lunes, 8 de agosto de 2011

INTERLUDIO VII: Cuando el arte no es aún Cultura.

SOBRE ESTAS LINEAS: En 1968 en Giëngen (Baviera, Alemania). Estoy junto a Ala Schmied, buena mujer y mejor persona que con la mayor paciencia del mundo soportaba durante horas al día mis "ensayos y composiciones" de piano. Con apenas siete años no dejaba de aporrearlo a todas horas y lo que más deseaba de la vida era poder llegar a ser músico; algo que en aquellas épocas suponía un sueño, pues entonces se consideraba una profesión a la que solo podían acceder unos (muy pocos) elegidos. Hoy, por suerte, el "espectro" de la música es mayor, con capacidad para que muchos más podamos dedicarnos a este bello arte.
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Seguimos con nuestras reflexiones, entre las que hoy intentaremos resolver (o contestarnos) en qué momento puede decirse que es Cultura una obra arte. Escribiendo cultura con mayúsculas puesto que a esta voz le ocurre lo mismo que a la palabra "pública"; término que añadido a cualquier otro sustantivo, nos dará resultados mágicos e intransferibles. Pues no es lo mismo la administración, que la administración pública; red, que red pública, o fé y la fé pública... Y es que en definitiva, esta voz no respeta ni siquiera a la mujer -que se nos queda en pública si la unimos a aquel término tan "estatalizado" y "estatalista"-. Por ello, hoy deseamos hacer lo mismo con el concepto cultural del arte, hablando de la Cultura (con mayúsculas), no de cultura privada, pública, moderna o antigua. Una cultura que significa aquello que nos es: Impertérrito, indiscutible, insustituible, atemporal, ineludible, inolvidable -e incluso, indestructible...- . Es decir: El Mundo de Cervantes, Góngora, Perez Galdós, Machado, Unamuno y otros tantos (en lo que se refiere a literatura). El de los Berruguete, Sanchez Coello, Velázquez, Claudio Coello, Goya o Sorolla (en la pintura); tanto como el de Luis Narvaez, Fernando Sor o Manuel de Falla (en la música).
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Un mundo que para ser considerado Cultura necesita y precisa de una decantación nacida del tiempo. Tanto, que España -nación absolutamente sabia en pintura-, tiene como condición inapelable nunca colgar una obra en su museo principal (El del Prado), sin que hayan transcurrido cien años desde la muerte del artista. Ello nos podrá parecer extraño, pero es un síntoma de la más absulota cultura e inteligencia; puesto que el arte -como el buen aceite-, precisa de una decantación para saber realmente si fue arte. Un hecho para el que es imprescindible el paso del tiempo; años, decenios e incluso siglos, que nos ponen a todos en nuestro lugar y sobre todo al creador. Quien de "aguantar y soportar" aquella prueba de cronología, demuestra que su obra fue arte auténtico (y no moda o artesanía).
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A muchos le resultarán retrógradas mis palabras; lo sé. Pero es que el arte es siempre una involución o una imitación; algo que expresaba Eugenio d´Ors con su frase: "Todo lo que no es tradición, es plagio". Muchos se negarán a reconocer verdad alguna en aquellas palabras del novecentista autor, quien se sentía tan genial que llegaba a firmar "Xenius"... . Aunque para el que no desee admitirlas diremos que un verdadero artista, o bien sigue una tradición, o bien copia y evoluciona sobre lo que imitó a otros. Siendo imposible la creación propia y nacida desde la nada. Pero para todo aquel que afirme que ha hecho algo nunca conocido ni jamás existente, le recomendamos las casas de patentes y registros. Donde podrá "escriturar" una nueva idea, pese a que en unos años esta caducará (prescribe); porque hasta en los Derechos industriales y artísticos, se supone que el autor ha precisado de una tradición y una continuidad socialmente aprendida (e imitada). Sin la cual hubiera sido imposible desarrollar cualquier nuevo invento, proyecto o arte (en este punto se basa la ley de caducidad de Derechos de Autor) .
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Por todo ello, decimos que es sabia la decisión de El Prado, que impide exponer en sus paredes obras de pintores cuya "desaparición" se haya producido con menos de un siglo de antelación. Al igual que recta es la posterior decantación que lleva el mismo museo, al colgar las obras de aquellos que comienzan a entrar en El Prado, en un salón o emplazamiento diferente (el de baile). Allí, en el Casón del Buen Retiro, permanecen las pinturas de los artistas "más recientes" (a la espera de pasar al museo central). Pintores en espera entre los que actualmente pueden verse aquellos que vivieron aún en el siglo XIX, e incluso de coetáneos a Goya. Por cuanto, finalmente para llegar a tener un cuadro expuesto en este gran museo, seguramente habrán de pasar al menos unos ciento cincuenta (o doscientos) años, después de la muerte del autor.
