sábado, 1 de enero de 2011

SEBASTIÁN MIRANDA



Comenzaremos estas Añoranzas y  Recuerdos, por los que Sebastián Miranda nos dejó. Aquel escultor que de niño conocí (hacia 1973). Como contábamos en la anterior "entrada", el  primer día que le vi, puso en mis manos su libro de memorias titulado Recuerdos y Añoranzas. "Ordenándome", antes de dedicármelo, que cuando yo fuera mayor, debería escribir otro muy similar (sobre mis memorias y amigos). Y que en aquel, tendría que dedicarle algunas páginas; recordándole:
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Sebastián Miranda era uno de esos hombres a lo que nadie podía olvidar, después de haber hablado con él. Cuando le conocí, tristemente se trataba de los días finales de su vida y por entonces,  ya tenía mas de ochenta años. Había nacido en Oviedo (en la calle Santa Susana número 4); increíblemente, en el mismo edificio en el que vino al Mundo mi padre -treinta y dos años después-. Ambos, nacidos en aquella casa de Santa Susana, se habían conocido en El Centro Asturiano de Madrid y entablaron amistad, al saber que habían visto la luz, procedente de las mismas ventanas.... Un día, hablando los dos (de lo cotidiano) supo Sebastián Miranda, que mi madre era la nieta del banquero que compró la primera escultura que el artista vendió en toda su vida profesional. Así quiso venir a conocernos.
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De este modo, entró aquel escultor en casa -hacia 1972-; para hablar con mi madre, sobre su abuelo Nicolás Santafé. No pude estar presente en sus conversaciones, pues apenas tendría yo entonces once o doce años. Pero bien recuerdo lo que se comentaba acerca de aquella comida, en la que Miranda no paró de recordar anécdotas del bisabuelo. La reunión entre ellos fue tan buena que el escultor ovetense decidió que; cómo la primera escultura que había vendido, había sido la que le compró Nicolás Santafé en 1915. Una de las últimas que deseaba realizar, era la de mi madre (su nieta). Así quedaron que la prepararían, tras terminar Sebastián la restauración de su "retablo del mar" (la obra que por entonces realizaba). Aunque, poco después, mi progenitora, prefirió que Miranda hiciera un retrato escultórico de mi padre y ella decidió darle la sorpresa de regalárselo por Navidades.
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De este modo llegamos al estudio de Sebastián Miranda, aquel mes de diciembre, y aún recuerdo algunas cosas que allí pasaron, mientras mi progenitor posaba.  Cuando le dijo al escultor, que mientras trabajaba; me contase "algo sobre su vida";  para que yo aprendiera a valorar como era el Mundo de los hombres inteligentes. Comenzó el artista a relatar cosas relacionadas con su trayectoria profesional y empezó contándome, cómo vendió aquella primera escultura, al abuelo de mi madre.
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Narraba, que en 1914, al comenzar la Gran Guerra (como él llamaba a la Primera Guerra Mundial), tuvo que regresar de París, donde estudiaba arte. Había terminado la carrera de Derecho en Oviedo pocos años antes, licenciatura que realizó por deseo expreso de su madre, pero huyó a París para hacerse artista (que era su vocación). Tristemente comenzó la Conflagración del 14 y  hubo de volver a España, dirigiéndose a Madrid; pues si volvía a Oviedo, de seguro le pondrían a trabajar como abogado, o en alguna oficina... .
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Frecuentó entonces las chocolaterías y horchaterías donde se reunían los intelectuales y entabló amistad con Ramon Maria del Valle Peña, que se daba a conocer en esos días de batallas, como el "Comandante General de los Ejércitos" (quién no era otro mas que el fabuloso Valle-Inclán). Le tomó apuntes para hacerle una escultura, pero carecían ambos de dinero para pasarla a bronce. De tal manera, paseando junto a la Cibeles, bajando de la Horchatería donde quedaban los artistas (que se encontraba en la Calle Alcalá); le preguntó Sebastían Miranda a D. Ramón María, dónde podía encontrar algún dinero.
