sábado, 1 de enero de 2011

LUIS MIGUEL DOMINGUÍN (-"Papá, quiero ser torero"-)



Sobre estas líneas:
Mi padre toreando una becerra en la finca de Luis Miguel Dominguín (La Virgen), hacia 1967. Arriba y con gafas oscuras y abrigo; mi madre, observando "la peligrosa faena". A su lado, los astronautas y personas de la NASA para las que ese día, el famoso torero, daba la fiesta capea en su finca. (Estaban todos los españoles muy contentos, pues los astronautas americanos, pese a haber llegado cerca de la Luna, no se atrevían a bajar torear... Ello significaba que torear, era manifiestamente mas díficil que navegar por la estratosfera....)

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Lo que a continuación relato, ocurrió entre los años 1965 y 1967 (aproximadamente), cuando yo tenía entre cuatro y siete años. Muchos de los sucedidos que narro, los recuerdo tan solo porque años más tarde, me fueron comentados por gentes mayores (que me rodeaban; quienes las vivieron y rieron con ellas). Este que voy a contar, es el primer hecho destacado que memoricé en mi vida, realizado como una "proeza amorosa" y  llevada a cabo antes de los siete años, para intentar conquistar a las que hasta entonces, me habían enamorado....
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Hasta los cinco años de edad, la mujer mas maravillosa que había visto era mi niñera. Hoy  a estas chicas, se les llama "canguros"; pero por suerte, antes, se les denominaba niñeras  -pues enamorarse de tu canguro no suena nada romántico-. Aquella que me cuidó hasta esa edad, lo tenía todo bonito (al menos, a mí me lo parecía). Se llamaba Ramona, era nacida en Valverde de Llerena; y aquella acústica de nombre y apellidos, lugar de nacimiento y belleza, a mí me sonaba a angelical. Era buena y la mejor que había conocido hasta aquel entonces; me cuidaba. me vestía, me besaba, me sacaba de paseo, me achuchaba; y yo, a cambio, solo tenía que dejarme querer.... Aquello, era la gloria bendita, traída hasta este Mundo.
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Pero como todo Paraíso, al final -aquello- tuvo su "peor malage Miltoniano"; y un día, mi Ramona apareció en casa con su novio. Se llamaba Juan, era alto y gordito y para colmo agradable, bonachón y joyero -lo de joyero era lo que mas peligroso me parecía, pues para casarse, ningún problema iban a tener de encontrar el anillo y las alianzas-. Aquel bueno de Juan, era del Real Madrid; me compraba bufandas y guantes de su equipo, que me regalaba con todo cariño. Hasta incluso, quería llevarme al estadio del Bernabéu; pero yo me negaba a ir con ellos, pues no podía dejarme invitar por mi rival mas directo. Tristemente, pasaron  los meses y un día mi Ramona dijo que se casaba y que ya no podía cuidarme más....
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Aquel mazazo, para mí fue irresistible. Me puse enfermo y lloraba día y noche, me abrazaba a ella pidiéndola que no se fuera con otro, pero Ramona tenía ya su destino fijado con otro hombre y debería abandonarme. En ese terrible trance, fui el "hazme reír" de muchos, quienes me consideraban un niño idiota, todo el día llorando por mi niñera. De paso, me llevé algún guantazo que otro, de quienes ya no soportaban mas mis llantinas; sobre todo, cuando tenía por costumbre colgarme de las cortinas lamentándome, mirando al cielo; como si del mismo Gustavo Adolfo Bécquer fueran esas tristezas....
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La pobre Ramona, me dijo que no me preocupase, que iba a venir a sustituirla su hermana menor, que se llamaba Jose y era igual o mejor que ella.  Así, antes de que se fuera, traería  a su hermanita y yo no me quedaría solo. Unos días previos a casarse, vino mi amor Ramona, con aquella Jose; a quien, con solo verla,  se me quitaron todas las penas de un plumazo... Pues si Ramona lucía alta, delgada y guapa; la tal Jose era mucho mejor. Tenía el rostro de una japonesa y la sonrisa  una sevillana. Era simpática, agradable y mas alegre. Así, que a los pocos minutos de abrazarla, comprendí que ante la traición de mi Ramona; la vida me había premiado con algo mucho mejor.
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Pero pasaron los meses (o los años) y volvió el eterno problema Miltoniano.... Mi paraíso comenzó de nuevo a deteriorarse; pues resultaba que a Jose, le encantaban los toreros; y para más problemas, vivíamos en un edificio donde entraban y salían subalternos, como los proveedores de vino lo hacen en la Feria de Sevilla. Se trataba de una casa situada en la madrileña calle de Doctor Castelo 42, donde en el piso cuarto vivía el Sr.Corrochano, quien era el mejor especialista en mundo taurino de la época. De ello, a su casa no dejaban de subir y acudir las mejores figuras taurinas. Tanto como muchos de los novilleros que querían tomar buena Alternativa; quienes se colocaban a trabajar con aquel Corrochano, para que les fuera guiando y terminara apoderándoles o apadrinándoles.
