Foto mía del carnet de CANOE N.C., con unos trece años; cuando era semiprofesional del deporte (equipo español de saltos de trampolín, hacia 1973 ). Entonces oía la frase: "que la gimnasia nada tenía que ver con el magnesio", aunque cuando comencé a entrenar en gimnasio ví como había que darse mucho magnesio, para no resbalar... . En la entrada de hoy veremos que la estética y la estática tienen también cosas en común. Sobre todo en lo que se refiere a los valores de lo sublime.
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INTERLUDIO III: De la estética y la estática:.
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Cuando era jóven (bastante jóven me refiero -entre los quince y los veinte-), me encantaba hablar con viejos (bastante viejos entonces -entre los setenta y los ochenta-). Hoy ya estos no serían ni ancianos y se les llamaría de la Tercera Edad; pero antaño (hace más de treinta) un hombre o mujer de setenta, se tenía por una venerable ancianidad. Recuerdo que tras acabar la mili (a los veintidós) y aburrido en La Facultad de Derecho, casi a diario me escapaba a casa de una ilustre poetisa, que vivía en Ferraz (cerca de la zona universitaria). Allí junto a sus amigos -el más joven de sesenta, por entonces- pasábamos las horas muertas charlando sobre lo divino y lo humano. A ella le horrorizaba envejecer y así lo manifestaba de continuo. Un día, ante sus quejas por tantos años como había cumplido; comenzó a hablar de cuanto había visto y vivido, espantada de ser vieja. Miré a todos lo que allí se reunían (ya dije que el más joven era sexagenario) afirmando que la vejez no deterioraba tanto al ser humano (como ella afirmaba). Entonces, reprochó mis palabras imprecando que yo -quizás- no fuera un esteta; puesto que para ella era una gran humillación verse a diario cada día más torpe, más arrugada y más fea. No sabiendo qué contestar le dije: -"Sí, pero cada día escribes mejor y quizás ello te hace no más bella, pero sí más sublime"-. Me miró con cara de sorna y soltó con el morro retorcido aquello de: -"Angelito, tómate lo que quieras que hoy te invito yo"- (el resto de los asistentes rompieron a reír y tristemente la conversación quedó allí, sin avanzar más sobre cuanto intentaba expresarles).
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Pues en verdad era así, la estética no está solo en lo bello. Pese a que nos hemos acostumbrado a pensar que lo estético es solo la belleza, olvidando lo sublime. Y ello es como afirmar que la inteligencia son conocimientos; olvidando la creatividad, la intuición o la empatía. Tanto es, que si preguntásemos al común de los mortales qué es lo sublime, no sabrían definirlo (ni menos unirlo y diferenciarlo en sus aproximaciones a "lo bello"). Aunque para quienes amamos la música nada nos cuesta separar "lo bello de lo sublime"; ya que quizás los definió Kant por ser el filósofo de la Era y la nación de los músicos (la Alemania de los siglos XVIII al XIX). Puesto que todos sabemos que los valses pueden tener algo de bello, pero nada de sublimes; mientras Bela Bartok o Stravinsky quizás carezcan de gran belleza, pero están plenos de sublimidad. Y para quienes quiera entenderlo mejor les diremos que Chopin puede ser el gran dominador de la belleza, pese a que las orquestaciones de Brahms o de Wagner, son el ejemplo de lo sublime. Siendo tan clara en la música la franja que divide ambos conceptos, que puede decirse de una bonita melodía, que es la belleza; mientras una nota dada en el vacío (que nos inquieta y nos sorprende), es sublime.
Pues en verdad era así, la estética no está solo en lo bello. Pese a que nos hemos acostumbrado a pensar que lo estético es solo la belleza, olvidando lo sublime. Y ello es como afirmar que la inteligencia son conocimientos; olvidando la creatividad, la intuición o la empatía. Tanto es, que si preguntásemos al común de los mortales qué es lo sublime, no sabrían definirlo (ni menos unirlo y diferenciarlo en sus aproximaciones a "lo bello"). Aunque para quienes amamos la música nada nos cuesta separar "lo bello de lo sublime"; ya que quizás los definió Kant por ser el filósofo de la Era y la nación de los músicos (la Alemania de los siglos XVIII al XIX). Puesto que todos sabemos que los valses pueden tener algo de bello, pero nada de sublimes; mientras Bela Bartok o Stravinsky quizás carezcan de gran belleza, pero están plenos de sublimidad. Y para quienes quiera entenderlo mejor les diremos que Chopin puede ser el gran dominador de la belleza, pese a que las orquestaciones de Brahms o de Wagner, son el ejemplo de lo sublime. Siendo tan clara en la música la franja que divide ambos conceptos, que puede decirse de una bonita melodía, que es la belleza; mientras una nota dada en el vacío (que nos inquieta y nos sorprende), es sublime.