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-"¡Dinero!"- Exclamó Valle Inclán, con tono de asombro.  Se tocó la barba y prosiguió:
"¡Dinero quieres!. ¡Esa basura!. Yo pensé que eras algo mejor.... Allí enfrente tienes todo el dinero de España. Lo manejan y fabrican esos dinosaurios repelentes de bombín, que de aquel edificio ves salir...". -
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Acto seguido, D.Ramón Maria señaló con su bastón el edificio de La Bolsa y le gritó a joven escultor, que con apenas veinticuatro años, buscaba sus primeros clientes:
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-"¡Vete hacia allí... Calamidad, que eres una calamidad....!"-.
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Con sentimiento de culpa, pidiendo perdón al literato y sonriente por ver una excentricidad más de Valle-Inclán; se dirigió Sebastián Miranda a La Bolsa. Aunque en ese momento estaban cerrando. Los bolsistas (antes llamaban así a los Agentes de Cambio y Bolsa) a la hora que él fue al edificio de cambio -la de almorzar-; se echaban las siesta en los butacones de recepción y en los salones en aquel gran hall. Narraba que el espectáculo de ronquidos y barrigas de aquellos desparramados negociantes (que tapaban su cara con el bombín para dormir), le produjo "una tremenda inspiración". Así, nada más verlos, empezó a tomar apuntes en su cuaderno. Decidido a completar una gran obra; durante  semanas, fue diariamente a la misma hora a La Bolsa, para retratar en sus salones, a aquellos banqueros que dormían (sin que en su mayoría se dieran cuenta de que estaban siendo dibujados).
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Tras ello, comenzó a preparar una serie de esculturas-caricaturas de todos los presidentes de bancos y de los financieros importantes (durmiendo la siesta y "desparramados"); piezas que en unos meses tuvo terminadas. Finalmente, las expuso en un salón muy cercano a La Bolsa, presididos todos, ni más ni menos, que por el retrato del ilustre D. Ramón María del Valle-Inclán... . Contaba que el aspecto de aquel evento, era un auténtico esperpento: Con los banqueros retratados durmiendo, luciendo sus panzas llenas y con su bombín (cubriendo la luz). Presididos por el "príncipe de las Letras"; bien despierto y con cara de llevar semanas sin tener ni para un pedazo de pan.
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Nada más inagurarse, Sebastián Miranda avisó  a los bolsistas de que sus retratos estaban allí expuestos. Se acercó como primero, entre ellos, el abuelo de mi madre: Nicolás Santafé. Quien había fundado y presidía entonces el Banco Hipotecario; pero sobre todo, quien era un gran amante del arte. Pues se casó con la hija de un gran dibujante (el general Rodríguez Tejero) y lo que en realidad le gustaba, era ser músico (flautista como fue). Habiéndose casado con una gran pintora; que -tristemente- al contraer nupcias, hubo de dejar los pinceles, por ser entonces un oficio innoble para una mujer con familia...-.
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Entró el abuelo de mi madre en aquella exposición y al ver su retrato-caricatura dormido, le encantó. Pero al darse la vuelta y observar junto a él, la escultura de Valle-Inclán, dicen que soltó una gran carcajada  (exclamando que  aquel ambiente, era en realidad esperpéntico). Tanto le gustó aquello, que le compró de inmediato la escultura y algunas más (de otros amigos financieros, para regalarlas). Luego, volvió a La Bolsa, a avisar a todos sus compañeros de que en una sala muy cercana, estaban sus efigies expuestas en caricatura -esculturas de un joven artista, divertidísimo, que no era otro más que Sebastián Miranda-.  Así es como obtuvo este ovetense, su primer gran éxito en Madrid y por ello quiso que una de sus últimas obras fuera el retrato de mi madre (que luego se convirtió en el de mi padre).