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Pasaba yo las tardes normalmente en el portal de nuestra casa, jugando con File, Nieves y sus hijos (que eran los porteros de aquel edificio y unas personas maravillosas). Ellos siempre me avisaban cuando una figura del toreo aparcaba el coche en el garaje, para subir a hablar con Corrochano. Entonces, aprovechábamos  para acercarnos  hasta el ascensor y abrir las puertas al famoso diestro, pidiéndole un autógrafo (o estrechando  su mano, dándoles la enhorabuena). Por allí vimos pasar a los mejores de mediados de "los sesenta"; aunque nunca tuve la suerte de cruzarme con el que más me gustaba entonces: Santiago Martín (el Viti) -quien era mi héroe hasta los seis años-. 
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Pero, un día que aún no puedo olvidar y cuando tendría yo unos seis años, subió hasta el piso cuarto un chico joven, que marcó mi destino. A su paso por el portal, me dijo File:
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-"Allí va el que le gusta a Jose. Directo a Corrochano, para preparar la Alternativa..."-
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Me dio un vuelco el corazón.... De nuevo el horror y el temor. Jose se podía echar novio, incluso casarse, y además con un torero. Esto ya era lo peor que me podía pasar. Me quise enterar bien de quien era aquel "pollo" y me comentaron que se llamaba Paco Bautista, quien por las tardes iba a ayudar al Sr.Corrochano, a cambio de que este le enseñara las artes de toreo de salón y le facilitara el medio para tomar pronto la alternativa. Me hice el loco y no quise pensar que aquello pudiera ser cierto; pero un día llamaron a la puerta de mi casa y con terror vi que quien lo hacía era el tal Paco Bautista. Preguntaba por Jose y aquello a mí ya me sonó a certificado de matrimonio....
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Así fue como comenzó a venir muchas tardes el torero a casa, a recoger a mi amada Jose; que era tan buena, que salía de paseo conmigo y junto a su "novio". Por su parte, Bautista, no podía ser mas cariñoso y encantador, pero yo le odiaba porque con él peligraba "mi Jose".  Recuerdo que el diestro siempre llevaba en las manos, una barra recubierta de escayola, en cuyo interior debía haber plomo (no dejando aquella pesada carga, nunca). No lo olvido, porque veces me la pasaba, para que yo experimentase el enorme peso que tenía la barra.  Explicándome que ese era el medio de coger fuerza en las muñecas, para luego poder torear bien con la muleta. Muchas tardes, paseábamos los tres por El Retiro y un día vi lo peor que me podía esperar: Volvieron ambos cogidos de la mano....
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Mi corazón de nuevo se había destrozado. No sabía qué hacer, ni cómo volver a atraer la atención de "mi Jose" (que era la mas guapa del Mundo). Entonces se me ocurrió una buenísima idea. Rompí mi hucha de cerdito y con lo que allí había me compré una muleta pequeñita y un capote de mi tamaño. Al día siguiente, le dije a mi padre que iba a ser torero y me planté ante Paco Bautista, comunicándole que yo iba a seguir la misma profesión.  Jose y él me abrazaron y me felicitaron por la decisión, con lo que desde ese momento fuimos diariamente a entrenar al Retiro; donde yo daba los mejores pases de muleta  a los leones de piedra del estanque (y a cuantos perros, se  me cruzaban en el camino).
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Mi padre me vio tan ilusionado con la idea de ser torero, que me prometió -si sacaba buenas notas-, que me llevaría ante el mismo Luis Miguel Dominguín (a torear). Llegó Junio, hice lo que pude para "engatusar" a las profesoras (pues lo mío siempre fue aprobar gracias a gustarle a las docentes). Tras ello, le dije a mi padre que había de cumplir su promesa. Así lo hizo y fuimos a una casa, que posiblemente se trataba del chalet de la Avenida del Campo, que entonces acababan de estrenar Lucía Bosé y el diestro. Mi padre tenía que tratar temas de arquitectura y de solares con Luis Miguel Dominguín y recuerdo que me dejaron un rato largo, en una habitación con un niño mayor que yo.
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Aquel chico era como fabricado con otro "patrón" al común que hasta entonces yo había visto. Tenía el pelo lacio y rubio, los ojos claros y era leptosomático, bien vestido y agitaba una melena limpia y cuidadísima. Iba perfectamente vestido y miraba a los ojos, esperando mucho tiempo antes de decir nada; parecía muy callado y educado. Muy por el contrario, los niños que hasta ese día yo conocí, eran como yo: Regordetes, de pantalón corto y pelo rizado (caracolillo); gritones y revoltosos, inseguros y sobre todo, siempre con ganas de molestar. Dicen que cuando nos dejaron solos, me acerqué a él y le pregunté qué estudiaba (pues se encontraba ensimismado con un libro).  Me respondió que estudiaba inglés y entonces aseveré yo, con tono seguro y "demoledor":
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-"¿Todavía estudias inglés, con esa edad?. Pero si yo, ya lo he aprobado"-.
