entonces tenían los cafés y los lugares de reunión, que quizás equivalían en sus funciones, a lo que luego fué la radio o la televisión posteriormente. De tal manera, aquellos que se reunían en un café, recibian un tipo de información; que dicha o comentada en otro lugar sería tan diferente como lo que sobre una misma noticia narran TVE, Antena 3 o La 5 (sucesos que en un principio podrían ser casi iguales, pero con un significado totalmente opuesto).
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Pero sigamos con nuestra vida: Como vemos, por el otro lado de la familia, éramos asturianos, pero igualmente regeneracionistas. En principio muy progres hacia 1900, pero como en la Revolución del 34 les quemaron todos los negocios (incluidos los almacenes), se transformaron en gentes mas bien de Derechas. De hecho, hubieron de dedicarse desde entonces solo a su profesión de juristas (eran notarios) y dejar todo mercadeo y negociete. Tanto debió de doler en el bolsillo, que nuevamente se hicieron mas de derechas que las manillas de un reloj (que no deben girarse al lado contrario, ni para ponerlo en hora). Pero, es que seguramente a uno le hace poca gracia ser regeneracionista y de izquierdas; para terminar unos años después viendo achicharrada hasta la última pared de tu propiedad.
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Por lo demás, el único del lado asturiano que se dedicó "algo" a la política (que fué el abuelo de mi padre: Jose Cima). Tenía tal fama de malas pulgas, que dicen, cuando se enfadaba y ya no le quedaba nada mas que tirar (de lo que había cerca, o sobre la mesa); se sacaba la dentadura postiza y la arrojaba. Vivía justo frente de la Catedral de Oviedo y en una de esas tiró los dientes a alguien, que se agachó y estos salieron despedidos por la ventana.  Fueron a parar a un cortejo de una novia, que nada mas casarse y a la puerta de la iglesia, se encontró con una dentadura postiza volando y rebotando sobre sus invitados. Evidentemente, el hecho fue un escándalo porque el dueño de aquellos "piños voladores", era entonces el alcalde de Oviedo; por lo que la recien casada, presentó una protesta ante el Ayuntamiento.  Del resto de la familia, García Pavón da buena cuenta en su novela "Cerca de Oviedo" -que fué "criticada" por narrar historias de gentes ajenas a las de su casa (y es que no es lo mismo reirse de tu familia y amigos, que de los del contrario)-...
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Pero sigamos con el Madrid de los años sesenta, en el que habíamos visto como el asturiano Cores Uría había ido a visitar a Picasso, gracias a Dominguin, llegando a hacerse amigo del pintor. Fueron esos los años en los que Luis Miguel había adquirido la plaza de toros de Vista Alegre para realizar un precioso proyecto que me contaron y finalmente,  no se llevó a cabo. Al parecer, se trataba de realizar la "plaza de Picasso" y el proyecto consistia (entre otras cosas), en poner una enorme escultura con forma de toro sobre las gradas. Escultura y diseño original del pintor, que a las cinco en punto de la tarde, diera sombra perfecta sobre la arena, marcando con los cuernos la hora sobre el albero. Me dijeron que el arquitecto elegido para ello (entre otros) era mi padre y de hecho recuerdo haber visto los contratos firmados por Luis Miguel Dominguín en casa (de niño).
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Me acuerdo también de que tuvo que irse el diestro a hacer las Américas y dejó algún contrato en blanco firmado, que mi padre enseñaba como si fuera oro en paño. Porque cuando se tomaba una copa con los del Café Gijón, abría la caja y sacaba ese papel que le había dejado el torero, para realizar algún trámite de Vista Alegre; enseñándolo como si mostrase el autógrafo del mismo Viriato.... La ilusión entonces era mucha y en España las cosas económicamente iban bastante bien (ya se sabe que cuando hay dinero, la política pasa un poco a segundo plano). Por lo que el protagonismo de Domiguín y de Picasso era lo único que a muchos les preocupaba realmente.