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Pero pasemos al Sebastián Miranda; al que yo conocí hacia 1972. Un hombre amante de la belleza de la mujer y sobre todo de sus cánones praxitelianos (como él decía). Pues a Sebastián, lo que mas le gustaba era el cuello de las féminas y por ello, no toleraba que ninguna fuera con el pelo suelto. De tal manera, para las desconocidas, llevaba siempre en sus bolsillos gomas de cabello y cuando veía una joven que le gustaba, sacaba aquel "utensilio" diciendo: -"¿Señorita no le importaría recogerse el pelo?"-. Tras ello, la observaba con detenimiento y si aquella línea, desde la clavícula hasta la oreja, le parecía bella; se quedaba adulándola durante minutos.
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Pese a todo, si alguna conocida entraba en su estudio (o se presentaba frente a el escultor) con el cabello cayendo sobre los hombros; el viejecito comenzaba a soltar improperios, advirtiendo de que aquello era un comportamiento "salvaje"... Y es que por aquel entonces, el pobre D.Sebastián estaba "un poco sordo" (solo se oía a sí mismo); por lo que, cuando protestaba de que alguna fémina se presentaba frente a él, con el pelo suelto; a veces, los gritos, se escuchaban en el otro lado de la casa. Aunque, en esas ocasiones, yo me preguntaba cuales serían los motivos que llevaban a el artista; insistir en lo del cuello. Si realmente, con solo ver una mujer guapa; sus ojos chispeantes se iban y venían recorriendo todo el cuerpo de ella...
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En ocasiones sucesivas, comentaba D.Sebastián que ninguna cultura había llegado al grado de mal gusto como la nuestra, saliendo a la calle las mujeres sin peinar y escondiendo su parte mas bella. Tanto era así, que afirmaba como en otros tiempos, Praxíteles, Fidias o Mirón; se hubieran atrevido a promover una ley que multara a las griegas que paseasen mal peinadas (con el cabello suelto y sin dejar ver sus cuellos). Tras ello, se quedaba mirando a cualquier chica que le gustaba, y la mantenía en jaque; hablando de las proporciones y cánones helenos ("ocho cabezas un cuerpo etc..."). Consiguiendo siempre la atención de cuantas se acercaban a él. Pues era D. Sebastián  el clásico caballero español, que sabía conseguir con la mirada y sus encantos, aquello que nunca podría llegar a conquistar con la punta de su espada...
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Uno de los recuerdos finales que tengo de él, es de la última vez que le vi. Fue hacia 1973  y tendría yo doce años. Era un día en que el escultor se encontraba mirando hacia una pared llena de cuadros, iluminada con focos. En esta actitud, sentado frente a la galería de mi padre, me llamó y me dijo:
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-"Angel, te voy a contar algo que ocurrió hace casi setenta años; apenas un lustro después de que se perdiera Cuba"-
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Yo me acerqué a él, pensando que me iba a narrar algo referente a la Historia, o a la misma pérdida de Colonias del 98; pero en su lugar me dijo:
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-"Hacia 1905, me fui a estudiar ingeniería a Alemania. Tendría yo entonces unos cuatro años mas que tú de edad. Allí viví en una de las mejores universidades que por entonces existían y un día me llevaron a una habitación a oscuras. En ella me dijeron que apretase un botón; lo toqué y vi una luz fortísima, que iba en línea recta. Explicaron que se trataba de un foco, un modelo de luz que se estaba inventando entonces, para iluminar en las noches y que serviría también para los teatros.
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Aquello no me pareció nada interesante, hasta que un día vi a una actriz iluminada con una de esas luces y comprendí que alrededor de ella, se creaba un halo de magia y de arte, completando toda la escena. Igualmente, he observado algunos cuadros modernos iluminados con estos focos especiales; comprendiendo también, que esas obras mejoraban y crecían en su expresión con esta luz. Entonces, entendí que la técnica y la tecnología podían completar y crear arte.... Pues muchas obras modernas empeoran con luz natural y sobre todo, muchas actrices, al quitarle los focos y sacarlas de escena, se convierten en mujeres normales (por no decir vulgares)... . Y es que la tecnología puede crear sensaciones muy bellas.