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Cuanto exponemos viene a colación puesto que en la música actual parece que solo se busca la belleza (tanto en la clásica como en la pop o moderna). Teniendo un empeño por ocultar o separarse de lo sublime, que en numerosas ocasiones precisa de "un mundo" pleno de fallos e imperfecciones. La manía psicótica hacia la belleza (sola) del siglo XX evidentemente nace del tiempo de la imagen y del disco. Era esta la nuestra en la que vemos en la pantalla hombres y mujeres en el más auténtico plastificado: Sin defectos. Tanto como oímos unas grabaciones retocadas y limpiadas, que carecen de un solo fallo, arrastre o sonido natural del instrumento (como puedan ser las uñas en la guitarra). Las ecualizaciones intentando lograr la máxima "belleza", han ido dejando al margen lo sublime; tanto que cualquier defecto se ve ya mal en una grabación (pudiendo ser maravilloso). En lo que corresponde a la belleza humana sucede lo mismo, una simple cana o arruga pudiera ser motivo de bajada de un escenario. Y la "puntilla" a todo esto, se la han dado los programas y digitalizaciones como el foto-shop o las ecualizaciones automáticas, que son capaces de quitar hasta las pecas o las notas de reverberación de un instrumento... . Un desastre, porque en mi opinión: Lo perfecto, es lo contrario a lo bueno. Y si alguien tiene muchas dudas, que observe a una mujer con el cuerpo perfectamente operado por estética (ya no digamos que lo toque, pues el plástico es altamente desagradable).
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Pudiéramos plantearnos de dónde nace (o procede) en la humanidad el sentido de la belleza y pronto nos contestaremos que de la necesidad de crear y procrear (de la reproducción natural). Tanto es así, que casi todos los animales la distinguen y en sus ciclos de apareamiento las hembras o los machos suelen cruzarse con los más bellos (o más fuertes). Nos llamará la atención observar si ponemos a un perrito junto a dos hembras (una bonita y otra fea), como el macho se irá hacia la más bella a toda prisa; al igual que la Urogalla sigue al gallo que más canta y al que más vivo color tiene. De ello, habríamos de preguntarnos si el sentido de lo bello (puramente bello) tiene algo de sobrenatural, dado que los animales lo conocen... . Quizás no (o no mucho). Pese a todo, existe en el arte un segundo valor que es el de lo sublime y este sí que nace del espíritu. Procediendo de los conocimientos, de la cultura propia, de los valores intelectuales y hasta de la interpretación de la fealdad en uno mismo.
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Llegados a este punto quizás podamos ver por qué hay una terrible crisis en el arte en el siglo XXI. Arte que no admite. y posiblemente no contiene lo sublime. Ya que parece que solo existe para el hombre de hoy lo bonito y lo feo, creando en base a estos dos conceptos. ¿Y lo sublime, dónde está lo sublime?... . Posiblemente en lo inalcanzable o en lo inconmensurable e intangible; tanto como en lo incrompensible. Como ejemplo para entendernos, podríamos decir que Dali era lo bello y Miró lo sublime; siendo quizás Picasso lo bello junto a lo sublime. Pero a día de hoy esta segunda categoría escapa del arte, porque no se sabe que lo sublime siempre transmite dolor, sufrimiento y hasta desesperación. Dolor, sufrimiento y desesperación que "no gustan" en una Sociedad que no quiere ver lo triste. Pero que además nada tienen que ver con la sublimación de lo horroso, que hoy en día tanto ha querido hacerse; como si lo puramente feo fuera también una manifestación del arte cercana a los sublime. Aunque el mal gusto nada tiene que ver con lo sublime (no nos engañemos).
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Sin embargo, así hoy y en nuestro siglo, persiste el empeño por separar la creatividad en la de "lo bello" y lo "antibello"; considerando que en una escala de valores que juegue con ambos conceptos pueda medirse la creatividad o la estética. Pero en esta estética no hay estática, porque para que algo no sea bello en el arte y tenga valor habrá de ser sublime (nunca feo o "antibello"). Además, lo bello por sí mismo puede llegar a no valer nada desde el punto de vista creativo; mientras lo sublime siempre tendrá un valor artístico. Es por ello que (quizás) en la música clásica debieran de comenzar a abrir las puertas a quienes invoquen un Mundo basado en otros valores muy diferentes a los de la perfección. Teniendo en cuenta que llegar a dar una sola nota con personalidad, vale más que cuanto se pueda estudiar en toda una vida de conservatorios. Personalidad que a veces ha de nacer de cambiar la partitura, los tempos y las notas; para tocar aquello que uno quiere como le gusta. Pues no creemos que Chopin, Mozart ni Beethoven, interpretaran sus piezas siempre de una manera igual y exacta; sinó que muy por el contario cada vez que las tocabam improvisaban (y la modificarían) según el ambiente o el lugar donde estuvieran.
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De ello y siguiendo con esa forma de interpretar la música; como dijimos ayer, un ejemplo claro de lo que se ha salvado de la "hecatombe" del mundo clásico está en la guitarra. Instrumento que desde Andrés Segovia hasta Paco de Lucía (cien años de gloria hispana) ha dado una cadena de profesionales, que sin duda convertirán a España en un nuevo Siglo de Oro musical. Ellos, junto a sus compositores (desde Falla a Rodrigo y larguísimo etcétera), interpretan cada vez y como les viene en gana, piezas clásicas o flamencas. Y es que Andrés Segovia tocaba soleares, tanto como Cañizares (Sanlúcar o Lucía) interpretan el Concierto de Aranjuez: Cada uno a su manera y hasta con sus notas. Como se debe de hacer. Puesto que lo otro puede matar la música, ya que este no es el arte de repetir, sino de componer e interpretar. Puesto que lo imperfecto, si es sublime, siempre será arte.
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