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En ese ambiente tuvo la seguridad de que Picasso iba a recibir a mi hermano Mario, pero aquello no fue posible. Quizás, entre otras cosas, porque mi hermano apenas tenía quince años entonces (hacia 1967) y si el artista hubiera dejado que fuera hasta Francia todos los chicos que querían conocerle, España se hubiera quedado medio vacía. Un día hablaban de que a través del sastre, se podría conseguir una cita (ya que el pintor diseñaba los trajes al torero).  Otro, era el barbero (su amigo de Buitrago) quien podía hacer de intermediario, para ver al genio de los pinceles. Finalmente, mi hermano, fué dos veces con esa ilusión a Francia. Una de ellas, regresó con dos tortugas bajo la chaqueta (desde París) y sin ver a mas pintor que Martin Saez; la siguiente, con una maleta llena de pájaros exóticos (decidió mi padre que no hubiera mas intentos, por no convertir la casa en un zoológico).
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El hecho curioso es que antes de "ir a ver a Picasso", pintó mi hermano un cuadro "imitando" a este artista, en su "época negra"; para poder llevarlo como regalo (incluso lo firmó). Evidentemente, como nunca se entregó, aquella falsificación del Picasso anduvo siempre por casa (de rincón a rincón y de estantería en estantería). Lo mas increíble, es que casi todos los que venían a ella y lo encontraban, tan solo se fijaban en el Picasso, quedando admirados de aquella maravilla.... Mucha veces, por no quitarles la ilusión, nadie les decía a los que se arrodillaban ante el lienzo, que lo había pintado mi hermano con quince años (intentando llevarlo a Francia, como regalo al verdadero Picasso). Otras ocasiones podíamos experimentar cuan extraño es el ser humano, al ver que en lo único que se fijaban muchos, era en ese cuadro y su firma.... Tras ello, mi padre a veces comentaba: -"Qué rara es la vida.... Lo que mas les gusta a muchos; es precisamente un cuadro falso..."-.
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Pasaron "los sesenta" y en mi memoria está presente que la situación cambió mucho. No solo porque Dominguín desapareció de los ruedos y Picasso moriría en 1972, sinó también porque la policía se endureció bastante hacia principios de los setenta. Así, mientras en la década anterior habían podído reunirse "con cierta tranquilidad" los bohemios y los izquierdosos; hacia la nueva década, el control policial se hizo mucho mas duro. Tanto, que recuerdo que para reunirse a cenar en Pozuelo, había que pedir permiso a la comisaría, avisar de cuanta gente vendría (incluso dar los nombres de los comensales y explicar con qué fines se hacían las reuniones). Las fuerzas de seguridad comenzaron a entrar a diario en las universidades a soltar porrazos y los extremos, se radicalizaron. La cosa comenzó a dejar de tener gracia... La gracia que había tenido en los años sesenta, en los que muchas veces se podían sentar a comer juntos, dos de bandos muy distintos y contrarios (soltando majaderías de uno y otro lado).
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Desconozco qué sería ya de las tertulias y tertulianos, del Café Gijón a partir de aquellos primeros años de los setenta, pues como dije, nos fuimos a vivir lejos del centro  -precisamente en una parcela y lugar, que nos facilitó y aconsejó Dominguín-. Torero admirado por mi padre (como persona y como figura) cual lo último que le oí comentar de él, es que había estado de visita en Moscú. Habiéndole preguntado mi progenitor, cómo era esa ciudad rusa, le contestó el diestro que:
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-"Como Pamplona, pero sin curas ni Sanfermines"-. Mas tarde sin saber qué decirle, le comentó entre risas, por qué decía lo de los curas; ya que los Sanfermines, suponía que seguramente le gustaban, pero lo de los sacerdotes no sabía qué pintaban en relación con Moscú; a lo que le respondió el torero:
-"Me encantan las dos cosas. Los Sanfermines por los cuernos y los curas porque llevan faldas y a mí, todo lo que lleva fadas me encanta".-
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Y es que así era de genial e ingenioso, el genio de los ruedos.





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