Fue esta, quizás, la última vez que vi a Sebastián y las últimas palabras que le oí decir. Aunque siempre recuerdo de él algo que nos narraba con mucha tristeza; como lo fue para él, haberse encontrado destruida una de sus obras: El Retablo del Mar. Una obra, sobre la que trabajó al final de sus días; cual verdadero héroe. Pues pocos años antes de morir (con mas de ochenta), tuvo el arrojo de ponerse a restaurar aquel retablo, hasta dejarlo como estuvo, antes de que los vándalos los machacaran. Pese a ello y a haberlo arreglado, con sus manos, siempre dijo que no era lo mismo que había hecho, ni modelado antes de 1939, cuando lo destruyeron. Pues las manos de un hombre joven siempre son diferentes... Además,  tenía la tristeza de que allí ya no quedaba testimonio "pleno" de cómo Sebastián Miranda esculpía a sus cuarenta años (sino a los ochenta)...





Escultura-caricatura de Sebastían Miranda. Retrato de Nicolás Santafe Arellano; durmiendo en La Bolsa de Madrid (1915).

5 comentarios:

  1. Buenas tardes!
    No nos conocemos, y acabo de encontrar esta entrada de blog por casualidad, buscando información sobre Sebastián Miranda. Mi nombre es María Soto y he hecho mi tesis sobre este escultor, ¡así que por eso me ha llamado la atención! Nunca llegué a encontrar esta escultura de Nicolás Santafé mientras preparaba la tesis, y me encantaría poder localizar, ¿sabrá algo de ella? Mi correo es msotocano@yahoo.es. ¡Gracias!

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    1. LE HE CONTESTADO A SU MAIL, ENVIANDO ALGUNA INFORMACIÓN AMPLIADA SOBRE LA ESCULTURA Y SOBRE SEBASTIÁN MIRANDA. SI POR CUALQUIER MOTIVO NO LE HA LLEGADO; HÁGAMELO SABER. Muchas gracias por sus palabras.
      Angel

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  2. Buenos días!
    Muy interesante su información. Buscando información sobre Sebastián Miranda y Valle-Inclán, veo su entrada, que incluye declaraciones del escritor. Mi nombre es Antonio Gago, investigador sobre Valle-Inclán, y me gustaría saber de donde proceden. Le dejo mi correo gagorodo@gmail.com por si me puede orientar. ¡Muchas gracias!