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Y me digo yo: -¿Es eso ser un retrógrado?-. Pues creemos que no, ya que solo se trata de ver y de catalogar el arte con un enjuiciamiento claro y sabio. Aunque, tristemente, si costumbres como esta de El Prado nos parecen retrógradas, es tan solo porque la sabiduría quizás ya sea "algo de viejos" (poco novedosa y aún menos interesante).
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Parece que en la música no pudiera seguirse este criterio, puesto que es un arte mucho más joven y -sobre todo- sometido a vaivenes sociales y tecnológicos. De ello, si aplicáramos un criterio similar para dejar entrar en El Real (o en los auditorios clásicos) las obras, estarían ahora comenzando a representarse, estudiarse e interpretarse las de Chopin o Wagner. Tanto como en los conservatorios las óperas apenas aún se considedarían música culta -mientras que Manuel de Falla o Stravynski se tendrían todavía por compositores "amodernados" o en la espera de El Casón del Buen Retiro-. Pero la música es mucho más rápida en la catalogación de clásicos; de tal manera que El Amor Brujo o El Pájaro de Fuego, se han representado a los pocos años después de ser creadas, ya en los auditorios clásicos más importantes del Mundo. Muy por el contrario, apenas en ningún Museo Nacional de pintura importante, existen cuadros de artistas coetáneos a los compositores antes mencionados (ni siquiera se llega a Klimt o a Degas en aquellos que esperan en salas de impresionismo o modernismo, lejos de los clásicos) .
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BAJO ESTAS LINEAS: A los veinte años, tocando una guitarra flamenca. Era en esta edad y en este tiempo, cuando existía una auténtica confrontación entre los clásicos y los amantes del rock y del pop. Llegándose en algunas discusiones a muy desagradables términos y a "luchas" verbales que incluso acababan con amistades de largos años... . Una de las más terribles en las que participé -quedándome solo frente a todos-, se produjo en la universidad, hacia 1980 (años en que me tomaron esta foto). El motivo de aquella discusión versaba sobre si el rock era o no cultura y si los rockeros eran los equivalentes a Mozart, pero en el siglo XX. Unos párrafos más abajo explicamos como terminó aquella polémica en la aulas de Derecho y las conclusiones que he ido obteniendo con el paso del tiempo (mucho, pues se trata de treinta años).

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Así pues, para determinar lo que es cultura (o clasicismo) en la música, su criterio varía bastante y es altamente más rápido que en otras artes -sobre todo en las espaciales-. Ello debido seguramente a que este (nuestro arte temporal) es mucho más joven, vulnerable y "cambiante" que otros. Una disciplina que -como decimos- es muy posterior a la pintura. Pues verdaderamente, tal y como la conocemos, la música nace -o renace- desde la creación de los instrumentos con trastes y a raiz de las afinaciones modernas (la "bien temperada" de fines del XVII). Ya que las "otras músicas" anteriores a esta, se consideran o bien populares, o bien religiosas. No habiendo prácticamente más vestigios que aquellos de música sacra y del pueblo, en un pasado del que nada o muy poco nos ha llegado -por ser irreconstruibles sus afinaciones y sus instrumentos, tanto como por no haberse escrito las melodías-. Así "la música clásica" comienza en lo que llaman El Barroco, que se sucede cuando el barroquismo en la pintura y la literatura estaba más que superado, comenzando ya entonces el Rococó o el Neoclasicismo en aquellas otras. Al igual que el romanticismo musical "cuaja" casi cinco decenios después de que ese movimiento hubiera nacido en otras artes; tanto como el impresionismo melódico o compositivo, llega en los años en los que en pintura ya existían expresionistas y hasta los "dadaistas y fauvistas" -...aquellos raros "ismos" del siglo XX-.
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Por ello, el criterio para determinar un clásico en la música (una "pieza culta") no es igual al de la pintura, que deja decantar durante decenios o siglos los cuadros y las esculturas de un autor. Llagando a ser normal que muchos de los compositores vean sus obras representadas, estudiadas y admitidas como clásicas, aún en vida (algo que resulta quizás imposible en las artes espaciales). Un hecho que les llega muchas veces gracias a que este arte del sonido precisa además del intérprete; quienes verdaderamente "llevan a los altares" las obras y las culminan definitivamente como "piezas cultas". Pese a lo cual, la permanencia de aquellas en la Historia de la Música, solo dependerá realmente del valor que tienen (y no de la prontitud con la que les llegue el éxito).