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Aquel chaval al que hoy llaman Miguel Bosé, se quedó estupefacto y no comentó nada ante mi fresa estúpida. Cuando, al rato entró su padre acompañado  del mío; solo comentó que ese niño que habían traído era muy raro; porque con la edad que tenía decía saberse ya todo el inglés y no dejaba de molestar  con  la muleta, dando pases a todos los muebles de la casa. Mi progenitor me recriminó y me contó que le dijo a  Dominguín:
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-"Ya ves lo que te traigo. A este, o lo conviertes en torero; o yo no sé que vamos a hacer con el amor propio y el optimismo, con el que ha nacido."-
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Me contaron que tras ello, me llevaron a la entrada de la casa, donde había una esculturita de un torito (de piedra o juncos, creo); y el maestro me dijo que le diera algunos pases. Comencé la faena y Dominguín empezó a animarme, pero al tercer o cuarto pase, me ordenó que me acercase más a los cuernos. Yo le respondí que no, que si lo hacía me podía pinchar. Al parecer, el diestro, soltó una carcajada y me tomo en brazos, queriéndome poner más próximo a los cuernos de aquel toro de farsa. Pero yo me negué y comencé a gritar que no lo hiciera,  que me pinchaba. Tras ello, me recomendó dedicarme a otra cosa....
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Mi padre y el maestro no podían parar de reír, pero yo salí cabizbajo y deprimido de todo aquello. Primero por ver un niño mucho mas guapo, fino y bien vestido que yo (algo que no cabía en mi pensamiento). Luego, por mi torpeza y las ironías con lo del inglés. Y finalmente, para colmo, había salido como un cobarde de la casa de Dominguín. Regresé a la mía hecho cisco y mirando a la muleta, como debían de hacerlo los mejores diestros, cuando les devuelven un toro vivo al corral. Días deprimido y malhumorado dicen que estuve, hasta que bajé a la portería a contar a File y Nieves lo sucedido. Ellos, que eran maravillosos, enseguida me dieron la solución y me aconsejaron ir a buscar otro apoderado; diciendo:
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-"Mira Angel, allí en el número 19 de esta misma calle, Diego Puerta, tiene un concesionario de coches. Como hay mucha rivalidad entre Puerta y Luis Miguel, si le dices lo que te ha pasado con Dominguín, a lo mejor el otro diestro te ayuda."-
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Ni corto ni perezoso, sin pensarlo, tome los bártulos y allí me planté, en el concesionario propiedad de este otro torero, en la calle Doctor Castelo (que recuerdo, era de la marca Dodge). Me fui con la muleta y el capote, y llegué hasta aquel, preguntando por el maestro Diego Puerta, diciendo que necesitaba hacerle una demostración de mi arte de "cúchares". Los que llevaban esa tienda de coches, sita en el 19 de Doctor Castelo, me recibieron cariñosamente, aunque muy extrañados. Me explicaron que el torero venía solo de vez en cuando por el concesionario y tras ello, quisieron saber por qué yo tenía tanto interés en demostrar mis dotes taurinas a Diego Puerta. Así, les expliqué que días atrás, Dominguín me había dicho que no servía para este arte. Por lo que, sabiendo que había mucha rivalidad entre ambos, pedía ayuda a este otro matador. Aquello les debió de parecer surrealista y me dijeron que para hacer algo de este tipo, había que venir con permiso paterno y acompañado del progenitor, pues el toreo era   muy, muy serio.... -evidentemente, tras lo vivido, no podía pedir ahora a mi padre que me acompañase hasta el rival de Dominguín; por lo que me sentí abatido y acabado-.
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Tras suceder aquel segundo fracaso, me quedé de nuevo chafado y regresé a casa intentando buscar una solución al tema. Porque lo último que deseaba era que Jose se enterase de que Luis Miguel Dominguín había dicho que yo era un cobarde. Pero aquello  fue inevitable.... Las malas noticias, corren como la pólvora al fuego. Por su lado, la alternativa de Paco Bautista se preparaba para muy pronto y cada día salían mas tiempo Jose y el torero, a pasear. Para colmo, aquel futuro diestro, era tan guapo y bueno que  había donado su corazón, para que experimentasen con él en un trasplante, si sufría  una cogida muy grave (eran los años en los que se hizo el primer trasplante de corazón).
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Mi rival ante Jose era invencible, así que viendo que no podría nunca luchar contra un torero, tuve una nueva idea: Dedicarme a la música para enamorarla. Dejé ese verano del 1966 (o del 67), la muleta y el capote; cogiendo hacia estas fechas, la primera guitarra que había en la casa. No la soltaba ni de noche ni de día y era tanto el entusiasmo que me vieron en ello, que pronto comencé a tomar clases en serio. Meses después empezó a sonarme bien las cuerdas y Jose escuchaba atentamente mis acordes. Tanto le gustó, que las siguientes Navidades,  ella y sus hermanas me regalaron el primer requinto que tuve en  mi vida (una pequeña guitarra, que guardé durante mucho, hasta que una niña me la pidió para también comenzar a aprender).
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Y así fue como para siempre; dejé de pretender ser torero y me pasé al mundo de la música (donde vivo feliz, finalmente; y muy lejos de los cuernos).






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