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  3. Muy Sr. Mío:
    Lo que en esta entrada comento, es algo que escuché comentar a Sebastián Miranda, mientras le hacía una escultura de mi padre (creo que entorno a 1973). El artista (que vivía en la subida a Welingtonia, antes de llegar a C/Reina Victoria) recibía a mi padre de vez en cuando y frecuentaba nuestra casa de Ciervo 8 (Somosaguas). Debido a que una de sus primeras obras vendidas, fue la que hizo a mi bisabuelo Nicolás Santafé, sub-gobernador del banco Hipotecario, por entonces -hablamos de principios del siglo XX-. Por lo que mi madre (Ma Teresa Santafé, nieta de Nicolás) quiso que una de las últimas obras de Sebastián Miranda, fuera esta que hizo a mi padre.
    La anécdota referida, la contaba Sebastián Miranda; haband sobre primera la exposición y demás. ... No tengo más datos.
    Acerca de Valle-Inclán, creo que tomó una deriva terrible; pasando de ser un personaje divertido a una persona incalificable. Pues sabrá Ud. (como biógrafo de él que es) que en un principio se llamaba Ramón del Valle Peña y "copió" o imitó su nuevo apellido de un amigo de mi bisabuelo Nicolás Santafé: Benigno de la Vega-Inclán (hombre de gran cultura y mayor prestigio en la época). Por entonces -en su juventud- Ramón del Valle Peña era carlista y reclamaba a la Corona varios títulos nobiliarios, que decía, le correspondían. Años más tarde, volvió a pedir esos títulos a Alfonso XIII, quien no hizo caso a sus solicitudes. Pero lo más curioso es que siempre se declaraba republicano. Por lo demás, tras los atentados de Mateo Morral. Me refiero al intento de matar a Alfonso XIII en 1905; y el de 1906, que en la Calle Mayor costó decenas de vidas. Escribió Valle-Inclán "rosa de llamas" poema para ensalzar ese terrible acto. Asimismo, su gran obra Luces de Bohemia, es una alegato en favor de Morral, al que llega a "bautizar" como Saulo...
    Mi tío bisabuelo, José Canalejas, fue asesinado en 1912 por un "discípulo" de Mateo Morral (llamado Manuel Pardiñas) y el Sr. Valle-Inclán no tuvo una sola palabra de piedad para un hombre bueno y sincero, como había sido Canalejas. Es más, desde 1920 comienza a publicar Luces de Bohemia, donde se alaba al autor del atentado de la calle mayor (Calle que llevó el nombre de Mateo Morral durante la I República, en honor de quien allí asesinó a decenas de inocentes).
    No sé si esta anécdota que narraba Sebastián Miranda es así como él la contaba. Pero lo que sí sé es que mi familia (Cobo Canalejas) estuvo durante decenios perseguida por los anarquistas y fuerzas terroristas que habían matado a su cabeza de familia. Pese a que José Canalejas fue el abogado que se atrevió a defender a los anarquistas acusados en la Semana Trágica. Movimiento que cinco años más tarde le mandó un sicario, para asesinarle (dígame Ud. Por qué, si fue Canalejas el único que pidió que no se les fusilase...). Pero lo mejor es que luego mandaron a gentes, para perseguir a su familia, estuviera donde estuviese.
    Mientras, Don Ramón, elogiaba a quienes habían cometido esos atentados.
    Un saludo desde mis recuerdos y mis añoranzas.

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  4. Buenos días, Ángel
    Antes de nada, muchas gracias por su respuesta, que acabo de ver.
    Le comento que el nombre de Valle-Inclán no procede de esa persona, sino que el "Inclán" ya estaba en la rama paterna (originaria de Asturias) de la familia de Valle-Inclán, solo que el acta de bautismo no lo recogió (su padre se llamaba Ramón del Valle-Inclán Bermúdez), y lo que podría parecer un tipo de nombre artístico era, en realidad, la recuperación de un apellido familiar.
    Del carlismo, es verdad que sintió atracción hacia este movimiento por estética y porque significaba una rechazo del parlamentarismo de partidos que Valle-Inclán veía como algo agostado, pero fue distanciándose a partir de 1915 por ser aliadófilo frente a la germanofilia carlista ante la Gran Guerra.
    En efecto, solicitó título nobiliario en carta de 1915, acorde a su aristocracia espiritual, pero no después. Valle-Inclán fue una persona muy marcada por el conocimiento directo de la Gran Guerra en 1916, verdadera anagnórisis que hizo reformular su mirada sobre las cosas, tanto estética como vitalmente.
    En cuanto a su republicanismo, es asunto complejo. El nunca se declaró republicano como tal, es verdad que durante la II República tuvo cargos de dirección artística que, de algún modo, podían hacer pensar en su defensa, pero más bien la verdad es que fue uno de los intelectuales más críticos con el nuevo régimen por saber o no "estar a la altura".
    Sobre el poema y "Luces de bohemia", es la puesta en escena del asunto de la justicia social y de la renovación espiritual de una España que, a su juicio, era anacrónica respecto del impulso europeísta, más que una defensa política del anarquismo que, como movimiento, le atrajo precisamente por su independencia de pensamiento, pero no políticamente.
    Valle-Inclán no suele escribir para defender ideas. No se conoce ninguna declaración de Valle-Inclán sobre el asunto de Canalejas, en ningún sentido.
    Y, por supuesto, no puedo compartir alabanzas hacia ningún tipo de violencia, procedan de donde procedan.
    Le agradezco de veras sus comentarios.
    Quizás más adelante le vuelta a escribir por si me puede aportar más información sobre las obras de Sebastián Miranda.
    Un saludo cordial,

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