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Por todo cuanto decimos, la frase aquella que dice "el rock es cultura", creemos que puede ser un poco "temeraria". Pese a que parece ser que la primera que la pronunció y la puso de moda -al menos en España- , fuera una famosa ministra de cultura; quien se sirvió de este precepto para gastarse una parte de los fondos públicos destinados a cultura y contratar al grupo de Rock más caro y famoso de entonces... . Hace ya más de treinta años de ello y recuerdo las enormes discusiones que tuve con mis compañeros de clase en la universidad, pues tan solo por decir que nada de cultural me parecía aquel recital de rock, casi me hacen salir por la ventana del aula. No solo eso, sino que les advertí de que aquello era una simple argucia para atraerse el voto de la juventud (ya que la famosa ministra era de un partido de Derechas). Pese a ello, las acusaciones de retrógrado y hasta de "facha", por expresar libremente como me parecía fatal que la administración pagara y subvencionara el Rock, fueron terribles. Lo mínimo que tuve que oir fue la expresión "carcamal" en agradables tonos de abucheo, mientras les argumentaba que quizás algo más que ellos sabía de música (dado que además de estudiar Derecho, llevaba desde los seis años estudiando guitarra y desde los quince, piano...) .
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Lo peor se sucedió cuando un compañero univesitario me increpó afirmando que aquel grupo de rock eran "los Mozart del siglo XX". A lo que le pregunté públicamente si había oído a Stravinsky, a Manuel de Falla, a Granados o a Turina; o que si para valorar a aquellos "Mozart del siglo XX" también se tenía en cuenta a Bartók, a Prokofiev a Skriabin o el Carmina Burana de Orff (habiendo de prescindirse -evidentemente- de todos los intérpretes y directores clásicos...). Creyose el estudiante de Derecho y "defensor del rock" que me estaba pitorreando de él, dándole nombres inventados; tanto que afirmó parecían más bien los de políticos centroeuropeos y rusos (quizás se refería a Bakunin...). Por lo que dijo que además de ser un "carca", yo era un desestabilizador... . Recuerdo como me largué de clase, enfadado, entre los abucheos de todos. El resultado fué el no ir a la facultad -al menos entrar en clase- durante unos días, por ver si los ánimos de aquellos fans rockeros se calmaban. Y todo ello, por defender la música clásica comentando que el Estado no había de "subvencionar" o contratar a sus expensas al más famoso grupo de rock de aquella época... .
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Pasaron los años -treinta va a hacer ya de lo que narrábamos antes- y el "panorama musical" mucho ha cambiado. Mucho no: Muchísimo; pues si hace tres décadas "concierto" se llamaba a aquello que interpretaban señores de frac y con partituras al frente. Hoy "se le dice igual" a espectáculos tan desconcertantes como el que puede dar un chico cargado de tatuajes, vestido en camiseta y calzones, completamente "colocado", pegando gritos y dando saltos en el escenario -cual un canguro con dolorosas almorranas-. Aunque "lo mejor" de todo es que comúnmente se anuncian y comentan en las noticias, como si aquello fuera un evento cultural inigualable (similar al estreno de La 9ª de Beethoven).
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En lo que se refiere a estos "conciertos", muchas veces los observo con detenimiento y en ellos veo todo el totemismo que analizan en sus obras etnógrafos e historiadores de la talla de Frazer, Cambell o Gómez-Tabanera. Tratándose de explicar por qué en el interior del hombre existe un "homo tribalis" que le es inevitable e ineludible. Algo que estoy seguro es el que le lleva a desear de vez en cuando pegar saltos, moverse epilépticamente y revolcarse -como si se hubiera sentado en un hormiguero-. Un comportamiento con el que quizás descargan toda la adrenalina contenida, pero que no parece realmente muy artístico (ni menos, muy estético).
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Al mirarlos, comúnmente, me he preguntado de dónde puede proceder este instinto tan "moderno" para necesitar brincar al menos semanalmente (en plan orangután); un comportamiento sin el cual muchos ya no pueden ni vivir. Asimismo, "me digo para mis adentros", por qué desde hace una décadas toda la música precisa ya de una síncopa continua y continuada. Sonido "chunda-chunda" que se suele hacer con una repetitiva batería y que a veces es tan machacona que destroza las bonitas melodías del pop o del rock. A lo que he creído en alguna ocasión encontrar la solución en ese enigma. Respuesta que se basa posiblemente en que el niño y el hombre de hoy -incluso desde antes a nacer-, oye de continuo sonidos semejantes (que corresponden a ruidos de motores, golpes y traqueteos). Por lo demás, "la música" con la que los psicólogos afirman, primero se familiariza el humano; es el del corazón materno (que tanto puede parecerse a las mencionadas baterías rítmicas). Por lo que es seguro que los hijos de las mujeres que trabajan duro -o hacen ejercicio-, en el interior de la madre escuchan un "golpear" mucho más fuerte y acelerado.
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Quizás este sea el motivo por el que la música popular es siempre muy asincopada y acompañada de tambores (o batería); ya que las embarazadas en la antigüedad y en los lugares sin recursos, trabajan casi durante los nueve meses de gestación. Al igual, habría la posibilidad de pensar que la música atractiva para los hijos de madres con embarazos calmados -quienes no se "movieron" mucho durante la espera-, quizá pueda ser más sutil, lenta y melodiosa. Sin precisar ni gustar tanto del machaqueo, del "pum-pum" y el "chunda-chunda" (tan similar a un corazón acelerado...), los nacidos de madres que han podido descansar durante la gestación.
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Desde luego ello explicaría el por qué hoy en día todos precisan la síncopa, sin la cual no entienden la melodía; puesto que desde hace años la mujer ocupa puestos de trabajo y se mueve en los embarazos -sin permanecer en reposo, como antaño-. Además las madres ahora están en su gran mayoría orientadas para asistir a gimnasios y hacer ejercicios de preparto. Ello, junto a una sociedad de hoy, rodeada de sonidos de motores; puede provocar que los niños ya nazcan "amando" aquellos golpes y síncopas que han oído desde antes de nacer (tan parecidos a los de una batería)... . De tal modo, no sería nada raro pensar que en ello está la razón de tanto "chunda-chunda" actual; similar -como dijimos- a toda la música folklórica antigua, que también suele llevar este tipo de tambores a ritmo de infarto... Por ello, quizás a uno, cuando no entiende mucho lo de la batería y le gusta más la música clásica (que el pop, o el rock), le miran como a un "bicho raro"; llegando a colgarle el carteilto de pijo (pese a que la realidad sea todo lo contrario; ya que la clásica o culta es mucho más barata y accesible).
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Finalmente nos queda por dilucidar si tal como dijo aquella ministra: "el rock es cultura". Una difícil pregunta, pues para conocer qué es o qué no es cultura, se precisa la decantación del tiempo y de la Historia. Pese a ello, podemos contestarnos que, seguramente, "una parte del rock" (muy pequeña) será tenida el día de mañana por "Cultura". Aunque el resto (la gran mayoría) solo habrá sido una moda de un tiempo o canciones "pasajeras". Lo mismo sucede en parte con la música clásica, de la que solo nos llegará una porción muy escogida de cuanta hay en cada tiempo. Pese a que las obras de arte "cultas o clásicas", al precisar de unos medios técnicos muy depurados, ya nacen con un carácter mucho más permanente. Pues no puede ser lo mismo aquello que a un chico de veinte años se le ocurre melodiar en un par de días; que el trabajo que un compositor lleva a cabo durante meses -o años-. Pese a ello, ni toda la música clásica es buena (y culta); al igual que tampoco toda la moderna -pop, rock y etc- es de mala calidad, ni carente de misterios y recursos artísticos. Hay bueno y malo en "ambos lados", aunque el porcentaje de piezas cultivadas pueda ser el mismo que existe en el caso de visitar y comparar las obras del Prado, con las que se exponen en El Reina Sofía.
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Eso sí, a los amantes del rock, pop -y de tantos otros nuevos movimientos-, solo les pediría que comprendan que nosotros (los que gustamos de lo clásico) podemos entender y conocer un poco mejor la música. Teniendo un juicio y una comprensión mucho más acertada y global de cuanto oímos, debido a que el mundo culto exige de mayor información y formación. Por lo que cuando algún amante del mundo clásico te comente que un tipo de música "moderna es "inaudible" o terrible, al menos ha de respetarse su opinión. -No siendo tan respetable esa eterna monserga que parlan los que dicen no poder escuchar la música culta, por ser un aburrimiento. Ni menos "aquellos tantos" quienes argumentan que los que la oímos, es solo para hacernos los finos y elegantes...- .

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